Por suerte, el pasillo estaba desierto. Entré rápidamente en el lavabo de mujeres, que también estaba desierto. El pánico remitió y me senté en el suelo y apoyé la cabeza en los brazos. Nos habíamos librado de milagro. ¿Y si hubiera entrado Denny en lugar de Evan? Al pensarlo, sentí una crispación en la boca del estómago. Si iba a dejar a Denny, no quería que averiguara la verdad de esa forma.
¿Estaba decidida a dejar a Denny por Kellan? Amaba a Denny, no quería dejarlo…, pero… había gozado al sentir los brazos de Kellan rodeándome de nuevo. Sabía que no volvería a decirle que no. Lo necesitaba demasiado. Quizá pudiera evitar dejar a uno de los dos. Sonreí y me llevé los dedos a los labios, recordando la ternura con que me había besado Kellan. ¿Me amaba realmente? ¿Lo amaba yo a él? Ese pensamiento me excitó y al mismo tiempo me aterrorizó. ¿Sería capaz de mantener una relación irrefutable? ¿Y Kellan? ¿Y Denny?
Abrí la puerta y me asomé al pasillo. Aún estaba desierto… Bien. Me miré en el espejo y pensé que no tenía aspecto de haber estado a punto de tener sexo con Kellan…, de nuevo…, y, suspirando, me volví y salí del lavabo.
Cuando entré de nuevo en el bar, mis ojos se dirigieron de forma instintiva hacia la mesa que solía ocupar la banda. Arrugué el ceño. Kellan no estaba allí. ¿Estaba aún en el cuarto del personal con Evan? No podía preocuparme ahora de eso, pues empezaba a recibir miradas de reproche de varios clientes, que no parecían muy contentos por mi prolongada ausencia. Además, Denny se encaminaba hacia mí con cierta cautela.
Durante unos instantes, confié en que nadie le hubiera contado nada todavía, pero, a través del murmullo de voces en el bar, oí a Griffin gritar a voz en grito:
—Ahí está Kiera… ¡Caray, menudo bofetón le arreaste!
Vi que Matt le propinaba un golpe en el pecho al tiempo que murmuraba:
—Ese cabrón probablemente lo tenía merecido.
Cerré los ojos y maldije al estúpido bocazas. En serio, ¿qué pudo haber visto mi hermana en él?
—¿Kiera? —Al oír el suave acento de Denny, abrí los ojos—. ¿Va todo bien? Todo el bar comenta el bofetón que le has dado a Kellan. —Tenía el ceño arrugado y sus ojos reflejaban preocupación.
Me acerqué a él, lo tomé de la mano y lo conduje hacia la barra, tratando de ganar tiempo. ¿Qué voy a decirle? Kellan no me había dicho lo que debía decirle. La irritación que Griffin me había causado me dio una idea, y, sin pararme a analizarla, dije:
—Ese cretino se acostó con Anna cuando ella estuvo aquí, y no ha vuelto a llamarla…, lo cual la ha herido profundamente.
Denny se detuvo y yo hice lo propio… Sentí que se me cortaba la respiración.
—Ya —fue lo único que dijo. Pero no relajó su gesto de preocupación y yo no sabía si me había creído o no.
—Me molestó mucho que la utilizara de esa forma tan rastrera, y, para colmo…, esas mujeres que ha estado trayendo a casa. Es una falta de respeto hacia Anna. Y esta noche tenía a una chica sentada sobre sus rodillas haciéndole casi un lap dance,[6] y perdí los estribos. Yo… lo hice por defender en cierto modo el honor de mi hermana.
—Ya —volvió a decir Denny, tras lo cual la expresión de su rostro se suavizó y sonrió con dulzura—. ¿Por qué no me lo dijiste? Habría hablado con él al respecto.
Me relajé y empecé a respirar de nuevo con normalidad.
—Prometí a Anna que no se lo contaría a nadie.
—¿Ah, sí? —respondió Denny mirándome de pronto con curiosidad—. Por la forma en que ella se lo comía a besos, supuse que todo el mundo se había dado cuenta. —Se encogió de hombros—. Tu hermana es todo un personaje. —Se inclinó sobre mí y me besó en la mejilla—. ¿Quieres hacerme el favor de dejar de pelearte con él a partir de ahora?
Solté una risa nerviosa y le apreté la mano con fuerza. ¿Se lo había creído?
—Claro, no hay problema. —Le di un beso rápido—. Supongo que mis clientes estarán molestos conmigo. Debo volver al trabajo.
Denny se rió.
—Probablemente han disfrutado de la cena con espectáculo incluido. Hablando de cenar…, estoy famélico. Comeré algo aquí. —Volvió a reírse y me abrazó con fuerza—. Te amo, Kiera. —Seguía riéndose cuando echó a andar hacia la mesa…, la mesa de la banda.
Sentí que iba a vomitar.
No sabía lo que Evan le decía a Kellan en el cuarto del personal, pero permanecieron allí más de una hora. Cuando por fin salieron, Kellan estaba cabizbajo y abandonó el bar con aire avergonzado. Ni siquiera me miró. Al principio, me sentí ofendida por ello, pero, cuando me di cuenta de que la gente murmuraba a mi alrededor, decidí que si habíamos tenido esa monumental pelea que los clientes del local creían que habíamos tenido —y supongo que en cierto sentido no se equivocaban—, la reacción de Kellan era normal.
Kellan no volvió a aparecer por el bar en toda la noche. Por suerte, Denny aceptó mi versión de la historia y no preguntó a los chicos de la banda lo que había ocurrido. Más tarde, cuando le serví la cena, todos estaban charlando animados sobre un partido que habían dado la noche anterior por televisión. Denny me miró sonriendo y se inclinó para que le diera un beso, y yo me apresuré a complacerlo. Al besarlo no pude evitar mirar a Evan, pues aún tenía grabada en la mente la comprometida situación en que nos había sorprendido. Al parecer, él también la tenía grabada en la suya. Me miró y se sonrojó un poco. Evité mirarlo durante el resto de la velada.
Denny se marchó poco después de cenar, y yo tuve que aguantar unas horas más hasta concluir mi turno, escuchando los cuchicheos que cesaban en cuanto me acercaba. Confié en que nadie hubiera logrado juntar las piezas y descifrar la verdad de lo ocurrido. No quería que a nadie se le escapara algún comentario inoportuno delante de Denny.
Jenny se ofreció a llevarme a casa en coche. Le di las gracias por brindarse siempre a acompañarme y por echarme una mano antes con Kellan. Habíamos echado a andar hacia su coche cuando me detuve de golpe, sintiendo que el corazón me daba un vuelco. Jenny se dio cuenta y dirigió la mirada hacia lo que me había llamado la atención. El coche de Kellan estaba aparcado al otro lado de la calle y él estaba de pie junto a él, apoyado contra la puerta con los brazos cruzados. Al darme cuenta de que lo había visto, sonrió con alegría.
Al verlo, los latidos de mi corazón se aceleraron. Jenny suspiró, y la miré, implorándole.
—De acuerdo…, vete. Si alguien me pregunta, diré que fuimos a tomarnos un café después del trabajo y perdimos la noción del tiempo o algo por el estilo.
Sonreí y la abracé con fuerza.
—Gracias, Jenny.
Cuando me disponía a alejarme, me sujetó del brazo.
—Lo haré sólo una vez, Kiera. —Meneó la cabeza, entrecerrando un poco sus ojos de color azul pálido—. No quiero implicarme en ocultar una relación.
Tragué saliva y asentí con la cabeza, sintiéndome tremendamente culpable.
—Lo siento. No debí involucrarte en esto.
Me miró con gesto pensativo y me soltó el brazo.
—Debes elegir a uno de los dos, Kiera. Elige a uno y deja al otro. No puedes seguir con los dos.
Asentí y tragué saliva para aliviar el doloroso nudo que se me había formado en la garganta al pensar en ello. Observé a Jenny unos segundos mientras saludaba a Kellan con un breve gesto de la mano y luego se encaminaba hacia su coche. Entonces, me volví y casi eché a correr través de la calle hacia él.
