A la mañana siguiente, me desperté grogui. No había sido fácil para mí acostarme junto a Denny, especialmente cuando, en sueños, él había suspirado satisfecho y me había tomado la mano. El sentimiento de culpa que me había asaltado casi me había inducido a salir de nuevo pitando de la habitación. Pero me obligué a cerrar los ojos y quedarme.
De modo que, por la mañana, cuando entré en la cocina, la sorpresa hizo que me detuviera en seco. Aunque la noche anterior Kellan había pillado una curda monumental, se había despertado antes que yo. Pero, a diferencia de otras mañanas desde que yo vivía en el apartamento, por primera vez comprobé que tenía un aspecto horrible. Se había puesto la camiseta que llevaba la noche anterior, pero, aparte de ella, sólo llevaba los calzoncillos. Su pelo, aunque aún lo tenía alborotado y fabuloso, acentuaba su rostro cansado, realzando las profundas ojeras y su intensa palidez. Estaba sentado en la mesa de la cocina, con la cara entre las manos. Respiraba de manera lenta y pausada por la boca.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja.
Él esbozó una sonrisa que parecía más una mueca de dolor y alzó la vista para mirarme.
—Sí —murmuró. Desde luego, no lo parecía.
—¿Quieres café? —inquirí en voz baja para no empeorar su jaqueca.
Él se estremeció pero asintió con la cabeza. Me dispuse a preparar café, observándolo con curiosidad. Al haber pasado por lo que él experimentaba ahora, me compadecía de él, aunque él tenía la culpa por haberse emborrachado como una cuba. Traté de hacer el menor ruido posible, pero cada tintineo, cada pequeño golpe, incluso el sonido del chorro del grifo, hacía que torciera el gesto. Imaginé que debía de tener una resaca monumental.
No pude evitar preguntarme quién, o qué, lo había inducido a pasarse con las copas. ¿Dónde había estado todo el día anterior mientras yo sufría? Traté de recordar nuestra breve conversación anoche, pero él sólo había pronunciado un par de frases, de modo que era imposible adivinar qué había hecho. No obstante, recordé un comentario que había hecho.
Sin pensar, le pregunté en voz alta:
—¿Cómo sabías que Denny había regresado? —Él apoyó la cabeza sobre la mesa al tiempo que soltaba un gemido y me tapé la boca con la mano, arrepintiéndome de haber agravado su estado.
—Vi su chaqueta —masculló.
Pestañeé, sorprendida. Anoche no parecía darse cuenta de nada, y menos de algo tan pequeño e insignificante como una chaqueta colgada del respaldo de una silla.
—Ah. —Sin saber qué añadir, y preocupada por la palidez de su rostro, le pregunté de nuevo—: ¿Estás seguro de que te sientes bien?
Alzó la vista y me miró irritado.
—Pues claro —declaró con frialdad.
Confundida, terminé de preparar el café y esperé junto a la encimera a que estuviera listo. Luego, tomé dos tazas del armario. De improviso, Kellan rompió su silencio.
—Y tú…, ¿estás bien? —preguntó lentamente.
Me volví hacia él. Su rostro mostraba una extraña expresión. Confiando en que se sintiera algo mejor, sonreí para tranquilizarlo.
—Sí, perfectamente.
De repente, pareció tener un ataque de náuseas. Apoyó los brazos sobre la mesa y sepultó la cabeza en ellos. Resoplaba, como si se esforzara en dominarse. Vertí el café en nuestras tazas, confiando en que lo aliviara.
—Échale un poco de Jack. —Kellan se volvió ligeramente hacia mí, para que comprendiera a qué se refería. Lo miré sonriendo de forma socarrona. No hablaba en serio, ¿o sí? Él alzó la cabeza y me miró muy serio—. Por favor.
Suspiré y me encogí de hombros.
—Como quieras.
Rebusqué sin hacer ruido en el frigorífico hasta dar con una botella de Jack Daniel’s. La dejé en la mesa frente a él. Kellan no levantó la cabeza de entre sus brazos. Después de echar leche y azúcar en mi taza, deposité su café solo frente a él, procurando no hacer ruido. Él no se movió. Eché un chorrito de whisky en su café y me dispuse a tapar la botella.
Kellan tosió, indicándome con el dedo que echara más, sin levantar la cabeza de la mesa. Suspiré y eché una cantidad obscena de whisky en su taza. Él alzó un poco la cabeza y me miró.
—Gracias.
Volví a dejar la botella en el frigorífico y me senté a la mesa junto a él. Después de beber un largo trago de café, inspiró un poco de aire entre dientes. Probablemente estaba demasiado fuerte. Confié en que al menos le aliviara el dolor de cabeza.
Me bebí el café en silencio, sin saber qué decir a ese hombre con el que hacía poco había mantenido una relación íntima. Tenía un millón de preguntas que hacerle, principalmente acerca de si yo significaba algo para él… y si nuestra relación continuaría como hasta ahora… ¿y adónde diablos había ido el día anterior? Por fin decidí que sólo había un tema urgente que debía comentar con él ahora, mientras Denny estaba aún arriba.
—Kellan… —En realidad, no quería abordar esa conversación—. La otra noche… —Él me miró por encima del borde de su taza de café. Yo no podía adivinar lo que estaba pensando y él no dijo nada.
Me aclaré la garganta.
—No quiero que haya ningún… malentendido entre nosotros —dije en voz baja. Lo cierto es que no sabía a qué me refería con eso. No sabía qué sentía por ese hombre que se había comportado siempre de forma tan afectuosa conmigo durante la ausencia de Denny. No podía analizarlo habiendo regresado Denny. No quería que nuestra amistad cambiase. Kellan era… importante para mí.
Él bebió otro largo trago de café antes de responder.
—Kiera… no hay ningún malentendido entre nosotros. —Su tono era tan frío e inexpresivo que me produjo un escalofrío. Sentí una opresión en la boca del estómago mientras me preguntaba si era demasiado tarde, si nuestra amistad había sufrido un cambio.
Ambos guardamos silencio mientras apurábamos nuestros cafés. Le serví otro café solo y comprobé, aliviada, que esa vez se lo bebía sin un lingotazo de alcohol. Al cabo de un rato, bajó Denny, saludó a Kellan y lo miro extrañado, pues tenía realmente un aspecto atroz.
—¿Estás bien, colega? —le preguntó educado, rodeándome los hombros con el brazo. Yo seguía sentada a la mesa y me tensé, sintiéndome de pronto muy incómoda con Denny y Kellan en la misma habitación.
Kellan torció ligeramente el gesto.
—No, voy a acostarme un rato. Me alegro de que hayas vuelto, Denny. —Pasó junto a él, evitando mirarlo a los ojos, y lo oí subir la escalera.
Denny lo observó alejarse, arrugando el ceño.
—Dios, qué mala cara tiene. ¿Qué le ha pasado?
—Probablemente se trata de una chica.
Mi voz denotaba cierta irritación, y Denny me miró.
—¿Ha ido todo bien entre vosotros durante mi ausencia? —Lo preguntó sonriendo, por lo que no podía del todo estar segura de si sospechaba algo o no.
El pánico hizo que se me crispara el estómago, pero sonreí y le rodeé la cintura con el brazo.
—Aparte de lo mucho que te he echado de menos, todo ha ido perfectamente. —Me sentía fatal. ¿Debía contárselo?
Él me miró con ojos rebosantes de amor y ternura. Entonces, comprendí que no podía contárselo aunque quisiera. No podía soportar que esos ojos me miraran de otra forma. Se agachó y me besó con dulzura.
—Yo también te he echado de menos, pero…
Me aparté y lo miré con recelo.
—¿Pero qué?
Él suspiró suavemente.
—Ahora estoy sin trabajo, Kiera. No podemos seguir aquí contando sólo con tu sueldo. Tengo que hablar con unas personas hoy para averiguar si tienen un trabajo para mí. —Se encogió de hombros y me miró esperanzado.
Reprimí mi enfado, recordando todo a lo que había renunciado por mí. Recordando lo furioso que se sentiría conmigo… si lo supiera.
