Glosa acerca del abandono de casa ingrata:
Se presupone que la casa de la que se discurre es, por yacimiento, o memorias afectivas, o valor simbólico, dolorosa para quien se apresta a dejarla: digamos, pues, entre cloaca, prisión, y modesta familia; horrible. No, por lo tanto, en el despartirse de ella sentirá gran pena. Mirad uno u otro de estos objetos vilísimos; armario con tela de rosas; o silla con monerías vegetales, en relieve, donde va el culo; cosa anónima, innominada, imbautizable. Sillas, armarios a millares están hechos de esa manera: ¿sostendrás que semejante cosa desahuciada, cobarde, deforme, puede mantener sede de divinidad? Lo afirmo. ¿Y encerrar en su propia carcomidísima, desvencijada madera, alma capaz de impartir vida y muerte? Así precisamente lo entiendo; son ésas cosas angélicas y diabólicas, de las que se percata el hombre entre ellas exilado, el cual, ansioso de sacros documentos, hurgó los intersticios de los objetos, y con pesadumbre y compunción elevó los ojos para escrutar las rosas y se postró a los pies de la silla y mendigó la absolución de un cajón. Sin embargo, se rebate, son cosas inamables: toscas, feas, ineficientes. Toscas, feas, ineficientes: menudos adjetivos para la divinidad; tosca, que te está como un jersey diez tallas más grande, menos en las mangas, que son dos tallas más pequeñas; fea, ya que ha llenado el esferoide facial con una nariz arrogante, de húmedas grutas visivas empapadas de algas lacrimosas, añadiendo, la incauta, el habernos hecho a su semejanza; ineficiente, y aún más, perezosa, desorientada, ensordecida por las esferas ya definitivamente herrumbrosas de los cielos; inmemoriosa del universo que creó, se afana en llegar al fin del mundo, menea la peluda cornucopia de la oreja, para captar si se advierten los primeros hálitos de la trompeta: después duerme otra vez.