La noche siguiente fue muy ajetreada pese a ser un día entre semana, y Griffin parecía sentirse de nuevo aburrido. Se había encaramado sobre su mesa habitual y cantaba a voz en grito al son de la gramola, concretamente la canción Baby Got Back de Sir Mix-A-Lot. Hacía gestos obscenos y movía las caderas de una forma que estaba segura de que me provocaría pesadillas. Las mujeres que estaban apiñadas alrededor de la mesa se reían y le pasaban billetes de un dólar. Él los aceptaba encantado y se los metía en sitios en los que yo no quería siquiera imaginarme.
Evan, Matt y Kellan se habían alejado un poco de la mesa y se reían como histéricos del idiota de su amigo. Kellan dirigió la vista hacia donde me hallaba, en medio del pasillo, observando el grosero espectáculo, y me guiñó el ojo sin dejar de reírse. Yo solté una carcajada y le sonreí.
—¡Bájate de la maldita mesa, Griffin! —Pete salió de la cocina, donde tenía instalado su despacho en un viejo trastero, y miró indignado al bajista.
De inmediato, Griffin saltó de la mesa y su rendido harén se apresuró a rodearlo.
—Lo lamento, Pete —dijo sonriendo, aunque no parecía lamentarlo en absoluto. Pete entró de nuevo en la cocina, sacudiendo la cabeza y mascullando.
Me reí de buena gana, hasta que sentí algo detrás de mí. Una mano se introdujo debajo de mi amplia falda y me agarró la parte superior del muslo. Chillé y me alejé unos pasos. Un hombre de mediana edad con pinta de viejo verde me miró con sus ojillos castaños y sonrió, mostrando una dentadura amarillenta. Me guiñó un ojo con expresión libidinosa, mientras su amigo, que tenía un aspecto tan repugnante como él, se reía. Me apresuré a refugiarme junto a la barra.
No conocía a esos hombres. No eran clientes asiduos, y no eran agradables. Estaban sentados en mi sección, de forma que tenía que pasar junto a ellos cada vez que me dirigía a la barra, y, cada vez, el viejo verde trataba de tocarme las piernas, por más que yo tratara de alejarme de su mesa. Por más que intenté postergarlo, llegó el inevitable momento de llevarles la cuenta. El tipo más corpulento, el que me había tocado el muslo, se levantó y me agarró sin contemplaciones del culo, estrechándome contra él mientras con la otra mano me tocaba una teta.
Furiosa, le aparté la mano de mi pecho de un manotazo y le propiné un empujón, lo cual hizo que se echara a reír a carcajadas. Exhalaba un hedor que sólo puedo describir como «eau de mala vida». Era una repugnante mezcla de tabaco rancio, efluvios de whisky de tres días y juraría que estiércol. Y esa mezcla no incluía su aliento, que era tan pestilente que, en comparación, el resto de su persona olía a rosas. Miré a mi alrededor en busca de Sam, pero de pronto recordé que ese día libraba y Pete no había tenido en cuenta que el local solía llenarse tanto que convenía contratar a otro gorila a tiempo completo. En ese momento, yo no podía estar más en desacuerdo con él.
No sabía qué hacer, y no me creía capaz de defenderme sola de ese tipo. De repente, me lo quitaron de encima.
Evan estaba detrás de él, sujetándole los brazos, que tenía inmovilizados junto a sus costados. Kellan se plantó de inmediato frente al tipo. Parecía furioso.
—No ha sido buena idea —dijo con voz grave y fría.
Matt se acercó al tipo más menudo, que se había levantado para defender a su amigo. Griffin se acercó a mí por detrás y me rodeó los hombros con un brazo.
—Sí, esta chica es nuestra —dijo sonriendo de oreja a oreja.
El tipo corpulento se sacudió de encima a Evan y propinó un violento empujón a Kellan, obligándolo a retroceder.
—Lárgate, niño bonito.
Kellan le agarró de la camisa con ambas manos y acercó su rostro al del tipo.
—Anda…, inténtalo.
El hombre miró a Kellan, que parecía dispuesto a machacarlo a puñetazos. Kellan sostuvo su mirada, sin dejarse intimidar. Todo el bar había enmudecido, observando el desafío entre ambos. Por fin, Kellan lo soltó; sus manos temblaban debido al esfuerzo de controlarse.
—Sugiero que te largues ahora mismo. Y no se te ocurra volver a poner los pies aquí —le espetó con tono gélido.
El tipo más menudo apoyó una mano en el hombro de su amigo.
—Vamos, tío. Esa mujer no lo vale.
Sorbiéndose la nariz y mirando a Kellan de arriba abajo, el tipo me guiñó el ojo de nuevo y se volvió para marcharse. Kellan se relajó y me miró con gesto preocupado. El hombre casi se había vuelto de espaldas a Kellan, cuando, de pronto, se llevó la mano al bolsillo. Sólo alcancé a ver un destello metálico y oír un chasquido, antes de que el tipo se volviera rápidamente y se abalanzara sobre Kellan.
Grité el nombre de Kellan. Éste se volvió para mirar al tipo y se apartó de un salto. La navaja que empuñaba el hombre le rozó el cuerpo. Griffin me apartó bruscamente de ambos contendientes en el momento en que avancé para ayudar a Kellan. Matt empujó al tipo menudo para impedir que interviniera en la reyerta. Evan trató de arrebatar la navaja al tipo corpulento, pero Kellan se le adelantó y asestó a éste un puñetazo en la mandíbula, haciendo que cayera al suelo con un gruñido. La navaja se deslizó por el suelo y se detuvo debajo de una mesa cercana.
Kellan hizo ademán de obligar al tipo a levantarse, pero éste comprendió que estaba derrotado. Se alejó arrastrándose por el suelo y, poniéndose de pie, salió huyendo del bar, seguido por su amigo. Todos los presentes guardaron silencio durante un minuto, tras lo cual volvió a oírse el murmullo de voces y cada cual siguió con lo que estaba haciendo.
Respirando hondo y flexionando la mano, Kellan me miró.
—¿Estás bien? —preguntó arrugando el ceño.
Yo suspiré, tranquilizándome por primera vez desde la confrontación.
—Sí, gracias, Kellan… Y a vosotros también, chicos. —Sonreí y miré a Kellan, a Evan y a Matt. Por último, miré a Griffin, que estaba a mi lado—. Ya puedes quitarme la mano de encima, Griffin.
Kellan, que estaba pálido, se rió por lo bajinis, mientras Griffin me quitaba la mano de encima y la sostenía en el aire.
—Lo siento —dijo, señalándola—. Tiene vida propia. —Me guiñó el ojo, y él y Matt, que no dejaba de reírse, continuaron con lo que estaban haciendo antes de estallar la pequeña reyerta.
Evan y Kellan permanecieron junto a mí. Evan examinó a Kellan con gesto serio.
—¿Estás bien, Kell? ¿Te ha lastimado ese tipo?
Alarmada, lo observé más detenidamente. ¿Estaba herido?
Kellan torció el gesto y, por fin, volviéndose hacia mí, metió la mano debajo de su camiseta. Cuando la sacó tenía los dedos manchados de sangre.
—¡Dios mío…! —Tomé su mano y le levanté la camiseta. Un corte de más de siete centímetros de longitud sobre sus costillas mostraba lo reñida que había sido la pelea. No era muy profundo, pero sangraba profusamente—. Tienes que ir al hospital, Kellan.
Él se miró la herida y sonrió con desdén.
—Apenas me ha rozado. Estoy bien. —Yo seguía sosteniendo su camiseta arremangada y me miró con una media sonrisa y arqueando una ceja.
Solté su camiseta y le tomé de nuevo de la mano.
—Anda, vamos.
