Y de nuevo un prefacio… y estoy obligado a un prefacio, no puedo sin prefacio y debo prefacio, porque la ley de la simetría exige que al Filifor forrado de niño responda el Filimor forrado de niño y que el prefacio al Filifor forrado de niño deba ser complementado con el prefacio al Filimor forrado de niño. Aunque quisiera, no puedo, no puedo y no puedo eludir las leyes férreas de simetría y analogía. Pero ya apremia interrumpir, terminar, salir del verdor inmaduro aunque por un solo momento, y mirar con más cordura debajo del peso del billón de pimpollos, botones, hojitas, para que no se diga que enloquecí ble, ble y sin esperanza. Y, antes de seguir más adelante en el camino de inferiores, intermediarios espantos infrahumanos, tengo que aclarar, racionalizar, justificar, explicar y ordenar, sacando el pensamiento directriz del que se deducen todos los demás pensamientos de la obra y poniendo de manifiesto al tatarabuelo de todos los dolores aquí expuestos y destacados. Y debo introducir una jerarquía de sufrimientos y también una jerarquía de pensamientos, comentar la obra de modo analítico, sintético y filosófico para que el lector sepa dónde está la cabeza, las piernas, dónde la nariz y el dedo, para que no me diga que no tengo conciencia de mis propios fines y que en vez de caminar derecho, rígido como los más grandes escritores de todos los tiempos, giro de modo absurdo, alrededor de mi propio talón. Pero ¿cuál sería el sufrimiento general y fundamental? ¿Dónde está la tataratortura del infolio? ¿Dónde te encuentras tatarabuela de los dolores? Cuanto más penetro, exploro y digiero, con tanta más claridad veo que en realidad el sufrimiento directriz y básico no es otro sino, según creo, sencillamente la congoja de la mala forma, del exterior malo, el tormento de la fraseología, de la morisqueta, de la mueca, de la facha; sí, he aquí la fuente, el manantial, el origen, y desde aquí fluyen armónicamente todos los demás, sin ninguna excepción, sufrimientos, locuras y aflicciones. Pero quizás habría que subrayar, más bien, que el primordial y fundamental sufrimiento no es otra cosa, sino el dolor nacido de la limitación del hombre por el hombre; es decir, del hecho de que nos ahogamos y estrangulamos en la estrecha y rígida concepción que de nosotros tienen las demás personas. O, quizás en la base de la obra se encuentra la capital y mortal tortura
del verdor infrahumano, de los pimpollos, hojitas, botones
o la tortura del desarrollo no desarrollado
o quizás el dolor de la forma no formada
o el pesar de ser creado, en nuestro yo, por otros hombres
el sufrimiento de la violación física y psíquica
la tortura de dinamizantes tensiones interhumanas
la curva, todavía no aclarada del todo, tortura del desvío psíquico
la molestia marginal de la luxación psíquica y de la pifia psíquica
la incesante pena de la traición y de la disonancia
el sufrimiento automático del mecanismo y del automatismo
el sufrimiento simétrico de la analogía y el analógico sufrimiento de la simetría
la analítica tortura de la síntesis y la sintética tortura del análisis
o, a lo mejor, el sufrimiento de las partes del cuerpo y de la perturbación referente a la jerarquía entre los miembros sueltos
aflicción del infantilismo benigno
del culeíto, de la pedagogía, del escolarismo
de la inocencia e ingenuidad inconsolables
del alejamiento de la realidad
de la quimera, ilusión, divagación, ficción
del idealismo superior
del idealismo inferior, burdo y rinconal
de los sueños de segundo orden
o quizás el tormento asombroso del achicamiento, empequeñecimiento
tortura del candidato eterno
de la aspiración
del aprendizaje interminable
o quizás sencillamente, tortura de esforzarse por superarse más allá de sus propias fuerzas y la consiguiente tortura del nopodermiento general y particular
erosión de la superioridad
sufrimiento de despreciar
sufrimiento de la poesía superior e inferior
la tortura sorda del estancamiento psíquico
tormento torcido de lo torcido, de la cogida desleal e incorrecta
o más bien la congoja de la edad en su sentido general y particular
tortura del anacronismo
tortura del modernismo
sufrimiento a causa de la formación de nuevas capas sociales
dolor de los semicultos
dolor de los incultos
dolor de los cultos
o quizás sencillamente la tortura de la indecencia microculta
el dolor de la estupidez
de la sabiduría
de la fealdad
de las hermosuras, encantos, hechizos
o, puede ser, el sufrimiento de la mortal lógica y consecuencia en la tontería
desconsuelo de recitar
