3
Un nuevo trabajo

Era fantástico escuchar todas las canciones que tocaba la banda. Eran muy buenos. Kellan era increíble. Yo estaba un poco sorprendida de que nadie lo hubiera contratado todavía. Era el vivo ejemplo de un roquero de éxito: rebosante de talento, seductor y tremendamente sexy. Y la banda contaba ya con un nutrido grupo de admiradores. Casi inmediatamente después de que iniciaran su actuación, el suelo alrededor del escenario se llenaba de gente.

Denny me sacó a la pista cerca del borde de la multitud, donde teníamos más espacio para bailar y movernos con libertad. La canción que tocaba la banda era muy pegadiza y bailable, y Denny me hizo girar unas cuantas veces antes de estrecharme contra él para bailar pegados. Yo me reí y le rodeé el cuello con los brazos. Luego, me sujetó por la cintura y me inclinó hacia atrás, y me reí a carcajadas. La mayoría de las canciones de los D-Bags eran rápidas, pero Denny y yo nos sentíamos cómodos juntos y bailábamos a gusto y relajados.

De vez en cuando, alzaba la vista hacia el escenario. Kellan se contoneaba al ritmo de la música mientras sonreía y flirteaba con el público al tiempo que cantaba. Era fascinante observarlo, y, a medida que avanzaba la noche, yo le miraba con más frecuencia.

Miraba la forma en que movía el cuerpo mientras cantaba. En cierto momento, observé que Griffin miraba a Matt con gesto malhumorado. De alguna forma, Matt respondió a su mirada sin volverse hacia él ni omitir una nota con su guitarra, haciendo que Denny y yo nos riéramos y Griffin pusiera cara de circunstancias. Evan estaba pendiente del grupo, moviendo lentamente la cabeza y riéndose también. Kellan no se percató del incidente o no le dio importancia. Mantenía los ojos fijos en la multitud de fans que lo contemplaban con adoración.

En algunas de las canciones, Kellan tomaba su guitarra y tocaba junto con Matt. Su guitarra no estaba amplificada como la del guitarrista, y los distintos sonidos se combinaban a la perfección. Comenzó una introducción a una canción más lenta solo, y comprobé que tocaba la guitarra muy bien, tanto o más que Matt. La mayoría de las personas congregadas alrededor del escenario seguían bailando o moviéndose con desenfreno al son de la música, aunque fuera una canción más lenta, pero algunas parejas junto a Denny y a mí bailaban agarradas.

Denny me estrechó contra él, ciñéndome por la cintura. Sonrió con cara de despiste, de una forma que me encantaba, y me abrazó con fuerza. Yo suspiré y le rodeé de nuevo el cuello con los brazos. Pasé los dedos a través de su pelo oscuro y lo besé con dulzura. Cuando la música aumentó de volumen e intensidad, lo abracé más fuerte, apoyando la cabeza en su hombro y aspirando su olor tan familiar y maravilloso. Miré por encima de su hombro, observando a Kellan sobre el escenario. Durante una pausa de la canción, me sonrió dulcemente, y yo le devolví la sonrisa. Luego, me guiñó el ojo. Yo pestañeé, sorprendida. Él se rió.

A continuación, tocaron otra canción rápida. La mayoría de las parejas siguieron bailando separadas. Denny y yo decidimos continuar abrazados, sonriéndonos y besándonos con ternura. Cuando la canción terminó, Kellan se dirigió al público:

—Gracias por venir esta noche. —Hizo una pausa, esperando que el repentino griterío del público remitiera. Al cabo de un minuto, sonrió de forma encantadora y alzó un dedo—: Quiero aprovechar ahora que estáis aquí para presentaros a mis nuevos compañeros de piso.

Nos señaló con el dedo a Denny y a mí. Yo quería salir corriendo, pero Denny se rió y se colocó junto a mí, ciñéndome todavía por la cintura. Yo lo miré, mordiéndome el labio y lamentando no habernos marchado después de la canción lenta. Él sonrió y me besó en la mejilla mientras Kellan revelaba a todo el bar nuestros nombres.

Sepulté la cabeza en el hombro de Denny, avergonzada, cuando el cantante dijo con tono jovial:

—Os alegrará saber que, a partir del lunes por la noche, Kiera va a formar parte de nuestra pequeña y feliz familia del Bar de Pete.

El público comenzó de nuevo a chillar. Yo me sonrojé, sin saber a qué venía ese griterío, y fulminé a Kellan con la mirada, deseando que se callara de una vez. Él se rió al ver mi expresión.

—Quiero que todos os portéis bien con ella. —Miró al D-Bag que estaba junto a él observándome y sonriendo de forma indecente—. Especialmente tú, Griffin.

Kellan dio las buenas noches a los asistentes, que prorrumpieron de nuevo en gritos y aplausos. Luego, se sentó en el borde del escenario. Mi bochorno se disipó en cuanto dejé de ser el centro de atención. Se me ocurrió acercarme para decirle que había estado genial. Pero no fue necesario. Casi al instante, cinco chicas se agolparon a su alrededor. Una le entregó una cerveza, otra se puso a juguetear con su pelo y otra incluso se sentó cómodamente en sus rodillas. Estoy segura de que vi cómo le lamía el cuello. Después de presenciar ese espectáculo, comprendí que esa noche Kellan no necesitaba más frases de halago y decidí hacerle un comentario agradable por la mañana.