Evan le dio una palmada en la espalda mientras yo lo conduje por el pasillo situado al fondo del local. Kellan sonrió con gesto satisfecho, mientras algunas personas de vez en cuando lo iban parando, deseosas de comentar el incidente. ¡Hombres!, pensé mientras lo conducía a través de los tipos que lo observaban con curiosidad y las mujeres que lo miraban prácticamente babeando. Lo llevé al cuarto del personal, tomé una toalla limpia y una tirita extragrande del botiquín que guardábamos en una de las taquillas que no utilizábamos nunca. Confié en que mis primeros auxilios bastaran, que el corte no fuera tan profundo que necesitara que le dieran unos puntos. A continuación, lo llevé de nuevo por el pasillo del fondo hacia el lavabo de mujeres.
—Quédate aquí —dije clavándole un dedo en el pecho mientras él sonreía de forma adorable y hacía la señal de la cruz sobre su corazón. Abrí la puerta y eché un rápido vistazo a los cubículos. Como no vi a nadie, salí al pasillo, donde Kellan me esperaba impaciente, apoyado contra la pared. Observé que la mancha de sangre en la camiseta se había pegado a su húmeda piel. Alarmada, tragué saliva.
—No es necesario —protestó él cuando lo tomé de la mano y le hice entrar en el lavabo—. Estoy bien —insistió.
Lo miré irritada ante su terquedad.
—Quítate la camiseta.
Él sonrió con malicia.
—Sí, señora.
Puse cara de resignación y traté de no fijarme en su fabuloso cuerpo cuando alzó los brazos para quitarse la camiseta. La sostuvo con una mano y aguardó paciente junto al lavabo, sonriendo ligeramente. El corte no sangraba tanto, pero aún se deslizaba un hilo de sangre por su costado. Sentí mariposas en el estómago al pensar en lo que pudo haber ocurrido si no se hubiera apartado deprisa.
Abrí el grifo de agua fría y empapé la toalla. Él inspiró un poco de aire entre dientes cuando empecé a limpiarle la herida, y yo sonreí.
—Eres una sádica —murmuró, y lo miré ofendida. Él respondió con una deliciosa carcajada.
—¿Cómo se te ocurrió enfrentarte a un tío armado con una navaja? —pregunté, tratando de limpiarle la herida con la máxima delicadeza. Pero era más profunda de lo que había supuesto y al tocarla empezó a sangrar más.
—Bueno —respondió inspirando de nuevo entre dientes—, es obvio que no sabía que iba armado con una navaja. —Terminé de limpiar la herida que tenía en el costado y oprimí la toalla con firmeza sobre el corte, haciendo que él emitiera un gruñido de protesta—. No podía permitir que siguiera manoseándote —dijo meloso.
Alcé la vista y la fijé en sus increíbles ojos azules y luminosos. Sostuve la toalla sobre su herida durante unos momentos mientras le miraba. Al cabo de unos instantes, la retiré y vi que la herida había dejado de sangrar. Abrí el envoltorio de la venda adhesiva y arrugué el ceño, temiendo que la herida volviera a sangrar cuando Kellan se moviera. Él sonrió y dijo:
—No podía permitir que ese tipo te tocara de esa forma cuando yo no puedo hacerlo. Contraviene tus reglas. —Se rió y yo le coloqué la venda sin muchos miramientos, haciendo que se quejara de nuevo y torciera el gesto. De inmediato, temí haber hecho que la herida volviera a sangrar.
Pasé los dedos sobre la venda, suavemente, alisándola sobre su musculoso costado.
—Fue una estupidez; pudo haberte herido gravemente, Kellan. —Tragué saliva para aliviar el nudo que sentí en la garganta al pensar en esa posibilidad.
Me tomó la mano y la sostuvo sobre su pecho.
—Es mejor que me hiriera a mí que a ti, Kiera —musitó. Nos miramos a los ojos durante un momento, y luego añadió—: Gracias… por cuidar de mí. —Me acarició los dedos con el pulgar. Contuve el aliento al observar la expresión que traslucían sus ojos, al sentir su piel debajo de las yemas de mis dedos.
Me sonrojé y desvié la mirada.
—Ya puedes volver a ponerte la camiseta.
Sonrió y volvió a enfundársela. Me estremecí al ver la mancha de sangre en el costado, el desgarrón en el tejido; había estado a punto de sufrir un percance mortal. Las lágrimas afloraron a mis ojos y, al percatarse, Kellan me abrazó. Inspiró algo de aire entre los dientes y yo me aparté un poco al darme cuenta de que le hacía daño.
—Lo siento —murmuré—. En serio, deberías ir a que te viera un médico.
Asintió y me abrazó más fuerte. Suspiré y me relajé entre sus brazos. Seguíamos abrazados cuando Jenny abrió la puerta.
—Uy, perdón… Sólo venía a ver cómo estaba tu paciente.
Me aparté de él.
—Estábamos…, Kellan está bien —farfullé.
Él se rió por lo bajinis, pasó frente a Jenny y salió al pasillo. Se detuvo junto a la puerta y se volvió hacia mí.
—Gracias de nuevo, Kiera. —El corazón me dio un vuelco. Se despidió educadamente de Jenny con un gesto de la cabeza—. Creo que debo ir a rescatar la navaja de manos de Griffin.
Ella lo miró perpleja.
—¿La tiene Griffin? —Él la miró con gesto inquisitivo. Ella puso los ojos en blanco y suspiró—. Griffin…, sí, ve a rescatarla. —Kellan me miró una vez más y echó a andar por el pasillo riendo bajito.
Jenny se volvió hacia mí y me miró a través de la puerta abierta.
—¿Vienes?
Suspiré, tratando de calmar los temblores de mis manos y los acelerados latidos de mi corazón.
—Sí…, dentro de un minuto.
No salí hasta al cabo de diez.
A la mañana siguiente, cuando me encontré con Kellan en la cocina, le di un golpecito afectuoso en el estómago. Él emitió un gruñido de protesta y se dobló hacia delante. Entonces, recordé que estaba herido.
—Ay…, lo siento… —dije, mirándolo horrorizada.
Se rió y me abrazó.
—Te estoy tomando el pelo. No me duele tanto.
Le rodeé el cuello con los brazos y lo miré con gesto de reproche.
—Eso no está bien.
Sonrió.
—Cierto…, pero he conseguido que me rodees el cuello con los brazos —dijo con un guiño.
Puse cara de resignación y sonreí.
—Eres imposible.
—Es verdad, pero te gusto. —Me abrazó con fuerza.
Suspiré con gesto melodramático.
—No tengo pajolera idea de por qué.
Sonrió y ladeó la cabeza, haciendo que contuviera el aliento por un momento.
—De modo que te gusto. Tenía curiosidad por…
Le di un suave golpecito en el pecho y me aparté de él.
—Enséñame la herida —dije, indicándole que se levantara la camiseta.
Sonrió con aire satisfecho y obedeció.
—¿Acaso tratas de hacer que vuelva a desnudarme?
No pude evitar reírme y examiné la venda. Había una mancha roja donde la sangre la había traspasado, indicando que la herida había vuelto a sangrar. La miré enojada.
—Se suponía que anoche ibas a que te viera un médico. —Incluso lo había obligado a marcharse del bar poco después del incidente, pero, por lo visto, él no había juzgado necesario ir a que lo atendiera un profesional.
Kellan se encogió de hombros.
—En cualquier caso, tengo que cambiarte la venda. ¿Tienes vendas en casa?
Él asintió con la cabeza y fue en busca de una mientras yo me preparaba un café. Cuando me disponía a beber un trago, Kellan apareció con una venda.
Se apoyó contra la encimera y me la dio.
—¿Quieres hacer los honores, ya que pareces disfrutar haciéndome daño?
Yo sonreí y él meneó la cabeza, sonriendo también. Se levantó la camiseta al tiempo que hacía un gesto con la cabeza indicando «adelante». Retiré con cuidado una esquina de la venda y me cercioré de que no se le había pegado a la herida. Al comprobar que todo estaba en orden, lo miré a los ojos y le arranqué la venda de golpe.
—¡Mierda! —exclamó Kellan en voz alta, apartándose de mí. Me reí y lo hice callar, señalando hacia arriba, donde Denny seguía durmiendo. Torciendo el gesto, él alzó la vista hacia el piso de arriba y luego me miró—. Lo siento, pero caray, mujer…
Sin dejar de reírme, le devolví la sonrisa y meneé la cabeza.
