5
Un sueño

Siempre me sorprendía la rapidez con la que Kellan era capaz de hacerme cambiar de humor. En un momento dado, estaba segura de que había cometido un error y que lo nuestro no funcionaría y, al momento siguiente, me levantaba con languidez de la cama, a su lado, y con una sonrisa satisfecha y cándida, pensando que todo iba y estaba bien en el mundo.

Así me sentía mientras le daba un último beso antes de entrar en el cuarto de baño para arreglarme e ir al trabajo. Saqué la plancha rizadora y le hice sitio en la estantería en la que los productos de belleza de mi hermana parecían multiplicarse. Escuché tararear a Kellan en mi dormitorio. Era un sonido tranquilizador, y vi en el espejo que mi sonrisa boba se ensanchaba.

Meneé la cabeza por el aspecto de mi cabello, que indicaba claramente que acababa de tener sexo, y comencé a cepillarme con fuerza. Kellan era así de particular. Podía estropearlo todo, o podía hacer que todo saliera a la perfección. Candy estaba intentando interferir porque era la clase de arpía celosa que yo me esforzaba en no ser. Ya la había oído fanfarronear delante de otros estudiantes diciendo que salía con una estrella del rock. Aunque yo a veces deseaba que no fuera así, a ella le encantaba que él tuviera esa especie de fama en la universidad. Ella quería más de esa fama. Estaba segura de que se había liado con él para que su nombre se relacionara con el de Kellan. Me repugnaba que hubiera gente tan obsesionada por conseguir sus quince minutos de fama. A mí, la fama sólo me complicaba la vida. Todo sería mucho más sencillo si nadie supiera quién era él.

Volví al dormitorio después de arreglarme el maquillaje y de peinarme el cabello y recogérmelo en una cola de caballo funcional pero bonita. Kellan se había puesto cómodo en el enorme colchón que ocupaba la mayor parte de mi pequeño dormitorio. Estaba recostado contra las almohadas y se frotaba entre sí los pies cubiertos con calcetines. Estaba vestido de nuevo, y leía una de mis novelas románticas con una leve sonrisa de diversión en la cara.

Le eché un vistazo a la portada, en la que se veía un individuo musculoso y bronceado que abrazaba contra su pecho a una mujer sin apenas ropa. Sacudí la cabeza.

—¿Qué haces?

No me miró, pero su sonrisa se hizo más amplia.

—Leo tu porno.

Le di una palmada en los pies al pasar a su lado y le bufé.

—Eso no es porno. Es un libro romántico.

Kellan soltó otro bufido y me miró.

—¿De verdad?

Bajó la mirada al libro y comenzó a leer un párrafo:

«Ella jadeó contra su boca cuando él rozó la erección contra su piel. Él gimió cuando el deseo de ella lo inundó. Estaban preparados para estar juntos, libres de culpabilidad y remordimientos… por fin. Lo rodeó con las piernas y lo guió con las caderas hasta colocarlo donde debía estar. Cuando notó que la punta de su propio ser se apretaba contra su entrada, la oyó gemir: “Quiero que te entierres dentro de mí, quiero que me consumas”».

Me sonrojé por completo al recordar la parte que había leído. Era una escena bastante sensual, y solía excitarme un poco. El modo en el que la había leído era tan sensual… Me avergonzó que tuviera razón hasta cierto punto, y le quité el libro para meterlo en un cajón de la cómoda. Estaba segura de que la próxima vez que lo leyera, oiría la voz sensual de Kellan en la cabeza. Sólo pensarlo me dio escalofríos. Me miró con sonrisa aviesa.

—¿Lo ves? Porno… —Se inclinó hacia mí—. Y porno del duro. —Señaló el cajón donde había guardado el libro—. No me importaría probar…

Noté las mejillas ardiendo. Le tiré del brazo para interrumpirle y hacer que se levantara.

—Ponte ya los zapatos, que tenemos que irnos.

Se rió mientras recuperaba el equilibrio.

—Sí, claro. Bueno, otra vez será.

Cuando poco después entré en el bar de Pete junto a Kellan, me recibió la bulliciosa Kate. Como Jenny tenía la noche libre, Kate sería mi cómplice de trabajo.

—¡Hola, chicos!

—Hola, Kate.

Sonreí a mi vivaracha compañera e intenté apartarme de mi novio para guardar mi bolso. En cuanto nuestros dedos se separaron, Kellan me agarró de la cintura y me pegó de nuevo a su cadera.

