El campo empieza a estar frondoso, sigue su ritual cada año, como si nada pudiera pararlo. Sé que hay pequeñas diferencias y tantas ha habido desde que puedo recordar. La muchacha es bonita. Tampoco muy bonita, no demasiado, lo justo porque todavía parece una muchacha. Bonitas eran otras. Y mi bonita era la más bonita de todas. El viento sopló anoche, venía del otro lado, y esta mañana los plásticos que coloqué sobre el huerto se habían desprendido; tengo que reforzarlos antes de que se vaya la luz. Siempre nos demoramos por la amenaza del frío que lo destruirá todo y sembramos tarde. No me gusta depender de la comida de otros. De pronto el hielo, aunque ya no hiela aquí como antes, desaparece y cuando nuestros árboles atolondrados empiezan a dar sus primeros brotes por el cambio de temperatura, nos volvemos locos sembrando, arrepentidos por no haberlo hecho antes. Enrique dice que somos relojes perfectos, que siempre nos quejamos de lo mismo y que siempre será así, por siempre jamás, aunque plantásemos un mes antes nos quejaríamos lo mismo, pero no sabe. Antes esto era una tierra próspera y no había uno solo que no se pusiera gordo con su propia cosecha. Los niños resplandecían por la calle. No, no tiene ni idea. Él dice que nunca hemos vivido de otra forma que con este silencio. Pero no sabe. Estamos perdiendo algo, la pasta de la que estábamos hechos o estuvieron hechos nuestros padres.

Dice que se llama Nadia y no parece muy satisfecha con su vida. Es otra más. Ninguno de aquí parece muy satisfecho con su vida. Elena lleva amargura en sus ojos, igual que yo en los míos, que se empañan con el aire. Hemos estado hablando un buen rato, me ha desatado la lengua la muchacha. La encontré allí tirada en mi camino de vuelta, boca arriba en el suelo, a punto estuve de moverla con el pie por si acaso, así con la punta como cuando me encuentro los cadáveres de las cabras y los jabalíes. Sé dónde van a morir y siempre he sabido buscarlos. Ahora se mueren en cualquier parte, en mi camino muchas veces los encuentro, ya no luchan, simplemente se desploman. Cuando el calor empiece a apretar no podré aprovechar su carne. El perfil de esas montañas ha cambiado con los años, quizá nadie se da cuenta porque no lo mira como hay que mirarlo. El mar lo mueve todo. Pero ellos no saben dónde está el mar.

La muchacha me ha recordado a alguien que estuvo aquí hace mucho tiempo. Que nació aquí y luego se fue. Tiene sus mismos rasgos violentos. Los huesos de la cara pueden decirle a uno cómo será su vejez, si la tuviera. Y luego está ese cuerpo que no se sabe de qué es. Lo mismo daría que fuera un hombre. Tenía sed, la chica, y en su manera de hablarme la he notado desesperada, aunque sé que estaba midiendo cada cosa que me decía. Ha seguido a mi lado en el camino porque yo no le he preguntado nada; ellos piensan que nos interesa su vida anterior. Y sí, puede ser interesante, como pasar las páginas de un periódico y leer los titulares para olvidarlos al momento. Tengo que afianzar los plásticos, así que no iré a lo de Enrique. Estoy cansado, la noche ha sido dura. No nos quejamos por quejarnos, no. Yo me quejo porque ya no tengo más remedio, porque esto empieza a ser insoportable. Y con lo que hemos soportado ya, dice Enrique, cómo podemos quejarnos ahora. Pero es justo ahora cuando no quedan fuerzas. Algunas tengo todavía. Y que no me falten, que sin ellas no podré continuar con mi puesto de vigilancia. Pero eso a quién le importa, a nadie, solo a mí. Es por lo único por lo que me levanto cada mañana. La semana que viene tendré que llevar más madera, también me falta alambre. Sé que ellos han llegado en coche y supongo que les quedará gasolina, a lo mejor fueron codiciosos y trajeron bidones. Pero utilizaré el carro mientras mis piernas me lo permitan, porque no necesito ayuda de nadie. Cómo está el membrillo. Juraría que cuando me fui tenía unos pequeños brotes y ahora ya están las hojas tiernas, solo he estado fuera un día. ¿O ha sido más de un día? ¿O no lo observé lo suficiente antes de irme? Esta rapidez me sigue desconcertando, aunque he vivido en ella toda la vida. La naturaleza no es lenta, es una vorágine. Un vendaval. Como el que llegará. Ya sé a quién se parece la chica. Me ha dado un vuelco el corazón al recordarlo. Es cruel la anatomía.