21
Te amo

Me estrechó entre sus brazos dentro de su frío coche mientras nuestro aliento formaba unas nubecillas de vaho, pero ninguno de los dos estábamos dispuestos a abandonar ese lugar seguro y aislado. Por fin, los primeros rayos de sol asomaron en el cielo. En el aire flotaba una bruma que aparecía suspendida sobre la acera, haciendo que el mundo entero ofreciera un aspecto etéreo y de ensueño. Deseaba que ese momento fuera un sueño del que no tuviera que despertarme jamás, pero esos rayos de sol dorados no sólo trajeron luz a mi universo, sino también la realidad.

—Debes entrar —murmuró él, abrazándome con fuerza.

Me aparté para mirarlo.

—¿Y tú? ¿No vas a entrar? —pregunté, tratando de reprimir el pánico que denotaba mi voz.

Me miró con calma.

—Antes tengo que hacer algo.

—¿Qué?

Sonrió pero no respondió a mi pregunta.

—Anda, entra…, todo irá bien. —Me besó suavemente en los labios y alargó el brazo para abrir la puerta. Cuando me bajé, murmuró «te amo», tras lo cual se deslizó hacia mi lado en el coche y levantó la cabeza, pidiéndome otro beso.

Asentí y me agaché para oprimir mis labios contra los suyos, incapaz de articular palabra debido al nudo que tenía en la garganta. Luego, se deslizó de nuevo hacia su lado del asiento, arrancó el coche y partió. Yo me enjuagué un par de lágrimas en mis mejillas.

Cuando entré en la habitación, Denny dormía como un tronco. Sentí un profundo sentimiento de culpa cuando tomé una muda y me dirigí sigilosamente al baño para refrescarme. Cuando terminé, miré la puerta de Kellan y experimenté el extraño deseo de tumbarme sobre su cama. Lo cual habría resultado bastante difícil de explicar si Denny se despertaba y me encontraba allí. Bajé para prepararme un café y me senté a la mesa, tratando de asimilar todo lo que había sucedido en las últimas horas. Era asombroso cómo podían cambiar las cosas en un día. Me bebí el café y contemplé la silla vacía en la que solía sentarse Kellan. ¿Adónde había ido? ¿Por qué no quería pasar el día conmigo?

Al cabo de un rato, cuando Denny bajó, dispuesto a afrontar una jornada de trabajo, se despidió de mí con un tierno beso. Me sentí de nuevo culpable cuando sus labios rozaron los míos. Experimenté una extraña sensación de traición, no por haber estado con Kellan, sino por estar ahora con él. Me había sentido culpable en muchas ocasiones, pero nunca había experimentado una sensación tan potente como la traición. Me pilló por sorpresa, pero me apresuré a arrinconarla al fondo de mi mente. No podía pensar en eso ahora. De momento, mi novio era Denny, aunque supongo que Kellan también lo era.

«¿Qué voy a hacer?» Esa decisión me abrumó, eclipsando la simple cuestión de dónde pasar las vacaciones invernales. ¿No podía seguir preocupándome simplemente de eso?

Me tumbé en el sofá para meditar sobre ello…, y no me desperté hasta la hora de tomar el autobús para ir a trabajar. Vaya, ese día me había saltado las clases. Debía tener más cuidado, o perdería mi preciada beca. Por suerte, siempre me afanaba en repasar las lecciones después de asistir a clase en la universidad, aunque en el aula estuviera distraída.

Más tarde, cuando entré en el bar de Pete, Jenny me llevó aparte.

—¿De modo que tú y Kellan…?

Sonreí y me enjugué una repentina lágrima. Kellan no había vuelto a casa a tiempo para llevarme a trabajar en coche, y ya lo echaba de menos.

—Está enamorado de mí, Jenny, profundamente enamorado. —Enamorado hasta las cachas. «Nunca había sentido esto por nadie» me había dicho. Era abrumador pensar en ello.

Jenny me abrazó.

—Me alegro de que te lo dijera; mereces saber la verdad. Así puedes tomar una decisión meditada.

Me aparté y la miré aterrorizada.

—¿Qué debo hacer? Quiero a Denny. No soporto hacerle daño. Pero tampoco soporto hacer daño a Kellan. No sé qué hacer.

Ella suspiró y me dio una palmadita en el brazo.