Me sonrió con ternura al ver que me acercaba y, tomándome de la mano, me condujo hacia el otro lado del coche, ayudándome con amabilidad a sentarme en él. Me alegré de que su apresurada partida del bar hubiera sido fingida, y que no pareciera tener ningún problema en estar conmigo. Mientras lo observaba rodear el coche para sentarse al volante, empezó a reproducirse en mi mente la tremenda pelea que habíamos tenido antes, una parte de la cual no dejaba de darme vueltas en la cabeza.
Arrugué deliberadamente el ceño cuando él se montó en el coche y cerró la puerta con cuidado tras él. Kellan me miró intrigado.
—¿Qué? Hace horas que no estamos juntos. —Sonrió con ironía—. ¿Qué es lo que he hecho? —preguntó con tono zalamero.
Respondí mirándolo con gesto de reproche:
—Hace horas que no dejo de darle vueltas a algo que hiciste antes en el bar.
Él ladeó la cabeza con un gesto encantador.
—Hice muchas cosas… ¿No puedes ser más concreta?
Empecé a sonreír, pero de repente la rabia me obligó a ponerme seria.
—¡Dios…, por favor! —Le golpeé en el brazo—. ¿Cómo pudiste mofarte de mí delante de Evan y de Jenny? —Lo golpeé repetidamente en el brazo—. ¡Fue bochornoso!
Se apartó de mí riendo.
—Lo siento. —Sonrió con picardía—. Lo hice para demostrar que yo tenía razón.
Lo golpeé una vez más.
—¡Y lo conseguiste, gilipollas!
Volvió a reírse.
—Creo que ejerzo una mala influencia sobe ti… Empiezas a decir tantas palabrotas como yo.
Sonreí con aire satisfecho y me acurruqué junto a él. Él me miró.
—Si quieres, te autorizo a que me imites a mí. —Parecía alegrarse ante esa perspectiva, y no pude evitar reírme.
Me sonrojé al recordar su… actuación.
—Reconozco que lo hiciste muy bien.
Se rió de nuevo.
—No era la primera vez.
Lo miré atónita al oír su respuesta, y él se rió al ver la expresión de mi rostro. Luego, vi un destello pícaro en sus ojos, haciendo que los latidos de mi corazón se aceleraran.
—Mmm… —Ladeó la cabeza y esbozó una media sonrisa—. Tienes razón…, no estuvo bien por mi parte. —Luego, sonrió de oreja a oreja y el corazón me dio un vuelco—. Me imitaré a mí mismo…
Estaba a punto de protestar que no era lo mismo, puesto que estábamos encerrados en el coche y sólo podía oírlo yo, pero él me rodeó con sus brazos y me estrechó contra él, acercando los labios a mi oído.
Mi argumento se desvaneció. Perdí todo sentido de la realidad.
Respirando fuerte en mi oído, empezó a emitir unos suaves gemidos. Cerré los ojos al tiempo que mi respiración también se aceleraba. El cálido aliento que brotaba de su boca me hacía cosquillas en el cuello, provocándome escalofríos cuando sus suaves labios me rozaron la oreja.
—Aaaah… —Kellan alargó la palabra con sensualidad, inspirando luego de forma audible. La respuesta de mi cuerpo me sorprendió a mí misma: era como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
—Dios… —Tensó su voz para darle un tono íntimo mientras me pasaba la mano por el muslo. Me removí en el asiento, respirando de forma embarazosamente acelerada.
—Sí… —Murmuró, y añadió un sonido al final de ese «sí» que me hizo perder definitivamente el control.
Me volví hacia él, agarrándolo del cuello, atrayéndolo hacia mí y besándolo con fuerza. La sorpresa y la excitación se apoderaron de mí a medida que nuestro beso se hacía más apasionado. Olía maravillosamente…, el sabor de su piel me enloquecía…, y sabía que cuando lo sintiera dentro de mí experimentaría una sensación increíble. Puede que un coche no fuera tan desagradable como un suelo cochambroso.
De repente, se apartó de mí.
—¿Quieres que hagamos una cosa? —me preguntó con calma, mirándome con ojos chispeantes y pícaros.
—Sí… —respondí casi gimiendo. Dios, podía hacer lo que quisiera conmigo…
Se retiró un poco más y sonrió.
—¿Te doy un minuto? —Sonrió muy satisfecho de sí mismo y soltó una carcajada cuando lo golpeé de nuevo en el brazo.
Puso el coche en marcha mientras yo lo miraba con gesto ceñudo, sonrojándome embarazosamente. Qué astuto era el condenado.
—¿Qué se te ha ocurrido? —pregunté con un tono un poco seco.
Se rió al ver mi expresión y meneó la cabeza.
—Lo siento, no pretendía… ofenderte. —Lo miré arqueando una ceja y él volvió a reírse—. Vale, reconozco que lo hice para molestarte un poco. —Me guiñó el ojo y yo me ruboricé más—. Pero ahora quiero enseñarte una cosa. —Me dirigió una mirada deslumbrante, y cuando arrancamos no pude sino asentir con la cabeza.
Suspiré satisfecha y me relajé contra él, mientras me rodeaba los hombros con el brazo y me estrechaba contra él. Miré sus increíbles ojos, observando cómo las luces de la calle modificaban su color, y de pronto caí en la cuenta de que nos dirigíamos hacía Seattle Center.
—¿Adónde me llevas? —le pregunté, intrigada.
—Te prometí que subiríamos a la Aguja Espacial.
—Kellan…, son las dos de la mañana, estará cerrado.
Él sonrió.
—Descuida —respondió—, conozco a gente. —Y me guiñó de nuevo el ojo.
Aparcamos y, al igual que la primera vez que habíamos ido allí, me tomó de la mano. Un hombre que al parecer trabajaba allí nos saludó y nos dejó pasar. Yo miré a Kellan, picada por la curiosidad. Al parecer, el hombre nos esperaba. ¿Qué sorpresa me había preparado Kellan esa noche? Entregó al hombre un puñado de billetes de los grandes y éste nos condujo sonriendo hacia los ascensores de la Aguja Espacial. Cuando las puertas se cerraron ante nosotros, me incliné y susurré a Kellan al oído:
—¿Cuánto le has dado?
Él sonrió y respondió también en voz baja:
—No te preocupes por eso. Mis padres no me dejaron sólo la casa.
Me guiñó el ojo y, cuando iba a hacerle otra pregunta, el ascensor empezó a subir. A través de la puerta de cristal, vi cómo la ciudad desaparecía rápidamente a nuestros pies. Contuve el aliento y me apretujé contra la pared del fondo. No me gustan las alturas, y, de pronto, el ascensor me pareció muy pequeño y frágil.
Al observar que me había puesto pálida, Kellan me tomó del mentón para que lo mirara.
—Es totalmente seguro, Kiera —dijo; luego, me besó con dulzura y me olvidé del frágil ascensor.
Llegamos a la cima en el momento en que mis manos se enredaban en su pelo mientras él me rodeaba la cintura y nos besábamos con pasión. El empleado que conocía Kellan carraspeó sonoramente para aclararse la garganta, y ambos lo miramos. Me sonrojé y Kellan se rió.
—Creo que ya hemos llegado —dijo con tono risueño, conduciéndome fuera del ascensor.
Dio al hombre una palmada en la espalda y, tomándome de las dos manos, retrocedió hacia el borde del observatorio interior desde el cual se veía una panorámica de la ciudad. El interior del edificio estaba a oscuras, porque estaba cerrado. Sólo estaban encendidas un par de luces de emergencia, que apenas iluminaban el espacio en el que nos hallábamos. Pero parecía como si estuvieran encendidas todas las luces, y la ciudad refulgía a nuestros pies.
—Kellan…, es maravilloso —dije en voz baja, deteniéndome para contemplar las luces que brillaban en la oscuridad.
—En efecto —respondió también en un susurro, pero estaba apoyado contra la barandilla, de espaldas a la vista, mirándome a mí, no la ciudad que se extendía a nuestros pies—. Acércate —dijo tendiéndome los brazos.
