ANÓNIMO IX: Oiga, usted, no se moleste en llamar, está cerrado. Si fiesta, ¿me toma el pelo o se cae del nido? Huelga, huelga general. Hombre, las tiendas y los bares también, si pueden. ¿Cómo que por qué? No vacile que no está el horno para bollos, no, mire en El Riojano a ver si lo encuentra. A Mauro no, aún está en el trullo.
EL RIOJANO: Pase por aquí, si está cerrado y recién cerrado, ¿no ha leído el cartel? «Cerrado por vacaciones». Estoy veraneando en Ezcaray o en Torremolinos, ya elegiré, como si lo estuviera. ¿Quiere un vaso? Invita la casa que para eso estoy de vacaciones, joder, si acaba de pasar un cabo con dos números haciendo el aviso, al que cierre veinte mil duros de multa. Y los del piquete, ¿qué? Si cierro me destrozan el bar. Un castizo el cacereño del galón. ¿Tiene permiso de caza? Sí. ¿Tiene escopeta? Sí. Pues al que le amenace métale dos cartuchos del doce en la barriga. Asunto concluido, visto para sentencia y cierro por vacaciones, este año me quedo sin playa pero la huelga es la huelga. Yo a favor de mis clientes. Si son más cortos que las mangas de un chaleco, en vez de aceptar las condiciones que después ya harán lo que les salga del nabo, como siempre, lo que pretenden es cargarse al Lizarraga, no te digo, a quién se le ocurre enviar una carta de despido a todos los huelguistas y dar palizas a destajo. Así no se consigue nada salvo encender los ánimos. Huelga general y tendrán que readmitirlos por pelotas si no quieren ver al jaun más fiambre que la puñeta. Mire la pizarra, iba cuatro a uno a que salía con bien, ya se ha puesto cuatro a tres. ¿Se apuesta algo? No, el Mauro sigue en chirona, si quiere charla ahí tiene al nazi, está disfrutando como un marica con lombrices.
PACO: El nazi será tu padre que yo ni siquiera llevo el trebolito gamado, como otros. Hoy he ido a misa, por variar, hacía la tira que no pisaba iglesia, menuda homilía se ha largado el Kutz, levanta ampollas, pero que no se haga ilusiones, aquí las cosas no se arreglan más que toc-toc, a bastonazos, toma homilía, como la de aquel obispo con nombre de condón en el primer año triunfal, decía el gachó lo del deber de perdonar y encima amar a los que han sido nuestros enemigos, no se había enterado de lo del vencido contra una esquina, por eso o por el título del sermón que parecía el de una novela rusa, «Lecciones de la guerra y deberes de la paz», se lo prohibieron y allí empezó la serie, una xenofobia del carajo frente a los rusos, además de remitirles la División Azul les cambiamos de nombre a la ensaladilla, de rusa pasó a nacional, no te lía, si quiere le continúo la batallita, no me importa, me encanta, había que andar con pies de plomo, yo hacía en los dos lados y con los fondos de Toulouse, cuando llegaban, podía resistir aquel hambre bíblica sin cartilla de racionamiento, para lo que daban, oye, per capita cien gramos de azúcar, cincuenta de lentejas, un decilitro de aceite, que se aprendió uno el sistema métrico decimal, lo peor era no tener la tarjeta de fumador y como las mujeres no tenían derecho a ella no las podías camelar, todavía cascaba uno tres love stories seguidos tan campante así que al estraperlo, very typical, menú del día y plato turístico, todo en una pieza, las patatas asadas al gasógeno sabían a gloria y el café de agua de castañas también. Cuando los aliados ocuparon Francia llegó nuestra oportunidad, una quijotada, pero algo había que hacer, yo me apunté el primero para la invasión del día D, éramos cinco mil hombres relativamente bien pertrechados con fusiles, ametralladoras y bombas de mano, pero sin artillería pesada, ni intendencia, ni retaguardia, ni nada, el maquis penetró chipi-chapa, chipi-chapa, por el Roncal y sin apenas resistencia nos apoderamos del Valle de Aran, del revalle, porque aran en vasco es valle, la verdadera acción fue una semana después contra Moscardó y sus muchachos, estaba claro que no se podía en acciones frontales, nos dispersamos algunos en guerrilla y los que no cascaron de vuelta a Francia, la gente no se enteró de la misa la media, menuda censura, de estas noticias ni pío, ya sabes, sólo existe lo que se nombra y ojos que no ven cartera que desaparece, uno del retén nuestro, de la UGT, no sé cómo se las arregló para pasar las purgas y pudo continuar en el periódico, nos contaba cada una, de putero pasó a puntillista, tenía que dibujar las puntillas de escotes y faldas para poder publicar las fotos de las artistas, con lo cachondo que era, siempre de chop-chop, pues seguimos igual, de la huelga aquí presente, que hay que tener hígados para lo de la carta, no se entera nadie de Echegárate para abajo salvo cuando anuncien que se ha terminado, yo resistí como pude en el batallón de trabajadores, siempre fui habilidoso y con lo de buena conducta y la redención de penas por el trabajo en cuanto pude me largué para aquí, Eibain era el Oeste, desenfunda forastero, el personal fluía como la escoria y para lo de antecedentes se hacía la vista gorda, los de la brigada social vivían como pachas si eran buenos chicos y quizá también, por lo menos a alguno, el ambiente lo acojonaba un poco, lo que hacía falta eran brazos y los míos eran de primera especial y conocía la industria, no era primerizo, que muchos procedían del campo, lo más que habían manejado era la hoz y claro, había accidentes como escombro, pero se vivía y si me apuras no mal, como palmó Alemania suprimieron lo del brazo en alto, si tenían que saludar hasta los futbolistas antes del partido, y también lo de tanto cantar el himno, por decreto, lo mismo que suprimieron la lucha de clases, por decreto to er mundo e güeno, hala, ni siquiera comíamos aquel famoso pan amarillo, de piedra, de maíz, por más que aquí la gente estaba acostumbrada a la borona desde siempre, una de las labores fundamentales de la cashera era hacer el pan de maíz, la borona en forma de talo, antes, cuando los caseríos eran autosuficientes, no lo comíamos porque en la cuesta de Arrizar, cuando subían los camiones renqueando, algún alma caritativa dejaba caer un saco de harina y se distribuía en la cooperativa clandestina, eso no era nada para lo que hacía el Consorcio de Panaderos, desaparecían trenes enteros y tan tranquilos, hasta que les pillaron con las manos en la masa, del régimen y por poco les dan garrote, lo que no robarían, plaf-plaf-plaf, a los que especulan con el hambre del pueblo español la horca, en una pintada, pero no, medallas, les daban medallas, qué manera más loca de condecorarse, tú me pones una a mí, yo te pongo otra a ti, y hambre, lo que se dice hambre, de morir, sólo la pasé en una cueva de Aran, al retirarnos, no lo he contado nunca, nos juramos ir a la tumba con el secreto, pero en fin, no sé, después de lo que han contado los del avión ese perdido en los Andes es un alivio, lo nuestro fue bastante menos, nos comimos las nalgas de un compañero caído, ñam-ñam, horrible, ya está, ya lo he dicho, sólo una vez, las dos cacharolas y gracias a eso sobrevivimos, eso es hambre y lo demás es cuento, dicho y olvidado, un alivio. Lo que no habrá pasado uno en esta puñetera vida.