—Te comportas como un crío…
Examiné la herida. No era una enfermera, pero la herida tenía buen aspecto y no estaba hinchada. La limpié bien y sonreí satisfecha al comprobar que no sangraba; supuse que debió de cerrarse anoche. Perfecto, probablemente no necesitaría que le dieran unos puntos.
—¡Caray, tío! —Me volví rápidamente hacia la puerta y vi a Denny, bostezando y observando el costado de Kellan—. ¿Qué te ha pasado?
Kellan se bajó la camiseta con suavidad y se apoyó contra la encimera. Mostraba un aspecto despreocupado y perfecto, en absoluto turbado por el hecho de que Denny hubiera estado a punto de sorprenderme acariciándole el pecho. Me aparté de él, tratando de imitar su aire despreocupado.
—Una admiradora que se volvió loca y se empeñó en llevarse un pedazo de mí, literalmente. —Kellan sonrió—. Por suerte, Kiera es una excelente enfermera —apostilló señalándome con la cabeza.
Denny sonrió también.
—Sí, aunque no la más delicada. —Su sonrisa se hizo más amplia cuando lo miré ofendida y Kellan se echó a reír. Denny entró en la cocina y lo miró preocupado—. ¿Es eso lo que ocurrió realmente?
Kellan negó con la cabeza. Lo observé, asombrada de que fuera capaz de bromear y mostrar semejante sangre fría con Denny, cuando nosotros no nos comportábamos precisamente con… frialdad.
—No, estoy bromeando. Un cretino borracho me atacó anoche con una navaja.
—Caray. —Denny se acercó a mí y me enlazó por la cintura, haciendo, para mi sorpresa, que me sonrojara—. ¿Te metiste con su chica o algo por el estilo?
Miré a Denny. Sonreía, por lo que comprendí que estaba bromeando, pero Kellan lo miró de forma extraña antes de volver a esbozar su sonrisa despreocupada.
—Es posible. A veces, es difícil adivinar quién pertenece a quién. —Al decir eso, me miró a los ojos, pero Denny no reparó en ello, pues estaba demasiado ocupado besándome en el cuello.
Denny se rió por lo bajo, miró de nuevo a Kellan y le dio una palmadita en el hombro.
—Bien, espero que le dieras una buena paliza. —Kellan asintió con la cabeza al tiempo que sonreía—. Bravo por ti. Me alegro de que estés bien, colega. —Denny me dio un beso rápido en la mejilla y añadió—: Tengo tiempo. ¿Tienes hambre?
—Sí. —Denny se volvió para que lo besara y le di un besito en la mejilla mientras miraba con disimulo a Kellan, que tenía la vista fija en el suelo.
Denny se acercó al frigorífico y miró en su interior, en busca de algo que estaba al fondo. Kellan se acercó a mí por detrás, me tomó la mano y tiró de ella hacia atrás. Yo me volví para mirarlo, pero su rostro mostraba una expresión indescifrable; observaba a Denny fijamente. Me acarició los dedos durante unos segundos y luego me apretó la mano, dejándola caer en el preciso momento en que Denny reapareció detrás de la puerta del frigorífico.
—Aaah, estupendo…, ¿tortitas con fresas? —preguntó con tono encantador, mostrándome la caja de fresas que había hallado en el frigorífico.
Asentí con la cabeza y bajé la vista mientras Kellan salía discretamente de la cocina. El sentimiento de culpa se apoderó de mí, aunque no sabía si era por Denny o por Kellan.
Esa noche, cuando llegué al bar, Jenny y Kate se apresuraron a acercarse a mí. Querían que les contara detalles de la reyerta que se había producido ayer, pues ambas habían estado demasiado lejos de la escena para ver con claridad lo que ocurrió. Me preguntaron por Kellan y me ruboricé un poco al decirles que estaba perfectamente, incluso que se sentía un tanto orgulloso de su herida de guerra. Ambas coincidieron conmigo en que pudo haber sido mucho peor, y que Kellan se había salvado por los pelos. Sentí un pellizco en el corazón al pensarlo y dirigí la vista hacia su mesa habitual, donde se había sentado a comer y esperar a que apareciese el resto de su banda. Unas chicas sentadas en una mesa cercana parecían deseosas de acercarse a él, pero Kellan no les hizo caso, pues estaba hablando con Sam. Sí, se había salvado por los pelos.
Las tres regresamos junto a nuestros respectivos clientes y sonreí cuando miré de nuevo a Kellan. Él se fijó en mí y me sonrió también. El corazón me dio un vuelco y desvié la mirada. Al cabo de un rato, entró más gente en el local y Kellan dejó de ser el único D-Bag sentado a su mesa. Pete me detuvo cuando yo salía de la cocina y me pidió que comunicara a Kellan que tenían que actuar dentro de unos minutos. Asentí sonriendo y me dirigí hacia la mesa ocupada por los miembros de la banda.
Cuando me acerqué, Kellan sonrió. Estaba sentado en su silla habitual, un poco alejado de la mesa, y su regazo resultaba de lo más tentador. Por un momento, deseé ser como sus admiradoras más descaradas y sentarme en sus rodillas para hacerle unos arrumacos. Imaginé sus brazos rodeándome. Imaginé su olor envolviéndome. Imaginé la tibieza de su piel al besarle en el cuello…
—¿Kiera? —Ladeó la cabeza y me miró con curiosidad, y comprendí que mis indecorosos pensamientos me habían inducido a observarlo fijamente sin decir palabra.
Me sonrojé y aparté la vista.
—Tenéis que actuar dentro de unos minutos —informé a los ocupantes de la mesa.
Oí el rechinar de las sillas contra el suelo cuando los chicos se levantaron. Matt y Evan me dieron las gracias y saltaron sobre el escenario ante los estruendosos aplausos y aclamaciones del público. Griffin se subió al escenario en medio de un silencio. A veces, se le escapaban las sutilezas más elementales. Me volví para observar a Kellan apurar su cerveza y levantarse lentamente. Se detuvo junto a la mesa un segundo, sonriéndome como si esperara algo. Yo arrugué el ceño y lo miré perpleja.
—Bueno…, ¿no vas a desearme suerte? —preguntó, acercándose a mí. Se apoyó contra la mesa mientras esperaba mi respuesta.
Procuré relajar mis músculos faciales y sonreí.
—No necesitas que te desee suerte para estar genial.
Sonrió de oreja a oreja y me sentí un poco mareada.
—Es verdad, pero me gusta.
Me eché a reír y le di un breve achuchón.
—Suerte.
Él hizo un mohín delicioso.
—Generalmente, obtengo algo más que un casto achuchón cuando las chicas me desean suerte —dijo arqueando una ceja de forma provocadora.
Volví a reírme y le di un golpecito en el hombro.
—Yo no soy como las otras chicas.
Sonrió de forma adorable y sacudió la cabeza.
—Cierto, no lo eres. —Acto seguido, se volvió y saltó sobre el escenario, y yo volví a sentirme tan mareada que tuve que apoyarme un instante contra la mesa.
Como de costumbre, la banda estuvo genial. El público se duplicó mientras los chicos seguían tocando, y apenas tuve tiempo para gozar viendo tocar a Kellan. Pero, entre uno y otro pedido, conseguí observarlo un momento. Me estremecí de gozo cuando comprobé que él me miraba a mí. Aunque también me preocupó un poco, pero me apresuré a desterrar mi inquietud al fondo de mi mente. Tenía que reconocer que me complacía la atención que me dedicaba.
Coreé en voz baja la letra de las canciones que conocía mientras atendía a los numerosos y sedientos clientes que abarrotaban el bar. Poco antes de concluir su actuación, la banda tocó una canción que me llamó poderosamente la atención. Era muy intensa y no recordaba haberla oído antes, pero, al comprobar que los asistentes la coreaban, deduje que no era una novedad. Miré a Jenny y vi que también la cantaba. La letra era intensamente seria, al igual que el semblante de Kellan, quien mostraba una expresión casi ausente.
