Denny no tardó en causar buena impresión a las personas en su trabajo, tal como yo sabía que haría, y ya no disponíamos de tanto tiempo para estar juntos como yo habría deseado. Seguía procurando despedirme de él por las mañanas, pero, cuando me adapté a la rutina de acostarme cada vez más tarde, se me hacía muy difícil despertarme con él. Al cabo de unos días, Denny sólo obtenía de mí un «hasta luego» y un beso en la cama. Como quería causar buena impresión a sus jefes, solía quedarse hasta más tarde de la hora en que yo debía irme a trabajar. De modo que, al poco tiempo, quedó muy claro que el único tiempo del que disponíamos para estar juntos eran las tardes de los fines de semana, antes de que comenzara mi turno y el par de noches que tenía libres.
No obstante, Denny hacía lo que podía para pasar tantos ratos conmigo como era posible. Venía al bar después de trabajar para verme, y, a veces, se quedaba a cenar o a tomarse una copa con Kellan y los chicos. Nos abrazábamos y besábamos con ternura, y los clientes asiduos del bar gemían con fingida exasperación. En cierta ocasión, alguien nos arrojó una servilleta hecha una bola. Yo tenía la sospecha de que había sido Griffin, y me alegré de que sólo fuera una servilleta.
Junio pasó como un suspiro mientras seguíamos con nuestra rutina cotidiana, y, antes de que pudiera darme cuenta, llegó julio. El Cuatro de Julio, Denny tuvo que ir a la oficina. Eso me molestó bastante, pues habíamos planeado pasar el día en su playa favorita —un poco de sol y mar para mi chico amante del agua—, pero me prometió que esa noche vendría al bar de Pete y pasaría toda la velada allí, aunque yo estaría trabajando, lo cual mitigó un poco mi malhumor.
Yo pasé buena parte del día leyendo un libro y tomando el sol en nuestro pequeño y soleado jardín trasero. Bueno, el término «tomando el sol» haría suponer que tenía un tipo de piel que cogía un bonito color tostado, como el de Denny. Pero lo cierto es que tenía una piel de alabastro, lo que significa que se me ponía de un intenso color rosáceo y, al poco tiempo, regresaba a un blanco lechoso. De modo que me puse un bañador de dos piezas, me unté un montón de crema protectora para evitar al menos el intenso color rosáceo, y me dispuse a gozar del calor del sol, por no decir de los efectos del cambio de color que sufriría.
Mientras leía mi libro, me deleité con el calor, que me hacía cosquillas en los muslos y en la parte baja de la espalda. Alcé la vista y vi una hermosa libélula posada en una larga brizna de hierba a pocos centímetros de mi rostro. Su cuerpo y el extremo de la cola tenían el mismo color turquesa vivo de algunas de las piezas de bisutería confeccionadas por americanos nativos que había visto expuestas en las tiendas locales. La libélula parecía sentirse completamente feliz, descansando sobre su diminuta percha y disfrutando del soleado día, al igual que yo. La miré sonriendo y seguí leyendo mi libro. Era agradable no sentirme completamente sola.
Al cabo de un rato, cuando mi cuerpo hubo asimilado su ración diaria de vitamina D, entré en casa ebria de sol, me tumbé en el sofá y me quedé dormida casi al instante. Me desperté media hora antes de que comenzara mi turno y me apresuré a cambiarme y arreglarme. Llegué a la parada del autobús que me llevaba al bar de Pete justo a tiempo. Menos mal, al menos no me sentiría cansada durante mi turno.
Esa noche, Denny, cumpliendo como siempre su palabra, se pasó por el bar al terminar su trabajo. Curiosamente, el local estaba abarrotado, teniendo en cuenta que era un día festivo, y tuvo que sentarse en un taburete en la barra. Las miradas de cordero degollado que Rita le dirigía empezaban a irritarme, cuando de repente aparecieron Kellan y su banda. Confiscaron su mesa habitual y acercaron otra silla para Denny. Pese al gentío que había en el local, las estrepitosas risas que provenían de esa mesa no cesaron en toda la noche.
