Las once de la mañana del día siguiente. El cadáver ha sido retirado. En el lugar que ocupaba la silla de ruedas, ahora hay un sillón. La mesita ha sido despejada de todo, excepto la licorera y un cenicero. Un joven lee un libro de poemas sentado en la silla del escritorio. Se pone de pie.
Sgto. Cadwallader:
Hermoso. Oportuno y hermoso. (Cierra el libro y lo devuelve a su lugar en la biblioteca. Luego de observar la habitación, sale a la terraza. Casi al mismo tiempo, ingresa en el estudio un hombre de complexión robusta y mirada impasible. Lleva un maletín en la mano. Deja el maletín en un sillón y mira hacia fuera).
Insp. Thomas:
¡¡¡Sargento Cadwallader!!!
Sgto. Cadwallader:
Buenos días, Inspector Thomas. (Recita). «Estaciones de nieblas y dulces frutos, amigo inseparable del ascendente sol».
Insp. Thomas:
(Que comenzaba a sacarse el abrigo, se detiene, lo mira). ¿Perdón?
Sgto. Cadwallader:
(Con suficiencia). Es un poema de Keats. (El inspector le dirige una mirada hosca, se encoge de hombros, termina de sacarse su abrigo. Toma el maletín). Parece mentira que haga un día tan bonito. Cuando uno piensa lo que nos costó llegar hasta aquí anoche. La peor neblina que he visto en años. (Recita). «La amarilla niebla que frota su espalda contra la ventana»… T.S. Elliot. Por eso, no me sorprende que haya habido tantos accidentes en la carretera de Cardiff.
Insp. Thomas:
Podría haber sido peor.
Sgto. Cadwallader:
Yo no estaría tan seguro. El de Portcawld… menudo accidente. Un muerto y dos niños gravemente heridos. Y la madre llorando destrozada en medio de la carretera. (Recita). «La hermosa doncella se fue llorando»…
Insp. Thomas:
(Interrumpiendo). ¿Han terminado ya con las huellas dactilares?
Sgto. Cadwallader:
Sí, señor. Lo tengo todo aquí. (Va al escritorio, toma una carpeta y la abre).
Insp. Thomas:
(Se sienta al escritorio, dejando su maletín debajo). ¿Hubo problemas para tomar las huellas dactilares a las personas de la casa?
Sgto. Cadwallader:
Ninguno. Cooperaron de muy buena gana, como no podía ser de otro modo.
Insp. Thomas:
No siempre es así. Me he encontrado con más de uno que se niega. (Respira hondo, estira sus brazos y continúa estudiando la carpeta). Veamos, el Señor Warwick es el difunto. La Señora Laura Warwick, su esposa. La señora mayor Warwick, su madre. El joven Jan Warwick, la Señorita Bennet y… ¿quién es éste? ¡¡Ah, Angell!!, su asistente, ¿no es así? Hay otros dos juegos de huellas. Veamos… En la parte exterior de la ventana, en la licorera, en la copa de coñac, huellas del difunto, de Angell y de la Señora Laura Warwick, en el encendedor… y en la pistola. Éstas son las de ese Michael Starkwedder. Le sirvió coñac a la Señora Warwick y fue él quien trajo la pistola desde el jardín.
Sgto. Cadwallader:
(Refunfuñando) Sí. El Señor Michael Starkwedder.
Insp. Thomas:
¿No le cae bien?
Sgto. Cadwallader:
¿Qué hacía aquí? Eso, me gustaría saber. ¡¡Atascarse en una zanja, justo enfrente de la casa donde se ha cometido un asesinato!!
Insp. Thomas:
(Mirándolo). Anoche, usted casi metió el coche en una zanja de camino a esta casa, en la que se había producido un asesinato. En cuanto a lo que hace aquí, lleva alrededor de una semana buscando una casa. (El sargento no parece muy convencido, el inspector añadiendo en tono irónico). Parece que su abuela era galesa y que de pequeño solía venir aquí a pasar las vacaciones.
Sgto. Cadwallader:
(Más tranquilo). Ah, sí. Si su abuela era galesa, es otra cosa. (Se dirige al sillón, se sienta y declama). «Un camino lleva a Londres, el otro a Gales. El mío, lleva al mar, junto a las blancas velas oscilantes». Un gran poeta, John Masfield. Muy subestimado.
Insp. Thomas:
(Abre la boca como para quejarse, luego sonriendo). En cualquier momento, llegará el informe de Starkwedder desde Abadán. ¿Tiene sus huellas para compararlas?
Sgto. Cadwallader:
Envié a Jones a la fonda donde pasó la noche, pero se había ido al taller donde repararon su coche. Jones llamó al taller, habló con él y le pidió que se presentara en la comisaría lo antes posible.
Insp. Thomas:
Bien. Aquí hay un segundo grupo de huellas no identificadas. La palma de la mano de un hombre sobre la mesa que había junto al cadáver, e impresiones borrosas tanto en el interior como en el exterior del ventanal.
Sgto. Cadwallader:
(Chasqueando los dedos). Apostaría que son de MacGregor.
Insp. Thomas:
Sí, puede ser. Pero no estaban en la pistola. Cualquiera que utilice una pistola para matar a alguien es, sin duda, suficientemente sensato como para ponerse guantes.
Sgto. Cadwallader:
No lo sé. Un tipo desequilibrado como ese MacGregor, desquiciado tras la muerte de su hijo, no pensaría en ello.
Insp. Thomas:
Bueno, pronto nos enviarán una descripción de ese MacGregor desde Norwich.
Sgto. Cadwallader:
Es una historia triste, como quiera que se la mire. Un hombre, su mujer fallecida recientemente, y su único hijo muerto por conducción peligrosa.
Insp. Thomas:
Si es que hubo conducción peligrosa. En tal caso, habrían condenado a Warwick por homicidio culposo, o al menos por conducción peligrosa. De hecho, ni siquiera le retiraron el carnet de conductor. (Abre el maletín y extrae la pistola).
Sgto. Cadwallader:
A veces, se miente en forma peligrosa. (Recita). «Señor, Señor, hasta qué punto está el mundo volcado a la mentira»… Shakespeare. (El inspector lo mira y el sargento recobra la compostura).
Insp. Thomas:
(Murmura). La palma de la mano de un hombre sobre la mesa. (Camina hacia la mesa con el arma en la mano). ¡¡Qué extraño!!
Sgto. Cadwallader:
Tal vez, hayan tenido invitados en la casa.
Insp. Thomas:
Tal vez, pero si mal no recuerdo, la Señora Warwick dijo que ayer no recibieron visitas. Puede que ese asistente, Angell, pueda decirnos algo más. Vaya a buscarlo, ¿quiere?
Sgto. Cadwallader:
Sí, señor.