—¿Ahora mismo? —pregunté, confiando en que lo dejara para mañana para poder pasar juntos todo el día después de haber estado separados durante tanto tiempo. Me saltaría las clases. Incluso podía dejar de ir a trabajar para estar ese día con él.
—Lo siento. Necesito ponerme a ello enseguida. Conozco a media docena de personas con las que puedo hablar hoy.
Hizo que me levantara de la silla y me abrazó, y yo cerré los ojos, deseando que se quedara, pero sabiendo que tenía que marcharse… de nuevo.
—De acuerdo. —Alcé la cabeza y lo besé en el cuello—. Estoy convencida de que encontrarás algo…, porque eres brillante. —Lo miré con una media sonrisa—. No tenemos por qué preocuparnos, ¿vale?
Él se rió.
—Vale… Serán manzanas.[4]
Arrugué el ceño.
—Nunca he entendido esa expresión, pero de acuerdo.
Él me miró sonriendo.
—¿Qué he hecho para ser tan afortunado? —preguntó con ternura.
No pude evitar que unas pequeñas lágrimas de culpa afloraran a mis ojos. Si supiera…, no tendría tan buena opinión de mí. Deduciendo que eran lágrimas de felicidad, Denny me besó en la mejilla y me condujo arriba, donde se vistió y arregló para ir en busca de trabajo. Yo me senté en la cama, observándolo en silencio. Traté de no preocuparme de que no lograra encontrar algo… y de no sentirme culpable por ello. Pero no podía desterrar el sentimiento de culpa. Me sentía culpable de que Denny se hubiera quedado sin trabajo, por haberme acostado con Kellan, por los secretos que ahora le ocultaba a Denny. Nunca le había ocultado nada. Me disgustaba hacerlo.
Se despidió de mí con un beso mientras yo seguía sentada en la cama, impaciente por comenzar su esperanzada jornada. Lo besé también y le deseé suerte. Lo oí bajar la escalera, cerrar la puerta y poner el coche en marcha. Me invadió una sensación de soledad. ¿Cómo era posible que en cuarenta y ocho horas hubiera cambiado todo? Me quedé un rato sentada en la cama mientras pensaba en ello. Luego, suspiré y me vestí para ir a la universidad.
No volví a ver a Kellan mientras me peinaba y maquillaba, mientras cogía mis libros y mi chaqueta y salía de casa. Observé que su coche no estaba aparcado en la entrada. Pensé distraídamente que iría más tarde a recogerlo frente a la casa de Sam. Me volví para mirar la casa, la ventana que daba a la cocina. Para mi sorpresa, vi a Kellan allí, observándome. Su rostro era inescrutable. Lo saludé con la mano, pero él se volvió casi de inmediato y desapareció. Tragué saliva para sofocar la repentina emoción que se había apoderado de mí. ¿Hasta qué punto había destruido yo nuestra amistad?
No podía concentrarme en las clases. Pasaba de la alegría por el regreso de Denny a sentirme culpable de que hubiera renunciado a tanto por mí y de haberle sido infiel, al dolor por haber destruido mi amistad con Kellan, a la irritación conmigo misma por desear que ésta significara más para Kellan, a sentirme de nuevo culpable por que él ocupara buena parte de mis pensamientos en lugar de Denny, tras lo cual comenzaba de nuevo el círculo vicioso. Al acabar el día, tenía la cabeza como un bombo.
Cuando llegué a casa, Denny aún no había regresado de sus entrevistas en busca de trabajo. Entré en el apartamento y decidí mirar un rato la televisión para distraerme de mis sombríos pensamientos. Cuando miré en el cuarto de estar, vi a Kellan, todavía en calzoncillos, tumbado en el sofá. Tenía la vista fija en la pantalla del televisor, aunque probablemente ni siquiera la veía. Pensé en subir y ocultarme hasta que Denny regresara a casa. Pero sacudí la cabeza, dejé el bolso y colgué mi chaqueta. Procurando adoptar un aire despreocupado, entré en la habitación y me senté en la butaca frente al sofá. La situación volvería al fin a la normalidad; esta tensión pasaría, y no quería prolongarla esquivándolo.
Cuando me senté, Kellan levantó los ojos y me miró, tras lo cual siguió mirando el aburrido programa de televisión. Sintiéndome un tanto incómoda, y pensando que aquello quizá fuera una mala idea, tragué saliva y miré alrededor de la habitación. El par de obras de arte que Jenny y yo habíamos elegido habían conseguido animar el ambiente del apartamento. Daban un tono más alegre al lugar. Sé que a los hombres no suele interesarles la decoración, pero el apartamento resultaba de lo más inhóspito, incluso para un soltero. Quizá Kellan tenía un casero muy estricto. Genial, pensé, porque en tal caso quizá yo había metido la pata más de lo que él había insinuado al colocar esas cosas en su apartamento.
Al contemplar una fotografía de los tres, sonriendo y felices, en los tiempos en que todo era sencillo, le hice una pregunta sin detenerme a pensar en ella.
—¿A quién le has alquilado este apartamento?
Él me respondió desde el sofá con tono frío e inexpresivo, sin apartar los ojos del televisor.
—A nadie. Es mío.
—Ah —respondí, sorprendida—. ¿Cómo pudiste permitirte…? —No sabía si sonaba grosero o no, de modo que no terminé la pegunta.
Él me miró de nuevo y dijo:
—Era de mis padres. —Volvió a fijar la vista en el televisor—. Murieron en un accidente de carretera hace un par de años. Me dejaron este… esto. —Movió una mano indicando la habitación—. Yo era hijo único… —Lo dijo como si sus padres, de haber tenido otros hijos, no se lo hubieran dejado a él.
—Lo siento.
Deseé poder dar marcha atrás unos momentos y mantener la boca cerrada. Kellan tenía aún mala cara, y esa conversación probablemente no era lo que deseaba en esos momentos. Me sorprendió que me hubiera respondido. Miré de nuevo alrededor de la habitación y recordé lo inhóspita que parecía hacía unas semanas. Nunca me había dado la impresión de ser el hogar donde había crecido un niño.
—No lo sientas. Son cosas que ocurren.
Parecía como si se refiriera a su mascota que había muerto, no a sus padres. Recordé el comentario de Denny sobre su vida familiar. Quería preguntarle sobre ello, pero no me pareció oportuno después de la noche que habíamos pasado juntos. Habíamos compartido un rato de profunda intimidad, pero el hecho de preguntarle por su familia se me antojaba demasiado personal.
—Entonces ¿por qué alquilas la habitación si eres el propietario de la casa? —¿Por qué seguía manteniendo esa conversación con él?
Él volvió la cabeza y me miró con aire pensativo. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró y sacudió la cabeza. Volviéndose de nuevo hacia el televisor, respondió fríamente:
—Es un dinero extra que me viene bien.
Yo no lo creí, pero no insistí.
Lamentando haber sacado a colación un tema que al parecer le disgustaba, me senté en el borde del sofá junto a él. Me miró con recelo.
—Lo siento, no pretendía inmiscuirme en tus asuntos.
—No tiene importancia. —Tragó saliva y pude ver el movimiento de su garganta.
Deseando simplemente abrazarlo, pues parecía necesitarlo, me incliné sobre su pecho y deslicé las manos debajo de él. Irradiaba calor, pero temblaba y resoplaba. No levantó los brazos del sofá para devolverme el abrazo. Su cuerpo se tensó ligeramente. Yo emití un pequeño suspiro, recordando lo fácil y placentero que me resultaba tocarlo. Me aparté un poco para preguntarle si necesitaba algo.
Contuve el aliento al observar su rostro, sus ojos. Parecía angustiado, como si le hubiera lastimado. Tenía los ojos entrecerrados y fijos en un punto sobre mi hombro, como si prefiriera fijar la vista en cualquier objeto excepto en mí. Resoplaba con fuerza a través de sus labios entreabiertos. Me retiré de inmediato.
—¿Kellan…?
—Discúlpame… —dijo bruscamente, incorporándose en el sofá.