JULIO LASA BARRIOLA: Tal como está el cotarro no le extrañe no ver mujeres por la calle, pronto ni a los gatos, las jovencitas de ahora si callejean que hasta van a los bares para encontrarse con los chicos, hacen despedidas de soltera y todo, pero hasta hace muy poco la mujer vasca era retraída, muy de su casa, dispuesta sí, pero no callejera, pero con lo de la huelga general mire, por primera vez las madres y las hijas de acuerdo, no salen, no le extrañe tampoco lo de las mujeres de la familia Lizarraga, ya le recibirán cuando se aclaren las circunstancias, son un puntal de las viejas costumbres, en los años difíciles Edurne fue una de las máximas celadoras de la moral pública, en cuanto al sexo porque lo demás iba manga por hombro pero no contaba, nada de bailar apretados, nada de solriza para esos chichos descarados que encima llamaban «arriba España», nada de escotes, de medias transparentes, ya iba para monja, lo que no pudo impedir es que el de Ultramarinos Caracas, según dicen las malas lenguas y por esta vez creo que aciertan, se tumbase a una buena parte de las amas de casa del pueblo a cambio no de regalarles algo sino de venderles harina y aceite a precio libre, fuera del cupo de la famosa cartilla del racionamiento, ante el clamor de estómago no hay moral que valga, pobrecillas, resulta humillante, el caso es que el hombre tenía una cama plegable en la trastienda y cuando Edurne le armó allí mismo la marimorena le dijo que él tenía tanto derecho como el que más a la siesta, que para eso trabajaba hasta de noche y que si quería ver deshonestidades que fuera al barracón del economato de su hermano, a la fábrica, y la verdad es que le tapó la boca, estaba ya para monja perdida y después de las misiones del padre Coloma, un auténtico show medieval con todos los hombres rezando el rosario de madrugada y comulgando en serie tiarrones que no lo habían hecho desde la primera comunión, un proceso de santa histeria colectiva, después de la misión, en pleno éxtasis, convenció a su hermano José María para restaurar el convento de Kiskitza, junto a la ermita de Izaspi y allí se fue con sus dichosas monjas de clausura, mucho rezo y poco huerto, que para cultivarlo siempre han contratado kasheros, desde entonces es una comunidad floreciente en el sentido que no les falta de nada, entre Lizarraga y la divina providencia tienen las necesidades cubiertas y como encima son accionistas de la fábrica, pues nada, a rezar que son dos días. La devoción a la Virgen de Kiskitza es antiquísima y se fortaleció en el XVII con un breve pontificio del papa Clemente XIII que vaya usted a saber cómo conocía su existencia, la dinastía mañana vasca es impresionante, si tiene curiosidad consulte el Andra Mari de Lizarralde, ya verá, la guía telefónica, el breve daba a la cofradía diversas gracias espirituales, de ahí deriva la orden religiosa, para pertenecer a cualquiera de las dos era necesario ser cristiano y no tener mezcla de raza judía o mora ni haber sido sentenciado por el Santo Oficio, estas anécdotas y su explicación me gustan más que las contemporáneas, es curioso que la imagen de la Virgen se asiente en un trono sobre el casco de un viejo navío estando la ermita de Kiskitza tan tierra adentro, pero es que los arrantzales[30] de Guetaria y Zumaya, quizás los de Orio también, acudían a los bosques de la zona en busca de madera de haya para la construcción de remos, de ahí que los hombres de mar recurrieran a la virgen montañera implorando su protección en los momentos de peligro y después le enviaran exvotos, costumbre que todavía perdura a pesar de que ya no salga ningún remo de la zona por falta de madera adecuada, lo de la madera, el expolio de los bosques, merece un capítulo aparte. Lo que más necesitaba la comunidad eran religiosas, mujeres dispuestas a la vida mística, pero eso también lo solucionó don José María, había muchas chicas en situación desesperada, solteras con hijos, huérfanas sin trabajo, bocas de más en familias numerosas y de entre ellas reclutó los mejores elementos, vocación a cambio de seguridad, muchas escaparon así de prostituirse, así es que cuando Lizarraga va a Kiskitza es como si llegara el Santo Padre, lo tratan a cuerpo de rey, muchas veces se retira ahí arriba para descansar, pero empiezan a cargarle, no hacen más que pedir y ahora con los años prefiere el clima seco, la Navarra profunda, para la salud y el bolsillo es mejor alejarlas, las quiere trasladar a Falces, la costa del ajo, pero ellas se resisten, no se dejan y eso que salir no salen, a ésas sí que no se las ve en la calle, no sé cómo se pudo acostumbrar Edurne con lo dinámica que era en sus buenos tiempos.
AITONA: Pues no había tanto desbarajuste, hombre, que hasta las cosas antiguas son para el desquicio, mire la caza de argizaiolas[31], se venden carísimas y no se ve una con la vela encendida en la iglesia, no sé qué dirán los muertos cuando las vean de adorno en casas muy finas, muy vascas, ya, pero de adorno, si les dejaran alguno se llevaría hasta el altar, es muy decorativo, porque el púlpito ya hubo uno que quiso comprarlo, había más necesidad, el hambre que todos conocimos y no me explico cómo ocurrió aquello porque en tiempo de guerra, cuando no trabajaban en el campo más que hombres viejos y mujeres, no faltaba comida y después empezó a escasear, de todas formas en el caserío lo pasamos algo mejor que en la calle porque producíamos en casa y siempre había algo para comer, aunque sea leche con talos, y el estraperlo, algo, sí, pero pequeño, el grande lo hacían otros, tiendas, molinos y carnicerías. A nosotros nos quitaban a tasa las cosechas y el ganado de carne, pagando una friolera, claro que ocultábamos lo posible y aquello lo vendíamos a buen dinero. Miedo ya lo creo que pasábamos y grande porque castigaban fuerte, había andanzas increíbles, de noche, por caminos de monte que no es para explicar y además uno va olvidando con el tiempo y cuando lo explico hasta a mí mismo me parecen increíbles, los nietos me burlan un poco, que exagero, pero peor es pasarlo que escucharlo. Para traer un saco de harina a lo mejor íbamos cuatro o cinco horas en el monte de noche, por sitios desconocidos y sin luz porque no nos viera nadie y gracias al burro que sabía por dónde iba, lleva fama de tonto pero el burro es muy listo, mucho más que el hombre para encontrar caminos en el monte cuando está oscuro, por donde ha pasado una vez ya no se vuelve a equivocar. Para ir seguro no hay más que agarrar al burro por la cola y seguirle por donde vaya. A mí una vez me pareció que en un cruce se había equivocado y con el palo le hice tomar el otro camino que creía seguro, pues resulta que nos perdimos y el burro tenía razón. Y también para avisar el peligro es más listo, si hay algo extraño en el camino el burro nota mucho antes que una persona, levanta las orejas y se para. Cuando el burro levanta las orejas a nosotros se nos levantaban los pelos de la cabeza. A lo mejor no era nada pero el susto no nos lo quitaba nadie. Una vez que iba de noche al molino, con la luna bastante clara, el burro se me paró de golpe con las orejas tiesas, dejé atado el animal y fui con disimulo a ver lo que pasaba, a la luz de la luna pude ver a lo lejos un bulto que se movía, pensando lo peor estuve observando aquel bulto toda la noche, como no se movía de madrugada me fui derecho a él y resulta que era otro estraperlista que llevaba carne y me había visto a mí, los dos pasamos la noche vigilando el uno al otro, qué tiempos, menudo trasiego de carne, la tasa valía poco dinero y los carniceros pagaban mucho más, se mataba en el caserío y se llevaba la carne a escondidas, menuda sirena la del zerri, se aprendió a degollar los cerdos sin que dijeran ay ensartándoles el morro. Se vivía, pues, no mejor que ahora porque no había tantas comodidades, tanto coche, tanta carretera, tanto lujo por todas partes, lo que se tenía era menos diferencia con los de la calle, de la ciudad, y por eso no daba tanta envidia, los caseríos buenos, con mucho terreno y ganado, hicieron algo de dinero que hoy no se consigue, los jóvenes no quieren trabajarlo y en parte tienen razón, pueden encontrar otra forma de vivir mejor y más cómoda, en la dos de Lizarraga casi todos. En la temporada, algunos, se hacen el enfermo y piden la baja al médico del seguro, para echar una mano en casa, pero no es sistema, el ordeño es diario y tantas otras cosas, el Ayuntamiento suprimió ya, va para diez años, la corta del helechal, hizo bien pues resultaba falso, una tradición hueca, no se cortaba. Vivir, vivir, lo que se dice vivir, viven los caseríos del turismo excursionero, como éste, ya le conté, dando comidas, y quizás los del Bidasoa del contrabando, aunque no sé, con tanto guardia como hay ahora tendrá que preguntarle a ellos.
ELEUTERIO (EL MAGNÍFICO): Natural, si al Bidasoa le quitas el contrabando te lo cargas, todos los iruneses llevamos el contrabando en la sangre, pero no como una fechoría sino como una de las bellas artes, la prueba es cómo lo cantan los poetas, si hasta en San Juan de Luz celebran la noche de los contrabandistas, por algo será, el contrabandista es un negociante, pero también un benefactor de la humanidad, en esa época se salvaron muchas pieles, de pilotos aliados caídos en Francia que nos los traían hasta el borde los de la resistencia y eso lo sabían los SS y no se andaban con chiquitas, que te jugabas la vida más que ahora con los de ETA, y judíos, pasamos montañas de judíos, eso sí, fue el contrabando más enigmático, no sabíamos ni quién los ponía en el borde ni quién nos pagaba, ni queríamos enterarnos por si acaso, si pasaríamos judíos que en pleno bloqueo dieron un comunicado internacional de gracias, es un tráfico penoso éste de la carne humana hacia el otro côté, te cuentan cada caso los pobres, con cacereños, portugueses, marroquíes, se han hecho verdaderas sarracinas, a veces atados como ganado para que no se perdiesen o para poderles cobrar antes de la fuga, amontonados en portamaletas, sí ha habido cosas feas, pero también heroicas si nos ponemos a dramatizar, a mí me pillaron con lo de los portugueses, tenía una agencia y todo, La Lisboeta, y por lo mío ya pagué y conste que estoy retirado total. La verdad es que todos los fronteliers hacen contrabando y también las amas de casa que pasan a la compra y los turistas que pasan a jugarse los cuartos a Biarritz, es una institución o algo así, con la que a pequeña escala se transige, pero en aquella época fue a lo grande, se pasaba de todo, alimentos, tabaco rubio, materias primas, maquinaria, repuestos, los rodamientos fueron cosa fina, todo era negocio, así conocí yo al «Jenti», bueno, ya nadie se atrevía a llamarle así, era don José María, tenía yo un tajo muy bueno por su caserío, lo cuidaba un arrendatario en trance de jubilación que apenas si hacía lo de un jardinero, pero el lechuzo iluminaba de muerte la entrada junto a un nogal espléndido y todas las noches zapa, pedrada al canto, tantas bombillas que le cabreamos al Lizarraga, un fin de semana en que apareció por aquí me armé de valor y me fui a verlo, por la cara, y le expliqué el asunto, si usted nos permite instalamos un conmutador en el poste, así podremos apagar sin estropicios, a cambio de facilitarnos el paso podríamos hacerle un favor de vez en cuando, cuando lo necesite, tendrá cosas que pasar, creí que me iba a partir la cara, era un tiarrón de miedo, ya sabe, pues mira por dónde no es que aceptara para de vez en cuando es que se convirtió en mi principal cliente, menuda inspiración tuve con visitarle, andaba necesitado de herramientas y no le gustaba tratar con unos y con otros, me cogió casi en exclusiva y es un hombre de negocios y de palabra, un apretón de manos y firmé mi suerte, no le traté muchas veces más personalmente, quedaba con un intermediario. El Gallego, menudo tajo, nos cedió la borda como lugar de aprovisionamiento, no tenía ya ganado y la dejamos como los chorros del oro con un tabique tambor para las cosas delicadas, no descubría el hueco ni Sherlock Holmes, se lo juro, y pasamos la tira, la fábrica iba a más y necesitaba de todo, lo malo era la maquinaria pesada, no podíamos cruzar el río con ella y montamos una sucursal por así decir en Elizondo, ése sí que es un pueblo de especialistas, los de Vera nos salieron más estrechos, más suyos, pasamos despiezados hasta un torno gigante y había piezas monstruosas, el bastidor pesaría más de una tonelada, yo qué sé, necesitamos dos noches con una pareja de bueyes, campeones especializados en tan especial prueba de arrastre de piedra, y ocho arreadores akullaris, al final todos eslomados y borrachos de simpatina, los bueyes un tubo entero, en mi vida pasé más canguelo, claro que para estas maniobras a lo grande contábamos con la amistad de algún carabinero, se les dejaba decomisar alguna chuchería para que cubrieran el expediente y pasara el monstruo. Así se escribe la historia, sin nosotros no se hubiera industrializado el País Vasco, ¿cómo no le vamos a caer bien a la gente y a los poetas?