Insp. Thomas:
(Una vez a solas, examina el arma. Se dirige al ventanal, examina las cerraduras, mira a derecha e izquierda. En ese momento regresa el sargento con Angell, quien viste saco de alpaca gris, camisa blanca, corbata negra y pantalones a rayas). ¿Es Usted Henry Angell?
Angell:
Sí, señor.
Insp. Thomas:
(Señalando el sofá). Siéntese allí, por favor. (Angell obedece). Bien. Era el enfermero y asistente del señor Richard Warwick. ¿Durante cuánto tiempo?
Angell:
(En actitud correcta, pero su mirada es furtiva). Durante tres años y medio, señor
Insp. Thomas:
¿Le gustaba su trabajo?
Angell:
No tenía motivos de quejas, señor.
Insp. Thomas:
¿Cómo era trabajar para el Señor Warwick?
Angell:
Bueno, era difícil.
Insp. Thomas:
Pero tenía sus ventajas, ¿verdad?
Angell:
(admite). Sí, señor. Tenía un salario excelente.
Insp. Thomas:
Y eso, le compensaba los inconvenientes, ¿no es así?
Angell:
Sí, señor. Intento ahorrar algún dinero.
Insp. Thomas:
(Sentándose en el sillón y dejando el arma sobre la mesa, junto a la silla). ¿Qué hacía antes de ser contratado por el Señor Warwick?
Angell:
La misma clase de trabajo, señor. Puedo enseñarle mis referencias. Nunca se han quejado de mi labor. He tenido algunos patrones, o pacientes, verdaderamente difíciles. Tuve un patrón que ahora es paciente voluntario en un siquiátrico. Una persona realmente muy difícil. (Bajando la voz). ¡¡Drogas!!
Insp. Thomas:
Ya. Supongo que el Señor Warwick, no consumía drogas.
Angell:
No, señor. Su único refugio era el coñac.
Insp. Thomas:
Lo tomaba en abundancia, ¿no es así?
Angell:
Sí, señor. Bebía mucho, pero no era un alcohólico, si sabe lo que quiero decir. Nunca perdía el control.
Insp. Thomas:
(Haciendo una pausa). ¿Y qué es esa historia de armas y disparos contra animales?
Angell:
Bueno, era su pasatiempo, señor. Lo que en la profesión, lo llamamos un compensación. Tengo entendido, que en su época era un gran cazador. (Señala hacia el interior de la casa). Menudo arsenal tenía en su dormitorio. Rifles, escopetas, pistolas y revólveres.
Insp. Thomas:
Ya veo. Bien, eche un vistazo a esa pistola. (Angell se acerca a la mesa y de pronto, vacila). No pasa nada. Puede sostenerla sin miedo. (Angell toma el arma con cautela). ¿La reconoce?
Angell:
Es difícil decirlo, señor. Parece una de las del señor Warwick, pero no sé mucho acerca de armas de fuego. No podría decirle con certeza qué arma tenía anoche en la mesa junto a él.
Insp. Thomas:
¿No tenía la misma cada noche?
Angell:
Oh, no, tenía sus caprichos, señor. Las cambiaba continuamente. (Devolviendo el arma al inspector).
Insp. Thomas:
¿De qué le podía servir un arma anoche, con tanta neblina?
Angell:
Era un hábito, señor. Podríamos decir que estaba acostumbrado a ello.
Insp. Thomas:
Bien, vuelva a sentarse, por favor. (Angell lo hace en el extremo del sofá. El inspector estudia el caño del arma y pregunta): ¿Cuándo vio al Señor Warwick, por última vez?
Angell:
Cerca de las diez menos cuarto de anoche, señor. Tenía un botella de coñac y una copa junto a él, y la pistola que había elegido. Le arreglé la manta y le deseé las buenas noches.
Insp. Thomas:
¿Nunca se acostaba?
Angell:
No, señor. No al menos en el sentido habitual del término. Dormía siempre en su silla. A las seis de la mañana le traía el té y después le llevaba al dormitorio, donde se bañaba, afeitaba y luego dormía hasta la hora de la comida. Sufría de insomnio, de modo que prefería quedarse en la silla. Era un hombre bastante excéntrico.
Insp. Thomas:
(Levantándose se dirige a la contraventana, dejando el arma al pasar sobre la mesita. Señalando las ventanas). ¿Y esto estaba cerrado cuando lo dejó?
Angell:
Sí, señor. Anoche había mucha niebla y no quería que entrara en la casa.
Insp. Thomas:
Muy bien, la ventana estaba cerrada. ¿Con pestillo?
Angell:
No, señor. Nunca la cerramos con pestillo.
Insp. Thomas:
Para que pudiera abrirla si quería, ¿no?
Angell:
Así es, señor. Podía acercarse en su silla de ruedas y abrir la contraventana si se disipaba la niebla.
Insp. Thomas:
(Pensativo, hace una pausa). ¿No oyó un disparo anoche?
Angell:
No, señor.
Insp. Thomas:
¿No le parece extraño?
Angell:
En realidad, no señor. Verá, mi habitación está lejos. Al otro lado de un pasillo y una puerta de doble paño, en el otro extremo de la casa.
Insp. Thomas:
¿No le parece un poco incómodo, si su patrón lo necesitaba?
Angell:
Oh, no, señor. Tenía un timbre que sonaba en mi habitación.
Insp. Thomas:
¿Y anoche no tocó ese timbre en ningún momento?
Angell:
No, señor. Si lo hubiera hecho, me hubiera despertado de inmediato. Es, si me permite decirlo, un timbre muy fuerte, señor.
Insp. Thomas:
(Inclinándose sobre el brazo del sofá, como para plantear el tema de forma diferente. Y con tono de impaciencia controlada). ¿Usted…? (Lo interrumpe el timbre del teléfono. Mira al sargento esperando que atienda, pero éste se encuentra abstraído, con los ojos abiertos y moviendo los labios sin emitir ningún sonido. De pronto, el sargento reparando que lo miraba y que el teléfono suena, se dirige hacia el escritorio).
Sgto. Cadwallader:
Lo siento, señor, pero se me estaba ocurriendo un poema. (Contesta el teléfono). Sargento Cadwallader… ¡Ah, sí, desde luego!… Es la policía de Norwich, señor.
