Cada día me despertaba más temprano. Por lo general, me despertaba antes que Denny, y, teniendo en cuenta lo tarde que me acostaba por las noches, eso significaba también que tenía que echarme una siesta por las tardes después de clase, pero no podía evitarlo. La idea de que Kellan se hubiera levantado y estuviera abajo solo actuaba sobre mí como un despertador natural. Lo cual me preocupaba un poco, pero la atracción de sus cálidos brazos era demasiado potente. Era como una droga. No podía evitar bajar deprisa por las mañanas para reunirme con él en la cocina.
Una mañana, mientras esperábamos a que el café estuviera listo, Kellan me rodeó la cintura con un brazo y yo apoyé las manos sobre las suyas. Apoyé la espalda contra su pecho y la cabeza sobre su hombro. Sintiéndome completamente relajada en sus brazos, le hice una pregunta habitual:
—Si te pregunto una cosa, ¿prometes no enfadarte?
Me volví entre sus brazos hacia él y le apoyé las manos en el pecho. Se rió y asintió con la cabeza, sonriendo beatíficamente. Me detuve, preguntándome si deseaba realmente conocer la respuesta a mi pregunta.
—¿Te molesta que Denny y yo nos acostemos juntos?
Palideció, pero no dejó de sonreír.
—Te acuestas con él cada noche.
Le propiné un ligero codazo en las costillas.
—Ya sabes a qué me refiero —dije sonrojándome.
—¿Quieres saber si me molesta que tengas sexo con tu novio? —preguntó con tono quedo.
Me sonrojé de nuevo y asentí. Él sonrió suavemente pero no dijo nada.
—Responde a la pregunta. —Sonreí y arqueé una ceja al utilizar contra él una frase que él solía decir a menudo.
Se rió y desvió la mirada. Por fin suspiró y dijo:
—Sí, me molesta…, pero lo entiendo. —Se volvió de nuevo hacia mí y añadió con tono melancólico—: No me perteneces.
De pronto, me embargó la emoción. Me sentí profundamente apenada por él y deseé abrazarlo con fuerza, acariciarle la mejilla y besarle en los labios. Me aparté un poco y él arrugó el ceño, tratando de retenerme entre sus brazos.
—Un minuto… —murmuré.
Me soltó y me miró confundido.
—Estoy bien, Kiera.
Lo miré con tristeza.
—Dame un minuto, Kellan.
—Ah… —respondió en voz baja, sorprendido.
Permanecí un buen rato alejada de él; el deseo de besarlo era demasiado fuerte. Eso me preocupó. Nos miramos desde un extremo al otro de la cocina, apoyados cada uno en una encimera y bebiéndonos nuestros respectivos cafés, cuando oí el grifo de la ducha. Alcé la vista hacia donde se hallaba el baño y miré a Kellan. Tenía una expresión rara, que no conseguí descifrar. Al cabo de un momento, terminé de beberme el café y, extendiendo la mano sobre su brazo, deposité mi taza en la encimera. Él me miró cuando lo toqué, y, al ver la expresión de sus ojos, contuve el aliento. Tratando de reprimir la emoción que me embargaba, le apreté brevemente el brazo y subí la escalera para reunirme con Denny, que se preparaba para ir a trabajar.
Denny sonrió al entrar en la habitación después de ducharse y verme sentada en la cama.
—Buenos días —dijo cariñoso mientras me besaba en la mejilla.
Sonreí, pero seguía pensando en la conversación que acababa de mantener con Kellan en la cocina. Denny se sentó a mi lado, envuelto en una toalla. Me miró con su sonrisa de despistado, la cual hizo que yo sonriera más animada. Luego, arrugó el ceño, y yo hice lo propio.
—Seguramente regresaré tarde esta noche.
El corazón me dio un pequeño vuelco.
—¿Por qué?
Suspiró y se levantó para vestirse. Arrojó la toalla sobre la cama y lo observé con una pequeña sonrisa en los labios. Al percatarse de que lo miraba fijamente, Denny suspiró de nuevo.
—Ojalá pudiera pasar más tiempo contigo —dijo con tristeza. Aparté la vista y me mordí el labio mientras él se reía por lo bajo—. Se trata de Max. Me ha pedido que termine ese proyecto que su tío le dijo que quería ver hoy, pero ha estado demasiado ocupado el fin de semana con… unas señoritas de compañía para terminarlo él mismo.
Me volví hacia él, asombrada. Denny estaba en calzoncillos y empezó a enfundarse un pantalón negro. Me miró con gesto irónico y sacudió la cabeza.