Poco antes de que la banda comenzara su actuación, Denny y Kellan se entretuvieron jugando un rato al billar americano. Cuando me dirigía hacia la cocina, me detuve y me apoyé contra el arco de la puerta. No pude evitar sonreír al observar la profunda y relajada amistad que les unía. Bromeaban y charlaban mientras jugaban como si hubieran sido amigos íntimos durante años y no hubieran estado nunca separados.
Asimismo, no pude evitar sonreír al comprobar lo mal que se le daba el billar a Kellan. Denny se reía cada vez que erraba una jugada y trataba de enseñarle a hacerlo como es debido, pero a Kellan le daba la risa y se encogía de hombros, como si supiera que nunca iba a cogerle el tranquillo. A mí tampoco se me daba bien el billar, y Denny, que jugaba muy bien, había tratado de enseñarme un par de veces. En varias ocasiones, me había dicho con paciencia: «Es simplemente una cuestión de física, Kiera», como si por el mero hecho de conocer ese dato fuera a acertar la jugada como por arte de magia. Al ver que los estaba observando mientras jugaban, Denny me guiñó el ojo y yo suspiré satisfecha y regresé a mi trabajo.
Acababan de terminar la partida y Kellan se había encaminado hacia el escenario, cuando oímos unos fuegos artificiales fuera. Matt y Griffin sonrieron con cara de despiste y salieron del bar, seguidos por media docena de chicas. Evan y Jenny salieron también al cabo de un momento, sonriendo, junto con otra media docena de personas. Kellan se nos acercó a Denny y a mí acompañado por una chica bajita cuyo pelo rubio mostraba una interesante mezcla de mechas rojas y azules. Le echó el brazo alrededor de los hombros y, sonriendo, nos indicó que los siguiéramos. Denny y yo nos miramos encogiéndonos de hombros y salimos del bar seguidos por un grupo de personas.
En el aparcamiento estaba la mitad del bar, contemplando el cielo sobre el lago Unión, donde la silueta urbana de la ciudad aparecía intensamente iluminada por un estallido tras otro de maravillosos colores e impresionantes dibujos que los fuegos artificiales trazaban en el firmamento. Griffin y Matt se hallaban un tanto alejados del grupo, contemplando el espectáculo. Mejor dicho, Matt lo contemplaba. Griffin tenía agarrada a una chica de forma indecorosa y ésta lo estaba agrediendo, mientras él sonreía encantado de la vida. Jenny, que rodeaba a Evan por la cintura, estaba apoyada en él, feliz y contenta, admirando los fuegos artificiales desde el otro lado del aparcamiento.
Denny me rodeó con ambos brazos, abrazándome con fuerza, y yo me relajé contra él, con la cabeza apoyada en su hombro. Kellan estaba delante de nosotros, rodeando los hombros de la chica con un brazo y con la mano metida en el bolsillo posterior de los vaqueros de ésta. Había traído su cerveza con él. Al apartar la cabeza de la chica para beber un trago, vio que Denny y yo estábamos detrás de él. Después de beberse el trago de cerveza, me sonrió de manera afectuosa. Yo le devolví una tímida sonrisa mientras Denny suspiraba satisfecho y me besaba en la mano.
La mujer que estaba con Kellan debió de decirle algo, pues él se volvió hacia ella y respondió algo en voz baja. Ella se alzó de puntillas y lo besó en el cuello al tiempo que metía la mano en el bolsillo de sus vaqueros. Él sonrió y la estrechó contra él. Yo me pregunté si la vería por la mañana.
Me estaba centrando de nuevo en el espectáculo cuando oí a mi espalda una voz exclamar a voz en grito:
—¡Eh! No os pago para que contempléis las estrellas.
Al volverme, vi a Pete junto a la puerta del bar, mirando a Kellan con gesto de contrariedad. La banda debía estar ya sobre el escenario.
—Venga, empezad a tocar —masculló Pete, señalando el interior del local. Contempló unos instantes el espectáculo mientras Kellan se reía por lo bajinis y luego se dirigió a Jenny y a mí—. Y vosotras venid a atender a los clientes. Hay un montón de gente sedienta.
Jenny se separó de Evan y se acercó apresuradamente a Pete.
—Lo siento, Pete —dijo con tono jovial, besándolo en la mejilla y entrando rápidamente en el bar.
Kellan la siguió de inmediato, llevando de la mano a su chica con el pelo lleno de mechas rojas y azules.