Insp. Thomas:
Sí él habla… Lo tengo, de acuerdo… Sí… Calgary, sí… Sí, la tía, ¿cuándo murió?…¿dos meses?… Sí, ya veo… Dieciocho, calle Cuarenta y Cuatro, Calgary (haciéndole gestos al Sargento para que anote)… Sí,… Lo era, claro… Sí, despacio… (vuelve a mirar al Sargento) estatura mediana… ojos café… cabello y barba rubios… Sí, lo que tú digas, tú recuerdas el caso… Ah, ya lo había hecho, ¿verdad?…¿un tipo violento?… Sí… ¿Me lo envías?… Bien, gracias… ¿Cuál es tu opinión?… Sí, sí, conozco la sentencia, pero ¿qué te pareció a ti?… Ah, ya lo había hecho, ¿no es así?… Una o dos veces previamente… Sí, claro, harías alguna concesión… Muy bien, gracias. (Colgando el auricular, al Sargento). Bien, ya tenemos parte de la información sobre MacGregor. Parece que cuando murió su mujer, regresó a Inglaterra desde Canadá para dejar a su hijo con una tía de su esposa, pues acababa de conseguir un empleo en Alaska y no podía llevarse al niño con él. Aparentemente, la muerte del niño le destrozó y juró vengarse de Warwick. No es tan raro después de un accidente así. De todos modos, regresó a Canadá. Tiene su dirección y enviarán un cable a Calgary. La tía con la que iba a dejar el niño, murió hace dos meses. (Volviéndose hacia Angell). Usted ya estaba aquí en ese entonces, ¿no es verdad? Cuando ocurrió el accidente de tránsito en el que murió un niño atropellado. (El inspector se acerca a Angell, el sargento se sienta en la silla del escritorio). ¿Qué fue lo que sucedió? Hábleme del accidente.
Angell:
El señor Warwick conducía por la carretera y un niño salió corriendo de una casa, o puede que de una fonda. Sí, creo que de una fonda. Era imposible frenar, el señor Warwick lo atropelló irremediablemente.
Insp. Thomas:
Conducía a mucha velocidad, ¿verdad?
Angell:
Oh, no, señor. Eso quedó muy claro en la investigación, el señor Warwick iba por debajo del límite de velocidad.
Insp. Thomas:
Al menos, eso fue lo que dijo.
Angell:
Era la verdad, señor. La enfermera Warburton estaba en el coche y corroboró su versión.
Insp. Thomas:
(Yendo a un extremo del sofá). ¿Miró el velocímetro en ese momento?
Angell:
(Suavemente). Si no recuerdo mal, sí que lo vio. Iban a 40 kilómetros por hora. El señor Warwick fue sobreseído.
Insp. Thomas:
Pero el padre del niño no estuvo de acuerdo.
Angell:
Es normal, señor.
Insp. Thomas:
¿El señor Warwick, había estado bebiendo?
Angell:
(Evasivo). Creo que había tomado una copa de coñac, señor.
Insp. Thomas:
(Yendo hacia el ventanal). Bueno, creo que es suficiente por ahora.
Angell:
(Sale y al llegar a la puerta, se vuelve). Disculpe, señor. ¿Mataron al Señor Warwick con su propia pistola?
Insp. Thomas:
(Volviéndose hacia él). Aún no lo sabemos. Quienquiera que le disparó, chocó con el señor Starkwedder, que subía hacia la casa en busca de ayuda para su vehículo atascado. En la colisión, el hombre dejó caer una pistola. El señor Starkwedder la recogió. Esta pistola. (Señalándola sobre la mesa).
Angell:
(Volviendo hacia la puerta). Comprendo, señor. Gracias.
Insp. Thomas:
Por cierto, ¿recibieron alguna visita ayer por la noche?
Angell:
(Reflexiona un momento). No que recuerde ahora mismo, señor. (Sale de la habitación).
Insp. Thomas:
(Regresando al escritorio). Si quiere saber mi opinión, ése es un mal tipo. No es nada en particular, pero me da mala espina.
Sgto. Cadwallader:
Comparto su opinión. No es alguien en quien confiaría, y si me apura, diría que hay algo sospechoso acerca de ese accidente. (Advierte que el inspector está parado a su lado, se para rápidamente. El inspector toma las notas que escribía Cadwallader y las examina).
Insp. Thomas:
Ahora me pregunto si Angell sabe algo más acerca de anoche, que no nos haya contado… ¿Qué es esto?: «La niebla llega en noviembre, pero pocas veces en diciembre». ¡¡Esto no es Keats!!
Sgto. Cadwallader:
(Orgulloso). No, es Cadwallader. Lo escribí yo. (El inspector le devuelve la libreta con brusquedad).
Srta. Bennet:
(Entra en la habitación y cierra la puerta con suavidad). La Señora Warwick está ansiosa por verle. Quiero decir, la madre del Señor Warwick. Aunque no lo reconozca, creo que no está muy bien de salud, así que por favor sea amable con ella. ¿La verá usted?
Insp. Thomas:
Sí, por supuesto. Dígale que pase. (La Señorita Bennet, hace señas e ingresa la Señora Warwick).
Srta. Bennet:
Todo está bien, Señora Warwick. (Abandona la habitación).
Insp. Thomas:
Buenos días, señora.
Sra. Warwick:
(No responde al saludo y va directamente al grano). ¿Inspector, ha hecho algún progreso?
Insp. Thomas:
Es muy pronto para decirlo, señora, pero no le quepa la menor duda de que estamos haciendo todo cuanto está a nuestro alcance.
Sra. Warwick:
(Sentándose el sofá y apoyando el bastón en uno de sus brazos). Ese hombre, MacGregor, ¿ha sido visto por aquí? ¿Alguien lo ha identificado?
Insp. Thomas:
Lo estamos investigando. Pero hasta ahora, no hay ningún dato sobre un extraño en la zona.
Sra. Warwick:
Ese pobre niño, el que atropelló Richard, quiero decir. Supongo que el padre se desquició, me dijeron que se mostraba muy violento por aquella época. Tal vez sea normal, pero…¡¡¡dos años después!!!… parece increíble.
Insp. Thomas:
Sí, es mucho tiempo para esperar.
Sra. Warwick:
Pero era un escocés, por supuesto. Un MacGregor. Gente obstinada los escoceses.
Sgto. Cadwallader:
¡¡Desde luego!! Hay pocas visiones más impresionantes que un escocés en acción. (Se calla al observar la mirada furiosa del inspector).
Insp. Thomas:
¿Su hijo no recibió ninguna advertencia? ¿Ninguna carta de amenaza? ¿Nada por el estilo?
Sra. Warwick:
No; estoy segura de que no recibió nada. Richard me lo hubiera contado, le hubiera hecho reír.
Insp. Thomas:
¿No se lo hubiera tomado en serio?
Sra. Warwick:
Richard siempre se reía del peligro.
Insp. Thomas:
Después del accidente, ¿su hijo le ofreció alguna compensación al padre de la criatura?
Sra. Warwick:
Por supuesto. Richard, no era un hombre malo. Pero fue rechazada. Rechazada con indignación, diría yo.
Insp. Thomas:
Comprendo.
Sra. Warwick:
Tengo entendido que la esposa de MacGregor había fallecido. El niño, era todo lo que le quedaba en el mundo. Realmente fue una tragedia.