Estábamos dentro de la Aguja, a una distancia prudencial del borde, de modo que me encaminé con paso decidido hacia él, que me abrazó, y ambos nos apoyamos contra la barandilla. Él volvió la cabeza para contemplar la ciudad, pero lo único que yo veía en ese momento era a él. Observé sus rasgos en la penumbra; era más maravilloso que la vista. No me explicaba por qué esa criatura tan perfecta se había enamorado de mí.
—¿Por qué yo? —murmuré.
Se volvió hacia mí y sonrió, y, como es natural, sentí que se me cortaba el aliento.
—No sabes lo atractiva que eres para mí. Eso me gusta. —Ladeó la cabeza mientras observaba cómo me ruborizaba. Tras guardar silencio unos instantes, añadió en voz baja—: Fue al veros a Denny y a ti…, vuestra relación.
Le pasé los dedos a través del pelo sobre su oreja y arrugué el ceño.
—¿A qué te refieres? —Se volvió para contemplar de nuevo la ciudad pero no respondió. Apoyé la mano en su mejilla y lo obligué a mirarme—. ¿A qué te refieres, Kellan? —repetí.
Suspiró y bajó la vista.
—No puedo explicártelo debidamente sin… sin aclarar algo que dijo Evan.
Arrugué de nuevo el ceño y recordé la pelea que habíamos tenido antes. Las cosas habían cambiado tanto desde entonces que parecía como si hiciera una eternidad.
—¿Cuando le dijiste, muy groseramente, que no se metiera?
Estaba claro que él no tenía ganas de hablar del asunto.
—Sí.
—No lo entiendo, ¿qué tiene eso que ver conmigo?
Sonrió y meneó la cabeza.
—Nada… y todo.
Esbocé una breve sonrisa.
—Espero que al fin me lo expliques para que lo entienda, ¿vale?
Él soltó una carcajada y se volvió para admirar de nuevo la ciudad.
—Vale…, dame un minuto.
Lo abracé con fuerza, apoyando la cabeza sobre su hombro. Con tal de seguir abrazada a él, podía tomarse todo el tiempo en el mundo. Contemplé fascinada la rutilante ciudad y aspiré profundamente el olor embriagador que emanaba Kellan mientras me apretujaba contra su cazadora de cuero.
Él me abrazó con firmeza, frotándome la espalda con una mano y con la otra apoyada en la parte posterior de mi cabeza. Por fin dijo tranquilo:
—Tú y Evan teníais razón sobre las mujeres. Las he… utilizado durante años.
Me aparté para mirarlo.
—¿Durante años? ¿No sólo debido a mí? —Curiosamente, me sentí herida.
Él me recogió un mechón detrás de la oreja.
—No…, aunque eso empeoró el asunto.
Arrugué un poco el ceño, sintiéndome un tanto incómoda con esa conversación.
—No está bien utilizar a las personas, Kellan…, por ningún motivo.
Me miró arqueando una ceja y sonrió.
—¿Acaso no me utilizaste tú la primera vez que estuvimos juntos para dejar de pensar en Denny? —Desvié la mirada. En efecto, lo había utilizado. Me tomó el mentón y me obligó a mirarlo de nuevo—. No pasa nada, Kiera. Lo sospechaba. —Suspiró y contempló el río que discurría al otro lado de donde nos hallábamos—. No obstante, pensé que quizá tenía una oportunidad contigo. Me pasé todo el maldito día paseando por la ciudad, tratando de hallar la forma de decirte… lo mucho que te quería, sin quedar como un idiota.
—Kellan… —Siempre me había preguntado adónde había ido aquel día.
Se volvió de nuevo hacia mí.
—Dios…, cuando volviste con él, como si lo nuestro no significara nada, creí que me moría. Lo sabía… —Sacudió la cabeza casi furioso—. En cuanto llegué a casa y os oí a los dos arriba, comprendí que no tenía nada que hacer contigo.
Pestañeé, sorprendida.
—¿Nos oíste? —Estaba confundida. Kellan había regresado a casa mucho más tarde… y borracho.
Bajó la vista, como si se arrepintiera de haberlo mencionado.
—Sí. Cuando volví, os oí en vuestra habitación…, celebrando su regreso. Eso me sentó como un tiro. Me bebí media botella de whisky, fui a casa de Sam y el resto ya lo sabes.
Experimenté un extraño sentimiento de culpa.
—Dios mío, Kellan, lo siento. No lo sabía.
Se volvió hacia mí.
—Tú no hiciste nada malo, Kiera… —Apartó la vista un segundo—. A partir de ese día, me porté contigo como un cabrón. Lo siento. —Sonrío tímidamente y yo torcí el gesto al recordar lo cretino que había sido—. Lo siento, cuando me enfado me salen sapos y culebras por la boca…, y nadie consigue enfurecerme como tú. —Sonrió con gesto de disculpa.
Solté una carcajada y lo miré arqueando una ceja.
—Ya lo he notado. —Recordé algunas de nuestras peleas más espectaculares. Él se rió por lo bajo y volví a experimentar un sentimiento de culpa—. Pero tú tenías siempre razón. Y creo que merecía tu… dureza.
Dejó de reírse y apoyó la mano en mi mejilla.
—No. Nunca te mereciste las cosas que te dije.
—No me porté de manera honesta contigo.
—No sabías que te amaba —respondió, acariciándome la mejilla.
Miré sus ojos azules y cálidos y comprendí que no merecía su comprensión.
—Sabía que me querías. Me porté… mal.
Esbozó una media sonrisa y me besó.
—Es cierto —murmuró—. Pero nos hemos desviado del tema. —Sonrió cálidamente, cambiando los derroteros de nuestra conversación—. Creo que hablábamos sobre mi trastornada psique.
Me reí y miré por encima de su hombro, desterrando mi malhumor.
—Sí, tus… mujeres.
Se rió y exclamó:
—¡Bingo! —Me eché a reír y deslicé una mano sobre su pecho mientras él me observaba un momento—. Supongo que debería comenzar con el discurso de la infancia desgraciada.
—Ya hemos hablado de eso, de modo que no tienes que sacarlo de nuevo a colación. —Lo miré apenada; no quería reabrir ese doloroso tema sin necesidad.
—Kiera…, sólo hemos rozado la punta de una herida muy profunda —dijo suavemente—. Hay mucho más de lo que no me gusta hablar… con nadie.
—No tienes que contármelo, Kellan. No quiero lastimarte…
Él me miró; sus ojos reflejaban un intenso dolor.
—Curiosamente, quiero hacerlo. Quiero que lo comprendas. Quiero que me conozcas. —Al percatarme de que le invadía la melancolía, lo miré a los ojos y arqueé una ceja de forma insinuante. Dio resultado, pues rompió a reír—. No sólo… en el sentido bíblico —murmuró con tono guasón.
Jugueteé con el pelo de su cogote.
—De acuerdo, si es lo que deseas… Escucharé lo que quieras contarme y respetaré lo que no quieras contarme. —Sonreí para tranquilizarlo, confiando en que eso no lo hiriera más.
Pero me sorprendió verlo soltar una carcajada.
—Te parecerá de lo más divertido.
Me detuve y lo miré atónita. Nada de lo que me había contado hasta entonces sobre su infancia me parecía remotamente divertido.
—No lo creo —musité, escrutando sus ojos.
Suspiró.
—Bueno, quizá no divertido… En todo caso, una coincidencia. —Sonrió brevemente con tristeza mientras lo miraba confundida—. Al parecer, mi madre se enamoró del mejor amigo de mi padre.
Palidecí. Una coincidencia de verdad. Kellan sonrió al observar mi reacción y continuó:
—De modo que cuando mi querido padre tuvo que ausentarse de la ciudad durante varios meses, debido a una emergencia familiar en el este —sacudió la cabeza—, imagínate su sorpresa cuando al regresar a casa comprobó que su cándida y joven esposa estaba embarazada.
Lo miré boquiabierta y Kellan sonrió son ironía.