—Sí… Lo siento, Pete. —Luego, esbozando una media sonrisa, le estampó también un breve beso en la mejilla. Acto seguido, retrocedió de un salto cuando Pete hizo ademán de darle una colleja. La chica que iba con él rompió a reír como una histérica mientras Kellan entraba en el bar detrás de Jenny.
Denny y yo permanecimos unos segundos abrazados, observando el rutilante espectáculo, tras lo cual seguimos al resto de la gente hacia el bar. Esa noche la banda tocó especialmente bien, y Denny se quedó para ver toda la actuación. Incluso bailamos juntos un par de veces. Cuando terminé mi turno, estaba deseando irme a casa y meterme en la cama con él. Estaba a punto de terminar mis quehaceres cuando vi que Kellan abandonaba el bar. Curiosamente, iba solo. Al cabo de un momento salí del cuarto del personal, Denny me tomó de la mano, nos miramos sonriendo y nos fuimos también a casa.
Al cabo de un rato, suspiré mientras me acurrucaba junto a él en la cama, feliz y bastante satisfecha de mi vida allí, gozando al pensar que nada en ella cambiaría durante al menos dos años.
Pero, dos semanas más tarde, un viernes por la noche, mientras trabajaba en el bar, algo cambió…
Los chicos estaban sentados en su mesa habitual al fondo, relajándose antes de su actuación. Para deleite de numerosas mujeres que pululaban a su alrededor, Griffin se había quitado la camiseta. Estaba mostrando a Sam un nuevo tatuaje que llevaba en el hombro y que se había hecho la semana pasada. Consistía en una serpiente enroscada en pose seductora alrededor de una mujer desnuda. Sam sonrió como si le gustara. A mí me pareció de mal gusto. La serpiente era demasiado sensual; y la mujer, exageradamente desproporcionada. En serio, una mujer con esa figura no habría podido sostenerse derecha. Sin embargo, no pude evitar sonreír; el grosero tatuaje encajaba a la perfección con su dueño.
Matt mostró también a Sam su nuevo tatuaje, un símbolo grabado en la parte interior de su muñeca. Ignoro lo que era y lo que significaba, pero era preferible al de Griffin. Sam asintió con la cabeza y miró de nuevo el tatuaje de la mujer desnuda. Supuse que Griffin volvería a ponerse la camiseta. Evan, que tenía los brazos cubiertos de tatuajes, no hizo caso de la exhibición. Estaba demasiado ocupado sentado en el borde del escenario flirteando con un grupo de chicas.
Kellan estaba repantigado en su silla, observándome. Al fin, me indicó que me acercara.
—Hola, ¿quieres una cerveza? —le pregunté.
Me sonrió amablemente y asintió.
—Sí, gracias, Kiera.
De pronto me pregunté si él lucía algún tatuaje, como el resto de los chicos. Al recordar que en cierta ocasión lo había visto casi desnudo, me sonrojé. Si se había hecho alguno, lo tenía muy oculto. Al percatarse de mi turbación, preguntó:
—¿Qué?
Comprendí que lo más fácil era preguntárselo, de modo que señalé el hombro de Griffin y dije:
—¿Tú tienes uno?
Kellan miró a Griffin, que seguía semidesnudo.
—¿Un tatuaje? —preguntó, volviéndose de nuevo hacia mí. Negó con la cabeza—. No, no me apetece tener algo grabado de manera permanente en la piel. —Esbozó una media sonrisa y luego me preguntó—: ¿Y tú?
Su seductora sonrisa hizo que me sonrojara de nuevo.
—No… En este sentido, mi piel es virgen. —De inmediato me arrepentí de haberlo dicho, convencida de que me había puesto colorada como un tomate. Él se rió divertido ante mi reacción, y yo murmuré—: Enseguida te traigo la cerveza…
Me alejé lo más rápido que pude, murmurando entre dientes que debía pararme a pensar antes de soltar lo primero que se me ocurriera, y casi choqué con Denny, que acababa de entrar en el bar.
—¡Hola! ¿A que no adivinas lo que ha ocurrido? —preguntó tomándome del hombro y sonriendo satisfecho.
No pude evitar sonreír al observar su entusiasmo y respondí:
—No tengo la menor idea.