«He visto lo que le has hecho a ella… Conozco tu secreto. Quizá consigas destruirla, pero no durará, tú no durarás. Ella resistirá, esperará a que el dolor pase. No tardarán en aparecer los ángeles guardianes».
Mientras tocaba, Kellan estaba más concentrado en su guitarra que en el público, e intuí que la canción no tenía nada que ver con una mujer.
«Se lo arrebataste todo, la dejaste sin nada. Se suponía que la amabas. ¿Qué diantres te ocurre? Ella hallará el valor para liberarse. No tardará en ocurrir…, para ella…, para mí…»
De pronto, sentí la inexplicable necesidad de abrazarlo, de consolarlo. Lo observé por el rabillo del ojo mientras atendía a mis clientes. Al cabo de unos minutos, la canción concluyó, y Kellan pasó a otra más alegre y rítmica. Todo rastro de la emoción que había mostrado durante la canción anterior se había esfumado de su rostro, pero yo no podía olvidar la furia que había detectado en él.
—Lo siento, cielo. —Denny estaba sentado en el borde de la cama, mirándome con gesto compungido. Se quitó los zapatos y se frotó los pies.
—No te preocupes, Denny. A fin de cuentas, es un fin de semana. Ya me las arreglaré.
—En realidad, sólo pasaremos una noche separados. Regresaré a la noche siguiente, probablemente antes de que regreses a casa del trabajo. —Suspiró y apoyó los pies en la alfombra—. Pero lo siento. —Puso cara de resignación—. Es ridículo, el único motivo por el que Max me obliga a ir a trabajar es porque va a volar a Las Vegas para asistir a una fiesta de solteros. —Denny sacudió la cabeza, irritado—. Si su tío lo supiera, le echaría una buena bronca.
Me encogí de hombros.
—¿Por qué no se lo dices?
Me miró con una sonrisa irónica y meneó la cabeza.
—No quiero agravar mi situación en el trabajo. —Me estremecí al recordar el motivo por el que había aceptado ese empleo, y, al percatarse, él se apresuró a decir—: Lo siento.
Sacudí la cabeza para apartar el recuerdo.
—¿De modo que te marchas el viernes por la mañana y vuelves el sábado por la noche?
Denny se acercó y se sentó en la cama junto a mí.
—Sí. Te echaré de menos. —Sonrió y se inclinó para besarme en el cuello.
Mi mente empezó a divagar mientras sus labios se deslizaban sobre mi piel. Dispondría de toda una tarde a solas con Kellan. Quizá pudiéramos ir a algún sitio…, ir en coche a algún lugar donde nadie nos conociera, donde pudiéramos flirtear abiertamente en público. Kellan había pasado casi todo último fin de semana con Denny y conmigo. Habíamos ido los tres a dar una vuelta por el centro; Kellan nos había enseñado todos sus lugares favoritos. Cuando Denny estaba distraído, Kellan me apretaba la mano o me daba un rápido achuchón. Nos mirábamos discretamente y sonreíamos… durante todo el rato.
Los labios de Denny descendieron más allá de mi cuello, distrayéndome de mis gratos recuerdos, y lo aparté un poco.
—¿Tienes hambre? Esta vez prepararé yo la cena. —Tuve la impresión de que Denny no tenía hambre de comida, pero yo no estaba de humor.
Él arrugó ligeramente el ceño, pero se enderezó y respondió:
—Vale…, muy bien.
—De acuerdo —dije con tono jovial mientras me levantaba y lo besaba en la frente.
Cuando salí de nuestra habitación, miré la puerta de Kellan, pero él no estaba allí. Esa noche, su banda tocaba en un pequeño club en Pioneer Square. Yo me había devanado los sesos, tratando de hallar una excusa para ir allí sin que Denny sospechara. Era mi noche libre, y rara vez veía actuar a Kellan salvo en el local de Pete. Recordé una ocasión en que lo había visto actuar en Razors. Era un local más reducido e íntimo que el bar de Pete, y él había estado increíble…, aunque siempre estaba fantástico cuando cantaba.
Suspiré cuando bajé el último escalón y atravesé el cuarto de estar desierto. La casa estaba muy silenciosa sin él. Siempre estaba tocando la guitarra, cantando o canturreando. Llenaba nuestro hogar con su música, con su presencia. Cuando estaba ausente, la casa parecía vacía. Se me había ocurrido decir a Denny que iba a pasar la velada con Jenny…, pero eso requería muchas mentiras. Para empezar, Jenny estaba trabajando, y si Denny se aburría y decidía pasarse por el bar de Pete… Me estremecí al pensarlo.
Suspiré de nuevo cuando entré en la cocina y busqué en la nevera algo que comer. No quería convertirme en una embustera. No era mi estilo. Esperaría. No tardaría en ver a Kellan. Tendríamos casi todo el próximo fin de semana para nosotros. Arrugué un poco el ceño al caer en la cuenta de que tendríamos también toda la noche para nosotros. Sacudí la cabeza. Eso no venía a cuento. Éramos simplemente amigos. La cosa no pasaría de ahí.
Sonreí de nuevo al pensar en los últimos días con Kellan. Decidí preparar algo complicado para cenar y dejé que mi mente se deleitara de nuevo con los recuerdos mientras me ponía manos a la obra. No sólo habíamos pasado un fin de semana genial, sino que Kellan se había mostrado amable y encantador durante toda la semana. Me llevaba todos los días a la universidad y me acompañaba hasta el aula. Las mujeres observaban expectantes la puerta para verlo entrar conmigo, lo cual me hacía reír. Por lo general, venía también a recogerme, y me llevaba a casa o al bar de Pete, cuando yo quería llegar temprano para estudiar un rato. Generalmente, no me apetecía. Prefería estudiar junto a él en el sofá, aunque a veces me distraía demasiado cuando me tumbaba con la cabeza apoyada en sus rodillas mientras trataba de leer Orgullo y prejuicio y él me acariciaba el pelo. Por regla general, acababa mirándolo a los ojos, lo cual hacía que él se riera divertido y me indicara que siguiera estudiando. Entonces, le pasaba la novela y le pedía que me leyera en voz alta. Él obedecía encantado, empleando un tono tan dulce que casi me quedaba dormida escuchándolo; aunque, en ocasiones, utilizaba un tono deliberadamente erótico.
Denny se reunió conmigo abajo cuando terminé de prepararlo todo, y nos sentamos a cenar. Me contó más detalles sobre la conferencia a la que tenía que asistir y yo le hablé de mis clases. Charlamos sobre mi clase de Economía durante mucho rato; en realidad, no necesitaba estudiar para preparar esa asignatura, pues aprendía más hablando con Denny que leyendo los libros de texto o mis apuntes. Después de cenar, él fregó los platos y recogió la cocina mientras fui a atender el teléfono, que estaba sonando. Era mi hermana, y hablamos hasta bien entrada la noche. Estaba ilusionada con la idea de venir y quería cerciorarse de que Kellan saldría con nosotros. Suspiré y me tragué mi frustración —todo iría bien—, y luego hablamos de sus novios actuales.
Seguía charlando con ella por teléfono cuando Denny se acercó y me besó en la mejilla para darme las buenas noches. No sé si esperaba a que Kellan regresara a casa del bar o no, pero el caso es que seguí hablando por teléfono con mi hermana horas después de que Denny subiera a acostarse. Kellan apareció por fin y colgué, fundiéndome en su cálido abrazo.
—¿De modo que Denny se ha marchado esta noche? —preguntó Kellan, sosteniéndome la mano a través la mesa de la cocina mientras nos bebíamos nuestros cafés.
Lo miré con recelo.
—Sí…, estará en Portland hasta mañana por la noche. ¿Por qué?
Él bajó la vista, como si reflexionara, y respondió sin mirarme.
—Quédate esta noche conmigo.
—Me quedo contigo todas las noches —contesté, confundida. A fin de cuentas, compartíamos una casa.