Insp. Thomas:
Pero, en su opinión, no fue culpa de su hijo, ¿verdad? (Ante el silencio de la Señora Warwick, el inspector insiste). No fue culpa de su hijo, ¿verdad?
Sra. Warwick:
(Permanece unos instantes en silencio). Le he oído.
Insp. Thomas:
¿Tal vez, no está de acuerdo?
Sra. Warwick:
(Avergonzada). Richard bebía demasiado. Y, por supuesto, aquel día había estado bebiendo.
Insp. Thomas:
(Insinuando). ¿Una copa de coñac?
Sra. Warwick:
(Ríe amargamente). ¡¡Una copa de coñac!!… Había estado bebiendo mucho. Bebía en gran cantidad. Esa licorera de allí… Se la llenaban cada noche y, casi siempre, estaba vacía por la mañana.
Insp. Thomas:
(Sentándose en el escabel). Así que usted cree que su hijo tuvo la culpa del accidente.
Sra. Warwick:
Por supuesto que la tuvo. Nunca tuve la menor duda al respecto.
Insp. Thomas:
Pero fue exculpado.
Sra. Warwick:
(Riendo con amargura). La enfermera que iba en el coche con él, esa tal Warburton, era una ingenua y adoraba a Richard. Además, no me sorprendería que él la hubiera recompensado generosamente por su testimonio.
Insp. Thomas:
(Bruscamente). ¿Lo sabe con certeza?
Sra. Warwick:
(En el mismo tono). No sé nada, pero saco mis propias conclusiones. (El inspector se dirige hacia el sargento y toma sus notas). Le digo todo esto ahora, porque usted quiere la verdad, ¿no es así? Quiere estar seguro de que existían motivos suficientes para que el padre de aquel niño cometiera un asesinato. Pues bien, en mi opinión los había. Sencillamente, jamás pensé que después de tanto tiempo… (Su voz se debilita hasta apagarse).
Insp. Thomas:
(Levantando la vista de las notas). ¿No oyó nada anoche?
Sra. Warwick:
Estoy un poco sorda, ya sabe. No supe que había ocurrido algo, hasta que escuché a los demás hablando y pasando por delante mi puerta. Bajé, y Jan dijo: «Han matado a Richard». Al principio pensé… (se pasa una mano por los ojos) pensé que era una broma.
Insp. Thomas:
¿Jan es su hijo menor?
Sra. Warwick:
No es mi hijo. Me divorcié de mi esposo hace muchos años. Él se volvió a casar. Jan es hijo de su segundo matrimonio. (Hace una pausa). Parece más complicado de lo que es. Cuando sus padres murieron, el niño vino a parar aquí. Richard y Laura se acababan de casar. Laura siempre ha sido muy buena con el medio hermano de Richard, ha sido como una hermana mayor para él.
Insp. Thomas:
Lo comprendo. Pero volviendo a su hijo Richard…
Sra. Warwick:
Quería mucho a mi hijo, inspector, pero eso no me impedía ver sus defectos, que en gran medida, se debían al accidente que le dejó lisiado. Era un hombre orgulloso que amaba la vida al aire libre, y tener que hacer una vida de inválido era mortificante para él. Por decirlo de alguna manera, no mejoró su carácter.
Insp. Thomas:
Entiendo. En su vida matrimonial, ¿era feliz?
Sra. Warwick:
No tengo la menor idea. ¿Hay algo más que desee saber, inspector?
Insp. Thomas:
No, gracias, Señora Warwick. Pero me gustaría hablar con la Señorita Bennet.
Sra. Warwick:
(Poniéndose de pie y yendo hacia la puerta acompañada por el sargento). Sí, por supuesto. La Señorita Bennet, la llamamos Benny, es la persona que más podrá ayudarle, es muy práctica y eficiente.
Insp. Thomas:
¿Lleva mucho tiempo con usted?
Sra. Warwick:
Oh sí, muchos años. Cuidó a Jan cuando era pequeño, y antes de eso, también nos ayudó con Richard. Se ocupó de todos nosotros, es una persona muy fiel. (Sale de la habitación).
Sgto. Cadwallader:
(Después que cerrar la puerta). Así que Richard Warwick era un bebedor, ¿eh? No es la primera vez que lo oigo decir, ¿sabe? Y todas esas pistolas y rifles… Un poco tarambana, si quiere saber mi opinión.
Insp. Thomas:
Tal vez. (Suena el teléfono, esperando que atienda el sargento, le echa una mirada elocuente, pero el sargento está absorto en sus notas, ajeno al sonido. Al cabo de un instante, el inspector suspira, se dirige al escritorio y atiende). Sí. Sí, yo mismo. ¿Ha llegado Starkwedder? ¿Le han tomado las huellas?…Bien, sí… Bueno, díganle que espere… Sí, estaré allí en media hora. Quiero hacerle una cuantas preguntas más… Sí, adiós. (La Señorita Bennet ha entrado en la habitación y aguarda junto a la puerta).
Srta. Bennet:
¿Si? ¿Quería hacerme algunas preguntas? Tengo mucho trabajo esta mañana.
Insp. Thomas:
Sí, Señorita Bennet. Quiero que me cuente su versión del accidente de Norfolk, el que acabó con la vida de aquel niño.
Srta. Bennet:
¿El hijo de MacGregor?
Insp. Thomas:
Sí, el mismo. Me han dicho que ayer recordó rápidamente su nombre.
Srta. Bennet:
Así es, tengo buena memoria para los nombres.
Insp. Thomas:
Y sin duda, el suceso le dejó algunas impresiones. Pero usted no estaba en el coche, ¿verdad?
Srta. Bennet:
(Dirigiéndose al sofá) No. Yo no estaba en el coche, sino la enfermera que el Señor Warwick tenía por aquel entonces. La enfermera Warburton.
Insp. Thomas:
¿La interrogaron a usted durante la investigación?
Srta. Bennet:
No. Pero Richard nos lo contó al volver. Dijo que el padre del niño lo había amenazado, que había dicho que se lo haría pagar. No lo tomamos en serio, por supuesto.
Insp. Thomas:
¿Se formó alguna impresión particular respecto del accidente?
Srta. Bennet:
No sé a qué se refiere.
Insp. Thomas:
(La observa unos instantes). Quiero decir, que si piensa que ocurrió porque el Señor Warwick había estado bebiendo.
Srta. Bennet:
(Haciendo un gesto desdeñoso). Oh, supongo que su madre le dijo eso. Pues bien, no debe creer todo lo que le diga. Tiene prejuicios contra la bebida. Su marido, el padre de Richard bebía.
Insp. Thomas:
Entonces, usted cree que la versión de Richard Warwick era verdad, que conducía dentro del límite de velocidad establecido y que no pudo evitar el accidente.
Srta. Bennet:
No veo por qué debo dudar de ello. La enfermera Warburton confirmó su relato.