—Yo no puedo decírtelo, Kiera. Tienes que decidirlo tú. —Miró a unos clientes que estaban sentados en su sección y avanzó un paso hacia ellos antes de detenerse y volverse hacia mí—. Pero debes tomar una decisión. —Sonrió para tranquilizarme y me dio una palmada en la espalda antes de alejarse.

Esa noche Kellan no apareció. No regresó a casa. Yo empecé a preocuparme. Cuando ese ciclo se repitió la noche siguiente, el pánico se apoderó de mí. Cuando el ciclo se repitió de nuevo la noche siguiente, me invadió la desesperación.

Transcurrieron cuatro largos y angustiosos días sin saber nada de él…

Cada mañana, cuando bajaba, esperaba ver a Kellan sentado a la mesa, ofreciendo un aspecto impecable y bebiéndose el café, saludándome con su sexy media sonrisa al tiempo que me daba los buenos días. Pero cada mañana comprobaba que no estaba, y su ausencia hacía que los ojos se me llenaran de lágrimas. Antes de ir a la universidad, tomaba la camiseta de la banda (la que aún no me ponía) y la estrechaba contra mi pecho, aspirando su olor, preguntándome dónde estaba Kellan y qué hacía. Las noches que trabajaba, esperaba impaciente que apareciera la banda, y cada noche aparecían Matt y Griffin, discutiendo sobre algo, pero nunca acompañados por Kellan. Por las noches, cuando Denny se quedaba dormido, me levantaba de la cama y me acostaba en la cama vacía de Kellan, abrazada a su almohada.

El pánico se apoderó de mí. ¿Se había marchado? ¿Era ésa su solución? ¿Abandonar la ciudad y fugarse sin mí? Ni siquiera podía preguntar a los chicos de la banda dónde estaba. No podía formular esas palabras ante ellos, y ellos nunca hablaban de él…, en ningún momento. Me sentía vacía sin él.

Cada día me hundía más en la depresión. Me mostraba más fría con Denny. Él trataba de animarme, pero no lo conseguía. Trataba de inducirme a que hablara con él, pero tampoco lo conseguía. Trataba de besarme, pero yo me volvía después del breve beso de rigor. Al cabo de unos días, se contagió de mi estado anímico y dejó de tratar de complacerme. En cualquier caso, era inútil. Nada podía complacerme. No obstante, Denny nunca me preguntó el motivo de mi desánimo…, en ningún momento. Parecía casi como si temiera preguntármelo, de lo cual me alegré, porque yo temía que me lo preguntara.

Un nublado viernes por la mañana, me despedí de Denny con un beso desganado antes de que se fuera a trabajar. Fue un beso automático, sin ningún sentimiento. Él me miró con tristeza y tragó saliva. Yo me tensé, esperando que me hiciera la pregunta que me desgarraría el corazón.

—Kiera…, yo… te quiero. —Pasó con ternura un dedo por mi mejilla, y observé que tenía los ojos húmedos. Sabía que sentía nuestro distanciamiento. Yo también lo sentía.

—Yo también te quiero —murmuré, rogando que mis ojos no me delataran. Él se inclinó y me besó con dulzura, acariciándome el pelo en la parte posterior de la cabeza.

Le acaricié la barbilla, procurando no sentirme decepcionada de que tuviera una ligera pelusilla en lugar de la piel lisa como Kellan. Le pasé la mano por el pelo, procurando no dar importancia al hecho de que lo llevara corto y no pudiera enroscar mis dedos en sus mechones. Intensifiqué nuestro beso, deseando que mi respiración se acelerara, deseando que sus labios, tan distintos de los de Kellan, me excitaran, deseando que nuestra antigua pasión se reavivara. Pero no fue así.

Al cabo de un momento, él se separó, respirando de forma lenta y relajada como yo.

—Debo irme… Lo siento. —Sus apenados ojos me observaron durante un segundo, y luego dio media vuelta y se marchó. No pude reprimir las lágrimas que rodaban por mis mejillas. ¿Habíamos llegado a un punto sin retorno?

