Me moví en su cama por enésima vez. Kellan me rodeaba con el brazo y dormía como un tronco, con la mejilla apoyada en su otro brazo y el rostro vuelto hacia mí. Toda duda y preocupación se habían borrado de su semblante perfecto. Yo no estaba segura de que se hubieran borrado del mío. Había hecho por fin una elección, y, en el fragor del momento, había elegido a Kellan. Me seguía pareciendo un poco surrealista. Me acurruqué contra su costado y suspiré satisfecha. Traté de imaginar que estaría con él cada noche, que tendríamos una relación abierta como él deseaba, como ambos deseábamos. Había sido una idea tabú durante tanto tiempo que en esos momentos me costaba imaginármelo.
Volví a moverme en la cama. Había un último obstáculo que salvar antes de poder imaginar que seguiría adelante con Kellan…, un obstáculo que me destrozaba el corazón. Denny. Debería levantarme y regresar a nuestra habitación. Anoche no debí arriesgarme a venir de nuevo a la habitación de Kellan para volver a hacer el amor con él. Al parecer, era incapaz de obrar de forma juiciosa en lo que se refería a ese hombre tan extraordinario. Pero Kellan tenía razón, era una mala idea. Denny no debía averiguar jamás que manteníamos una relación íntima. Recordé su reacción en mi sueño. No podía imaginar siquiera su verdadera reacción si nos descubría juntos. Especialmente ahora que sabía que yo le había mentido, que sospechaba de nosotros.
Debía decírselo. Debía contárselo… todo. Pero no sabía cómo hacerlo.
Suspirando, retiré el brazo que Kellan tenía apoyado sobre mí. Él murmuró algo en sueños y trató de abrazarme. Sonreí y le aparté un mechón de la frente, besándolo con dulzura. Recogí mis ropas, que había arrojado con prisas al suelo, y me vestí. Luego, abrí la puerta y, después de dirigir una última mirada a Kellan, que dormía apaciblemente, con la sábana cubriéndole a medias su físico perfecto, la cerré y me encaminé a mi habitación.
Me metí en la cama con el máximo sigilo. Denny no se movió cuando me acosté junto a él, y esa vez no lo miré. Me coloqué de espaldas a él, tratando de respirar con calma. Esperé a que él se moviera, a que me obligara a volverme hacia él y le explicara dónde había ido. Pero no lo hizo. Dormía tan profundamente como Kellan cuando lo había dejado. Por fin, el cansancio se apoderó de mí y me quedé dormida, pensando en las caricias íntimas que Kellan y yo nos habíamos prodigado.
Al poco rato, me desperté de un sueño muy agradable, impaciente por volver a ver a Kellan. Denny aún dormía, pero estaba segura de que Kellan ya estaría despierto. Entré deprisa en el baño para arreglarme un poco y bajé rápidamente la escalera. Tal como había imaginado, Kellan estaba apoyado contra la encimera, de espaldas a la cafetera en la que había preparado café, sonriendo, con su habitual aspecto inmaculado, luciendo mi camiseta favorita de color azul vivo que daba a sus ojos un tono azul sobrenatural.
—Buenos…
Pero no pudo terminar la frase antes de que mis labios se apretaran contra los suyos y mis manos se enredaran en su fabuloso cabello. Él me devolvió el beso con ardor al tiempo que apoyaba las manos en mis mejillas.
—Te he echado de menos —murmuré entre nuestros labios.
—Y yo a ti —respondió en tono quedo—. Me sentí fatal al despertarme y comprobar que no estabas a mi lado.
Cualquiera hubiera dicho que hacía días que no nos veíamos en lugar de horas. Me deleité con su olor, con el tacto de su piel, con su sabor. Gocé sintiendo su calor, sus suaves manos deslizándose por mis hombros, su pelo entre mis dedos y su lengua acariciando la mía. No quería que dejara de besarme. De pronto, se apartó de mí y avanzó unos pasos hacia la mesa.
—Tenemos que hablar sobre Denny, Kiera…
En ese preciso momento, Denny entró en la cocina.
—¿Qué decías sobre mí? —preguntó secamente.
Por suerte, Kellan y yo nos hallábamos a unos pasos de distancia cuando Denny apareció de forma inesperada, pero mi corazón se puso a latir a mil por hora. Kellan, que había conservado la compostura, respondió sin alterarse:
—Acababa de preguntarle a Kiera si os apetecía salir hoy conmigo y con los chicos. Han organizado una cosa en EMP…
Denny lo interrumpió mientras yo miraba a Kellan estupefacta. ¿Acababa de ocurrírsele esa excusa o tenía planeado ir allí ese día?
—No, nos quedaremos aquí.
No me pasó inadvertido el tono de Denny al decir «nos», y tampoco a Kellan. Se puso pálido y dijo:
—De acuerdo, si cambiáis de opinión, venid. Estaremos allí todo el día.
En la cocina, se produjo una extraña tensión, y Kellan rompió por fin el silencio.
—Debo irme…, tengo que recoger a los chicos. —Después de dirigirme una mirada cargada de significado sin que Denny se diera cuenta, nos dejó a los dos solos en la cocina, en la que de pronto se hizo el silencio.
Al cabo de unos momentos, oí que se cerraba la puerta. El coche de Kellan rugió al arrancar y partió. Se había marchado, sin más, y sentí que el corazón me daba un vuelco. Por la mirada que me había dirigido antes de irse, comprendí que quería darme tiempo para que hablara con Denny, y yo aún no estaba preparada. Ni siquiera estaba segura de ser capaz de hacerlo. ¿Cómo puedes partirle el corazón a una persona a la que quieres? Y yo lo quería… A pesar de todo, seguía queriéndole. El amor no se apaga dándole a un interruptor.
