Menos mal que estás aquí. Ivana se lava las manos una y otra vez en el fregadero que hay tras la barra del bar, frotándose con una pastilla de jabón. Ya se las ha lavado en casa del viejo antes de salir, las manos, los brazos, incluso se ha mojado las axilas y el cuello, pero es incapaz de desprenderse del olor ácido que se le ha quedado pegado a los dedos, lo siente profundamente agarrado en lo más alto de su nariz. Con las diarreas que tiene, no sé si será buena idea que pase la noche solo. Enrique sigue mirándola a través de sus pupilas un poco deshechas por el alcohol y repite: menos mal que estás aquí. Ivana hace un gesto de condescendencia con las cejas. ¿Has puesto los plásticos? Sí, debajo de las sábanas, no se los pongas nunca encima, le saldrán llagas. Estaba colaborador, ha bebido agua y ha cenado dos manzanas que espero que le corten el desborde intestinal. Siéntate aquí a mi lado, dice Enrique, toma tu vaso. Zhenia está afuera, en la calle, con su gato. Juega en el poyete bajo la bombilla encendida que hay colgada en la puerta, manosea al animal haciendo figuras con su sombra en la pared, parece de trapo. Cuando la bombilla se apaga coge al gato y se mete dentro, donde ya han encendido unas velas.

Ivana no se ha sentado junto a Enrique, le molesta cuando él intenta tratarla como si fuera su pareja. Se lo dice y él afirma que los amigos se sientan unos junto a otros para darse calor. Hace demasiado bochorno como para alimentarlo. Además, se siente sucia. Creo que quiero irme a casa a darme un baño, no consigo quitarme esto pegajoso con un poco de agua de fregadero. Ivana tiene los ojos verdes insensibles esta noche, todo lo contrario que Enrique. Zhenia se ha sentado en un taburete junto al hombre, en el lugar que este había reservado para la mujer. Tiene el gato apretado contra el pecho y de pronto lo tira al suelo como si le quemara. Seguramente le quema. Hace demasiado bochorno. Pero no te vayas sin cenar nada, hoy has tenido mucho trabajo con Damián. Come algo aquí, como hemos hecho nosotros dos, y luego nos vamos. Zhenia mira a Enrique con aprobación, a veces le gusta que los hombres vayan a la casa, que se queden hablando con Ivana mucho rato en el patio de delante o en el dormitorio, el murmullo la hace sentirse segura y puede dormir mejor. Ivana saca unas latas de debajo del mostrador y las abre, come directamente de ellas. Luego mastica un par de zanahorias crudas tras haberles raspado la piel y bebe un vaso de vino. Mientras, Enrique y Zhenia hablan sobre el artefacto de Nadia, que a la luz de las velas adquiere formas diferentes. Ahora está feo, ahora me da miedo, ahora es un espejo, va diciendo ella.

Enrique se ha acostumbrado a la presencia de la niña como si fuera una especie de sombra. Especialmente hoy debe estar en paz con todo, debe hacer las cosas bien, pues necesita el tiempo de Ivana para aliviarse de sus escozores, e Ivana en cualquier momento puede alejarse, irse a dormir, no dejarlo entrar en su casa. Si Ivana no lo recoge hoy, se beberá todo lo que le queda y mañana no llegará al primer turno con Damián, que es el que le toca. Pero todo está saliendo bien, después de cenar, los ojos de la mujer son menos vidrio y más del color de la zanahoria que se ha comido, entra en el terreno de la calidez.

Caminan los tres hasta casa de Ivana, Zhenia con el gato en brazos, amilanándole los instintos de caza, en la oscuridad se nota el movimiento de los roedores. La luz ha vuelto y la niña está contenta porque no le gusta leer junto a un cirio quemado; ellos le dicen que no se acostumbre y Zhenia se va a la cama sin despedirse. Pero al cabo de un rato sale del cuarto y se dirige hacia el porche delantero, donde la mujer y el hombre están sentados frente a la mesa con aspecto relajado. ¿Y qué haremos cuando se acaben las velas? No espera a que le contesten y vuelve corriendo, de un salto sube a su diván, agarra de nuevo el libro. Tarda muchos minutos en terminar una página, pero el esfuerzo de concentración la hace entrar en el sopor, olvidarse. Zhenia desaparece bajo el libro que apenas entiende, bajo la piel de gato, bajo el pequeño sudor de su cuerpo.