Poco después de que la banda terminara de tocar, Denny y yo nos fuimos. Estábamos tan cansados que caímos rendidos en la cama. No sé exactamente qué hora era cuando oí llegar a Kellan, pero llegó a casa mucho más tarde que nosotros. Como es natural, a la mañana siguiente me llevé una sorpresa cuando bajé a la cocina, todavía grogui, y lo vi sentado ya a la mesa, vestido y mostrando un aspecto ofensivamente perfecto mientras se bebía el café y leía el periódico.

—Buenos días —dijo con un tono demasiado jovial.

—Mmm —respondí malhumorada. De modo que no sólo tenía talento y era increíblemente atractivo, sino que era también una de esas personas que pueden funcionar con pocas horas de sueño.

Tomé una taza y me serví café mientras él terminaba de leer el periódico. Oí a Denny abrir arriba el grifo de la ducha. Terminé de prepararme el café y me senté a la mesa frente a Kellan.

Él me miró sonriendo cuando me senté. Durante unos segundos, me sentí turbada, vestida con el pantalón de chándal y la camiseta con que había dormido. Al contemplar su rostro perfecto, se apoderó de mí una profunda irritación. ¿Era justo que una persona gozara de tantos atributos? No, me parecía decididamente injusto. Entonces, recordé lo que Denny me había contado en el coche sobre Kellan y su padre. Eso mitigó mi cabreo. Las cosas no siempre habían sido perfectas para este chico tan atractivo.

—Bueno, ¿qué te pareció? —me preguntó sonriendo, como si ya conociera mi respuesta.

Traté de arrugar el ceño, como si fuera a decir que me había parecido una actuación horrorosa, pero no pude hacerlo y me eché a reír.

—Sois geniales. De veras, fue una actuación increíble.

Él sonrió y asintió con la cabeza mientras se bebía otro trago de café. De modo que mi respuesta no le había sorprendido.

—Gracias, les diré a los chicos que te gustó. —Me miró por el rabillo del ojo y preguntó—: ¿Te pareció menos ofensiva?

Empecé a sonrojarme, recordando la conversación que habíamos tenido el día anterior, pero luego empecé a reproducir su actuación mentalmente. Sorprendida, me di cuenta de que había atemperado su sensualidad. Se había mostrado seductor y había flirteado con el público como solía hacer, pero de forma menos… descarada. Le sonreí.

—Sí, mucho mejor… —respondí sonriendo—. Te lo agradezco.

Él se rió de mi comentario y me complació que hubiera hecho caso de la crítica, un tanto grosera, que yo le había hecho.

Nos bebimos nuestros cafés en silencio durante unos minutos, hasta que de pronto recordé algo que había surgido anoche en la conversación, y le pregunté sin pensar:

—¿Así que Joey era tu compañera de apartamento antes que nosotros? —¿Pero cómo era posible que cada vez que estaba con él le soltara una inconveniencia? Tenía que meditar en ello.

Él depositó lentamente su taza en la mesa.

—Sí…, se marchó poco antes de que Denny me llamara para preguntarme si tenía una habitación disponible.

Intrigada por la curiosa expresión que mostraban sus ojos, dije:

—Dejó varias de sus pertenencias aquí. ¿Crees que regresará para recogerlas?

Él fijó la vista en la mesa durante unos segundos y luego me miró de nuevo.

—No… Estoy seguro de que se ha ido de la ciudad.

La sorpresa me indujo a cometer otra metedura de pata.

—¿Qué pasó? —En realidad, no tenía la menor intención de hacerle esa pregunta. Supuse que no querría responderme.

Él adoptó una expresión pensativa durante unos instantes, como si no estuviera seguro de si debía hacerlo.

—Un… malentendido —respondió por fin.

Desterré con firmeza esos pensamientos de mi mente y me centré en mi taza de café. No podía seguir indagando en sus asuntos. No me incumbían y no quería molestar a mi nuevo compañero de piso. De todas formas, no tenía importancia. La situación de Joey era totalmente distinta de la Denny y yo. Confié en que, si decidía volver a por sus cosas, nos dejara la cama. Era increíblemente cómoda.

Denny y yo pasamos el resto del domingo holgazaneando y preparándonos para nuestros respectivos trabajos, que comenzaban al día siguiente. El puesto de becario iba a reportar a Denny poco dinero, de modo que ambos nos sentíamos aliviados de que yo hubiera hallado un empleo tan pronto. Di las gracias a Kellan por su pequeña aportación al presentarme a Pete y agradecí mentalmente a Griffin por ser incapaz de mantener su bragueta abrochada, un pensamiento que hizo que me ruborizara un poco.

Pero estaba nerviosa por mi próximo empleo. Nunca había trabajado de camarera en un bar. Denny y Kellan pasaron un par de horas divirtiéndose de lo lindo interrogándome sobre diversas bebidas y su contenido. Al principio, protesté, puesto que mis conocimientos sobre la materia eran escasos, insistiendo en que quien preparaba las bebidas era el barman. Yo sólo tenía que pasarle los pedidos de los clientes. Pero, después de probar unas curiosas y seductoras bebidas, algunas de las cuales estoy segura de que se las inventó Kellan, empecé a divertirme siguiéndoles el juego. Supuse que de esta forma estaría mejor informada.