—¿Sorprendida, cariño?
—¿Qué hizo tu padre? —pregunté en voz baja.
—Aaah… —Asintió con la cabeza, desviando la mirada, y la sonrisa se borró de su rostro—. Ésta es la parte en que mi madre demostró su gran ingenio. —Se volvió hacia mí y lo miré de nuevo confundida. Entonces se puso serio y dijo con calma—: Le dijo que mientras él estaba fuera la habían violado…, y él la creyó.
Sentí que el color se desvanecía de mi rostro mientras lo miraba atónita, sin dar crédito. ¿Qué clase de persona haría semejante cosa?
Él también palideció y dijo con tono quedo:
—Desde el primer día, mi padre me consideró la semilla de un monstruo. Me odiaba incluso antes de que naciera.
Tenía los ojos húmedos, pero no derramó una lágrima. Lo besé en la mejilla, deseando poder hacer algo más por él.
—Lo siento, Kellan. —Él asintió y siguió mirándome con gesto serio—. ¿Por qué hizo eso tu madre?
Se encogió de hombros.
—Supongo que no quería perderlo todo. —Emitió una risa forzada—. Después de jugar esa carta, ya no pudo retractarse. Incluso hay un informe policial en alguna parte, culpando a un individuo genérico de raza blanca. —Soltó otra risa forzada—. Mi certificado de nacimiento dice «de padre desconocido». Mi padre se negó a reconocerme. —Esa última frase la dijo en un murmullo.
—Dios mío, Kellan… —Una lágrima rodó por mi mejilla—. ¿Y te contaron todo eso?
Él siguió contemplando el río.
—Reiteradamente. Era prácticamente el cuento que me contaban cada noche al acostarme. Buenas noches, niño… Por cierto, has destruido nuestras vidas.
Por mi mejilla se deslizó otra lágrima.
—¿Cómo te enteraste sobre… sobre el mejor amigo de tu padre?
Kellan se volvió hacia mí y suspiró.
—Por mi madre. Ella me contó la verdad. —Me enjugó una lágrima de la mejilla—. Supongo que mi… padre donante de esperma… se quitó de en medio cuando ella le dijo que estaba embarazada. No volvió a verlo. Le destrozó el corazón…, y ella me odió por ello. —Kellan ladeó la cabeza mientras observaba el horror que se pintaba en mi rostro—. Creo que me odiaba incluso más que mi padre —murmuró.
Por mi rostro seguían rodando las lágrimas y volví a besarlo en la mejilla. Él me abrazó sin fuerzas.
—¿No le contaste a tu padre la verdad? Quizá se habría mostrado…
Pero él me interrumpió.
—No me habría creído, Kiera. Me odiaba. Sólo habría conseguido que me hiciera un daño brutal, lo cual traté de evitar. —Me aparté para mirarlo, apartándole un mechón de pelo de la frente mientras él continuaba—: De todos modos, debía de saberlo.
Pestañeé, sorprendida.
—¿Por qué?
Sonrió de nuevo con tristeza.
—Me parezco al mejor amigo de mi padre…, soy idéntico a él. Quién sabe, quizá me odiaba por eso… Como mi madre.
Sentí un profundo rencor contra esas personas que lo habían criado sin cariño.
—Tú eras inocente. No tenías culpa de nada. —No pude reprimir mi tono airado.
Me acarició el pelo y las mejillas.
—Lo sé, Kiera. —Me besó—. Nunca le había contado esto a nadie. Ni a Evan, ni a Denny… A nadie.
Me conmovió que me hubiera confiado algo tan personal, pero no comprendía qué tenía eso que ver con todas esas mujeres… y conmigo.
—¿Por qué me lo has contado a mí? —pregunté con suavidad, confiando en que mi pregunta no le pareciera una grosería.
Pero él me sonrió con calidez.
—Porque quiero que lo comprendas. —Bajó la mirada y dijo con tono quedo—: ¿Te imaginas crecer en un hogar lleno de odio? —Alzó la vista para mirarme con una sonrisa apenada y me acarició de nuevo la mejilla—. No, supongo que estabas rodeada de cariño…
No pudiendo soportar su sonrisa de tristeza, me incliné hacia él y lo besé. Él me miró sonriendo con cariño, tras lo cual se enderezó y me tomó de la mano.
—Anda, vamos —dijo señalando la barandilla, y echamos a andar junto a ella, admirando la hermosa ciudad. Pero mis ojos apenas se apartaban de los suyos, mientras él miraba con expresión ausente a través de las ventanas del observatorio. Seguía absorto en sus pensamientos. Había más detalles que quería contarme.
Después de avanzar unos pasos en silencio, dijo por fin:
—De niño era muy callado. Muy reservado. Apenas tenía amigos. —Sonrió con ironía—. Tenía mi guitarra, que era mi mejor amiga. —Sacudió la cabeza y soltó una carcajada—. Dios, era patético.
Le apreté la mano y me detuve, apoyando la otra en su mejilla para obligarlo a mirarme.
—Kellan, tú no eras…
—Sí lo era, Kiera —me interrumpió, besándome la mano después de retirarla de su mejilla. Siguió andando y dijo—: Debo aclararte que me sentía patéticamente solo. —Me miró sonriendo mientras yo arrugaba el ceño—. Y un día…, por casualidad, te lo aseguro… —miró con gesto pensativo a través de la ventana, que ahora mostraba una vista casi completa de las oscuras aguas del Sound—, descubrí algo que hizo que me sintiera por primera vez… querido, atendido… casi amado —concluyó casi en un murmullo.
—¿El sexo? —pregunté en voz baja.
—Mmm… —Él asintió con la cabeza—. El sexo. En aquel entonces, era muy joven —sonrió y meneó la cabeza—, lo cual supongo que ya habías deducido. —Me sonrojé un poco al recordar la conversación que habíamos mantenido sobre su cama—. Probablemente demasiado joven, pero no pensé que fuera algo… malo. Sentí por fin que alguien me quería. Empecé a… —Desvió la vista—. Empecé a tratar de experimentar de nuevo esa sensación cada vez que podía. Incluso entonces me resultaba increíblemente fácil. Siempre había una mujer dispuesta, y no me importaba quién fuera, quién deseara estar conmigo. Estaba obsesionado con ello…, con experimentar esa sensación. Quién sabe, quizá todavía…
Se detuvo y me miró con gesto preocupado.
—¿Tienes ahora una peor opinión de mí?
No comprendía cómo se lo podía culpar por buscar algún tipo de cariño, viviendo la vida que le había sido impuesta. Apoyé la mano en su brazo.
—Kellan, eso no puede hacer que piense peor de ti.
Se rió y comprendí lo mal que había sonado mi respuesta. Desvié la mirada, abochornada.
—Ya sabes a qué me refiero.
Se rió por lo bajo.
—Eres realmente adorable.
—¿Cuántos años tenías? —pregunté, principalmente para disimular mi bochorno.
Suspiró.
—Doce —confesó—. En defensa de la chica, le dije que tenía catorce. Ella lo creyó. Aunque no creo que le importara.
Lo miré boquiabierta. Me apresuré a cerrar la boca y sonreí. La idea de la forma desesperada en que debía de anhelar un poco de ternura hizo que se me saltaran las lágrimas. Él escrutó mi rostro al tiempo que una expresión preocupada se pintaba en su semblante perfecto. Deseando consolarlo, me incliné hacia él y le di un beso rápido y tierno. Él sonrió y se relajó, observándome durante unos minutos.
—¿De modo que utilizas a las mujeres para… sentirte amado? —pregunté con tono quedo.
Bajó de nuevo la mirada, avergonzado.
—Entonces no me daba cuenta. Ni siquiera pensaba en ello, hasta que te conocí a ti. No comprendía por qué me parecías tan distinta de las otras. Ahora sé que no está bien… —Alzó la vista y me miró—. Pero era algo que hacía me sintiera menos… solo. —Sentí que otra lágrima me rodaba por la mejilla, y él la enjugó—. En cualquier caso…, nadie se ha parado a pensar que ellas también me utilizaban a mí. No sienten el menor afecto por mí. —Seguimos caminando mientras él contemplaba la vista de la rutilante ciudad, que aparecía de nuevo al otro lado del río.