Insp. Thomas:
¿Y se podía confiar en su palabra?
Srta. Bennet:
(Ofendida). No veo por qué no. Después de todo, la gente no va por ahí diciendo mentiras… no sobre cosas tan importantes, ¿no cree?
Sgto. Cadwallader:
¿Es eso cierto? ¡¡Vaya!! Por la manera como hablan en ocasiones, se diría que no sólo estaban dentro del límite de velocidad, sino que además, circulaban marcha atrás.
Insp. Thomas:
(Gira lentamente y mira al sargento, la Señorita Bennet también lo mira. Cadwallader, avergonzado, baja la vista hacia sus notas). Lo que intento decir, es esto: en el dolor y la tensión del momento, es fácil que un hombre amenace con vengarse por un accidente que ha segado la vida de su hijo. Pero, si lo piensa, si las cosas son como se han explicado, sin duda habría llegado a la conclusión de que el accidente no había sido culpa de Richard.
Srta. Bennet:
Ah, ya entiendo.
Insp. Thomas:
(Paseándose por la habitación). Pero si conducía el coche de manera errática y por encima del límite de velocidad; si el coche avanzaba, digámoslo así, fuera de control…
Srta. Bennet:
¿Laura le dijo eso?
Insp. Thomas:
(Gira y la mira con sorpresa). ¿Qué le hace pensar que me lo dijo ella?
Srta. Bennet:
No lo sé. Simplemente lo preguntaba. (Con expresión confundida, mira su reloj). ¿Eso es todo? Esta mañana tengo mucho que hacer. (Se levanta y se dirige hacia la puerta).
Insp. Thomas:
Me gustaría hablar con el joven Jan.
Srta. Bennet:
(Con aspereza). Oh, está bastante alterado. Le estaría agradecida si no hablara con él. Apenas he conseguido que se calme un poco.
Insp. Thomas:
Lo siento, pero me temo que tendremos que hacerle un par de preguntas.
Srta. Bennet:
(Acercándose al inspector). ¿Por qué no encuentra a ese MacGregor y lo interroga? No puede andar muy lejos.
Insp. Thomas:
Lo encontraremos, no se preocupe.
Srta. Bennet:
Eso espero. La venganza no es de cristianos.
Insp. Thomas:
Desde luego. (Con elocuencia). Sobre todo cuando el accidente no fue culpa del Señor Warwick y no se pudo evitar. (La Señorita Bennet lo mira con dureza. Silencio). Me gustaría hablar con Jan, por favor.
Srta. Bennet:
No sé si lo encontraré. Puede haber salido. (Sale de la habitación. El inspector le hace una seña a Cadwallader, y éste la sigue, de pronto ella vuelve a entrar). No lo agobien. No agobien al muchacho, inspector. Se altera fácilmente. Es muy temperamental.
Insp. Thomas:
(La contempla). ¿Alguna vez se pone violento?
Srta. Bennet:
No, claro que no. Es un chico muy dulce. Muy dócil. Sencillamente, quise decir que podrían ponerlo nervioso. No es bueno que un muchacho se mezcle en un asesinato. Porque, en realidad, no es más que eso: un niño.
Insp. Thomas:
(Sentándose en la silla del escritorio). No tiene por qué preocuparse Señorita Bennet, se lo aseguro. Comprendemos la situación.
Jan:
(Se abre la puerta y entra el sargento con Jan, que se acerca al inspector). ¿Me busca a mí? ¿Lo han agarrado ya? ¿Tiene sangre en la ropa?
Srta. Bennet:
Jan, compórtate. Responde a las preguntas que te haga este caballero.
Jan:
(Girando primero hacia la Señorita Bennet y luego hacia el inspector). Oh, sí lo haré. ¿Pero yo no puedo hacer ninguna pregunta?
Insp. Thomas:
(En tono cariñoso). Por supuesto que puedes hacerlas.
Srta. Bennet:
(Sentándose en el sofá). Esperaré aquí mientras lo interrogan.
Insp. Thomas:
(Se pone de pie, se dirige hacia la puerta, con firmeza). No, gracias, Señorita Bennet. No la necesitaremos. Además… ¿no dijo que tiene mucho que hacer esta mañana?
Srta. Bennet:
Preferiría quedarme.
Insp. Thomas:
(En tono severo). Lo siento. Siempre hablamos con las personas a solas. (La Señorita Bennet, da un suspiro de fastidio, se levanta y sale. El inspector la acompaña hasta la puerta. Regresando, se dirige a Jan). No creo que hayas estado antes en relación directa con un asesinato, ¿verdad?
Jan:
(Ansioso). No, nunca. Es muy emocionante, ¿verdad? (Se arrodilla en el escabel). ¿Tienen pistas, huellas, manchas de sangre o algo así?
Insp. Thomas:
(Sonriendo en forma afable). Pareces muy interesado por la sangre.
Jan:
Lo estoy. Me gusta la sangre. Es un color hermoso, ¿no?… Un rojo tan intenso… (Se levanta y camina nervioso hasta el extremo del sofá y se sienta). Richard disparaba contra cosas, y luego sangraban. Es muy gracioso, ¿verdad? Quiero decir que es gracioso que Richard que siempre disparaba contra cosas, haya sido el blanco de un disparo. ¿No le parece gracioso?
Insp. Thomas:
(Con tono suave y algo seco). Supongo que tiene su lado cómico… ¿Te entristece la muerte de tu hermano, quiero decir, tu medio hermano?
Jan:
(Parece sorprendido). ¿Entristecerme?… ¿Por qué habría de entristecerme?
Insp. Thomas:
Bueno, pensé que tal vez… lo querías mucho.
Jan:
(Asombrado). ¡¡Quererlo!!!… A Richard nadie podía quererlo.
Insp. Thomas:
Pero supongo que su esposa sí lo quería.
Jan:
(Otro gesto de sorpresa). ¿Laura?… No, no lo creo. Siempre se ponía de mi lado.
Insp. Thomas:
¿De tu lado? ¿Qué quieres decir?
Jan:
(De pronto parece asustado). Sí, sí. Cuando Richard querían que me enviaran fuera.
Insp. Thomas:
¿Qué te enviaran fuera?
Jan:
A uno de esos lugares… Ya sabe, donde te encierran y no te dejan salir. Dijo que, quizás Laura iría a verme a veces. (Tiembla un poco, mirando al sargento). No me gustaría que me encerraran. Odiaría que lo hicieran. (Se dirige hacia el ventanal y habla desde allí). Me gusta mi ventana abierta, y mi puerta, y saber que siempre puedo salir. Pero, ya nadie puede encerrarme, ¿verdad?
Insp. Thomas:
No, muchacho. No lo creo.
Jan:
Ya no, ahora que Richard ha muerto.
Insp. Thomas:
¿Así que Richard quería hacerte encerrar?
