Ese mismo día, a última hora de la tarde.
Julian camina nervioso de un extremo otro del estudio. El sol a punto de ocultarse, proyecta una luz dorada sobre el jardín. Julian contempla varias veces su reloj.
Mientras espera, ve el periódico. Lee en voz alta:
Julian:
«Prominente residente local. Asesinado por un agresor misterioso». (Sigue leyendo con nerviosismo. Pasado un rato, se incorpora y va hacia los ventanales y observa. Oye un ruido a su espalda y se vuelve nervioso). Laura, lo siento, yo…
Angell:
Señor, la Señora Warwick me ha pedido que le comunique que bajará enseguida. Pero, yo me preguntaba si era posible hablar con usted un momento.
Julian:
Claro. ¿De qué se trata? (Angell se dirige hacia la puerta del estudio y observa preocupado de que alguien pueda escucharlo). ¿Y bien?
Angell:
Señor, siento cierta preocupación sobre mi situación en esta casa y quería consultarlo con usted.
Julian:
Y bien, ¿cuál es el problema?
Angell:
(Reflexiona un momento). Con la muerte del señor Warwick, pierdo mi puesto de trabajo.
Julian:
Sí, supongo que sí. Pero, no creo que tenga dificultad en encontrar otro, ¿verdad?
Angell:
Espero que no, Señor.
Julian:
Usted es un hombre calificado, ¿no es cierto?
Angell:
Oh, sí. Además, siempre tengo la posibilidad de trabajar en un hospital o en un centro privado, ya lo sé.
Julian:
Entonces, ¿qué le preocupa?
Angell:
Pues bien, señor, las circunstancias en que este trabajo ha llegado a su término, han sido muy desagradables para mí.
Julian:
Hablando en cristiano, no le gusta la idea de verse involucrado en un asesinato, ¿no es eso?
Angell:
Podríamos decirlo así, señor.
Julian:
Pues bien, me temo que nada puede hacerse al respecto. De todos modos, supongo que la señora Warwick le dará buenas referencias. (Saca sus cigarrillos).
Angell:
No creo que haya ningún problema al respecto, señor. La señora Warwick, es una persona muy agradable, encantadora, si se me permite decirlo.
Julian:
(Sospechando de las intenciones del mayordomo). ¿Qué quiere decir?
Angell:
(Con voz melosa). No quisiera causarle ninguna molestia a la señora Warwick.
Julian:
¿Quiere decir que está alargando su estadía por deferencia a ella?
Angell:
Es cierto, señor, que la ayudo en los asuntos de la casa, pero no es eso lo que quería decir exactamente. (Hace silencio un instante). De hecho, es una cuestión de conciencia, señor.
Julian:
(Irritado). ¿Qué puñetas quiere decir?
Angell:
(Parece incómodo, pero con voz segura). Creo que no se da cuenta de la dificultad de mi situación, señor, al tener que declarar ante la policía, quiero decir. Es mi deber como ciudadano ayudar a la policía en todo lo que me sea posible pero, al mismo tiempo, quisiera permanecer fiel a mis patrones.
Julian:
(Encendiendo su cigarrillo). Habla usted como si hubiera alguna clase de conflicto.
Angell:
Si lo piensa bien, señor, se dará cuenta de que es inevitable. Podríamos decir, que se da un conflicto de lealtades.
Julian:
¿Adónde quiere llegar, Angell?
Angell:
La policía, señor, no puede evaluar la situación. Quizá y sólo quizá, esta situación pudiera resultar muy importante en un caso como éste. Sabe usted, hace bastante tiempo que sufro de insomnio.
Julian:
¿Es necesario que hablemos de sus dolencias?
Angell:
Me temo que sí, señor, pues aunque ayer me retiré temprano, fui incapaz de conciliar el sueño.
Julian:
(Con acritud). Cuánto lo siento. Pero, realmente…
Angell:
Verá, señor, dada la ubicación de mi dormitorio en esta casa, he llegado a tener conocimiento de ciertos asuntos que quizás la policía, no sea plenamente consciente.
Julian:
¿Qué intenta usted decir?
Julian:
El difunto señor Warwick era un hombre enfermo e inválido. En estas tristes circunstancias, era de esperar que una mujer atractiva como la señora Warwick buscara, ¿cómo diría yo?, otro vínculo en otra parte.
Julian:
¿Así que se trata de eso? Creo que no me agrada su tono, Angell.
Angell:
No, señor. No se precipite en su juicio. Si lo piensa bien, quizá comprenda lo difícil que es mi situación, pues poseo una información que, de momento, no he compartido con la policía, pero que quizá sería mi responsabilidad hacerlo.
Julian:
(Mirándolo con frialdad). Creo que lo de ir a la policía, es una fanfarronada, un farol; lo que usted quiere decir es que podría remover este asunto, a no ser que… (se detiene). ¿A no ser qué?
Angell:
(Encogiéndose de hombros). Como usted bien dice, soy enfermero matriculado. Pero, a veces, Mayor Farrar, pienso que me gustaría establecer mi propio negocio, un pequeño centro, no una clínica, sino un lugar en el que pudiera cuidar a cinco o seis pacientes. Con la ayuda de un asistente, claro. Seguramente, los pacientes, serían hombres difíciles de cuidar en casa por sus problemas con el alcohol, ya sabe. Por desgracia, aunque he conseguido ahorrar una suma considerable, no es suficiente, y por ello me preguntaba, si…
Julian:
(Completando la frase por él). Usted se preguntaba si yo, o si yo y la señora Warwick, podríamos ayudarle con su proyecto.
Angell:
Sólo me lo preguntaba, señor. Sería muy bondadoso de su parte.
Julian:
(Sarcástico). Sí que lo sería, ¿verdad?
Angell:
Usted ha sugerido, con cierta precipitación, que amenazaba con remover el asunto, supongo que está pensando en el escándalo. Pero, no es esa mi intención, señor. Jamás soñaría con hacer algo así.
Julian:
¿Adónde quiere llegar, Angell? Porque es obvio que pretende llegar a alguna parte.
Angell:
(Sonriendo con modestia, pero con seguridad). Como le decía, señor, anoche no podía dormir; así que estaba tumbado en la cama escuchando la sirena de niebla, cuando de pronto, creí oír una persiana chocando contra una ventana, un ruido muy molesto cuando se intenta dormir. Me levanté, miré por la ventana y me pareció que se trataba de una ventana de la despensa, situada casi debajo de la mía.
Julian:
¿Y bien?
Angell:
Decidí bajar a cerrar la persiana. Y cuando lo hacía, oí un disparo. En ese momento, no le di mayor importancia, pues pensé: «Ya está otra vez el señor Warwick haciendo de las suyas, aunque es imposible que vea nada con esta neblina». Después me dirigí a la despensa y cerré la ventana. No sé por qué, pero mientras estaba allí, me invadió cierta inquietud. Además, al otro lado de la ventana, oí unos pasos en dirección a la casa.
Julian:
Se refiere al camino que lleva a…
Angell:
Sí, señor. El camino que va desde la terraza, rodea la casa y pasa por delante de las dependencias de servicio. Nadie utiliza ese camino, señor, excepto usted cuando lo toma como atajo para ir a su casa. (Clava su mirada en Julian).
Julian:
Prosiga.
Angell:
Como le decía, me sentía un poco inquieto, pensaba que había algún extraño por la casa. Así que no puede imaginarse el alivio que sentí, al verle pasar por delante de la ventana de la despensa. Caminaba deprisa, en dirección a su casa.
Julian:
(Guarda silencio y después dice). Realmente, no entiendo cuál es el sentido de lo que me explica.
Angell:
(Con un carraspeo de disculpa). Sólo me preguntaba, señor, si usted había mencionado a la policía que ayer estuvo aquí visitando al señor Warwick. Si no es así, y suponiendo que me interrogaran de nuevo sobre los acontecimientos de anoche…
Julian:
Supongo que es consciente de que la pena por chantaje es muy dura, ¿no?
Angell:
(Con aire sorprendido). ¿Chantaje, señor? No sé qué quiere decir, tan sólo se trata de mi deber para con la policía…
Julian:
La policía ya está satisfecha con la identidad de la persona que asesinó al señor Warwick, de hecho, a ese tipo sólo le faltó firmar con su nombre, por lo que no es muy probable que vayan a hacerle más preguntas.
Angell:
(Con tono alarmado). Le aseguro, señor, que sólo quería…
Julian:
Sé muy bien que es imposible que reconociera a nadie en la niebla tan espesa de anoche, sólo se ha inventado esta historia para… (se detiene bruscamente al ver entrar a Laura al estudio).