Escruté su rostro pensativo y no pude evitar sentirme culpable de haberlo utilizado también yo en cierta ocasión. Pero supuse que no todas sus relaciones con mujeres habían sido superficiales.
—¿No te has enamorado nunca? —pregunté con timidez.
Él me miró con una media sonrisa que hizo que mi corazón se acelerara.
—No…, hasta que te conocí a ti. Y nadie se había enamorado de mí.
Sin dejar de observarlo mientras caminábamos en silencio, traté de comprender por qué ese hombre tan increíblemente bello no se había enamorado nunca. No tenía sentido. Era imposible que un hombre tan guapo, inteligente, divertido, seductor y espectacular… no hubiera conocido nunca el amor.
—Pero alguna chica…
—No —me cortó—. Sólo era sexo…, nunca amor.
—¿Ni siquiera una novia en el instituto?
—No. Solía frecuentar a… mujeres mayores que yo. Ellas no buscaban… amor. —Sonrió con ironía, y no comprendí muy bien a qué se refería con eso.
—¿Ni siquiera una ingenua camarera?
Me miró sonriendo
—Repito, antes que tú no hubo nadie que me quisiera.
—Quizás una de tus admiradoras… —apunté con timidez. Sabía por experiencia cuánto lo adoraban.
Se rió de buena gana.
—Te aseguro que no, ése es el sexo más falso. Les importa un bledo cómo soy en realidad. Ni siquiera están conmigo cuando… están conmigo. Están con la imagen de la estrella del rock que se han formado de mí, pero yo no soy así. En todo caso, no soy únicamente eso.
Sonreí y lo besé con ternura en la barbilla. No, era mucho más.
Me aparté y pregunté casi sin atreverme:
—¿Alguna compañera de piso? —Sabía bien que yo no era la única compañera de piso con la que se había acostado. No estaba segura de querer que me contara lo suyo con… Joey, pero me picaba la curiosidad.
Me miró por el rabillo del ojo y sonrió con timidez.
—Lamento que Griffin mencionara eso. Debiste pensar que yo era un monstruo. A veces no comprendo por qué te acercaste a mí. —Arrugué el ceño y meneé la cabeza, pero él suspiró y se apresuró a explicarme—: Nunca hubo nunca nada entre Joey y yo excepto sexo. —Alzó la vista, como si tratara de hallar las palabras adecuadas para explicármelo—. A Joey le gustaba que la adoraran. Cuando comprendió con claridad que su cuerpo no era mi único templo, me montó una escena melodramática. —Kellan torció el gesto y se encogió de hombros—. Se largó indignada con el tercer niño bonito que pasó, según creo.
Se detuvo de nuevo y se volvió hacia mí, tomando mis manos en las suyas.
—Sé que me he pasado con las mujeres, pero nunca he sentido por ninguna lo que siento por ti. Y nunca he notado que ninguna sintiera por mí lo que noto que tú sientes por mí.
Tragué saliva para aliviar la emoción que me atenazaba la garganta y lo besé de nuevo con dulzura. Luego, me aparté y lo miré a los ojos, rebosantes de amor.
—¿Y lo de Denny y yo…, nuestra relación? —pregunté, sintiendo que empezaba a perderme en sus intensos e increíbles ojos azules.
—Sí… eso. —Seguimos caminando junto a la barandilla circular mientras él balanceaba mi mano al tiempo que trataba de retomar el hilo de sus pensamientos—. Supongo que al principio me sentí intrigado. Nunca había visto nada semejante. Una relación tan cálida, tierna y… auténtica. Y el hecho de que hubieras atravesado medio país para estar junto a ese chico… No conozco a nadie que haría eso por mí. Las personas que conozco no tienen este tipo de relaciones, y por supuesto mis padres jamás…
—Ya… dije, observando que su rostro se ensombrecía.
Se mordió el labio y miró a través de las ventanas.
—Convivir contigo, viéndote con Denny día tras día… Empecé a desear lo que teníais vosotros. Dejé —me miró sonriendo— de enrollarme con putas, como dices tú. —Sonreí y él se rió, pero enseguida arrugó el ceño—. Pero, por desgracia, empecé a enamorarme de ti. Al principio no lo comprendía. Comprendía que hacía mal en experimentar esos sentimientos por ti. Estaba claro que eras la chica de Denny. No siempre me han importado las relaciones que pudieran tener los demás, pero Denny es muy importante para mí. El año en que se alojó con nosotros… fue el mejor de mi vida. —Me miró esbozando una cálida sonrisa y murmuró—: Bueno, hasta este año.
Le devolví la sonrisa y lo besé en la esquina de la barbilla. Sentí una sensación muy reconfortante. Era maravilloso poder besarlo abiertamente, cuando me apeteciera. Le apreté la mano y me apretujé contra él mientras contemplaba la vista panorámica de la ciudad.
—Cuando me enamoré de ti… fue distinto a todo lo que había conocido antes. Fue casi instantáneo. Creo que empecé a enamorarme de ti en el momento en que me estrechaste la mano. —Kellan se rió al recordarlo y me dio un golpecito cariñoso en el hombro mientras yo me sonrojaba—. Fue muy potente. Yo sabía que estaba mal, pero era como una adicción. —Se detuvo, hizo que efectuara un giro mientras me sostenía la mano y me atrajo de nuevo hacia él, cogiéndome por la cintura y abrazándome con fuerza—. Eres como una adicción para mí. —Me besó con dulzura.
Me miró sonriendo, con sus ojos llenos de amor.
—A veces pensaba que tú también me querías, y todo era perfecto. —De pronto arrugó el ceño—. Pero la mayor parte de las veces era evidente que lo amabas a él, y una parte de mí deseaba morirse. —Se detuvo, observando mi reacción de asombro ante ese comentario—. Traté con todas mis fuerzas de mantenerme alejado de ti, pero me inventaba excusas para tocarte, para abrazarte —sonrió tímidamente y desvió la mirada—, para casi besarte mientras mirábamos una película porno. Dios, no imaginas el esfuerzo que me costó apartar la cabeza.
Me eché a reír, avergonzada al recordar el incidente.
Cerró los ojos y meneó la cabeza.
—Después de la primera vez, te estreché entre mis brazos durante horas…, sintiendo tu calor, tu aliento sobre mi piel. —Abrió los ojos y observó de nuevo mi expresión de sorpresa—. Mientras dormías, pronunciaste mi nombre una vez. Eso me hizo sentir…, fue casi tan gratificante como el sexo. —Sonrió de forma maliciosa y yo me reí, sintiendo que me sonrojaba.
Suspiró y desvió la mirada.
—Ojalá hubiera sido lo bastante fuerte para quedarme…, pero no lo fui. Me acobardé. No podía decirte lo que acababa de descubrir. —Me miró de nuevo con tristeza—. Que te amaba locamente.
Pasé los dedos a través del pelo de su cogote, deseando ser capaz de decir algo profundo.
—Kellan…, yo…
Él prosiguió, sin dejarme concluir la reflexión que de todos modos no había formulado.
—Cuando volviste con él decidí marcharme. Después de haber estado contigo…, era muy duro verte con él. Ver que lo amabas como yo quería que me amaras a mí. Me enfurecí. Lo lamento profundamente.
Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas al recordar ese episodio, y lo abracé con fuerza. No me había dado cuenta. Creía que yo era otra conquista para él. Lo había lastimado… profundamente.
—Soy yo quien debe pedirte perdón, Kellan… —Mi voz se quebró.
Él suspiró y bajo la vista, sonriendo.
—Luego, cuando por fin hice acopio del valor suficiente para marcharme…, me pediste que me quedara, y empecé a albergar alguna esperanza. Empecé a pensar que quizás… al menos me querías. —Me miró esbozando una media sonrisa durante un segundo—. Parecía que deseabas realmente que me quedara.