Pasé buena parte de la tarde tumbada en el sofá, durmiendo…, o fingiendo que dormía, mientras Denny me observaba desde la butaca; el sonido del televisor de fondo servía tan sólo para aliviar el silencio abrumador que se había hecho entre nosotros. Aún no estaba preparada para destruirlo. No estaba segura de que pudiera estarlo alguna vez. No sabía cómo decirle a una persona que durante mucho tiempo lo había significado todo para mí que se había acabado todo entre nosotros.
Durante todo el día, sentí sus ojos oscuros fijos en mí…, pensando. Denny era brillante. La única razón por la que aún no había comprendido lo que sucedía era porque me amaba. Se negaba a ver mis defectos y odiaba hacerme daño. Reconocer mi traición lo obligaría a hacer ambas cosas.
Pero, por más que él evitara hablar, podía verlo en sus ojos: el temor, las dudas. Comprendí que al fin tendría que hacer acopio de valor y hacerme la fatídica pregunta: «¿Estás enamorada de otro?»
Cada mirada que me dirigía, cada vez que me tocaba, cada conversación que iniciaba conmigo hacían que yo temiera que me lo preguntara. Que me preguntara si iba a abandonarlo. Que me preguntara si estaba enamorada de Kellan. Cada vez me tensaba aterrorizada. No sabía qué le respondería cuando me lo preguntara.
Pero las preguntas no llegaban…
No me preguntó en ningún momento sobre la mentira que la víspera había descubierto que yo le había dicho. No me preguntó por el verdadero motivo de que le hubiera propinado a Kellan ese tremendo bofetón. Las pocas veces que hablamos esa tarde, que se me hizo insoportablemente larga, él parecía rehuir cualquier tema de conversación que condujera a Kellan.
Al final del día, su expresión era más taciturna, su talante más introspectivo. Al fin, toda conversación entre nosotros cesó y empecé a evitar sus miradas sombrías y acusadoras.
Kellan regresó tarde, horas después de que el sol se hubiera puesto sobre nuestro gélido hogar. Al entrar en la cocina, nos vio a Denny y a mí terminando de cenar en silencio. Me miró, probablemente preguntándose si había hablado con Denny. Sólo pude negar con la cabeza de forma casi imperceptible. Él lo captó. Su rostro mostraba una expresión angustiada y supuse que daría media vuelta y se marcharía de nuevo, pero, tratando de calmarse, dejó las llaves en la encimera y sacó una cerveza del frigorífico. Su mirada abatida me afectó profundamente, y no pude evitar mirarlo, aunque sabía que Denny no dejaba de observarme. Deseaba acercarme a él y explicárselo, pero sabía que no podía.
Sin apartar los ojos de mí, Denny le dijo a Kellan:
—Hola, colega. Se me ha ocurrido que salgamos los tres. ¿Qué os parece Shack? ¿Os apetece que vayamos de nuevo a bailar? —Su acento dio una curiosa entonación a la palabra «bailar». El corazón me dio un vuelco. ¿Por qué quería volver allí? Bajé la vista y la fijé de nuevo en mi plato.
Oí a Kellan restregar el suelo con los pies, nervioso.
—Sí…, desde luego —respondió en voz baja.
El corazón me latía a mil por hora y me abstuve de alzar la vista, concentrándome en mi comida y mi respiración. Aquello no pintaba bien…, nada bien.
Kellan tomó su cerveza y subió a su habitación. Denny y yo terminamos nuestra tensa cena en silencio, sin que él apartara los ojos de los míos. Terminé antes que él y, tras murmurar que iba a arreglarme, subí la escalera dispuesta a afrontar una velada que estaba segura que sería tan espantosa como la última que habíamos compartido los tres.
Cuando pasé frente a la puerta de Kellan, comprobé que estaba cerrada, y, durante un instante, pensé en entrar y explicarle por qué no había tenido el valor de hablar con Denny. Pero no pude. Tampoco estaba preparada para tener esa conversación con él. Suspiré y me dirigí al baño para peinarme y maquillarme…, cualquier cosa con tal de evitar que esos pensamientos se agolparan en mi mente.
Por fin, durante el trayecto en coche hacia el bar, Denny rompió sus largas horas de silencio.
—¿Has decidido lo que quieres hacer durante las vacaciones de invierno? —preguntó con un tono seco y marcadamente acentuado que me chocó. Se volvió hacia mí y su expresión se suavizó por primera vez en todo el día; tenía los ojos húmedos y relucientes—. Me gustaría llevarte a casa…, durante las vacaciones. ¿Lo pensarás, Kiera? —al pronunciar mi nombre le tembló un poco la voz.
Percibí con claridad la verdadera pregunta que me hacía: «¿Me elegirás a mí?» Sólo atiné a asentir con la cabeza, notando que tenía también los ojos húmedos. Volví la cabeza para contemplar a través de la ventanilla la ciudad que volaba frente a mí. Así era cómo me sentía yo; como si volara hacia algo y fuera demasiado tarde para detenerlo.
Denny y yo llegamos antes que Kellan. Éste parecía querer retrasar la inevitable tensión que se produciría. Deseé no estar allí. Denny me condujo a través del bar, hacia la puerta que daba acceso al jardín situado al fondo. Cuando la abrió, vi un letrero colgado en ella que decía «Fiesta de Invierno Para Aliviar el Frío». Al parecer, habían decidido celebrar el frío polar que impregnaba el ambiente.
Aunque hacía mucho frío para sentarse en el jardín y beber cerveza, había muchas personas en el exterior del local, y Denny me condujo a la misma mesa en la que nos habíamos sentado la última y fatídica vez que habíamos ido allí. No sabía si lo había hecho adrede o no. Dirigí la vista hacia la verja del jardín, hacia el quiosco de café exprés. ¿Sabía Denny lo de esa noche? Traté de obligar a mis tripas a dejar de atormentarme. Denny pidió unas bebidas para los tres, y él yo nos bebimos nuestras cervezas en silencio; observé que estaba muy serio y pensativo.