Laura:
(Parece sorprendida al ver a Julian y a Angell, conversando). Siento haberte hecho esperar, Julian.
Angell:
Señor, quizás pueda hablar con usted más tarde sobre este pequeño asunto. (Hace una pequeña reverencia a Laura y sale).
Laura:
(Con apremio). Julian, tengo que…
Julian:
(Interrumpiendo, enojado). ¿Por qué me has mandado llamar, Laura?
Laura:
(Sorprendida). Te he estado esperando todo el día.
Julian:
He estado muy ocupado toda la mañana, y esta tarde he tenido varias reuniones; no puedo dejar esas cosas cuando están tan cerca las elecciones. De todos modos, ¿no crees que sería mejor dejar de vernos por una temporada?
Laura:
Pero, necesitamos hablar de varias cosas.
Julian:
¿Sabes que Angell ha intentado chantajearme?
Laura:
(Incrédula). ¿Angell?
Julian:
Sí. Está claro que sabe lo nuestro y también sabe, o al menos dice saber, que estuve aquí anoche.
Laura:
(Ahoga un grito). ¿Quieres decir que te vio?
Julian:
Dice que me vio.
Laura:
Pero es imposible que te viera con esa niebla.
Julian:
Me ha contado una historia sobre que bajó a la despensa para cerrar una persiana y que me vio pasar cuando regresaba a casa. También dice que oyó un disparo poco antes, pero que no le dio importancia.
Laura:
¡¡Dios mío!! ¡¡Qué horror!! ¿Qué vamos a hacer?
Julian:
(Va a abrazarla, pero se contiene mirando hacia el interior de la casa). Todavía no sé qué vamos a hacer, tendremos que pensar en algo.
Laura:
No le vas a pagar, ¿verdad?
Julian:
No. Si empiezas, es el principio del fin. Pero, por otro lado, ¿qué puede hacerse? Pensé que nadie sabía que estuve aquí anoche, estoy convencido de que mi ama de llaves lo ignora. Pero la cuestión es: ¿es cierto que me vio Angell, o sólo finge haberme visto?
Laura:
(Con voz temblorosa). ¿Qué sucederá si acude a la policía?
Julian:
No sé. Tenemos que pensar, pensar con cuidado. (Camina de un lado a otro). Podríamos ignorarlo, aduciendo que es una fanfarronada y que está mintiendo, que yo jamás salí de casa anoche.
Laura:
Pero están las huellas dactilares.
Julian:
¿Qué huellas?
Laura:
Te has olvidado de las huellas de la mesa. La policía cree que son de MacGregor, pero si Angell les cuenta esta historia, querrán tomar tus huellas y entonces…
Julian:
Ya. Bien, pues entonces tendré que reconocer que estuve aquí e inventarme alguna historia, que vine para ver a Richard y que conversamos…
Laura:
Podrías decir que se encontraba en perfecto estado cuando te marchaste.
Julian:
(Sin afecto alguno). ¡¡Qué fácil haces que parezco todo!! (Sarcástico). ¿De verdad puedo decir eso?
Laura:
(A la defensiva). ¡¡Algo tendrás que decir!!
Julian:
Sí, que apoyé la mano sobre la mesa cuando me incliné a ver…
Laura:
Siempre y cuando piensen que las huellas son de MacGregor
Julian:
(Furioso). ¡¡MacGregor!!, ¡¡MacGregor!!, ¿qué demonios te hizo sacar ese mensaje del periódico y ponerlo sobre el cuerpo de Richard? ¿No estabas corriendo un gran riesgo?
Laura:
(Chilla confundida). Sí… No… ¡¡No lo sé!! (Julian la contempla con desprecio). Teníamos que pensar en algo. Yo… yo no podía pensar. Fue idea de Michael.
Julian:
¿Michael?
Laura:
Michael Starkwedder.
Julian:
(Incrédulo). ¿Quieres decirme que él te ayudó?
Laura:
¡¡Sí, lo hizo!! Por eso quería verte, para explicarte…
Julian:
(Acercándose a Laura). ¿Qué tiene que ver ese Michael, ese Michael Starkwedder en todo esto?
Laura:
Entró y me encontró allí, con la pistola en la mano y…
Julian:
(Apartándose de ella). ¡¡Dios Santo!! Y de alguna manera le convenciste de que…
Laura:
Creo que él me convenció a mí. (Con tristeza, da un paso hacia Julian). ¡¡Oh, Julian!!
Julian:
(Apartando los brazos de Laura que intentan rodearle el cuello). Ya te lo he dicho, haré todo lo que pueda. No creas que no, pero…
Laura:
Has cambiado.
Julian:
Lo siento, pero es que no puedo sentir lo mismo. (Desesperado). Después de lo sucedido, no puedo sentir lo mismo.
Laura:
Yo sí. Al menos, eso creo. No importa lo que hayas hecho Julian, siempre sentiré lo mismo.
Julian:
Nuestros sentimientos no importan ahora. Tenemos que ajustarnos a los hechos.
Laura:
Lo sé. Dije a Starkwedder que yo… bueno, ya sabes, que fui yo.
Julian:
(Incrédulo). ¿Le dijiste eso a Starkwedder?
Laura:
Sí.
Julian:
¿Y estuvo de acuerdo en ayudarte? ¿Un extraño? ¡¡Ese hombre debe estar loco!!
Laura:
Sí, quizá esté un poco loco, pero fue reconfortante tenerle allí.
Julian:
¡¡Así que no hay hombre que se te resista!! ¿Se trata de eso? De todos modos, un asesinato…
Laura:
(En tono casi suplicante). Intentaré no pensar en ello. No fue premeditado Julian, fue un impulso.
Julian:
No es necesario que hablemos más de ello. Ahora, tenemos que pensar en lo que vamos a hacer.
Laura:
Ya lo sé, están tus huellas y el encendedor.
Julian:
Sí. Debió caerse cuando me incliné sobre el cuerpo.
Laura:
Starkwedder sabe que el encendedor es tuyo.
Julian:
(Con tono heroico). Llegado el caso, yo asumiré la culpa.
Laura:
(Tomándolo del brazo). ¡¡No quiero que hagas eso!! (Suelta su brazo mientras mira hacia la casa). ¡¡No quiero que lo hagas!!
Julian:
No creas que no entiendo cómo sucedió. Tomaste la pistola y le disparaste sin saber lo que hacías, y…
Laura:
(Ahoga un grito). ¿Qué?… ¿Acaso pretendes que les diga que lo maté yo?
Julian:
(Avergonzado). En absoluto. Ya te he dicho que estoy dispuesto a asumir la culpa si fuera necesario.
Laura:
(Sacude la cabeza perpleja). Pero si decías que sabías cómo había ocurrido…
Julian:
(La mira). Escucha, no creo que fuera un acto deliberado ni premeditado. Sé que no lo fue, sé que le disparaste porque…
Laura:
(Interrumpiéndolo). ¿Qué yo le disparé? ¿Realmente crees que yo le disparé?
Julian:
(Dándose vuelta). ¡¡Dios Mío!! Va a ser imposible, ni siquiera somos capaces de ser honestos con nosotros mismos.
Laura:
(Parece desesperada, intenta calmarse). ¡¡Yo no le disparé y tú lo sabes!!
Julian:
(Se hace un silencio, se vuelve lentamente hacia ella). Entonces, ¿quién lo hizo? (De pronto, comprendiendo todo). ¡¡Laura!! No estarás diciendo que yo lo maté.
Laura:
(Están frente, luego de una pausa). Oí el disparo, Julian. Oí el disparo y tus pasos mientras te alejabas por el camino. Bajé, y allí estaba Richard, muerto.
Julian:
(Pasado un instante, con suavidad). Laura, yo no lo maté. Vine para hablar con Richard, para decirle que después de las elecciones tendríamos que llegar a algún acuerdo sobre el divorcio. Oí un disparo poco antes de llegar, pensé que se trataba de unos de los juegos de Richard, como siempre. Entré, y allí estaba, muerto. El cuerpo todavía estaba caliente.
Laura:
(Perpleja). ¿Caliente?
Julian:
No llevaba más de uno o dos minutos muerto. Como es natural, pensé que lo habías matado tú. ¿Quién más podría haber sido?
Laura:
(Murmura). No lo comprendo.
Julian:
Supongo… supongo que pudo haber sido un suicidio.
Laura:
No, no pudo ser porque… (Se interrumpe al escuchar los gritos de Jan dentro de la casa, Laura y Julian se acercan a la puerta).