—Hoy, Mark me ha llevado aparte en la oficina. ¡Quieren que los acompañe para montar una nueva oficina en Tucson! —Parecía eufórico ante la perspectiva, pero yo sentí que el alma se me caía a los pies.
—¿En Tucson? ¿De veras? ¿Cuánto tiempo estarás ausente? —Procuré no empañar su alegría, pero la idea no me hacía ninguna gracia.
—No lo sé…, quizás un par de meses —contestó encogiéndose de hombros.
Lo miré estupefacta.
—¡Un par de meses! ¡Pero si acabamos de llegar! Las clases en la universidad empiezan dentro de poco más de un mes. Tengo que inscribirme, obtener mi programa de estudios, los libros… No puedo irme ahora a Tucson.
Denny me miró un tanto perplejo.
—No es necesario que me acompañes. Sólo estaré fuera un par de meses, Kiera.
Su entusiasmo ya no me importaba. Estaba furiosa.
—¿Qué? —repliqué en voz alta mientras las personas a nuestro alrededor se volvían para mirarnos. Denny me tomó suavemente del brazo y me condujo fuera.
Cuando salimos al aire fresco del aparcamiento, me tomó de nuevo por los hombros y me obligó a mirarlo.
—Es mi trabajo, Kiera…, nuestro futuro. Tengo que hacerlo. —Se expresaba con un acento más marcado que de costumbre mientras me observaba preocupado.
Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas.
—Dos meses, Denny…, es mucho tiempo. —Desde que estábamos juntos, nunca nos habíamos separado más de dos semanas, cuando él había regresado a casa para visitar a sus padres a raíz de la muerte de su abuelo. Yo había detestado cada minuto de esas dos semanas.
Él me enjugó una lágrima que rodaba mi mejilla.
—¡Eh, que no pasa nada! Quizás esté fuera menos tiempo. En realidad, no estoy seguro. —Me abrazó—. Todo esto lo hago por nosotros, Kiera. ¿De acuerdo?
—No —respondí con voz entrecortada. Dos meses me parecían una eternidad—. ¿Cuándo te marchas? —murmuré.
—El lunes —respondió en voz baja. Al oírlo, no pude reprimir las lágrimas. Al cabo de un rato, Denny me soltó—. Lo siento. No pretendía disgustarte. Pensé que te alegrarías por mí —dijo arrugando un poco el ceño—. Lo siento, debí esperar a que terminaras tu turno para decírtelo.
Me sorbí la nariz, sintiendo remordimientos de conciencia.
—No te preocupes. Es que la noticia me ha sorprendido. He reaccionado de forma exagerada. Estoy bien, de veras.
Él volvió a abrazarme durante unos minutos.
—Lo lamento…, no puedo quedarme. —Me miró con expresión compungida—. Quieren que regrese a la oficina para rematar algunos detalles. Debo irme, lo siento. He venido sólo para decírtelo.
Yo pestañeé para reprimir las lágrimas.
—Vete, lo entiendo. De todos modos, tengo que volver al trabajo…
Él apoyó las manos en mis mejillas.
—Te quiero.
—Yo también te quiero —murmuré.
Me besó en la frente y se encaminó con prisas hacia el coche. Parecía impaciente por alejarse de mí. Yo entré de nuevo en el bar, abatida. Lo primero que vi fue a Kellan hablando con Rita y bebiéndose una cerveza apoyado en la barra. De pronto recordé que me había pedido una cerveza antes de… que apareciese Denny. Al recordarlo, sentí que se me volvían a saltar las lágrimas y me apresuré a enjugarlas, pero no antes de que Kellan se diera cuenta.
Me miró arrugando el ceño y se acercó a mí, que estaba aún junto a la puerta.
—¿Te sientes bien?
Yo miré sobre su hombro, sabiendo que, si percibía en sus ojos una expresión de inquietud, rompería a llorar.
—Sí.
—Kiera… —Apoyó la mano con suavidad en mi brazo y lo miré de manera instintiva a la cara.
La preocupación que traslucían sus ojos y su inesperado gesto de ternura hicieron que rompiera a llorar a lágrima viva. Él se apresuró a abrazarme con fuerza. Me frotó la espalda suavemente y apoyó la mejilla en mi cabeza. Era muy reconfortante, pero seguí sollozando, mientras las personas a nuestro alrededor nos observaban con curiosidad. Él hizo caso omiso de las miradas inquisitivas (a fin de cuentas, tenía fama de seducir a todas las mujeres) y me estrechó entre sus brazos sin hacer ningún comentario ni protestar hasta que mis lágrimas cesaron.