Él me miró con aire divertido.
—No…, me refiero a que duermas conmigo.
—¡Kellan! Esto no puede…
Pero él me interrumpió.
—Me refiero literalmente… a que te quedes a dormir en mi cama —dijo riéndose de lo que yo había supuesto.
Me sonrojé y desvié la vista, lo cual le hizo redoblar sus carcajadas. Por fin, mi bochorno remitió y lo miré de nuevo.
—No creo que sea una buena idea, Kellan.
Ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa deslumbrante.
—¿Por qué? Es totalmente inocente… Ni siquiera me meteré debajo de las mantas.
Arqueé una ceja.
—¿Completamente vestido? —¿Por qué consideraba yo siquiera esa propuesta? No era una buena idea.
—Desde luego —respondió soltando otra carcajada—. Si es lo que prefieres. —Me acarició la mano con el pulgar.
Me reí, y luego sonreí ante la perspectiva de dormirme entre sus brazos.
—Sí. —Arrugué el ceño. Realmente no era una buena idea. La situación podía desembocar en algo muy perjudicial.
—¿Y me advertirás cuando la cosa se ponga demasiado dura?
Él apartó la vista, sin poder reprimir la risa. De inmediato, me di cuenta de lo que había dicho y me puse como un tomate.
—Ya sabes a qué me refiero —murmuré, avergonzada.
Se rió bajito y respondió:
—Sí, lo sé…, y sí, lo haré. —Luego suspiró—. Eres realmente adorable. —Su rostro parecía sincero, de modo que sonreí y desvié la mirada.
—De acuerdo, lo intentaremos —musité, aunque seguía pensando que era una mala idea.
Al cabo de un rato, bajó Denny, recién duchado y portando una de nuestras bolsas de lona. Sus ojos castaños, habitualmente cálidos, estaban apagados y tristes. Parecía reacio a marcharse, y le di un largo beso de despedida, confiando en animarlo un poco. Él me dirigió una media sonrisa antes de salir de casa. Curiosamente, no sentí una opresión en el estómago cuando lo vi partir. Supuse que era porque sólo iba a ausentarse una noche. Era un tiempo definido, a diferencia de la última vez que me había abandonado. Pero, en ese momento, Kellan se acercó por detrás y me rodeó la cintura con los brazos mientras lo observaba partir a través de la ventana de la cocina junto a mí. Me apoyé contra él entre sus brazos y me pregunté el verdadero motivo de que no me importara que Denny se fuera.
Más tarde, en el bar de Pete, mientras limpiaba una mesa con un trapo, me detuve para escuchar una canción que no había oído nunca, sin mirar a la banda. Era pegadiza y rítmica, con una letra que decía «ya no estoy solo» y «me siento feliz cuando estoy contigo». Me pregunté si era una canción nueva, y mi corazón se aceleró un poco al pensar que Kellan tal vez la había escrito para mí. Sonreí complacida mientras seguía limpiando la mesa, absorta en mis ensoñaciones.
—Hola. —Jenny se acercó y me volví sobresaltada. Vi que observaba a la banda con curiosidad. Me volví también hacia el escenario, temiendo que Kellan me hubiera mirado de forma indecorosa y ella sospechara algo. Kellan nos dirigió una rápida mirada pero estaba sonriendo a un grupo de chicas que había junto a él, como hacía habitualmente.
Me relajé.
—¿Qué?
Jenny se volvió y me sonrió.
—Evan debe de estar enamorado de nuevo.
—¿Por qué lo dices? —pregunté con curiosidad.
Ella se rió un poco y señaló el escenario con la cabeza.
—Esta canción… Siempre la tocan cuando Evan se enamora de una chica. —Jenny echó una ojeada al público—. Me pregunto quién será la afortunada.
Sus palabras me desanimaron un poco.
—Mmm… No lo sé.
De acuerdo, Kellan no había escrito esa canción para mí. Probablemente era preferible así. No necesitaba que empezara a demostrarme sus sentimientos públicamente. El hecho de sentirse atraído por mí le había causado (por alguna extraña razón) bastantes quebraderos de cabeza, como para que encima se enamorara de mí. De todos modos, sólo éramos amigos. Unos amigos que flirteaban entre sí, que esa noche dormirían en la misma cama. Arrugué el ceño. Decididamente, no era una buena idea.
—¿Quieres que esta noche te lleve a casa en coche? —me preguntó Jenny con amabilidad.
—No, me llevará Kellan —respondí sonriendo, esforzándome en no mostrarme demasiado entusiasmada ante esa perspectiva—. Pero gracias.
—De nada. —En ese momento, alguien la llamó desde el otro lado del local y Jenny se excusó educada.
Seguí atendiendo a los clientes. Una pareja sentada en una mesa cercana se comportaba como si fuera su primera cita. El hombre se mostraba muy nervioso y la mujer deliciosamente tímida. Al mirarlos, sonreí. Mientras esperaba junto a la barra que me entregaran sus bebidas, la canción de Kellan concluyó y, al oírlo dirigirse al público, miré hacia el escenario.
—Señoras… —El público enloqueció y él sonrió—. Y vosotros, chicos, por supuesto. —Se oyeron unas estruendosas aclamaciones al fondo del local—. Gracias por venir esta noche. —Sonrió de nuevo y alzó un dedo—. Cantaremos una más y luego nos vamos. —Me dirigió una discreta mirada—. Tenemos planes —añadió riendo, y algunas chicas situadas en primera fila se pusieron a chillar.
Él les guiñó el ojo y, agarrando una esquina de su camiseta, la utilizó para enjugarse el sudor de la cara; hacía bastante calor en el local, que estaba abarrotado. Al alzar su camiseta, mostró una buena porción de sus abdominales excesivamente definidos, y las chicas que había a su alrededor enloquecieron. Los gritos eran tan atronadores que me estremecí.
Rita, que estaba a mi espalda, gritó formando bocina con las manos:
—¡Quítatela! ¡Venga, quítatela!
Él se detuvo y la miró sonriendo; luego, me miró a mí. Los aullidos del público se intensificaron ante la posibilidad de que lo hiciera y Kellan se rió. Miró unos segundos a los chicos junto a él. Griffin sonrió, Matt arrugó el ceño y Evan rompió a reír. Kellan se encogió de hombros y se quitó la camiseta. Lo observé boquiabierta mientras se la quitaba por la cabeza sin el menor pudor, como si estuviera solo en una habitación en lugar de sobre el escenario, frente a un numeroso público.
¡El barullo en el bar era ensordecedor! Los chillidos que se habían oído antes eran discretos comparados con ese escándalo. Rita, situada detrás de mí, gritaba a grito pelado, y me sorprendió un poco ver a Jenny y a Kate a ambos lados de mí, apoyadas en la barra, gritando y silbando junto con Rita.
Seguía observando el espectáculo estupefacta, cuando Jenny me miró y se echó a reír.
—Venga, mujer —dijo dándome un golpecito en el hombro—. ¡Tienes que reconocer que está buenísimo! Aunque estés con Denny, no estás muerta. —Sonrió y continuó chillando.
Miré de nuevo el escenario. Kellan se había metido su delgada camiseta en la parte posterior de sus vaqueros. Estaba de espaldas al público, con sus anchos hombros reluciendo bajo los focos. Di gracias a la Providencia de que los arañazos que le yo le había hecho en la espalda hubieran cicatrizado por completo y no fueran visibles. Al recordar el episodio me sonrojé.
Kellan dijo algo a Evan, que se rió y asintió con la cabeza. Acto seguido, Kellan giró el dedo en el aire dos veces y lo señaló, y Evan empezó a tocar. Miré a Matt, quien sacudió la cabeza sonriendo. Al cabo de unos momentos, comenzó a tocar junto con Evan.
