Maruja, no tengo miedo. No hagas caso de lo que te dije la otra tarde, no estoy a punto de reunirme contigo. Nada más faltaría que tú te preocuparas ahora por mí, con lo a gusto que tienes que estar ahí abajo, porque ahí tienes que estar a tus anchas lejos de las avispas y de todo lo demás, descansadita. Solo hay que ver cómo está de hermosa la lavanda que te crece encima. Y no son avispas, son abejas redonditas y buenas las que vienen a buscar el polen. Por mí no te preocupes. Fue un momento de debilidad. No quiero que sufras, tú ya estás en el reino de los que no sufren. Fue un achaque malo el que me dio, pero cada vez me siento más fuerte. Me preocupan otras cosas, Maruja. Vine a verte la otra tarde muy precipitadamente porque te había visto en un sueño, eras un flamenco que volaba encima de nuestra casa. Tenías cuerpo de flamenco pero con tu propia cabeza. Busqué el significado de ese sueño y acabé pensando que era una señal que me enviabas. Pero cada vez estoy más convencido de que el significado de eso no era mi propia muerte sino lo otro. Tú desde ahí dentro lo verás mejor que yo, tienes el don de las raíces y de los gusanos, sabrás lo que está pasando. Si vieras cómo está el campo te echarías las manos a la cabeza. Muchos árboles están dando frutos, los de siempre. Pero hay cosas raras: uno, no te voy a decir cuál, ha muerto, está seco, es una zarpa plateada. Otros están soltando fruta fuera de estación, y los más débiles, los que ya tendrían que estar despuntando, lo intentan pero no son capaces. Me ocupo de regarlos, no puedo esperar al cielo, pero no arrancan. Por lo demás, todo sigue igual, más o menos.
Ha llegado la morena, ¿te acuerdas de ella? Otra vez está con nosotros, y trae a una niña. A veces no puedo evitar tener un poco de esperanza: hay una niña en el pueblo y hay dos jóvenes que podrían tener niños. ¿Entiendes lo que quiero decir? Suponiendo que resistan. Pero de todos modos no quiero engañarme. Yo lo veo negro. Me llevaré un ramillete de esta lavanda que te crece encima. Lo pondré en un jarrón sobre la mesa. Esto no te lo esperabas, ¿eh? Flores en casa. El invierno no puede durar para siempre, y en cuanto se detenga volveré a la carga, las montañas me están esperando. He sacado de los altillos las cartas de navegación. Ya lo tengo todo planeado. El invierno no puede durar para siempre, ¿verdad que no, Maruja?