Cuando vi a Kellan salir al jardín, contuve el aliento. Fue una reacción involuntaria. Confié en que Denny no se hubiera percatado. Estaba, como de costumbre, espectacular. Se acercó tranquilamente a nuestra mesa; sus ojos mostraban una curiosa serenidad. Incluso sonrió a Denny cuando se sentó junto a mí. Mi corazón se aceleró un poco, en parte debido a los nervios y en parte debido a su proximidad.
El local estaba muy concurrido. A través de los altavoces colocados alrededor del jardín, sonaba una música estridente, y varias personas habían salido a la improvisada pista de baile y se divertían en el gélido ambiente. Confié en que Denny no hablara en serio al proponer que bailáramos. En esos momentos, con la furia con que me latía el corazón y la opresión que sentía en el estómago, me sentía incapaz de fingir que tenía ganas de bailar. Observé a los borrachos procurando entrar en calor con el movimiento físico y tirité un poco de frío. De nuevo, me pregunté por qué Denny nos había sentado allí en lugar de guarecernos en el interior del local. Apoyé las manos, que tenía heladas, en el regazo, resistiendo el deseo de alargar una debajo de la mesa y tomar la de Kellan.
Ignoro cuánto tiempo permanecimos en silencio. Kellan y yo observamos a la multitud, pero evitando mirarnos. Denny no me quitaba ojo, pero, al cabo de un rato, empezó a sonarle el móvil. Sorprendida, lo miré mientras él atendía tranquilamente la llamada. Después de decir unas cuantas frases, colgó. Luego me miró, suspirando, y dijo:
—Lo siento. Me necesitan en la oficina. —Volviéndose hacia Kellan, añadió—: ¿Puedes acompañarla luego a casa? Tengo que irme. —Kellan asintió con la cabeza y Denny se levantó para irse. Estaba demasiado estupefacta por el giro que habían tomado los acontecimientos para articular palabra. Denny se inclinó hacia mí y preguntó en voz baja—: ¿Pensarás en lo que te he preguntado? —Murmuré en sentido afirmativo y él me tomó la cara en sus manos y me besó tan profundamente que gemí y le rodeé el cuello con las manos de manera instintiva. El corazón me latía como loco y me aparté de él, jadeando un poco.
Kellan se removió en su silla y, durante un segundo, imaginé el terrorífico espectáculo de Kellan atacando a Denny. Kellan se aclaró la garganta y se removió de nuevo en la silla cuando Denny se despidió de los dos, dio media vuelta y abandonó el bar. Observé cómo se alejaba con el corazón latiéndome todavía con furia. Al llegar a la verja, volvió su hermoso rostro y me miró por última vez. Asintió ligeramente y sonrió durante un instante al comprobar que yo lo observaba, tras lo cual entró en el bar para abandonarlo por la puerta principal.
Me volví aturdida y miré a Kellan. ¿Estaba enojado conmigo por lo que acababa de suceder? ¿Estaba enojado porque yo no había hablado todavía con Denny? Supuse que comprendía lo duro que me resultaba. Pero al mirarlo a los ojos sólo vi reflejado en ellos el amor que sentía por mí.
Me tomó la mano debajo de la mesa y se puso a hablar como si él fuera mi acompañante y mi novio no acabara de despedirse de mí con un apasionado beso antes de abandonar el bar.
—Me pregunto…, ya que supongo que no querrás llevarme todavía a conocer a tus padres… —Se detuvo y me dirigió una mirada cargada de significado—. Lo cual entiendo perfectamente. —Sonrió—. ¿Te gustaría pasar las vacaciones de invierno aquí conmigo? O bien podríamos ir a Whistler. Canadá es un país precioso y… —Se detuvo y me miró con curiosidad—. ¿Sabes esquiar? —Meneó la cabeza sin esperar mi respuesta, de lo cual me alegré, pues aún no podía articular palabra—. Bueno, si no sabes…, no tendremos que salir de la habitación. —Me sonrió con picardía.
Contemplaba sus ojos azules y escuchaba sus palabras…, pero no lo veía, y no asimilaba lo que decía, aparte de que quería pasar las vacaciones de invierno conmigo. Sin saberlo, me había propuesto lo mismo que Denny. Kellan continuó hablando sobre lo que podríamos hacer en Canadá y yo desconecté.
Empecé a pensar en lo que Denny me había preguntado en el coche. Quería llevarme a su casa para presentarme a sus padres antes de que nos trasladáramos allí. Pero ése ya no era el plan. Para entonces ya habríamos roto, y él se iría a su casa solo. Tragué saliva para aliviar el nudo que me atenazaba la garganta y mi mente me torturó haciéndome evocar todos los recuerdos que tenía de él.
Recordé nuestro primer encuentro. Denny había sonreído a todos los estudiantes mientras entraba en el aula, y al verlo contuve el aliento. Bajé la vista cuando él me sonrió. El profesor le había pedido que repartiera unos ejercicios a los alumnos, y, como yo estaba sentada en el extremo de la fila, me entregó una pila para que se los pasara a los demás.
—Hola, ¿qué te ha parecido la clase? —me preguntó en voz baja, y mi sorpresa al oír su delicioso acento y, para ser sincera, el hecho de tener su atractivo rostro tan cerca del mío hicieron que se me cayera toda la pila de ejercicios al suelo.
—Lo siento mucho —dije, arrodillándome junto a él para ayudarlo a recogerlos. Supuse que me había puesto colorada como un tomate.
—No pasa nada —respondió con amabilidad. Cuando terminamos de recogerlos, extendió la mano y dijo—: Me llamo Denny Harris.
Se la estreché.
—Kiera… Allen —farfullé.
Me ayudó a incorporarme y me entregó con cuidado la pila de ejercicios.
—Encantado de conocerte, Kiera. —Lo dijo con tono cálido, e incluso ahora recuerdo la emoción que sentí al oírle pronunciar por primera vez mi nombre con su peculiar acento. A partir de ese día, no pude dejar de mirarlo, hasta el punto de que me costaba concentrarme en la clase.