—Supongo que debería alegrarme de que hayamos podido estar juntos el fin de semana sin que Max me llamara para que terminara entonces el proyecto. —Suspiró y sacudió de nuevo la cabeza mientras se abrochaba el pantalón.
Sentí una pequeña punzada de remordimientos al comprender lo que su nuevo trabajo le exigía, y traté de desterrarla. Él reparó en mi expresión y esbozó una sonrisa forzada mientras sacaba una camisa de la cómoda.
—No me estoy quejando, Kiera. Lo siento.
¡Lo sentía! Sofoqué otra punzada de remordimientos.
—No…, tienes todo el derecho de quejarte. Max es un cretino.
Denny se rió y se puso la camisa. Me acerqué a él y le sujeté las manos. Él me sonrió con ternura mientras yo terminaba de abrochársela. Cuando terminé, le metí el faldón dentro del pantalón y su sonrisa se hizo más amplia.
—Te adoro por soportar esta mierda de trabajo para poder estar aquí junto a mí —dije cuando terminé.
Sonrió y me rodeó la cintura con los brazos.
—Estaría dispuesto a soportar lo que fuera con tal de estar aquí contigo.
Sabía que lo había dicho para demostrarme su amor, pero sus palabras me desgarraron el corazón. ¡Si supiera! Guardé silencio mientras él terminaba de vestirse. Guardé silencio cuando me despedí de él con un beso. Guardé silencio cuando decidí evitar los arrumacos de Kellan en el sofá y arreglarme para ir temprano a clase.
El agua caliente me despejó la cabeza y mis agitadas emociones se fueron por el desagüe junto con el agua jabonosa. Elegí mi blusa favorita, de manga larga y ajustada, y un pantalón amplio de color caqui y dediqué un rato a rizarme el pelo, que de por sí era ondulado. No sabía muy bien por qué…, quizá aporque tenía tiempo. Quizá porque el hecho de presentar mejor aspecto hacía que me sintiera mejor. En cualquier caso, después de la relajante ducha y de acicalarme con esmero, aunque probablemente sólo tenía un aspecto pasable, me sentí más animada.
Cuando bajé, mis esfuerzos se vieron recompensados por la radiante sonrisa que me dirigió Kellan. Eso me alegró el día. Él también parecía sentirse más animado después de la conversación que habíamos tenido antes. Me tomó de la mano, cogió mi bolso y me condujo a su coche. Me rogó que lo dejara acompañarme al aula, y accedí. En realidad, no era necesario, pero ¿quién era yo para negarle ese capricho a un chico tan tremendamente atractivo? Pensé que el hecho de caminar con él por los pasillos de la universidad bien merecía exponerme a otro interrogatorio por parte de alguna estúpida.
Kellan me sostuvo la mano por los dedos mientras me acompañaba a clase de Economía y charlábamos sobre mis padres y la última (y superflua) llamada que yo les había hecho. Nos les gustaba que Denny estuviera tan ocupado y me dejara sola tanto tiempo. Cometí el error de decirles que Kellan pasaba muchos ratos en casa, lo cual les indujo a preguntarme «¿es que no trabaja?», lo cual me llevó a informarles de que «toca en una banda», tras lo cual comentaron que «no nos hace gracia que vivas con una estrella del rock». Kellan se reía a carcajada limpia cuando abrió la puerta del aula para que yo pasara. Seguí escuchando el sonido de su risa durante toda la clase.
Más tarde, me encontré con él en el pasillo, sosteniendo un enorme espresso para mí. Le arrojé los brazos alrededor del cuello, procurando no derramar el preciado líquido.
—¡Aaah…, café! ¡Te quiero!
Me quedé helada al darme cuenta de lo que acababa de decir, pero él rompió a reír y sonrió de manera afectuosa cuando me aparté.
—¿Qué extraño efecto te produce la combinación de un espresso y yo que hace que enloquezcas? —preguntó con tono socarrón, mordiéndose el labio y arqueando la ceja de forma insinuante.
Me ruboricé y le golpeé en el hombro en plan de broma, sabiendo muy bien a qué incidente ocurrido en un quiosco de café se refería. Le arrebaté mi taza de la mano y eché a andar por el pasillo. Al cabo de unos instantes, me alcanzó, riendo todavía.
Lo miré enojada, lo cual hizo que sus carcajadas se redoblaran.
—Vamos, mujer, ha sido un comentario divertido.
Puse cara de resignación.
—Eres un poco retorcido.
—Ni te lo imaginas…
Lo miré arqueando una ceja y él volvió a reírse hasta que por fin me uní a sus carcajadas. Me tomó la mano y entrelazó nuestros dedos mientras salíamos del edificio y nos encaminábamos hacia su coche. Traté de ignorar las miradas que Kellan atraía; ninguna de esas personas conocía a Denny.