Lo cogí del brazo, sin saber qué decir, pues no quería que se enfadara conmigo.
—Espera… Háblame, por favor.
Él miró con frialdad, enojado.
—No hay nada que decir. —Meneó la cabeza irritado—. Debo irme. —Me apartó la mano y se levantó.
—¿Adónde vas? —pregunté con tono quedo, sin moverme del sofá.
—Debo ir a recoger el coche —contestó, y salió de la habitación.
—Ah…, pero… —Me callé al oírlo cerrar la puerta de su habitación de un portazo.
Me di de bofetadas mentalmente. «Qué idiota has sido de sacar a colación un tema doloroso que disgusta a tu compañero de piso, con el que hace unos días cometiste el error de acostarte. Has metido la pata, Kiera». La había pifiado por enésima vez.
Me quedé sentada en el sofá, mirando la televisión pero sin ver una sola imagen, absorta en mis pensamientos. Kellan bajó al cabo de un rato, duchado y vestido, con el pelo ondulado húmedo y deliciosamente alborotado. Estaba pálido y sus ojos parecían cansados, pero tenía mejor aspecto. Sin mirarme, tomó su cazadora como si se dispusiera a salir.
—Kellan… —Pronuncié su nombre sin pensar. Por alguna razón, no quería que se fuera todavía. Él me miró. Los ojos que antes transmitían frialdad ahora mostraban una expresión de tristeza.
Me levanté y me acerqué a él. Cuando me aproximé, empecé a sonrojarme, sintiéndome increíblemente estúpida por la conversación que habíamos tenido hacía un momento y por la otra noche. Bajé la vista rauda, pero no antes de observar que fruncía el ceño. Cuando pude ver sus botas, me detuve, suponiendo que me hallaba lo suficientemente cerca.
Sin levantar la vista, murmuré:
—Siento mucho lo de tus padres. —Me aventuré a alzar los ojos y mirarlo a la cara.
Él se relajó visiblemente. No me había dado cuenta de que se había tensado cuando me había acercado a él. Me miró con gesto pensativo unos segundos antes de responder.
—No tiene importancia, Kiera —dijo con tono quedo; sus ojos aún reflejaban tristeza.
«¿Todo va bien entre nosotros? ¿Somos amigos? ¿Me aprecias?» Tenía tantas preguntas que hacerle… Pero, al ver sus ojos azules y tristes observándome a su vez, no pude formularlas. Sin saber qué hacer, me incliné y lo besé en la mejilla. Él desvió la mirada y tragó saliva. Luego, se volvió y salió del apartamento.
Entré en la cocina y lo miré desde la ventana. Se detuvo en la acera, pellizcándose el caballete de la nariz, como si le volviera a doler la cabeza. Durante unos momentos, me pregunté qué hacía, pero entonces recordé que su coche no estaba allí. Al cabo de un instante se reflejaron unos faros en el cristal de la ventana al detenerse Griffin con su Volkswagen Vanagon, lo cual en otras circunstancias me habría parecido divertido. Kellan rodeó el coche y se volvió hacia la ventana antes de montarse en él. Pareció un poco sorprendido al comprobar que yo lo estaba mirando. Luego, me miró con una expresión tan intensa que el corazón empezó a latirme de forma acelerada. Meneando la cabeza, se volvió y se subió en el coche. Al cabo de unos segundos, Griffin arrancó.
Veinte minutos más tarde, Denny regresó a casa con aspecto desanimado. Supuse que no había encontrado trabajo. Sentí un renovado sentimiento de culpa y tragué saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta. ¿Me abandonaría alguna vez este angustioso sentimiento de culpa? Fingiendo una sonrisa, Denny se sentó en la encimera del baño, charlando de cosas intrascendentes mientras yo me arreglaba para ir a trabajar. Siempre trataba de hacerme feliz, siempre intentaba evitarme sufrimiento.
Me llevó al trabajo en coche, preguntándome qué había hecho en su ausencia. Yo ya le había contado casi todo durante nuestras numerosas conferencias telefónicas, y, como es natural, había cosas que no le revelaría nunca, pero recordé algunas anécdotas divertidas que no le había explicado. Nos reímos mientras se las contaba durante el trayecto. Entramos en el bar cogidos de la mano y riendo sobre un estúpido comentario que Griffin había hecho un día.
Cuando vi la cara de estupor de Jenny, recordé lo mucho que habían cambiado las cosas desde el medio turno que yo había hecho la noche anterior. Trató de recobrar la compostura y se acercó a nosotros, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Denny! Me alegro mucho de verte. —Corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
Un poco sorprendido por su entusiasmo, Denny pestañeó y le devolvió el abrazo con torpeza. No pude evitar reírme un poco. Era evidente que Jenny se alegraba de verlo, ante todo por mí, porque se alegraba de que Denny y yo estuviéramos de nuevo juntos, pero él, que no acababa de comprenderlo del todo, mostraba una divertida expresión de perplejidad.
Jenny se retiró un poco y le dio un afectuoso cachete.
—No vuelvas a hacer que mi amiga rompa contigo, ¡estaba hecha polvo! —Luego, lo besó en la mejilla mientras Denny seguía mirándola desconcertado, y se volvió para abrazarme—. ¿Lo ves? Te dije que todo se arreglaría —me susurró al oído.
Yo le devolví el abrazo, agradecida.
—Gracias, Jenny. —Me aparté y añadí—: Aún te debo medio turno. No lo olvides, esta noche puedes irte temprano.
Ella sonrió y me sujetó por los brazos.
—No lo había olvidado. —Señaló con la cabeza a un atractivo tipo que estaba sentado en la barra—. He quedado con él… —Denny y yo nos volvimos para mirarlo mientras ella proseguía—: En cuanto yo termine de trabajar, iremos a un nuevo club que hay en la plaza.
Sonriendo, me volví hacia ella.
—¿Por qué no os vais ahora? Podéis cenar algo antes de ir al club. Los lunes esto está bastante tranquilo…, y te debo medio turno.
Jenny miró de nuevo a su amigo y luego a mí; su bonito rostro esbozó un leve gesto de preocupación.
—¿Estás segura? No me importa quedarme unas horas…, al menos hasta que haya pasado la hora punta de la cena.
Denny pareció animarse.
—Yo le echaré una mano —dijo mientras me miraba sonriendo—. Soy un as a la hora de limpiar las mesas.
Me reí y me volví de nuevo hacia Jenny.
—Como ves, no hay ningún problema. Anda, ve…, diviértete.
Ella se rió y me abrazó de nuevo.
—De acuerdo, gracias. —Volvió a besar a Denny en la mejilla—. Y gracias también a ti, Denny. De veras, me alegro de que hayas regresado.
Jenny se acercó sonriendo a la barra y cambió unas palabras con su amigo, tras lo cual se dirigió hacia el cuarto del personal para cambiarse. Me volví hacia Denny, que seguía mirándome y sonriendo con dulzura.
—Conque estabas hecha polvo, ¿eh? —preguntó con tono quedo.
Meneé la cabeza al recordar lo que había sufrido debido a nuestra ruptura…, y la estupidez que había cometido para aliviar mi sufrimiento.
—No tienes ni idea, Denny. —«Y, por favor, no lo averigües nunca…»
La sonrisa se borró de su cara y me abrazó y besó con ternura. Alguien en el bar gimió de forma melodramática y nos separamos, riendo.
—Anda, vamos… —Le tiré del brazo, conduciéndolo hacia el cuarto del personal—. ¡Tenemos trabajo!
A la mañana siguiente, bajé a la cocina y me detuve en la entrada. Kellan ya estaba allí, como era de prever. Esperaba a que el café acabara de hacerse. Estaba apoyado contra la encimera, con la cabeza alzada hacia el techo, absorto en sus reflexiones. Ofrecía, de nuevo, un aspecto increíblemente perfecto, como si el día anterior no hubiera pasado nada. Al notar mi presencia, se volvió hacia mí. Esbozó una media sonrisa, pero sus ojos eran fríos, distantes. Genial, aún persistía la tensión entre nosotros.