Jan:
Laura dice que sólo me lo decía para tomarme el pelo. Dijo que eso era todo, y que no tenía que temer, que mientras ella estuviese aquí no permitiría que me encerraran. (Se sienta sobre el brazo derecho del sofá). Quiero a Laura. La quiero muchísimo. La pasamos muy bien juntos. Buscamos mariposas y huevos de pájaros y jugamos juntos. Escrabel, ¿lo conoce?, es un juego inteligente, y a otros juegos de cartas. Sí, es muy divertido hacer cosas con Laura.
Insp. Thomas:
(Se acerca a él y le pregunta en tono afable). Supongo que no recuerdas nada sobre accidente en Norfolk, ¿verdad? Cuando atropellaron a un niño.
Jan:
(Alegremente). Oh, sí lo recuerdo. Interrogaron a Richard.
Insp. Thomas:
¿Qué más recuerdas?
Jan:
Ese día comimos salmón. Richard y Warby volvieron juntos. Warby estaba un poco aturdida, pero Richard se estaba riendo.
Insp. Thomas:
¿Warby?… ¿Te refieres a la enfermera Warburton?
Jan:
Sí, Warby. No me gustaba mucho. Pero ese día Richard estaba tan encantado con ella que no dejaba de repetir: «Muy buena actuación, Warby». (Se abre la puerta y entra Laura). Hola Laura.
Laura:
(Al inspector). ¿Interrumpo?
Insp. Thomas:
No, claro que no, Señora Warwick. ¿Quiere sentarse? (Laura avanza y se sienta en el extremo del sofá).
Laura:
Jan… (Se interrumpe).
Insp. Thomas:
Le estaba preguntando, si recordaba algo del accidente de Norfolk. En el que murió el niño MacGregor.
Laura:
¿Lo recuerdas Jan?
Jan:
¡Claro que lo recuerdo! Lo recuerdo todo. Ya se lo he dicho, ¿no es así?
Insp. Thomas:
(No le responde a Jan, se vuelve hacia Laura). ¿Qué sabe usted del accidente, Señora Warwick? ¿Se discutió aquel día a la hora de la comida, cuando su esposo volvió del interrogatorio?
Laura:
No lo recuerdo.
Jan:
(Levantándose de golpe y acercándose a ella). Oh, claro que lo recuerdas Laura. ¿Acaso no recuerdas cuando Richard dijo que un mocoso más o menos en el mundo no tenía importancia?
Laura:
(Se pone de pie, al inspector). Por favor…
Insp. Thomas:
No pasa nada, Señora Warwick. Es importante que lleguemos a la verdad de aquel accidente. Después de todo, presumiblemente es la causa de lo que ocurrió aquí anoche.
Laura:
(Cruza la habitación y se sienta en otro sofá, suspirando). Oh, sí. Lo sé.
Insp. Thomas:
Según su suegra, ese día su esposo había estado bebiendo.
Laura:
Supongo que sí. No me extrañaría.
Insp. Thomas:
(Se sienta en el extremo del sofá). ¿Llegó a conocer o ver a MacGregor?
Laura:
No. No estuve en los interrogatorios.
Insp. Thomas:
Parece que amenazó con vengarse.
Laura:
(Esboza una sonrisa triste). Debió afectarle la razón, supongo.
Jan:
(Cada vez más nervioso, se acerca a ellos). Si tuviese un enemigo, haría exactamente lo mismo. Esperaría largo rato, y luego me acercaría cautelosamente en la oscuridad con mi pistola y después… (Dispara con un arma imaginaria). ¡Pum, pum, pum!
Laura:
¡Cállate, Jan!
Jan:
(Parece entristecido). ¿Estás enojada conmigo, Laura?
Laura:
No cielo. No estoy enojada, pero intenta no alterarte tanto.
Jan:
No estoy alterado.
(Se oyen voces en el pasillo).
Michael:
Buenos días, Señorita Bennet. ¿Dónde está el Inspector Thomas? Quisiera hablar con él. ¿Está ahí dentro?
Srta. Bennet:
Buenos días agente. Ambos están ahí adentro. No sé qué está pasando.
Voz del Agente:
He traído esto para el inspector. Tal vez, pueda dárselo al Sargento Cadwallader.
Laura:
¿Qué pasa?
Insp. Thomas:
(Acercándose a la puerta). Parece que el Señor Starkwedder ha vuelto.
(Se abre la puerta y entra Michael. El sargento aprovecha y sale para hablar con el agente. Jan, se hunde en el sillón y observa todo lo que ocurre).
Michael:
Mire, no puedo perder todo el día en la comisaría, les he dado mis huellas y he insistido en que me trajeran aquí; tengo que cosas que hacer, tengo dos citas con un agente inmobiliario. (De pronto ve a Laura). Oh,… buenos días, Señora Warwick. Siento muchísimo lo ocurrido.
Laura:
(Con aire distante). Buenos días.
Insp. Thomas:
(Acercándose a la silla junto al sillón). Señor Starkwedder, ¿no apoyaría anoche por casualidad la mano en esta mesa y después empujaría la ventana para abrirla?
Michael:
(Se acerca a él). No lo sé. Es posible, ¿es importante? No lo recuerdo. (Entra el sargento con una carpeta en la mano. Se acerca al inspector).
Sgto. Cadwallader:
Aquí están las huellas del Señor Starkwedder, las traído un agente junto con el informe de balística.
Insp. Thomas:
Vamos a ver… La bala que mató a Richard Warwick, procedía de esta pistola. En cuanto a las huellas, pronto lo averiguaremos. (Se acerca a la silla junto al escritorio y estudia el informe).
Jan:
(Transcurridos unos instantes). Usted acaba de regresar de Abadán, ¿verdad? ¿Cómo es?
Michael:
Muy caluroso. (Volviéndose a Laura). ¿Cómo se encuentra hoy, Señora Warwick? ¿Está mejor? (Se acerca a un extremo del sofá para sentarse).
Laura:
Sí, gracias. He superado el shock.
Michael:
Bien.
Insp. Thomas:
(Acercándose a Michael). Sus huellas se encuentran en la ventana, la licorera, la copa y el encendedor, pero las huellas de la mesa no son suyas, se trata de huellas desconocidas. Asunto resuelto, entonces. (Mirando a Laura). Dado que no hubo ninguna visita anoche…
Laura:
No.
Insp. Thomas:
Entonces, deben ser de MacGregor.
Michael:
(Con los ojos clavados en Laura). ¿De MacGregor?
Insp. Thomas:
Parece usted sorprendido.
Michael:
Sí, más bien. Quiero decir, que lo normal hubiera sido que llevase guantes.
Insp. Thomas:
(Acercándose al sargento). Tiene razón, utilizó la pistola con guantes.
Michael:
(A Laura). ¿Hubo alguna discusión?… ¿Se oyó algo más aparte del disparo?