Kellan se había ido hacía muchos días y yo lo necesitaba de forma tan desesperada, mi dolor era tan profundo, que sentía como si me hubieran clavado algo en el estómago. Sabía que obraba mal. Sabía que estaba destruyendo a Denny y mi relación con él. Pero no sabía cómo evitarlo. Kellan se había marchado…, había desaparecido. No había tenido tiempo de prepararme, de despedirme de él…, de aceptar nuestra separación. Me estaba matando.

Subí abatida al cuarto de baño para arreglarme antes de ir a la universidad. Por más que mi mundo estuviera a punto de hundirse, la vida, me gustara o no, seguía adelante. Me vestí. Me cepillé el pelo. Me pinté. Hice todas las cosas que debía hacer para tener un aspecto normal antes de afrontar una jornada normal en la universidad…, y odié cada momento. Quería acostarme en mi cama hecha un ovillo y llorar durante horas. Llorar porque echaba de menos a Kellan. Llorar por eso en lo que Denny y yo nos habíamos convertido. Suspiré en voz alta y tragué saliva para reprimir las lágrimas que amenazaban con deslizarse por mi rostro.

Sí, Kellan se había marchado. «Afróntalo», me dije con tono de reproche. Había hecho bien en marcharse. Con el tiempo, las cosas serán más fáciles. Quizá Denny no me lo pregunte nunca…, si Kellan no regresa jamás.

Abrí la puerta lentamente mientras ese triste pensamiento me daba vueltas en la cabeza y de pronto contuve el aliento. Kellan subía el último escalón, con la vista fija en el suelo. Alzó la cabeza cuando oyó la puerta y esbozó esa media sonrisa que siempre hacía que se me cortara el aliento. Tenía un aspecto espectacular. Había pasado casi una semana sin verlo y casi había olvidado lo atractivo que era. Su pelo, revuelto y desgreñado, pedía a gritos que pasara mis dedos por él. La seductora forma en que su camiseta de manga larga se pegaba a su cuerpo pedía también a gritos que mis dedos se deslizaran sobre cada increíble línea. Su barbilla, suave y fuerte, invitaba a que mis labios la besaran, y sus labios, carnosos y risueños, seguían dejándome sin aliento. Pero lo más asombroso eran sus impresionantes ojos azules e intensos, que relucían de amor y admiración… hacia mí.

—Buenos días —dijo en voz baja, como solía hacer.

Corrí hacia él mientras él echaba a andar hacia mí, y le arrojé los brazos al cuello. Sepulté la cabeza en su cuello y dejé que las lágrimas que había reprimido fluyeran libremente.

—Pensé que te habías marchado para siempre —dije entre sollozos, mientras él me abrazaba con fuerza—. Pensé que jamás te volvería a ver.

Me acarició la espalda mientras yo no cesaba de llorar.

—Lo siento, Kiera. No pretendía lastimarte. Tenía que… resolver un asunto —murmuró con tono tranquilizador.

Me aparté un poco y lo golpeé en el pecho.

—¡No vuelvas a hacerlo! —Él sonrió y apoyó una mano en mi mejilla—. No vuelvas a abandonarme… —Dejé la frase sin terminar mientras lo miraba a los ojos, que de pronto reflejaban una gran tristeza.

—Jamás haría eso, Kiera. Jamás desaparecería sin una explicación —respondió, acariciándome la mejilla.

Sin pensar en las consecuencias, solté de sopetón lo que había reprimido durante tanto tiempo.

—Te quiero. —Sus ojos se humedecieron al instante. Los cerró y dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Se las enjugué con las yemas de los dedos. Probablemente nadie se lo había dicho nunca con sinceridad. Y yo lo había hecho. Se lo había dicho con toda la sinceridad de mi alma—. Te quiero… con locura.

Abrió los ojos mientras las lágrimas seguían rodando por su rostro.

—Gracias. No sabes cuánto he deseado… cuánto tiempo he esperado…

Pero no pudo terminar la frase cuando yo me incliné sobre él y lo besé cálidamente, con ternura. Él me besó también con dulzura, alzando su otra mano para apoyarla en mi mejilla. Mientras seguía besándolo con cariño, lo sujeté por el cuello y lo arrastré poco a poco hacia su dormitorio. Nuestros labios apenas se separaron mientras nos desnudamos uno al otro en silencio. Cuando me quedé desnuda frente a él, él retrocedió para contemplarme, con los ojos rebosando ternura y amor.

—Eres muy hermosa —murmuró, acariciándome el pelo.