Jan:
(Entrando a la carrera). ¡Laura! Laura, ahora que Richard está muerto, todas sus pistolas, rifles y cosas así me pertenecen, ¿verdad? Quiero decir, soy su hermano, soy el hombre de la familia.
Laura:
(Intenta tranquilizar a Jan, mientras Julian se sienta en el borde del sofá). Tranquilo, tranquilo.
Jan:
Benny no me deja agarrar las armas, las ha guardado con llave en el armario de allá arriba. Pero son mías, estoy en mi derecho. Dile que me dé la llave.
Laura:
Escucha, Jan, cariño…
Jan:
(Se levanta bruscamente, va hacia la puerta, se vuelve). Me trata como a un niño, pero soy un hombre. Tengo diecinueve años, soy casi mayor de edad. (Abre los brazos). Todas las cosas de Richard me pertenecen. Haré lo mismo que él, dispararé contra las ardillas, los pájaros y los gatos. (Ríe histéricamente). Quizá dispare también contra las personas que no me gustan.
Laura:
No debes excitarte, Jan.
Jan:
No estoy excitado. Pero no voy a dejar que… que me victimicen. Ahora, soy el señor de la casa y todos harán lo que yo diga. (A Julian). Yo también podría ser Juez de Paz si quisiera, ¿verdad Julian?
Julian:
Todavía eres demasiado joven para eso.
Jan:
(Encogiéndose de hombros, se vuelve hacia Laura). Todos me tratan como a un niño. Pero ahora que Richard ha muerto, no pueden. (Va hasta el sofá, se sienta cruzando las piernas). Además, ahora supongo que soy rico, ¿verdad? Esta casa me pertenece, nadie puede mandarme, ahora mandaré yo. No dejaré que la tonta de Benny me diga lo que tengo que hacer, si Benny intenta órdenes, yo… ¡¡yo ya sé lo que haré!!
Laura:
(Acercándose a él, con dulzura). Jan, cariño, éste es un momento muy difícil para todos, y las cosas de Richard no pertenecerán a nadie hasta que vengan los abogados, lean el testamento y lo autentifiquen, ¿lo comprendes?
Jan:
(Súbitamente calmado, rodeo con los brazos la cintura de Laura y le apoya la cabeza en el regazo). Comprendo lo que dices, Laura. Te quiero mucho.
Laura:
Sí, cariño. Yo también te quiero.
Jan:
Estás contenta de que Richard haya muerto, ¿verdad?
Laura:
(Sorprendida) No. Claro que no.
Jan:
(Astuto). Sí que lo estás. Ahora, podrás casarte con Julian. (Laura mira rápidamente a Julian). Sé que hace mucho tiempo que quieres casarte con Julian. Todos piensan que no me doy cuenta de las cosas, o que no sé nada, pero no es así. Ahora, están bien, la situación se ha arreglado y están contentos. Están contentos porque… (Se interrumpe porque oye la voz de la Señorita Bennet llamándolo, da saltos en el sofá gritando). ¡¡Benny tonta!!
Laura:
(Lo reprende mientras lo ayuda a ponerse de pie). Pórtate bien con Benny. Estoy muy preocupado por todo esto. (Lo acompaña a la puerta). Tienes que ayudar a Benny, Jan, porque ahora eres el hombre de la familia.
Jan:
(Mirando a ambos). De acuerdo, de acuerdo. Lo haré. (Sale gritando). ¡¡Benny!!
Laura:
(Se da vuelta mirando a Julian, que se acerca a ella). No tenía ni idea de que supiera lo nuestro.
Julian:
Ése es el problema con las personas como Jan. Nunca sabes cuánto saben. Es muy… quiero decir… se altera muy rápido, ¿verdad?
Laura:
Sí se pone muy nervioso muy rápido. Pero ahora que no está Richard para burlarse de él, se tranquilizará, será mucho más normal, estoy segura.
Julian:
No lo sé. (Se interrumpe al ver entrar a Michael por la puerta-ventana).
Michael:
(En tono alegre). Hola
Julian:
(Titubeando). Hola
Michael:
(Mirando a ambos). ¿Cómo va todo?, ¿felices como perdices? Ya veo: dos son compañía y tres son multitud. No debería haber entrado por la puerta ventana así, un caballero se hubiera dirigido a la puerta principal y hubiera tocado timbre, ¿no es verdad? Pero, saben, yo no soy ningún caballero.
Laura:
Por favor…
Michael:
(Interrumpiendo). De hecho, he venido por dos razones. En primer lugar, para despedirme, ya han verificado mis antecedentes y las altas esferas de Abadán han confirmado que soy un hombre bueno y honesto. Así que, soy libre de marcharme.
Laura:
Siento que se vaya tan pronto.
Michael:
(Con cierta acritud). Muy amable de su parte, sobre todo si se tiene en cuenta la manera en que me he entrometido en este asesinato familiar. (Mirando a Laura). Pero he entrado por la puerta-ventana, por otra razón. La policía me ha acompañado en su coche y, aunque no se han mostrado muy comunicativos, creo que se traen algo entre manos.
Laura:
(Ahogando un grito). ¿La policía ha vuelto?
Michael:
Sí.
Laura:
Pero, pensé que habían terminado esta mañana.
Michael:
(Astuto). ¡¡Por eso digo que se traen algo entre manos!!
(Se oyen voces en el pasillo, Julian y Laura se aproximan a la puerta, por donde entra la Señora Warwick).
Sra. Warwick:
¡¡Benny!!… Ah, estás aquí Laura, te estábamos buscando. (Julian se acerca y la ayuda a sentarse en el sofá). Qué amable de tu parte volver a pasar por aquí, Julian, con lo ocupado que estás.
Julian:
Hubiera venido antes, Señora Warwick, pero hoy ha sido un día especialmente ajetreado. Si puedo hacer para ayudar… (Calla al ver entrar a la Señorita Bennet y al inspector al estudio. Trae un maletín y se dirige al centro del estudio. Starkwedder se sienta en la silla del escritorio y enciende un cigarrillo mientras el Sargento Cadwallader entra junto a Angell).
Sgto. Cadwallader:
No encuentro al joven Warwick, señor. (Se acerca a los ventanales).
Srta. Bennet:
Está fuera en algún lugar, ha salido a dar un paseo.
Insp. Thomas:
(Observa a todos los presentes y su actitud es de severidad). No importa.
Sra. Warwick:
(Después de esperar unos instantes, con frialdad). ¿Debo suponer que tiene más preguntas para hacer, inspector?
Insp. Thomas:
Me temo que sí, Señora Warwick.
Sra. Warwick:
(Con voz cansada). ¿Todavía no tiene noticias de ese MacGregor?
Insp. Thomas:
Al contrario.
Sra. Warwick:
(Ansiosa). ¿Lo han encontrado?
Insp. Thomas:
Sí. (Todos reaccionan. Laura y Julian, incrédulos, Michael, se vuelve hacia el inspector).
Srta. Bennet:
(Con voz severa). Entonces, ¿le han arrestado?
Insp. Thomas:
(La mira antes de responder). Creo que eso es imposible, Señorita Bennet
Srta. Bennet:
¿Imposible?… ¿Por qué?
Insp. Thomas:
(Con voz seca). Porque está muerto. (Se produce un silencio atónito).
Laura:
(Con voz temerosa y titubeante). ¿Qué ha dicho?
Insp. Thomas:
He dicho que MacGregor ha muerto… John MacGregor murió en Alaska hace más de dos años, poco después de regresar de Inglaterra a Canadá.
Laura:
(Incrédula). ¡¡Muerto!!
Insp. Thomas:
(Se ve en el ventanal cruzar a Jan). Esto lo cambia todo, ¿no es cierto? No fue John MacGregor quien colocó esa nota de venganza sobre el cadáver del Señor Warwick. Pero es obvio que la dejó alguien que conocía la historia de MacGregor y del accidente de Norfolk, ¿no creen? (Se acerca al escabel y apoya su maletín). Lo cual nos limita, en forma definitiva, a alguna persona de esta casa.
Srta. Bennet:
(Protesta). No. ¿No pudo haber sido…?
Insp. Thomas:
¿Sí, Señorita Bennet? (Incapaz de decir algo y desesperada, va hacia los ventanales. El inspector se dirige hacia la Señora Warwick, en tono compasivo). Como usted comprenderá, esto cambia totalmente las cosas.
Sra. Warwick:
(Poniéndose de pie) Sí. Por supuesto. ¿Me necesita para algo más, inspector?
Insp. Thomas:
De momento no, Señora Warwick.
