Lo primero que percibí fueron unos sonidos, un insistente pitido junto a mi oído que no cesaba, y unas voces quedas masculinas que resonaban en el fondo de mi mente, como si hablaran a través de un túnel. Traté de centrarme en esas voces, acercarlas a mí para entender lo que decían. Capté algunos fragmentos, pero no los suficientes para comprender el significado de las palabras.
—… ahora…, marcharme…, ella…, herida…, lamento…, ella…, matarla…, ya sabes…
De pronto, oí una suave risa en la habitación que me pareció familiar, pero nada en mi mente o mi cuerpo me parecía realmente familiar en esos momentos. Sentía la cabeza ligera como un globo sujeto a mi cuerpo que flotaba. Entonces, me moví, y un dolor agudo me dijo a gritos que no lo volviera a hacer. Agucé el oído y me quedé inmóvil hasta que experimenté de nuevo la sensación de flotar. Un dolor sordo en mi cabeza confirmó el alivio que experimentó mi cuerpo ante esa decisión.
Mientras me preguntaba por qué me dolía tanto la cabeza, mi mente empezó a inundarse de recuerdos. Unos recuerdos angustiosos que deseé poder eliminar, que deseé que se hubieran marchado de mi cabeza cuando el dolor penetró en ella. Recuerdos de mi dolorosa despedida de Kellan. Recuerdos del rostro de Denny al descubrirnos. Recuerdos de Denny golpeando a Kellan, descargando todas sus frustraciones sobre él, tratando de matarlo. Alzando el pie para asestarle un golpe mortal en la cabeza…
—¡No!
Mi recuerdo de la agresión evocó la imprudencia que yo había cometido para impedirlo. Me incorporé en la cama y grité «¡no!», pero enseguida volví a desplomarme sobre las almohadas, agarrándome la cabeza y boqueando ante el lacerante dolor que me recorría el cuerpo.
El rostro preocupado de Denny apareció ante mi borrosa visión. Me acarició los pómulos con los pulgares y se volvió para murmurar algo a otra persona que estaba en la habitación. Ésta respondió algo en un murmullo y oí unos pasos que se alejaban mientras el intenso dolor que sentía en la cabeza remitía, dando paso a un dolor sordo. Denny se volvió de nuevo hacia mí y siguió acariciándome las mejillas, enjugando algunas lágrimas que habían alcanzado sus dedos.
—Tranquilízate, Kiera… Estás bien. Todo irá bien…, cálmate.
Me di cuenta de que lo agarraba por la pechera de la camiseta con fuerza y traté de calmarme. Mis ojos perdían y recuperaban la visión y pestañeé varias veces seguidas para tratar de ver con más nitidez.
—¿Denny? —Mi voz sonaba ronca, tenía la garganta seca y me dolía debido a la sed—. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
Denny suspiró y apoyó la frente suavemente contra la mía.
—¿Que qué ha pasado? Que creí que te había perdido. Creí que te había matado. No puedo creer que yo… —Su acento sonaba tenso, como le ocurría a veces cuando estaba disgustado o en un estado emocional muy alterado. Suspiró de nuevo y tragó saliva antes de darme un casto beso en la frente. Cuando se apartó, vi que tenía los ojos húmedos—. Estás en el hospital, Kiera. Durante un par de días, has perdido y recobrado el conocimiento constantemente. Te has salvado de milagro. Hemos tenido mucha suerte; sufriste unas contusiones pero perdiste poca sangre. Te pondrás bien.
Alcé la mano y me palpé la sien con cuidado. Los dedos de Denny rozaron los míos y ambos tocamos la delicada zona sobre mi oreja derecha.
—Estuvieron a punto de tener que operarte para aliviar la presión, pero por fin lograron reanimarte con medicamentos… —murmuró, mientras me acariciaba el dorso de la mano con su pulgar. Sentí una crispación en el estómago al pensar que casi habían tenido que quitarme un trozo del cráneo. Gracias a Dios, no habían tenido que hacerlo. Cerré los ojos y dejé caer la mano, aferrando la de Denny con fuerza.
—Perfecto…, se ha despertado. Probablemente sufre fuertes dolores.
Una enfermera rolliza y jovial, con una sonrisa kilométrica, entró en la habitación. Yo me estremecí al oír su retumbante y animada voz y traté de forzar una sonrisa.
—Me llamo Susie y hoy cuidaré de ti. —Con aire autoritario, obligó a Denny a levantarse de mi cama, por más que yo traté de retenerlo, e inyectó con una jeringuilla un líquido en el gotero. Fue entonces cuando me fijé en la aguja que tenía clavada en la mano y sentí de nuevo una crispación en el estómago. La enfermera comprobó mis constantes vitales y sonrió satisfecha—. ¿Necesitas algo, cariño?
—Agua… —respondí con voz ronca.
Ella me dio una palmadita en la pierna.
—Desde luego. Enseguida vuelvo.
Se volvió para marcharse, y mis ojos, que veían con más nitidez, la siguieron, enfundada en su uniforme, hasta que desapareció a través de la puerta. Denny se sentó al otro lado de la cama y tomó mi mano en la que no tenía clavada la aguja. Apenas me percaté de nada más. No porque los analgésicos empezaran a hacer efecto. No, ellos sólo aliviaron el dolor que sentía en la cabeza. Pero mi corazón… De pronto, sentí que se aceleraba. Los pitidos junto a mi cama se intensificaron.
Mientras observaba a la enfermera alejarse, mis ojos se fijaron en la persona que había ido en su busca. Una persona que seguía de pie junto a la puerta, apoyada contra la pared, manteniéndose a una distancia prudencial de Denny y de mí. Una persona que tenía el brazo izquierdo escayolado desde la muñeca hasta el codo y cuyo rostro mostraba un mosaico de colores desde el amarillo al negro…, pero que seguía siendo perfecto.
Cuando nos miramos a los ojos sonrió, y yo retiré sin querer la mano de la de Denny. Éste observó que yo miraba a Kellan y se volvió hacia él. Me chocó que estuvieran los dos en mi habitación…, sin tratar de matarse mutuamente. Ambos se miraron, Kellan hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y, tras dirigirme una última sonrisa, salió de la habitación.
Quise gritarle que se quedara, que me hablara, que me contara lo que pensaba, lo que sentía, pero Denny carraspeó para aclararse la garganta. Lo miré con evidente perplejidad. Denny me sonrió cariñosamente y mi perplejidad aumentó.
—¿No estás furioso? —fue cuanto se me ocurrió decir.
Él bajó la vista un momento y vi que crispaba la mandíbula debajo de su barbita rubia, una barbita algo más larga y desaliñada que de costumbre, como si no se hubiera apartado de mi lado el tiempo suficiente para arreglarse. Me miró de nuevo y observé que en sus ojos se reflejaban múltiples emociones antes de que su rostro se relajara.
—Sí…, estoy furioso. Pero… he estado a punto de matarte, lo cual hace que vea las cosas desde otro ángulo. —Esbozó una sonrisa de tristeza y luego arrugó el ceño—. No sé qué habría hecho si no hubieras sobrevivido. —Se pasó la mano por la cara—. No sé cómo habría podido soportarlo. Me habría destrozado…
Alcé la mano en la que tenía clavado el gotero para acariciarle el rostro; la sentí pesada y sólida, como el resto de mi cuerpo. Denny me miró mientras yo deslizaba mis dedos sobre su barbilla. Suspiró y esbozó una pequeña sonrisa.
—Habría preferido que me lo dijeras, Kiera…, desde el primer momento.
Retiré mi mano, que de pronto me pareció como si me abrasara. Mi corazón empezó a latir con fuerza y procuré calmarme: los pitidos del monitor registraban mi estado de excitación. Denny se percató de mi reacción y suspiró.
—Habría sido duro…, pero habría preferido saberlo.
Bajó la cabeza y se pasó una mano por el pelo; observé que tenía todavía los nudillos llagados e hinchados por haber pegado a Kellan.