Esa noche, mi novio se quedó a trabajar hasta tarde y Kellan tenía una actuación en un pequeño bar del que yo no había oído hablar, de modo que estuve sola durante buena parte de la tarde y aproveché que tenía la noche libre para hacer algo que rara vez podía hacer: acostarme temprano.
A la mañana siguiente, me desperté pronto, sintiéndome bastante descansada. Curiosamente, estuve sola en la cocina, llenando mi taza de café con leche y preguntándome cuándo aparecería Kellan y me rodearía con sus brazos. No era frecuente que yo bajara antes que él. En mi impaciencia por verlo, casi me parecía percibir su olor. Estaba absorta en mis gratos pensamientos cuando de pronto sentí unos brazos que me rodearon y me acurruqué entre ellos mientras removía mi café.
—Por fin apareces, Ke…
Las palabras se helaron en mi boca al sentir unos labios que se deslizaban sobre mi cuello, unos labios suaves y cálidos, seguidos por una lengua suave y cálida y el roce de la pelusilla que le cubría la barbilla sobre mi delicada piel. El corazón empezó a saltarme en el pecho. Había estado a punto de pronunciar el nombre de Kellan, y no era él quien me abrazaba.
Sentí que el corazón se me encogía, impidiéndome articular palabra. Denny murmuró «buenos días» contra mi cuello; al parecer, no se había percatado de mi casi catastrófico error. Mi respiración se aceleró debido al pánico que se apoderó de mí mientras sus labios se deslizaban sobre mi barbilla. No conseguía calmarme; había estado a punto de meter la pata.
Sus labios ascendieron hasta mi oreja y me succionaron el lóbulo.
—Te he echado de menos —dijo con voz ronca mientras me estrechaba contra él—. Nuestra cama estaba fría sin ti. —Su acento se enroscaba de forma adorable alrededor de las palabras.
Empecé a respirar de forma acelerada por otro motivo y me volví entre sus brazos para besarlo. Su boca buscó la mía con afán y me esforcé en apartar todo pensamiento sobre Kellan al fondo de mi mente, lo cual, curiosamente, no me resultó fácil.
De pronto, los labios de Denny dejaron de moverse y, suspirando, se apartó de mí. Sentí una punzada de culpa y el pánico me atenazó de nuevo la garganta. Traté de impedir que mi rostro delatara la confusión que se agitaba en mi interior mientras Denny me acariciaba la mejilla.
—Ojalá pudiera quedarme —dijo emitiendo un prolongado suspiro—. Max quiere que hoy vaya temprano a la oficina. Debo subir a vestirme.
Me miró con su sonrisa de despistado que tanto me gustaba y me relajé al instante. Luego, me tomó con alegría de la mano, me condujo fuera de la cocina y escaleras arriba. Riendo con dulzura, me tomó ambas manos y me hizo entrar en el baño.
—¿No dijiste que tenías que vestirte? ¿Qué estamos haciendo exactamente? —pregunté.
Riendo, Denny cerró la puerta del cuarto de baño.
—Es cierto que tengo que prepararme para ir a trabajar. —Pasó frente a mí para abrir el grifo de la ducha—. Y tú vas a ayudarme —añadió guiñándome el ojo con un gesto adorable.
—¿Ah, sí? —Me reí e hice ademán de sentarme en la tapa del retrete para observarlo.
Pero él me lo impidió.
—Sí —respondió con tono sugerente y una expresión en sus ojos que yo conocía bien.
—Ya —dije, comprendiendo de pronto lo que pretendía. Acto seguido, me quitó la camiseta sin mangas, dejando aún más claro lo que deseaba. Me reí de nuevo cuando me besó en el cuello y empezó a bajarme el pantalón junto con las bragas.
Luego, se apartó y se quitó la ropa. Nos miramos a los ojos durante un momento. Sentí un profundo amor por ese hombre tan guapo y maravilloso, que eliminó el enorme sentimiento de culpa que me atormentaba. Sonrió y me recogió un mechón de pelo detrás de la oreja. Le eché los brazos al cuello y lo besé de forma apasionada.
Después de poner la mano debajo del agua para comprobar la temperatura, me tomó en brazos, haciéndome reír, y nos metimos en la ducha. Me sentí en la gloria: el agua estaba caliente, sus manos eran suaves y sus labios, tentadores. El agua se deslizaba sobre su magnífico cuerpo bronceado y me relajé junto a él. Todo era natural y hermoso, y, durante unos segundos, gocé junto a él sin sentirme culpable de haberlo traicionado.