Estrujó los labios contra los míos, que no cesaban de sonreír, y me tumbó suavemente sobre su cama. Exploramos nuestros cuerpos de forma pausada y relajada, como si nunca hubiéramos estado juntos. No había muros ni barreras que se interpusieran entre nosotros. Los dos sabíamos que esa vez lo hacíamos por amor.

Nos tomamos nuestro tiempo, dejando que nuestros dedos y labios se deslizaran sobre nuestros cuerpos, jugando y descubriendo nuevas formas de acariciarnos mutuamente. Escuché los sonidos que emitió cuando lo besé en un punto sensible debajo de la oreja o cuando mis dedos tocaron la cicatriz sobre sus costillas. El delicioso gemido que soltó cuando mi lengua se deslizó sobre la pronunciada V de su abdomen. Él estuvo pendiente de los sonidos que emití cuando me besó en la clavícula, cuando me mordisqueó delicadamente el pezón. De mis sofocados gritos cuando deslizó la lengua sobre mi delicada piel, saboreando lo que se disponía a tomar.

Cuando ya no pudimos resistirlo más, se colocó sobre mí y me levantó los muslos, apoyándolos sobre sus caderas. Su mirada se paseó sobre mi piel, siguiendo las líneas y curvas que al instante acarició con las manos. Cuando me miró de nuevo a los ojos, vi que estaban tan llenos de amor y pasión que me mordí el labio, lastimándome. No de deseo, aunque por supuesto lo deseaba, sino para cerciorarme de que ese momento no era un vívido sueño. Que esa perfección que contemplaba era real… y me pertenecía.

Sin apartar sus gloriosos ojos de los míos, me penetró con una lentitud casi exasperante. Ambos cerramos los ojos, abrumados por la magnitud de las emociones y sensaciones que experimentamos al estar por fin juntos de nuevo. Yo fui la primera en abrir los ojos y acariciarle la mejilla con dulzura.

—Te amo —musité.

Él abrió los ojos y los fijó de nuevo en los míos.

—Te amo con locura —murmuró también.

Entonces, hicimos algo que no habíamos hecho nunca, algo que quizá Kellan no había hecho nunca: hicimos el amor. No fue una simple aventura entre dos personas borrachas. No fue una pasión abrasadora y una necesidad ardiente. Fue mucho más. Él me sostuvo la mano durante todo el rato, mientras experimentábamos algo maravilloso e intenso juntos. Me susurró al oído lo mucho que me amaba cuando era capaz de hablar pese la emoción que lo embargaba. Yo se lo susurré también cuando podía articular palabra. No había dudas, no había temor, no había sentimiento de culpa. Nuestras caderas se movían juntas y por separado en perfecta sintonía, acelerando y ralentizando su ritmo en el mismo momento preciso, como si fuéramos una persona en lugar de dos. Y, aunque comprendí que él estaba a punto de alcanzar el orgasmo antes que yo, se contuvo hasta que pudiéramos alcanzarlo juntos. Cuando lo hicimos, fue un momento glorioso, intenso y perfecto. Él gritó mi nombre y yo respondí gritando el suyo.

Más tarde, me estrechó contra su pecho, temblando de la cabeza a los pies. Escuché su corazón que latía lentamente como el mío, y sentí que unas lágrimas me rodaban por las mejillas. Esa vez no eran lágrimas de culpa, sino de alegría por el inmenso amor que sentía por él, junto con unas lágrimas de tristeza porque no podríamos permanecer juntos más tiempo, porque sólo nos quedaban unos pocos y preciosos minutos. Él también lo sabía. Al mirarlo a la cara, vi la misma expresión de alegría y tristeza reflejada en sus relucientes ojos.

—Te amo —dijo en voz baja.

—Yo también te amo —respondí, besándolo suavemente.

Cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla, que yo le enjugué.

—¿En qué piensas? —le pregunté con timidez.

—En nada —contestó, sin abrir los ojos.

Alcé la cabeza para mirarlo con detenimiento. Él abrió los ojos y me miró también.

—Trato de no pensar en nada —dijo en voz baja—. Me duele demasiado cuando pienso…

Me mordí el labio y asentí con la cabeza, lamentando habérselo preguntado.

—Te amo —dije de nuevo.

Él asintió con tristeza.