—Por supuesto, debí hablar contigo cuando empecé a sospechar. No debí tenderos una trampa. Pero confiaba en que… Deseaba estar equivocado.
Alzó la cabeza y sus ojos mostraban una expresión de profundo cansancio, como si no hubiera pegado ojo en varios días.
—Jamás pensé que me lastimarías, Kiera. —Ladeó la cabeza y me mordí el labio para no romper a llorar—. No me esperaba eso de ti… —Hablaba tan bajo que tuve que acercarme a él para oír lo que decía—. Pensé que Kellan quizá trataría de echarte los tejos. Incluso le hice prometerme que no te tocaría cuando me marché. Pero jamás pensé que tú… —Desvió la mirada y percibí en su acento una nota de amargura que jamás había oído en él—. ¿Cómo pudiste hacerme eso?
Se volvió de nuevo hacia mí y abrí la boca para tratar de hablar. Pero, antes de que pudiera decir algo racional, la enfermera regresó y me ofreció con gesto jovial un vasito de cartón con una caña, de cuyo extremo pendía una gota de agua. No podía apartar los ojos de esa gota de agua, y, en cuanto me entregó el vasito, empecé a beber con avidez. Creo que murmuré una frase de agradecimiento antes de que la enfermera se alejara con aire alegre.
Denny esperó pacientemente a que me bebiera la mitad del agua. Por fin, retiré la caña y fijé la vista en el vasito que sostenía en las manos, incapaz de mirarlo a los ojos.
—¿Qué vamos a hacer a partir de ahora? —pregunté en tono quedo, aterrorizada de su respuesta. Deposité con dedos temblorosos el vasito en la mesa junto a mi cama.
Él se inclinó sobre mí y me besó con dulzura en la sien que estaba ilesa.
—No vamos a hacer nada, Kiera —me susurró al oído antes de apartarse de mí.
Las lágrimas afloraron de inmediato a mis ojos mientras observaba su rostro apenado pero sereno.
—Pero yo iba a dejarlo. Te quiero a ti.
Él ladeó la cabeza y me acarició la mejilla con el dorso de los dedos.
—Lo sé… y yo también te quiero. Pero no creo que nos queramos de la misma forma. Y… creo que retenerte a mi lado me destruiría. He estado a punto de mataros a Kellan y a ti. De hecho, os he herido gravemente. —Fijó la vista y la fijó en las almohadas—. Jamás me perdonaré lo que he hecho…, pero pudo haber sido mucho peor, y creo que si permaneciéramos juntos esto acabaría mal.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas y, cuando volvió a mirarme, vi que las suyas estaban también bañadas en lágrimas.
—¿Si permaneciéramos juntos? ¿Ya no estamos juntos?
Denny tragó saliva bruscamente y me enjugó unas lágrimas.
—No, Kiera. Si piensas en ello, si lo analizas, te darás cuenta de que hace mucho que no estamos juntos. —Sacudí la cabeza para protestar, pero él continuó con sus terribles verdades—. No…, es inútil tratar de negarlo. Está muy claro, Kiera. En algún momento, tú y yo empezamos a distanciarnos. Incluso cuando estábamos juntos, no estábamos… conectados como antes. Ignoro si se debe sólo a Kellan o si esto tenía que suceder en cualquier caso. Quizás él fue simplemente el detonante de una ruptura que se habría producido de todos modos.
Meneé de nuevo la cabeza, pero no podía negar lo que decía. Lo único que resonaba en mi cabeza era «tiene razón», y no podía decírselo. No podía confirmar lo que sin duda iba a ser el fin de nuestra relación.
Él sonrió un poco ante mi débil intento de contradecirlo.
—Creo que, en última instancia, te habrías quedado conmigo por obligación…, o quizá por comodidad. Quizá yo te ofrecía la seguridad que necesitabas. —Me acarició de nuevo la mejilla—. Sé que lo desconocido te asusta. Yo representaba para ti un manto protector.
Las lágrimas seguían resbalando por mis mejillas y deseé mostrarme al mismo tiempo de acuerdo y en desacuerdo con él, pero no sabía cuál era la respuesta correcta. ¿Qué era peor? Él pareció darse cuenta de mi confusión.
—¿Comprendes ahora por qué no puedo aceptar esto? No quiero ser la red de seguridad de nadie. No quiero seguir contigo porque te aterrorice la idea de que te abandone.
Apoyó una mano sobre mi pecho, sobre mi corazón.
—Quiero representarlo todo para alguien. Quiero fuego y pasión, y un amor correspondido. Quiero ser el corazón de alguien. —Retiró su mano y la miró. Reprimiendo un sollozo ante la inmensa pérdida que experimenté cuando apartó la mano, la miré—. Aunque esto me parta el mío —murmuró con un acento más marcado de lo habitual.
Con voz tensa y llena de emoción, pregunté con tono quedo:
—¿Qué pretendes decirme, Denny?
Él se sorbió la nariz y un par de lágrimas cayeron de sus empañados ojos.
—He aceptado el trabajo en Australia. Regresaré a casa dentro de un par de semanas, cuando te hayas recuperado. Me voy a casa solo, Kiera.
En ese momento, perdí el control y rompí a llorar. Todas las emociones que sentía con respecto a Denny y nuestra fallida relación estallaron de golpe, y comprendí que él tenía razón. Tenía que marcharse. Tenía que buscar la felicidad junto a otra persona, puesto que nunca la hallaría conmigo dado el giro que había tomado nuestra relación. Dada la forma en que yo le había traicionado. Dado el hecho de que, incluso mientras lo oía despedirse de mí, me preguntaba dónde estaba Kellan.
Denny me rodeó con cuidado con sus brazos y me abrazó con fuerza. Lloró apoyado contra mí, y yo lloré apoyada contra él. Me prometió que aún me amaba y que seguiríamos en contacto. Nunca dejaríamos de ser amigos, porque nuestra historia era demasiado importante, pero no podía seguir junto a mí. No mientras yo amara a otra persona. Quise asegurarle que no era cierto. Quise decirle que sólo lo amaba a él, que sólo deseaba estar con él. Pero era mentira, y no quería seguir mintiendo, ni a los demás ni a mí misma.
No sé cuánto tiempo me estrechó entre sus brazos. Me parecieron días. Cuando se apartó, traté de retenerlo, pero los analgésicos me habían hecho efecto y estaba demasiado débil y adormilada. Fue como algo simbólico, que me hirió profundamente. Me besó en la cabeza mientras mis dedos se deslizaban débilmente sobre su piel.
—Volveré mañana para ver cómo estás, ¿de acuerdo? —Asentí y él me besó por última vez antes de marcharse.
Lo vi detenerse en la puerta y hablar con alguien a quien no alcancé a ver. Se volvió hacia mí y luego siguió hablando con esa persona. Dijo unas pocas palabras en voz baja y extendió la mano. Parecía como si se disculpara. Arrugué el ceño, confundida, y me pregunté si los medicamentos que tomaba alteraban mi percepción aparte de hacer que me sintiera cansada. Denny me dirigió una última sonrisa y se alejó de la persona con la que había estado conversando.
Lo vi desaparecer y sentí una opresión en el pecho al verlo marcharse. Sabía que ésa era la primera de muchas separaciones dolorosas entre nosotros, y que la última y más dolorosa sería la definitiva, cuando lo viera partir de nuevo a bordo de un avión, esa vez para siempre. Cerré los ojos, alegrándome durante unos instantes de que Denny no hubiera cometido ninguna imprudencia que hubiera comprometido su futuro. En cualquier caso, al menos le aguardaba un excelente trabajo que le procuraría consuelo. Y sabía que, con el tiempo, conocería a una mujer digna de él. Dios, ese pensamiento me produjo un gran dolor. Pero él tenía razón, yo me había aferrado a él por motivos egoístas.
