Pero aquí se suspenderá la alocución brevemente. La fulmínea etapa a la inversa nos ha traído hasta aquí, donde surgen problemas que diremos propedéuticos para el Hades, o lo que es lo mismo: de los modos del descender, y de las vías de acceso al Hades; investigaciones que convalidaremos con encuestas sociológicas acerca de los grupos de hadesdestinados y corroboraremos con testimonios documentales.
En primer lugar: de los modos del descender. Hay quien se precipita por línea recta; silba y avanza como aerolito; mejor, también, que allá donde anhela y arriba no tiene lugar la curvatura espacial; sino que la recta es recta. Ese es el hombre que, no dudando de su propio destino ínfero, lo sostiene delante de sus ojos; lo maneja sin formidar sus facciones sulfurosas; lo contempla como abismo de tinieblas y amarillo fulgor, desplomado: al que se asoma, y hace vibrar el veloz cuello, como la sierpe que no padece vértigo hace con la lengua. Alma monócula, monocroma, filóloga de unívoca paranoia; noctiluca; fulminante amígdula, acumen trabajado en marfil de saurio, plebeya petraria, cerviz testaruda de ariete; ustión de micrometeoro que no tocará el suelo, delicia de infantes, descalabazarse de nodrizas, uñada en cristal de cielo.
Hay quien espiralea dejándose caer: obsequio ante el destino, diligencia ante las reencarnaciones, paciencia agónica; gula diferida de la muerte; libídine demorada del suicidio, sed sagazmente diferida del Hades; placidez de maneras, distinción en el coma, sentido del ritmo en el hundimiento; movimiento para gasterópodos, pseudópodos, uña de retráctil sexo motriz; impulsándose de cola, elevándose no por ala sino por elegancia de aleteo inmoto, según un gráfico articulado de vespertilio a hirundo; alas detenidas, planeadora cola, latos paracaidistas cartílagos, en la mente custodia el itinerario; lo degusta, como amateur; paladea caídas libres, remolinos despeñadizos; patina; incluso feminea; vedlo contonearse; escandirse la bajada, pausar; a lo que sigue perfecto, conclusivo silencio.
Hay quien fluctúa; irregular, errático, no ajeno a las culpables delicias de la aproximación; imprevisible para sí mismo; ahora lento planea sobre dedos divergentes, paralelos pulgares de aire; como hoja o papel, en aire sin viento, basta brinco de perro, orina de felino, cadera de hembra, y se precipita la efímera demora. Pero, sean cuales sean los tiempos, las escansiones, los precipitosos arrebatos de angustia, las deliciosas rotaciones sobre membranas tensas y sanguíneas: o el meditante silencio, la subitánea charla, el estro que lo impulsa a despartirse de esta y de cualquier otra línea, siempre anhela este su propio final; lo medita y lo trabaja; la mano levantada contra el sol descubre punzada de unívocas flechas direccionales; los sueños le insuflan sentido único hacia el abismo; en todo fondo de vaso se abre de par en par el rotundo escotillón descenditivo. Honor a este: al más inepto, el más frívolo, el más haragán de los suicidas; llegado al fondo, será él el narrador más risueño e improbable. Un cuentacuentos, un afectuoso; un embustero.