Sra. Warwick:
Gracias. (Sale, la acompaña Angell).
Insp. Thomas:
(Abre el maletín y extrae una pistola). ¡¡Angell!!
Angell:
(Sobresaltado, regresa al estudio). ¿Sí, señor?
Insp. Thomas:
(Acercándose con un arma en la mano). Es acerca de esta pistola; esta mañana no estaba seguro, pero ¿puede o no puede decir con certeza si pertenecía al Señor Warwick?
Angell:
No quisiera equivocarme, inspector. Tenía muchas pistolas.
Insp. Thomas:
Se trata de una pistola europea, supongo que es el recuerdo de alguna parte. (Jan vuelve a cruzar la terraza con una pistola en la mano).
Angell:
(Mirando el arma que el inspector tiene en la mano). El señor Warwick poseía algunas pistolas extranjeras, señor. Pero, él mismo se ocupaba de sus armas y no dejaba que yo las tocara.
Insp. Thomas:
(A Julian). Mayor, seguramente usted tiene recuerdos de la guerra. ¿Le dice algo esta arma?
Julian:
Me temo que no.
Insp. Thomas:
(Guardando el arma en el maletín). El Sargento Cadwallader y yo, queremos examinar la colección de armas del Señor Warwick. Creo entender, que tenía licencia para la mayoría.
Angell:
¡¡Oh, sí!! Las licencias se encuentran en uno de los cajones de su dormitorio, y todas las pistolas y el resto de las armas, están en el armario de las armas.
Srta. Bennet:
(Impidiendo que el sargento abandone la habitación). Un momento. Querrá usted la llave del armario. (La saca del bolsillo).
Insp. Thomas:
¿Lo ha cerrado con llave? ¿Por qué?
Srta. Bennet:
(Lacónica). Creo que esa pregunta es innecesaria. Tantas armas, y la munición… es muy peligroso. Todo el mundo lo sabe. (El sargento disimula una sonrisa y la Señorita Benny le entrega la llave).
Insp. Thomas:
(Disgustado por el comentario de la Señorita Bennet). Necesito hablar de nuevo con usted, Angell. (Toma el maletín y sale acompañado por el sargento).
Angell:
(No sale de inmediato, se acerca a Julian). Sobre ese pequeño asunto, señor. Estoy impaciente por arreglarlo pronto…
Julian:
(Con voz entrecortada). Creo… creo que podré hacer algo al respecto.
Angell:
(Con una sonrisa). Gracias, señor. Muchas gracias. (Comienza a salir).
Julian:
(Autoritario) ¡¡NO!! Espere un momento, Angell. (Angell se vuelve a acercar). ¡¡Inspector Thomas!! (Pausa tensa).
Insp. Thomas:
(Regresando). ¿Sí, Señor Farrar?
Julian:
(Acercándose al sillón). Antes de que empiece con las preguntas rutinarias, hay algo que debería haberle dicho. De hecho, tendría que habérselo mencionado esta mañana, pero estábamos todos tan consternados… La Señora Warwick acaba de informarme de que desean identificar unas huellas dactilares. Aquí, en la mesa, me parece que dijo; pues bien, con toda probabilidad, serán mías. (Silencio).
Insp. Thomas:
(Se acerca lentamente). ¿Estuvo usted anoche aquí, Mayor Farrar?
Julian:
Sí. Vine a conversar con Richard, después de cenar, como hago a menudo.
Insp. Thomas:
¿Y lo encontró…?
Julian:
Lo encontré muy malhumorado y depresivo, así que no me quedé por mucho tiempo.
Insp. Thomas:
¿A qué hora fue eso?
Julian:
No me acuerdo, quizá a las diez o a las diez y media.
Insp. Thomas:
¿Podría ser más preciso?
Julian:
Lo siento, pero no.
Insp. Thomas:
(Después de una pausa, pretendiendo parecer indiferente). ¿Supongo que no discutirían acaloradamente?
Julian:
(Consultando su reloj). No, por supuesto que no. Tengo que asistir a una reunión en el Ayuntamiento y no puedo retrasarme. (Comienza a salir). Así que si no le importa…
Insp. Thomas:
No puede hacer esperar a lo del Ayuntamiento. Pero estoy seguro de que entenderá, Mayor Farrar, que me gustaría tener una declaración completa sobre sus movimientos de anoche. Quizás podamos hacerlo mañana por la mañana. (Pausa). Se dará cuenta, claro, de que no tiene obligación alguna de declarar, que es un acto plenamente voluntario por su parte, y que tiene derecho a exigir la presencia de un abogado. (La Señora Warwick vuelve a entrar en la habitación).
Julian:
Lo comprendo perfectamente. ¿Qué le parece mañana a las diez? Mi abogado estará presente.
Insp. Thomas:
(Julian se va por la terraza, volviéndose a Laura). ¿Vio al Mayor Farrar cuando vino aquí anoche?
Laura:
(Titubeante). Yo… yo…
Michael:
No creo que a la Señora Warwick le apetezca contestar ninguna pregunta ahora mismo.
Insp. Thomas:
(Se miran en silencio). ¿Qué ha dicho usted, señor Starkwedder?
Michael:
He dicho que no creo que a la Señora Warwick, le apetezca contestar más preguntas en este momento.
Insp. Thomas:
¿De verdad? ¿Acaso es asunto suyo?
Sra. Warwick:
El señor Starkwedder tiene razón.
Laura:
(El inspector la mira en forma inquisidora). No, no quiero responder más preguntas ahora mismo. (Satisfecho, Michael sonríe al inspector que abandona la habitación, seguido por el Sargento y Angell).
Laura:
Pero debería hablar, debo… debo decirles.
Sra. Warwick:
El señor Starkwedder tiene razón, Laura. Cuanto menos digas ahora, mejor. (Comienza a caminar por la habitación). Debemos ponernos en contacto con el Señor Adams de inmediato. (A Michael). Es nuestro abogado. (Mira a la Señorita Bennet). Llámalo ahora, Benny. (La Señorita Bennet va hacia el escritorio). No; utiliza el teléfono que está arriba. Laura, acompáñala. (Laura la mira confundida). Quiero hablar con el señor Starkwedder.
Laura:
Pero…
Sra. Warwick:
No te preocupes, querida. Haz lo que te digo. (Laura y Benny salen. Dirigiéndose a Michael). No sé de cuánto tiempo disponemos. Quiero que me ayude.
Michael:
¿Cómo?
Sra. Warwick:
Usted es un hombre inteligente, y un extraño. Ha llegado a nuestras vidas desde el exterior, no sabemos nada de usted, no tiene nada que ver con ninguno de nosotros.
Michael:
(Sentándose en un brazo del sofá). Una visita inesperada, ¿eh?… Ya me lo han dicho antes.
Sra. Warwick:
Como usted es un extraño, voy a pedirle que haga algo por mí. (Mira hacia la puerta, en tono apremiante). Hasta esta noche, había una explicación razonable para esta tragedia. Un hombre al que mi hijo había hecho daño al matar accidentalmente a su hijo, había venido a vengarse. Sé que suena melodramático pero, después de todo, cosas así se leen en los periódicos.
Michael:
Si usted lo dice.
Sra. Warwick:
Pero me temo, que ahora no existe esa explicación, con lo cual, el asesinato de mi hijo vuelve a la familia. (Se acerca al sillón). Hay dos personas que no pueden haber disparado a mi hijo, y ésas son su esposa y la Señorita Bennet, pues estaban juntas cuando se produjo el disparo.
Michael:
¡¡Vaya!!
Sra. Warwick:
No obstante, a pesar de que Laura no pudo haber matado a su marido, puede saber quién fue.
Michael:
Eso la convertiría en cómplice. Ella y ese Julian Farrar, ¿a eso se refiere?
Sra. Warwick:
No. Julian Farrar no disparó a mi hijo.
Michael:
(Levantándose del brazo del sofá). ¿Cómo puede saberlo?
Sra. Warwick:
Lo sé. Voy a contarle a usted, un extraño, algo que nadie de mi familia sabe: soy una mujer a la que no le queda mucho tiempo de vida.
Michael:
Lo siento.
Sra. Warwick:
(Levantando la mano para que se detenga). No le digo esto para que me compadezca, sino para explicar algo que, en caso contrario, sería difícil de explicar. Hay veces, en las que uno elige una línea de acción, que no elegiría si le quedaran varios años de vida.
Michael:
¿Por ejemplo?