AVELIO SOLER: De los años del hambre yo guardo un recuerdo vaporoso, irreal, algunos detalles y la meditación, ya adulto, por ciertos detalles, de las angustias que debió pasar mi padre, recién llegado a Madrid como chupatintas ínfimo del registro del Ministerio de Industria, para sacar la familia adelante, ciento veinticinco pesetas el litro de aceite, ¿por qué sé yo ese precio? Está ligado a discusiones familiares, es el recuerdo de una escena desagradable para mi sensibilidad infantil y que hoy se me hace más que entrañable, lo que no pasaría el pobre y mi madre resistiéndose a meterme de botones y con el colegio de pago encima, casi nada, macho, pero eran años de muy diversas hambres, el hambre gorda generadora de muchas otras era la de materias primas, con la autarquía vino la apoteosis del sucedáneo, había que sustituir importaciones y producir, fabricar lo que fuera, como no había de nada todo estaba vendido, el que tenía permiso para algo, cualquier chapuza, millonario, y qué fiebre de novedades, la repera, más peregrinas que el gasógeno, un carpintero del barrio se puso morado con unas tapas de váter de madera que para qué las prisas, modelo «salud», me acuerdo, al primer chorro de pis se rajaban, pues todavía le sirve el invento, funciona en El Rastro con antigüedades a base de envejecerlas del mismo modo, las grietas meando y los orificios de la polilla a perdigonazos, no hay nada como la imaginación al poder, macho, ante la imperiosa necesidad de producir desde las cosas de uso masivo al acero se fabricaba mal y caro sin ningún esfuerzo de investigar a fondo la teoría sustitutiva, en eso eran maestros los alemanes, pero éstos, que eran sus forofos leyendo el Signal, en lo de estudiar y trabajar para su padre, me acuerdo de un artículo con fotos de cómo de la basura extraían triglicéridos para grasas comestibles, el industrial era un especulador, la técnica no importaba, pues el negocio estaba en la compraventa, el mejor empresario era el que más cerca estaba de los centros del poder, la era de las concesiones a título personal, cupo va, cupo viene, y Lizarraga sería de pueblo pero bien se arregló no sé cómo para arrimarse, quizá Ignacio, el hermano, ése se instaló en Madrid desde muy pronto, consiguieron unas exportaciones a la Argentina según tengo oído y menudo negocio era el exportar, incluso haciéndolo a mitad de precio era negocio por el acceso a las divisas, con ellas se compraban fuera herramientas, lo que fuera, y dentro se vendían diez veces más caras, así las cosas ya me dirás quién coño se iba a preocupar de la técnica, ahí se inició el proceso de hipotecación al extranjero, mira, por esas fechas la Union Steel, en Pittsburgh, en plena crisis bélica, pero racionalizando los procesos, puso a punto un sistema de laminación de chapa en frío muy similar al actual de open coil, con un proceso intermedio mandaban prefabricadas a los astilleros las chapas del casco y en un día montaban un petrolero, ¿te das cuenta?, eso es esforzarse en cubrir una necesidad, eran los T-1, con una mina se desguazaban solitos, pero los T-2 en los que empleaban una semana de montaje salieron formidables, después de la guerra la Navy los vendió casi a precio de chatarra, y los avispados de Niarchos y Onassis formaron así su flota petrolera, casi gratis, han estado en servicio hasta el cierre del Canal de Suez, de ese negocio tampoco nos hemos enterado, pero cómo sería la flota industrial que de cualquier objeto bien hecho se decía que era como los de antes de la guerra, vaya un punto de referencia para la calidad, la madre que los parió, mira, el control de calidad y la investigación siguen siendo dos entelequias para nuestra industria, así, a pesar de la autarquía, se tuvo que importar más que nunca y eso sin contar el contrabando, como para racionalizar las mezclas de chatarra andaba el cotarro, se fundían hasta los clavos, las fundiciones del cuarenta debieron ser la releche, caldo de teta, se juntaron el hambre con las ganas de comer, de eso tengo yo recuerdos muy vividos, de las colas y de caerse la gente desmayada por la calle, de pura hambre, de chaval no sabía por qué se desmayaban, también me desmayaba yo cuando tenía que ir a comulgar en ayunas con el olor de las velas y el incienso, la gente se caía por las calles de Madrid por las buenas, los chavales estábamos acostumbrados a la escena, uno se caía y alguien nos mandaba al bar más próximo a por un café caliente, algunos se caían con ataques epilépticos, no he vuelto ya a ver en la vida tanto epiléptico por el suelo, casi nada, macho, que sabíamos ya cómo sujetarles la boca para que no se mordiesen la lengua y el hambre de joder para qué las prisas, la de veces que me habrán preguntado por la calle Naciones, yo vivía por allí, en pleno barrio de Salamanca, un barrio bien y con una calle hasta la bandera de prostíbulos mugrientos, nos daban una propina, ¿y sabes en qué nos la gastábamos?, en castañas o en boniatos, son recuerdos tipo flash, el sabor dulzón del boniato es uno de ellos, otra cosa que no he vuelto a ver en mi vida, íbamos a ver el trasiego de las casas, a las prostitutas de sostenes negros a través de la ventana sin saber muy bien de qué iba la cosa, pero el sábado lo confesábamos y los domingos de excursión con el Frente de Juventudes, nos disfrazaban de falangistas y cantábamos lo de prietas las filas, recias marciales, nuestras escuadras van, cara al mañana que nos promete patria, justicia y paz, paz o pan, no sé, hay estribillos que no se olvidan aunque se olvide el contexto, por ejemplo, el de ir gritando a la Plaza de Oriente Franco-Perón, mañana vacación, manifestaciones teledirigidas con el aliciente de no ir a clase, las de la Virgen de Fátima, las de Gibraltar español, y esas pancartas que afirmaban nuestra naciente virilidad, «si ellos tienen UNO nosotros tenemos dos», no se nos ocurría que UNO no fuera un cojón, ¡ah!, y el letrero enigmático que siempre evitábamos en el metro, «reservado para caballeros mutilados», además de a las señoras había que cedérselo también a los hombres, vaya gracia, crecíamos inocentes en medio del fanatismo político sin enterarnos del significado de nuestro insulto favorito, cuando te cabreabas con alguien lo primero que hacías era llamarle rojo, y algunos hombres se nos asustaban los pobres y entonces gritábamos rojo con todas nuestras fuerzas, ¿qué era rojo?, una palabra mágica como el shazam del Capitán Marvel, los tebeos de más éxito eran los pedrines, los de Roberto Alcázar y Pedrín, me gustaban, sangriento lo de rojo, cuando una tienda se promociona con el eslogan de «los rojos no usaban sombrero» todos a cubrirse, de horror, los niños no nos dábamos cuenta, pero nuestros padres… los niños nos aplicábamos a los juegos con chapas de gaseosa, palos de escoba, todo lo que caía en nuestras manos lo transformábamos en algo útil con bastante más imaginación que los importantes hombres de negocios de la época.
