V. La goleta «Maule»

Seguramente que no se calumniaba a estos miserables arrojándoles a la cara el nombre de piratas. Esta criminal existencia debían haberla llevado en los parajes de las Salomón y de las Nuevas Hébridas, donde los barcos eran todavía frecuentemente atacados en aquella época. Y sin duda, a consecuencia de la batida organizada contra los piratas por el Reino Unido, Francia y América en esta parte del Océano Pacífico, nuestros bandidos tuvieron que refugiarse en el archipiélago magallánico, luego en la Isla de los Estados, donde se dedicaron a recoger restos de naufragios.

Cinco o seis de los compañeros de Kongre y de Carcante habían también navegado como pescadores y marineros de buques mercantes y estaban habituados a la vida de mar. Los demás serían el complemento de la tripulación, si la banda lograba apoderarse de la goleta. Esta goleta, a Juzgar por su casco y su arboladura, no debía ser de más de 150 a 160 toneladas. Una ráfaga del oeste la había arrojado durante la noche en un banco de arena sembrado de rocas, contra las que hubiera podido estrellarse. Pero no parecía que el casco hubiese sufrido gran cosa. Inclinada sobre babor, descubría hacia el mar su banda de estribor. Su arboladura estaba intacta: el mástil de mesana, el palo mayor, el bauprés y las velas.

La víspera, por la tarde, cuando la goleta fue divisada, luchaba contra un viento nordeste bastante fuerte, tratando de ganar la entrada del estrecho Lemaire. En el momento que Kongre y sus compañeros la perdieron de vista en medio de la oscuridad, la brisa mostraba tendencia a caer, y bien pronto fue insuficiente para asegurar a un barco velero una velocidad apreciable. De pronto, con la brusquedad propia de estos parajes, el viento había cambiado, y la goleta se vio impelida contra el banco de arena.

El capitán y la tripulación, viendo que la corriente llevaba la goleta contra una costa peligrosa, erizada de arrecifes, habían echado al agua un bote, creyendo que, de permanecer a bordo, perecerían todos, porque la goleta iba a destrozarse irremisiblemente contra las rocas.

Deplorable inspiración. Si hubieran permanecido a bordo, todos hubieran salido sanos y salvos, en vez de ahogarse entre las olas, como lo atestiguaba el bote, que apareció con la quilla al aire, a dos millas al nordeste, empujado por el viento hacia el fondo de la bahía Franklin.

Cuando Kongre y sus compañeros llegaron al banco de arena, la goleta estaba completamente en seco.

Kongre no se había engañado al calcular el tonelaje de este barco. Le dio la vuelta, y al llegar a la popa leyó: Maule, Valparaíso.

Era un navío chileno que acababa de embarrancar en la Isla de los Estados durante la noche del 22 al 23 de diciembre.