Sra. Warwick:
(Mirándolo). En primer lugar, tengo que explicarle otra cosa, señor Starkwedder, debo contarle algo sobre mi hijo. (Se sienta en el sofá). Yo quería mucho a mi hijo; de niño y durante su juventud, tenía muchas virtudes. Tenía éxito, era ingenioso, valiente, de carácter alegre, era una gran compañía. Tengo que reconocer que también tenía los defectos asociados con esas cualidades: le frustraban las limitaciones, los obstáculos. Tenía una veta cruel y una especie de arrogancia fatal. Todo funcionaba bien, siempre y cuando tuviera éxito, pero su carácter no le permitía enfrentarse a las adversidades, y hacía tiempo que yo venía observando ese declive. (Michael se sienta en el escabel). Si dijera que se había convertido en un monstruo, parecería una exageración, pero de alguna forma lo era, un monstruo egoísta, orgulloso y cruel. Como él había sufrido, sentía necesidad de hacer sufrir a los demás. (Amargamente). Así que todos comenzaron a sufrir por su culpa, ¿me comprende?
Michael:
Creo que sí.
Sra. Warwick:
(Ahora dulcemente). Pues bien, le tengo mucho cariño a mi nuera, es una chica de gran espíritu, bondadosa y fuerte. Richard la deslumbró, pero no sé si se enamoró realmente de él. De todos modos, he de reconocer que hizo todo lo que una esposa podía hacer para que la enfermedad e inactividad de Richard fueran soportables. (Con voz triste). Pero Richard, no quería su ayuda. A veces pienso que incluso la odiaba, quizás eso sea más natural de lo que pensamos. Así que, creo que me entenderá cuando le diga que al final, sucedió lo inevitable: Laura se enamoró de otro hombre.
Michael:
¿Por qué me cuenta todo esto?
Sra. Warwick:
Porque usted es un extraño. Todos estos amores, odios y tribulaciones, no significan nada para usted, así que puede escuchar sin verse afectado.
Michael:
Quizá.
Sra. Warwick:
Así que se llegó a un punto, en el que parecía que la única manera de resolver todas las dificultades, era con la muerte de Richard.
Michael:
Así que ¿la muerte de Richard era conveniente?
Sra. Warwick:
Sí.
Michael:
(Hace silencio, se incorpora, apaga el cigarrillo, luego). Perdóneme si soy tan directo, señora Warwick, pero ¿acaso se está confesando autora de un asesinato?
Sra. Warwick:
(En tono brusco). Voy a hacerle una pregunta, Señor Starkwedder. ¿Puede entender que una persona que haya concebido una vida, se sienta con el derecho de acabar con esa vida?
Michael:
(Se pasea por la habitación reflexionando antes de contestar). Se conocen casos de madres que han matado a sus hijos, sí, pero suele ser por alguna razón sórdida, un seguro por ejemplo, ¿la beneficia económicamente la muerte de Richard?
Sra. Warwick:
No.
Michael:
(Michael asiente). Disculpe mi franqueza…
Sra. Warwick:
(Con aspereza). ¿Comprende lo que intento decirle?
Michael:
Creo que sí. Dice que es posible que una mujer mate a su hijo. (Se dirige al sofá). Y usted me está diciendo, para ser más exactos, que mató a su hijo. ¿Es sólo una teoría, o debo entender que se trata de un hecho?
Sra. Warwick:
No estoy confesando nada. Simplemente, estoy mostrándole cierto punto de vista. Es posible que surja una emergencia cuando yo ya no esté aquí para solucionarla. Si ello sucediera, quiero que tenga usted esto y lo utilice. (Sacando un sobre y dándoselo).
Michael:
(Tomándolo). Todo esto me parece muy bien, pero yo tampoco estaré aquí, regreso a Abadán para continuar mi trabajo.
Sra. Warwick:
(Desechando la objeción). Supongo que no estará desconectado de la civilización. Habrá radios, periódicos y otras cosas en Abadán.
Michael:
Sí, disponemos de todos esos lujos occidentales.
Sra. Warwick:
Entonces, guarde ese sobre. ¿Ve a quién está dirigido?
Michael:
Al comisario. (Acercándose al sillón). Pero no tengo muy en claro qué tiene usted en mente. Para ser mujer, sabe guardar muy bien un secreto porque, o bien cometió el asesinato usted misma o sabe quién lo hizo. Se trata de eso, ¿verdad?
Sra. Warwick:
(Apartando la mirada). No es mi intención discutir este asunto.
Michael:
(Sentándose en el sillón). Aún así, me gustaría saber qué tiene en mente.
Sra. Warwick:
Me temo que no se lo voy a decir. Como usted bien dice, soy una mujer que sabe guardar bien un secreto.
Michael:
El asistente, el hombre que cuidaba a su hijo…
Sra. Warwick:
Angell. ¿Qué sucede con él?
Michael:
¿Es de su agrado?
Sra. Warwick:
No. La verdad, que no. Pero es eficiente, y Richard no era persona fácil de tratar.
Michael:
Supongo que no. Pero Angell lo soportaba todo, ¿no es así?
Sra. Warwick:
(Secamente). Valía la pena.
Michael:
(Se para y comienza a caminar). ¿Richard, tenía algo contra él?
Sra. Warwick:
¿Algo contra él? ¿Qué quiere decir? ¡¡AH!!, ya veo; ¿me pregunta si Richard sabía algo que pudiera perjudicar a Angell?
Michael:
Sí, eso quiero decir. ¿Tenía algún tipo de control sobre él?
Sra. Warwick:
(Reflexionando). No, creo que no.
Michael:
Me estaba preguntando…
Sra. Warwick:
Se pregunta si Angell mató a Richard. Lo dudo, lo dudo mucho.
Michael:
Ya veo que no la convence esa teoría. Es una lástima.
Sra. Warwick:
(Tendiéndole la mano). Gracias, señor Starkwedder. Ha sido usted muy amable.
Michael:
(Divertido por la brusca actitud de la señora, le estrecha la mano. Con una sonrisa, se dirigió al escabel): ¡¡Qué me zurzan!!… ¡¡Qué menuda mujer!!
Srta. Bennet:
(Entrando en el estudio, Michael guarda rápidamente el sobre en el bolsillo. Ella parece disgustada y preocupada, se acerca al sofá). ¿Qué le ha contado?
Michael:
(Sorprendido). ¿Qué quiere decir?
Srta. Bennet:
La señora Warwick, ¿qué le ha dicho?
Michael:
Usted parece disgustada.
Srta. Bennet:
Claro que lo estoy. Sé de que esa mujer es capaz.
Michael:
(Mirándola con detenimiento). ¿De qué es capaz? ¿De asesinato?
Srta. Bennet:
¿Eso es lo que ha intentado que usted creyera? Pues no es cierto.
Michael:
Bueno, uno nunca puede estar seguro; después de todo, podría ser verdad.
Srta. Bennet:
Pero no es así.
Michael:
¿Cómo puede saberlo?
Srta. Bennet:
Lo sé. ¿Acaso cree que hay algo que yo no sepa de alguna persona de esta casa? Hace años que trabajo para ellos, y los aprecio mucho a todos. (Se sienta en el sillón).
Michael:
¿Incluyendo al difunto Richard Warwick?
Srta. Bennet:
Solía apreciarle… hace un tiempo.
Michael:
(Sentado en el escabel). Prosiga.
Srta. Bennet:
Cambió. Se le torció el carácter, cambió totalmente, a veces podía ser un demonio.
Michael:
Sí, parece que todos están de acuerdo en eso.
Srta. Bennet:
Pero si lo hubiera conocido antes…
Michael:
Yo no creo que las personas cambien.
Srta. Bennet:
Richard, sí.
Michael:
No es así. (Se pone de pie y comienza a caminar). Creo que se equivoca, estoy convencido de que siempre tuvo un demonio en su interior. Yo diría que es una de esas personas que necesitaba ser feliz y tener éxito, porque si no era así… Esas personas, esconden su personalidad todo el tiempo que sea necesario, hasta conseguir lo que quieren pero, en el fondo esa veta mezquina siempre está allí. (Se vuelve hacia la Señorita Bennet). Apostaría a que su crueldad, siempre estuvo allí. Seguramente, era un bravucón en el colegio. Resultaba atractivo para las mujeres, como es natural, pues a éstas les atraen los tipos duros. Yo diría que la caza mayor era una vía de escape para su sadismo. (Mira por los ventanales). Richard Warwick, debió ser un gran egoísta. Ésa es la impresión que tengo, por la forma en la que todos hablan de él. Disfrutaba haciéndose pasar por un hombre bondadoso, generoso, con éxito, encantador y todo los demás. Pero esa veta cruel, estaba allí, y cuando tuvo el accidente se arrancó la máscara y pudieron verlo como era en realidad.