Por la noche, Denny empezó a ponerse también nervioso al pensar en su primer día de trabajo. Eligió tres atuendos distintos, examinó todos sus viejos libros de textos, organizó su cartera cuatro veces y, por último, se sentó en el sofá y se puso a golpetear el suelo con los pies. Kellan se excusó para ir a reunirse con la banda; al parecer, se reunían todos los días para ensayar. Ése era probablemente el motivo de que se sintieran tan relajados antes de una actuación. Yo aproveché que Denny y yo nos quedamos solos para hacer cuanto pude para calmarle los nervios.

Después de la segunda vez, creo que al fin se relajó…

El lunes por la mañana llegó antes de lo esperado. Bajé para tomarme mi café matutino mientras Denny se preparaba para su primer día de trabajo. Kellan estaba sentado en su sitio habitual a la mesa de la cocina, repantigado en su silla, bebiéndose un café y leyendo el periódico. Al ver la camiseta que llevaba, me reí. Lucía una camiseta negra con la palabra «Douchebags» estampada en letras blancas sobre el pecho. Al ver que me reía y observar mi expresión, sonrió.

—¿Te gusta? Puedo conseguirte algunas —añadió guiñándome un ojo—. Conozco a gente.

Yo sonreí y asentí con la cabeza mientras él seguía bebiéndose el café.

Denny bajó al cabo de un rato, mostrando un aspecto muy atractivo con una bonita camisa azul claro y un pantalón caqui. Miró a Kellan y señaló su camiseta.

—Mola, tío… Consígueme una.

Kellan se rió y asintió mientras Denny se acercaba a mí y me abrazaba. Yo lo miré frunciendo el ceño cuando me besó en la mejilla.

—¿Qué? —preguntó, mirándose.

Le alisé la pechera de la camisa y luego pasé la mano sobre su barbilla.

—Estás… demasiado atractivo. Temo que alguna rubia descocada trate de separarte de mí.

Él arqueó una ceja y sonrió.

—No seas tonta.

Kellan alzó la vista de la mesa y dijo:

—No, tiene razón, tío. —Miró a Denny sacudiendo la cabeza con gesto serio—. Estás estupendo. —Luego, sonriendo, siguió bebiéndose el café.

Yo lo miré con cara de resignación, di a Denny un largo beso y le deseé que le fuera bien en el trabajo. Kellan se acercó y le besó en la mejilla en plan de guasa. Denny se echó a reír y, con aspecto todavía nervioso, se encaminó hacia la puerta.

Yo apenas tenía nada que hacer durante el día puesto que las clases no empezaban hasta al cabo de dos meses y medio, de modo que llamé de nuevo a mi madre y le dije que la echaba mucho de menos. Ella, como era de prever, se ofreció de inmediato a enviarme un billete de avión para que regresara a casa. Le aseguré que, pese a mi añoranza, todo iba estupendamente, y que incluso había encontrado ya un trabajo. Suspirando repetidamente, mi madre me deseó suerte y me dijo que me quería. Yo le pedí que diera un beso a mi padre y a Anna de mi parte.

Pasé el resto del día mirando la televisión y observando a Kellan escribir la letra de una canción sentado a la mesa. Tomaba notas constantemente o escribía los pensamientos que se le ocurrían, tachándolos o cambiándolos de lugar, mientras mordisqueaba el lápiz y reflexionaba. De vez en cuando, me pedía mi opinión sobre una estrofa. Yo trataba de darle una respuesta tan acertada como podía, pero la música no era mi fuerte. Era fascinante verlo trabajar, y el tiempo transcurrió rápidamente. Antes de que me diera cuenta, llegó el momento de prepararme para empezar mi turno en el bar de Pete.

Me duché, me vestí, me maquillé y me recogí el pelo en una coleta. Al mirarme en el espejo, suspiré. No estaba maravillosa, pero al menos presentable. Bajé para coger mi chaqueta del gancho junto a la puerta de entrada.

—¿Kellan?

Él me miró desde el cuarto de estar, donde estaba mirando la televisión.

—¿Sí?

—¿Tienes un horario de autobuses? Quiero echar de nuevo una ojeada a la ruta. —Denny, que se había llevado nuestro único vehículo, aún no había vuelto del trabajo y yo quería salir temprano porque no sabía cuánto tardaría en llegar en autobús.

Él me miró extrañado, hasta que lo comprendió.

—No… Pero puedo llevarte.

—No es necesario que te molestes. —No quería ser una carga para él.

—No es ninguna molestia. Me tomaré una cerveza y charlaré con Sama. —Me dirigió una sonrisa encantadora—. Seré tu primer cliente.

Genial. Confié en no derramar la cerveza sobre sus rodillas.

—De acuerdo, gracias. —Me senté junto a él en el sofá para ver la televisión un rato, puesto que ya no tenía que marcharme enseguida.

—Toma, en realidad no estaba mirando nada interesante —dijo, pasándome el mando a distancia.

—Ah, gracias. —No era necesario, pero era un gesto amable. Empecé a cambiar de canal y me detuve en uno que supuse que era HBO—. ¿Puedes captar los canales de pago? —Me chocó que se gastara dinero en los canales de pago cuando no parecía muy interesado en ver la televisión.