—¿Pero no lo suficiente…, no lo suficiente para dejarlo?

Cerré los ojos y reprimí un sollozo. Confiaba en que no me preguntaría eso…, que no me lo preguntaría nunca. Me acarició el pelo.

—Tranquilízate, Kiera. No debí decirlo.

—Kellan, lo siento… —respondí, pero él apoyó un dedo sobe mis labios.

—Hoy, no. —Sonrió con ternura y me atrajo hacia él para besarme—. Hoy, no…, ¿de acuerdo?

Asentí y le devolví el beso. Luego, me aparté unos instantes.

—¿Crees que…? ¿Crees que si no hubiéramos…, esa primera vez…, que los tres podríamos ser amigos?

Sonrió al interpretar lo que yo trataba de decir.

—¿Qué si tú y yo no nos hubiéramos emborrachado y no nos hubiéramos acostado juntos, los tres podríamos vivir ahora felices y contentos? —Asentí y él reflexionó unos segundos, recogiéndome un mechón detrás de la oreja—. No…, tú y yo siempre fuimos algo más que amigos. —Me acarició la mejilla con el pulgar con ternura—. De una forma u otra, habríamos terminado así.

Asentí con la cabeza y fijé la vista en su pecho. Él me acarició el brazo durante un rato, observándome, y luego preguntó en voz baja:

—¿Te arrepientes de ello?

Alcé la vista y miré sus apenados ojos.

—Me arrepiento de haberme portado mal con Denny. —Él asintió y desvió la vista. Apoyé suavemente una mano en su mejilla y lo obligué a mirarme de nuevo—. No lamento ni un segundo que he pasado contigo. —Le sonreí con ironía—. Los ratos que paso contigo nunca son una pérdida de tiempo. —Kellan sonrió al oírme repetir la frase que él mismo me había dicho y me besó, un beso que enseguida se hizo más intenso y profundo.

Ese día no asistí a clase. Ese día no abandoné su lecho. No podía; no deseaba estar en ningún otro lugar.

Kellan se despidió de mí una hora antes de que Denny regresara a casa del trabajo. Los ojos se me llenaron de lágrimas, y él apoyó las manos en mis mejillas y me besó en los párpados.

—Esta noche me pasaré por el bar de Pete. Nos veremos allí, ¿de acuerdo?

Asentí en silencio y él me dio un último y tierno beso antes de marcharse. Al verlo salir, sentí un pellizco en el corazón. Nuestra tarde juntos había sido… increíble. Tenía el corazón hecho pedazos. Recordé las palabras de Jenny: «Debes elegir a uno de los dos. No puedes seguir con los dos». Pero yo no sabía cómo romper con ninguno de los dos.

Denny regresó un poco antes de lo habitual; parecía muy cansado. Se acercó a mí, que estaba sentada en el sofá mirando distraída la televisión. Se sentó a mi lado y me volví y contemplé su abatido y hermoso rostro. Al instante, se apoderó de mí un sentimiento de culpa. Abrumada, rompí a llorar.

Él me rodeó con los brazos.

—Acércate. —Se tumbó en el sofá junto a mí, mirándonos frente a frente, y me abrazó con fuerza. Apoyé la cabeza sobre su pecho, estrujándole la camisa, y lloré hasta que apenas podía respirar—. Todo irá bien. Kiera. Sea lo que sea, todo irá bien. —La voz le temblaba y su acento era más marcado debido a la emoción que sentía. Comprendí que estaba también a punto de romper a llorar—. Cielo, eres mi corazón —murmuró con voz entrecortada por la emoción. Mis sollozos arreciaron. Sabía que le hacía daño, pero no podía reprimir mis lágrimas, que fluían sin cesar.

Por fin, remitieron, y sentí que me invadía un sopor mientras él me abrazaba y frotaba la espalda. De pronto, se apartó y observó mis ojos cansados y semicerrados.

—¿Kiera…?

El pánico y el temor hicieron que yo abriera los ojos al instante. ¿Qué ocurría? ¿Iba a preguntarme por fin sobre Kellan? Me sentía incapaz de responderle.

—¿Quieres…? —Calló durante un segundo y desvió la mirada. Luego, comenzó de nuevo, como si le costara un gran esfuerzo—. ¿Quieres… que te lleve en coche al trabajo? Llegarás tarde. —Me miró y yo me relajé visiblemente.