Pasé los dedos a través de su pelo oscuro, empapándoselo bien de agua. Él sonrió y cerró los ojos, tan oscuros como su cabello. Tomé nuestro champú económico y empecé a lavarle el pelo mientras él suspiraba de satisfacción. Luego, hizo que me volviera y se apartó del chorro de agua caliente para hacerme a mí lo propio. Me reí y me relajé bajo sus hábiles dedos. Me enjuagó el pelo, besándome de paso en la frente, y, a continuación, se enjuagó el suyo mientras yo lo besaba en el pecho y tomaba la pastilla de jabón.
Mientras él se enjuagaba, le froté cada centímetro del pecho y el abdomen con el jabón, haciendo que las burbujas se deslizaran de forma sugerente sobre su cuerpo. Me mordí el labio al observarlas resbalar sobre sus muslos y él sonrió, arrebatándome la pastilla de jabón de la mano y dejándola de nuevo en la jabonera. Después, me abrazó, embadurnándome con el jabón que tenía adherido a su cuerpo. Utilizó las manos para cubrir cada centímetro cuadrado de mi piel con espuma de jabón, deteniéndose en mis pechos y mis rígidos pezones antes de pasar a la parte posterior de mi cuerpo. Contuve el aliento al sentir su mano entre mis muslos.
Me sonrió de forma tan seductora que mi respiración se aceleró al instante. Entreabrió los labios mientras observaba mi reacción al sentir sus dedos acariciar mis partes íntimas, antes de introducirlos dentro de mí. Gemí y arqueé la espalda, apoyándome contra él, mientras él introducía primero uno y luego dos dedos, moviéndolos lánguidamente dentro de mí durante unos maravillosos instantes antes de frotarlos con delicadeza sobre mi húmeda piel en plan juguetón. Casi emití un quejido y le chupé el labio inferior mientras él retiraba la mano y me empujaba suavemente contra la pared de la ducha. El agua caía a nuestro alrededor, rebotando sobre todo en su amplia espalda, de forma que sólo caían unas gotas sobre mí. Su cuerpo se oprimió con fuerza contra el mío; los restos de jabón que aún tenía en el cuerpo hacían que resbalara contra mi piel. Se inclinó para besarme de manera profunda y apasionada y lo besé con el mismo ardor, gimiendo contra su boca.
Sentí su miembro rígido apretado contra mi cuerpo y bajé la mano para asirlo entre mis dedos. Emitió un gemido de placer en mi oído cuando le apreté la base del pene. Se lo acaricié unas cuantas veces de arriba abajo, mientras él jadeaba en mi oído. Su pecho se movía agitadamente contra el mío, hasta que de pronto me alzó un poco, apoyándome contra la pared, y me penetró sin mayores problemas. Tenía una erección tan potente que lo hizo con toda facilidad, sin causarme ninguna molestia. Emití un sonoro gemido de placer. Le rodeé las caderas con las piernas, para que así me penetrara aún más profundamente.
Le rodeé el cuello con las manos mientras él utilizaba las suyas para sostenerme por las caderas y moverlas en un eufórico ritmo contra su cuerpo. Una agradable bruma invadió mi mente a medida que Denny se convertía en todo mi universo: cada olor, cada caricia, cada aliento, cada movimiento. Era embriagador, hermoso y gratificante…, y quizá, suponiendo que en aquel momento me hubiera permitido sentirlo, un poco triste.
Al cabo de un rato, su respiración se aceleró hasta convertirse en un rápido jadeo y me agarró con fuerza por las caderas al tiempo que emitía un profundo gemido de satisfacción al correrse. Pero siguió moviéndose, y, al cabo de unos instantes, arqueé la espalda apretándome contra él y grité cuando la intensidad del orgasmo me recorrió el cuerpo. Ambos contuvimos el aliento mientras el agua empezaba a enfriarse a la par que nuestro ardor. Luego, él me depositó con cuidado en el suelo de la ducha y se apartó a un lado para que el agua caliente se llevara los restos de jabón que teníamos todavía en el cuerpo.
—Te quiero —dijo mientras cerraba el grifo.
Salió de la ducha y me entregó una toalla para que me secara. Le sonreí con ternura mientras salía también de la ducha y me colocaba junto a él sobre la alfombrilla de rizo.
—Yo también te quiero.
Me secó un poco con su toalla, haciéndome reír, luego se secó él, y salimos de nuestro acogedor cuarto de baño inundado de vaho para que terminara de arreglarse para ir a trabajar. Después, vestido con un pantalón caqui y una camisa de color azul (el azul le sentaba de maravilla), con el pelo aún ligeramente húmedo que, como siempre, dejó que yo se lo peinara, bajó a la cocina. Yo bajé tras él vestida con mis vaqueros básicos y una camisa, con el pelo también húmedo y desenredado, lo cual había hecho Denny por mí con todo el cariño.