—Hola —murmuré.
—Buenos días. —Me saludó con un gesto de la cabeza, sin apartar los ojos de los míos.
Por fin, volví la cabeza para rehuir su intensa mirada y tomé una taza del armario. Esperé en silencio junto a la cafetera, deseando que la situación no fuera tan extraña entre nosotros y sintiéndome culpable por ello. Cuando el café estuvo preparado, él llenó su taza y luego me ofreció la cafetera.
—¿Quieres que te lo sirva? —Lo dijo con un tonillo que hizo que lo mirara de nuevo a los ojos. Aún mostraban frialdad, pero sonreían con picardía. Me sentí muy incómoda.
—Esto…, sí. —No se me ocurrió otra forma de responder a su pregunta, cuyo tono me había chocado.
Mi respuesta le hizo sonreír maliciosamente.
—¿Leche?
Tragué saliva, pues no me gustaba la expresión de su rostro ni el extraño tono de sus preguntas. ¿Qué mosca le había picado hoy? Prefería su silencio.
—Sí —murmuré al fin.
Sonrió y se dirigió hacia el frigorífico para sacar la leche. Durante unos instantes, pensé en olvidarme del café y subir de nuevo a mi habitación, pero él regresó antes de que pudiera avanzar un paso y sostuvo en alto la jarra de leche.
—Ya me dirás cuando sea suficiente. —Su voz era profunda y suave, y muy fría.
No dejó de mirarme a los ojos mientras echaba leche en mi café, y, cuando hubo vertido una mínima parte de lo que yo solía tomar, le dije que parara. Él se inclinó hacia mí y murmuró:
—¿Estás segura de que quieres que pare? Pensé que te gustaba.
Tragué saliva y me volví de espaldas a él. Él soltó una fría carcajada mientras yo echaba un poco de azúcar y removía el café. En serio, ¿qué diantres le ocurría?
No me quitaba ojo, y por fin preguntó:
—De modo que Denny y tú… habéis vuelto. —Lo dijo como si insinuara algo.
Yo me sonrojé.
—Sí.
—Así, sin más… —Ladeó la cabeza, un gesto que por lo general resultaba atractivo, pero que en esos momentos resultaba amenazador—. ¿Sin hacer preguntas? —Durante un minuto, sentí pánico, preguntándome a qué se refería con eso. ¿Había cambiado de parecer sobre lo de no decirle nada a Denny? Escudriñé su fría mirada pero sus ojos no revelaban nada. Sonriendo de forma extraña, preguntó—: ¿Vas a contarle lo de…? Hizo un gesto grosero con las manos, y me sonrojé aún más.
—No, por supuesto que no. —Desvié la vista, pero, al cabo de unos instantes, lo miré de nuevo—. ¿Y tú?
Él se encogió de hombros.
—No, ya te dije que no lo haría. De todos modos, me importa un bledo. —Su voz era fría como el hielo y me produjo un escalofrío—. Tenía curiosidad…
—Pues no, no voy a decírselo, y te agradezco que tú tampoco lo hagas —murmuré. Mi perplejidad ante esa conversación tan extraña dio paso a una profunda irritación—. ¿Qué te ocurrió la otra noche? —pregunté de sopetón.
Él tomó su taza de café y sonrió con malicia; sus ojos taladraban los míos. Bebió un largo trago sin responder. Su sonrisa era más que elocuente. Decidí que no quería saber qué le había ocurrido, ni con quién. Incapaz de soportar más esa actitud suya tan chocante, tomé mi taza de café para subir a mi habitación. Sentí que sus ojos me seguían hasta que doblé la esquina hacia la escalera.
Traté de olvidarme del extraño comportamiento de Kellan y también de mis problemas volcándome en mis estudios universitarios. Me hallaba en una de las bibliotecas, una de las más impresionantes que había visto en mi vida, muy al estilo de Harry Potter. Había decidido estudiar durante la hora que tenía libre entre las clases de Literatura y Psicología, cuando una pelirroja que me resultaba familiar se acercó a mi mesa. Me miró con el ceño arrugado y le devolví la mirada con idéntico gesto, preguntándome de qué me sonaba su cara. Tardé unos segundos en reconocer su cabello rojo y ondulado.
Candy… La chica que había flirteado de forma descarada con Kellan. Me estremecí y bajé rápidamente la vista al darme cuenta de lo mucho que tenía ahora en común con ella. La chica regresó airosa a una mesa donde la esperaban dos amigas. Supuse que Kellan no la había llamado, pues parecía bastante cabreada. Me señaló para que me vieran sus amigas y éstas me miraron sin disimulo. Yo traté de no darle importancia. En cualquier caso, no comprendía por qué les parecía interesante.
Más tarde, durante la clase de Psicología, las dos chicas con las que había estado hablando la pelirroja, que ni siquiera me había fijado que estuvieran en el aula, se me sentaron una a cada lado.
—Hola —dijo la rubia con tono jovial—. Me llamo Tina. Ésta es Genevieve. —La morena sonrió y me saludó haciendo un gesto con la mano.
—Hola —respondí tímidamente, deseando poder esfumarme.
—Nuestra amiga Candy nos ha dicho que hace unos días te vio en la universidad con Kellan Kyle… ¿Es verdad? —preguntó Tina sin reprimir su regocijo.
No se andaba por las ramas.
—Mmm…, sí.
Ella sonrió y su amiga soltó una risita tonta.
—¿De modo que lo conoces?
Me estremecí. ¡Que si le conocía!
—Sí, es mi compañero de piso.
La morena, Genevieve, me dio un golpecito en el hombro en plan de guasa.
—¡Anda, ya!
Pensé que a Tina iba a darle un ataque al corazón. Tras recobrar la compostura, se inclinó hacia mí, como si fuéramos amigas íntimas.
—¿Cómo dices que te llamas?
Yo no le había dicho mi nombre, y murmuré:
—Kiera. Kiera Allen.
—Dime, Kiera, ¿estáis Kellan y tú… enrollados? —me preguntó Genevieve con tono insinuante.
Estremeciéndome de nuevo para mis adentros, miré el reloj de pared y maldije al profesor por haberse retrasado justo hoy. Sin mirarla, respondí:
—No. Es amigo de mi novio. —Supuse que era cierto. No sabía lo que éramos Kellan y yo…, sobre todo ahora, pero no estábamos enrollados.
Mi respuesta las intrigó aún más, como si ésta me hubiera eliminado definitivamente como obstáculo para sus fines. Me puse nerviosa y traté de relajarme. Supongo que mi amistad con Kellan me había convertido en una pseudoestrella, pero eso no se me había pasado por la cabeza, y no quería que nadie se pusiera a analizar nuestra relación. No soportaba la idea. Cuanto menos supieran de mí, mejor.
—¡Maldita sea! ¡Es impresionante! —exclamó Genevieve—. ¡Cuéntanoslo todo, sin omitir ningún detalle suculento!
—No hay mucho que contar… Es un chico normal y corriente. —Cierto, era un chico con un físico impresionante, que esa misma mañana se había portado conmigo como un cretino, pero, a pesar de todo, era muy normal y corriente. No sabía qué más decirles, y los detalles suculentos que conocía no estaba dispuesta a compartirlos con ellas.
Habría preferido que guardaran silencio y atendieran al profesor, que al fin había aparecido y se disponía a empezar la clase, pero a las chicas no parecía importarles que estuviera allí. No, al menos, estando sentadas junto a mí, una espía de su dios del rock. Por lo menos bajaron la voz, pero no pararon de hacerme preguntas durante toda la clase.