AITOR ARANA (MONDRAGÓN): No me pudo ver porque no estaba, huir no, de paseo, cambio de aires, a pasar unos días a casa, a Mondragón, no sé, por vergüenza o así, de vergüenza que no me detuvieran con la de gente que estaban metiendo en el tubo y como a mí no me dijeron nada pues eso, qué iban a pensar en el pueblo, antes tan primero de la lista que yo sólo me presentaba en el cuartelillo cuando había visita de ministro, de pez gordo, me pillaron en un Aberri-Eguna[32] poniendo la ikurriña y a la lista, se conoce que con los años borran. No me importa contar, lo que sé lo digo delante de quien sea, que no tengo pelos en la lengua, si hay que decir porque si no para qué, yo callado, tranquilo, ya me dijo Patxi lo suyo y me parece bien, la verdad por delante no ofende y quien se ofenda que le den por el culo. Ahí está pues. Por el pueblo, manías, como soy de Mondragón pues Mondragón me llaman, sí, en Francia hay otro pero separado, Mont Dragón, pero ninguno ha visto el dragón del sucedido, el monte sí, ya, tampoco tiene mucha gracia que digamos. Ahora hay que estar, no se fueran a creer otra cosa y por si Joshemaría necesita que la cosa está que arde, encabronándose, lo de las cartas ha sentado fatal y con razón, no es su estilo, es el del ex seminarista de Iñaki y cualquiera sabe ahora por dónde revienta la morcilla, por donde menos te esperes.
FRANCISCO AGUIRRE ELIZONDO (PATXI): Este de la escasez ni cuenta porque era un imberbe, ¿eh?, una escasez angustiosa, tanto que los herrajes de latón, no había ni latón ni latín, se hacían de hierro niquelado, lo bueno es que todo valía, no había rechazos, claro que con el hierro también teníamos problemas, escaseaba, a veces se fundía sólo un par de días a la semana, nos daban el lingote con cuentagotas así que para no perder el tiempo, a veces hacer por hacer porque después sobraban, a moldear, a pisar la mala uva, se acumulaban los moldes vacíos y era una pena verlos así, huecos, que parecía una funeraria el almacén, no se podía fundir por falta de hierro, faltaban materias primas y el lingote pues lo mismo, a faltar pues el cupo nos lo chupábamos en un día y eso que ya se trajinaba la picaresca, equilibrios para ampliarlo, al distribuidor del cupo provincial le dimos cada cena en Lagunak que temblaba el misterio y era un buen tripasai, ¿eh?, y buenos sobres, valían los enchufes, ya lo creo, pero nunca se saciaban las necesidades por la gran demanda, no sólo de cocinas, ¿eh?, lo que hicieras, chupachups, pero papeles se necesitaban todavía más, hasta para toser, las guías te volvían loco, como un pasaporte para trasladar la carga de una provincia a otra y nosotros no veas, si no paraba un kilo de hierro en Guipúzcoa, y el salvoconducto y la monda, lo dicho, papeles cantidad, el cupo no llegaba ni para un diente y las licencias de importación eran tan chollo que había bofetadas por ellas, momio seguro, en Madrid había colas del copón, Iñaki ya se había instalado allí, se casó con una chica de familia bien relacionada pero es un ex seminarista linfático, mano sobre mano y las dos sobre los huevos, más conseguía aquí Joshemari trabajándose al gobernador civil y moviendo los hilos prohibidos, nos sacaron de más apuros que los oficiales de Iñaki. El chatarrero, curioso, ¿eh?, antes era un hombre desprestigiado, el jodío chatarra y así, en aquellos tiempos se hizo gran personaje, capitán con mando en plaza, gobernaba el cotarro y como no eran tontos se olieron la tostada y a montar industria propia, vendían de contrabando material de guerra, malo, caro y a darles las gracias, tuvimos los primeros accidentes al explotar algunas bombas pues, aun sin espoleta, con el calor expansionaba la trilita y canea, sin desgracias personales de muerto, de heridos sí, pero pudo haberlos, menudos sustos. El Magnífico, un jeta, un contrabandista irunés fino como el coral, nos solucionó bastantes averías, había sido de la UGT, así decía la competencia y la propaganda, según, un auténtico girasol siempre mirando a donde más calienta, tenía su escuela y con la borda de los Lizarraga hizo locuras, menos cuando la llenó de tabaco rubio y estuvieron rondando los carabineros, Joshemari agarró un cabreo de órdago, por poco lo mata, el trato era sólo para la cosa industrial, se pudo arreglar y desde entonces el Magnífico no se salió del rail, ésa es la verdad. Pero el cupo era la base del hierro y no llegaba ni para un diente, mira que se hicieron gestiones para ampliarlo bajo cuerda, algo así, pero insuficiente, un día Joshemari se caló los guantes de conducir y se marchó él solo, nos extrañó porque no era sábado, todos los sábados despachaba en Bilbao el minicupo extra y lo que fuera, sábado sabadete, camisa nueva y polvete, solía ir en tren porque el Fiat de seis cilindros se lo dejaba al Gallego, un representante dicharachero que fue una institución en la casa, viajante nato, era un lunes, se caló los guantes, digo, y nos dijo: vuelvo con lo del lingote resuelto. A mí me dio un aire, así como pena, ¿eh?, pues siempre cumplía su palabra y ésta era la cuadratura del círculo, imposible de cumplir y Olaso le dijo cuando anunció que si hacía falta se daría la vuelta a España, déjate de leches y vuelve pronto. El caso es que visitó a los habituales de Vera, Altos Hornos de Vergara, los de Baracaldo y los no conocidos personalmente, Nueva Montaña, Duro Felguera, Avilés, no, Avilés no existía entonces, a por hierro exclusivamente pues de chapa andábamos bien, apenas necesitábamos metidos en ciento cincuenta cocinas diarias, ¿eh?, para la época tela marinera. Nos lo contó demudado por la ira, menudo peregrinaje y sin ser Año Santo, en todos los sitios muy buenas palabras y más cachondeo que realidades. De vuelta quiso comba con Vergara, tenían un alto horno pequeño para hierro, de carbón vegetal, de encina, roble o haya porque el pino no vale, y nada, larga cambiada. Con los prontos que le dan se plantó, fue una conversación que los de la vieja guardia nos la sabemos de memoria de tantas veces como salió a relucir en otras conversaciones, fue un cabreo fundamental para la marcha de Lizarraga, un farol, pero salió. Os advierto, si no me dais os voy a poner yo un alto horno, los que me hagan falta, después no quiero quejas. No es tan fácil, hay que saber. Si sabéis vosotros, también puedo saber yo. Hay que tener permiso. Se tendrá. Pues ahí tienes uno, en Orbaiceta, es del año catorce y está parado, cómpralo, ya verás el lío en que te metes. Eso habrá que hacer. Es un tío cojonudo, si dice habrá que hacer hecho, volvió con las manos vacías de lingote pero en cierto modo cumplió su palabra, ¿eh?, yo diría que con creces, volvió con la solución definitiva, con la firme decisión de comprar Orbaiceta, una ruina arqueológica, sin saber si estaba a la venta o lo que es más importante, si conservaba la licencia de fabricación y estaba permitida su puesta en marcha, sin saber si era aprovechable y sin tener puta idea de lo que era un horno alto, bueno, con más moral que un caballo de carreras nos explicó que era más o menos un sistema de carburación como el de un gasógeno y un buscar el punto del caldo como en una merluza koskera y que con menos detalles ya habíamos hecho cosas más difíciles, leche, aquello fue la obra de El Escorial, lo trasladamos a Eibain a puro huevo y no se consiguió su permiso oficial hasta el mismo día en que hicimos la primera colada, para mí que la hubiera hecho incluso sin permiso, fue una machada contra viento y marea, todos los siderúrgicos vascos informaron al ministerio negativamente, protestando por la nueva instalación, que si ya estaban cubiertas las necesidades nacionales, pijarotadas, tenían miedo a perder un trozo de la tarta como así fue, pues la verdad es que la parte material del horno apenas valía nada, una ruina, lo importante era conseguir un cupo propio, después nadie sería capaz de controlar en qué medida se sobrepasaba, eso lo vieron más claro que el agua puesto que lo estaban haciendo ellos y protestaron, ¿eh? Yo no sé qué gestiones, sobornos, enchufes o plegarias utilizaría, el caso es que estuvo a la altura de un auténtico «Jenti» y cumplió su palabra.