Una leve caricia en mi mejilla me sacó de mis angustiosos pensamientos. Creyendo que Denny había regresado, se me cortó la respiración al contemplar los ojos azules e intensos de Kellan observándome. Su rostro era un poema: tenía un corte en el labio, que empezaba a cicatrizar; su mejilla estaba surcada por una línea rosácea rodeada de un moratón amarillo azulado, y tenía un par de tiritas sobre la herida. El corte sobre el ojo derecho estaba también cubierto con una venda, y el izquierdo estaba tan magullado que mostraba un color casi negro. Entre eso y su brazo en cabestrillo, aparte de algunas costillas que supuse que le habían vendado, estaba hecho unos zorros.
Pero al verlo el corazón me dio un vuelco. Literalmente, oí el enojoso pitido del monitor junto a mí. Me sonrió con calidez y ternura cuando se sentó en el lugar que Denny había dejado vacante. Entonces, comprendí que era él quien había permanecido todo el rato junto a la puerta de mi habitación y había hablado con Denny cuando éste se había marchado. Me pregunté si había escuchado nuestra conversación, si sabía que Denny había roto conmigo.
—¿Estás bien? —preguntó con voz grave y ronca que denotaba una profunda preocupación.
—Supongo que sí —murmuré—. Los analgésicos han empezado a hacer efecto, y tengo la sensación de que peso quinientos kilos, pero supongo que me recuperaré.
Sonrió más animado y meneó la cabeza.
—No me refería a eso. Te aseguro que he hablado con todas las enfermeras que hay aquí, conozco tu situación…, pero ¿estás bien? —Dirigió la vista hacia la puerta y comprendí que sabía lo de Denny. Quizás había escuchado nuestra conversación, o quizá no, pero en cualquier caso lo sabía.
Lo miré mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.
—Pregúntamelo de nuevo dentro de un par de días.
Asintió con la cabeza y se inclinó para besarme suavemente en los labios. Los pitidos del estúpido monitor junto a mí se intensificaron un poco y Kellan se rió por lo bajinis.
—Supongo que no debo hacer eso.
Cuando se apartó, apoyé una mano en su mejilla y deslicé un dedo sobre el moratón que tenía debajo del ojo.
—¿Estás bien?
Me tomó la mano y la retiró de su rostro.
—Estoy bien, Kiera. No te preocupes por eso ahora. Me alegro de que tú no… —Tragó saliva y calló, como si se sintiera incapaz de continuar.
Sostuvo mi mano en las suyas y yo le acaricié la piel de la muñeca, donde desaparecía debajo del yeso.
—¿Tú y Denny estuvisteis aquí?
—Por supuesto. Los dos te queremos, Kiera.
—No —dije meneando la cabeza—, me refiero a si estabais juntos en la habitación, charlando con calma, cuando me desperté. ¿No tratasteis de mataros el uno al otro?
Sonrió con ironía y desvió la mirada.
—Con una vez basta. —Luego se volvió de nuevo hacia mí—. Has estado medio inconsciente durante un par de días. Denny y yo… hemos tenido varias conversaciones. —Se mordió el labio pero se detuvo al comprobar que le dolía—. Esas primeras conversaciones no fueron tan… sosegadas. —Alargó la mano para apartar unos mechones de mi rostro—. Pero al fin nuestra preocupación por tu bienestar suavizó las aristas, y hablamos sobre lo que debíamos hacer en lugar de sobre lo que estaba hecho.
Abrí la boca para decir algo, pero Kellan me interrumpió.
—Me dijo que había aceptado el trabajo en Australia, y, cuando le pregunté si tú lo acompañarías, me dijo que no. —Me acarició la mejilla mientras mis lágrimas seguían deslizándose por ella.
—¿Sabías que iba a romper hoy conmigo?
Asintió observándome con profunda tristeza.
—Sabía que iba a hacerlo pronto. Cuando te despertaste y me miró…, deduje que quería hacerlo cuanto antes. —Apartó la vista y añadió en voz baja—: Arrancarse la tirita…
Sus ojos adoptaron una expresión pensativa mientras miraba un punto en el suelo durante largo rato. Cuando habló, sin levantar la mirada, extendí de nuevo la mano hacia su rostro.
—¿Qué planes tienes, Kiera?
Su pregunta me sorprendió y dejé caer la mano. De pronto, me pareció que el golpe que había recibido en la cabeza era insignificante comparado con el lacerante dolor que sentía en el corazón.
—¿Planes? No…, no lo sé. La universidad…, el trabajo…
«Tú», quise decir, pero sabía que sonaría fatal.
Pero él pareció oírlo, y, cuando sus ojos se fijaron de nuevo en los míos, sus pupilas azules e intensas mostraban frialdad. Una frialdad que yo había visto en muchas ocasiones cuando lo había herido.
—¿Y yo? ¿Crees que podemos seguir a partir de cuando lo dejamos? ¿Antes de que me abandonaras… una vez más… por él?
Cerré los ojos y traté de obligar a mi cuerpo a sumirse de nuevo en la inconsciencia. Como de costumbre, mi cuerpo no me hizo caso.
—Kellan…
—No puedo seguir así, Kiera.
Al percibir el dolor en su voz, abrí los ojos. Los suyos se humedecieron mientras me miraban.
—Esa noche iba a dejar que me abandonaras. Te dije que renunciaría a ti, si eso era lo que deseabas, y cuando dijiste…
Cerró los ojos y suspiró.
—A partir de ese momento, ni siquiera fui capaz de mentirle a Denny cuando nos descubrió. —Abrió los ojos y miró nuestras manos, sin dejar de acariciarme la piel con el pulgar—. Sabía que me atacaría cuando averiguara la verdad…, pero no podía pelear con él. Lo había herido en lo más profundo y no quería herirlo físicamente.
Anhelaba abrazarlo con tal desespero que me producía un dolor más intenso que la herida en la cabeza.
—Lo que le hicimos… —Kellan sacudió la cabeza, con los ojos nublados por las lágrimas al recordar esa noche—. Es el tipo más bondadoso que he conocido en mi vida, lo más parecido a un hermano que he tenido, y nosotros lo convertimos en mi… —Cerró los ojos unos instantes mientras el dolor se reflejaba en su rostro.
»Creo que en parte deseaba que me hiciera daño… —Hablaba en tono quedo, revelando sin tapujos qué había pensado esa noche, su sentimiento de culpa y su dolor. Sus ojos se posaron de nuevo en los míos—. Debido a ti, debido a que siempre lo elegiste a él. En realidad, nunca me has querido, y tú eres lo único que yo…
Tragó saliva y desvió la mirada.
—¿De modo que… ahora que te ha dejado, ahora que ya no tienes que elegir, quieres quedarte conmigo? —Volvió a mirarme y vi de nuevo furia en sus ojos—. ¿Soy tu premio de consolación?
Lo miré boquiabierta. ¿Un premio de consolación? Qué disparate. Jamás había ocupado un segundo lugar, pero yo estaba demasiado asustada para tomar una decisión. Dios mío, estaba aterrorizada…
Abrí la boca para decir algo, para decirle que todo lo que había hecho había sido por temor. Que lo había rechazado en numerosas ocasiones porque el amor tan fuerte que había entre nosotros me aterrorizaba. Temía confiar en él, temía abandonar el confort que me procuraba Denny. Pero no pude. Mis labios no podían articular las palabras. No sabía cómo decirle que me había equivocado…, que nunca debimos despedirnos en el aparcamiento.
Él asintió al interpretar mi silencio.
—Es lo que supuse. —Suspiró y bajó de nuevo la cabeza—. Kiera…, ojalá… —Alzó la vista y me miró; la furia que había observado antes en sus ojos había dado paso a la tristeza—. He decidido quedarme en Seattle. —Cerró los ojos y meneó la cabeza—. No imaginas el sermón que me largó Evan cuando le dije que iba a abandonar a la banda. —Abrió los ojos y escrutó mi rostro, deteniéndose en el punto sensible junto a mi oreja—. Con todo este follón, no me había parado a pensar en mi banda. Cuando averiguaron que iba a marcharme de la ciudad, se llevaron un disgusto tremendo. —Sacudió la cabeza con tristeza y suspiró mientras yo me devanaba los sesos en busca de algo que decir.