Recordé nuestra primera cita. Me había propuesto salir una tarde en la residencia de estudiantes. Me llevé una sorpresa y accedí encantada, aunque procuré que no se me notara en la cara cuando respondí con tono despreocupado: «De acuerdo». Me recogió esa noche y fuimos a un restaurante estupendo situado frente al río. Me sugirió un plato delicioso pero me dejó elegir. No me dejó ver siquiera la cuenta, y estuvimos conversando muy animados durante toda la cena. Más tarde, me tomó de la mano mientras caminábamos por la acera, charlando alegremente, sin que ninguno de los quisiera que terminara la velada. Cuando concluyó, me acompañó a la puerta de mi habitación y me besó de la forma más dulce y tierna como nadie me había besado jamás. Creo que me enamoré de él esa noche.
Regresé de sopetón al presente cuando Kellan me hizo una pregunta a la que no respondí de inmediato. Por fin, cuando me la hizo por segunda vez, oí su pregunta.
—¿Te he perdido, Kiera? —Me sonrojé al darme cuenta de que no tenía ni idea de qué estaba hablando. Me acariciaba cariñosamente la mano con su pulgar, pero me miraba con gesto preocupado—. ¿Te sientes bien? ¿Quieres volver a casa?
Asentí, sin poder articular aún palabra. Nos levantamos y él me condujo apoyando una mano en mi espalda hacia la puerta de la verja. En cuanto vi el aparcamiento, traté de localizar el coche de Denny. Pero no estaba; se había marchado. Sin querer, dirigí la vista hacia el fatídico quiosco de café exprés. Kellan se percató y, apretándome la mano, me miró sonriendo con dulzura mientras la verja se cerraba detrás de nosotros. Pero, al ver el quiosco de café, no pude evitar pensar en Kellan y recordar nuestra noche de atormentada dicha. Me hizo evocar unos tiempos más puros, menos complicados…, con Denny.
Recordé la primera vez que estuvimos juntos…, la primera vez que me acostaba con un hombre. Llevábamos saliendo dos meses. Para un chico de veintipocos años, había sido una eternidad, pero no me había presionado en ningún momento. Nos besábamos y… hacíamos otras cosas…, durante el tiempo que yo quisiera, pero en cuanto lo apartaba él se retiraba sin protestar. Jamás hizo que me sintiera culpable por ello, lo cual provocó que lo deseara más. Él sabía que era la primera vez que yo estaba con un chico y procuró que fuera una ocasión especial. Alquiló una cabaña y pasamos en ella un largo fin de semana invernal. La primera vez que estuvimos juntos fue tan mágico como en las películas: el calor de la chimenea, unas cálidas mantas y una música envolvente. Él se tomó su tiempo conmigo, asegurándose de que me sentía cómoda en todo momento…, y así fue. Se comportó de una forma tan increíblemente gentil y delicada que ni siquiera me dolió. Más tarde, me estrechó contra su pecho y me dijo por primera vez que me quería, y yo, como es natural, rompí a llorar y le dije que también lo quería…, lo cual propició nuestro segundo encuentro sexual.
Cuando regresé a la realidad, comprobé que Kellan me conducía hacia su coche. Hablaba con tono quedo. Su tema se centraba ahora en lo que podíamos hacer ese verano.
—Cuando dejé el instituto, recorrí la costa de Oregón haciendo autostop. Así fue como conocí a Evan. En cualquier caso, deberíamos ir, te encantará. Hay unas cuevas…
Desconecté. Con cada paso que daba, acudían a mi mente más recuerdos entrañables de Denny.
Avanzamos dos pasos hacia el coche y me asaltaron recuerdos de varios cumpleaños, el último cuando cumplí los veintiuno, cuando él me llevó a un bar local y me sostuvo cariñosamente el pelo hacia atrás mientras yo vomitaba como una descosida. Recuerdos de Navidades pasadas en casa de mis padres, acurrucada sobre sus rodillas observando a mi familia intercambiar regalos navideños. Recuerdos de una docena de rosas rojas que me regaló el día de San Valentín…, y mi cumpleaños…, y nuestro aniversario, siempre con su sonrisa de despistado pintada en la cara.
Otro paso más me trajo recuerdos de haberme intoxicado con comida en mal estado y de Denny aplicándome una compresa fría en la frente y trayéndome un vaso de agua. Recuerdos de él haciéndome probar sus nuevas recetas culinarias, la mayoría deliciosas, aunque un par eran incomibles. Recuerdos de los dos abrazados en su cama, mirando una película. Recuerdos de ponernos a estudiar juntos para un examen…, pero terminar haciendo el amor.
Unos cuantos pasos más me trajeron recuerdos de haber recorrido el país en su destartalado coche, arrojándonos patatas fritas el uno al otro, jugando al juego del alfabeto de las matrículas durante horas, cantando las melodías que sonaban por la radio y divirtiéndonos con el sonido gutural de las canciones country mientras atravesábamos el Medio Oeste, zambulléndonos en un río helado para refrescarnos, haciendo el amor en su coche en una zona de descanso desierta.
Con otro paso más vinieron recuerdos de nosotros dos paseando por el embarcadero, durmiéndome junto a él en el sofá, bailando juntos en el bar, Denny diciéndome con tono arrobado que yo era su corazón…
Él era mi confort. Mi consuelo. Prácticamente todo a lo que me había enfrentado en mi joven existencia lo había superado gracias a él, porque siempre estaba allí para apoyarme con sus dulces palabras y su tierno corazón. ¿Tendría eso con Kellan? Recordé nuestras airadas peleas, lo que nos habíamos dicho para herirnos mutuamente. Denny y yo rara vez nos decíamos cosas desagradables…, pero con Kellan…
¿Qué ocurriría en una relación con él? Sin duda, tendríamos discusiones, que podrían ser muy ásperas. Repasé la trayectoria de toda nuestra relación y lo que inundó mi cerebro fue la imagen de una montaña rusa —arriba y abajo, arriba y abajo—, volando de un extremo al otro. ¿Sería así mi relación con él? ¿Unos continuos altibajos? ¿Podía ser feliz viviendo de esa forma?