AITOR ARANA (MONDRAGÓN): Mejor cortar el rollo y explicar lo del traslado, tuvo su bisigarri, no se puede saltar eso, jobá, fue la aventura de mi juventud, me gusta recordar el traslado, la puesta a punto, me gusta mucho, todo el mundo dice de aquellos años malo, malo y era malo y a mí me avergüenza, como verá a pesar de que me dicen mala leche tengo más vergüenzas que nadie, de pudor o así será que no entro en explicaciones, vergüenza de que los recuerdo como los mejores años de mi vida, de joven, tenía un pecho blindao y funcionaba a tope, qué manera de trabajar, casi un chaval y andar con Lizarraga, Olaso y Patxi para un asunto tan de puta aldaba, fuimos los cuatro a ver la compra, lo estoy viendo cuando apareció el cañón del horno alto, al atardecer, entre dos luces y nublado, era para rodar una película de miedo, la chimenea como un rascacielos brumoso con el gris de la piedra sucia y el reflejo de la puesta y el tinglado alrededor, desmantelado, con vigas que movía el viento y las chochas graznando por la visita, dándole vueltas, boquiabiertos, cuando se ocultó el sol, a oscuras, sin estrellas, podían haber salido Drácula, el Hombre Lobo y toda la jarea sin inmutarnos, fueron años importantes, no pasé más necesidades que las del trabajo y me gustaba la metalurgia, casi nada, allí con los dos «Jenti» que habían confiado en mí, más importantes que un combate Paco Bueno-Fidel Arciniega, si me sobrarían fuerzas que hacía mis pinitos de box, aquella noche, en la pensión, no pegué ojo y de madrugada, sin desayunar, ya estaba yo con los planos de la viuda de Orbaiceta dándole más vueltas al tanga y, andábamos de despiste como un burro en un garaje y Joshemari puso más conferencias que un ministro, andaban mal los teléfonos con la nacionalización de la Telefónica pero la central de Sanse, independiente, con material Ericsson de primera, bien, no hay más cera que la que arde, los planos de la viuda, algunos rotos, todos sucios y los que faltaban al carajo y lo que veían nuestros ojos, con eso a reconstruirlo en Eibain, madre coraje. Levantar un plano numerando piedra por piedra, eso hicimos, como el americano que se llevó la iglesia de Urraenea a Nevada, pues así, para reconstruir como un mecano. Unas piedras tremendas de grandes, apenas podíamos aprovecharlas, al quitar el mortero para el transporte se rompían, y las que llegaban sanas al labrar también rompían, quemadas o así, negras por dentro, para el cubilote si se aprovechaban nuevas, hicimos croquis de cada una, ya hicimos cosas, y a encargar nuevas. No era fácil, para todo más pegas que la mar, a contratar canteros y menos mal que los había gallegos pues los euskaldunes habían pasado a mejor vida, no muertos sino a mecánicos, ajustadores, a mejor oficio, el caso es que de donde fueran canteros ya había, pero piedra me cago en, difícil, siempre lo mismo, no hay, le atacamos al de Alsasua y el Olaso me manda a mí, como era el más joven siempre a bailar con la más fea. Vaya usted que tiene pinta de falangista. Me puse camisa negra y me recorté el bigote a lo finito y aguanté la vergüenza, le saludé al cantero, carlista, con el brazo en alto. Arriba España. Bueno, bueno, vale, vamos a hablar más tranquilos. Necesitamos piedra. ¿Piedra?, no sé si habrá. El tío me dice no sé si habrá con todo el monte a la espalda y un tajo recién barrenado que daba gloria verlo. En la sidrería cerramos el trato y bien, entró Lizarraga y me sacó del apuro. Se hizo plantilla de cada piedra perdiendo diámetro la hilada hasta el tragante, la tapa de carga, las dibujamos con dos centímetros de holgura y después nuestros canteros las ajustaban en casa, labor de artesanía, pero la cosa marchaba y lo de Eibain cogió forma, la chimenea de trece metros con zunchos metálicos y la piedra natural arenisca amarillenta, no se empleaba la dolomía sintética, claro, y una estructura de hormigón alrededor para facilitar los movimientos, en la tragante dejamos una plataforma de unos tres metros para lo mismo y todo protegido de la lluvia por una tejavana, las naves con soplantes, las estufas, los almacenes, Eibain se convirtió en un pueblo nuevo y nosotros orgullosos porque era obra nuestra, no, puestos a recordar no recuerdo mal los años malos, fueron los más intensos de mi vida, fue mi juventud y me gusta, ahí está pues.
FRANCISCO AGUIRRE. ELIZONDO (PATXI): En ese sentido, sí fueron buenos años los de pioneros, ese primer horno de diez toneladas fue una aventura y el segundo gemelo que montamos poco menos que de matute también, ¿eh? Después el grande de 35, de cok, ya fue más técnico que aventurero, el caso es que aunque el permiso era sólo para producción propia se hacía de más, natural, y mira por dónde de no tener pasamos a ser vendedores de lingote, ése fue el negocio, un chorro de oro, el kilo salía a dos y media y se vendía a seis pesetas, la mina, y lo que supuso para cambiar en especie por otras materias primas, por lo que fuese, una varita mágica, pero lograrla, ¿eh?, fue duro, tiene razón éste, el bolo de aquella madrugada sin saber por dónde empezar a meterle mano es inolvidable, un bolo duro que no se te movía del estómago y no era cuestión de aguardiente, no, que no era el gusanillo mañanero, parecía una empresa imposible, de titanes y el caso es que metidos en el ajo, sobre la marcha, pues eso, titanes, no había dificultad que nos parara, de dónde coño sacaríamos tanta fuerza, en la vida me he sentido más seguro de mí mismo y a los demás les pasaba ídem del lienzo, ¿eh? El ejemplo arrastra y Joshemari era un tigre dando el callo, porque dice lo de la piedra, pues lo de la leña más difícil todavía, que el horno se comía a todo el carbón vegetal que le echásemos, veinticuatro horas diarias dale que te pego, se contrató a un ejército de aitzkolaris, de carboneros, un trabajo duro y en el economato se pidió sobrealimentación para ellos, la cartilla no les llegaba ni de aperitivo, habas, tocino, pan y café, el café se les escaqueaba y ni cuenta pues no lo bebían, mejor vino, arrasamos bosques enteros, qué escabechina, Olaso o yo íbamos con el experto, teníamos un tasador propio pues no hace falta vista, la mar, hacíamos visita previa y luego a la subasta de las parsonerías hasta Navarra, que por los alrededores no dejamos roble en pie y ya compramos hectáreas, a veces te daba pena, ¿eh?, tan hermosos y más de cien años para hacerse así, luego te acostumbras, bonitas excursiones hicimos con la madera. Se seleccionan las ramas medianas, las pequeñas no valen y el tronco tampoco, para tala de carpintero dejábamos, se hacen montones como de una meta chica sobre el propio terreno y se quema, un sistema prehistórico de hacer carbón y resulta, cuando sale la llama azul ya está, movilizamos regimientos enteros, parecía lo de las pirámides, se metía en sacos y por el monte en mulos, todo un espectáculo, a los camiones. Hicimos almacenes de granel en naves muy altas con tejavana para evitar la lluvia y la descarga se hacía con cuidado pues, si soltabas como en volquete, el carbón se hace un cisco fino que no vale para el horno, según crecía la montaña se le iba poniendo un camino de tablas, trabajo sucio, ¿eh? Y también tejavanas para los depósitos de caliza, otro problema, bueno, líos por todas partes. Lo que sí nos servía el carbón era para hacer buenas chuletadas, el carbón vegetal es bueno pues hace brasa con calor uniforme, en sidrerías con el vaho de las vacas y todo, buen ambiente, la chuleta de una en una partida en tantos trozos como comensales, así está a punto y no se enfría, por un tanto alzado nos abrían la chocha y a beber toda la sidra que se pudiera, barra libre le dicen ahora. Crismamos bosques enteros, ¿eh? Que sí que daba pena verlos después con los tocones llorando musgo, hasta Arantzazu mondo y lirondo, y claro, se tuvo que repoblar con pino, se revendieron a los papeleros, el pino sí les sirve a ellos para pasta, que de viajes, hasta Soria fuimos por encino, en fin, que te ponías en la muga de Navarra y Guipúzcoa y para llorar más musgo que los tocones, los navarros cuidan mucho lo suyo y allí a lo correcto, por árbol que cortan árbol que plantan.