—Tomaré lo de siempre —me susurró al oído.

Me mordí el labio, porque su voz me provocó un escalofrío por toda la espina dorsal. Me giré para mirarle con expresión sugerente y meneé la cabeza.

—Sé lo que te gusta, Kellan.

Me sonrió con gesto travieso y me deslizó la mano en el interior de uno de los bolsillos traseros.

—Sí… sí que lo sabes.

Me di cuenta de lo sugerente que había sonado lo que le había dicho, y lo aparté de mí de un leve empujón. A veces tenía una mente muy pervertida. Bueno, la verdad es que la mayor parte del tiempo. Se rió cuando se me encendieron las mejillas, y luego me besó en una de ellas.

—Eres tan adorable. —Se inclinó en el oído para susurrarme—. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me excita eso?

Me eché a reír al mismo tiempo que me apartaba, no sin antes murmurarle mi respuesta.

—¿Y qué es lo que no te excita, Kellan?

Me sonrió encogiéndose de hombros y luego se dirigió hacia su mesa. Suspiré mirándole el trasero mientras se alejaba de mí. Kate también suspiró a mi lado. Me giré hacia ella.

—Dios, tiene un pelo precioso —comentó con voz soñadora—. Siempre parece recién levantado de la cama. —Se volvió hacia mí—. ¿Cómo lo hace?

Me mordí el labio y me encogí de hombros con la esperanza de no tener la cara como un tomate. No podía decirle que el pelo de Kellan tenía ese aspecto de recién salido de la cama después de tener sexo porque era eso precisamente lo que había ocurrido. Demasiada información para una compañera de trabajo. Se encogió de hombros, sacó un puñado de piruletas del bolsillo del delantal y me las dio.

—Toma. Pete las ha encargado para dárselas a los clientes. —Le quitó el envoltorio a una de ellas, donde se leía con claridad «Pete’s Bar», y se la metió en la boca—. Siempre se me olvida darlas. —Sonrió con la piruleta en la boca—. Tienen sabor a manzana.

Le sonreí y le di las gracias antes de marcharme para guardar mis cosas. Cuando volví, me abrí una. Me encantaba el sabor a manzana. Era mucho mejor que el de las manzanas de verdad.

Rita ya tenía preparada la cerveza de Kellan antes de que me acercara a la barra a pedírsela. Me la dio con malos modos mientras miraba a Kellan, al otro lado del bar.

—Toma, para el señor trasero bonito.

Casi se la quité de las manos.

—Gracias.

Puse los ojos en blanco mientras me alejaba. Era muy irritante que desnudaran mentalmente a mi chico una y otra vez. Y la gente pensaba que los hombres eran los que siempre estaban cachondos. Empezaba a dudarlo de verdad.

Me saqué la piruleta mientras me acercaba a Kellan, que estaba solo, y le di su bebida.

—Toma… lo de siempre.

Me sonrió mientras tomaba la cerveza de mi mano y, luego, me tomó la piruleta sin dejar de mirarme y se la metió en la boca. La chupó aguantándome la mirada y luego la soltó. Fue algo tremendamente erótico, y oí unos cuantos gemidos procedentes de una mesa de chicas que estaba cerca. Me apeteció mucho inclinarme sobre él para probar la manzana en su lengua, pero en vez de eso, decidí reclamar mis derechos. Le empujé un hombro y fruncí el entrecejo.

—Agh, Kellan, es mi piruleta.

Nada que pudiera hacer su boca sobre la mía o sobre cualquier otra parte de mi cuerpo me daría asco, pero tenía que establecer mi territorio. No se chupaba la piruleta de otra persona sin permiso. Me sonrió como si supiera que yo le permitiría poner los labios donde quisiera.

—¿Qué dices? ¿Así que puedo poner la boca en tu…?

Le tapé la boca y miré un momento a las chicas de la mesa de al lado, que se echaban hacia delante para oírle mejor.

—¡Kellan! —le advertí con un fuerte siseo.

Me apartó la mano de la boca y siguió hablando:

—… pero ¿no puedo disfrutar de tu piruleta?

Meneé la cabeza y noté que no podía evitar empezar a sonreír. Kellan me miró con ojos de cachorro y expresión desvalida, y eso lo hacía tremendamente atractivo. Me rendí y le metí la piruleta en la boca. Esos ojos se lo habían ganado. Me sonrió con el palito sobresaliéndole entre los labios y yo suspiré irritada.

—Al menos, podías pedirlo primero.