Me sonrojé de vergüenza al recordar lo desesperadamente que había deseado que se quedara. Sonrió al comprobar mi reacción y luego se puso serio.
—Probablemente no me oíste, pero esa noche te dije que te amaba. Se me escapó sin que pudiera evitarlo.
—Kellan, yo…
Pero él me interrumpió.
—Luego rompiste a llorar por Denny, y sentí de nuevo ganas de morirme. —Noté que rodaban más lágrimas por mis mejillas por haberlo lastimado de nuevo. Él observó mis lágrimas con gesto pensativo—. Esa noche fue… muy intensa para mí. Después deseé estrecharte entre mis brazos, pero tú estabas tan disgustada…, parecías sentirte mal. —Tragó saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta—. Yo había hecho que te sintieras mal. Te parecía horrible lo que habíamos hecho, que para mí había representado mucho. —Me miró por el rabillo del ojo, y volvió un poco la cabeza—. A partir de ese momento te odié.
Las lágrimas seguían deslizándose por mis mejillas, y me sorbí la nariz. Él suspiró y desvió la mirada.
—Esa noche estuve a punto de marcharme… Deseaba hacerlo… —Se volvió de nuevo hacia mí y apoyó las manos en mis mejillas. Su expresión se suavizó y fijó los ojos en los míos, mirándome con adoración. Sentí que mis lágrimas se secaban al ver su rostro perfecto contemplando el mío—. No pude dejarte. Recordé la expresión de tu rostro cuando te dije que iba a marcharme. Nadie me había mirado nunca de esa forma. Nadie había llorado nunca por mí. Nadie me había pedido nunca que me quedara…, nadie. Me convencí de que me amabas. —Sacudió la cabeza y sonrió—. Entonces comprendí que me quedaría contigo…, aunque me hiciera daño.
Me atrajo hacia él para besarme profundamente. Yo lo besé también con ardor, deseando compensarlo de alguna forma por el daño que le había hecho. Cuando me quedé casi sin resuello, él se apartó. Me tomó de la mano y seguimos paseando.
Me miró mientras caminábamos a muchos pisos de altura sobre la apacible ciudad que se extendía a nuestros pies.
—Siento haberme mostrado tan… apasionado. No quería lastimarte. Tan sólo… te deseaba. —Sonrió de forma maliciosa, lo cual me hizo dar un traspié. Se rió por lo bajo y continuó—. Cuando me lo pediste, me esforcé en no… Pero debiste de darte cuanta que lo nuestro nunca había sido inocente. —Me miró arqueando las cejas, y yo asentí a regañadientes. Él sonrió—. En todo caso, traté de que lo nuestro fuera menos… pecaminoso.
Me miró con gesto severo.
—Pero me lo pusiste muy difícil.
—¿Yo? —pregunté, perpleja. Era él quien exhalaba una sensualidad irresistible.
Kellan meneó la cabeza con fingida exasperación.
—Sí, tú. Cuando no te vestías de forma provocativa, te arrojabas a mis brazos de forma provocativa o… —dijo mirándome con una sonrisa lasciva— emitías unos sonidos provocativos… —Me sonrojé y él se rió—. Cuando no hacías esas cosas, tenías un aspecto tan adorable que no podía resistirme a ti. —Me miró de nuevo con gesto severo—. A fin de cuentas, soy un hombre.
Sacudí la cabeza enérgicamente, desmintiendo haber hecho ninguna de esas cosas… Bueno, excepto lo de los inoportunos sonidos.
—No seas absurdo, Kellan. —Puse los ojos en blanco y él se rió con un gesto encantador.
—Sigues sin comprender lo atractiva que eres para mí. —Sonrió maliciosamente—. A estas alturas, debería de ser más que evidente —murmuró, y yo le di un codazo en plan de broma. Él se rió, y luego volvió a ponerse serio—. Lamento haberlo llevado demasiado lejos. —Levanté la mirada y observé sus apenados ojos mientras seguíamos paseando—. Debí dejar que pusieras fin a nuestra relación. Tenías razón al querer hacerlo. Todo lo que sucedió más tarde fue culpa mía. Debí dejar que me abandonaras. Pero no pude…
—Kellan, no es…
Él volvió a interrumpirme.
—La noche de la discoteca… fue una locura. Te deseaba tanto, y tú me deseabas también… Se me ocurrió obligarte a entrar en un lavabo y tomarte allí mismo. Quizás hubieras dejado que lo hiciera. —Me miró, y yo asentí sin poder articular palabra; podría haberme tomado en cualquier sitio. Él empezó a sonreír, pero luego arrugó el ceño—. Vi a Denny dirigirse hacia nosotros. No pude hacerlo. Te aparté de un empujón, confiando desesperadamente que le dijeras que me amabas. Que decidirías marcharte conmigo. Pero no lo hiciste, y fue como una puñalada mortal.
Me detuve y él avanzó un paso, pero se volvió lentamente y me miró. Parecía sentirse de nuevo herido. Me acerqué a él y le apoyé una mano en la mejilla. ¿Cuántas veces le había lastimado hasta lo más profundo? Me sentía fatal.
Me miró, absorto en sus recuerdos.
—Ni siquiera podía regresar a casa. Llevé a tu hermana a casa de Griffin. Creo que conmigo se aburrió. Reconozco que no fui una compañía divertida. Me pasé toda la noche en el sofá, deprimido. Al final, se cansó y se dedicó a Griffin. —Kellan se encogió de hombros—. Y ya sabes cómo acabó eso.
Tragué saliva. Esa noche había dado por sentado muchas cosas que no eran ciertas.
—Me sentía…, me siento muy mal por lo que ocurrió en el coche —dijo con tono quedo—. Lo que dije. Lo que hice. No sabía que tú creías que me había acostado con Anna hasta ese momento, y estaba tan furioso contigo por… Denny que dejé que lo creyeras. Incluso me inventé todo tipo de detalles. —Bajó la vista, avergonzado—. Cuando me enfurecí contigo, casi te deseaba más.
Tuve que tragar saliva tres veces antes de poder articular palabra.
—Kellan…, no imaginas lo duro que fue para mí. Lo duro que fue pedirte que te detuvieras, cuando todo mi cuerpo anhelaba que no lo hicieras. —Le acaricié la mejilla y pensé en besarlo. Él tragó saliva de golpe.
—Y tú no imaginas lo duro que fue para mí detenerme. No te mentí sobre lo que había pensado. —Al observar la expresión de su rostro y recordar las groserías que me había dicho, tragué saliva de forma audible—. ¿Tienes ahora una peor opinión de mí?
Meneé la cabeza con obstinación y él suspiró y desvió la vista.
—Lamento haberte gritado, Kiera. —Cuando se volvió hacia mí, observé que tenía los ojos húmedos, y le acaricié de nuevo el pelo. Después de tragar saliva, dije por fin:
—Sé que lo lamentas… Lo recuerdo.
—Sí, lloraba como un niño…, no fue mi mejor momento. —Trató de desviar de nuevo la mirada, pero yo apoyé la mano en su mejilla y lo obligué a mirarme.
—No estoy de acuerdo. Si no te hubieras arrepentido, si yo no lo hubiera visto, probablemente no habría vuelto a dirigirte la palabra.
—No era sólo arrepentimiento. Sí, me sentí fatal por haberte dicho esas cosas…, pero, sobre todo, estaba seguro de que había destruido de manera irreversible la única relación de cariño que había tenido en mi vida. Comprendí que te había perdido. Entonces, comprendí que sólo le pertenecías a Denny. Lo vi en tus ojos, y comprendí que ya no tenía ninguna posibilidad contigo…, ninguna en absoluto. —En ese momento, se le escapó una lágrima, que le enjugué con el pulgar—. No esperaba que me… consolaras. Nadie lo había hecho nunca. No sabes lo que aquello significó para mí.
Volvió a tragar saliva de repente y lo besé de nuevo. Pero él se apartó un poco y me miró fijamente.