AITOR ARANA (MONDRAGÓN): Ir a por todas, eso hacíamos, con tantos problemas técnicos de puesta a punto que los demás no existían, la cabeza siempre estaba en lo mismo, en el trabajo y yo te creo que así se es más feliz que no pensando en la hora de la salida para ir al baile, o donde sea, pero con la cabeza en otro sitio, que ahora a muchos que se quejan de la paga no les ves más que mirando el reloj, porque todos tienen reloj y reclamaciones, pero maldito si luchan por arreglar nada. Ya digo, sin experiencia y a por todas, hubo fallos, accidentes, a follón diario salíamos pero avanzando, localizamos al ingeniero de la viuda en Pamplona, un viejito más sonado que Arciniega y ni se acordaba de Orbaiceta, me suena, me suena, sonar y lo había instalado él, joder, le dejamos en paz. Problemas del carajo y problemas tontos. Un manómetro de mercurio más viejo que la isla y a no cambiar pues no sabíamos la presión que marcaba, sólo una raya y qué sería la raya, me cago en, más de una vez saltó el mercurio a tomar viento y a los casados, ja, con el vapor la alianza blanca de amalgama, vaya susto, limpiar rápido con lija y nueva. Y cuando la puesta en servicio que por poco si se nos desmorona, necesita varios días de precalentamiento para irse la humedad sin producir grietas, pues gracias al ojo divino que al segundo día ya estaba el Olaso metiendo mecha. Peligro y serio el lobo, que viene el lobo como en el cuento del pastor, que se solidifique el mineral dentro, el horno alto se carga por capas, si no se reparte bien el carbón en su capa, o la caliza, no quema bien, no hay temperatura para fundir totalmente el mineral en la capa junta y entonces al llegar al crisol no tiene combustible, no termina de licuarse, vaya, y el vientre se queda duro, ése es el lobo, no se puede pinchar la piquera y sangrarlo. Si pinchas y no viene y se llega a enfriar, lobo al canto, hay que dinamitar el horno, la rehostia, ahora con control automático marcha de seda, pero antes qué, quién, ojo clínico, a Joshemaría nunca le pasó y tampoco tenía experiencia o así, conocimientos de ingeniero, que de ser todo lo más herrero, allí no hacían falta ingenieros ni títulos, práctica, Lizarraga es un aparato de precisión humano, vista y horas a pie de obra, siempre atento, siempre él delante, nada de papelitos de régimen interior, allí y a voces si hacía falta, y a leches, venía mal y allí estaba y si venía mal echar más carbón, o meter un tubo de oxígeno y purgar un poco, tantear con las cargas por arriba o jugar con las toberas para dar calor sólo a una capa, así hasta que venía, a veces el horno llegó a estar enfermo de puta aldaba, dos días seguidos y allí el «Jenti», que si deja la fundición a media taza vaya desastre, sin dormir hasta curarlo, nunca tuvimos lobo, tanteando hasta que el tío dice ahora viene bien la escoria, ya está, dale, pinchamos el tapón de arena y sale el caldo rojo, un dardo líquido y glorioso, fluido y a colar, se las sabía todas y yo a aprender, de él aprendí, es un instinto eso de ver cuando te viene, como correrse al tercer polvo, que ya ni puedes pero de pronto notas y arreas, a mí ese chorro rojo del caldo, la calor que te reseca la piel, me parece una cosa tan de hombres que mira que es duro el oficio pero no sabría vivir sin su presencia, sin el chisporroteo, te da algo por dentro esa sensación de poder y riesgo, te hace hombre. Sin peligro no hay hombre, y trabajar con peligro trabajamos cantidad, el no saber, el probar tanto de nuevo, y con el hierro no tanto, ninguno, con el óxido de carbono es con lo que caían como moscas, con tanto personal virgen de fábrica y como la cosa no estaba por la seguridad sino por la producción o así, pues eso, caían, por intoxicación de gas, arriba, en los tragantes no murió ninguno, mareos y vómitos los que quieras, la campana de la tragante no cerraba bien, con fugas, daba un olor fétido, característico, se te metía en la ropa, y a caer como con los braseros de antes, de cisco, les sacabas al aire y como nuevos. Un día Joshemaría les empezó a llamar maricones a los del mareo y como siempre subió a dar ejemplo, no se podía aguantar, bajó medio muerto, sin sentido, lo sacamos a una campa pero no cayó en la fundición, pálido, de cera, pero sin caer, si cae delante de los obreros sería de muerto no de otra cosa. Fuimos a otros hornos altos a copiar las toberas de bronce y de cobre, las nuestras de hierro colado se rompían y eso, las hicimos más grandes también, en las de Avilés, entramos disfrazados con buzo y casco de Ensidesa y nadie nos preguntó nada, si enganchamos un vagón de tochos nos los traemos a casa, menudo despiste, pues mira por dónde el primer muerto fue la cosa más tonta, la carga de mineral se subía en un caldero con un polipasto, el caldero al llegar arriba daba a una palanca, un invento made in casa, y así paraba el tambor de enrollado, pues una vez no funcionó el invento, siguió tirando del cable y canea, cayó carga, caldero y la biblia, mató al de abajo, instantáneo. Ha muerto gente pero yo te digo una cosa, para mí así lo prefiero, en la fundición y de repente que no meses en cama jodido de cáncer.
FRANCISCO AGUIRRE ELIZONDO (PATXI): Pasaban cosas, el personal llegaba como la marabunta y no todo se podía controlar con la rigidez de ahora, ni la parte técnica, ¿eh?, que funcionábamos sobre la marcha, la de números y croquis que hicimos sobre el puto suelo de la fundición, ni en papeles siquiera, el suelo siempre con polvo y Lizarraga haciendo cálculos, dibujando con el dedo en el polvo, a ver, tú, números cantan, o dibuja lo que vas a hacer y allí en cuclillas lo decidíamos, se borraba fácil con la palma de la mano si no estaba de acuerdo y hala, a dibujar otro croquis, cuando se daba con la solución adelante con ella sin más permisos, y con el personal lo mismo, desde el cuarenta empezó a llegar el correo con gente hasta la bandera, en los techos, que más de una cabeza se segó a la entrada de los túneles, con su maleta de cartón y ni empadronamientos ni salvoconductos evitaron la avalancha, natural, la gente se mueve hacia el trabajo, en Eibain lo peor de cada casa pues no se pedían informes a la guardia civil como hacían Patricio y otros, uno había matado a su padre, otro violado a su hija, menuda jarea, pero currelaban y así ni huelga ni leche, porque si se les exigían papeles estaban perdidos, había mucha necesidad y también se transigía con las trampas, ¿eh?, metían el dedo y hala, de baja a la siega, a su pueblo. Con lo del gas empezamos a racionalizar algo, a no desperdiciar, lo llevamos a las estufas y combustible gratis, contaminaba menos aunque maldito si importaba, aún no les había dado a los cagatintas por escribir sobre la contaminación, el mejor aprovechamiento fue con dos grupos electrógenos suizos, como los suizos eran neutrales vino un ingeniero joven y los montó bien, con filtros purificadores y todo, menudo mareaje le hicimos, y después siempre, tío de fuera que venía a absorberle toda la sustancia gris, que algunos ya se enfurecieron, ¿eh?, era un chaval majo y no se cabreó, estaría bueno, se fue contento porque le tratamos a cuerpo de rey, era una época de cenas a barullo, cenas de trabajo podíamos decir, ¿eh? No dejaban hablar euskera en la calle, pero en las cenas de órdago y el Gora Euskadi Askatuta hasta las tantas. Con el comandante del puesto y los de la brigada político social había jarana pues pasó cada cabrón de aúpa, ¿eh?, pero como había amistad con el gobernador con un toque a tiempo la cosa no pasaba a mayores, a por vagos y maleantes les mandaban, uno sí cayó bien en el pueblo con todo su golpe de comandante del puesto, un andaluz más salado que las pesetas, andaluces y de por ahí eran, pues ningún guipuzcoano que yo sepa fue nunca guardia civil, ¿eh?, no hay afición, el tío lo llevaba bien, el andaluz que te digo, siempre nos saludábamos: ¿Qué, epidemia de orden? Tranquilidad, contestaba. Cuando alguien denunciaba en el cuartelillo que había oído canciones vascas escribía unas declaraciones pomposas y comprometidas, habiendo oído canciones ofensivas contra el régimen, yo fulanito de tal denuncio a o así, y ninguno se atrevía a firmar aquello, mejor, le felicitaba, para qué complicarnos la vida. Aquél vivía y dejaba vivir, mejor que a otros le fue. Me encargaba a mí las chapuzas. Patxi, mándanos un hombre para blanquear el cuartel, que sólo tenemos dos mil pelas para el mantenimiento de todo el año. ¿Ya le habéis pedido permiso al Lizarraga? Hazlo tú, coñe, que me da lacha, le estoy pidiendo carbón todos los días. Pero con otros, ¿eh?, había que tenérselas tiesas, justo lo contrario. El caso es que, cuando funcionaron los hornos, Eibain creció y Lizarraga se convirtió en la gallina de los huevos de oro, lo que se hiciera vendido y sin preocuparse de virguerías, nadie se molestaba en hacer nada con la meticulosidad de antes de la guerra, y los pagos al contado o por adelantado, ¿eh?, no se concebía el crédito ni el follón de letras, se hizo dinero, cantidad, tanto que no se sabía qué hacer con él y sin embargo algo había que hacer, ¿no?, por eso pasamos al acero.
ANÓNIMO X: ¿Qué le parece la exhibición de solidaridad? Una respuesta inmediata al desafío de las cartas, todo cerrado y todos encerrados en casa, menuda tensión, menos mal que la gente se lo está tomando con calma y más serena que la luna, claro que como sigan provocando no sé, habrá que salir a la calle, a las barricadas, es una tentación a evitar, peor que una trampa, por eso mejor en casa, a una moza por darle una torta a un poli le han puesto el culo más negro que el de una sartén y una multa del carajo a la vela, es un aviso, hay que aguantar flemáticos, no queremos muertos de ningún lado, sobre todo mientras dure lo del rapto no hay que perder la calma, que no se confunda la gimnasia con la magnesia, el topo sigue su marcha, no cederemos ni a la violencia ni al sentimentalismo, no queremos que le pase nada a Lizarraga, pero tampoco vamos a firmar un manifiesto pidiendo su libertad. Algunos no tendremos himno, ni bandera, ni escudo, pero existimos, somos de carne y hueso y ocupamos un lugar en el espacio. ¿O no? Pues entonces que se nos respete y después hablaremos.