Él me miró sonriendo maliciosamente.

—A Griffin le gusta… verlo todo cuando viene a visitarme. Supongo que conoce a alguna chica en la compañía de televisión por cable.

—Ah —dije. Mientras pensaba en lo que a Griffin le gustaba ver en nuestro televisor, por fin me di cuenta de lo que estaban dando. Me había detenido en una escena erótica en la que aparecían un hombre y una mujer desnudos, evidentemente en pleno orgasmo. O el hombre era un vampiro o tenía la peligrosa costumbre de morder. En ese momento, mordisqueaba apasionadamente a la mujer en el cuello, provocando un torrente de sangre mientras no cesaba de lamerle y chuparle distintas partes del cuerpo. Sonrojándome hasta la raíz del pelo, regresé al canal que había estado mirando Kellan y le devolví el mando a distancia.

Traté de ignorar la mirada que me dirigió mientras se reía por lo bajinis sentado junto a mí.

Cuando empezó a hacerse tarde, Kellan apagó el televisor y me miró.

—¿Estás lista?

Yo traté de sonreír.

—Desde luego.

—No te preocupes —dijo riendo por lo bajo—, lo harás muy bien.

Tomamos nuestras respectivas chaquetas y nos encaminamos hacia la puerta. Yo había confiado en que Denny regresara a tiempo para llevarme al trabajo. Lo había echado mucho de menos durante el día, pero supuse que aún estaría trabajando. Confiaba en que su primer día de trabajo le fuera bien.

Nos dirigimos hacia el coche de Kellan y sonreí. Era un cupé deportivo con un motor de alto rendimiento que parecía de los años sesenta, más viejo que el nuestro, un Chevy Chevelle Malibu, según el logotipo en el panel lateral. Negro, reluciente, con muchos cromados, de línea aerodinámica y muy sexy, al igual que su dueño. Puse los ojos en blanco ante el increíble atractivo de Kellan, que el coche parecía acentuar.

El interior era sorprendentemente espacioso, con asientos de cuero negro en la parte delantera y posterior. Reprimí la risa al fijarme en la anticuada pletina. Aparte del televisor en el cuarto de estar, Kellan no estaba muy al día en cuanto a tecnología. Yo tampoco lo estaba, y Denny ni siquiera tenía un móvil. Kellan, que era obvio que disfrutaba con su vehículo, sonrió cuando se sentó al volante. ¿Qué tenían los coches que hacía que los chicos se sintieran tan atraídos por ellos?

Ambos guardamos silencio durante el trayecto, y empecé a sentir mariposas en el estómago. El primer día de un nuevo trabajo siempre me producía náuseas debido a los nervios. Miré a través de la ventanilla y me puse a contar las farolas para distraerme.

Cuando llegamos al bar de Pete —justo pasado el vigésimo quinto semáforo—, de pronto comprendí que no tenía ni idea de qué hacer o adónde ir. Por suerte, la bonita rubia que nos había traído las cervezas la otra noche me recibió a la puerta, me dijo que se llamaba Jenny y, tras saludar a Kellan, me condujo hacia el pasillo. Éste daba acceso a un cuarto situado al fondo, frente a los lavabos.

El cuarto servía de almacén, con múltiples estantes en una pared que contenían cajas de licor y cerveza, servilletas, sal, pimienta y demás artículos propios de un bar. Había un par de mesas adicionales apoyadas de costado contra otra pared, con una pila de sillas junto a ellas, y en otra pared había unas taquillas destinadas al personal. Jenny me dio una camiseta que sacó de una de las cajas en los estantes. Me indicó cuál era mi taquilla y dónde debía fichar. Tomé la camiseta roja en la que ponía «Bar de Pete» y me cambié en el baño. De inmediato, me sentí más relajada. El hecho de presentar el mismo aspecto que el resto de los empleados del bar hizo que me sintiera como si formara parte del personal.

Cuando dije a Pete que había trabajado de camarera, exageraba un poco. Un verano había sustituido a mi hermana cuando ésta había decidido ir a «conocerse a sí misma», al margen de lo que eso significara. El pequeño diner donde trabajaba recibía aproximadamente la mitad de clientes que el bar de Pete en una noche cualquiera. Me sentí un poco aterrorizada.

Al salir del pasillo al cabo de un rato, vi a Kellan bebiéndose una cerveza apoyado en el largo mostrador del bar. La camarera estaba inclinada sobre él mirándolo con expresión insinuante. Había recortado el escote de su camiseta roja del bar de forma que enseñaba el canalillo. Kellan bebía su cerveza sin hacerle caso, y al verme sonrió.

Lo miré un poco mosqueada al ver su cerveza. Él captó mi expresión de disgusto.

—Lo siento. Rita se te ha adelantado —dijo sonriendo—. La próxima vez será.

La camarera, Rita, era una mujer madura, rubia —aunque dudé que fuera su color natural—, con una piel tan tostada que presentaba un aspecto un tanto ajado. Puede que de joven hubiera sido atractiva, pero el paso del tiempo no la había tratado bien. No obstante, seguía teniendo unos ojos preciosos y coqueteaba con descaro. Además, según averigüé esa noche, disfrutaba con su trabajo, y más aún relatando los sabrosos cotilleos que le contaban los clientes. Yo me sonrojé varias veces mientras llevaba a cabo mi turno escuchando las historias que me contaba, y me prometí no confiar jamás en una camarera de un bar de copas…, y menos en ésta.