Por fin, suspiró de nuevo suavemente y murmuró:
—Lo siento. —Se inclinó sobre mí para volver a rozar mis labios con los suyos. Exhaló un poco de aire y me besó desde la mejilla hasta la oreja. El monitor reveló la reacción de mi cuerpo al sentirlo tan cerca, a su olor, al tacto de su piel, y él suspiró al besar el punto sensible debajo de mi oreja. Luego, se apartó un poco y apoyó la cabeza contra la mía—. Lo siento, Kiera. Te amo…, pero no puedo seguir así. Necesito que dejes el piso.
Antes de que yo pudiera reaccionar a sus palabras, antes de que pudiera romper a llorar y decirle que no, que quería quedarme junto a él, que quería tratar de solucionar las cosas, se levantó y salió de la habitación sin volverse.
Por segunda vez ese día, sentí que se me partía el corazón, y lloré con tal desconsuelo que me quedé dormida.
Cuando me desperté, había oscurecido fuera y mi pequeña habitación estaba bañada por el pálido y apacible color verde de las tenues luces. Una pintura en la pared mostraba a unos gansos volando en formación en V hacia el sur, quizá para pasar el invierno, y una pizarra blanca me informaba de que mi enfermera de noche se llamaba Cindy. Intenté estirarme y sentí al mismo tiempo cierto alivio en mis relajados músculos y un dolor sordo en la cabeza. Apuré el vasito de agua, que ahora estaba tibia, que tenía en la mesita junto a la cama y traté de levantarme. Al principio, mis músculos se negaron a colaborar. Tenía el cuerpo entumecido y dolorido por haber permanecido tanto tiempo en la misma postura, pero al fin gané yo, y, pasando por alto la protesta de mi cerebro, me levanté, desconecté el aparato de los pitidos que monitorizaba los latidos de mi corazón y me dirigí al baño arrastrando el gotero sujeto a un pie móvil.
Cuando entré en el baño, me arrepentí de haberme levantado. Tenía un aspecto atroz. Mi pelo ondulado era una masa alborotada de rizos y nudos, y el lado derecho de mi rostro, desde la ceja hasta el pómulo, presentaba un espantoso color amoratado. Tenía los ojos inyectados en sangre por no haber dejado de llorar durante varios días, y mi rostro mostraba una permanente expresión de desolación.
De alguna manera, había conseguido alejar a dos hombres maravillosos. En mi afán por no herir a ninguno de los dos, había terminado lastimándolos a ambos. Había inducido a Denny a que hiciera algo tan impropio de él, que me parecía increíble. La expresión de su rostro al golpear a Kellan repetidamente… Jamás había imaginado que poseía un instinto tan agresivo, oculto en lo más profundo de su ser, presto a estallar el día menos pensado. Supongo que todos tenemos cierta dosis de agresividad y unos resortes que, cuando nos provocan, se disparan y hacen que la persona más pacífica pierda el control.
Y Kellan, siempre tan apasionado…, si yo no lo hubiera machacado tanto, habría reaccionado de forma muy distinta al ataque de Denny. Posiblemente hubiera peleado con él para defenderse. Posiblemente con consecuencias mucho peores. Pero toda la culpa la tenía yo…, yo y mis múltiples y pésimas decisiones y, también, a mi falta de decisión.
Utilicé el baño tan rápidamente como puede hacerlo una persona que ha sufrido una lesión como la mía, y regresé a la cama. Me tumbé hecha un ovillo, preguntándome qué haría a partir de ese momento. No se me ocurría nada. Mis párpados se cerraron debido al cansancio y al dolor y me dormí de nuevo.
Me desperté alguna vez durante la noche cuando la enfermera —supongo que Cindy, pues yo estaba demasiado grogui para preguntárselo— comprobó mis constantes vitales y volvió a conectarme a mi enojoso monitor. No me desperté por completo hasta la mañana siguiente, cuando regresó la jovial y simpática Susie.
—Aquí está, bonita. Y está despierta. ¡Estupendo! —Se acercó para comprobar mis constantes vitales y me dio unas píldoras para el dolor, que había remitido un poco. Apenas me fijé en la rolliza y alegre enfermera, pues mis ojos estaban fijos en la maravillosa visión de la mujer que estaba junto a ella.
—Hola, hermanita —murmuró Anna, sentándose a los pies de la cama. Su larga cabellera había recuperado su tradicional color casi negro y lustroso, y la llevaba recogida en una adorable coleta. El jersey que lucía era de un color azul intenso, lo suficientemente ajustado para realzar sus fabulosas curvas. Por una vez, no me importó lo insignificante que me sentí comparada con ella. Lo único que me importaba era que alguien a quien quería había venido a verme.
Los ojos se me llenaron de lágrimas mientras la enfermera llevaba a cabo sus tareas. Me pareció oír que murmuraba que «dentro de una hora te servirán el almuerzo, y hoy deberías tratar de comer algo», antes de salir de la habitación. Mi mente asimiló por un momento que ya era casi hora de comer y luego se centró de nuevo en Anna, que seguía observándome con sus increíbles ojos verdes pero tristes.
Cuando yo me disponía a preguntarle qué hacía allí, dijo:
—Menudo número te montaron esos chicos, ¿no? —Me estremecí al comprender que mi hermana debía de estar al corriente de lo ocurrido. Ella movió la cabeza, suspirando, y se levantó para abrazarme—. Pero, Kiera…, ¿en qué estabas pensando? ¿Cómo se te ocurrió inmiscuirte en una pelea?
Reprimí un sollozo y murmuré:
—Está claro que no lo pensé.
Me estrechó contra ella unos instantes y luego se acostó en la cama junto a mí, acurrucándose contra el costado que no tenía conectado al gotero. Me apretó la mano con fuerza y apoyó la cabeza en mi hombro.
—Bien, pues a partir de ahora lo haré yo por ti. Por eso he venido —murmuró con la cabeza contra mi hombro. Sonreí al oír su comentario y me relajé, deleitándome con su calor.
—Te quiero, hermanita, y me alegro de que hayas venido…, ¿pero qué haces aquí? —Confié en no dar la impresión de ser una ingrata. Me sentía muy feliz de que hubiera venido.
Ella se apartó para mirarme.
—Denny… Me llamó después del… accidente. —Entrecerró los ojos y me observó detenidamente—. Tienes suerte de que hablara conmigo en lugar de hablar con mamá o papá. A estas horas, ya estarías en un avión de regreso a casa.
Me estremecí de nuevo ante esa idea. No, probablemente era mejor que nuestros padres no lo averiguaran nunca.
—¿No tienes trabajo en Ohio?
Ella me miró arqueando una ceja.
—¿Es que tratas de librarte de mí? —Yo me apresuré a negar con la cabeza mientras la sujetaba para retenerla a mi lado, y ella se rió y prosiguió—: No…, estoy buscando trabajo. En serio, creo que mamá estará encantada de que deje de permanecer apalancada en el sofá durante un tiempo, y ¿qué mejor lugar para encontrar trabajo que en el Oeste, con mi autodestructiva hermana?
Me miró sonriendo mientras yo asimilaba lentamente lo que me decía.
—Espera…, ¿piensas quedarte en Seattle?
Se encogió de hombros y apoyó de nuevo la cabeza en mi hombro.
—En un principio, pensé en venir para asegurarme de que mi estúpida hermana estaba bien, pero me enteré de que tienes que buscar un lugar donde alojarte y se me ocurrió que podía buscar trabajo aquí y que ambas podíamos compartir un apartamento. Al menos hasta que termines las clases en la universidad. —Me miró con una expresión increíblemente atractiva y socarrona—. ¿Sabes si en Hooters buscan personal? Apuesto a que allí los tíos dan buenas propinas.
Puse los ojos en blanco y miré a mi caprichosa hermana con curiosidad.