Kellan estaba en la cocina, bebiéndose el café y con un aspecto informal pero perfecto, aunque se lo veía un poco pálido. Denny lo saludó haciendo un gesto con la cabeza, sonriendo de buen humor.
—Buenos días, colega.
Kellan, aunque pálido, sonrió de forma despreocupada.
—Buenos días…, colega.
Denny me besó por última vez al tiempo que me acariciaba la mejilla.
—Voy a llegar tarde. —Sonrió dirigiéndome una mirada cómplice, lo cual hizo que me sonrojara—. Pero ha valido la pena —murmuró.
Miré a Kellan. Palideció un poco más y siguió bebiéndose el café con gesto pensativo, y comprendí que había captado el significado de ese comentario. Quizá nos había oído en la ducha. No recordaba si yo había gritado…, probablemente no. Denny me abrazó una vez más, se despidió contento y se fue a trabajar. Me quedé plantada en medio de la cocina como una estúpida, sin saber qué hacer.
—He metido tu café en el microondas —murmuró Kellan desde la mesa. Observé su pálido semblante, sus dulces ojos—. Estaba frío —concluyó.
Tragué saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta, me acerqué al microondas y lo puse en marcha durante un minuto. Mientras el café se recalentaba, me volví de nuevo hacia Kellan.
—Kellan, yo…
—No digas nada —me interrumpió en tono suave, contemplando su taza con rostro inexpresivo.
Pestañeé.
—Pero…
Se levantó y se acercó a mí. Se detuvo a pocos pasos de mí, sin tocarme.
—No me debes ninguna explicación. —Fijó la vista en el suelo—. Y menos una disculpa. —Alzó la vista y me miró—. De modo que… te ruego que no digas nada.
Una mezcla de culpa y compasión por él se apoderó de mí, y extendí los brazos.
—Acércate —dije. Él dudó unos instantes, con expresión atormentada; luego, me rodeó la cintura con los brazos y sepultó la cara en mi cuello. Lo abracé con fuerza y le acaricié la espalda—. Lo siento —le murmuré al oído. Quizá no deseara oírlo, pero yo necesitaba decírselo.
Suspiró suavemente y asintió con la cabeza contra mi hombro, abrazándome con fuerza.
Aún estaba pálido y silencioso cuando me acompañó en coche a la universidad. El sentimiento de culpa me abrasaba. El episodio en la cocina le había molestado. No sabía muy bien por qué; no estaba segura de lo que yo significaba para él, pero me había dicho que le molestaría saber que Denny y yo teníamos sexo, y así había sido. Me sentía fatal, pero yo no le pertenecía. Éramos simplemente amigos…, y Denny era mi novio y eso iba a suceder de nuevo. Observé su rostro silencioso durante el corto trayecto hasta la universidad. Confié en no haberlo lastimado demasiado.
Me acompañó de nuevo hasta el aula y, de camino hacia allí pareció animarse. Quería comentar mi clase de Literatura, y sostenía unas divertidas teorías sobre las opiniones de Austen acerca de la sociedad…, la mayoría de ellas relacionadas con mi anterior clase de Psiquiatría sobre la represión sexual. Esa vez era yo quien me reía a mandíbula batiente cuando Kellan abrió la puerta del aula para que pasara, y estoy segura de que estaba roja como un tomate.
Decidí saltarme la clase de Psiquiatría. Ya sé que no fue una buena idea, pero estaba impaciente por volver a casa y pasar un rato con Kellan antes de ir a trabajar. Además, la clase de Psiquiatría versaba principalmente sobre Freud, un tema que ese día no me apetecía afrontar. Cuando entré en el apartamento, vi a Kellan sentado en el sofá tocando la guitarra. Era una canción preciosa, y, cuando alzó la vista y me miró de una forma que hizo que el corazón se me acelerara, le sonreí afectuosamente. Paró de tocar y dejó la guitarra a un lado.
—No pares —dije acercándome y sentándome junto a él—. Es una canción muy bonita.
Él bajó la vista, sonriendo meloso, y meneó la cabeza. Pero, en vez de seguir, depositó la guitarra sobre mi regazo.
—Toma…, inténtalo otra vez.
Torcí el gesto. La última vez que había tratado de enseñarme a tocar la guitarra, yo lo había hecho fatal.
—Suena maravilloso cuando la tocas tú. Pero cuando yo lo intento suena horroroso.