Durante la noche, seguí a Jenny como una sombra mientras apuntaba los pedidos de los clientes. Era un poco desconcertante, puesto que la mayoría de las personas que entraban en el bar eran clientes asiduos que pedían siempre lo mismo. Ella se acercaba a la mesa y decía: «Hola, Bill, ¿te sirvo lo mismo?» El cliente asentía con la cabeza y ella sonreía y se dirigía a la barra o a la cocina para transmitir el pedido que yo no había oído. Lo cierto es que me sentí un poco cohibida.

Ella observó mi gesto de preocupación.

—Descuida, ya le cogerás el tranquillo. Las noches entre semana suelen venir los clientes asiduos… Te tratarán con amabilidad. —Jenny frunció un poco el ceño—. Al menos la mayoría. Yo te echaré una mano con el resto.

Me sonrió con afecto y me sentí agradecida por su amabilidad. Su aspecto físico encajaba perfectamente con su alegre talante. Era, como suele decirse, una monada: menuda, con el pelo rubio, largo y sedoso, los ojos azul claro y las suficientes curvas para recibir más de una mirada de admiración de algunos clientes. Pero no podía sentir celos de ella, era demasiado simpática. Además, noté de inmediato que sintonizaba con ella.

En cierto momento durante la noche, Kellan se acercó y me dio una propina por la bebida que no le había servido. Sonrió y se excusó diciendo:

—Esta noche actúo en otro bar. —Señaló con el pulgar sobre su hombro—. Tengo que reunirme con los chicos…, y echarles una mano con nuestro equipo.

—Gracias por haberme acompañado en coche, Kellan. —Le di un pequeño beso en la mejilla, lo cual, por alguna razón, hizo que me sonrojara y que Rita arqueara la cejas con gesto inquisitivo.

Kellan bajó la vista, sonrió y murmuró: «De nada». Poco después, se marchó diciendo «que te diviertas» sin volverse antes de salir del bar.

Más tarde, Denny pasó por el local para ver qué tal me iba. Me dio un largo achuchón y un cariñoso beso, también para deleite de Rita, que lo miró de forma demasiado seductora para mi gusto. Pero sólo se quedó unos minutos. Tenía un proyecto en el que quería ponerse a trabajar en casa. Estaba muy contento, y su felicidad me contagió hasta el punto de que seguí sonriendo mucho tiempo después de que se hubiera marchado del bar.

Cuando no seguía a Jenny como una sombra, tenía que recoger y limpiar. Me pasé buena parte de la noche limpiando mesas, lavando vasos, ayudando en la cocina y, cuando el ritmo disminuyó hacia el final de la noche, limpiando los grafitis de las paredes de los lavabos. Pete me dio un bote de pintura gris y una brocha y me dejó para que cumpliera mi tarea. Rita me ordenó que le contara todos los mensajes picantes que viera escritos allí. Jenny sonrió y me deseó suerte. Yo suspiré.

Empecé por el lavabo de mujeres, pensando que los grafitis serían menos groseros que en el de hombres. No me apetecía entrar en el lavabo de hombres. El de mujeres contenía tres cubículos, y en todos había unos garabatos hechos con bolígrafos y rotuladores en la parte interior y exterior. Suspiré de nuevo, lamentando que no me hubieran dado un rodillo en lugar de una brocha. Esto iba a llevarme un buen rato.

Algunos de los grafitis eran bastante inocentes: «Amo a Chris», «A.M + T.L», «Sarah estuvo aquí», «TLF», «odio el vodka», «vete a casa, estás borracha» (ése me hizo reír). Pero muchos eran menos inocentes: «Estoy caliente, esta noche quiero echar un polvo», «mi novio se lo monta de miedo», y palabrotas por doquier. Y había algunos dirigidos a personas que yo conocía: «Sam me pone cachonda», «amo a Jenny» (mmm, ése me dio que pensar, puesto que me encontraba en el lavabo de mujeres), «Rita es una puerca» (me reí, preguntándome si era el tipo de mensajes picantes que ella quería oír).

Por último, una gran parte de los grafitis iban dirigidos a los cuatro miembros de la banda. Al principio me sorprendió, pero luego comprendí que tenía sentido, dado que actuaban allí a menudo…, aparte de que eran muy atractivos.

Los más explícitos eran los mensajes referentes a Griffin. No soportaba siquiera leerlos. Sonrojándome, cubrí las palabras más soeces explicitando lo que las chicas le habían hecho o deseaban hacerle tan rápidamente como pude. Había incluso un dibujo tan increíblemente gráfico que temí que se me quedara largo tiempo grabado en la mente. Suspiré, sabiendo que la próxima vez que me encontrara con Griffin me pondría roja como un tomate. Lo cual seguramente le encantaría.

Los elogios dirigidos a Matt y a Evan eran más sutiles. Las chicas escribían sobre Evan con tono de adoración: «lo amo», «quiero casarme con él». Las chicas escribían sobre Matt con tono entusiástico: «Maldita sea, está buenísimo, me dejaría follar por él cuando quisiera». «Matt me vuelve loca».