Srta. Bennet:
(Poniéndose de pie e indignada). No creo que sea un asunto suyo. Usted es un extraño y no sabe nada.
Michael:
Quizás no, pero he oído muchas cosas. Por algo, todo el mundo acude a mí.
Srta. Bennet:
Sí, supongo que sí. De hecho, aquí estoy hablando con usted, ¿verdad? Eso es, porque no nos atrevemos a hablar entre nosotros. (Con mirada suplicante). Ojalá no tuviera que marcharse.
Michael:
Realmente, no he ayudado en nada, lo único que hice, fue entrar y descubrir el cadáver.
Srta. Bennet:
¿No fue Laura quién descubrió a Richard?… ¿O es que Laura y usted…?
Michael:
(Sonriéndole). Es usted muy astuta.
Srta. Bennet:
(Clavándole la mirada). Usted la ayudó, ¿verdad?
Michael:
Se está imaginando cosas.
Srta. Bennet:
No, no es así. Quiero que Laura sea feliz, no sabe cuánto lo deseo.
Michael:
(Exclama). ¡¡Maldita sea, yo también!! (Ella lo mira sorprendida). En ese caso, tengo que… tengo… (Se interrumpe al mirar por la ventana y descubrir a Jan con una pistola en la mano, le indica a ella que haga silencio). ¿Qué estás haciendo?
Srta. Bennet:
(Al ver a Jan, corre hacia el ventanal). ¡¡Jan, dame ese arma!!
Jan:
¡¡Ven a buscarla!! (Sale corriendo).
Srta. Bennet:
(Desesperada, sale corriendo tras de Jan). ¡Jan! ¡Jan!
Laura:
(Entrando en ese momento). ¿Dónde está el inspector? (Michael niega con la cabeza, Laura se acerca a él, implorante). Michael, tienes que escucharme. Julian no ha matado a Richard.
Michael:
(Fríamente). ¿Eso es verdad? Te lo ha dicho él, ¿no es así?
Laura:
(Desesperada). No me crees, pero es cierto.
Michael:
Eso significa que tú le crees.
Laura:
No. Sé que es verdad. Verás, él pensaba que yo había matado a Richard.
Michael:
(Mordaz). No me sorprende, también lo creía yo, ¿no?
Laura:
(Que parece más desesperada aún). Él pensaba que yo había matado a Richard, era incapaz de asimilarlo, le hacía… le hacía verme de una manera diferente.
Michael:
(Fríamente). Pero, cuando pensaste que había sido él quien había matado a Richard, ¡¡ni te inmutaste!! (Sonríe). ¡¡Las mujeres son maravillosas!! (Se acerca al sofá y se apoya en el brazo). ¿Qué es lo que hizo que Farrar se perjudicara a sí mismo, diciendo que estuvo aquí anoche? ¡¡Y no me digas que se trata de un puro y simple amor a la verdad!!
Laura:
Fue Angell. Angell vio, o dice haber visto a Julian aquí.
Michael:
(Con risa amarga). Sí, creo detectar cierto aroma a chantaje, es un mal bicho ese Angell.
Laura:
Dice que vio a Julian justo después del disparo. ¡¡Estoy asustada!! El círculo se está estrechando. Tengo miedo.
Michael:
(Tomándola de los hombros). No tienes por qué estar asustada. Todo saldrá bien.
Laura:
(Moviendo la cabeza). No es verdad.
Michael:
(Sacudiéndola ligeramente). Todo saldrá bien, créeme.
Laura:
¿Sabremos alguna vez quién mató a Richard?
Michael:
(La mira sin responder, se acerca al ventanal). Tu Señorita Bennet, está segura de conocer todas las respuestas.
Laura:
Siempre está segura de todo, pero alguna veces se equivoca.
Michael:
(Ve algo en el exterior y le hace señas que se acerque, ella corre y le toma la mano que él le tiende). Mira, Laura. ¡¡Me lo imaginaba!!
Laura:
¿Qué sucede?
Michael:
¡¡SHHH!!
Srta. Bennet:
(Entrando por la puerta del pasillo). ¡¡Señor Starkwedder!! ¡¡Vaya a la siguiente habitación, el inspector está allí!! ¡¡Rápido!! (Ni bien Laura y Michael salen por la puerta, se acerca a la puerta-ventana). Vamos Jan, no juegues más. ¡¡Entra!! (Espera junto al ventanal. Entra Jan con aspecto iracundo y triunfante a la vez). Veamos, Jan, ¿de dónde has sacado eso?
Jan:
(Beligerante). Te creías muy lista, ¿verdad? Muy lista porque habías guardado las pistolas de Richard en el armario, bajo llave. Pero encontré una llave que abría ese armario. Ahora tengo una pistola, igual que Richard. Tendré una pistola y le dispararé a cosas. (Levanta la pistola y le apunta a ella, que se estremece). Ten cuidado, Benny. (con una risita). Quizá te dispare.
Srta. Bennet:
(Tratando de no parecer asustada y en tono muy suave). Tú no harías semejante cosa, Jan. Sé que no lo harías.
Jan:
(Después de apuntar, baja la pistola, ella se relaja). No, no lo haría. Claro que no lo haría.
Srta. Bennet:
Después de todo, no eres un niño insensato. Aunque ahora eres un hombre, ¿verdad?
Jan:
(Esbozando una amplia sonrisa). Sí, soy un hombre. Ahora que Richard ha muerto, soy el hombre de la casa.
Srta. Bennet:
Por eso, sé que no me matarías. Sólo matarías a un enemigo.
Jan:
(Entusiasmado). Exacto.
Srta. Bennet:
(Eligiendo las palabras). Durante la guerra, si pertenecías a la Resistencia y matabas a un enemigo, hacías una muesca en la culata de tu arma.
Jan:
(Examinando la pistola). ¿Ah, sí? ¿Eso hacían? ¿Había personas que tenían muchas muescas?
Srta. Bennet:
Sí. Había personas que tenían bastantes muescas.
Jan:
(Lanzando una carcajada). ¡¡Qué divertido!!
Srta. Bennet:
Claro que a algunas personas no les gusta matar, pero a otras sí.
Jan:
A Richard le gustaba.
Srta. Bennet:
Sí, a Richard le gustaba matar cosas. A ti también te gusta matar cosas, ¿verdad, Jan?
Jan:
(Sacando una navaja del bolsillo, comienza a marcar la pistola, con cierta irritación). Matar es emocionante.
Srta. Bennet:
Tú no querías que Richard te enviara lejos de aquí, ¿verdad, Jan?
Jan:
Dijo que lo haría. ¡¡Era un monstruo!!
Srta. Bennet:
(Se coloca detrás de la silla donde está sentado Jan). Una vez, dijiste a Richard, que lo matarías si te enviaba fuera.
Jan:
(Indiferente). ¿Ah, sí?
Srta. Bennet:
Pero, no lo mataste, ¿verdad?
Jan:
No, no lo maté.
Srta. Bennet:
Fue algo cobarde de tu parte.
Jan:
(Con brillo malicioso en los ojos). ¿Ah, sí?
Srta. Bennet:
Sí, creo que sí, decir que lo ibas a matar y luego no hacerlo… (Camina alrededor del escritorio, mirando la puerta que da el interior). Si alguien me amenazara con mandarme fuera, querría matarlo y lo haría.
Jan:
¿Quién dice que no fui yo?… Quizás fui yo.
Srta. Bennet:
(Desdeñosa). Ah, no, seguro que no fuiste tú. Sólo eres un niño, no te hubieras atrevido.
Jan:
(Se levanta de la silla y grita). ¿Crees que no me hubiera atrevido?… ¿Es eso lo que crees?
Srta. Bennet:
Claro que lo creo. (Provocándolo en forma deliberada). Está claro que nunca te hubieras atrevido a matar a Richard, para eso, tendrías que ser muy valiente y muy maduro.
Jan:
(Se acerca al ventanal dándole la espalda). Tú no lo sabes todo, Benny. No, Benny, no lo sabes todo.
Srta. Bennet:
¿Hay alguna cosa que yo no sepa? ¿Te estás burlando de mí, Jan? (Acercándose y mirando la puerta).
Jan:
(Gritando). Sí, me estoy burlando de ti. Y lo hago, porque soy mucho más inteligente que tú… Sé cosas que no sabes.
Srta. Bennet:
¿Qué sabes tú que yo no sepa? (Jan esboza una misteriosa sonrisa y se sienta en el escabel. Acercándose a él). ¿No me lo vas a decir?; ¿no me vas a confiar tu secreto?