Laura:
(Esforzándose por responder). Yo… Benny y yo sólo oímos el disparo, pero de todos modos, no hubiésemos escuchado nada desde arriba.
(El sargento. Cadwallader observa el jardín, y al ver que alguien se acerca se aposta cerca del ventanal. Por él entra Julian Farrar, hombre atractivo de cierto aire militar. Se detiene con aire preocupado. Jan, es el primero en descubrir su presencia).
Jan:
¡¡Julian!!, ¡¡Julian!!
Julian:
(Mira a Jan, luego a Laura). Laura, acabo de enterarme. Lo… lo siento muchísimo.
Insp. Thomas:
Buenos días, Mayor Farrar.
Julian:
(Volviéndose hacia éste). ¡Qué asunto tan extraño!, pobre Richard.
Jan:
(Explica emocionado). Estaba aquí en la silla de ruedas. Tenía el cuerpo encogido y un trozo de papel sobre el pecho. ¿Sabes qué decía?… «Cuenta saldada». ¡¡Qué emocionante!!, ¿verdad?
Julian:
(Pasa por delante de él y mira inquisidoramente a Michael). Sí, claro que es emocionante.
Insp. Thomas:
(Presenta a ambos hombres). Éste es el Señor Starkwedder. El Mayor Farrar, que podría ser nuestro próximo diputado, ya ha presentado su candidatura para el escaño.
Michael:
(Se levanta y estrecha la mano de Julian. El inspector le hace una seña al sargento para que se acerque). El coche se me atascó en la cuneta y me acerqué a la casa para llamar por teléfono y pedir ayuda. Un hombre salió corriendo de la casa y casi me derribó.
Julian:
¿En qué dirección huyó?
Michael:
No tengo ni idea. Se desvaneció en la niebla como por arte de magia.
Jan:
(Arrodillado en el escabel, Michael da media vuelta para mirarlo). Ya le dijiste a Richard que algún día lo matarían, ¿verdad, Julian? (Se hace un silencio y todos observan a Julian).
Julian:
(Con brusquedad). ¿Ah, sí? No lo recuerdo.
Jan:
Sí que lo dijiste. Una noche durante la cena. Ya sabes, tú y Richard estaban discutiendo por algo, y tú dijiste: «Uno de estos días, alguien te meterá una bala en la cabeza».
Insp. Thomas:
Una profecía extraordinaria.
Julian:
(Sentándose en un extremo del escabel). Bueno, Richard y sus armas eran bastante molestas de por sí, a nadie le gustaban. Por ejemplo, estaba ese hombre, ¿lo recuerdas Laura? El jardinero Griffiths, el que Richard despidió un buen día. Griffiths me dijo en más de una ocasión: «Uno de estos días, mataré al Señor Warwick».
Laura:
¡¡Griffiths no haría algo así!!
Julian:
(Parece arrepentido). No, claro que no. No quería decir eso, simplemente era el tipo de cosa que se decía sobre Richard. (Para ocultar su bochorno, extrae sus cigarrillos. El inspector se sienta en la silla del escritorio, Jan estudia a Michael). Ojalá hubiera estado aquí anoche. Ésa era mi intención.
Laura:
Pero con esa niebla tan horrible, era imposible que vinieras.
Julian:
Sí, los miembros del comité, vinieron a cenar y cuando comenzó a caer la niebla, se marcharon a casa temprano. Pensé entonces en acercarme, pero al final deseché la idea. (Se palpa los bolsillos). ¿Alguien ha visto mi encendedor? Creo que lo he perdido. (Echa un vistazo alrededor y lo descubre sobre la mesita donde Laura lo dejó la noche anterior. Michael lo estudia atentamente, mientras Julian se incorpora y va en su búsqueda). ¡¡Aquí está!! No sabía dónde lo había dejado.
Laura:
Julian…
Julian:
(Le ofrece un cigarrillo). ¿Si? Siento mucho lo sucedido. Si puedo hacer algo…
Laura:
(Mientras Julian le enciende el cigarrillo). Sí, lo sé.
Jan:
¿Sabe disparar, señor Starkwedder? Yo sí, a veces Richard me dejaba probar, sólo a veces, claro, y yo no soy tan bueno como él.
Laura:
(Mientras Jan atrae la atención de Michael, le susurra a Julian). Julian, necesito hablar contigo.
Julian:
(Igualmente, susurrando). ¡Ten cuidado!
Jan:
Era una calibre veintidós. Soy bastante bueno, ¿verdad Julian? (Se levanta y se acerca a Julian). ¿Recuerdas aquella vez que me llevaste al Parque de Diversiones? Tumbé dos botellas, ¿verdad?
Julian:
Por supuesto, muchacho. Tienes buen ojo, y eso es lo importante. También lo tienes para críquet. (Se traslada a un extremo del sofá). Fue un partido sensacional el que jugamos el verano pasado.
Michael:
(Mientras Jan sonríe jubiloso y se sienta en el escabel. El inspector examina los documentos en el escritorio, saca un cigarrillo, a Laura). ¿Le importa si fumo?
Laura:
Por supuesto que no.
Michael:
¿Me permite su encendedor?
Julian:
Claro, aquí tiene.
Michael:
Bonito encendedor. (Laura hace un gesto involuntario, pero se detiene).
Julian:
(Indiferente). Sí, funciona mejor que la mayoría.
Michael:
(Mientras mira de reojo a Laura). Parece… excepcional.
Jan:
(Se levanta del escabel y se sitúa detrás de la silla del inspector). Richard tenía muchas armas. Y tiene una que solía utilizar en África para matar elefantes. ¿Quiere verlas? Están en el dormitorio de Richard, por allí.
Insp. Thomas:
(Incorporándose). Muy bien, vamos a verlas. (Sonriendo a Jan). ¿Sabes?, nos estás ayudando mucho, deberíamos incorporarte al cuerpo de policía. (Apoya una mano en el hombre del muchacho y salen con Jan y el sargento, en la puerta antes de salir). No es necesario que se quede, señor Starkwedder. Puede ocuparse de sus asuntos, pero manténgase en contacto.
Michael:
De acuerdo, inspector. (Se hace un silencio tenso). Bien, supongo que he de comprobar si han logrado sacar mi coche de la cuneta; no pasamos por delante al venir aquí.
Laura:
No. El sendero comienza al otro lado de la carretera.
Michael:
Ya veo. (Se dirige a los ventanales). ¡¡Qué diferente se ve todo a la luz del día!!
Laura:
(Tan pronto Michael sale, se miran ambos). ¡¡Julian!! ¡¡El encendedor!! ¡¡Dije que era mío!!
Julian:
¿Dijiste que era tuyo? ¿Al inspector?
Laura:
No. A él.