Pero, como es natural, la mayor parte de los grafitis iban dirigidos a Kellan. Desde frases dulces como «Kellan me ama», «Kellan para siempre», «la futura señora Kyle», hasta otras… menos dulces. Al parecer, Kellan tenía razón al decir que las mujeres respondían a su naturaleza sexual. Los comentarios eran muy explícitos, casi tanto cono los referidos a Griffin, y describían lo que las chicas deseaban hacer con él.

Había también una sección de comentarios de mujeres que parecían haber mantenido una relación íntima con él. Tanto si era real como si no, los suyos eran los más explícitos: «Kellan me ha lamido el»… (eliminé de un brochazo el párrafo que describía con detalle lo que le había lamido), «soplé sobre su»… (caray, qué fuerte) …«por haberle llamado al»… (pestañeé sorprendida, pues era nuestro número de teléfono y me apresuré a borrarlo también de un brochazo), «Kellan se afeitó el»…

Uf, ni siquiera me molesté en leer ése. Iba a tener una impresión terrorífica y espantosa de Griffin y no quería tenerla también de mi compañero de piso.

Por fin, terminé de limpiar el lavabo de mujeres y me dirigí al de hombres. Ya no me preocupaba entrar allí; las pintadas no podían ser más soeces que las que había visto.

Jenny tuvo la amabilidad de acompañarme a casa en coche después del trabajo, y, aunque procuré no hacer ruido, Denny se despertó cuando entré en nuestra habitación. Escuchó pacientemente las anécdotas de mi primer día de trabajo y él me relató durante al menos una hora las de su nuevo empleo. Estaba en el séptimo cielo, y me sentí feliz por él.

Denny, Kellan y yo nos adaptamos enseguida a la rutina en casa. Kellan solía ser el primero en despertarse, y, cuando yo bajaba a la cocina, me encontraba una cafetera llena de café recién preparado. Charlábamos animados mientras nos bebíamos nuestro java y Denny se duchaba y vestía para irse a trabajar.

Denny insistía en que no tenía que levantarme junto con él, puesto que yo llegaba a casa tarde por las noches, después del trabajo, pero a mí me complacía despedirlo por las mañanas. Se marchaba siempre con la sonrisa en los labios, y yo me sentía feliz por él. Cuando se iba, yo disponía de mucho tiempo para hacer mis cosas, y, aunque estaba nerviosa ante la perspectiva de comenzar las clases dentro de un par de meses, quería hacer algo durante el día. Pero, por lo general, me quedaba en casa durmiendo y holgazaneando.

Al parecer, Kellan no tenía otro trabajo que sus actuaciones con la banda. Solía ausentarse unas horas por la tarde o antes de cenar para reunirse con sus compañeros; tocaban un par de horas en pequeños bares durante la semana y en el de Pete cada viernes y casi cada sábado. A veces, salía a correr durante el día. Incluso me invitó a acompañarlo varias veces, pero yo tenía ciertos recelos y no aceptaba sus propuestas. El resto del tiempo lo pasaba descansando, leyendo, escribiendo, cantando o tocando la guitarra. Él mismo se hacía la colada, se preparaba la comida y, aparte de dejar la cama siempre deshecha, limpiaba y ordenaba su habitación. Era un compañero de piso muy agradable.

También me aclimaté rápidamente al ritmo trepidante de mi nuevo trabajo en el bar de Pete. Mis escasas habilidades como camarera empezaban a dar sus frutos. La primera semana, Denny acudía cada noche después de trabajar para que practicara con él. Me pedía distintas cosas de la carta, procurando complicarme la tarea lo más posible para que tuviera que esmerarme. Yo me reía, pero reconozco que me ayudó mucho. Por fin, logré acertar con los platos que me pedía, de lo cual me alegré, porque los chicos de la cocina empezaban a irritarse con nosotros.

Me sorprendió la frecuencia con que Kellan y su banda venían al bar durante la semana. Siempre se sentaban en la misma mesa, al fondo junto al escenario. Creo que no les hubiera importado que la gente se sentara junto a ellos. Pero todos en el bar sabían que esa mesa estaba reservada a ellos, y, cuando aparecían, o te sentabas con ellos o te trasladabas a otra mesa.

Las noches entre semana había bastante trabajo, pero no tanto como los fines de semana, cuando el local se llenaba, y, aunque las mujeres no dejaban de mirar a Kellan sin disimulo, entre semana solían acudir los clientes asiduos que por regla general los dejaban en paz. Por regla general. Los chicos venían después de ensayar o, si esa noche tenían una actuación, llegaban un rato antes. El caso es que venían al bar prácticamente cada día.

Se daba la circunstancia de que su mesa habitual estaba en mi sección. La segunda noche que trabajé allí, aparecieron todos juntos. Tuve que apretar los dientes y acercarme a la mesa. Por suerte, Denny estaba con ellos, lo cual me facilitó las cosas. Cuando aparecían en grupo, me sentía cohibida, sobre todo al recordar las elogiosas pintadas que les dedicaban en los lavabos. Y, tal como había imaginado, cuando volví a encontrarme con Griffin me sonrojé hasta la raíz del pelo, lo cual le pareció de lo más divertido.