Se la sacó de la boca y la dejó entre los labios con un gesto seductor al mismo tiempo que alzaba una ceja.

—No sabía que tenía que pedirte permiso para ser un descarado.

Esta vez puse el ceño en un gesto de enfado de verdad.

—No me hables de descarados.

La palabra me hizo pensar en Candy. Kellan comprendió la relación que se me había ocurrido mentalmente y dejó de sonreír.

—Perdona —musitó.

Sacudí la cabeza y le besé en los labios. El sabor a manzana fue maravilloso, como debía ser.

—No pasa nada. —Hice caso omiso a los sonidos de descontento que llegaron de la mesa de al lado y le besé de nuevo—. La próxima vez pídelo, ladrón de piruletas.

Sonrió y empezó a disfrutar de verdad del dulce mientras me alejaba.

Poco después, mientras le contaba a Kate el primer día de clase, menos el encuentro con Candy, claro, las puertas se abrieron de par en par. Me sobresalté y me volví a tiempo de ver a Matt cruzándolas con una cara radiante. Miró de inmediato a la mesa donde solían sentarse. Al ver a Kellan, sonrió todavía más y prácticamente corrió hacia allí.

Miré a Kate, porque no estaba acostumbrada a verlo de un humor tan extrovertido, pero ella se encogió de hombros. Las dos nos volvimos de nuevo hacia las puertas cuando se abrieron otra vez de golpe. Ahora fue Griffin quien entró en tromba, seguido de Evan. Ambos dos tenían la misma expresión sonriente que Matt.

Se apresuraron a seguir a éste, quien ya estaba casi al lado de Kellan contándole algo con gesto emocionado. Kellan frunció el entrecejo y miró a sus otros dos compañeros. Entrecerré los ojos mientras intentaba adivinar qué estaba pasando.

—Kiera, ¿qué es lo que pasa? —me preguntó Kate señalando a la mesa donde se encontraban Matt, Griffin y Evan, sentados alrededor de Kellan.

Todos se inclinaban hacia él a la vez que le hablaban, también al mismo tiempo. La cara de Kellan mostraba un asombro total mientras los miraba uno por uno. Les hizo unas cuantas preguntas cuando alguno de ellos se calló lo suficiente como para que le diera tiempo a meter baza.

—No tengo ni idea —le murmuré, y me dirigí hacia la mesa para averiguarlo.

Kellan me vio llegar cuando ya casi estaba a la distancia suficiente como para oírlos. Me detuve en cuanto se echó hacia atrás en el respaldo de la silla y se pasó una mano por la boca. Su mirada era de preocupación, de gran preocupación. Así que me detuve en seco, como si me diera miedo acercarme. Había creído que eran buenas noticias por las caras de sus amigos, pero daba la impresión de que a Kellan no se lo parecían. Por su cara, más bien parecía que le habían dicho que se iba a morir.

Todos le dieron palmadas en la espalda llenos de emoción. Intentaban que sonriera, pero Kellan negó con la cabeza y murmuró algo sin dejar de mirarme. Los demás se volvieron hacia mí. Di un paso atrás cuando los ojos de todos se clavaron en mí. La mirada de Evan era comprensiva. Eso me atemorizó. La de Matt fue evaluativa. Eso me preocupó. La de Griffin era irritada. Eso… no era nada nuevo.

Kellan se inclinó hacia delante, lo que hizo que se volvieran de nuevo hacia él. Empezó a hablar en voz baja e intensa, y no oí lo que decía. Los chicos comenzaron de inmediato a menear la cabeza en gestos negativos y a mover las manos con irritación. Jamás había visto pelearse a los miembros del grupo, y tenía la horrible sensación de que discutían por mi culpa.

Alguien de una mesa cercana me llamó para pedirme algo, pero no fui capaz de moverme para atenderle. Estaba ocurriendo alguna cosa importante. Algo por lo que Kellan no estaba emocionado, pero que sí que emocionaba al resto del grupo. Algo que parecía implicarme de alguna manera. Noté que se me helaba la sangre mientras me esforzaba en vano por encajar las piezas de aquel rompecabezas. Griffin gritó de repente.

—¡Vamos, Kellan, joder!

Ese grito hizo que me encogiera por la impresión. Kellan alzó una mano para tranquilizar a Griffin y le contestó algo en voz baja mientras meneaba la cabeza. Éste le replicó negando con la suya y cruzándose de brazos. Luego le soltó algo mientras Matt agachaba la cabeza con gesto decepcionado. Evan le dio una palmada en la espalda a Kellan y se inclinó sobre él para decirle alguna cosa. Luego me señaló con la mano, y los ojos de Kellan siguieron el movimiento.