—¿Cómo te enteraste de que tenía que buscar un lugar donde alojarme? Kellan no me dijo hasta ayer…
Ella puso cara de sorpresa, como una hermosa cierva deslumbrada por los faros de un coche.
—Mierda. Se me ha escapado. Maldita sea, va a cabrearse conmigo. —Anna volvió a encogerse de hombros—. Qué le vamos a hacer. —Se recostó contra la almohada y me volví para mirarla, intrigada por lo que decía.
—Me topé con Kellan abajo. Me contó lo ocurrido. Me dijo que te había pedido que te fueras. —Arqueó de nuevo una ceja—. Por cierto que tiene un aspecto horroroso. Tan cachas como siempre, pero horroroso.
Yo asentí con la cabeza sin pensar realmente en lo que decía.
—¿Kellan aún está aquí, en el hospital? —Había supuesto que después de romper conmigo se habría ido a casa a consolarse con una botella de Jack y quizás una chica… o dos.
Ella suspiró y me recogió un mechón de pelo detrás de la oreja, palpando de paso el gigantesco moratón que me cubría parte de la cara.
—Está locamente enamorado de ti, Kiera. Se niega a abandonar el hospital. Se pasea por la planta baja, bebiendo café y esperando a que le informen de si tu estado ha experimentado algún cambio. —Retiró la mano y la apoyó en su mejilla—. Cuando llegué, vi a unas enfermeras charlando con él. Al parecer, ha hecho estragos entre ellas, que le cuentan como sigues cuando sube aquí de vez en cuando. —Puso los ojos en blanco—. Más de una está loquita por él.
Al oír eso, me sonrojé y volví a fijar la vista en el techo. Traté de imaginar en qué lugar del hospital se hallaba, para sentir su calor, a pesar de la distancia que nos separaba. Pero lo único que sentí fue un dolor sordo en la cabeza y otro, más intenso, en el corazón.
—No volverá a aparecer por aquí…, ¿verdad?
Anna suspiró profundamente y cuando me volví hacia ella vi que tenía los ojos húmedos.
—No —murmuró—. Dice que es demasiado duro. Necesita espacio. —Arrugó el ceño mientras su bonito rostro adoptaba un gesto de perplejidad—. Dice que le des un minuto. —Se encogió de hombros, como si no comprendiera el significado de esa frase.
Yo cerré los ojos. Yo sí lo comprendía. Era nuestro código… Kellan necesitaba tomarse un respiro… de mí. ¿Tanto daño le había hecho? Lo suficiente para alejarse por fin de mí…, más o menos. A pesar de la gélida sensación de soledad que sentía por haber obligado a dos hombres a romper conmigo, me consolaba saber que a Kellan aún le importaba lo suficiente para permanecer cerca de mí.
Abrí los ojos al oír la voz de mi hermana. Por una vez, hablaba completamente en serio.
—Pero ¿en qué estabas pensando, Kiera, al enrollarte con dos tíos? —Su voz dejó de sonar seria durante un segundo mientras sonreía con gesto irónico—. ¿No has aprendido nada del fiasco con John y Ty?
Sonreí al recordar su breve triángulo amoroso y luego arrugué el ceño al recordar el mío.
—Te aseguro que no fue premeditado, Anna. Es que… me sentía… —Suspiré y noté que las lágrimas afloraban a mis ojos—… abrumada.
Ella me rodeó con sus brazos y me besó en la cabeza.
—Qué idiota eres, Kiera. —Me aparté, visiblemente irritada, y ella sonrió divertida—. No dispares contra el mensajero. ¿No te diste cuenta del lío que habías organizado? —preguntó, tocándome la cabeza para recalcar sus palabras.
En un arrebato de humildad, cerré de nuevo los ojos.
—Lo sé…, soy una idiota.
Ella me abrazó mientras las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas.
—Bueno, sigues siendo mi hermanita, y sigo queriéndote. —Suspiró mientras yo lloraba con la cabeza apoyada en su hombro—. Siempre te dije que te dedicaras a los libros en lugar de a las personas. Las personas no se te dan bien.
«Dice la Reina de los Corazones Rotos», pensé, de manera un tanto injusta.
Casi como si hubiera oído mis pensamientos, ella se apartó para mirarme.
—No pretendo ser un modelo de nada, pero al menos nunca les prometo nada a los tíos. Y tú se lo prometiste a los dos, ¿no?
Asentí con la cabeza y me tapé la cara con las manos al tiempo que reprimía un sollozo de culpa y dolor. Ella me abrazó y me acarició la espalda.
—Todo irá bien…, todo se arreglará. Eres muy joven. Joven y sin experiencia, y Kellan está para echarle un polvo.
Yo me tensé un poco y la miré, sacudiendo la cabeza. Ella interpretó mi gesto silencioso.
—Lo sé…, era más que eso. Yo también he percibido su faceta más delicada. He percibido su melancolía, el dolor que trata de ocultar, la intensidad de su música. Imagino que es un tipo bastante profundo. Imagino que es muy emocional, y que debe de ser muy difícil resistirse a él.
Suspiré y me relajé apoyada en ella, alegrándome de que al menos comprendiera que no tenía nada que ver con su aspecto. Ella siguió frotándome la espalda y murmurando que todo se arreglaría. Guardamos silencio durante largo rato, hasta que al fin suspiró y se apartó de mí.
—Supongo que me odiaste cuando vine a visitarte —dijo moviendo la cabeza sobre la almohada—. Cuando me viste tirarle los tejos a Kellan.
Abrí la boca, y, al recordar esa espantosa visita cuando sospeché lo peor sobre ella y Kellan, traté de decir algo, pero en un primer momento no conseguí articular palabra.
—No —murmuré por fin—. No te odié. Lo odié a él. —Ella me miró con extrañeza, y yo proseguí—: Me dio a entender que os habíais acostado.
Ella me miró con los ojos como platos y replicó indignada:
—¿Eso hizo? —Su tono y la expresión de su rostro se relajaron—. Espera un momento…, ¿por eso estuviste tanto tiempo sin hablar conmigo? Dios, creí que te había ofendido por haberle tocado el culo a Denny en el aeropuerto.
Me eché a reír, aliviada al comprobar que aún era capaz de reírme de ciertas cosas.
—No, eso fue divertido. —Suspiré mientras observaba sus ojos de olor esmeralda fijos en mí—. No te enfades con Kellan. Estaba dolido y furioso y quería atormentarme. Y tú eras el medio más fácil para conseguirlo. No me enteré de que te habías acostado con Griffin hasta mucho más tarde. —Me aparté y la miré achicando los ojos—. ¡Pero Anna, con Griffin!
Ella se mordió el labio y emitió una pequeña exclamación de gozo.
—Dios, por fin podré contarte esa historia. Sabes que llevo tiempo intentando hacerlo.
Me puse colorada como un tomate y ella me lo contó todo, absolutamente todo lo que habían hecho esa noche. Cuando terminó su relato, el estómago me dolía un poco, pero sonreí débilmente. Ella suspiró y se acurrucó junto a mí. Al cabo de un momento, dijo:
—Sabes que jamás habría tocado a Kellan si me hubieras dicho lo que había entre vosotros.
Yo suspiré y la estreché contra mí.
—Lo sé… ¿Comprendes ahora por qué no podía decir nada?
Anna negó con la cabeza.
—No…, bueno, quizá sí. —Me besó en la cabeza—. Te quiero, Kiera.
Permaneció tumbada en la cama junto a mí hasta que me sirvieron la comida. Entonces, se animó y me dijo que iría en busca de trabajo y un apartamento para nosotras, un apartamento coquetón con vistas al lago. Yo suspiré y me comí la insípida gelatina que me habían traído. De todas las personas que había en Seattle, estaba convencida de que mi hermana era la que más probabilidades tenía de encontrar trabajo y un apartamento antes del anochecer. Me besó en la cabeza y me dijo que regresaría cuando tuviera buenas noticias. Yo estaba convencida de que volvería al poco rato.