Al cabo de un momento, Sam se acercó, probablemente para informarle de que la actuación debía comenzar, pero, antes de que pudiera decir nada, sentí que Kellan negaba con la cabeza. Me aparté un poco y me sequé las lágrimas de las mejillas.
—Estoy bien. Gracias. Anda, ve a hacer tu papel de estrella del rock.
Kellan me miró preocupado.
—¿Estás segura? Los chicos pueden esperar unos minutos más.
Conmovida por su ofrecimiento, negué con la cabeza.
—No, de veras, estoy bien. De todos modos, tengo que regresar al trabajo. Esta vez tampoco te he servido la cerveza.
Él me soltó y emitió una risita.
—La próxima vez. —Me acarició el brazo y, esbozando una media sonrisa, se volvió para ir a reunirse con sus colegas de la banda, que ya habían subido al escenario.
La banda de Kellan era fantástica, desde luego, pero no pude evitar observar que sus ojos se posaban en mí con más frecuencia de lo habitual. A veces, me miraba frunciendo un poco el ceño, y yo sonreía para tranquilizarlo. De veras, me sentía bien. No tenía que preocuparse por mí, aunque le agradecía ese gesto de afecto.
Esa noche, me quedé un rato en el bar después de que cerraran, rechazando el amable ofrecimiento de Jenny de acompañarme a casa en coche. No quería irme todavía. La idea de hablar de nuevo con Denny sobre su viaje me dolía. La perspectiva de que él aún no hubiera regresado a casa del trabajo también me dolía. No estaba segura de cuál de las dos perspectivas me dolía más, y no tenía ganas de averiguarlo todavía.
Me senté en una silla junto a la barra y me recliné hacia atrás, con los brazos colgando sobre el respaldo y la barbilla apoyada en un brazo. Lunes. Todo había ido de maravilla, y ahora sólo quedaba un fin de semana antes de que Denny se marchara durante dos meses. Pensé en lo que haría durante su ausencia. Era demasiado pronto para pensar en ello. Aún nos quedaba la tarde de mañana, y todo el domingo, hasta que… No sabía cuándo volvería a verlo.
Sentí que las lágrimas afloraban de nuevo a mis ojos y me las enjugué irritada. En serio, Denny probablemente estaría ausente sólo uno o dos meses, de modo que no valía la pena disgustarme por ello. «Cálmate», ordené a mi cuerpo.
Sentí que Kellan se sentaba a mi lado antes de verlo.
—Hola. —Me sonrió con afecto—. ¿Quieres hablar de ello?
Miré hacia el escenario, donde permanecían aún los chicos de la banda. Evan estaba preocupado por Sam, pero Griffin y Matt nos observaban a Kellan y a mí. Griffin murmuró algo a Matt esbozando una sonrisa torcida. Matt puso los ojos en blanco y se rió. Imaginé lo que decían. No, no quería hablar de ello aquí. Estaba segura de que me pondría a lloriquear de forma bochornosa, y no quería que los D-Bags lo vieran. Sólo serviría para que me tomaran más el pelo. Negué con la cabeza.
Kellan vio que yo tenía los ojos fijos en la banda y pareció comprenderlo.
—¿Quieres que te lleve a casa?
Lo miré agradecida y asentí con la cabeza. Mis opciones para regresar a casa a esas horas de la noche disminuían por momentos.
—Sí, gracias.
—Iré a recoger mis cosas y nos iremos. —Kellan me miró sonriendo de forma encantadora y, por alguna razón, me sonrojé. Se acercó a los chicos, que estaban bebiéndose la última copa con Sam, y les dijo unas palabras. Los otros asintieron. Griffin dio un codazo a Matt en las costillas y sonrió socarronamente. Kellan sacudió la cabeza con aire enojado y tomó su guitarra. Cuando se disponía a regresar junto a mí, Evan lo agarró del brazo y le dijo algo. Kellan lo miró irritado y sacudió la cabeza. Evan pareció aceptar la respuesta y lo soltó.