Se rió y me obligó a volverme sobre el sofá para rodearme con sus brazos y apoyar las manos sobre las mías.
—Tienes que sostenerla correctamente —me murmuró al oído. Su aliento me produjo un escalofrío que me recorrió la espalda, y cerré los ojos durante unos segundos, aspirando profundamente su olor, mientras él colocaba bien mis dedos y los suyos sobre la guitarra.
—De acuerdo. ¡Eh! —Me dio un golpecito en el hombro y se echó a reír al percatarse de que yo tenía los ojos cerrados. Avergonzada, me sonrojé y abrí los ojos y él volvió a reírse—. Así… Ahora tus dedos están en la posición perfecta, justo debajo de los míos. —Apoyó los dedos ligeramente sobre los míos adoptando una posición incómoda sobre el cuello de la guitarra—. Ahora —me mostró la púa que sostenía en la otra mano— rasguea las cuerdas suavemente, así… —Lo hizo una vez, arrancando un sonido maravilloso a la guitarra.
Me entregó la púa y traté de imitar sus movimientos. El sonido distaba mucho de ser maravilloso. Era atroz. Él se rió y me tomó la mano, rasgueando él mismo las cuerdas. Puesto que era él quien hacía todo el trabajo, la guitarra volvió a emitir un sonido maravilloso. Kellan movió suavemente mis dedos y los suyos sobre el cuello de la guitarra, al tiempo que rasgueaba las cuerdas con nuestros dedos entrelazados, ejecutando un ritmo sencillo. Al cabo de un rato, le cogí el tranquillo y me relajé contra él.
Me miró sonriendo y siguió tocando para nosotros, sin mirar siquiera la guitarra.
—En realidad, no es tan difícil. Esto lo aprendí cuando tenía seis años. —Me guiñó el ojo y volví a ruborizarme.
—Es que tú tienes más habilidad con los dedos —solté, distraída un momento por su encantadora sonrisa.
Dejó de tocar y rompió a reír. Puse los ojos en blanco y me uní a sus carcajadas.
—Tienes una mente sucia. Tú y Griffin os parecéis mucho.
Torció el gesto y volvió a reírse.
—No puedo evitar pensar en esas cosas cuando estoy contigo. —Me miró fijamente y luego retiró las manos de la guitarra—. Ahora inténtalo tú.
Volví a colocar las manos en la misma posición que antes y traté de rasguear las cuerdas como él. Sorprendentemente, a la tercera o cuarta intentona, empezó a sonar bien. Miré a Kellan y me reí. Él sonrió y asintió con la cabeza. Luego, me enseñó otro acorde, y, al cabo de varios intentos, logré producir un sonido bastante aceptable. Después de varios intentos fallidos, conseguí por fin tocar la canción que él había aprendido de niño.
Toqué la guitarra durante un rato, mientras él me colocaba de vez en cuando los dedos en la posición correcta y me enseñaba un nuevo acorde después de que yo hubiera dominado el anterior. Me apoyé contra él y flexioné la mano. Él se rió y dejó la guitarra en el suelo, haciendo que me apoyara de nuevo contra su pecho y masajeándome la mano. Procuré no emitir ningún sonido que pudiera distraerle. Me sentía en la gloria.
—Se requiere cierta fuerza en las manos para tocarla —murmuró mientras frotaba mis doloridos dedos.
—Mmm… —Cerré los ojos, gozando de su proximidad.
Al cabo de un rato, él se detuvo y me estrechó contra él. Deseaba permanecer así toda la noche, cómoda y calentita entre sus brazos.
—¿Quieres que intentemos una cosa? —me preguntó con voz queda.
Me tensé automáticamente entre sus brazos y, al volverme hacia él, vi que sonreía.
—¿El qué? —pregunté con cautela.
Él se rió de mis recelos.
—Es inocente…, te lo prometo.
De improviso, se tumbó en el sofá y extendió los brazos hacia mí. Yo lo miré, confundida, y luego me acurruqué junto a su hombro, en el espacio entre el sofá y él. Él suspiró satisfecho y me rodeó con los brazos, acariciándome el brazo con dulzura.
Me aparté y lo miré, confundida todavía.
—¿Era esto lo que querías hacer?
Se encogió de hombros.
—Sí, me pareció… agradable cuando os vi hacerlo a Denny y a ti.
Asentí y apoyé la cabeza sobre su pecho, esforzándome en desterrar el repentino sentimiento de culpa que experimenté al oírle pronunciar el nombre de Denny y ante el simple gesto de afecto que Kellan deseaba de mí. Coloqué con cuidado una pierna sobre la suya y un brazo sobre su pecho. Él suspiró de nuevo y apoyó la cabeza contra la mía. Los latidos de su corazón eran fuertes y regulares. En ese momento, sentí que los míos se habían desbocado.