A mí gustaba la estabilidad. Me gustaba sentirme segura. Era una de las razones por las que Denny y yo sintonizábamos tan bien. Él era como un lago de aguas frescas, me calmaba, me apoyaba y, ante todo, no cambiaba nunca. Kellan… Kellan era como el fuego: apasionado, emotivo y ardiente hasta los tuétanos. Pero el fuego no dura…, la pasión acaba extinguiéndose…, ¿y entonces qué? Kellan tenía muchas opciones entre las que elegir. Un día, cuando esa pasión se desvaneciera, y por mucho que me amara, se rendiría ante una de las hermosas mujeres que lo rodeaban siempre. Unas mujeres impresionantes que se arrojaban constantemente a sus brazos. Yo no era nada especial físicamente, por más que él insistiera en que era bonita. Y Kellan tenía talento, algún día alcanzaría sin duda el éxito. ¿Y entonces qué? El número de mujeres que lo rodeaban siempre se cuadruplicaría. ¿Cómo podría resistirse siempre a ellas? Eso no ocurriría nunca con Denny, de eso estaba convencida, pero con Kellan… Sabía que se odiaría por ello, pero era más que posible que ocurriera.
Me detuve, me solté bruscamente de la mano de Kellan y él se detuvo también. No podía hacerlo. No podía dejar al hombre que había constituido mi vida durante tanto tiempo que no me imaginaba siquiera la vida sin él. Al menos… en ese momento. Necesitaba más tiempo. Necesitaba estar segura de que Kellan y yo teníamos una relación que podía funcionar antes de tirar por la borda un futuro prometedor con un hombre bueno al que amaba con toda mi alma.
Kellan avanzó un paso y luego se volvió hacia mí. Su rostro a la luz de la luna era maravilloso, sereno y, al mismo tiempo, profundamente triste. Sus ojos casi me partían el corazón, y tuve que desviar la mirada. No sólo relucían demasiado, sino que el azul intenso había cristalizado en lo que podía convertirse fácilmente en lágrimas. Lo que me desgarró el corazón fue la serena resignación que dejaban entrever.
Él observó mi expresión durante un minuto y luego dijo con tono quedo:
—Te he perdido, ¿verdad?
Contemplé su sereno semblante, sorprendida. ¿Era posible que me conociera mejor que yo misma? ¿Había sabido siempre que yo le haría esto?
—Kellan, yo…, no puedo hacerlo…, aún no. No puedo dejarlo. Necesito más tiempo…
Su apacible rostro se alteró, y sus ojos mostraron una expresión de contrariedad.
—¿Tiempo? Kiera…, nada va a cambiar aquí. ¿De qué te sirve el tiempo? —Movió la cabeza en dirección a nuestra casa—. Ahora que sabe que le mentiste, el tiempo le hará más daño. —Se refería a que mi indecisión lastimaría a Denny; pero, al comprobar que sus ojos relucían aún más, deduje que se refería también a él mismo.
—Kellan, lo siento mucho… Por favor, no me odies —murmuré sintiendo que tenía también los ojos llenos de lágrimas.
Se pasó las manos por la cabeza y las apoyó unos instantes sobre su alborotado cabello antes de dejarlas caer de nuevo.
—No, Kiera…, no. —Su voz denotaba una emoción contenida, y sentí que el temor se apoderaba de mí.
—¿A qué te refieres? ¿Que no me odias o… que me odias? Mi voz se quebró al final de la frase y tragué saliva para aliviar el nudo que se me había formado en la garganta.
Al ver mi angustiado rostro, apoyó una mano en mi mejilla y respondió con tono tenso:
—No puedo concederte más tiempo. No puedo hacerlo. Me está matando…
Meneé la cabeza mientras las lágrimas rodaban por fin por mis mejillas.
—Por favor, Kellan. No me obligues…
—¡Uf, Kiera! —Apoyó su otra mano en mi otra mejilla y me sujetó el rostro con fuerza, interrumpiendo mi protesta—. Debes elegir ahora mismo. No lo pienses siquiera. A mí… o a él. —Enjugó con sus pulgares las lágrimas que caían sobre ellos—. ¿Él o yo, Kiera?
Sin pensar, respondí:
—Él.
El aire a mi alrededor parecía vibrar con el repentino silencio que se impuso entre nosotros. Contuvo el aliento y me miró con los ojos desmesuradamente abiertos. Contuve el aliento y lo miré con los ojos desmesuradamente abiertos. ¡Cielo santo! ¿Por qué había dicho eso? ¿Era eso… lo que deseaba? Era demasiado tarde para retractarme de mi precipitada elección. Era demasiado tarde para desdecirme. Vi caer una lágrima sobre su mejilla, una lágrima que parecía confirmar la palabra que yo había pronunciado. El mal estaba hecho. Aunque quisiera, no podía dar marcha atrás.
—Ya —murmuró por fin.
Empezó a retirar sus manos de mi rostro y a retroceder, pero lo sujeté con fuerza y traté de atraerlo hacia mí.
—No, Kellan… espera. No me refería…
Él achicó los ojos.
—Por supuesto que sí. Has respondido instintivamente. Ha sido tu primer pensamiento…, y por regla general los primeros pensamientos son los acertados —dijo con tono gélido. Luego, cerró los ojos y tragó saliva—. Lo has dicho con el corazón. Es a él a quien llevas en el corazón…
Le tomé las manos y las sostuve con firmeza frente a nosotros mientras él respiraba hondo varias veces para calmarse. Vi en su rostro la pugna que sostenía consigo mismo para controlar su furia, y me devané los sesos en busca de algo que decir que pudiera reparar el daño que había causado con mi precipitación. Pero no se me ocurrió nada. No se me ocurrió ninguna frase genial para subsanar mi error.