Pero aún no podía articular palabra, de modo que me limité a asentir.

—De acuerdo. —Se levantó y me tendió la mano—. Anda, vamos.

Durante el trayecto, no abrimos la boca. Denny no me preguntó el motivo de mi abatimiento, y yo no le dije nada al respecto. En cualquier caso, no había nada que pudiera decirle. Había ahora tantos secretos entre los dos que apenas recordaba una época en que las cosas fueran fáciles y sencillas, cuando nos queríamos como dos adolescentes. Supongo que el amor siempre acaba regresando a la realidad.

Denny decidió quedarse un rato en el bar. No dejaba de mirarme, como si temiera que yo volviera a perder los nervios. La reacción que yo había tenido antes había hecho que aflorara en él su espíritu protector, y comprendí que iba a estar pendiente de mí toda la noche…, mientras Kellan estuviera allí. Suspiré y me dediqué a mis quehaceres. Debí tragarme mi dolor. No debí dejar que Denny lo viera. No era necesario, y no podía explicarle por qué había sufrido una crisis nerviosa. Era una crueldad ocultarle la verdad. Y me había portado con él de forma muy cruel durante el tiempo que Kellan había estado ausente, alejándolo continuamente de mí y encerrándome en mi impenetrable caparazón de soledad.

Kellan llegó un poco antes que la banda, y Denny lo recibió a la puerta. Kellan le dio un abrazo amistoso y se pusieron a charlar de forma animada mientras se encaminaban hacia la mesa que solían ocupar. Pero capté la mirada que me dirigió Kellan cuando Denny se volvió al oír un ruido procedente del otro lado del local. La expresión de tristeza y pasión que dejaban entrever sus ojos durante ese breve instante casi hizo que yo echara a correr a través de la sala para arrojarme en sus brazos. Pero no lo hice. Al menos, tuve la suficiente fuerza de voluntad para abstenerme.

Al llegar a la mesa, se sentaron el uno junto al otro, enfrascados en lo que parecía una conversación seria. Mi corazón se aceleró un poco al pensar sobre qué estarían hablando. De pronto, Kellan asintió y Denny le dio una palmada en el hombro. Entonces lo comprendí. Denny le hablaba sobre mi hermana. Al pensarlo me animé un poco. Kellan no había tocado a mi hermana. Me había sido fiel. Bueno, no exactamente fiel, puesto que se había acostado con medio Seattle para olvidarme, pero me había prometido no hacerlo con mi hermana, y había cumplido esa promesa, lo cual me alegró.

Era un tanto sorprendente verlos conversar durante toda la noche. No sólo por el hecho de que Kellan se comportara de forma tan tranquila y relajada con el hombre con cuya novia se había acostado en repetidas ocasiones. No, era porque daba la impresión de que la amistad entre ambos no había sufrido lo más mínimo después de la pelea que Kellan y yo habíamos tenido, el incidente del bofetón. Estaba convencida de que Denny le había reprendido al respecto, e igualmente convencida de que Kellan lo había encajado con estoicismo y había respaldado mi versión. Pero ninguno de los dos parecía estar dispuesto a que el incidente empañara su sólida amistad. Tragué saliva, sabiendo que mi elección, la que Jenny me había dicho con razón que debía hacer, afectaría sin duda a la amistad entre ambos. Yo sería quien rompiera esa amistad. Eso me dolió.

Al cabo de un rato, apareció el resto de la banda y Kellan se las ingenió para mantener a Griffin alejado de Denny durante toda la velada. Los dos amigos se bebieron sus cervezas, echaron una partida de billar y charlaron con Matt. Evan se mostraba algo más incómodo debido a la situación que se había creado y pasó buena parte de la noche flirteando con un grupo de admiradoras que estaban sentadas a una mesa cercana. Kellan y Denny siguieron conversando y comportándose como dos buenos amigos hasta que, al cabo de un rato, los chicos subieron al escenario para tocar.

Durante el resto de mi turno, tuve que soportar las miradas lánguidas de Kellan y las miradas preocupadas de Denny, quien, al parecer, seguía temiendo que volviera a perder los nervios. ¿Mostraba yo una expresión triste? Denny se quedó hasta que terminé mi turno y me llevó a casa en coche, como de costumbre. Cuando nos marchamos, Kellan se quedó en el local, charlando (demasiado animadamente) con Jenny. Confié en que ella fuera amable con él.