Kellan se volvió de nuevo hacia el micrófono y el público volvió a enloquecer al contemplar su torso espectacularmente definido. Tomó el micrófono con una mano y se pasó la otra por el pelo, realzando con ese gesto sus músculos. Griffin empezó a tocar y me volví hacia él de forma automática. No pude evitar romper a reír al ver que se había quitado también la camiseta. Éste aprovechaba le menor ocasión para desnudarse…
Griffin tenía un cuerpo pasable, sus tatuajes resultaban interesantes, pero no podía rivalizar con la perfección de Kellan. Rita, Kate y Jenny no dejaban de mirar a éste, y yo, pasando por un momento de todos los clientes, me relajé y deduje que a nadie le sorprendería que contemplara también a Kellan. Éste empezó a cantar con voz grave y ronca, haciendo que un escalofrío me recorriera la espalda… Es decir, estaba casi segura de que era debido a su voz. Al cabo de un rato, la canción adquirió mayor intensidad. A los asistentes les encantaba esa canción —y no digamos su dios del rock medio desnudo—, y se pusieron a bailar y a corearla con él. Al oír el coro de voces, Kellan se inclinó hacia el público, sosteniendo el micro a un lado, mostrando los perfilados tendones y músculos de su fabuloso cuerpo y haciendo que los gritos de la gente se intensificaran.
De vez en cuando, Kate o Jenny se ponían a chillar y bailar junto a la barra, y me uní a ellas riéndonos las tres como locas. Pete asomó la cabeza por la puerta de la cocina y pensé que reprendería a Kellan por haberse quitado la camiseta, pero miró al excitado público y luego a Kellan, y se metió de nuevo en la cocina sonriendo.
En cierto momento de la canción, Kellan formuló la pregunta: «¿Es eso todo lo que quieres?» Se llevó una mano a la oreja en plan de broma y el público respondió con renovados alaridos de admiración. Él se rió mientras cantaba las siguientes estrofas; estaba claro que lo estaba pasando en grande. Me reí al verlo tan animado.
Como es natural, mis ojos se posaron en la herida que tenía en el costado. Pese a la distancia, divisé el surco rosáceo sobre sus costillas; probablemente, la cicatriz no desaparecería nunca del todo. De pronto, se pasó la mano sobre la parte inferior del abdomen y la parte delantera de sus vaqueros, distrayéndome de mis pensamientos. Fue un gesto despreocupado, no estudiado, pero resultó de lo más erótico. Estaba realmente buenísimo. Me sonrojé al evocar ciertos recuerdos íntimos relacionados con su fabuloso cuerpo.
Cuando Kellan llegó a la última parte de la canción, Matt y Griffin dejaron de tocar, y sólo continuaron él y Evan. Kellan tenía una voz más grave, la cual prestaba más intensidad a la letra, y me miró a los ojos. «Sé que aquí hay algo… Sé que me deseas. Dímelo… y es tuyo».
Sólo cantó esa estrofa una vez con su voz grave e intensa, y luego Matt y Griffin se incorporaron de nuevo y Kellan aumentó el volumen de su voz mientras paseaba su mirada sobre sus rendidos admiradores. Miré de refilón a Kate y a Jenny, pero estaban riéndose y bailando y no se percataron de que Kellan me había dedicado esa parte única y exclusivamente a mí. Pensé unos momentos en la letra. Quizá debía cancelar nuestra cita esa noche. Realmente, no era una buena idea, y menos después de verlo mover su increíble cuerpo sobre el escenario. Me reí al tiempo que me mordía el labio. De haber venido mi hermana ese fin de semana, le habría fascinado el espectáculo. De pronto, me alegré mucho de que no hubiera venido.
Al cabo de unos minutos, la canción concluyó y Kellan saludó al público que le aplaudía y jaleaba enloquecido. Se rió y volvió a ponerse la camiseta; Griffin no se puso la suya. Los asistentes lo abuchearon cuando su estrella del rock se cubrió de nuevo el torso, especialmente Rita, que estaba justo detrás de mí, y él volvió a reírse mientras meneaba la cabeza. Kate y Jenny se rieron como tontas y siguieron atendieron a sus clientes. Observé a Kellan un momento, el tiempo suficiente para que él se volviera hacia mí y me dirigiera una sonrisa que me cortó el aliento. Luego, saltó del escenario y sus admiradoras se agolparan de inmediato a su alrededor. El corazón me latía como loco cuando por fin serví a la pareja que tenía su primera cita las bebidas que me habían pedido.
Cuando terminé mi turno, recogí mi bolso del cuarto del personal y me despedí de Kate y de Jenny, que acababan de entrar. Cuando entré de nuevo en el bar, vi a Kellan sentado hacia atrás en una silla, hablando con Sam. Sentí que el corazón me daba un vuelco. De pronto, me puse muy nerviosa ante la perspectiva de quedarme a solas con ese hombre tan impresionante. Al percatarse de mi presencia, me sonrió con afecto. Su sonrisa me relajó lo suficiente como para acercarme tranquilamente a su mesa.
—¿Estás lista? —me preguntó con tono despreocupado, sonriendo de oreja a oreja.
—Sí —contesté con voz entrecortada.
Se levantó, riéndose por lo bajinis, y se despidió de Sam. Apoyó una mano en mi espalda para conducirme hacia la puerta principal y se despidió de Rita, que nos observaba con una sonrisita de satisfacción, agitando la mano
—Ha sido una actuación fabulosa, Kellan —comentó con retintín. Él le dio las gracias con un gesto de la cabeza y juraría que oí a Rita murmurar—: Pensaré más tarde en ti.
Me sonrojé, pero Kellan o no la oyó o no hizo caso. Cuando salimos y nos quedamos solos, me tomó la mano y me condujo hacia su coche, canturreando la canción que acababa de cantar. Su versión a cappella era preciosa, pero me lo quedé mirando con gesto serio.
Se volvió hacia mí y dejó de cantar, esbozando una sonrisa encantadora.
—¿Qué?
Hice un mohín de disgusto.
—¿No hablamos en cierta ocasión sobre tu estilo de cantar?
Él se rió y adoptó una expresión inocente.
—¿Qué he hecho de malo? —preguntó señalando el bar—. He estado completamente vestido durante casi toda la actuación. —Traté de propinarle un codazo pero él lo esquivó. Riendo a mandíbula batiente, corrió hacia mí y me tomó en brazos. Grité y me revolví, pero él me sujetó con fuerza. Al cabo de un momento, me depositó en el suelo, rodeándome con ambos brazos mientras echábamos a andar muy juntos hacia su coche en el aparcamiento—. Lo hice por Pete —me murmuró riendo al oído.
Me paré en seco y él chocó conmigo. Me volví hacia él, sorprendida.
—¿Qué? ¡Ah! —No se me había ocurrido que Pete gozaría viéndolo medio desnudo.
Me miró perplejo un segundo, hasta que descifró la expresión de mi rostro, y, soltándome, se apartó riéndose a carcajada limpia y doblado hacia delante.
—¡Cielo santo, Kiera! No me refería a eso. —Se enjugó una lágrima y suspiró—. ¡Tengo que contárselo a Griffin! —Tras lo cual volvió a prorrumpir en carcajadas.
Me sonrojé hasta la raíz del pelo, sintiéndome como una estúpida y molesta de que se riera de mi desliz. Al observar mi expresión, Kellan trató de recobrar la compostura pero no podía dejar de reírse.
—¡Ja, ja! ¡Y me dices que yo tengo la mente sucia! —Siguió riéndose mientras me rodeaba con los brazos. Yo fruncí el ceño mientras él inflaba los carrillos y resoplaba varias veces, tratando de parar de reír.
Cuando por fin pudo volver a hablar normalmente, preguntó:
—¿No oíste la respuesta por parte del público cuando me quité la camiseta? Mañana te aseguro que el bar estará tan abarrotado que habrá gente que no podrá entrar. Lo hice para ayudarlo, Kiera. —Se encogió de hombros y empezó a balancearse al tiempo que me estrechaba entre sus brazos.
—Ya, supongo que tiene sentido. Tú atraes a más gente, Pete gana más dinero, tu popularidad aumenta y deduzco que también ganas más dinero…
—Más o menos —respondió sonriendo.