Kellan volvió junto a mí y me sonrió afectuoso.
—¿Estás lista?
Asentí y me levanté de la silla. Suspiré, preparándome para ver o no a Denny. Cuando abandonamos el bar, me despedí tímidamente de Rita. Ella me miró arqueando las cejas y sonrió con un gesto cargado de significado, guiñándome el ojo de una forma que hizo que me ruborizara de nuevo. Al parecer, imaginaba que me arrojaba al cuello de Kellan cada vez que estábamos solos. Rita tenía un talante provocador que hacía que me sintiera incómoda.
El trayecto a casa en coche discurrió en un grato silencio. Kellan no insistió en que le hablara. Pero su amabilidad, y el recuerdo del tierno abrazo que me había dado antes, me indujeron a querer desahogarme con él.
—Denny se marcha —dije con tono quedo.
Me miró sorprendido.
—Pero…
Al darme cuenta de lo alarmante que había sonado mi comentario, me apresuré a aclarar:
—Sólo durante un par de meses…, por su trabajo.
Se tranquilizó y sonrió un poco.
—Ah, creí que…
Suspiré.
—No, he reaccionado de forma muy exagerada. Todo va bien. Es sólo que…
—No habéis estado nunca separados —dijo Kellan en voz baja.
Sonreí, aliviada de que lo comprendiera.
—No. Quiero decir sí, pero por poco tiempo. Supongo que estoy acostumbrada a verlo cada día y…, bueno, hemos esperado tanto tiempo para vivir juntos, y las cosas iban tan bien, y ahora…
—Se marcha.
—Sí.
Volví la cabeza para mirarlo. Kellan tenía la vista fija en la carretera y parecía absorto en sus cavilaciones. Las farolas iluminaban su rostro de forma intermitente. El efecto realzaba su atractivo. El contraste entre su semblante iluminado y en penumbra resultaba fascinante, y no pude apartar la vista. Me pregunté en qué estaría pensando.
—En nada… —Él se volvió hacia mí. Me sobresalté un poco, sin caer en la cuenta de que había pronunciado la última parte de la frase en voz alta. Él me sonrió—. Confiaba en que las cosas fueran bien entre vosotros. Los dos sois… —No terminó la frase, sino que se limitó a sonreír, y fijó la vista de nuevo en la carretera.
Yo me sonrojé, pensando de nuevo que debía tener más cuidado con lo que decía cuando estaba con él. Al parecer, también debía tener cuidado con lo que pensaba en su presencia, puesto que hasta mis pensamientos se escapaban sin mi permiso.
Poco después, nos detuvimos en la entrada del edificio. Suspiré y me relajé un poco. El viejo y destartalado Honda de Denny estaba aparcado allí. Supongo que en mi fuero interno había confiado en que hubiera regresado a casa. Me volví hacia Kellan y dije con tono afectuoso:
—Gracias… por todo.
Él bajó la vista, casi tímidamente.
—No tiene importancia, Kiera.
Nos apeamos, entramos en casa y subimos la escalera. Me detuve delante de la puerta de mi habitación, con la mano sobre el pomo, sintiéndome de pronto demasiado nerviosa para entrar.
—Todo irá bien, Kiera —dijo Kellan, que se había detenido frente a su puerta, observándome.
Sonreí y le di las buenas noches en voz baja, tras lo cual hice acopio de valor y entré en la habitación, que estaba a oscuras. Mis ojos tardaron unos momentos en adaptarse a la oscuridad después de cerrar la puerta. Oí a Denny moverse en la cama antes de poder verlo. Estaba incorporado sobre los codos, observándome.
—Hola… Es tarde. —La somnolencia hacía que pronunciara las palabras con un acento aún más marcado que de costumbre.
Yo no dije nada. Todavía no estaba segura de cómo me sentía sobre esa nueva situación, aparte de triste. Me senté en los pies de la cama y me puse el pijama mientras él seguía observándome en silencio. Cuando terminé, Denny rompió al fin el silencio.
—Dime algo, Kiera —dijo con tono quedo.
Suspiré y me metí debajo de las mantas junto a él, observándolo mientras se volvía de costado hacia mí. Me pasó la mano por el pelo y me acarició la mejilla.
—¿Qué encierras ahí? —preguntó dándome un golpecito afectuoso en la sien.