Al principio no les hice caso. Pero ellas dale que dale. Luego, traté de responder a algunas de sus preguntas más simples, confiando en satisfacer su curiosidad. ¿Tiene novia? No lo creo. Al menos, yo no he visto ninguna. ¿Toca la guitarra continuamente? Sí. ¿Canta en la ducha? Sí. Me sonrojé un poco cuando respondí a esa pregunta, y ellas se rieron. ¿Tiene un hermano? No. Arrugué un poco el ceño. No, es hijo único. ¿Dónde vivís? En Seattle. Respondí a esa pregunta con cierto tono sarcástico. No pensaba ofrecerles más detalles. ¿Lleva boxers o un tanga? No tengo la menor idea. Por supuesto que lo sabía, pero no pensaba revelárselo. ¿Está siempre tan bueno? Sí. Suspiré, pensando que cada mañana presentaba un aspecto perfecto, mientras que yo parecía un espantajo…, bueno, salvo en aquella ocasión. Las chicas volvieron a reírse. ¿Lo has visto desnudo? No estaba dispuesta a contestar a esa pregunta, y ellas se rieron de mi silencio, interpretándolo seguramente como una respuesta afirmativa, y no les faltaba razón.
Miré de nuevo el reloj. Uf, sólo había transcurrido la mitad de la clase. Entonces comprendí mi error. Había confiado en que si respondía a un par de preguntas inocentes satisfaría su curiosidad y me dejarían en paz. Pero, una vez que habían conseguido hacerme hablar, no tenían intención de dejar de asediarme a preguntas. Mi silencio a la pregunta de si lo había visto desnudo pareció divertirlas y, a partir de ese momento, dirigieron su interrogatorio en esa dirección. ¿Tiene un cuerpo espectacular? No respondí verbalmente, aunque pensé «más que espectacular». ¿Besa bien? De nuevo, me abstuve de contestar, pero reproduje en mi mente unos cuantos besos y…, sí, besaba más que bien. ¿Me lo «había montado» con él? Desde luego, no iba a responder a eso, y confié en no haberme sonrojado.
De pronto caí en la cuenta, por la intensidad de sus preguntas, que no las hacían para satisfacer su propia curiosidad, por más que se sintieran intrigadas, sino que me sondeaban para ir a contárselo a Candy. Querían indagar en mi relación con Kellan para informarla. Empecé a preguntarme si estaban inscritas en aquella clase o si simplemente me habían seguido hasta allí.
La indignación se apoderó de mí mientras ignoraba de forma deliberada todas las preguntas que me formularon a partir de ese momento…, las más inocentes y en especial las descaradamente íntimas que hacían que me ruborizara. Nadie tiene derecho a hacer ese tipo de preguntas a una persona a la que acaba de conocer. Sentí un profundo alivio cuando la clase terminó por fin y la gente empezó a abandonar el aula. Recogí mis cosas rápido mientras ellas me hacían unas últimas preguntas, a las que yo no respondí.
Disculpándome con calma —bueno, con relativa calma—, me encaminé con prisa hacia la puerta. Cuando salí, las oí preguntarme: «¿Organizas sesiones de estudio en tu casa?», seguido de unas risitas tontas. Había sido una clase desperdiciada. No era el tipo de preguntas sobre sexualidad humana a las que estaba dispuesta a responder.
A la mañana siguiente, me preparé para soportar más groserías por parte de Kellan, pero no estaba en la cocina… Ni siquiera estaba en casa. La víspera, cuando volví de la universidad, tampoco estaba en casa. Bien pensado, aún no había regresado a casa cuando Denny yo subimos a acostarnos. Sentí que se me encogía el corazón cuando bajé al día siguiente y no lo vi en la cocina, bebiéndose el café, leyendo el periódico y sonriéndome con afecto. Durante la ausencia de Denny, había adquirido la costumbre de levantarme más temprano de lo habitual. Necesitaba hacerlo para contemplar ese espectáculo cada mañana. Al pensar en ello, me inquieté un poco, pero lo borré de mi mente. Ya no importaba. Nuestra amistad no era la misma…, prácticamente se había roto. Pestañeé para reprimir las lágrimas mientras me preparaba el café.
Denny se levantó al cabo de un rato y se dispuso a afrontar otra jornada en busca de trabajo. Se despidió de mí con un beso mientras yo me arreglaba para ir a la universidad. Desde que Denny había regresado, no esperaba que Kellan siguiera llevándome en coche a la universidad, y menos desde nuestra extraña conversación en la cocina, pero no pude evitar entristecerme mientras esperaba el autobús. Echaba de menos nuestros trayectos en coche. Quizás era mejor que se mostrara frío y distante conmigo. Quizá me había encariñado demasiado con él. Ahora que Denny había vuelto, no era decoroso.
Si en casa apenas lo veía, en el bar no podía evitar su presencia. Esa noche, poco después de comenzar mi turno, entraron los cuatro y se sentaron a su mesa habitual. Kellan ni siquiera me miró y se acercó a Rita para pedirle unas cervezas para los chicos y para él. Curiosamente, me sentí ofendida. ¿De modo que ni siquiera quería que yo le sirviera? Rita le revolvió el pelo en un gesto afectuoso cuando él se inclinó sobre la barra sonriendo con picardía. Eso también me irritó, al recordar que ahora tenía también más cosas en común con Rita. Uf, ese pensamiento incluso me produjo un poco de náuseas, y aparté la vista para no verlos flirtear.
Me acerqué a Jenny, que estaba tomando el pedido de un cliente. Tratando de olvidar mis propios problemas, le pregunté qué tal lo había pasado la otra noche.
—No te he preguntado cómo fue la cita, Jenny —dije.
Ella apoyó las manos en sus caderas y echó a andar hacia la barra. Suspiré mentalmente al darme cuenta de hacia dónde se dirigía. Estaba en medio de una conversación con ella, y no pude evitar seguirla, aunque Kellan seguía flirteando en la barra con Rita. En serio, ¿de qué hablaban? Dios, ¿había estado con ella? ¿Salían juntos?
—Fue un desastre. —Jenny se refería a su cita, y yo me esforcé en centrarme en ella en lugar de en mis angustiosos pensamientos. Jenny se acercó a Kellan y yo me detuve detrás de ella, esforzándome en no contemplar la espalda perfectamente esculpida de Kellan, que seguía inclinado sobre la barra—. No tienes idea de lo aburrido que era ese tipo, Kiera. Estuve a punto de quedarme dormida mientras comía mi risotto.
Kellan se volvió un poco al oír mencionar mi nombre. Miró a Jenny y luego rápidamente a mí. Jenny le dirigió una breve mirada.
—Hola, Kellan.
Él la saludó con un educado gesto de la cabeza pero pasó olímpicamente de mí. Jenny continuó con su historia.
—Al cabo de un rato, le dije que estaba cansada y ni siquiera fuimos al club.
Jenny se volvió y le transmitió el pedido a Rita. Ésta parecía un poco mosqueada por no poder acaparar la atención de Kellan y entregó de mala gana a Jenny lo que le había pedido. Jenny se volvió hacia mí, mientras Kellan observaba la barra con la cabeza ladeada, como si escuchara lo que decíamos.
—Es atractivo, pero… —Jenny se señaló la cabeza— con pocas luces.
Kellan sonrió como si tratara de no reírse de ese comentario. Confié en que se le hubiera pasado el malhumor, que se mostrara amable conmigo. Centrándome de nuevo en Jenny, dije:
—Lo siento, Jenny… —Lo dejé caer así, sin saber qué añadir. No tenía mucha experiencia en materia de salir con chicos.
Jenny tomó las bebidas que le entregó Rita y se encogió de hombros.
—No tiene importancia… Mi media naranja debe de estar en alguna parte. —Sonrió y regresó junto a sus clientes.
Sintiéndome mejor después de ver a Kellan sonreír, me quedé junto a la barra. Un cliente llamó a Rita desde el otro lado del bar y decidí arriesgarme.
—Kellan —dije con suavidad.
Él se volvió con una sonrisa de satisfacción. Al observar ese gesto casi despectivo, sentí que se me caía el alma a los pies.
—Kiera. —Su voz era inexpresiva, sin el menor atisbo de sentido del humor.
De pronto no supe qué decir. Terminé señalando los cuatro botellines de cerveza que él sostenía en las manos.
—Puedo llevarlos yo a vuestra mesa.
Él se enderezó y de pronto me sentí muy pequeña junto a él.