Noté que el corazón se me aceleraba diez veces más al ver que Kellan suspiraba y se frotaba la cara con las manos. Se recostó en la silla y meneó finalmente la cabeza antes de mirar a sus amigos. Hizo un gesto de asentimiento, les dijo algo y se puso lentamente en pie.

Cruzó la mirada con la mía y suspiró de nuevo. Pensé que el corazón me iba a estallar mientras se dirigía hacia mí. Casi quise echar a correr cuando sentí que la tensión de la mesa le seguía. Quizá fueron imaginaciones mías, pero me pareció que el bar había quedado envuelto en un silencio sepulcral. Kellan y yo habíamos montado muchas escenas en ese local. No estaba segura de si era eso lo que iba a suceder, pero los clientes parecían pensarlo mientras esperaban impacientes a que nos reuniéramos.

Kellan se puso delante de mí con la cabeza agachada. Contuve el aliento.

—¿Podemos… podemos hablar? —Levantó la mirada con expresión tensa—. Fuera.

Asentí con rigidez. Hubiera preferido cualquier cosa antes que salir con él del bar. No fui capaz de mover las piernas, pero él me tomó de la mano y empezó a tirar de mí. Aquello provocó que los músculos de mi cuerpo respondieran de forma involuntaria, y le seguí a través de las puertas dobles.

Oí un vendaval de susurros justo antes de que las puertas se cerraran, y luego todos los sonidos del bar desaparecieron. Kellan me soltó la mano y se pasó la suya por el cabello. Miró a su alrededor, como si quisiera fijarse en cualquier cosa que no fuera yo. Noté que las lágrimas se me agolpaban en los ojos mientras el miedo se me apoderaba del estómago.

—¿Kellan? —le pregunté con voz temblorosa.

Al oír mi tono de voz, me miró por fin. Suspiró y me tomó de la mejilla con una mano.

—Tengo que decirte algo, y no sé por dónde empezar.

Se mordió el labio, y el corazón me martilleó el pecho.

—Dímelo ya, porque me estás empezando a dar mucho miedo.

Tragó saliva y bajó la mirada. Dejó caer la mano hasta mi brazo.

—Matt ha trabajado mucho por el grupo este verano. —Me miró otra vez y se encogió de hombros—. Ha organizado más conciertos, ha conseguido todo ese equipo para que podamos insonorizar la casa de Evan, y también nos consiguió la actuación en Bumbershoot…

Asentí. Todo eso ya lo sabía. Casi se me paró el corazón mientras esperaba a que me dijera lo importante. Kellan se me acercó un poco más y me acarició el brazo.

—Uno de los grupos con los que ha estado en contacto nos vio tocar en Bumbershoot. Se quedaron… impresionados y… —Suspiró y entrelazó la otra mano con la mía—. Quieren que toquemos con ellos en su gira —susurró.

Parpadeé y me aparté de él. Su cara tenía un aspecto desgarrado bajo la luz de la luna.

—¿Os han invitado a una gira? ¿A una gira de verdad?

Asintió, y luego se encogió de hombros.

—Es una gira bastante importante, con otros seis grupos, según dice Matt. Somos… un añadido de última hora, los últimos de la fila, pero al menos, estamos metidos en ella.

Sorprendida y llena de orgullo, lo abracé con fuerza.

—¡Dios, Kellan! ¡Es genial!

Suspiró de nuevo mientras le abrazaba, y me aparté para mirarlo. No quiso mirarme, y la breve alegría que había sentido comenzó a desvanecerse. Le tomé la cara entre las manos y le acaricié la piel con los pulgares.

—Pero no te emociona… —Se me encogió el corazón al comenzar a comprenderlo todo—. Por mí, ¿verdad?

Me miró a los ojos y volvió a encogerse de hombros.

—Kiera, es una gira de seis meses… De costa a costa.

Me mordí el labio y empezaron a escocerme los ojos al pensar en lo que eso supondría para nosotros. Se marcharía, y durante bastante tiempo.

Me obligué a mí misma a sonreír, aunque me sentía tan melancólica como él. Negué con la cabeza.

—No pasa nada. Seis meses no es tanto tiempo. Y tendrás descansos, ¿no? Podré verte.

Asintió y bajó otra vez la mirada.