Julian:
A ese tipo… (Se calla al ver a Michael pasearse por la terraza). Laura…
Laura:
¡¡Ten cuidado!!… Quizás nos esté escuchando.
Julian:
¿Quién es? ¿Lo conoces?
Laura:
(Va al centro del estudio). No, no lo conozco. Tuvo un accidente con el coche y vino anoche, justo después de…
Julian:
(Rozándole la mano extendida sobre el sofá). No pasa nada, Laura. Sabes que haré todo lo que pueda.
Laura:
Julian… las huellas dactilares.
Julian:
¿Qué huellas?
Laura:
En esa mesa y en el cristal de la ventana. ¿Son tuyas? (Al ver a Michael, cruzarse por la ventana le suelta la mano a Julian y apartándose de él, dice en voz alta). Es muy amable de tu parte, Julian. Estoy convencida de que puedes ayudarnos en muchas cosas. (Michael vuelve a desparecer de la vista). ¿Son tuyas esas huellas dactilares, Julian? Piensa.
Julian:
(Piensa un momento). Las de la mesa, quizás sí.
Laura:
¡¡Dios mío!! ¿Qué vamos a hacer? (Se vuelve a ver a Michael). La policía sospecha de un hombre llamado MacGregor.
Julian:
Muy bien. Es probable que sigan pensando así.
Laura:
Pero imagina…
Julian:
(La interrumpe). Debo marcharme, tengo una reunión. No pasa nada. No te preocupes, yo me ocuparé de que estés bien. (Le da unas palmadas en el hombro y se dirige al ventanal, mientras Laura lo mira sin comprender y casi con desesperación. Al llegar al ventanal, casi choca con Michael, que entra).
Michael:
¿Se marcha usted a alguna parte?
Julian:
Sí. En estos días estoy bastante ajetreado. Las elecciones se celebran dentro de una semana.
Michael:
Perdone mi ignorancia, pero ¿qué partido representa usted? ¿El Conservador?
Julian:
(Con altivez). Soy Liberal.
Michael:
¡¡Ah!! ¿Todavía existen? (Julian se va sin decir palabra. Michael mira duramente a Laura y con furia contenida): Ya veo, o al menos estoy empezando a ver.
Laura:
¿Qué quiere decir?
Michael:
Es su amiguito, ¿verdad? (Se acerca a ella). Vamos. ¿Sí o no?
Laura:
(Desafiante). Ya que lo pregunta: ¡¡sí lo es!!
Michael:
Hay muchas cosas que no me dijo anoche, ¿no es cierto? Por eso tomó su encendedor tan rápido y dijo que era suyo. (Se aleja un poco y se vuelve a mirarla). ¿Cuánto tiempo hace que dura esta historia entre ustedes dos?
Laura:
(En un hilo de voz). Bastante.
Michael:
¿Nunca pensó en abandonar a Warwick y marcharse con él?
Laura:
No. Está la carrera política de Julian. Podría arruinarlo.
Michael:
(Se sienta malhumorado en el extremo del sofá). Seguro que no, hoy en día no. ¿No aceptan todos el adulterio con naturalidad?
Laura:
Son circunstancias muy especiales. Era amigo de Richard, y tratándose de un inválido…
Michael:
Sí, ya veo. Es cierto que eso no representaría una buena publicidad electoral para él.
Laura:
(Se acerca y se coloca de pie delante de él, con frialdad). Supongo que piensa que debería habérselo explicado anoche.
Michael:
(Apartando la mirada). No tenía ninguna obligación de hacerlo.
Laura:
(Parece más tranquila). No pensé que importara… Quiero decir… lo único en que podía pensar, era en que había matado a Richard.
Michael:
Entiendo… Yo tampoco podía pensar en nada más. (Hace silencio, y después de unos momentos). Vamos a hacer un pequeño experimento. ¿Dónde se encontraba ayer cuando disparó a Richard?
Laura:
(Perpleja). ¿Dónde me encontraba?
Michael:
Sí, eso he dicho.
Laura:
(Después de pensar un momento, señala los ventanales). Allí.
Michael:
Acérquese al lugar desde donde disparó.
Laura:
(Se incorpora y comienza a deambular por la habitación, parece asustada). No… no lo recuerdo. No me pida que lo recuerde.
Michael:
Su marido dijo algo, algo que hizo que usted tomara la pistola. (Se levanta del sofá para apagar el cigarrillo). Vamos, representemos la escena. Allí está la mesa y la pistola. Estaban discutiendo y usted tomo la pistola. Vamos, tómela…
Laura:
¡¡No quiero!!
Michael:
No sea tonta. No está cargada. Vamos, tómela. (Laura, reticente lo hace). Recuerde que la agarró con fuerza, no como ahora. La agarró con fuerza y disparó. Muéstreme cómo lo hizo.
Laura:
(Alejándose unos pasos de él). Yo… yo. (Intenta apuntar el arma).
Michael:
¡¡Vamos!! Dispare, no está cargada. (Laura titubea, él se levanta y le quita la pistola). ¡¡Me lo imaginaba!!… Jamás ha disparado un arma en su vida. No sabe cómo hacerlo. (Con la vista clavada en la pistola). Usted no disparó a su marido.
Laura:
(Insistiendo). Sí que lo hice.
Michael:
No, no lo hizo.
Laura:
(Asustada). ¿Por qué iba a decir entonces que lo hice yo?
Michael:
(Respira hondo, se acerca al sofá y se deja caer en él). La respuesta es bastante evidente: porque fue Julian Farrar quien lo mató.
Laura:
(Casi en un grito) ¡¡NO!!
Michael:
¡¡SÍ!!
Laura:
¡¡NO!!!!
Michael:
¡¡Yo sé que sí!!
Laura:
Si fue Julian, ¿por qué diablos iba a decir que lo hice yo?
Michael:
(Con mirada desapasionada). Porque usted pensó, con bastante acierto, que yo la encubriría, y tuvo razón… Sí, jugó muy bien conmigo. Pero se acabó, ¿lo entiende? Que me maten si voy a contar un montón de mentiras para salvar el pellejo del Mayor Farrar.
Laura:
(Se hace un silencio. Laura sonríe). ¡¡Sí que lo hará!! ¡¡Tendrá que hacerlo!! Ya le ha dado su versión a la policía. ¡¡Ahora no puede cambiarla!!
Michael:
(Perplejo). ¿Qué?
Laura:
(Sentándose en el sillón). Por mucho que sepa, o crea saber, tendrá que ajustarse a su versión. Ahora, es usted cómplice, lo dijo usted mismo.
Michael:
(Levantándose). ¡¡Miserable tramposa!!
(La mira con desprecio, gira sobre sus talones y sale por el ventanal. Laura lo ve marcharse, hace ademán de querer detenerlo, cambia de opinión y con aire abatido, abandona el estudio por la puerta del estudio).
APAGÓN