—¿Estás a gusto? —murmuró contra mi pelo.
Traté de relajarme. Lo único que él deseaba era aquello tan sencillo, y yo gozaba sintiéndolo junto a mí.
—Sí…, es agradable. ¿Y tú? ¿Te sientes a gusto? —pregunté trazando distraída un círculo sobre su pecho.
Él se rió por lo bajo.
—Me siento perfectamente, Kiera —respondió acariciando suavemente la espalda.
Suspiré y me relajé del todo, rodeándolo con más firmeza con el brazo y la pierna. Él me abrazó con fuerza y permanecimos así. Observé el movimiento de su camisa mientras inspiraba y espiraba de manera acompasada. Observé la piel de su cuello y el movimiento de su nuez cada vez que tragaba. Me deleité observando el ángulo recto que formaba la esquina de su pronunciada mandíbula. Por último, cerré los ojos y me acurruqué contra su cuello, dejando que el calor de su presencia me invadiera.
Al poco rato, sentí que se movía debajo de mí y me di cuenta de que me había quedado dormida en sus brazos.
—Lo siento…, no quería despertarte.
Me incorporé deprisa y miré la puerta de entrada. Las palabras, que sonaban tan familiares, habían evocado un recuerdo en mí.
—Denny —murmuré mirando su rostro, que mostraba perplejidad.
Él también se incorporó y me recogió un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Hace sólo unos minutos que te has quedado dormida. Aún es temprano. Denny no volverá hasta dentro de una hora aproximadamente. —Kellan desvió la vista con gesto pensativo—. Yo no dejaría que él… —Me miró de nuevo—. No dejaré que nos vea así, si tú no quieres.
Me apresuré a menear la cabeza. No, Denny no lo comprendería. Ni siquiera estaba segura de comprenderlo yo. Kellan asintió y me miró fijamente. Sentí que necesitaba un respiro de la intensidad que se había producido entre nosotros, de modo que le formulé de sopetón una pregunta que hacía tiempo que me daba rondaba por la cabeza.
—¿Adónde ibas cuando desaparecías? ¿Cuándo no regresabas en toda la noche? —Me recliné de nuevo en el sofá, junto a él. Sonrió, pero no dijo nada. Arrugué el ceño al observar su reacción—. Si estabas…, si salías con alguien, deberías decírmelo. —En realidad, no estaba obligado a contarme nada, pero la curiosidad me consumía.
Ladeó la cabeza con ese gesto tan adorable que solía hacer.
—¿Eso es lo que crees? ¿Que cuando no estoy contigo, estoy con una mujer?
Me estremecí y lamenté habérselo preguntado. Luego, dije con tono quedo:
—Cuando no estás conmigo tienes todo el derecho a… —Le tomé la mano—… a salir con mujeres.
—Lo sé —respondió en voz baja, pasando el pulgar por el dorso de mi mano—. ¿Te molestaría que saliera con alguien? —me preguntó en voz baja.
Tragué saliva y volví la cabeza. No quería responder, pero se me escapó:
—Sí —murmuré. Suspiró y, cuando lo miré de nuevo, vi que tenía la vista fija en el suelo—. ¿Qué? —pregunté con cautela.
Me rodeó la cintura con el brazo y me estrechó contra él, frotándome la espalda.
—Nada.
—Soy injusta, ¿verdad? —pregunté, fundiéndome en su tierno abrazo—. Estoy con Denny. Tú y yo somos… tan sólo amigos. No puedo pedirte que nunca…
Se removió en el asiento, turbado, y luego se rió.
—Bueno, podríamos solventar este pequeño problema si relajaras un poco las reglas. —Me miró sonriendo con picardía—. Sobre todo la primera.
Yo me puse seria y él dejó de reír.
—Lo entendería —dije en voz baja—. No me gustaría, como probablemente a ti tampoco te gusta que Denny y yo…, pero lo entendería. Pero no me lo ocultes. No lo hagas a mis espaldas. No deberíamos tener secretos…
Me di cuenta de lo absurdo que sonaba eso, y en parte no deseaba saberlo, no deseaba verlo, pero tampoco quería que me lo ocultara. Sabía que éramos amigos entre comillas, que a veces nos convertíamos en otra cosa. Sabía que lo que hacíamos —flirtear, pasar muchos ratos juntos— era peligroso y estúpido, como tentar a la suerte. Lo sabía, pero no podía dejar de hacerlo. No podía dejar de pensar en él, de desear estar junto a él, de desear tocarlo, abrazarlo. Pero no podía pasar de eso, y no tenía derecho a pedirle que renunciara a nada por esa pequeña parte de mi ser que yo le daba. No era justo.