—Después de lo ocurrido tenía miedo de estar contigo. Me permití despedirme por última vez de ti en la cocina, pero no quería volver a tocarte. —Escrutó mis ojos como si buscara en ellos mi perdón—. Lamento haberte herido, pero tenía que dejar de pensar en ti, asegurarme de que no volvería a extralimitarme. —Retiró mi mano de su mejilla y se volvió para contemplar de nuevo la ciudad. Las luces se reflejaban en sus ojos, todavía húmedos—. Lamento lo de las mujeres, Kiera. No debí herirte de esa forma. No quería hacerlo… Bueno, en parte quizá sí quería…
Lo interrumpí.
—No tienes que… Ya me has pedido perdón por eso, Kellan.
—Lo sé. —Se volvió de nuevo hacia mí, y observé que estaba a punto de derramar otra lágrima—. Estaba convencido de que lo había estropeado todo. Pero tú no me querías, no como te quería yo…, y no tuve valor para dejarte. Hice lo único que sabía hacer, lo único que he hecho siempre para eliminar el dolor. —Sacudió compungido la cabeza, y la lágrima se deslizó por su mejilla—. Para sentirme… amado —murmuró.
—Las mujeres —dije, observando el dolor que traslucía su rostro.
—Sí. —Tenía una expresión sombría y desolada, como si acabara de confesar haber cometido múltiples asesinatos en lugar de ser un joven sin compromiso que se acostaba con mujeres que se arrojaban a sus brazos.
—Con montones de mujeres. —Añadí una nota de sarcasmo, confiando en animarlo un poco.
—Sí…, lo siento. —Sus labios se curvaron hacia arriba durante una fracción de segundo.
—Está bien. Bueno, no está bien, no deberías utilizar a las personas…, pero creo que lo entiendo.
Me miró bajando un poco la frente, mostrando una adorable expresión de esperanza en su rostro. No pude resistirlo más. Me incliné hacia él y lo besé durante un momento.
—¿Y bien? —me preguntó, retirándose apresuradamente.
—¿Qué? —pregunté, confundida y un poco irritada. No había terminado de besarlo. Nunca terminaría de besarlo.
Él esbozó una media sonrisa encantadora.
—¿Tenía yo razón? ¿No me utilizaste?
—Kellan… —Me sentí culpable, y desvié la mirada.
La sonrisa se borró de su cara y dijo muy serio:
—Da lo mismo si lo hiciste, Kiera. Sólo que… me gustaría saberlo.
Suspiré.
—Siempre he sentido… algo por ti, pero…, sí, la primera vez te utilicé, y lo lamento, hice mal. De haber sabido que me querías, jamás habría…
—Está bien, Kiera.
—No, no está bien —murmuré. Luego añadí—: La segunda vez no te utilicé. Eso no tuvo nada que ver con Denny. Sólo tenía que ver con nosotros. Fue sincero. A partir de entonces, cada caricia fue sincera.
—Es muy reconfortante oírte decir eso —murmuró sin mirarme pero sonriendo con dulzura. De pronto, arrugó el ceño—. Deberías estar con Denny…, no conmigo. Es un buen hombre.
—Tú también eres un buen hombre —dije, escrutando su rostro perfecto, aunque tenía aún el ceño arrugado.
Meneó la cabeza, y yo le acaricié el pelo al tiempo que emitía un suspiro.
—No dejes que nuestra relación te convenza de que eres una mala persona. Tú y yo somos… complicados.
—Complicados… —repitió, apoyando la mano en mi mejilla y acariciándome el pómulo con el pulgar—. Supongo que tienes razón. —Retiró la mano y agregó—: Es culpa mía…
—No sigas, Kellan. Soy tan culpable como tú. He cometido errores…
—Pero… —me interrumpió.
—No, los dos nos hemos metido en este lío, Kellan. Estas cosas siempre son cosa de dos…, lo sabes bien. Yo te deseaba tanto como tú a mí. Te necesitaba tanto como tú a mí. Quería estar junto a ti al igual que tu querías estar junto a mí. Quería tocarte tanto como tú a mí. Te amo… —No pude terminar mi reflexión, y la dejé suspendida en el aire entre nosotros, sin concluir.
Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
—Nunca he sido completamente sincero contigo. Puede que si te hubiera dicho desde el principio que te amaba… Lo siento, Kiera. Te he lastimado en muchas ocasiones. Ojalá pudiera borrar…
Lo detuve besándole con intensidad. Ahora lo comprendía. Seguía doliéndome, pero comprendía cuánto daño le había hecho. Él hacía lo único que sabía hacer para aliviar su dolor. Obrara bien o mal, era lo único que sabía hacer. Apoyó de nuevo una mano en mi mejilla y me besó tan profundamente como yo a él, y ambos olvidamos durante unos instantes la emotiva conversación que habíamos mantenido.
Al cabo de una eternidad, que se me antojó demasiado breve, se apartó y dijo con tono quedo:
—Debemos irnos.
—Espera, me has traído a este lugar tan romántico…, desierto…, ¿sólo para que habláramos? —Lo miré arqueando una ceja con gesto provocador.
Sonrió y meneó la cabeza.
—Vaya…, veo que te he corrompido.
Esbocé una sonrisa satisfecha y me reí.
—Anda, vamos, te llevaré a casa. —Empezó a conducirme hacia los ascensores mientras yo hacía un mohín de disgusto. Al observar mi expresión, dijo—: Es tarde, Kiera…, mejor dicho, temprano, y no debes llegar tarde del baile… —Me miró preocupado—. No es tu carruaje el que se convertirá en una calabaza.
Puse los ojos en blanco ante esa analogía, pero él tenía razón. Era hora de que regresara a casa. Dejé de lado mi decepción y mi sorpresa al comprobar que me sentía decepcionada. Había supuesto… Me ruboricé y no me molesté en terminar la reflexión.
Concluimos nuestro paseo circular junto a los ascensores, y eché un último vistazo a la espectacular panorámica de la ciudad que se extendía a nuestros pies y al espléndido hombre que estaba junto a mí. Sonreí cuando él oprimió el botón del ascensor y esperamos a que la puerta se abriera.
—De acuerdo. Tú te lo pierdes. —Cuando se abrió la puerta, entré y, agarrándolo por la camiseta, tiré de él—. Me han comentado que somos increíbles —dije en plan de guasa. Él sonrió con picardía y me abrazó para besarme apasionado mientras la puerta se cerraba y descendíamos.
Al salir de la Aguja, Kellan me miró con expresión sombría. Lo miré intrigada, sintiendo el leve aleteo de mariposas en el estómago. Cuando llegamos junto a su coche, se detuvo y me observó con la cabeza ladeada.
—Hay otra cosa que quiero decirte.
Las mariposas que sentía en el estómago empezaron a dar saltos mortales.
—¿Qué? —pregunté en un murmullo.
De pronto su expresión mudó; sonrió irónicamente y arqueó una ceja.
—No puedo creer que me robaras el coche… ¿Cómo se te ocurrió?
Me reí al recordar la satisfacción que había sentido al hacerlo. Luego, recordé el motivo por el que se lo había birlado y lo miré con cara de pocos amigos.
—En aquel momento te lo merecías —dije dándole un golpecito en el pecho—. Tienes suerte de que te lo devolviera intacto.
Él arrugó el ceño mientras abría la puerta del copiloto para que me montara.
—Mmm… De ahora en adelante, prefiero que me vuelvas a dar un bofetón y dejes en paz mi juguete.
Lo tomé del mentón cuando metí un pie en el coche.
—De ahora en adelante, no quiero que vuelvas a salir con mujeres.
Él adoptó de nuevo una expresión sombría, hasta que sonrió y me besó con ternura.
—Sí, señora. —Me miró sacudiendo la cabeza cuando me senté. Sonreí para mis adentros cuando cerró la puerta y rodeó el coche para sentarse al volante.
Me apretujé contra su hombro y regresamos a casa en silencio. El confort de nuestro silencio era tan palpable para mí como el calor de su mano en la mía. Fue entonces, mientras lo tocaba sin tapujos, entregándome a él sin reservas, cuando comprendí hasta qué punto lo había echado de menos. La gravedad de mi adicción a él. Sonreí en mi fuero interno al recordar el día en que él me había dicho que yo era su adicción. Me complacía enormemente saber que sentíamos la misma atracción el uno hacia el otro. Aunque seguía sin explicarme qué veía él en mí.