Después de comer, dormí un rato, me desperté cuando la enfermera entró para ver cómo estaba, y volví a dormirme. No estaba segura de si mi somnolencia era un efecto secundario del accidente o si se debía a los medicamentos que me habían administrado o al hecho ineludible de que en estos momentos no quería enfrentarme a mi vida.
Pero la vida no estaba dispuesta a darme tregua. Denny regresó por la tarde, y, al comprobar que tenía mejor aspecto —en todo caso, estaba menos grogui—, esbozó una breve sonrisa.
Se sentó en una silla junto a la cama, pero esta vez no a mi lado. Tuve la sensación de que quería distanciarse, prepararse para la ruptura definitiva que ambos sabíamos que iba a producirse. Sus ojos se detuvieron en el moratón de mi rostro, mientras conversamos sobre cosas pseudoimportantes: había presentado su dimisión en la oficina, sus padres estaban encantados de que regresara a casa, y tristes de que yo no lo acompañara, y había decidido dejarme su coche porque no podía permitirse enviarlo a Australia en barco.
Esa última noticia me sorprendió, y él captó la expresión apenada que mostraba mi rostro.
—Sé que cuidarás de él, Kiera. —Su acento era dulce y cálido, y durante un momento, un segundo, lo eché de menos aunque estaba sentado junto a mí.
Yo quería hablar de cosas importantes: el accidente; la culpa que sabía que sentía cada vez que me miraba; la culpa que sentía yo cuando lo miraba a él; el cariño que sabía que existía aún entre nosotros, aunque fuera un cariño distinto; el asunto…
Pero no lo hice. Estaba demasiado cansada, demasiado débil, y no tenía valor para afrontar otra dolorosa conversación mientras seguía conectada a ese maldito monitor cuyos pitidos acabarían por hacerme enloquecer. En lugar de ello, conversamos sólo de temas sin demasiada importancia. Le conté que Anna lo había dejado todo para mudarse conmigo y que, en esos momentos, había ido en busca de trabajo y un apartamento. Él coincidió conmigo en que no tardaría en hallar ambas cosas.
Arqueó un poco las cejas cuando le dije que iba a instalarme con Anna, y deduje que quería preguntarme por Kellan. Al margen de lo que hubieran hablado, supuse que Kellan no le había dicho, o quizá ni él mismo lo sabía entonces, que iba a pedirme que abandonara el piso. Que iba también a romper conmigo. Pero Denny no me preguntó nada. Quizá temía mi respuesta. Quizá se habría sentido tentado a quedarse si yo le decía que ya no había nada entre Kellan y yo. Pero también era posible que el tema no le importara lo suficiente como para preguntarme nada al respecto.
Denny se quedó conmigo hasta que Anna regresó a última hora de la tarde. Lo abrazó con cierta frialdad, lo cual al principio me desconcertó. Anna solía ser más exuberante en sus afectos. Pero, cuando me miró, lo comprendí. Denny me había hecho daño y eso le había restado puntos ante ella. Decidí explicárselo más tarde, puesto que técnicamente no había pretendido herirme, y no era justo culparlo por mi estúpido comportamiento. Tal como había dicho Anna, la idiota era yo.
Anna se volvió hacia mí y me habló con entusiasmo sobre nuestro nuevo apartamento y su nuevo trabajo… en Hooters. Suspiré y la escuché mientras me contaba que había conseguido que el casero nos lo alquilara por un precio irrisorio porque el viejo verde no dejaba de mirarle las tetas, y ella le había prometido un plato de alitas picantes gratis cuando se pasara por el restaurante. Eso selló el trato. Insisto, mi hermana es capaz de lograr que los hombres hagan lo que quiera.
Denny se despidió de las dos con tono quedo y me besó en la frente antes de marcharse, sin apartar la vista del lado magullado de mi rostro. Cuando llegó a la puerta y yo sentí que se me encogía el corazón, oí decir a mi hermana «espera», tras lo cual salió al pasillo con él. Yo no podía adivinar de qué hablaban, pero estuvieron allí unos veinte minutos. Cuando Anna volvió a entrar y le pregunté de qué habían hablado, se limitó a sonreír. Picada por la curiosidad, pero cansada, lo dejé estar. Quizás habían resuelto sus diferencias y, a partir de ese momento ella se mostraría más amable con él. Denny no tenía la culpa de mis lesiones.
Mi hermana se quedó durante largo rato, y luego, al ver que se mostraba inquieta, le dije que si quería podía ir a… visitar a algún amigo. Ella sonrió con aire pícaro y me dijo que regresaría al día siguiente por la tarde. Yo estaba segura de que había planeado ir a ver a Griffin. Me alegré de que lo encontrara atractivo en un sentido un tanto singular, por más que yo no lo entendiera. Sobre todo ahora que tenía una imagen espantosamente descriptiva de la historia entre ambos.
Anna regresó al día siguiente por la tarde y me contó con todo lujo de detalles la larga noche que habían pasado juntos. Si yo tuviera que reconocerle a Griffin algún merito, sería su increíble resistencia. Al cabo de un rato, vinieron otros amigos a verme. Matt y Evan aparecieron juntos y me abrazaron brevemente. Parecían sentirse un tanto incómodos, pero querían mostrarme su apoyo viniendo a verme. Evan parecía sentirse culpable, como si lamentara no haber estado en el lugar de los hechos o quizá por haberle contado algo a Denny. Cuando se disponía a marcharse, le aseguré que no había hecho nada malo. Hizo lo que Kellan le había pedido que hiciera, y no lo considerábamos responsable de nada. Él asintió, y, con una sonrisa de satisfacción que iluminó su orondo semblante de oso de peluche mientras me abrazaba con cuidado, murmuró que se alegraba de que me hubiera recuperado.
Jenny y Kate aparecieron juntas antes de ir a trabajar, y los ojos de Jenny se llenaron de lágrimas al contemplar mi magullado rostro. Me abrazó cariñosamente mientras repetía una y otra vez que se alegraba de que estuviera bien, que todos los colegas en el bar de Pete se alegraban de mi recuperación y que tenían ganas de que volviera al trabajo.
Al fin, la obligué a soltarme y vi que caía otra lágrima por su mejilla.
—Jenny… No puedo volver al bar de Pete.
Sus ojos azules me miraron con estupor.
—Pero… ¿por qué, Kiera?
Sentí que mis ojos se humedecían.
—No puedo… estar… cerca de él.
En la habitación se hizo el silencio, como si todo el mundo hubiera captado el significado de mis palabras. Kate y Jenny intercambiaron una mirada, y me pregunté si Kellan aún estaba allí y Kate y Jenny se habían tropezado con él abajo, al igual que mi hermana. A juzgar por la expresión en los ojos de Kate y el ceño arrugado de Jenny, deduje que sí.
La falta de argumentos por parte de Jenny no hizo sino confirmar mis sospechas.
—¿Adónde irás?
Sacudí la cabeza mientras las lágrimas resbalaban por fin por mi rostro.
—No lo sé. ¿Conoces a alguien que necesite a una camarera regular?
Ella sonrió con tristeza y me abrazó.
—Eres algo más que una camarera regular. Daré voces. El bar no será lo mismo sin ti…, te lo aseguro.
Sintiendo que no merecía sus elogios, me limité a asentir y le devolví el abrazo. Ella se apartó para mirarme y, enjugándose las lágrimas, dijo:
—Bueno, el hecho de que no sigamos trabajando juntas no significa que no sigamos siendo amigas.
Asentí de nuevo y me enjugué las lágrimas.
—Desde luego.
Griffin llegó al cabo de un rato de haberse marchado Jenny y Kate, lo cual me sorprendió. Como es natural, deduje que en realidad había venido a recoger a Anna. Me abrazó, y de paso trató de meterme mano. Yo le agradecí su amabilidad, pero no que tratara de propasarse. Mi hermana le dio una palmada en el trasero y le riñó en broma por tratar de meterme mano. Él puso cara de inocente, la abrazó y le dio un beso de tornillo. Abrazados y haciéndose arrumacos, se despidieron para ir, según dijo Griffin, «a bautizar el nuevo apartamento». Confié en que no se les ocurriera utilizar la habitación destinada a mí.