la desesperación de imitar
el aburridor tormento del aburrimiento y del repetir siempre lo mismo
o, posiblemente, la hipomaniacal tortura hipomaniacal
la indecible tristeza de lo indecible
la tristeza de la no-sublimación
el dolor del dedo
de la uña
de la muela
de la oreja
la tortura de la espantosa interdependencia, del mutuo delimitamiento, de la compenetración recíproca de todas las torturas y todas las partes y, además, el sufrimiento de ciento cincuenta y seis mil trescientos veinticuatro y medio otros dolores sin contar a las mujeres y los niños (como diría un viejo autor francés del siglo XVI). ¿De qué tortura hacer la básica tataratortura y qué parte tomar como punto de partida, por dónde agarrar el infolio y qué agarrar de las torturas y partes mencionadas antes? ¡Malditas partes, acaso nunca me liberaré de vosotras, oh, qué opulencia de partes y qué riqueza de torturas! ¿Dónde estará la directriz tatarabuela y qué tortura tomar como base: la metafísica, o la física, sociológica o psicológica? Y sin embargo debo, debo y no puedo no deber, porque el mundo seria capaz de declarar que no tengo conciencia de mis fines y que absurdamente giro alrededor de mi talón. Pero, en este caso, a lo mejor sería más razonable definir y demostrar con palabras la génesis misma de la obra, no basándose en torturas, sino frente a algo al respecto, en lo que a ella se refiere y concierne. Que la obra ha nacido:
frente a los pedagogos y alumnos de las escuelas
en vista de los sabios entontecidos
respecto de los seres profundizados y elevados
en lo que concierne a las señeras figuras de la literatura contemporánea nacional y a los más acabados, construidos y enriquecidos representantes de la crítica frente a las colegialas
en dependencia de los maduros y mundanos
en dependencia de los distinguidos, refinados, narcisos, estetizantes y brillantes
frente a los conocedores de la vida
en el cautiverio de las tías culturales
frente al vecindario urbano
en vista de la nobleza rural
en lo que se refiere a los pequeños médicos provincianos, los ingenieros y empleados de estrechos horizontes
en lo que se refiere a los altos empleados, los médicos y abogados de horizontes más amplios
en lo que concierne a la aristocracia de nacimiento y a las demás aristocracias
frente al vulgo
Posiblemente, sin embargo, y en cierta medida, la obra fue engendrada por una convivencia con personas concretas, como por ejemplo, con el en demasía repugnante señor X, con el señor Z, a quien desprecio, y con el señor N, quien me molesta y aburre, ¡oh, espantosas torturas de la convivencia con ellos! Y, tal vez el origen y el fin de esta obra no sean otros que demostrar a esos señores mi desprecio para con ellos, ponerlos nerviosos, irritarlos, enfurecerlos y esquivarme de ellos. En este caso el origen sería concreto, particular y privado, suelto.
¿O, a lo mejor, la obra nació de la imitación de obras magistrales?
¿De la incapacidad para crear una obra normal?
¿De los sueños? ¿De los complejos?
¿O quizás de los recuerdos de la infancia?
¿O quizás empecé y así no más me fue la pluma?
¿De la psicosis del miedo?
¿De otra psicosis?
¿A lo mejor de una bolita?
¿De una pulgarada?
¿De una parte?
¿De una partícula? ¿Del dedo?
Habría también que concretar, definir y fallar si la obra es una novela, un memorial, parodia, libelo, una variación sobre temas de fantasía, un estudio; y que domina en ella: el chiste, la ironía, o el sentido más profundo, el sarcasmo, la burla, la invectiva, la idiotez, el pur nonsense, la puré blague y, además, si no es esto una pose, engaño, artificio, estafa, carencia de humor, anemia del sentimiento, atrofia de la imaginación, derrumbe del orden y pérdida de la razón. Pero la suma de esas posibilidades, torturas, definiciones y partes resulta tan inabarcable, tan inconcebible y, además, tan imposible de agotar, que con el más profundo sentido de la responsabilidad por la palabra, y después de un análisis más escrupuloso, hay que decir que no se sabe nada, ti, ti, gallinita; por tanto, a los que quisiesen compenetrarse aun más y concebir aun mejor, los invitaré a mi Filimor forrado de niño, porque en su simbolismo misterioso encerré la contestación a todas las preguntas torturadoras. Filimor, pues, constituido definidamente y sobre la base de la analogía con el Filifor, oculta en su extraña vinculación el definitivo y secreto sentido de la obra. Después de evidenciarlo, ya nada impedirá entrar aún más profundamente en el espesor de las sueltas, monótonas partes.