Esbocé una media sonrisa y entonces fue él quien contuvo el aliento.
—Supongo que tendré que creérmelo. —Sin pensar, lo besé en la mejilla y él me besó en la mía.
Pestañeé, sorprendida, pero me miró sonriendo satisfecho.
—Si tú rompes una regla…, yo también puedo hacerlo. —A continuación, me guiñó el ojo y me condujo hacia el coche.
—Esta noche estás muy contento —observé cuando nos montamos en el coche.
Sonrió de oreja a oreja.
—No todas las noches duermo con una mujer bonita.
Me ruboricé, tanto porque había vuelto a decirme que era bonita como porque sabía que podía elegir a cualquiera de media docena de mujeres guapísimas que, a diferencia de mí, no tenían novio. Me pregunté por qué perdía el tiempo conmigo.
Kellan puso el coche en marcha y entonces observó mi expresión de perplejidad.
—Eh, he dicho dormir, no fo…
—¡Kellan! —le interrumpí mirándolo con gesto severo.
Él se apresuró a decir, tratando de disimular:
—For… ni… car. —Acto seguido, se encogió de hombros como diciendo «no me odies, soy inocente».
Me eché a reír y me deslicé sobre el asiento hacia él, apoyando la cabeza sobre su hombro. Ambos guardamos silencio unos instantes mientras salíamos del aparcamiento. Por fin, le hice la pregunta que llevaba un rato dándome vueltas en la cabeza.
—¿De quién está enamorado Evan?
Se rió, adoptando una expresión maravillosamente risueña.
—¿Quién sabe? Podría ser cualquiera —contestó volviéndose hacia mí—. ¿Por qué? ¿Quién te ha dicho que está enamorado?
Me sorprendió su falta de información sobre el tema.
—Me lo ha dicho Jenny esta noche.
—Pues tendré que preguntárselo a él. —Kellan fijó de nuevo la vista en la carretera—. No he oído nada al respecto.
Arrugué el ceño y estuve dándole vueltas al tema durante todo el trayecto a casa.
Me metí en su cama completamente vestida. Incluso me puse un jersey adicional, por si acaso, que a él le pareció muy divertido. Luego, se acostó a mi lado, también completamente vestido, sobre las mantas. Me sentía un poco estúpida en esa situación. Era chocante que nos acostáramos en la cama completamente vestidos, y más que se él se tumbara sobre las mantas. Se me ocurrió decirle que se metiera debajo de ellas, cuando de pronto se volvió hacia mí, colocando una pierna sobre la mía y apoyando un brazo sobre mi vientre con gesto despreocupado. Entonces, decidí que cuantas más ropas hubiera entre nosotros, mejor. Estaba claro que aquello no era una buena idea.
Él alargó el brazo sobre mí y apagó la luz de su mesita de noche. La instantánea oscuridad resultaba abrumadora, y la repentina electricidad que se palpaba en el ambiente fue inmediata. Lo único que yo percibía era nuestra suave respiración y los escandalosos latidos de mi corazón. Sentí que él se acomodaba sobre las almohadas a mi lado, con su pierna y su brazo apoyados firmemente sobre mí y su corazón latiendo junto a al mío mientras respiraba suavemente en mi oído. Era demasiado…, demasiado íntimo. Necesitaba un minuto para adaptarme.
—Kellan…
—¿Sí? —Su voz sonaba grave y ronca en mi oído, produciéndome un escalofrío que me recorrió la columna vertebral.
Resistí la tentación de volverme hacia él, de buscar sus labios. No, no era una buena idea.
—¿Te importa volver a encender la luz?
Lo oí reír por lo bajinis, pero no podía verlo. Noté que alargaba de nuevo el brazo sobre mí y el resplandor de la lámpara inundó la habitación, haciéndome pestañear. La normalidad se restableció, y dejé de sentir la abrumadora electricidad que se había producido antes entre nosotros, sustituida por el grato calor de su cuerpo junto al mío.
—¿Mejor? —preguntó, casi con tono socarrón, tumbándose de nuevo sobre sus almohadas y acurrucándose junto a mí.
Permanecí tendida boca arriba y me volví hacia él cuando se incorporó sobre el codo para contemplarme. Sus ojos eran de un azul cálido, profundo y sereno, unos ojos en los que una podía perderse durante horas. Me esforcé en concentrarme en otra cosa, y dije lo primero que se me ocurrió.
—¿Cuándo fue tu primera vez?
Él me miró perplejo.
—¿Qué? ¿Por qué?
Me tragué el bochorno que sentí por haberle preguntado eso, y, procurando recobrar la serenidad, respondí:
—Tú me preguntaste sobre Denny y yo. Es justo que yo te haga esa pregunta.
Él sonrió y bajó la mirada, fijándola en las sábanas.
—Supongo que sí. —Alzó la vista y me miró—. Lo siento…, no era asunto mío.
Le devolví la sonrisa.
—Responde a mi pregunta. —Me alegré de que hubiera empleado esa táctica conmigo, pues yo le estaba sacando mucho provecho.
Se rió y reflexionó un minuto. Lo miré sorprendida; ¿tenía que pensarlo? Al observar mi expresión, volvió a reírse.
—Bueno, era una chica del barrio, tenía dieciséis años, según creo, y era muy mona. Supuse que yo le gustaba… —Sonrió y se encogió de hombros—. Ocurrió sólo en un par de ocasiones durante un verano.
—¿Por qué, qué pasó? —pregunté con tono quedo.
Él alzó la mano y me acarició el pelo.
—La dejé embarazada y tuvo que irse a casa de su tía para tener el bebé.
Me volví hacia él.
—¿Qué?
Se rió y me tocó la nariz con un dedo.
—Es broma, Kiera.
Le empujé de nuevo contra las almohadas y le espeté:
—Eso no está bien.
Él se reclinó hacia atrás, apoyado sobre el codo.
—Pero te lo habías creído. Debes de tener una opinión pésima de mí. —Suspiró suavemente y me miró durante medio segundo—. No soy un monstruo, Kiera —dijo con gesto serio.
Me incorporé también sobre un codo.
—Ni un ángel, Kyle. —Sonreí con ironía, haciendo que volviera a sonreír—. Bueno, ¿qué pasó realmente con esa chica?
—Nada tan dramático. Se fue a su instituto y yo al mío. —Kellan se encogió de hombros—. Tomamos caminos distintos.
Lo miré, confundida.
—Creí que dijiste que era una vecina. ¿Por qué fuisteis a institutos distintos?
Él me miró con rostro inexpresivo.
—No estábamos en el mismo curso.
Traté de comprender el significado de sus palabras.
—Pero has dicho que tenía dieciséis años… ¿Cuántos tenías tú?
Kellan me miró con una expresión muy extraña.
—No había cumplido los dieciséis… —murmuró.
—Pero…
—Procura dormir, Kiera, es tarde. —Sentí que la conversación había quedado zanjada. Hice unos cálculos mentales. Si no iba al instituto con esa chica, deduje que, como mucho, él debía de tener catorce años. Sentí un pequeño pellizco en el corazón.
Saqué una mano de debajo de las mantas y le tomé la suya, y en su rostro volvió a dibujarse una cálida sonrisa. Los dos nos acomodamos sobre las almohadas y él me estrechó contra su pecho. Suspiré satisfecha mientras escuchaba sus latidos regulares y acompasados. Parecía sentirse a gusto así; quizá no había sido tan mala idea.
Me rodeó con ambos brazos, acariciándome el pelo con una mano y masajeándome la espalda con la otra. Me sentía cómoda y a gusto. Sonreí y me acurruqué contra su pecho. Sentí que me besaba en la coronilla. Supuse que no había ningún mal en ello, que era relativamente seguro e inocente. Pasé los dedos sobre su herida en el costado, y luego los deslicé sobre su pecho en sentido ascendente. Incluso con la camiseta puesta, sentí las líneas de sus espléndidos y definidos músculos. También sentí que el ritmo de su corazón se aceleraba, y suspiró con suavidad al tiempo que me abrazaba con fuerza.