Cuando se marcharon, el médico pasó a verme y, satisfecho de mi mejoría, dijo a las enfermeras que podían desconectar el maldito aparato y retirarme el gotero. Mientras tomaba una cena de lo más insulsa, deseé sentirme tan recuperada como el médico había tratado de convencerme que estaba. Cuando terminé de cenar, Susie entró de nuevo para ver cómo estaba y luego me dejó tranquila. El silencio de la habitación era abrumador.
El espacio estaba bien iluminado, pero la oscuridad de la noche invernal parecía filtrarse a través del amplio ventanal, casi como si esa negrura me robara el calor y la luz. Contemplé las siniestras ventanas durante lo que me parecieron horas, observando cómo la oscuridad se espesaba y hacía más intensa. Tirité un poco y me arrebujé bajo las mantas. Tenía frío y me sentía sola. La culpa y los remordimientos no dejaban de atormentarme, haciendo que me doliera la parte de la cabeza en la que tenía el golpe. Cuando empecé a preguntarme si sería capaz de soportar esa situación, oí un suave acento que me habló desde la puerta.
—Hola. ¿Cómo te sientes?
Aparté los ojos de la ventana y me enjugué una lágrima que me rodaba por la mejilla sin que yo me diera cuenta. Vi a Denny apoyado contra el marco de la puerta. Tenía los brazos cruzados y un pie apoyado en la pared, como si llevara largo rato mirándome. Sonrió con dulzura, una versión más reducida de su sonrisa de despistado que solía animarme. Pero aquel día hizo que rompiera a llorar a lágrima viva.
Al instante, avanzó hacia mí pero se detuvo antes de alcanzar mi cama, con el rostro crispado en un rictus de dolor. Se volvió hacia la puerta y, a través de mis lágrimas, vi una figura borrosa que retrocedía hacia el pasillo. No pude ver su silueta debido a mi nublada visión, pero sabía quién era. Sabía que Kellan había vuelto a subir allí, por más que quisiera mantenerse alejado de mí. Al igual que antes, habíamos regresado a una política de no tocarnos· Sólo que ahora era peor, porque manteníamos también una política de no vernos.
No pude reprimir un sollozo, que, al parecer, hizo que Denny se decidiera. Cruzó la breve distancia hasta mi cama y se sentó junto a mí, tomándome la mano y sosteniéndola en la suya. Fue un gesto sencillo, y más afectuoso de lo que yo estaba acostumbrada a recibir de él cuando estaba disgustada, pero comprendí que era cuanto estaba dispuesto a concederme. Le apreté la mano, gozando del confort que ésta me proporcionaba.
—No llores, Kiera…, todo se arreglará.
Me sorbí la nariz y traté de calmarme, detestándome por el hecho de que este hombre tan maravilloso que estaba a mi lado me consolara a mí, cuando yo lo había destruido a él. Me parecía injusto. Él era quien debía gritar y protestar, llamarme puta y salir de la habitación dando un portazo, para no volver a mirarme a la cara. Pero…, Denny no era así. Era una persona amable y bondadosa, casi excesivamente. Y, por la forma en que no apartaba los ojos de mi magullado rostro, comprendí que su constante presencia allí se debía al hecho de que se sentía culpable por haberme lesionado.
Me tragué las lágrimas mientras nos miramos en silencio. La calidez que me transmitía su mano me tranquilizó, y al fin pude mirarlo sin llorar. Él sonrió de nuevo al ver que mis lágrimas se habían secado.
—He visto tu nuevo apartamento —dijo en voz baja—. Creo que te gustará. Tu hermana tiene buen gusto.
Lo miré con gesto interrogante.
—¿Lo has visto? —Él asintió y le apreté la mano con más fuerza—. ¿De qué hablasteis Anna y tú ayer?
Denny bajó la vista y sacudió la cabeza.
—Está enfadada conmigo… —alzó la cabeza y me miró—… por haberte herido. —Durante unos instantes, sus ojos reflejaban una expresión angustiada, y miró de nuevo mis contusiones antes de proseguir—. Me llamó de todo. —Arqueó una ceja—. En ocasiones emplea un vocabulario increíble.
Su comentario me hizo sonreír y él sonrió también divertido, mostrando una expresión más animada de lo que había observado en él en mucho tiempo.
—En cualquier caso, cuando terminó de insultarme, me pidió que la ayudara a trasladar tus cosas. Yo también tenía que trasladar las mías —añadió encogiéndose de hombros—, de modo que accedí. Terminaremos de hacerlo esta noche, y Anna consiguió unos muebles de Griffin, Kate, Jenny…, de todos los que pudieron cederle algunos. —Alargó una mano casi tímidamente para recogerme un mechón detrás de la oreja—. Podéis mudaros cuando queráis.
Procuré ver el lado positivo del asunto y traté de sonreír, pero lo único que sentí fue dolor al tener que abandonar una casa en la que, hasta que las cosas se complicaron, me había sentido muy feliz. Denny pareció percatarse de mi melancolía y me acarició la mejilla con dulzura, antes de retirar la mano y apoyarla de nuevo en sus rodillas.
—¿Y tú? ¿Dónde te alojarás mientras… estés aquí? —pregunté con voz temblorosa.
—Me he mudado a casa de Sam. Se ha portado muy bien conmigo. Llevo varios días durmiendo en su sofá. —Se pasó una mano por el pelo y sonrió irónicamente—. No podía seguir en casa de Kellan. Mi paciencia tiene un límite.
—¿Cómo es que vosotros…? —No terminé mi pregunta, pues no quería provocar su ira sacando el tema. Aunque probablemente estaba siempre presente, por más que tratara de eludirlo.
Pero él insistió:
—¿Qué ibas a preguntarme? ¿Cómo es que no nos atacamos mutuamente? ¿Cómo es que no nos gritamos y montamos un follón cada vez que nos vemos? ¿Cómo es que nos comportamos de forma civilizada?
Yo me encogí de hombros, temerosa. Él me miró un momento y me pareció ver ira en sus ojos, pero no estaba segura. Cuando habló de nuevo, lo hizo con voz controlada pero su acento era más marcado de lo habitual.
—Anoche pude haberte matado…, y no quiero pensar siquiera en esa pesadilla. Pero…, a pesar de lo que hice, la situación podría ser mucho peor para mí de lo que es. Y se lo debo a Kellan.
Ladeé la cabeza, completamente confundida.
—No entiendo…
Él suspiró y suavizó la expresión de su rostro.
—No pensé en las consecuencias que podía tener que nos alojáramos en su casa. En lo atractivo que les parece a las mujeres. Incluso en el instituto, no tenía más que mirar a una chica y ésta… —Denny suspiró de nuevo, mientras sentí que me sonrojaba un poco—. Ni siquiera pensé en lo tentador que podía parecerte a ti. No se me ocurrió que eso pudiera tener importancia, porque lo nuestro era tan… —Cerró los ojos al tiempo que los míos se llenaban de lágrimas. En ese momento, me odié por lo que le había hecho. Alargué la mano que tenía libre para tocarle la mejilla, pero cuando él abrió los ojos me detuve y la dejé de nuevo en mi regazo. Él sostuvo mi mirada con serenidad—. Cuando me di cuenta de lo que pasaba, comprendí que jamás podría competir con él.
Sus palabras me sorprendieron y arrugué el ceño. ¿Competir con Kellan? No tenía que hacerlo. Yo siempre lo había deseado a él. Bueno, quizás una parte de mí no lo deseaba. Él observó mi expresión de desconcierto.