Cuando su rostro se hubo calmado, abrió los ojos y, al ver la tristeza que expresaban, sentí que se me partía el corazón.
—Te dije que si lo elegías a él yo me apartaría…, y lo haré. No quiero causarte problemas.
Su mirada era triste pero rebosaba amor.
—En cualquier caso, siempre supe que estabas enamorada de él —añadió con tono quedo—. No debí pedirte que eligieras…, porque ya lo habías hecho. Anoche, confié en que… —Bajó la vista y la fijó en la acera—. Debí marcharme hace tiempo. Me comporté de forma egoísta.
Lo miré sin dar crédito. ¿Creía haberse comportado de forma egoísta? Era yo quien había pasado de la cama de un hombre a la de otro… ¿Y él se consideraba egoísta?
—Creo que yo he dado un nuevo significado a esa palabra, Kellan.
Sonrió un poco cuando volvió a mirarme y se puso serio de nuevo.
—Estabas asustada, Kiera. Lo entiendo. Tienes miedo de renunciar a ciertas cosas… Yo también. Pero todo se resolverá. —Casi como para convencerse, repitió—: Todo se resolverá entre nosotros. —Hablaba en voz tan baja que apenas podía oírlo a través de la estridente música que llegaba a nosotros desde el jardín del bar.
Kellan me atrajo hacia él y me abrazó con fuerza. Yo le arrojé los brazos al cuello y deslicé los dedos entre su espeso y maravilloso pelo. Aspiré el olor de su piel que se mezclaba con el de su cazadora de cuero, saboreando cada segundo junto a él. Sus brazos me estrechaban con tal fuerza que apenas podía respirar. Pero no me importaba, estaba incluso dispuesta a dejar que me aplastara con su cuerpo. Ansiaba estar junto a él. Mi mente aún no había asimilado mi repentina decisión. No estaba segura de lo que quería. Puede que Kellan tuviera razón…, quizá los primeros pensamientos son los acertados.
Con voz llena de emoción, me susurró al oído:
—No le cuentes nunca a Denny lo nuestro. No te abandonará. Podéis quedaros en mi apartamento tanto tiempo como queráis. Incluso podéis alquilar mi habitación.
Me aparté para mirarlo mientras las lágrimas se deslizaban como un torrente por mi rostro. Él respondió a mi silenciosa pregunta al tiempo que una lágrima resbalaba por su mejilla, reluciente a la luz de la luna.
—Ahora debo irme, Kiera…, cuando aún tengo valor para hacerlo. —Me enjugó multitud de lágrimas de mis mejillas—. Llamaré a Jenny para que venga a recogerte. Ella te llevará junto a Denny. Ella te ayudará.
—¿Quién te ayudará a ti? —murmuré, escrutando su rostro increíblemente perfecto a la luz plateada de la luna. Ahora sabía lo mucho que me quería. Sabía lo que significaba para él, y lo mucho que le costaba dejarme. Sabía lo que me costaba a mí, y sentí deseos de morirme.
Él pasó por alto mi pregunta y tragó saliva.
—Tú y Denny podréis ir a Australia y casaros. Podréis disfrutar de una larga y dichosa vida juntos, como debe ser. —Su voz se quebró al fin de la frase y otra lágrima rodó por su mejilla—. Prometo no inmiscuirme.
Pero yo no podía romper con él.
—¿Y tú? Estarás solo… —Necesitaba que me asegurara que estaría bien.
Sonrió con tristeza.
—Kiera…, estaba claro que esto acabaría así.
Miré sus ojos azules y luminosos. Apoyé una mano en su mejilla y reprimí un sollozo. Él estaba dispuesto a renunciar a todo cuanto había deseado en el mundo, un amor real, profundo y sincero, sin oponer resistencia, para salvar mi relación con Denny. Su bondadoso corazón me partió el mío.
—Te dije que eras una buena persona —musité.
—No creo que Denny estuviera de acuerdo en eso —respondió también en un murmullo.
Le rodeé de nuevo el cuello con los brazos mientras una música lenta y evocadora se filtraba a través de la verja y resonaba a través de mi cuerpo. Le acaricié de nuevo el pelo y reprimí otro sollozo cuando él apoyó la frente contra la mía.
—Dios, cuánto voy a echarte de menos… —Su voz volvió a quebrarse y tragó saliva.
Era demasiado…, demasiado duro. Yo apenas podía respirar. No podía dejar que se fuera. Lo amaba demasiado. Aquello era demasiado duro. Era injusto…, todo me parecía injusto. No podía dejarlo marchar…
—Kellan, te pido por favor que no…
Se apresuró a interrumpirme.
—No, Kiera. No me pidas eso. No hay más remedio. Debemos detener este círculo vicioso, y ambos somos incapaces de mantenernos alejados el uno del otro…, de manera que uno de nosotros tiene que marcharse. —Emitió un prolongado suspiro y habló rápidamente, moviendo la cabeza contra la mía con los ojos cerrados—. De esta forma, Denny no sufrirá. Si me marcho, quizá ni se cuestione tu mentira. Pero si me pides que me quede…, lo haré, y él acabará enterándose, y eso lo destruirá. Sé que no lo deseas. Yo tampoco, cielo. —Casi parecía como si se esforzara en pronunciar las palabras que era evidente que no deseaba pronunciar.
Un dolor lacerante recorrió mi cuerpo y no pude reprimir un sollozo.
—Pero duele mucho…
Me besó con ternura.
—Lo sé, cielo…, lo sé. Tenemos que soportar el dolor. Debo irme, esta vez para siempre. Si amas a Denny, debemos poner fin a esto. No queda otra solución.
Me besó de nuevo y se apartó para mirarme. Tenía los ojos húmedos y reflejaban tanto dolor como supongo que reflejaban los míos. Metió la mano en el bolsillo y sacó un objeto. Extendió el puño cerrado y me obligó suavemente a abrir la mano con su otra mano. Poco a poco, abrió el puño y depositó algo en la palma de mi mano.