Me incorporé para mirarlo; su rostro estaba sereno, y me observaba con adoración.
—Kellan, quizá no deberíamos…
—Estoy bien, Kiera. Procura dormir —murmuró, sonriendo con dulzura.
Me acosté de nuevo, pero me acurruqué contra su hombro en lugar de su pecho. Tomé la mano con que me había estado acariciando la espalda y enlacé mis dedos con los suyos, tras lo cual acerqué nuestras manos entrelazadas a mi mejilla y las apoyé sobre ella. Suspiró complacido y volvió a besarme en la cabeza.
—¿Kellan…?
—Estoy bien, Kiera, de veras…
Lo miré a la cara.
—No, me preguntaba… ¿Por qué quieres esto de mí? Me refiero a que sabes que no puede pasar de ahí… ¿Por qué pierdes el tiempo conmigo?
Él se volvió para mirarme a los ojos.
—Los ratos que paso contigo nunca son una pérdida de tiempo, Kiera. —Su voz era dulce, la forma con que pronunció mi nombre era una caricia—. Si esto es todo… —Sonrió con tristeza y lo dejó así.
No podía dejar de contemplar su rostro increíblemente perfecto. Empecé a recordar cada caricia, cada palabra… Si esto era todo cuanto podía obtener de mí, lo aceptaba. ¿Era eso lo que había querido decir? Sentí que se me partía el corazón. Él me había preguntado si me había lastimado… ¿Lo lastimaba yo a él? ¿Tan sólo me deseaba o sentía algo más por mí? Le solté la mano y le acaricié la mejilla. Parecía muy triste. Me disgustaba verlo tan triste…
De pronto, se inclinó sobre mí y me besó en la comisura de la boca, apenas rozándome el labio inferior. Permaneció así un instante, respirando suavemente sobre mi cuello. Yo estaba demasiado sorprendida para reaccionar y seguí acariciándole la mejilla con el pulgar. Contuve el aliento. Él inclinó la cabeza y me besó con dulzura en el mentón. Luego, me besó debajo de la barbilla. Deslizó la mano debajo de las mantas y la apoyó en mi cintura, atrayéndome hacia él. Su respiración se aceleró al tiempo que emitía un ruido gutural y deslizaba los labios sobre mi cuello. Su mano se crispó y relajó sobre mi piel y dejó de besarme en el cuello, retirándose un poco para apoyar la frente en la mía. Respiraba de forma entrecortada y su semblante mostraba una expresión atormentada. Esto iba claramente en contra de mis reglas.
—¿Kiera…? —dijo, esforzándose en controlarse.
Me quedé inmóvil, contemplando la expresión de su rostro, recordando el tacto de sus labios sobre mi piel. En ese momento, me ofrecía una oportunidad, pero yo sólo era capaz de mirarlo a los ojos, rebosantes de pasión, con sus labios acercándose a los míos. Me miró a los ojos, luego los labios, y de nuevo a los ojos. Estaba atormentado. Y yo me sentía fascinada por ello.
Moví la mano que tenía apoyada sobre su mejilla para pasar los dedos sobre sus maravillosos labios, que tenía entreabiertos. Él emitió un sonido gutural y cerró los ojos, respirando con dificultad. Apoyé los dedos sobre sus labios y él los oprimió sobre los míos, con mis dedos entre medio, como si nos besáramos pero sin besarnos realmente. Habíamos sobrepasado el estadio inocente. Comprendí que debía poner fin a aquello. Tenía que levantarme e irme a mi cuarto. Era una pésima idea…
Pero no podía moverme. Mi respiración se aceleró en respuesta a la suya. Él me besó los dedos con suavidad, sin abrir los ojos, respirando con intensidad. Unos pocos minutos más no harían ningún daño, me convencí. En realidad, no hacíamos nada malo. Él subió la mano que tenía sobre mi cintura hasta mi muñeca. Empezó a retirar mis dedos de sus labios.
—Quiero sentirte…
Consiguió apartarlos un poco y oprimió su boca contra mi labio superior. Entonces me desperté. Lo empujé para apartarlo de mí y me levanté deprisa de la cama. Él se incorporó, jadeando, y me sorprendió comprobar que yo también jadeaba.
—Lo siento, Kiera. No volveré… —Tragó saliva un par de veces y trató de controlar su respiración.
—No, Kellan…, ha sido una mala idea. Me voy a mi cuarto. Sola —añadí apuntándole con el dedo.
Él hizo ademán de levantarse.
—Espera… Estoy bien, dame sólo un minuto. Se me pasará.
Alcé los brazos.
—No, por favor, quédate aquí. No puedo… hacer esto. Es demasiado arriesgado, Kellan. Demasiado duro —dije retrocediendo hacia la puerta.
—Espera, Kiera… Prometo controlarme. No… No pongas fin a esto. —Sus ojos mostraban una expresión tan consternada que me detuve.
—Esta noche necesito estar sola. Hablaremos mañana, ¿de acuerdo?
Él asintió con la cabeza y no dijo nada más, de modo que di media vuelta y me marché. Me reproché mentalmente lo ocurrido. ¿Qué me había figurado que iba a pasar? Había sido una idea muy estúpida…, una pésima idea. Por agradable que fuera, aquello no era justo para ninguno de los tres.
Pasé buena parte de la noche contemplando el techo de mi habitación, preguntándome en qué estaría pensando Kellan, qué estaría haciendo, si estaría dormido, si podía regresar junto a él y acostarme de nuevo en su cama, si debía hacerlo… Cuando por fin me quedé dormida, soñé con él con todo lujo de detalles. En mi sueño, no me levanté de su cama. En mi sueño, apenas dormimos en toda la noche.
A la mañana siguiente, llamó a mi puerta temprano, y, cuando respondí, entró y se sentó en el borde de la cama. Se había cambiado e iba perfectamente vestido.
—Buenos días —dijo con tono quedo—. ¿Aún estás enfadada conmigo?
—No… —El tenerlo sentado en mi cama era demasiado. El recuerdo de la noche anterior y mi vívido sueño hacían que me sintiera como un flan—. No deberías estar aquí, Kellan. Es una falta de respeto hacia Denny.
Él se rió y apartó la vista.
—¿Crees que, de todas las cosas que hemos hecho, lo más ofensivo es que esté sentado sobre su cama? —Se volvió de nuevo hacia mí y lo miré con frialdad—. Lo siento, de acuerdo. —Retrocedió con las manos alzadas y se detuvo al llegar a la puerta—. ¿Te parece mejor?
Me incorporé en la cama, sintiéndome como una estúpida. Tenía razón, desde luego, pero…
—Sí, gracias.
Suspiró y lo miré. Seguía inmóvil en la puerta.
—No puedo hablar contigo desde aquí —dijo en voz baja, tendiéndome la mano.
Suspirando, me encaminé hacia él y la tomé. Sonrió y me condujo hacia la escalera. Mientras bajábamos, dijo suavemente:
—Lamento lo de anoche. Tenías razón, no era una buena idea. Pero te prometo que lo intenté. —Me miró con gesto esperanzado, como si debiera obtener una recompensa por haberlo intentado al menos.
Suspiré de nuevo y me volví hacia él.
—Esto no es un juego, Kellan.
Él se detuvo sobre el último escalón y se volvió hacia mí, que me hallaba sobre el escalón inmediatamente superior.
—Lo sé, Kiera. —Su tono y su expresión eran más serios que antes.
Le rodeé el cuello con los brazos y él se relajó.
—Pues no vuelvas a llevar las cosas tan lejos. —Yo tampoco quería poner fin a aquello—. Quedamos que sería un flirteo inocente, ¿recuerdas?
Él sonrió, me tomó por la cintura y me depositó sobre el escalón inferior, junto a él.
—De acuerdo, será tan inocente como desees. Te lo prometo.
Sin dejar de sonreír, me tomó la mano y me condujo hacia la cocina. Suspiré mentalmente. Ése no era un buen plan. Me comportaba como una idiota.