Jan:
(Apartándose). Yo no confío en nadie.
Srta. Bennet:
Me pregunto si es verdad que has sido muy inteligente.
Jan:
(Soltando una risita nerviosa). Empiezas a darte cuenta de lo listo que soy.
Srta. Bennet:
Quizás haya muchas cosas que desconozco sobre ti.
Jan:
Muchas. Y yo sé muchas cosas de todos los demás, pero no siempre las cuento. A veces, me levanto por la noche y deambulo por la casa, veo muchas cosas y encuentro muchas cosas, pero no las ventilo.
Srta. Bennet:
(Cómplice). ¿Tienes algún gran secreto ahora?
Jan:
(Monta el escabel). ¡¡Un gran secreto!! (Con risa histérica). Te asustaría si lo supieras.
Srta. Bennet:
¿De verdad? ¿De verdad me asustaría? ¿Tendría miedo de ti?
Jan:
(Se desvanece su cara de júbilo y con voz muy seria). Sí, tendrías mucho miedo de mí.
Srta. Bennet:
No sabía cómo eras en realidad, Jan. Ahora empiezo a comprenderlo.
Jan:
(Desquiciado). En realidad, nadie sabe nada de mí ni de las cosas que puedo hacer. El tonto de Richard sentado siempre allí, disparándole a los pájaros… Nunca pensó que alguien le dispararía a él, ¿verdad?
Srta. Bennet:
No. Ése fue su error.
Jan:
Si, ése fue su error. Pensaba que podía echarme de aquí, pero le di una lección.
Srta. Bennet:
¿Ah, sí?, ¿cómo?
Jan:
(La mira con picardía). No te lo voy a decir.
Srta. Bennet:
(Suplicante). Dímelo, Jan.
Jan:
(Se para encima del sillón y se apoya la pistola en la cara). No, no se lo voy a decir a nadie.
Srta. Bennet:
(Se acerca a él). Quizá tengas razón. Quizá pueda adivinar lo que hiciste, pero no voy a decirlo, porque ése es tu gran secreto, ¿verdad?
Jan:
(Se baja del sillón y comienza a caminar). Sí, es mi secreto. Nadie sabe cómo soy. (Alterado). Soy peligroso, más vale que tengan cuidado, soy peligroso.
Srta. Bennet:
(Con mirada triste). Richard no sabía lo peligroso que eras, debió de sorprenderse mucho.
Jan:
Sí, sí que se sorprendió. Puso cara rara y cuando acabó todo, inclinó la cabeza hacia delante, había sangre y no se movía. ¡¡Le enseñé una lección!! Ahora ya no me enviará fuera. (Se sienta en el sofá mientras mueve la pistola de un lado a otro. Ella intenta contener las lágrimas). ¡¡Mira!!… Mira, ¿ves? He hecho una muesca en la pistola.
Srta. Bennet:
¡¡Vaya!! (Se acerca a él). ¡¡Qué emocionante!! (Intenta tomar el arma de la mano de Jan, él aparta su mano).
Jan:
¡¡Ah, no!! ¡¡Eso sí que no!! (Grita). Nadie me va a quitar mi pistola. Si la policía intenta arrestarme, le dispararé.
Srta. Bennet:
No será necesario hacer eso. Eres tan inteligente que jamás sospecharán de ti.
Jan:
(Grita jubiloso). ¡¡La policía es tonta!! ¡¡La policía es tonta!! ¡¡Richard es tonto!! (Se abre la puerta y entran el Inspector Thomas y el Sargento Cadwallader, Jan emite un grito de sorpresa y sale corriendo. La Señorita Bennet, se derrumba en el sofá llorando).
Insp. Thomas:
(Gritando al sargento). ¡¡Tras él, rápido!! (El sargento sale corriendo detrás ingresan al estudio Michael y Laura que va a mirar por el ventanal. Entra Angell y detrás la Señora Warwick que permanece inmóvil en la puerta, apoyada en su bastón).
Insp. Thomas:
(A la Señorita Bennet). Vamos, vamos… no se ponga así. Lo ha hecho muy bien.
Srta. Bennet:
(Con voz entrecortada). Lo sabía desde el principio. Conozco a Jan mejor que nadie. Sabía que Richard lo estaba empujando demasiado lejos, y sabía que Jan se estaba volviendo demasiado peligroso.
Laura:
(Exhalando un suspiro). ¡¡Jan!!… No, no… Jan no. (Se acerca a la silla del escritorio y se sienta). ¡¡No puedo creerlo!!
Sra. Warwick:
(Fulminando con la mirada a la Señorita Bennet, con desdén). ¿Cómo has podido, Benny? Pensé que al menos, tú serías fiel.
Srta. Bennet:
(Desafiante). Hay ocasiones en que la verdad, es más importante que la lealtad. Ustedes no veían, ningunos de ustedes, que Jan se estaba volviendo peligroso; es un chico encantador, muy dulce pero… (No puede continuar. La Señora Warwick, con pasos lentos avanza hasta el sillón, se sienta y permanece con la mirada ausente).
Insp. Thomas:
Pero hay veces en las que, al superar determinada edad, se vuelven peligrosos porque ya no comprenden lo que hacen, no disponen del juicio ni del control de un adulto. (Se acerca a la Señora Warwick). No se preocupe, señora, yo me encargaré de que lo traten con consideración, creo que podrá establecerse con facilidad que no era responsable de sus acciones, lo cual significa que se lo confinará en un lugar confortable. Usted sabe que esto hubiera sucedido pronto de todos modos. (Sale de la habitación).
Sra. Warwick:
(A la Señorita Bennet). Ya sé que tienes razón. Disculpa, Benny. Dices que nadie más sabía que era peligroso, pero no es cierto. Yo lo sabía, pero era incapaz de hacer nada al respecto.
Srta. Bennet:
Alguien tenía que hacer algo al respecto. (Se hace silencio. Regresa el inspector).
Sgto. Cadwallader:
¡¡Señor!! (Todos reaccionan y tratan de aproximarse a el sargento que trae su mano envuelta en un pañuelo ensangrentado).
Insp. Thomas:
¿Qué diablos ha sucedido?
Sgto. Cadwallader:
(Con voz entrecortada). Tengo que contarle algo terrible. (Michael le ayuda a entrar y con pasos vacilantes se sienta en el escabel, el inspector se aproxima).
Insp. Thomas:
¡¡Su mano!!
Michael:
Yo me ocuparé de eso. (Toma la mano del sargento, le retira el pañuelo ensangrentado y le coloca el suyo).
Sgto. Cadwallader:
Se estaba formando una capa de niebla. Era difícil ver con claridad. Me disparó en la carretera cerca del bosquecillo. (Laura, con expresión horrorizada se acerca al ventanal). Me disparó dos veces, y la segunda me dio en la mano (La Señorita Bennet se lleva la mano a la boca). Intenté sacarle la pistola, pero me vi limitado por la mano…
Insp. Thomas:
¿Y qué sucedió?
Sgto. Cadwallader:
Forcejeamos, tenía el dedo en el gatillo, y se disparó. La bala le atravesó el corazón, está muerto. (Se hace un sombrío silencio. Laura, sentada en la silla del escritorio, clava la mirada en el piso. Michael, comienza a caminar).
Insp. Thomas:
¿Está seguro de que está muerto?
Sgto. Cadwallader:
Lo estoy. Pobre muchacho, me gritaba desafiante mientras disparaba, como si disfrutara con ello.
Insp. Thomas:
(Yendo hacia los ventanales). ¿Dónde está?
Sgto. Cadwallader:
Lo acompañaré hasta el lugar.
Insp. Thomas:
No, usted se queda aquí.
Sgto. Cadwallader:
Me encuentro bien, puedo aguantar hasta que regresemos a la comisaría. (Sale tambaleando hacia la terraza). «Uno no debería de tener miedo, cuando está muerto». Es de Alexander Pope (Sacude la cabeza y sale).
Insp. Thomas:
(A la Señora Warwick y los presentes). No puedo decirle cuánto lo siento, pero quizás fuera la mejor solución. (Sale detrás del sargento).
Sra. Warwick:
(Con furia y desesperación). ¡¡La mejor solución!!
Srta. Bennet:
(Suspirando). Sí, es lo mejor. Ahora es libre, pobre muchacho. (Ayuda a levantarse a la Señora Warwick). Vamos, querida, esto ha sido demasiado para usted.
Sra. Warwick:
(La mira y murmura). Iré… iré a recostarme. (Comienzan a salir).