El lunes siguiente, después de un ajetreado fin de semana atendiendo a la multitud de gente que los chicos atraían los viernes y sábados por la noche (ese primero fin de semana fue tan frenético que ni siquiera lo recuerdo), había adquirido por fin la suficiente confianza para acercarme al grupo. Por desgracia, a estas alturas, ellos también habían adquirido la suficiente confianza conmigo para divertirse gastándome bromas y tomándome el pelo. Excepto Evan, que era un tipo grandote y encantador.

Al verlos entrar, suspiré y puse cara de resignación. «Ánimo, muchacha», me dije. Evan entró en primer lugar y me dio un afectuoso achuchón, como un oso. Me reí cuando por fin recobré el resuello. Matt y Griffin parecían enzarzados en una discusión, pero, cuando se dirigió a su silla, Griffin fin me dio una palmada en el culo. Yo suspiré y miré a Sam, que no prestaba la menor atención al cuarteto. De haberse tratado de otra persona, lo habrían puesto de patitas en la calle por hacerme eso, pero, al parecer, esos cuatro eran los dueños del local.

Kellan entró el último, ofreciendo un aspecto perfecto, como de costumbre. Esa noche llevaba su guitarra colgada del hombro; a veces, cuando trabajaba en una nueva canción, la traía consigo para ensayar. Me saludó con un gesto de la cabeza, esbozando una pequeña y adorable sonrisa, y se sentó.

—¿Lo de siempre, chicos? —pregunté, procurando mostrarme tan segura de mí como la encantadora Jenny.

—Sí, gracias, Kiera —respondió Evan educadamente en nombre del grupo.

Griffin no se mostró tan educado.

—Joder, claro, bonita. —Me sonrió maliciosamente. Parecía saber que su grosería me irritaba, y la sacaba a relucir cada vez que se encontraba conmigo. Yo traté de no hacerle caso, y me esforcé en no poner mala cara.

Al parecer, no me esforcé lo suficiente, y él se percató de mi mosqueo.

—Eres un cielo, Kiera. Te comportas como una ingenua colegiala. —Movió la cabeza con un gesto de evidente regocijo—. Sólo quiero… desvirgarte —apostilló guiñándome el ojo.

Yo palidecí y lo miré estupefacta.

Kellan se rió por lo bajinis al observar mi expresión, y Matt, que estaba sentado junto a Griffin, le espetó:

—Tío, está con Denny desde hace un montón de tiempo. Resígnate, porque creo que has perdido esa oportunidad.

Me quedé boquiabierta, escuchándolos abochornada y humillada. ¿Era posible que estuvieran hablando de mi virginidad ante mis propias narices? Estaba demasiado atónita para dar media vuelta y alejarme de la mesa.

Griffin se volvió hacia Matt.

—Lástima… Le habría enseñado el mundo.

Evan y Kellan se rieron de su ocurrencia, y Matt, que apenas podía reprimir la risa, le preguntó:

—¿Cuándo has enseñado tú a alguna mujer el mundo?

Griffin los miró irritado.

—Tengo mis habilidades…, que vosotros desconocéis. Ninguna se me ha quejado nunca.

Kellan sonrió.

—Ni ha repetido.

—Que te den, macho. ¡Puedo demostrártelo ahora mismo! Elige a una chica… —Miró alrededor del bar como si buscara una voluntaria. Al fin, sus ojos se posaron en mí y yo palidecí aún más y retrocedí un paso.

—Noooooo —dijeron todos los chicos en voz alta y a coro, apartándose un poco de Griffin y extendiendo las manos como para detenerlo físicamente en caso necesario.

Tras recobrar la compostura, puesto que la conversación se había alejado del ámbito de mis experiencias, pensé que era el momento idóneo de marcharme. Me alejé unos pasos lentamente, pero Griffin seguía sin apartar los ojos de mí. Sonrió de oreja a oreja mientras hacía caso omiso de las risas que sonaban a su alrededor.

—Kiera, si ya te han desvirgado —dijo mirando irritado a sus colegas—, con un objeto, estoy seguro —se volvió de nuevo hacia mí mientras los otros se reían a carcajada limpia—, cuéntanos algo picante. —Sus pálidos ojos mostraban una expresión chispeante y empezó a juguetear con el piercing que llevaba en la lengua en forma de unas diminutas pesas. Sentí náuseas ante la sensualidad de ese gesto. Me negaba a satisfacer su estúpido capricho.

Torcí el gesto e hice ademán de marcharme.

—Tengo que volver al trabajo, Griffin.

—Venga, mujer…, di al menos una palabrota. ¿No sueltas nunca palabrotas? —Cuando traté de alejarme me agarró del brazo.

Más pendiente de obligarlo a soltarme que de lo que decía, suspiré y respondí:

—Sí, Griffin, claro que digo palabrotas. —Enseguida me arrepentí de haberlo dicho.

—¿De veras? Di una. —Parecía divertirle la idea de que yo tratara de mostrarme tan grosera como él. Evan parecía avergonzarse de la insistencia de su colega y puso cara de resignación. Matt se llevó una mano al mentón y se inclinó hacia delante, y Kellan se pasó una mano por el pelo y se reclinó en su silla, ambos observándome con curiosidad. Yo empecé a sentirme incómoda bajo su escrutinio.

Miré enojada a Griffin.

—Mierda —dije.

Matt y Kellan se rieron. Griffin se recogió unos mechones rubios detrás de las orejas e hizo un mohín.