A través de las lágrimas que empañaban mis ojos, miré lo que me había dado. Era una delicada cadena de plata. De ella pendía una guitarra también de plata, y en el centro tenía engarzado un diamante circular de al menos un quilate. Era a la vez sencillo y espectacular: perfecto, como él. Contuve el aliento, sin poder articular palabra. Mi mano empezó a temblar.
—No tienes que ponértela…, lo comprenderé. Sólo quería que tuvieras un recuerdo de mí. —Ladeó la cabeza y contempló mi rostro bañado en lágrimas—. No quiero que te olvides de mí. Yo no te olvidaré nunca.
Lo miré, sin poder apenas hablar debido al dolor que sentía.
—¿Olvidarme de ti? —La mera idea era absurda. Como si no estuviera grabado a fuego en mi alma—. Jamás podría… —Tomé su rostro en mis manos con el collar enlazado entre mis dedos—. Te amaré… siempre.
Acercó los labios a los míos y me besó profundamente. La música que sonaba detrás de nosotros alcanzó una mayor intensidad, resonando en mi corazón. Dudé de nuevo de poder seguir adelante con aquello, de ser capaz de dejar que me abandonara. Me parecía injusto. Su marcha, después de todo lo que habíamos pasado, me parecía del todo injusta. ¿Cómo podría sobrevivir sin él? El síndrome de abstinencia de una separación permanente me destrozaría. Ya lo echaba de menos; incluso con sus labios oprimidos contra los míos lo añoraba.
Saboreamos cada segundo que estuvimos juntos. Creí que el dolor me haría caer de rodillas. De mis labios se escapó un sollozo, y él me estrechó con fuerza contra su pecho. Apoyó una mano en mi mejilla y, al cabo de unos segundos, emitió un sollozo y me besó por última vez con una mezcla de dolor y frenesí. Aquello era injusto. No podía dejar que se alejara de mí. Tenía que decir algo, encontrar las palabras mágicas que harían que se quedara conmigo… Pero no sabía cómo. Sabía que mi vida no volvería a ser la misma cuando ese beso concluyera. Sabía que no quería que concluyera…
Pero nada dura eternamente.
El sonido de la verja al cerrarse de golpe a mi espalda alteró la forma en que recordaría ese último momento de ternura con Kellan.
Aterrorizada, me aparté de inmediato y miré a Kellan a los ojos, que los tenía abiertos como platos. Miraba a una figura que estaba junto a la verja. Pero yo no me atreví a volverme. No era necesario que lo hiciera. Sólo había una persona en este mundo capaz de provocar en el rostro de Kellan esa intensa expresión de temor, dolor y culpa. Todo mi cuerpo se echó a temblar.
—Lo siento mucho, Kiera —murmuró, sin apartar los ojos de la verja.
Denny acababa de penetrar en nuestro pequeño círculo infernal y no podía dar marcha atrás. Ninguno de nosotros podíamos dar marcha atrás.
—¿Kiera…? ¿Kellan…? —Pronunció mi nombre como una pregunta y el de Kellan como una maldición. Se acercó a nosotros y Kellan y yo nos separamos enseguida. Parecía al mismo tiempo confundido y furioso. Había presenciado ese momento de ternura entre nosotros.
—Denny… —Traté de decir algo, pero no pude. De pronto, comprendí que nos había mentido: no le habían llamado de la oficina. Se lo había inventado para ponernos a prueba… Una prueba que nosotros no habíamos superado.
Denny me ignoró y miró a Kellan indignado.
—¿Qué diablos hacéis?
Traté de pensar en alguna excusa que Kellan pudiera alegar, pero lo miré estupefacta cuando dijo a Denny la verdad.
—La he besado. Me estaba despidiendo de ella… Me marcho.
Al oír su respuesta, traté de contener mi desesperación mientras observaba la furia que se reflejaba en los ojos oscuros de Denny.
—¿La has besado? —Durante un instante, pensé que Denny lo dejaría así, pero al cabo de un segundo le preguntó de sopetón—: ¿Has follado con ella?
La conclusión a la que había llegado Denny al oír la simple afirmación de Kellan me dejó helada. De modo que lo sabía, o al menos lo sospechaba. Miré a Kellan, rogándole en silencio que mintiera.
Pero no lo hizo.
—Sí —murmuró, estremeciéndose ante la crudeza con que se había expresado Denny.
Denny miró a Kellan boquiabierto. Ambos parecían haber olvidado mi presencia.
—¿Cuándo? —preguntó con aspereza.
Kellan suspiró.
—La primera vez fue la noche que rompisteis.
Denny arqueó las cejas al tiempo que elevaba el tono de voz.
—¿La primera vez? ¿Cuántas veces ha pasado?
Cerré los ojos, confiando en que aquello fuera tan sólo una pesadilla.
—Sólo dos… —respondió Kellan con calma.
Al oír su contestación, abrí los ojos rápidamente. ¿Por qué había mentido sobre eso? Pero, cuando me miró con una expresión que lo decía todo, lo comprendí. Los últimos días que habíamos pasado juntos no constituían en modo alguno lo que Denny le había preguntado de forma tan grosera. No era una mentira, tan sólo una verdad a medias. Pese al horror que me produjo la situación, su omisión me consoló un poco.
Kellan terminó con calma su reflexión, mirando a Denny.
—Pero la deseaba… cada día.
Sentí un pellizco en el corazón y el pequeño consuelo que me había proporcionado hacía unos instantes se disipó. Apenas podía respirar. ¿Qué se proponía Kellan? ¿Por qué le había dicho eso a Denny? Yo debía de estar soñando. Aquello no podía ser real. No era real.
Ocurrió tan de repente que no tuve tiempo de asimilarlo. Denny asestó a Kellan un puñetazo en la mandíbula y éste retrocedió de golpe debido al impacto. Recuperándose lentamente, Kellan se incorporó y se encaró de nuevo con Denny, mientras le caía un hilo de sangre del labio.