JOSÉ SÁENZ DE HEREDIA: Es increíble su contumacia, no insista en lo de las informaciones porque nada confidencial puedo comunicarle, un banco es como un confesionario y el secreto de la confesión es fundamental, y además no hay nada de esos rumores de concentración de billetes usados, al menos en esta sucursal. Los banqueros tenemos mala prensa pero mucha bibliografía, los informes generales los puede encontrar en cualquier libro de texto, mi opinión, particular, no del banco, no estoy autorizado para ninguna declaración oficial al respecto, es que se hizo lo que se pudo, el statu quo frenó la corriente inflacionista, pues se hubieran lanzado a la creación de nuevos bancos con afanes meramente especulativos y si el contexto legal fue rígido con la creación del Instituto Español de Moneda Extranjera y la ley de Ordenación Bancaria es que había razones de peso para ello, los privados ya hicimos lo posible por agilizar la situación mediante la pignoración de la Deuda Pública, por otro lado muy mal interpretada por los economistas, a posteriori, claro. ¿Lo hubieran hecho mejor ellos? Lo dudo, mire, en frase crudísima «les affaires c’est l’argent des autres», y cuando el bloqueo estábamos solos, no había otro, se acabó la exportación, Lizarraga aprovechó bien la oportunidad de la Argentina y lo de México, había allí mucho vasco refugiado, amigos y enemigos, y a través de intermediarios muchas empresas funcionaron en acuerdo bilateral. Concedido que el cambio único resultaba forzado, pero ya se compensaba con el sistema de cuentas especiales, eso atenuó el mercado negro de divisas, sería inútil negarlo, existió un mercado negro pero seguirá existiendo como la falsificación, son cosas que no se erradican con la inocente nota al margen de los billetes del XIX, «pena de muerte al falsificador», y se dan en las economías más poderosas, los eurodólares de hoy sin ir más lejos. La devaluación de la peseta hubiera hecho el mismo efecto que todas estas medidas combinadas, era una devaluación de facto, y psicológicamente al pueblo le hubiera desmoralizado más, la moral era un valor financiero en una época tan dura y no había forma de salir del círculo vicioso porque, insisto, no había otros, faltaba el dinero de los otros. En esa línea estuvo bien la quema de los billetes de cinco mil pesetas que el Consejo Republicano del Banco de España encargó con bastante inconsciencia a su habitual proveedor Bradbury Wilkinson, servata distancia nos hubiera pasado como a los italianos con sus sábanas de liras. Las circunstancias mandan y la postura no fue sine die, en cuanto se pudo se volvió al cambio múltiple. Cierto que se produjo una concentración financiera, pero en manos experimentadas y honestas, al menos algo del oportunismo circunstancial se salvó. Está de moda atacar a la banca privada pero nadie la explica en aquella estructura económica de puro caos, las leyes de Parkinson se cumplieron a rajatabla con la organización burocrática más sofisticada del mundo y, por ejemplo, con un tráfico ferroviario plagado de preferencias que obligaba al mayor recorrido por tonelada que se recuerda. ¿También los banqueros tenían la culpa de eso? La pertinaz sequía fue algo más que una metáfora y el pueblo español siempre tiende a solucionar sus problemas con el milagro, por eso era tan importante la moral, le gustaban las noticias milagrosas como el descubrimiento de petróleo en el centro de Alicante y lo que son las cosas, con moral y trabajo Alicante y toda su provincia a la larga encontró su petróleo particular, el turismo, hay que dar tiempo al tiempo limitado, caramba, no insista, si se está enconando es por los intermediarios que como usted mismo hacen circular los más extraños rumores, si dejasen en paz a las dos partes ya estaría solucionado, sí, es mi opinión particular, se arreglará, don Ignacio es un negociador habilidoso.
ANÓNIMO VII: Ése es un vaselina, está haciendo méritos de niño bueno para que le asciendan y no dirá nada, venga aquí, a Lizarraga tienen que bailarle el agua por pelotas, trabajaba antes con el Guipuzcoano y como no le hicieron consejero se pasó a éste con todos los arreos, en algo le complacerían, digo yo, ahora con lo de las incompatibilidades no se sabe quién es quién, la mayoría son hombres de paja. Lo de la pasta ya está o casi está, lo tienen en la central de Sanse, los cincuenta en billetes de mil usados, y de cien, empaquetados según las instrucciones, pero según radio macuto sólo saldrán, si salen, en caso de emergencia, hay órdenes de arriba, de muy alto según parece, nada de negociar bajo imposición y el bueno del hermano encantado de retener la bolsa, por eso están forzando las investigaciones, pero con la huelga general les ha salido el tiro por la culata, en realidad la han provocado ellos mismos con unas cartas tan improcedentes, lo que resulte ya lo verá usted. A mí no me ha visto, ¿de acuerdo?
IÑIGO ABAD IRIONDO: No me molesta en absoluto, todo lo contrario, no sabe cómo me alegra la aceptación de mi ofrecimiento. No, de su situación personal no puedo decirle nada porque nada sé y si me apura le diré que prefiero estar ignorante, no es que no me preocupe, que me preocupa y mucho, pero es una cuestión familiar, no empresarial, mi opinión particular es que se están tergiversando las informaciones, ya verá cómo no llega la sangre al río y todo se arregla para bien de don José María. Lo importante es eso, su seguridad personal, después ya recuperaremos el tiempo perdido en la fábrica, peores temporales hemos pasado y la cuestión laboral se remansará, la verdad es que en el fondo todos los obreros le aprecian, ahí tiene esa maqueta preciosa, es una obra de arte, original, no copia, una ferrería de 1697 diseñada por Pedro Bernardo Villarreal, de Berriz, con una placa de lo más expresiva: «Por suscripción colectiva de todos sus productores al limo. Sr. D. José María Lizarraga Múgica en el día de su cincuenta cumpleaños. Zorionak eta Aurrera»[33]. Costó una fortuna y aportó hasta el último aprendiz de forma espontánea, no todos los patronos pueden mostrar una cosa parecida. Pero lo que mejor puede mostrar es su obra en marcha, competitiva, con futuro. Y el nacimiento sin embargo no pudo ser en condiciones más desfavorables, el salto a gran empresa en los años de autarquía le muestra como un hombre de empresa de talla excepcional, supo fundamentar con seriedad, con base tecnológica, en una época de desarrollo industrial a lo que saliera, en una época de huir hacia adelante como fue la fuertemente condicionada por la amistad con el Tercer Reich y no con los aliados, con una desastrosa política económica que nos llevó a rechazar un crédito USA de cien millones de dólares en el cuarenta, figúrese, y quedar fuera del European Recovery Program, el Plan Marshall, y en el interior con una hostilidad oficial a que la industria renaciera en la llamada zona roja de las vascongadas que, en el ordenancismo exagerado de la época, marco ideal para la corrupción estraperlista al más alto nivel, y sin tener acceso a los despachos de Madrid para licencias de importación, divisas, etc., obligó a un esfuerzo titánico para crecer con las dimensiones adecuadas y no caer en la fácil especulación no productiva. No se era de interés nacional, no se socializaban nuestras pérdidas como hacía el INI con los fallos de otros particulares, y se aguantó la escalada demagógica de la Seguridad Social, con todo ello resulta injusto que ahora, de cara al Mercado Común, a un mercado transparente, se haga sólo responsables a los empresarios, pero es que a pesar de todo Lizarraga sí está preparada para competir en una economía de mercado y todo porque en los años difíciles se supo ver con claridad, sin contentarse con un crecimiento de invernadero protegido por unas barreras aduaneras, protectoras sí, pero también fosilizantes. Esto es hablar claro, nuestro gobierno jamás practicó la autocrítica y menos aceptó la exógena, sostenella y no enmendalla fue su lema, así que las opiniones que queden entre nosotros. Los números oficiales sí pueden airearse. Tenemos pocos impresos de la época, no había afición a los datos estadísticos, no se hacían ni catálogos, pero de todas formas le prepararé un dossier con lo existente. Por supuesto nadie es espíritu puro y nadie pudo funcionar totalmente dentro de la ley, por otro lado laberíntica y contradictoria, a veces caía en el pintoresquismo, el cementerio nuevo se bajó por Arrizar porque tenía que estar a más de cien metros de la vivienda más próxima, pero después, cuando construimos el grupo de casas económicas para los obreros, no hubo pegas legales en llegar hasta sus tapias. En líneas generales se ciñó a la ley lo más posible, apenas existió la doble contabilidad, ni el contrabando, algunos repuestos se obtuvieron de la picaresca, con el truco de la etiqueta verde como muestra sin valor postal, cosas nimias, la solución definitiva en aquella stang inflation, entonces no se llamaba así porque no existía nombre para el estancamiento con inflación galopante, fue comprar la correspondiente cuota de mercado, comprar una industria para así circular entre los agobiantes decretos sobre recuperación de chatarras, restricción de hierro, de combustible, se llegaron a consumir los schlamms como si fuera cok del bueno. Una decisión valiente. Se compró lo de Orbaiceta y con ellos sus permisos, pero fíjese bien, se compró una instalación caduca y se puso al día, al más alto nivel de rendimiento cuando nadie tenía en cuenta los costes y cuando la mayoría lograba dichas prebendas por amistad, la menor concesión normal, sin hablar de las deshonestas, era un privilegio y Lizarraga jamás tuvo ninguna. Sólo una y la compró con su propio dinero, jugándose todo el capital a una carta, para mí eso es definitivo, casi heroico.
