Apostilla a la hipótesis 2)

Entiendo lo que sigue: que Dios ha muerto ab aeterno, y eterna es la condición de irradiación de los gránulos lancinantes, y por lo tanto todo está, desde siempre, inmerso en semejante muerte. Acaso también: la masa voluminosa de las cosas, el tangible universal, sintáctico, renitente y distinto, otra cosa no es más que dicha granulería vertida y coagulada en artesas, y en estas descocida hasta efímera consistencia, y remojada en anilina de alma o retórica (según consienten las leyes). Así la flantécnica sostenedora de domus envaina los gelatinosos chocolates en metal de pez infantil; y el pez pretextador trémula sobre el tondo blancor de loza; pero de nadar, oh, no sería capaz. Análogamente, no ves tú tranvías, ballenas, olmos, urogallos: sino siempre, por doquier, el metamorfoseado diosmuerto, gránulos trabajados como esqueleto, chasis, barbas de ballena, corteza y libro, encolados para simular dureza y consistencia de cosas o plantas fieles y pacientes, o animales de pelaje caliente y ojos necios, feroces y tiernos; y nosotros, hombres de rápida vida, nos movemos ante tamaño sobresalto de extraños objetos; ante tamaño horror de frustrados objetos, que fracasaron al sernos padres; ante tamaño lamento de súplices objetos, traspasados en condición de inconcluible muerte; que nos suplican, a través de innúmeros dóciles omatidios, que los comprendamos, y que les mostremos aprecio, y que los ayudemos a más fatal deceso. Enmudecidos nos siguen con ojos caninos, herniosos de amor, por lo que, de tanto en cuando, acaece que nuestra mente desmañada se ilumine de asco, devoción y horror, y en un instante de atroz claridad apaguemos esos ojos dulces y abyectos, y el universo alcance con ello efímera paz; no nosotros, ajenos siempre, instrumentos de enamorados objetos astutos en trabajarse su propia muerte por la taimería de nuestras manos. Así pues, vedlo, a este universo consciente, iluminado, sabio de colectiva sabiduría, vedlo descender, entre fastos de trombas y violines, en gloriosa levitación; y al resolverse del todo en musical, coreográfico (digno de parque de atracciones) suicidio, queda en paz en la gran cama agitada, el Dios, entre el sudor correoso de las solitarias, lisas sábanas.