Mientras subía la escalera, pensé en las miradas tristes y apasionadas que me había dirigido Kellan. Cuando me desnudé, pensé en sus cálidas manos. Cuando me puse el pijama, pensé en su musculoso cuerpo. Cuando me lavé los dientes, pensé en su olor embriagador. Cuando me metí en la cama junto a Denny, pensé en su maravilloso y alborotado pelo y en cuánto gozaba enroscando los dedos en sus mechones. Pero lo que me mantuvo en vela, y en un estado de profundo anhelo, fueron sus labios, repitiéndome una y otra vez que me amaba.

Permanecí en mi habitación más tiempo del que la mayoría de las mujeres en mi situación se habría quedado —al menos, traté de convencerme de ello—, pero, al cabo de un rato, la fuerza de mi adicción pudo más y me levanté de la cama. Denny no se movió. Dormía profundamente cuando salí y cerré la puerta con sigilo. Abrí la puerta de la habitación de Kellan y, al oírme, se incorporó sobre los codos en la cama. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana y vi que su rostro perfecto me observaba con curiosidad. En sus ojos azules y luminosos no había asomo de cansancio. Al parecer, tampoco había podido conciliar el sueño.

Esa idea me excitó y me animó a seguir adelante. Me metí en su cama, debajo de las mantas, rodeándolo de inmediato con mis piernas. Enlacé los brazos alrededor de su cuello y oprimí todo el peso de mi cuerpo contra su pecho, obligándolo a tenderse sobre las almohadas.

—¿Estoy soñando? —murmuró, antes de oprimir mis labios contra los suyos. Me acarició la espalda y enroscó los dedos en mi cabello. Me abrazó con fuerza, besándome de forma apasionada—. Te echaba de menos —musitó contra mis labios.

—Yo también te echaba mucho de menos —murmuré.

Lo besé durante tanto rato como pude antes de que mi respiración se acelerara demasiado, y entonces me aparté. Me quité mi camiseta sin mangas y él me contempló, pasando suavemente una mano sobre mi pecho. Luego, emitiendo un suspiro profundo y reticente, preguntó:

—¿Qué haces, Kiera?

En respuesta, me apretujé contra él y lo besé en el cuello con ternura. Él dirigió la vista hacia la puerta.

—Kiera, Denny está justo…

—Te quiero —le interrumpí—, y te he echado de menos. Hazme el amor. —Miré arrobada su fabuloso rostro, y me quité el resto de las prendas.

—Kiera…

Lo besé de nuevo y oprimí mi cuerpo desnudo contra el suyo. Él gimió bajito, correspondiendo a mis caricias con ardor. Deslicé las manos por cada palmo de su increíble cuerpo y empecé a bajarle los boxers.

—Te quiero… Hazme el amor —le susurré de nuevo al oído.

Kellan respiraba de manera acelerada y sus ojos ardían de pasión. Miró de nuevo la puerta y luego a mí.

—¿Estás segu…?

—Estoy segura —lo interrumpí, jadeando y besándolo con avidez.

Nuestro beso se hizo más profundo cuando de pronto apartó los labios de los míos.

—Espera… —Me miró con tristeza—. No puedo.

Sorprendida, respondí:

—Ah…, pero yo sí puedo… —Metí con timidez la mano dentro de sus calzoncillos y noté que estaba más que preparado.

—Me matas, Kiera —gimió. Me retiró la mano y se rió por lo bajo—. No me refería a eso. Por supuesto que puedo, pero… —me miró fijamente—, creo que no debemos.

—Pero ¿y esta tarde? Eso fue… ¿Es que tú…? Yo… ¿No me deseas? —le pregunté, perpleja y un poco dolida.

—Desde luego que sí. —Me miró, se miró sus partes íntimas y me miró de nuevo—. Ya lo sabes. —Me sonrojé y él continuó—: Esta tarde fue la vez que… Jamás había sentido nada igual. Ni siquiera imaginaba que pudiera ser así, lo cual, dicho por mí, significa mucho. —Sonrió tímidamente y yo sonreí también.

—¿No me deseas ahora? —pregunté acariciándole la mejilla.