Sonreí.
—Me preguntaba qué haré sin ti… —Mi sonrisa se disipó de mi rostro.
Él me besó en la frente.
—La casa…, el trabajo…, la casa…, el trabajo… Probablemente lo mismo que harías si yo estuviera aquí.
—Sí, pero ahora no disfrutaré de nada de ello —murmuré entristecida, mirando su almohada.
Él se rió.
—Yo también te echaré de menos.
Alcé la vista y lo miré a los ojos.
—¿De veras?
Denny me miró pestañeando, sorprendido.
—Pues claro. Un momento… ¿Acaso crees que deseo marcharme? ¿Que esto me resulta fácil? ¿Que no te añoraré un montón todos los días?
—Sí. —Esta noche se me habían ocurrido esas mismas palabras en un par de ocasiones.
Entonces fue él quien suspiró.
—Kiera, esto es absurdo. —Me miró esbozando su encantadora sonrisa de despistado—. Te hartarás de la cantidad de veces que te llamaré.
Sonreí, aunque no sin esfuerzo.
—De eso nada. —Adopté un tono serio casi sin darme cuenta—. ¿Tienes realmente que marcharte?
Al reparar en mi tono de voz, Denny dejó de sonreír.
—Sí —respondió asintiendo.
Yo lo miré ladeando la cabeza.
—¿Y volverás cuando hayas terminado?
Él sonrió de nuevo.
—En cuanto haya terminado.
—Bueno… —Me detuve un momento—. Supongo que sólo queda una cuestión de la que debemos hablar…
Denny me miró con curiosidad.
—¿A qué te refieres?
Apoyé la mano en su mejilla y lo besé con ternura.
—¿Cómo vamos a pasar los dos últimos días?
Él sonrió y se inclinó para susurrarme al oído todo lo que podíamos hacer durante los dos próximos días. Yo sonreí, me reí de buena gana, le di una palmada en el hombro, me reí de nuevo, me ruboricé y por fin lo besé en la boca, profundamente. Y en ese momento olvidé que las cosas iban a cambiar…
El lunes por la mañana llegó antes de lo que había imaginado. Durante los dos últimos días, habíamos pasado juntos cada momento que pudimos. Denny se había mostrando increíblemente paciente con mi afán de permanecer pegada a él. Sabía lo duro que esa separación iba a ser para mí. Yo confiaba en mi fuero interno que a él le resultara igual de dura. En parte, deseaba que le fuera muy bien, que causara impresión a sus jefes y que lo pasara maravillosamente bien. Pero sobre todo deseaba que toda la experiencia fuera un fracaso estrepitoso para que Denny no volviera a separarse nunca de mí. Reconozco que sentía cierta amargura.
Kellan se ofreció muy amable a llevarnos al aeropuerto en coche para que me despidiera de Denny, lo cual le agradecí. Yo sabía que estaba demasiado nerviosa para conducir, y no me veía capaz de despedirme de él en un taxi. Necesitaba pasar hasta el último segundo con Denny, y necesitaba ver despegar al avión, para rematarlo.
Pero cuando el avión despegó por fin, y Kellan y yo nos quedamos solos en el aeropuerto, de pronto deseé estar de vuelta en casa, llorando con la cabeza sepultada en la almohada. Kellan, al ver que se me saltaban las lágrimas, me rodeó afectuosamente los hombros con el brazo y me condujo en silencio de regreso a su coche.
Yo sólo era vagamente consciente de echar a andar junto a él, de subirme de nuevo a su coche y de regresar a casa. En mi mente bullían multitud de situaciones, a cual más terrorífica, todas las catástrofes que podían ocurrir que me impedirían volver a ver a mi maravilloso chico. Cuando enfilamos la autovía, por fin di rienda suelta a mi tristeza.
Kellan se mostró muy cariñoso y, para mi sorpresa, no parecía sentirse turbado por mis lágrimas, como se habrían sentido la mayoría de los hombres, sino que hizo que me sentara en el sofá y me trajo un vaso de agua y unos kleenex. Se sentó en la butaca junto a mí y encendió la televisión, sintonizando un canal en el que ponían una estúpida comedia para verla conmigo. La cosa funcionó; a mitad de la disparatada comedia, ambos rompimos a reír. Antes de que terminara, empecé a quedarme adormilada, y sentí que Kellan me cubría con una manta antes de que el sueño me venciera.