Incluso después de aparcar en la entrada y que Kellan apagara el motor, permanecimos abrazados dentro del coche, con mi cabeza apoyada sobre su hombro y su brazo rodeándome la cintura, estrechándome contra él. Ninguno de los dos queríamos enfrentarnos a la realidad de la vida fuera de ese acogedor vehículo.
Después de besarme en la cabeza, Kellan rompió nuestro cómodo silencio:
—A veces sueño contigo…, sobre lo que habría ocurrido si Denny no hubiera regresado, si fueras mía. Sosteniendo tu mano, entrando en el bar contigo del brazo…, sin tener que ocultarnos. Proclamando al mundo que te quiero.
Sonreí y me lo quedé mirando.
—En cierta ocasión me dijiste que habías soñado conmigo. Pero no me contaste el sueño. —Lo besé en la mejilla y sonreí con cariño—. Yo también sueño a veces contigo. —Me sonrojé enseguida, recordando algunos de los sueños más eróticos que tenía con él.
—¿De veras? Somos bastante patéticos, ¿no crees? —Emitió una carcajada y luego, al ver que me había ruborizado, esbozó una media sonrisa adorable—. ¿Y de qué tratan tus sueños?
Me reí como una idiota.
—Principalmente de acostarme contigo.
Se rió durante más de un minuto, mientras me sonrojaba de nuevo y me reía también.
—Dios…, ¿eso es lo único que significo para ti? —preguntó Kellan en broma, tomándome la mano y entrelazando nuestros dedos.
Dejé de reírme y lo miré.
—No…, significas mucho más —respondí con gesto serio.
Él asintió, dejando también de reírse.
—Me alegro, porque tú lo significas todo para mí.
Embargada por los sentimientos que experimentaba hacia él, me acurruqué más junto a Kellan y le apreté la mano. No quería bajarme del coche. No quería que él se bajara del coche. Pero sabía que no podíamos quedarnos allí para siempre.
Kellan me arrancó de mis pensamientos con una pregunta que yo no deseaba que me hiciera.
—¿Qué le has dicho a Denny?
Me estremecí, sabiendo que mi mentira no resultaría tan convincente como la respuesta que se le habría ocurrido a él. Y el hecho de que él fuera un embustero más hábil que yo no me hacía gracia.
—Que te acostaste con mi hermana y le destrozaste el corazón. Lo cual resulta bastante creíble. Todo el mundo os vio juntos en el bar. Denny pareció creérselo.
Kellan me miró con el ceño arrugado.
—Eso no funcionará, Kiera —dijo lentamente.
Noté que los latidos de mi corazón se aceleraban.
—Seguro que sí. Hablaré con Anna, para que me respalde. No es la primera vez que he tenido que mentir por ella. Como es natural, no le contaré el motivo…, y Denny probablemente no le preguntará nunca sobre el tema.
Kellan meneó la cabeza, preocupado todavía.
—No pensaba en tu hermana. No es por eso por lo que no funcionará.
Lo miré, confundida, hasta que de pronto lo comprendí.
—Dios mío…, Griffin.
Su gesto de preocupación se intensificó al tiempo que asentía con la cabeza.
—Sí, Griffin. Es un bocazas. —Su rostro se relajó y me miró divertido—. No sé cómo no te enteraste por él. Lo tienes bien calado. —Pero su regocijo no duró mucho, y frunció de nuevo el ceño—. Cuando Denny averigüe que no es cierto…
—¿Qué podía decirle, Kellan? Tuve que decirle una mentira. —Bajé la vista y me miré las manos—. Es posible que vosotros dos…
—No. —Alcé la mirada y comprobé que me sonreía con gesto cálido—. Es imposible. —Mostraba de nuevo una expresión preocupada—. Griffin es muy… especial sobre lo que cuenta a los demás. No se trata sólo de que se acostara con ella, sino que se acostó con ella y yo no lo hice. Es decir, que me la robó o algo así. Tiene la extraña manía de competir conmigo…
Le interrumpí.
—Ya me he dado cuenta. —Suspiré y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento—. Dios, no había pensado en ello.
Kellan suspiró.
—No puedo garantizarte nada, pero puedo tratar de hablar con Griffin. Quizá consiga que cambie la historia. Probablemente tendré que amenazarlo con echarlo de la banda. Bien pensado, quizá lo haga.
—¡No! —exclamé, alzando un poco la voz. Me tapé la boca con una mano, mirando la puerta temerosa.
Kellan me miró extrañado.
—¿Quieres que lo mantenga en la banda?
Lo miré con expresión irónica, esbozando una leve sonrisa, hasta que recordé por qué había protestado.
—No quiero que lo sepa… ¡nunca! No mantendrá la boca cerrada sobre esto. Se lo contará a todo el mundo, con todo lujo de detalles. ¡Se lo contará a Denny! Por favor, no se te ocurra…
—De acuerdo. —Él apoyó las manos en mis hombros a medida que me invadía el pánico—. Tranquilízate. No le diré nada, Kiera. —Emití un suspiro de alivio y él suspiró también—. De todos modos, no importa. Se lo ha contado a mucha gente. —Me miró con tristeza mientras me recogía un mechón de pelo detrás de la oreja—. Lo siento, pero Denny averiguará que le mentiste…, y entonces empezará a preguntarse por qué.
Lo miré, tragando saliva.
—¿Y luego qué? Cuando se entere de que le he mentido, ¿cuánto tiempo crees que tardará en averiguar lo nuestro? —pregunté en voz baja.
—¿Cuánto tardará Denny en adivinar que nos hemos acostado juntos? —Kellan me tomó la mano y entrelazó nuestros dedos—. Bueno, si te quedas aquí conmigo toda la noche, por la mañana ya lo habrá adivinado. —Se rió y apoyó la mejilla sobre mi cabeza. Suspirando, añadió—: No lo sé, Kiera. Quizás unas horas. Unos días a lo sumo.
Me aparté y lo miré, alarmada.
—¿Unas horas? Pero… no tiene ninguna prueba. Es posible que piense…
—Kiera… —Kellan me soltó la mano y me acarició la mejilla—. Tiene la prueba que necesita aquí mismo. —Me recogió de nuevo un mechón detrás de la oreja.
—¿Qué podemos hacer, Kellan? —murmuré, temiendo de pronto que Denny pudiera oírnos dentro del coche.
Él me miró pensativo unos instantes.
—Puedo poner el coche en marcha y mañana, antes de que amanezca, estaremos en Oregón.
¿Fugarnos? ¿Quiere fugarse conmigo? Sentí una opresión en la boca del estómago. Imaginé que me fugaba con él de noche para no regresar jamás. Renunciando a las clases en la universidad, al trabajo, a los amigos, a todo…, todo salvo abandonar a Denny. Sentí un dolor lacerante y temí ponerme a vomitar en el coche. La idea de no volver a ver esos ojos castaños, cálidos y chispeantes mirándome…
—Eh. —Kellan me acarició el pelo—. Respira, Kiera, no pasa nada… Respira. —Apoyó la mano en mi mejilla mientras yo me esforzaba en hacer lo que me decía—. Mírame. Respira.
Fijé la vista en sus ojos azules e intensos y me concentré en respirar con normalidad. No me había dado cuenta de que respiraba aceleradamente. Meneé la cabeza al tiempo que las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas.
—Así, no. Él es muy importante para mí. Necesito tiempo. No puedo hablar de eso todavía. —Él asintió con la cabeza y observé que tenía los ojos húmedos—. Lo lamento, Kellan.
—No lo lamentes… —murmuró—. No lamentes amar a alguien. —Me atrajo hacia él para que apoyara la cabeza en su hombro y me besó en la coronilla—. No te preocupes, Kiera. Ya se me ocurrirá algo. Encontraré la solución, te lo prometo.