—Anda, no seas mala. Di una palabra realmente soez.

—Ésa lo era. —Yo quería regresar a la barra, pero me sentía atrapada por esa insólita conversación. Kellan se reía abiertamente de mi bochorno y mi irritación hacia él aumentó por momentos.

—Vale, di una palabrota más divertida… Una que te resulte fácil. ¿Qué te parece… «puta»? —Griffin me miró sonriendo con malicia y cruzó los brazos.

—Te comportas como un crío, Griffin. —Puse los ojos en blanco y miré a Evan, implorándole en silencio que pusiera fin a esta conversación, ya que era el único, aparte de mí, que parecía sentirse incómodo.

Griffin se rió de mi evidente expresión de súplica.

—Eres incapaz de decirlo, ¿verdad?

—No tengo por qué hacerlo. —No es que no dijera nunca palabrotas…, pero por lo general las guardaba en mi cabeza a buen recaudo, donde no sonaban tan ofensivas. En cualquier caso, no estaba dispuesta a complacer a Griffin. Pensé en alejarme tranquilamente de la mesa para poner fin a ese estúpido juego, pero imaginé las carcajadas que Griffin soltaría al ver que me batía en retirada.

Él se inclinó sobre la mesa, juntando las manos.

—Anda, di algo, lo que sea…, pero que sea una cochinada —insistió.

Dudé unos instantes, pensando en la forma de huir. ¿Podía asestarle un bofetón? Eso desviaría la atención de mi persona…, pero no lo conocía lo bastante como para calcular su reacción. Y no quería que se enfadara conmigo… o que mi bofetón lo excitara.

En ese preciso momento intervino Kellan.

—Un día dijo que yo era muy sexual.

Griffin estuvo a punto de caerse de la silla de la risa que le dio.

Yo fulminé a Kellan con la mirada, y él me miró con una adorable expresión de inocencia, alzando las manos como diciendo: «¿Qué?» Al ver mi oportunidad de escapar —todos los de la mesa se reían a mandíbula batiente, incluso mi aliado, Evan—, regresé junto a la barra.

Confiando en que mi rostro no estuviera rojo como un tomate, me acerqué a Rita, que estaba preparando las bebidas de los chicos. Me volví con cautela y dirigí la vista hacia la mesa. Griffin y Matt seguían riéndose del estúpido comentario de Kellan. Evan me miraba con gesto de disculpa; al menos, se mostraba arrepentido por haber coreado las carcajadas de los otros. Kellan, que seguía riéndose, tomó su guitarra del suelo y se puso a rasguearla distraído.

Empezó a cantar suavemente una canción que supuse que era nueva. Estaba demasiado lejos para entender la letra, pero oí la melodía, que me pareció preciosa. De forma instintiva, empecé a dirigirme de nuevo hacia donde estaban los chicos para oírla mejor.

—Yo de ti no me molestaría —dijo Rita con sequedad.

—¿Qué?

—Me refiero a ése —respondió señalando a Kellan—. No pierdas el tiempo.

Sin saber muy bien a qué se refería, olvidé decirle que sólo me interesaba la canción y, en vez de eso, le pregunté:

—¿A qué te refieres?

Ella se inclinó hacia mí con actitud confidente, satisfecha de poder contarme su pequeña historia.

—No cabe duda de que es extremadamente atractivo, pero te destrozará el corazón. Es el tipo de hombre que no tiene reparos en dejar a las mujeres después de acostarse con ellas.

—Ah. —Supongo que no me llevé una gran sorpresa, teniendo en cuenta la cantidad de admiradoras enloquecidas que lo atacaban cada vez que actuaba y los numerosos comentarios que le habían dedicado en las paredes de los lavabos—. No es nuestro caso. Es mi compañero de piso…, nada más. Simplemente estaba escuchando la…

Rita me interrumpió.

—No sé cómo puedes soportar eso. —Lo miró, mordiéndose el labio de manera seductora—. Yo me volvería loca conviviendo con eso día tras día. —Depositó un par de botellines de cerveza sobre la barra.

Empezó a irritarme la forma en que lo observaba refiriéndose a él como «eso», como si Kellan fuera un bicho raro en lugar una persona de carne y hueso.

—El hecho de que mi novio viva allí también no deja de ser una ventaja. —Sonaba un poco sarcástico, pero ¿qué imaginaba Rita que hacíamos en casa?

Ella emitió una risita.

—Ay, cariño… ¿Crees que eso le importa? Cielo, yo estaba casada y eso no lo frenó lo más mínimo. —Depositó los dos últimos botellines sobre la barra esbozando una pequeña sonrisa—. Aunque confieso que valió la pena —agregó guiñándome el ojo.

Yo la miré boquiabierta. Rita le doblaba la edad y, por lo que me habían contado, en estos momentos iba por su cuarto marido. Al parecer, Kellan no era demasiado selectivo con respecto a las mujeres que llevaba a casa, y empecé a tener la sensación de que se conformaba con cualquiera. Me pareció raro no haber visto todavía a ninguna de sus chicas por la casa.

Tratando de recobrar la compostura, murmuré:

—¿Y a mí qué me importa? —Tomé los botellines y regresé a la mesa en la que estaban sentados los chicos, un tanto nerviosa…, aunque sin saber muy bien por qué.