Me desperté en el cuarto de estar, horas más tarde, y reproduje en mi mente los últimos momentos que Denny y yo habíamos pasado juntos en el aeropuerto, detestando y a la vez saboreando nuestros tiernos gestos de ternura…
En el momento de despedirnos, Denny me abrazó con fuerza. Yo tomé su rostro en mis manos y lo besé en la boca de manera tan profunda y apasionada como pude, para que recordara ese momento durante su ausencia. Por fin, se apartó de mí, tratando de recobrar el resuello pero sonriendo con dulzura.
—Te quiero… Regresaré pronto, ¿de acuerdo? No te preocupes. —Me besó en las mejillas y yo me limité a asentir con la cabeza, pues había perdido la capacidad de articular palabra, por culpa del nudo que tenía en la garganta.
Luego, se acercó Kellan, que se había alejado unos metros con discreción, observando nuestra despedida. Denny se volvió para mirarme de forma extraña y se inclinó para murmurarle algo a Kellan. Éste palideció y se volvió hacia mí. Denny se enderezó, con gesto serio, y le tendió la mano. Pálido y un tanto confundido, Kellan asintió con la cabeza, estrechó la mano de Denny y respondió algo en voz baja. Yo los observé, preguntándome qué le habría dicho Denny. Luego, éste se volvió hacia mí por última vez, me lanzó un beso con la mano y subió al avión. Dejándome sola.
Suspiré con tristeza mientras reproducía una vez más mis recuerdos. De pronto, sonó el teléfono y me apresuré a cogerlo. La dulce voz de Denny llenó mi mente y mi corazón. Llevaba tan sólo medio día separada de él y su ausencia me producía un dolor insoportable. Me contó las incidencias del viaje y dónde se alojaba. Yo lo obligué a seguir hablando conmigo por teléfono mucho después de que comentara que tenía que colgar. Por fin, me dijo que debía irse, pero que me llamaría esa noche antes de acostarse. Accedí de mala gana.
Esa noche tuve que ir a trabajar y detesté cada momento que pasé en el bar. El temor a que Denny me llamara y no me encontrara en casa me producía un dolor físico. No me había aclarado cuándo me llamaría, sólo que lo haría antes de acostarse. Pero ¿se refería a su hora de acostarse o a la mía? Estuve toda la noche de mal humor. Contesté de malos modos a Rita cuando ésta hizo un comentario inoportuno sobre el hecho de que me había quedado a solas con Kellan. Confundí los pedidos de unos clientes y ni siquiera me disculpé. Por último, propiné a Griffin una colleja cuando me tocó el culo. De hecho, fue lo único que me proporcionó satisfacción esa noche.
Kellan se quedó hasta tarde en el bar y se ofreció amablemente a llevarme de nuevo a casa en coche. Yo estuve muy agitada durante todo el trayecto, confiando en no haberme perdido la llamada de Denny, que estuviera aún despierto y que, con suerte, pudiera hablar con él durante horas. Pensé en tumbarme a dormir en la encimera de la cocina para hablar con él hasta que me quedara dormida. Suspiré. Estaba claro que debía controlarme.
Kellan sonrió al oírme suspirar.
—Seguro que Denny aún estará despierto cuando lo llames.
Yo lo miré sonriendo también.
—Gracias por llevarme hoy a todas partes en coche.
Se rió por lo bajo.
—No tiene importancia, Kiera —murmuró. Lo observé durante unos segundos. Luego, dejé que mi mente se centrara de nuevo en el último y tierno abrazo que me había dado Denny.
El teléfono sonó unos momentos después de que entráramos en casa, y me apresuré a responder al primer tono sonriendo como una colegiala. Denny sabía que estaba trabajando, y había calculado el momento justo para llamarme. Me relajé, comprendiendo que no había tenido ningún motivo para estar tan nerviosa toda la noche. Denny también deseaba hablar conmigo, y conseguiría que lo hiciéramos de una forma u otra.
Kellan entró y me arrebató el teléfono de las manos.
—Buenas noches, Denny. —Tras devolverme el auricular, me guiñó el ojo y se fue a acostar.
Denny y yo hablamos y nos reímos… durante horas.