Michael:
(Extrayendo el sobre de su bolsillo). Señora Warwick, creo que es mejor que le devuelva esto.
Sra. Warwick:
Sí, ya no será necesario. (Salen ambas).
Angell:
(Que estaba cerca del ventanal, se acerca a Laura). Si me lo permite, señora. Quisiera decirle cuánto lo siento. Si puedo hacer cualquier cosa, sólo tiene que…
Laura:
(Sin alzar la vista). No precisamos más de su ayuda. Angell. Recibirá un cheque por los servicios prestados y quisiera que abandonara esta casa hoy mismo.
Angell:
(Sin ninguna emoción). Sí, señora. Gracias. (Sale).
Michael:
(Mirando a Laura). ¿No vas a denunciarlo por chantaje?
Laura:
(Con cansancio). No.
Michael:
Es una lástima. Supongo que será mejor que me marche. Voy a despedirme… No sufras demasiado.
Laura:
(Con emoción). Pues sí.
Michael:
¿Por qué lo querías?
Laura:
Sí, y porque ha sido por mi culpa. Richard tenía razón, tendríamos que haber enviado al pobre Jan a algún lugar, encerrarlo allí, donde no pudiera hacerle daño a nadie. Fui yo la que no lo permití, así que por mi culpa asesinó a Richard.
Michael:
(Secamente). ¡¡Vamos, Laura, no dramatices!! Richard murió porque se lo merecía; podría haberse mostrado amable con el muchacho, ¿no? No te tortures, lo que tienes que hacer ahora, es ser feliz, feliz por siempre jamás, como dicen los cuentos.
Laura:
¿Feliz? ¿Con Julian? ¡¡No sé cómo!! Ya no es lo mismo.
Michael:
¿Quieres decir que entre tú y Farrar?
Laura:
Sí, cuando pensaba que Julian había matado a Richard, las cosas no cambiaron para mí, seguía queriéndolo igual… Incluso, hasta estaba dispuesta a decir que lo había hecho yo.
Michael:
Lo sé. ¡¡Qué ingenua!! ¡¡Cómo les gusta a la mujeres hacerse las mártires!!
Laura:
(Con vehemencia). Pero cuando Julian pensó que lo había hecho yo, cambió su actitud hacia mí, por completo. Es cierto que intentó comportarse con decencia y no incriminarme, pero eso es todo. (Se sienta en el escabel, desilusionada). Ya no me quería.
Michael:
(Acercándose a ella). Mira, los hombres y las mujeres no reaccionan de la misma manera. Los hombres son más sensibles y las mujeres más duras. Un hombre no puede tomarse un asesinato a la ligera pero, al parecer, una mujer sí. Lo cierto, es que si un hombre comete un asesinato por una mujer, la mujer lo apreciará más, pero un hombre es diferente.
Laura:
(Mirándolo). Tú no sentiste lo mismo cuando pensaste que yo había matado a Richard. Me ayudaste.
Michael:
(Desconcertado). Eso fue diferente. Tenía que ayudarte.
Laura:
¿Por qué?
Michael:
(No contesta de inmediato. Con voz queda). Todavía quiero ayudarte.
Laura:
¿No te das cuenta de que volvemos a encontrarnos en el punto de partida? En cierta manera fui yo quien mató a Richard porque… porque me obcequé con el tema de Jan.
Michael:
(Sentándose en el escabel). Eso es lo que te corroe por dentro, ¿no es así? Saber que Jan mató a Richard, pero no tiene por qué ser necesariamente cierto.
Laura:
(Lo mira escrutadoramente). ¿Cómo puedes decir eso? Yo lo oí, todos lo oímos, Jan lo confesó, alardeó de ello.
Michael:
Es cierto. Sí, lo sé, pero ¿cuánto sabes acerca del poder de la sugestión? Tu querida Señorita Bennet jugó muy bien con Jan, consiguió que se alterara, no puede negarse que el muchacho era muy influenciable, y le agradaba la idea, como a muchos adolescentes, de tener poder, incluso de ser un asesino. Benny le colocó el anzuelo delante y él lo mordió. Había matado a Richard y había grabado una muesca en la pistola, así que era un héroe. (Se para). Pero tú no sabes, nadie sabe, si lo que dijo era verdad.
Laura:
¡¡Dios Santo!! ¡¡Pero, si le disparó al sargento!!
Michael:
Sí, realmente era un asesino en potencia. Es posible que le disparara a Richard, pero no puedes estar segura, quizá… quizá fue otra persona.
Laura:
Pero ¿quién?
Michael:
La Señorita Bennet quizá. Después de todo, les tiene mucho aprecio. Quizá pensó que sería lo mejor para todos. Quizá incluso la Señora Warwick, o tu amante Julian, que después fingió pensar que lo habías hecho tú, una estrategia muy inteligente.
Laura:
(Se levanta). Realmente no crees lo que estás diciendo, sólo intentas consolarme.
Michael:
(Exasperado). Mi querida amiga, cualquiera pudo haber disparado a tu marido, incluso MacGregor.
Laura:
¿MacGregor? Pero si está muerto.
Michael:
Claro que está muerto. Tenía que estarlo. (Va hacia el extremo del sofá). Mira, voy a demostrarte como MacGregor pudo haber sido el asesino. Digamos que decidió matar a Richard en venganza por el accidente en que falleció su hijo. (Se sienta). Pues bien, primero debe desprenderse de su propia identidad. No debía ser difícil para él, fingir su fallecimiento en algún lugar remoto de Alaska. Le costaría algo de dinero y algún testimonio falso, es obvio, pero esas cosas pueden arreglarse. Después, cambia de nombre y se forja una nueva identidad en otro país, con otro trabajo. (Laura se sienta en el sofá, cierra los ojos, respira hondo, los abre nuevamente y lo mira). Se mantiene al día de lo que sucede aquí. Sabe que ustedes abandonan Norfolk y se vienen aquí. Comienza a elaborar un plan. Se deja la barba, se tiñe el cabello y todo eso. Entonces, en una noche de bruma, se dirige aquí. Digamos que todo sucedió así. (Se para y va hacia los ventanales). Imaginemos que MacGregor le dice a Richard: «tengo una pistola y tú también. Lo haremos como un duelo. Contaremos hasta tres y disparemos los dos. He venido a vengar la muerte de mi hijo». (Laura lo mira horrorizada). ¿Sabes?, estoy seguro de que tu marido, no era tan buen deportista como crees. Estoy seguro de que disparó antes de contar hasta tres. Dices que tenía muy buena puntería, pero esta vez falló, y la bala salió por aquí, (señalando la terraza) hacia el jardín donde hay infinidad de balas. Pero MacGregor no yerra el tiro: dispara y lo mata. Deja caer la pistola, toma la de Richard, sale por el ventanal y regresa después.
Laura:
¿Regresa?… ¿Por qué regresa?
Michael:
(La mira unos instantes sin responder, toma aliento). ¿No te lo imaginas?
Laura:
(Sorprendida). No, no tengo ni la menor idea.
Michael:
(Mirándola fijamente). Bien, supongamos que MacGregor tiene un accidente con su coche y no puede huir. ¿Qué más puede hacer? Sólo una cosa: venir a la casa y descubrir el cuerpo.
Laura:
(Con voz entrecortada). Hablas… hablas como si supieras exactamente lo que sucedió.
Michael:
(Incapaz de contenerse). ¡¡Claro que lo sé!! (Vehemente). ¿No lo comprendes?… ¡¡Yo soy MacGregor!! (Se apoya en la pared moviendo la cabeza con desesperación).
Laura:
(Levantándose incrédula, se acerca a él sin comprender todavía). Tú… tú…
Michael:
(Se acerca a ella con lentitud). Jamás pensé que sucedería esto. Quiero decir, encontrarte a ti y descubrir que me importabas y que… ¡¡Dios Mío!! ¡¡Es inútil!! (Mientras ella le mira sin poder reaccionar, aturdida, toma su mano y la besa en la palma). Adiós Laura. (Sale rápidamente por el ventanal).
Laura:
(Reaccionando). ¡¡Espera!!… ¡¡espera!!… ¡¡Vuelve!!… (Comienza a sonar una sirena). ¡¡Vuelve Michael!! ¡¡Regresa, te lo suplico!! ¡¡Tú también me importas!!
(Laura escucha con atención, pero sólo oye el motor de un auto que arranca y se aleja. La sirena sigue sonando, mientras ella, como sonámbula, se sienta en el sofá y rompe a llorar).
APAGÓN FINAL