—Lo haré yo mismo…, gracias. —Pasó bruscamente junto a mí y se dirigió hacia la mesa.
Tragué saliva y suspiré. ¿Qué había hecho yo para irritarlo de esa forma? ¿Por qué no podíamos seguir siendo amigos? ¿Por qué lo añoraba tanto?
El viernes por la mañana, cuando Denny y yo estábamos acurrucados en el sofá, suspiró por enésima vez y se movió, nervioso. Su búsqueda de trabajo no había dado frutos. Los empleos ya estaban copados, y los puestos de becarios escaseaban. Esa semana había salido cada día y cada noche y había agotado sus recursos. Había empezado a decir medio en broma que estaba dispuesto a aceptar un trabajo en McDonald’s, para que pudiéramos pagar el alquiler. Kellan le había dicho que no se preocupara por ello, lo cual me intrigó. No parecía necesitar el dinero, pero entonces ¿por qué alquilaba la habitación?
Al mirar a Denny, pensé durante un microsegundo que podía trabajar en el bar de Pete, pero dado que Kellan se mostraba tan arisco últimamente, tan frío e insensible, decidí que probablemente no era buena idea. Además, la perspectiva de que ambos ocuparan el mismo espacio me inquietaba. Ya me resultaba extraño compartir la misma casa, aunque Kellan apenas estaba en ella. Pero cuando estaba en casa, sus fríos ojos observaban cada movimiento, cada gesto que hacíamos Denny y yo. No me apetecía sentir todo el tiempo ese ambiente tan cargado en el trabajo.
Las cosas en el bar habían estado… tensas. Nadie parecía haberse percatado del cambio de actitud de Kellan hacia mí. Pero yo sí lo había notado. Los chicos seguían tomándome el pelo continuamente, pero ahora era Kellan quien solía instigarlos a hacerlo. Ya no impedía que Griffin relatara sus groseras historias en mi presencia. De hecho, parecía divertirle que lo hiciera, y, cada vez que me acercaba a su mesa, hacía la pregunta oportuna para que yo oyera los detalles más crudos. «¿Con cuántas chicas, Griffin? No, no conocía esa postura. Espera, ¿qué dices que hizo esa tía con el regaliz?»
Lo peor era cuando me preguntaba mi opinión sobre una de las historias de Griffin. Yo me sonrojaba hasta la raíz del pelo y me alejaba lo más rápido posible sin responder. Evan arrugaba el ceño y le decía que fuera más amable conmigo, mientras Matt se reía por lo bajinis. Kellan y Griffin se reían a carcajadas, como si fuera lo más cómico que habían visto en su vida. Sus carcajadas me seguían hasta la barra, donde prefería hablar con Rita que con ellos.
Durante mi turno, Kellan no dejaba de hacer comentarios sarcásticos e insinuantes. Me observaba con frialdad adonde quiera que yo fuera. Torcía el gesto cuando lo tocaba, aunque fuera sin querer. Hacía que me sintiera muy incómoda.
Me entristecía que un estúpido error que habíamos cometido juntos hubiera dado al traste con una buena amistad. Añoraba al Kellan que solía conversar conmigo por las mañanas mientras nos tomábamos el café, que me rodeaba afectuosamente los hombros con el brazo, que dejaba que apoyara la cabeza en su hombro, que me hacía compañía cuando rompía a llorar, que me arropaba en la cama. Y las raras ocasiones que recordaba la noche que nos habíamos emborrachado y nos habíamos acostado sin que me atormentara la culpa, era un recuerdo grato, incluso amable. Me dolía que Kellan no sintiera lo mismo, que en una noche yo hubiera destruido todo lo que había entre nosotros.
Pero ante todo me enfurecía.
Arrugué el ceño al recordar esos momentos, que bullían en mi mente, y volví la cabeza en el sofá para que Denny no viera mi amargura. Ahora comprendía por qué había huido Joey. La actitud de Kellan después de haberse acostado con una mujer era…, no, ¡era un auténtico cretino! Pero no podía marcharme de la ciudad. No después del follón que había organizado a propósito de la marcha de Denny, no cuando podía suscitar demasiadas preguntas por parte de éste. Empezaba a sentir una profunda antipatía hacia Kellan, aunque al mismo tiempo lo echaba de menos. Deseaba que se fuera él. Eso me habría facilitado las cosas. Sin embargo, ese pensamiento me produjo una extraña opresión en el estómago.
Pese a mis esfuerzos, Denny observó mi expresión ceñuda.
—¿Estás bien?
Fingí una sonrisa y me encogí de hombros.
—Sí, sólo estoy preocupada por ti. —Odiaba mentirle. Bueno, sólo era una mentira a medias. Era cierto que estaba preocupada por él. Aunque me preocupaba más la conducta de Kellan. Me preocupaba que Kellan me preocupara más.
Denny me rodeó los hombros con un brazo y me estrechó contra él. Dejó de suspirar. Siempre trataba de complacerme… Lo cual hacía que me sintiera peor. Mi sentimiento de culpa se multiplicaba por diez cada vez que me sonreía. Me besó con ternura en la frente y lo miré. Sonrió con dulzura y me acarició la mejilla.
—Todo irá bien. Kiera. —Su ternura me llenaba de felicidad y al mismo tiempo me partía el corazón.
Se inclinó sobre mí y oprimió suavemente sus labios contra los míos. Suspirando, apoyó la mano en mi mejilla, acariciándola con el pulgar, y me besó más intensamente. Yo me relajé en el confort de sus brazos, su calor y su ternura, y lo besé también con ardor. Él deslizó las manos sobre mis caderas y me sentó en sus rodillas. Sonreí, pensando en cuánto me gustaba pasar toda la mañana con él en casa, y que aún faltaba más de una hora para que empezaran las clases…
Me instalé cómoda sobre sus rodillas y le pasé la mano por el pelo. Él sonrió entre un beso y otro. Mi respiración empezó a acelerarse cuando de pronto oí que se abría la puerta de entrada. La noche anterior, Kellan tampoco había vuelto a casa. De hecho, hacía dos noches que no dormía en casa. Me pregunté con quién salía y ese pensamiento me irritó de forma absurda. Quienquiera que fuera, él acababa de regresar. Me quedé helada y dirigí la vista hacia la puerta.
Kellan clavó los ojos de inmediato en los míos. Sonrió satisfecho, mirándome con inquina. Luego, cuando Denny se volvió, su expresión se suavizó al instante. Le sonrió, aunque sus ojos seguían mostrando una expresión fría.
—Buenos días.
—¿Acabas de volver a casa, colega? —le preguntó Denny con tono desenfadado, acariciándome suavemente los muslos.
Kellan nos observó durante medio segundo, y luego volvió a sonreír mirando sólo a Denny.
—Sí, he estado… —me miró con frialdad—… fuera.
Denny no se percató de esa mirada. Simplemente, se encogió de hombros y se volvió de nuevo hacia mí. Yo me levanté rápido de sus rodillas y él se rió un poco, enlazándome por la cintura con un brazo. Me senté de forma que pudiera ver a Denny y a Kellan al mismo tiempo. Era extraño tenerlos a ambos en mi campo visual. Me ponía nerviosa, haciendo que se me crispara el estómago. Denny seguía mirándome con ternura. Kellan seguía observándonos fríamente, arrugando un poco el ceño. Yo deseé hundirme en el sofá y desaparecer.
Al fin, Kellan murmuró unas palabras de disculpa y subió. Me relajé un poco cuando lo oí cerrar su puerta. Denny arqueó una ceja y me miró con gesto insinuante, tratando de que volviera a sentarme en sus rodillas, pero yo me puse seria. Él se rió y me estrechó entre sus brazos hasta que llegó la hora de arreglarme para ir a la universidad.
Denny me llevó en coche a la universidad y dimos un paseo por el campus. Procuré ser una guía tan eficaz como Kellan lo había sido para mí. El recuerdo de ese día hizo que se me encogiera el corazón al tiempo que señalaba los diversos edificios de ladrillo mientras nos dirigíamos a mi clase de Psicología. Como es natural, Denny quería hablar sobre mi asignatura de Economía, y, mientras caminábamos de la mano y sonriendo por los senderos asfaltados que atravesaban el inmenso césped, le conté lo que pude en el breve espacio de tiempo de que disponíamos.