Me miró con tristeza durante un minuto antes de asentir con la cabeza.
Miré sus afligidos ojos.
—Bueno, ¿adónde ibas? —murmuré.
Le cambió la expresión, tornándose más animada. Me miró con ojos chispeantes.
—¿Quieres saber adónde voy? Depende. A veces, a casa de Matt, y otras, a casa de Griffin. A veces, a la de Evan. A veces, bebo hasta pillar una curda monumental y aparezco tendido e inconsciente frente a la casa de Sam. —Sonrió maliciosamente y se echó a reír.
—Ah. —La respuesta era tan simple que debió de ser obvia para mí. Había supuesto que iba a echar un polvo, como suele decirse. Alcé la mano y le acaricié la mejilla, intuyendo que por fin podía hacerle la pregunta cuya respuesta deseaba oír realmente—. ¿Adónde fuiste después de la primera vez que estuvimos juntos? No te vi en todo el día, ni por la noche. Y llegaste a casa… —«Borracho como una cuba», pensé, pero no podía decírselo.
Se levantó de pronto y me tendió la mano.
—Vamos. Te llevaré en coche al bar de Pete.
Me levanté y tomé su mano.
—Puedes decírmelo, Kellan, yo no…
Me sonrió, pero sus ojos no mostraban alegría.
—No conviene que llegues tarde.
Comprendí que nuestra conversación había concluido, lo cual me irritó. Asimismo, su reticencia a responder a mi pregunta me preocupó. No debíamos tener secretos entre nosotros, pero al parecer los teníamos.
—No es necesario que me lleves en coche a ningún sitio. —Él arqueó una ceja y sonrió con gesto burlón—. Puedo arreglármelas sola —dije haciendo un mohín de disgusto.
Puso los ojos en blanco, sonriendo, y me condujo arriba para que me arreglara antes de ir a trabajar. Se quedó conmigo en el bar durante buena parte de la velada. Le reprendí en broma diciéndole que iba a perderse el ensayo con los chicos, y él se rió y volvió a poner los ojos en blanco. El hecho de que prefiriera estar conmigo hizo que me sintiera al mismo tiempo complacida y preocupada.
Durante una pausa que hice en el trabajo, él trató de enseñarme a jugar mejor al billar americano. Lo cual resultó bastante cómico, puesto que nuestro nivel de destreza era parecido. Sinceramente, creo que a él le gustaba ayudarme a preparar la jugada, y, sinceramente, a mí me gustaba sentir su cuerpo apretado contra el mío mientras me ayudaba. Disputamos una breve partida mientras me tomaba un tentempié. Es decir, para cualquier otra persona habría sido una breve partida. Después de que ambos falláramos reiteradamente la jugada, mi pausa terminó, apuré mi tentempié y volví a mis tareas, dejándolo que concluyera la partida con Griffin, contra el cual perdió.
Asomé la cabeza en la sala del billar cuando estaban a punto de concluir la partida. Riéndome de su previsible derrota, dije:
—Procura no perder tu trabajo como chico de la banda.
Arqueó una ceja y sonrió de forma socarrona.
—¿Chico de la banda?
Asentí sonriendo y me fui. Cuando me alejaba, lo oí decir en voz alta:
—¡Chico de la banda! ¡Pareces una escolar de diez años!
Me reí de su comentario mientras me dirigía hacia la barra para entregar un pedido. Jenny sonrió al acercarse a mí.
—Parece que tú y Kellan os lleváis mejor.
La miré frunciendo el ceño después de entregar mi pedido a Rita, que se desplazó hacia el otro extremo del mostrador para prepararlo.
—¿A qué te refieres?
Kate se unió a nosotras y se sentó a mi lado en un taburete mientras esperaba que Rita volviera.
Jenny ladeó la cabeza y arrugó también el ceño ligeramente.
—Hace unos días se mostraba un poco frío contigo.
—¿De veras? —preguntó Kate—. ¿Qué hiciste, gastarle su champú? —Luego, suspiró con expresión embelesada—. ¡Dios, tiene un pelo fabuloso!
Solté una risita nerviosa ante los comentarios de ambas.
—Sí…, tonterías que suelen ocurrir entre compañeros de piso. Pero todo está arreglado. —Por suerte, no tuve que abundar en detalles, pues Rita regresó enseguida con mi pedido. Las dejé a las tres hablando sobre las virtudes del pelo de Kellan mientras terminaba mi turno. Tenía que comportarme con más prudencia delante de Jenny. Se daba cuenta de todo.