—No quiero pelear contigo, Denny. Lo lamento profundamente, pero no pretendíamos herirte. Luchamos contra… Tratamos de resistirnos a nuestra… mutua atracción. —El rostro de Kellan mostraba una profunda consternación; su dolor anímico era peor que su dolor físico.
—¿Tratasteis? ¿Trataste de no follar con ella? —gritó Denny, y volvió a golpearlo.
Mi mente quería gritar a Denny que se detuviera. Mi cuerpo quería alejarlo de Kellan. Aparte de temblar de pánico y notar una dolorosa sensación de frío que me calaba hasta los huesos, no podía moverme. El estupor me tenía clavada en el sitio. Me quedé inmóvil, contemplando la escena como una idiota.
—¡Renuncié a todo por ella! —Denny lo golpeó repetidamente. Kellan no hizo nada por esquivar los golpes, ni para repeler a Denny. De hecho, después de cada golpe se volvía hacia Denny, ofreciéndole intencionadamente o no el mejor ángulo para que siguiera golpeándolo. Sangraba de unos cortes en la mejilla, el labio y el ojo—. ¡Me prometiste que no la tocarías!
—Lo lamento, Denny —murmuraba Kellan entre puñetazo y puñetazo, en voz tan baja que yo apenas alcanzaba a oírlo, y supongo que Denny, cegado por su furia, no oía una palabra.
Quería que Denny me gritara a mí, me culpara a mí, me golpeara a mí, considerándome al menos tan responsable o más de ese desastre, pero toda su furia iba dirigida contra Kellan. Yo había dejado de existir para él. En mi fuero interno, no cesaba de llorar, de gritar para que aquello terminara. Pero me quedé inmóvil, en silencio.
Por fin, las fuerzas abandonaron a Kellan y cayó de rodillas, jadeando, con su camisa azul manchada de sangre.
—¡Yo confiaba en ti! —le gritó Denny, asestándole un brutal rodillazo en la mandíbula que tumbó a Kellan de espaldas.
Mi mente no podía asimilarlo. Empecé a rechazar esa realidad. Estaba soñando, no podía ser de otra manera. Aquello no era sino una pesadilla, mi peor pesadilla. No tardaría en despertarme. Pero me quedé inmóvil, como si estuviera atrapada arenas movedizas.
Entonces, Denny empezó a patearlo una y otra vez con sus pesadas botas, profiriendo una sarta de obscenidades con cada patada. Propinó a Kellan una brutal patada en el brazo, haciendo que sonara un chasquido que pese a mi estupor percibí con toda claridad. Kellan soltó un alarido de dolor, pero Denny no se detuvo.
—¡Dijiste que eras mi hermano!
Sentí náuseas. Mi cuerpo temblaba de forma incontrolable. Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Empecé a perder la noción de la realidad. ¿Me estaba volviendo loca? ¿Por eso no podía moverme, no podía gritar pidiendo auxilio? Ansiaba desesperadamente alejar a Denny, golpearlo en caso necesario, pero permanecí inmóvil, escuchando horrorizada.
Otra veloz patada contra el costado de Kellan, y sonó otro chasquido al partirse una o dos costillas. Kellan volvió a gritar de dolor y escupió sangre, pero no hizo nada para defender su cuerpo, no dijo nada para defender sus actos, sólo repetía incesantemente:
—No quiero pelear contigo…, no quiero hacerte daño… Lo lamento, Denny.
Si yo empezaba a perder mi cordura, Denny había perdido la suya por completo. Era una persona totalmente distinta, que golpeaba a Kellan, cada vez más debilitado, como si quisiera matarlo. Su indignación inicial había dado paso a una furia desatada. No cesaba de cubrir a Kellan de improperios, profiriendo unas palabrotas que yo jamás le había oído decir. Parecía haber olvidado por completo que yo estaba presente, estupefacta y horrorizada.
—¡Tu palabra no vale nada! ¡Eres despreciable!
Kellan se estremeció y volvió la cabeza al oír esas palabras hirientes, y tuve la angustiosa sensación de que no era la primera vez que las oía. No era la primera vez que alguien le decía que era despreciable.
—Lo siento, Denny.
Pero Denny no hizo caso de sus disculpas y siguió pateándolo con saña.
—¡Ella no es una de tus putas!
De pronto, se detuvo, resollando en su fervor. Kellan se incorporó como pudo sobre un codo, con el cuerpo pateado, magullado y dolorido; la sangre le chorreaba de la boca, de un corte sobre el ojo y de la mejilla. Alzó la vista para fijarla en los enfurecidos ojos de Denny y vi que tenía el rostro crispado de dolor.
Las siguientes palabras de Kellan me produjeron a la vez una infinita ternura y un terror abismal.
—Lamento haberte lastimado, Denny, pero la amo —dijo jadeando. Fijó los ojos en los míos, rebosantes de satisfacción. Parecía alegrarse de haberlo hecho por fin. De haber confesado abiertamente a su mejor amigo, a su hermano, que me amaba.
Sonriéndome con ternura, añadió una apostilla que hizo que su amigo perdiera los estribos.
—Y ella también me ama.
Vi a Denny perder el control. Mirando a Kellan enloquecido, lo vi cambiar el peso de su cuerpo de un pie a otro y disponerse a propinarle una patada en la cabeza con consecuencias desastrosas. Kellan no se movió. Me estaba observando, sin prestar atención a lo que Denny se disponía a hacer. Sus ojos de un azul sobrenatural estaban fijos en mí, absorbiéndome como si quisiera memorizarme. Sería lo último que haría.
Sin darme cuenta, grité:
—¡No!
Por fin, pude moverme y me arrojé al suelo para proteger a Kellan. El golpe fatal dirigido a él impactó en mi sien. Creí oír a Kellan gritar mi nombre, y luego todo se volvió negro.