Entramos en el edificio y Denny se sintió tan impresionado como me había sentido yo ante la belleza arquitectónica de la universidad. Era realmente asombroso, como retroceder a la época en que imperaba el arte y la rigurosa y exquisita belleza de la arquitectura, en lugar de la forma y la función práctica. Abrió la puerta del aula donde asistía a clase de Sexualidad Humana y, riendo, dijo que quería que se lo contara todo cuando me recogiera a la salida. Riendo también, me incliné hacia él y le di un largo beso. Alguien pasó junto a nosotros y nos separamos para dejarlo pasar. Me despedí de él a regañadientes y fui a ocupar mi asiento.
Me resultó extraño asistir a esa clase cuando tenía la cabeza hecha un lío. La clase se refería más a los aspectos psicológicos y sociales del comportamiento sexual que a los mecanismos del sexo. El curso comprendía la diversidad cultural, la salud sexual, los abusos y los malos tratos. No obstante, me pareció más que relevante con respecto a mi situación actual, y en más de una ocasión tuve que esforzarme en dejar de pensar en mis problemas y centrarme en lo que decía el profesor. Cuando la clase terminó, me sentí profundamente aliviada.
Sonreí al ver el viejo Honda de Denny en el aparcamiento, en el mismo lugar donde lo había aparcado antes de la clase. Se bajó del asiento del conductor y se acercó a mí sonriendo.
—Hola —dijo al aproximarse, tras lo cual, esbozando su sonrisa de despistado que me encantaba, me levantó en volandas y se puso a girar. Me reí y le rodeé el cuello con los brazos. Él dejó de girar y, después de depositarme en el suelo, me besó larga y apasionadamente.
Cuando conseguí recobrar el resuello, lo miré a los ojos, que relucían.
—Veo que estás de un humor excelente.
Él sonrió y me besó brevemente en la mejilla.
—Esta tarde he recibido una llamada telefónica. Uno de mis contactos por fin ha dado resultado. —Se enderezó mientras yo lo observaba sonriendo—. Tienes ante ti al miembro más reciente de SLS Advertising.
—Cariño… —Lo abracé con fuerza y lo besé en la mejilla—. ¡Es fantástico! —Me aparté para mirarle a los ojos—. Sabía que encontrarías un trabajo. Eres brillante.
Suspiró y me miró con adoración.
—No dejas de decírmelo. —Me miró durante unos instantes antes de añadir—: Te quiero con locura. Siento mucho…
El sentimiento de culpa se apoderó de mí. Yo era una idiota y él lo sentía…
—No lo sientas, no tiene importancia. Todo ha vuelto a la normalidad, como debe ser. —Bueno, casi todo había vuelto a la normalidad. Le sonreí y noté que se le humedecían los ojos—. Yo también te quiero.
Nos besamos con ternura durante otro minuto sobre la acera, mientras la gente pasaba junto a nosotros. Pero no hicimos caso, sino que disfrutamos de nuestro momento de intimidad. Por fin, Denny se separó, me tomó la mano sonriendo y me llevó a casa en coche.
Esa noche me llevó también al trabajo. A mí no me apetecía ver actuar a los D-Bags. No sabía muy bien por qué, excepto que intuía que Kellan iba a proyectar su frialdad hacia mí desde el escenario para que todo el mundo se percatase. Denny me besó en la mejilla cuando me dirigí al cuarto del personal para dejar mi bolso y mi chaqueta. Cuando salí, me topé con Jenny y Kate.
Kate solía trabajar en el turno de mañana. Rara vez la veía y apenas había hablado con ella. Era una joven del montón, bastante atractiva, con el pelo largo y castaño claro que llevaba recogido en una coleta perfecta, y los ojos de un marrón tan vivo que eran casi de color ocre, enmarcados por las pestañas más largas y espesas que yo jamás había visto. Era alta y excesivamente delgada, pero se movía de forma airosa, como si hubiera pertenecido a una compañía de ballet antes de ponerse a trabajar en el bar de Pete.
—¡Hola, Kiera! —dijo Jenny dándome un rápido abrazo—. Kate va a trabajar por las noches debido al gentío que tuvimos aquí el viernes. Ahora que las clases han comenzado, los chicos traen consigo a mucha gente.
Sonreí con educación a Kate mientras devolvía el abrazo a Jenny.
—Ya… me lo imagino.
Pensando en el viernes pasado, recordé que el local había estado abarrotado. Apenas había tenido tiempo de fijarme en la banda. Pero me había fijado en Kellan. Mis ojos lo habían observado cada vez que tenía un respiro. Muchas cosas habían cambiado desde entonces. Nuestra relación había cambiado tanto desde el último fin de semana que no sabía qué esperar esa noche.
El principio de la velada transcurrió de forma bastante agradable. El hecho de contar con otra camarera era una gran ayuda. Pude dedicar más tiempo a coquetear con Denny, quien decidió quedarse a cenar, y a ver el espectáculo. Le serví la cena y le di un beso. Le serví un refresco y le di un beso. Le llevé otra servilleta y le di un beso. Jenny sonrió al observar nuestros arrumacos. Me sentía feliz de que hubiera regresado.
Pero, al cabo de un rato, se abrió la puerta con grandes alharacas y entró Griffin, con los brazos extendidos como un rey al entrar en el salón del trono. Las admiradoras que ya estaban en el local enloquecieron y se abalanzaron hacia él. Él rodeó con sus brazos los hombros de un par de chicas y se encaminó hacia su mesa habitual, deteniéndose un instante para besar a Kate, quien se apresuró a apartarlo de un empujón, suspirando y poniendo cara de circunstancias. Al parecer, estaba acostumbrada a las confianzas que Griffin se tomaba con ella.
Matt y Evan entraron con más discreción detrás de él. Matt sonrió educadamente y siguió a Griffin hacia la mesa que solían ocupar. Evan dio a Jenny un afectuoso abrazo y enlazó por la cintura a una admiradora que lo había besado en la mejilla, tras lo cual siguió a Matt.
Sentí una opresión en el estómago mientras observaba la puerta con discreción, sabiendo quién entraría por ella detrás de sus compañeros. Al cabo de unos segundos, apareció, y se me cortó el aliento. Estaba impresionante. Su cabello ondulado estaba perfecto. Su camiseta de manga larga, que llevaba debajo de una sencilla camiseta de color negro, realzaba su espectacular torso. Sus vaqueros, desteñidos y deshilachados por el uso, se ajustaban a él de forma sensual. En sus labios se pintaba una media sonrisa muy sexy, y sus ojos azules, intensos y penetrantes, se clavaron en los míos.
Sabiendo que Denny estaba allí y quizá nos observaba, me esforcé en respirar con normalidad y desvié la mirada. Me volví hacia Denny, pero estaba estrechando la mano de Matt y charlando con los otros chicos en la mesa. Miré de nuevo a Kellan, que en esos momentos se dirigía hacia mí, observándome con una expresión extraña. Pensé en darme la media vuelta y alejarme, pero estaba en mi sección y yo era su camarera. Resultaría chocante que no lo sirviera. Confié en que esa noche se comportara de forma normal conmigo, no con su acostumbrada frialdad y rudeza.
Se acercó a mí y dijo con calma:
—Kiera.
Tragué saliva y me obligué a mirarlo a los ojos.
—¿Sí, Kellan?
Sonrió y ladeó la cabeza.
—Tomaremos lo de costumbre —dijo indicando la mesa con la cabeza—. Trae también una para Denny…, ya que forma parte de esto.
La curiosa forma en que lo dijo me hizo arrugar el ceño, pero asentí y él se volvió y fue a reunirse con los otros en la mesa. Casi al instante, dos chicas se colgaron de su brazo, pasándole la mano por su cabello sexy y perfecto. Tragué saliva y me acerqué a la barra en busca de las bebidas que me había pedido.