CELSO TRINCADO BODELÓN: Sí señor, bueno, no señor, quiero decir que yo no soy don Celso Trincado pero que no tengo inconveniente en contárselo ya que, si el señor Abad le deja ver los papeles, sí señor, sí me llamo Celso, éramos tocayos, su ayudante, de eso entré yo en la casa, como ayudante suyo por recomendación de un amigo, mi madre era viuda de guerra y conocía al gobernador, bueno, pues ponga su nombre porque el mío no cuenta, no le voy a dar ninguna información de primera mano, las que le oí a don Celso que en gloria esté o donde se halle, que estará, si vive, pegándose la gran vida, era un vividor nato, ya sabe, como los de entonces, a lo gran señor, sombrero y chaqueta cruzada, grueso, siempre impecable de gris o azul marino, el pelo hacia atrás con fijador, a mí me imponía respeto, fue un personaje clave en Lizarraga hasta que desapareció sin dejar rastro, a tiempo, ya nadie se acuerda de él y si vienen mal dadas tampoco le pedirán cuentas, imposible localizarle, un tipo con vista, cuando se acabaron sus servicios especiales se esfumó, yo apenas le ayudaba en tener al día los pedidos, los papeles de archivo, sí señor, su ayudante remoto, como ahora del guaperas del señor Izquierdo, el del marketing, otro de los seguros de sí mismos y en la cresta de la ola, yo es que no he pertenecido a ninguna ola ni moda y a ésta del marketing menos, es el de la corbata chillona que parece un maniquí, un presentador de la tele, ya le conocerá, en realidad no tengo carácter para prosperar en una empresa tan grande como ésta, con tantas responsabilidades y zancadillas, pero es un empleo seguro y con los quinquenios no me quejo, vivo, tampoco hubiera prosperado en ninguna, lo mío es la filatelia, cuando me jubile los sellos serán mi salvación, me entretendré con ellos y en caso de apuro económico ya valen algo, sí señor, le cuento porque en los papeles estos no encontrará nada, aquí nunca se guardó nada importante, a lo mejor ni figura ya el nombre de mi tocayo, un fanfa, siempre andaba presumiendo de que si tal y que si cual y por las trazas parecía cierto, fue el primer marketiniano y con más salero que estas crías de pavo real, el que montó aquí lo comercial y sin tanta máquina electrónica, sólo con su pico de oro que convencía a cualquiera, capaz de venderle frigoríficos a los esquimales, aunque lo suyo no era el problema de ventas, que las cosas se vendían solas, sino el de las compras, en fin, de todo lo comercial porque el equipo primitivo con don José María, Olaso y demás, de tacto comercial cero, lo suyo era la fábrica y él tenía gancho, carisma, se supo ganar su confianza y eso que era de fuera, El Gallego le llamábamos porque era de Ponferrada, en León, pero él decía de El Bierzo, la quinta provincia gallega, ése era un rollo que le gustaba y los gallegos son una mafia, se ayudan como nadie, y como estaban en el machito tenía contactos, ése era su gran mérito, siempre tenía una tarjeta de visita a punto con la recomendación idónea, qué tío, valía para eso, yo no puedo, no tengo cara, no me gustan los líos, prefiero decir sí señor a todo el mundo y que me dejen en paz, ayer mismo me pararon los grises en un control y me puse tan nervioso al ver la metralleta que no sé, por poco declaro que yo rapté a don José María, si me dicen que me ponga un lazo rosa en el pito me lo pongo, también le llamábamos Pito de Oro, pico por lo que hablaba y pito porque siempre presumía de las chavalas que se beneficiaba en sus viajes y sería cierto, no me extrañaría nada con sus posibles y la necesidad que había, estaba metido en mil asuntos, en su tierra con el wolframio se forró, y con el carbón, el caso es que se ganó la confianza del señor Lizarraga, tanto que era él casi en exclusiva el que manejaba el Fiat de la casa, un seis cilindros negro, con asientos de cuero negros, un coche regio que andaba la mar de bien y aunque las carreteras estaban de pena, como apenas había tráfico, los viajes no eran incómodos y mira que desde que don Ignacio chocó con el tranvía de Tolosa no le dejaba conducir a nadie y todos nos pirrábamos de envidia, pues sí señor, tanta confianza que hasta en las gestiones de Madrid era él y no don Ignacio el que llevaba la voz cantante, la verdad es que don Ignacio nunca, bueno, el caso es que don Celso conocía a la persona adecuada en el despacho clave, así que en Eibain siempre entraba por el arco del triunfo con la licencia en el bolso y varios virgos más en el coleto, y todos encantados, tocayo, cuando vengas conmigo a los madriles te voy a presentar a una teutónica que te tengo reservada. Alguna vez le acompañé y sí que nos corrimos nuestra juerga por cuenta de la casa, siempre con teutónicas, le gustaban opulentas, tienes más delantera que el Athletic de Bilbao piropeaba, se las sabía todas y aquí todo el mundo encantado de viajar con él. Madrid estaba salido, revistas, boîtes, la intemerata, don Celso tenía el cuartel general repartido entre una marisquería, La Tropical, por el día, y una sala de fiestas, Cunigan, creo, por la noche y en cuanto aparecía la vocalista se acercaba a su mesa para cantarle lo de Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez, un fox lento para enderezar al más menopáusico, habían prohibido esa letra, por eso estaba tan de moda, pon en tus besos destellos de loca pasión, y salía a bailar al centro de la pista con un magreo que para qué, se bailaba aplastado, nada de pop, lo de la vaca lechera quedaba para gamberrear en la calle, el antro era un nido de estraperlistas de alto copete y allí se apalabraban los negocios serios, a lo grande, entre gánsteres anda el juego, y como solucionaba pegas increíbles se forró, una vez estuvo a punto de fallar, sí señor, es verdad, pero la versión no sé si es ortodoxa porque me la contó con eufemismos y yo apenas controlé la gestión, por otro lado apenas controlaba nada, la palabra y el sobre en mano era lo más frecuente, algo de una reductora, no sé, se conoce que no daba ni con la tarjeta ni con la persona y recurrió a la Marquesa de Patatín, de Patatín porque todavía está en activo, por eso le digo el pecado pero no el pecador, la Patatín estaba liada, o era parienta, o el contacto que fuera, con un militar de campanillas, tampoco le digo el pecador por lo mismo, y solía vender sus servicios de intermediaria aunque la mayor parte de las veces se quedaban en agua de borrajas, no hacía nada y se quedaba con la pasta, las víctimas por temor al Ejército y a la Fiscalía de Tasas no la denunciaban, pues eso le pasó al Gallego, que le estafó, menuda fiesta, pasaba el tiempo y la reductora sin aparecer, el señor Lizarraga tuvo unas palabras con el señor Trincado, el caso es que los dos juntos se fueron a ver a la Marquesa, jamás se había metido don José María personalmente en las gestiones personales del otro, el caso es que don José María agarró por el cuello a don Celso y don Celso agarró por el cuello a la Marquesa, aunque lo más probable es que don José María agarrase por el cuello a los dos y así unidos en amigable trinca se presentaron en la fiesta del militar. Sí señor, me hubiera gustado verlo. Daba una fiesta en una villa de cine, cuatro cuartos de baño, garaje, piscina y casa de guarda, en Miraflores de la Sierra, algo suntuoso y por todo lo alto, con orquestina y animadora, un lujo asiático en los años de la tisis y el piojo verde y de los árboles colgaban jamones para servirse uno mismo, y nada de cup, champán francés, no sé qué entrevista tuvieron pero el caso es que de allí salió para Eibain la reductora que estaba en un stand de la Feria de Muestras de Barcelona, salió más cara pero salió, sí señor, ése fue el único incidente, lo demás lo solucionaba como la seda y sin palabras extranjeras, ni estudios de mercado, ni el follón que necesitan ahora los imberbes bigotudos del departamento comercial que se creen el ombligo de Buda, yo no seré nada en la empresa, un subalterno a perpetuidad, pero no creo que ellos sean mucho más, en especial el señor Izquierdo que lo único que cumple de los requisitos que se anunciaron para el puesto es la buena presencia, y las chavalas de la oficina ya le miran, pero de ahí a las consumaciones del Pito de Oro hay un abismo, ni a eso le ganan, sí señor, yo también soy Celso, pero ni me nombre, digamos que soy la voz de mi tocayo desaparecido en el más confortable de los anonimatos, ahora bien, si quiere algo de filatelia la cosa cambia, sí señor, para eso sí estoy dispuesto, colecciono de España y animales.
ENEKO: En el fondo la situación del vasquismo siempre ha sido mala, hombre, tanto como en aquellos años no, imposible, aparte el hambre que pasábamos, sólo nos alimentábamos de féculas, meca con las famosas alubias, los tambores de Fumanchú, lo vasco estaba perseguidísimo y muchas familias separadas por la frontera, la nuestra, me acuerdo para ver a mi hermano y tener noticias de la etxekoandre y los hijos quedábamos citados entre los zarzales del río y alguna vez ya nos atrevimos a vadearlo para darnos un abrazo, era un riesgo tremendo, me tiraba manzanas y quesos y los cazaba al vuelo, si nos pillan los alemanes, kaput, los alemanes se paseaban de permiso por Donosti y la gente del pueblo llano, los obreros, los vencidos, les pegaban cada pita de muy señor mío, ¿sabe lo que se les envidiaba más?, los uniformes, menuda tela, y las botas, bueno, fue un proceso de desvasquización durísimo, mi pequeño me contaba que en la escuela, si durante el recreo hablaba en vasco, le daban una bola de acero, de rodamiento, y se la tenía que pasar al siguiente que oyera hablar en euskera, el que entraba con la bola en clase era castigado contra la pared, el más canijo era el que se quedaba siempre con ella, por supuesto, el caso es que cuando volví se había perdido el gusto por el idioma, daba vergüenza hablarlo, era un síntoma de paletez, de borono, sin embargo ahora parece que vuelve y con fuerza, es un problema de falta de comprensión, si hasta nuestro símbolo sagrado lo asocian a la cruz gamada y es justo lo contrario, la esvástica tiene las puntas en giro hacia la izquierda, signo de muerte, y el lauburu las cabezas hacia la derecha, signo de vida, en fin, qué se le va a hacer, aunque la cosa no tenga remedio seguiremos luchando.