—Cuando empecé a juntar las piezas, las miradas que había pillado entre vosotros, las caricias a las que no había dado importancia, lo distante que te mostrabas conmigo, lo triste que parecías cuando él no estaba presente…, comprendí que iba a perderte, si no te había perdido ya. Sabía que no podía competir con… —Puso los ojos en blanco y meneó la cabeza, fijando la vista en las sábanas de mi cama— posiblemente el hombre más atractivo del Pacífico Noroeste.
—Denny…, yo…
Pero él me interrumpió.
—Estaba furioso con él. —Alzó la vista y me miró; luego observó sus manos, que seguían sosteniendo una de las mías—. Era como si supiera que no podrías resistirte a su encanto, de modo que dependía de él…, y me falló. —Yo volví a bajar la vista en el preciso momento en que él alzó la suya, y nuestras miradas se cruzaron—. Creo que por eso le pedí en el aeropuerto que se mantuviera alejado de ti. No es que pensara que fueras a traicionarme…, confiaba en ti, pero siempre que él guardara las distancias. —Se encogió de hombros—. Kellan consigue a todas las chicas que persigue, y yo sabía que te conseguiría si se lo proponía, y no podía competir con él.
—No fue así, Denny.
Yo quería explicárselo, convencerlo, pero no había gran cosa que decir. No podía decirle que yo había iniciado todo lo que había ocurrido entre Kellan y yo. Que Kellan no merecía que estuviera furioso con él, porque había sido yo quien había iniciado el contacto entre ambos…, y que él se había enamorado de mí. Al margen de las buenas intenciones que yo hubiera tenido al principio, cuando Denny se había marchado, en cierto momento le había traicionado, incluso antes de acostarme con Kellan.
Y, lo que era peor, yo también me había enamorado de él. Ni siquiera estaba segura de cuándo me había enamorado de Kellan. Quizá fue durante nuestro primer y torpe encuentro en el pasillo, quizá fue la primera vez que lloré en sus brazos, quizá fue cuando me dijo que era bonita o quizá fue la primera vez que le oí cantar esa canción que me había conmovido tanto. Lo único que sabía con certeza era que me había enamorado perdidamente de él, y que ese dolor incrementaba el que sentía ahora al observar el evidente sufrimiento que expresaban los ojos de Denny.
—Cuando os vi a los dos en el aparcamiento…, cuando vi la pasión que había entre vosotros…, lo odié con toda mi alma. Lo odié por lo que me había arrebatado. Quise acabar con él por tratarte como a una de sus fans. —Denny sacudió la cabeza y me interrumpió cuando traté de protestar—. No se me ocurrió que pudiera estar enamorado de ti. No se me ocurrió que tú estuvieras enamorada de él. No se me ocurrió culparte por lo ocurrido. Te tenía en un pedestal…
Asentí con la cabeza y bajé la vista, sintiendo que las lágrimas afloraban a mis ojos, amenazando con derramarse. No era digna de estar en un pedestal, y, a juzgar por la expresión que vi en sus ojos al decir eso…, supuse que ahora quizá coincidiría conmigo. En voz baja, y sintiéndome como una estúpida, le confirmé que no debía seguir teniendo esa opinión sobre mí.
—Es cierto. Estábamos enamorados…, y ninguno de los dos queríamos lastimarte.
Él agachó la cabeza.
—Lo sé. Creo que ahora lo sé. —Me acarició la mano con sus dedos, trazando inconscientemente unos dibujos sobre mi piel mientras reflexionaba. Por fin dijo—: La pelea… fue como si… —Alzó la cabeza y me miró—. Me sentía como si estuviera fuera de mi cuerpo presenciando una espantosa película que no podía detener. Ni siquiera recuerdo todo lo que dije o hice. Fue como si durante unos segundos hubiera abandonado mi cuerpo.
Asentí y desvié la vista, disgustada conmigo misma por lo que le había inducido a hacer. Al percibir la tensión en su voz, me volví para mirarle.
—Lo único que sentía era odio. Estaba fuera de mis casillas. —Sus ojos escrutaron los míos mientras hablaba, posándolos de vez en cuando en mi lesión de la cabeza, como si no quisiera olvidar que él era el culpable—. No podía controlar lo que hacía mi cuerpo. Sólo quería hacerle daño. —Suspiró de nuevo y fijó la vista en el techo—. Creo que me volví loco.
Cerró los ojos y negó con la cabeza.
—Estuve a punto de perderlo todo…, todo. —Abrió de nuevo los ojos, y, al ver su gesto de consternación, me quedé perpleja—. Gracias a Kellan en estos momentos no estoy detenido y acusado de agresión.
Lo miré estupefacta y arrugué el ceño con tal fuerza que la cabeza me dolió. Sus ojos oscuros observaron mi confusión.
—Le di una paliza de muerte, Kiera. Lo golpeé hasta dejarlo inconsciente. Pude haberlo matado…, pude haberos herido gravemente a los dos. La gente va a la cárcel por eso. Pero no es mi caso. Pronto abandonaré el país, y la única razón de que pueda hacerlo es… porque Kellan me ayudó.
—No entiendo —dije meneando la cabeza.
Él sonrió con dulzura y su rostro se relajó.
—Lo sé. —Acarició la piel de mi mano con sus dedos y me relajé al comprobar que su ira empezaba a remitir—. Cuando caíste al suelo herida, cuando nos aseguramos de que aún respirabas, de que seguías viva —se encogió de hombros—, Kellan me obligó a que me marchara.
—¿A marcharte?
Denny asintió y sonrió con tristeza.
—Yo no quería. Quería ayudarte. Quería hacer algo, lo que fuera. Pero él me gritó…, me dijo cosas muy desagradables, y me dijo que si no me marchaba me detendrían. —Volvió la vista hacia los oscuros ventanales, que parecían haberse oscurecido más, como si él absorbiera su negrura—. Estabas tan pálida…, parecías tan menuda…, apenas respirabas. Él te estrechó con fuerza entre sus brazos, y yo quería ser quien…
Emitió un suspiro y cerró los ojos.
—Me convenció de que debía marcharme y pedir auxilio, y que cuando llegaran los sanitarios, les diría que tú y él habíais sido víctimas de un asalto. Que le habían dado una paliza y que cuando trataste de ayudarlo, te atacaron a ti. —Suspiró y volvió a fijar sus ojos en los míos, que lo miraban asombrada—. Incluso me dio su cartera para que pareciera real. —Sacudió la cabeza y se volvió de nuevo hacia las ventanas—. Todo el mundo lo creyó. Al cabo de un rato, me presenté en el hospital y nadie me preguntó nada.
Me miró, y vi en sus ojos un inmenso dolor y sentimiento de culpa.
—Es como si gracias a él me hubiera ido de rositas después de haberos herido gravemente a los dos. —Bajó la vista y derramó una lágrima sobre la sábana. Automáticamente, le enjugué la mejilla con los dedos y él alzó la vista hacia mí—. Eso hace que me sienta fatal.
Yo negué con la cabeza.
—No debes sentirte así. Él tenía razón. Ya has sufrido bastante debido a nuestros errores. No habría sido justo que lo perdieras todo porque nosotros te indujéramos a… a… —No pude reprimir que mis ojos volvieran a llenarse de lágrimas, ni tampoco la necesidad de abrazarlo. Le arrojé los brazos al cuello y él se tensó, pero al fin se relajó y me abrazó también—. No sabes cuánto lo siento, Denny.
Él suspiró entrecortadamente y me acarició la espalda.
—Lo sé, Kiera. —Me abrazó con fuerza contra él y sentí que su cuerpo temblaba—. Yo también lo siento. Lo siento mucho.
Dejó que permaneciera abrazada a él durante buena parte de la noche, hasta poco antes de que amaneciera. Mientras nos pedíamos perdón una y otra vez por el daño que nos habíamos hecho, el uno al otro, nos dormimos abrazados, y a la mañana siguiente tuve la certeza de que, aunque no volveríamos a tener lo que habíamos tenido, siempre estaríamos conectados de alguna forma. Y sentí un inmenso consuelo.