Cuando recogí las cervezas para los chicos, Rita me guiñó un ojo con complicidad. Daba la impresión de que sabía algo. Por supuesto, había pensado desde un principio que yo me acostaba con Kellan. Suspiré y no hice caso mientras tomaba las bebidas para la banda.
Después de que llegaran los chicos, el local se llenó, y ya no tuve tiempo de flirtear con Denny. Lo cierto es que estando Kellan presente, no me habría sentido cómoda flirteando con él, y menos estando Denny sentado a la misma mesa. Observé que Kellan se había sentado en el extremo opuesto a Denny. Estaba de cara a la multitud, flirteando con unas chicas sentadas a la mesa de al lado. No miró a Denny ni una sola vez. Ignoraba qué problema tenía Kellan con Denny, y pensé que quizá fuera un sentimiento de culpa.
Al cabo de un rato, subieron al escenario. Los asistentes, y en especial las mujeres, enloquecieron y se agolparon alrededor del escenario. Los observé desde las mesas mientras la banda iniciaba su actuación. Estuvieron geniales, como siempre. Las canciones eran pegadizas, la voz de Kellan sexy, las miradas que dirigía al público decididamente libidinosas, y, al poco rato, todas las personas situadas en la parte posterior del bar se pusieron a bailar y menear el esqueleto, disfrutando del show. Dejé de observar a Kellan y su… actuación…, y me volví hacia los clientes que seguían sentados.
La banda se puso a tocar una canción que había oído pero que nunca había escuchado con atención. Quizá fuera porque me esforzaba en no mirar a Kellan por lo que presté más atención a cómo cantaba. Quizá fuera debido al monumental error que habíamos cometido la noche en que nos emborrachamos, pero el caso es que capté la letra con toda claridad. Me detuve junto a una mesa y lo miré, estupefacta. Lo primero que observé, curiosamente, fue la expresión en el rostro de Griffin, lo cual debió de constituir el primer indicio. Tenía un aspecto excitado…, demasiado excitado para tocar esa canción; estaba claro que le encantaba. Luego, mis ojos se posaron, incrédulos, en Kellan.
La letra consistía en una metáfora del sexo, y no se refería a un mero encuentro casual, a un rollo de una noche. La canción insinuaba que, aunque el sexo había sido genial…, yo ya estoy en otra cosa, y espero que te acuerdes de mí, porque yo ya te he olvidado. Había oído esa canción en otras ocasiones y nunca la había interpretado de esa forma, hasta entonces. Quizá la interpretaba de forma equivocada, pero, teniendo en cuenta la expresión en el rostro de Griffin y la gélida mirada en los ojos de Kellan, no me lo parecía.
Lo que más me chocó fue que Kellan dirigiera su gélida mirada hacia mí. Era como si le estuviera contando la noche que habíamos pasado juntos a toda la gente que había en el bar. No podía moverme. No podía alejarme. Me quedé clavada en el sitio, sintiendo que se me saltaban las lágrimas. ¿Por qué se comportaba con esa frialdad, con esa deliberada mala fe? Me sobresalté al sentir una mano deslizarse alrededor de mi cintura.
—Hola, cielo —me susurró Denny al oído—. Estoy muerto… Creo que me iré a casa. ¿Puedes pedirle a alguien que te acompañe en coche? —Hizo que me diera la vuelta para mirarlo y se fijó en mi expresión—. ¿Estás bien?
Tragué saliva y traté de sonreír, confiando en ser capaz de reprimir las lágrimas.
—Sí, estoy…
Me detuve al oír un pasaje de la canción particularmente incisivo. Kellan cantaba a voz en grito: «¿Qué piensas de mí ahora?». La intensidad de la letra hizo enloquecer al público. Kellan no apartaba sus ojos de los míos.
Denny miró al público para comprobar su reacción.
—Caray, esta canción es genial… ¿Es nueva?
Sobreponiéndome a mi estupor, respondí:
—No, la ha cantado otras veces. —Esbozando una sonrisa forzada, me volví hacia él—: Le pediré a Jenny que me acompañe en coche. Vete a casa. Estoy bien, sólo un poco cansada.
Sonriendo con dulzura, Denny dijo:
—De acuerdo, despiértame cuando llegues. —Acto seguido, me besó brevemente y salió del bar. Anhelaba marcharme con él. Pero no podía, tenía que quedarme allí un rato más, escuchando cómo Kellan me atormentaba con sus canciones.
A la mañana siguiente, decidí que había llegado el momento de averiguar el motivo de que Kellan se comportara de forma tan extraña conmigo. Entendía que se sintiera culpable en presencia de Denny, pero ¿por qué se portaba de una manera tan cruel conmigo? Preparándome para verlo o no, dado que últimamente apenas paraba en casa, doblé el recodo de la escalera y lo vi sentado a la mesa, leyendo el periódico y bebiéndose un café.
Cuando entré, alzó la vista y me miró con frialdad, y, al observar su mirada sombría, sentí que mi determinación flaqueaba. Cerré los ojos y respiré hondo. Tras detenerme un momento para hacer acopio de valor, me preparé una taza de café antes de sentarme junto a él a la mesa.
—Buenos días —dijo por fin, sin levantar la vista del periódico.
—Kellan… —Tenía la boca seca y tuve que tragar saliva.
Me miró.
—¿Qué? —su tono era casi áspero y pensé si marcharme de la habitación.
«No seas idiota, Kiera…, habla con él». Después de todo lo que habíamos compartido juntos, en principio no debía suponer para mí ningún esfuerzo hablar con él…
—¿Por qué estás enfadado conmigo? —murmuré mirándolo directamente a los ojos.
—No estoy enfadado contigo, Kiera. En realidad, he sido muy amable contigo. La mayoría de las mujeres me darían las gracias por ello. —Percibí su tono socarrón.
La irritación se apoderó de mí, y lo miré furiosa.
—¡Te comportas como un cretino! Desde que…
Él arqueó las cejas, esperando a que yo concluyera la frase. Pero no lo hice. Al cabo de unos instantes, fijó de nuevo la vista en el periódico y bebió otro trago de café.
—Te aseguro que no sé a qué te refieres, Kiera…
Lo miré sin dar crédito. ¿Acaso iba negar que de un tiempo a esta parte se comportaba como un cretino conmigo?
—¿Te sientes culpable por Denny…?
Alzó la cabeza y me clavó su fría mirada.
—No soy yo quien lo ha traicionado —contestó con tono frío y grave. Acusé el golpe y me mordí el labio, confiando en no romper a llorar.
—Antes éramos amigos, Kellan —murmuré.
Clavó la vista en el periódico y replicó con tono despreocupado:
—¿Tú crees? No me había percatado.
Sintiendo que unas lágrimas de rabia afloraban a mis ojos, le espeté:
—Sí, lo éramos, Kellan. Antes de que…
Levantó la mirada y me interrumpió.
—Denny y yo somos amigos. —Me miró de arriba abajo, casi con desdén, y añadió—: Tú y yo somos… compañeros de piso.
Mi furia contuvo por un momento las lágrimas que estaban a punto de rodar por mis mejillas, y lo miré atónita.
—Tienes una forma muy curiosa de demostrar tu amistad. Si Denny supiera lo que tú…
Kellan me interrumpió de nuevo, observándome con frialdad.
—Pero tú no vas a decírselo, ¿verdad? —Reanudó la lectura de su periódico y supuse que había terminado de hablar, cuando de pronto añadió con tono quedo—: Además, eso queda entre vosotros dos, no tiene nada que ver conmigo. Yo me limité a… consolarte.
Lo miré de nuevo estupefacta, sin poder articular palabra. Él fijó la vista en el periódico durante unos minutos y luego suspiró.
—¿Hemos terminado? —me preguntó, mirándome.
Asentí con la cabeza, comprendiendo que habíamos terminado en más de un aspecto. Él se levantó y salió de la cocina. Al cabo de un rato, le oí abrir la puerta y partir en su coche. No regresó a casa en todo el fin de semana.