—Más que nada —respondió con voz ronca.

—Entonces tómame… —Lo besé de manera apasionada.

Él gimió a media voz.

—Dios, Kiera, ¿por qué haces que todo sea tan…?

—¿Duro? —murmuré, tras lo cual volví a sonrojarme mientras él se reía por lo bajinis—. Te amo, Kellan. Siento que el tiempo se nos escapa. —Lo miré a los ojos—. No quiero desperdiciar un minuto.

Él suspiró suavemente y sonrió, sabiendo que yo había ganado.

—Para que conste, ésta es una pésima idea… —Sonreí de oreja a oreja y lo besé mientras él se colocaba sobre mí—. Vas a acabar conmigo —musitó mientras yo le quitaba por fin los boxers.

Me costó mucho hacerle el amor en silencio. Lo arañé en varias ocasiones —de hecho, los dos nos arañamos con tal fuerza que estaba segura que ambos luciríamos unos bonitos moratones—, y nos besamos con gran deseo en algunos momentos, oprimiendo nuestras bocas con fuerza para contener la intensidad de nuestra pasión. En cierto momento, poco antes de alcanzar el orgasmo, Kellan tuvo que cubrirse la boca con la mano. La lentitud y el autocontrol que exigía nuestro deliberado intento de no hacer ruido hacían que todo fuera más intenso, y la experiencia se prolongó más de lo que imaginé que era posible. Lo cual me vino de perlas. Por mí, podía haber durado eternamente…

Más tarde, permanecimos acostados uno frente al otro, con nuestros cuerpos muy juntos. Cada vez que él respiraba se apretaba contra mi cuerpo, y cada vez que yo respiraba me apretaba contra el suyo. No hablamos. Simplemente, nos miramos. Él me acarició el pelo y, de vez en cuando, me besaba con ternura. Yo deslicé un dedo sobre su mejilla, su barbilla y por último sus labios, sintiendo que me perdía en sus ojos azules y serenos. Permanecimos inmóviles, en silencio, desnudos y totalmente compenetrados, hasta que al fin Kellan suspiró.

—Debes regresar a tu habitación —murmuró.

—No. —No quería alejarme de su calor.

—Está a punto de amanecer, Kiera.

Miré el reloj y me sobresalté al darme cuenta de que tenía razón, estaba a punto de amanecer. Pero lo abracé con empecinamiento más fuerte.

Me besó.

—Espera acostada una hora, luego baja y nos tomaremos el café juntos, como solíamos hacer. —Volvió a besarme y me apartó con suavidad. Yo hice un mohín de disgusto cuando me pasó mi ropa. Me resistía a moverme, y él, mirándome y meneando la cabeza, empezó a vestirme. Cuando terminó, me obligó a incorporarme y luego a levantarme de la cama—. Kiera… —me acarició la mejilla—. Debes irte…, antes de que sea demasiado tarde. Hemos tenido suerte, pero no tientes a la suerte.

Me besó en la nariz y yo suspiré resignada, ignorando su último comentario.

—De acuerdo. Nos veremos dentro de una hora.

No pude evitar contemplar una última vez y durante largo rato su cuerpo desnudo, tras lo cual suspiré de nuevo y abandoné su habitación.

Entré con mucho sigilo en mi habitación y cerré la puerta. Denny no se movió; seguía profundamente dormido, tumbado de lado, de espaldas a mí, en su postura habitual. Lo observé un momento sumido en un apacible sueño, antes de meterme en la cama junto a él. Me volví hacia él y observé el movimiento de su camiseta cada vez que respiraba de manera acompasada. No sentí ganas de llorar, como antes. Aún experimentaba un sentimiento de culpa, pero no tan intensa como antes. Poco a poco, ésta se iba suavizando, lo cual me disgustó. Le acaricié con suavidad los pelos cortos de su cogote y él suspiró satisfecho. Tragué saliva al notar de pronto un nudo en la garganta y lo rodeé con los brazos, acurrucándome contra su espalda. Él se movió un poco y entrelazó nuestros dedos, tras lo cual volvió a dormirse. Lo besé en la nuca y apoyé la cabeza sobre su hombro. Entonces comenzaron a rodar lágrimas por mis mejillas.

Esto era más fácil…, pero no era fácil.