—No tengo por qué ir, Kiera. —Me miró a los ojos y movió la cabeza en un gesto negativo—. Puedo decirles a los chicos que no voy.

Me quedé con la boca abierta al darme cuenta del motivo por el que el grupo había comenzado a discutir. Les había dicho que no en el bar, porque no quería dejarme. Incliné la cabeza hacia un lado y estudié su cara.

—Kellan, es tu sueño, y podrías cumplirlo. Podría ser tu momento, tu oportunidad. ¿No es lo que quieres?

Se encogió de hombros otra vez y miró al bar por encima de mi hombro.

—Me gusta la vida que tengo. Tocar en el bar de Pete… —Volvió a mirarme—. Estar contigo.

Le pasé la mano por el cabello y luego lo apreté para que nuestros cuerpos estuvieran juntos.

—Kellan, sabes que tienes demasiado talento como para pasarte la vida haciendo sólo eso. Aunque me gustaría tenerte sólo para mí, sé que no te puedo mantener oculto al resto del mundo. —Bajó la mirada al suelo y yo me agaché para poder seguir mirándole a los ojos—. Y no se trata sólo de tu sueño, Kellan. —Miré hacia el bar, y él siguió la dirección de mi mirada—. Sabes lo mucho que esto significa para ellos. —Volví a mirarlo y me encogí de hombros—. No puedes decirles que no por mí.

—Lo sé —me contestó y suspiró—. Son la única razón por la que estoy hablando contigo. —Meneó la cabeza antes de seguir hablando—. Kiera, todavía te queda un año de carrera, no puedes venir conmigo. No quiero dejarte…

Sacudí con energía la cabeza y le interrumpí:

—Que no sea por mí, Kellan. —Noté una vez más las lágrimas en los ojos, y tragué saliva con dificultad. Iba a echarlo muchísimo de menos, pero no podía impedir que lo hiciera. No podía ser esa clase de persona… otra vez—. No voy a separar a otro hombre de su sueño —musité.

Me abrazó con fuerza y me apretó contra él como si yo estuviera a punto de desaparecer. Tenía ganas de llorar, pero sabía que no debía hacerlo, no cuando notaba que temblaba entre mis brazos.

—Kellan, ¿tienes miedo? —le pregunté preocupada con un susurro—. ¿Por qué? Nunca tienes miedo.

Negó con la cabeza.

—Eso no es verdad. Tengo miedo todo el tiempo. —Me echó hacia atrás para mirarme con el ceño fruncido. Tragó saliva—. Recuerdo, Kiera… —Yo fruncí todavía más el ceño y él meneó de nuevo la cabeza—. Recuerdo lo que pasó cuando Denny te dejó… lo que eso te hizo. —Me miró fijamente a los ojos—. Recuerdo cómo acabamos juntos.

Sentí que me sofocaba cuando comprendí lo que estaba diciendo. Pensaba que si se marchaba, lo engañaría. Que me sentiría tan sola y triste sin él que me buscaría el hombre disponible más próximo y haría… exactamente lo que le había hecho a Denny. Sabía que no podía reprocharle ese temor, pero sentí rabia de todas maneras, y lo aparté de mí.

—No te marcharás porque cuando Denny se fue…

—Sé que no te gusta estar sola —murmuró.

La rabia me sacudió al responderle.

—No voy a volverme loca porque te vayas ni te voy a engañar. No soy… No sería capaz de… —Tartamudeé mientras buscaba una respuesta que no sonara infantil—. ¿Por qué piensas eso?

—Porque yo estaba allí… cuando Denny hizo exactamente lo mismo, cuando creía que no lo engañarías.

Suspiró e intentó abrazarme otra vez, pero se lo impedí deteniéndolo con el brazo. Intenté alzar la barbilla, pero noté que temblaba por las emociones que me embargaban.

—No es justo, Kellan. He madurado. Y tú y yo estábamos en una situación completamente distinta. No puedes echarme eso en cara.

Negó con la cabeza en un gesto de disculpa.

—Lo sé, lo sé muy bien. Y sé que has madurado, Kiera, pero…

Cerró los ojos y apartó la cara.

Me quedé con la boca abierta, y esta vez fui yo quien meneó la cabeza.

—¿Es que vas a dudar siempre de mí? —susurré.

Fruncí los labios y deseé que tuviéramos la clase de relación en la que podríamos sonreír y felicitarnos mutuamente, o desearnos lo mejor a sabiendas de que no iba a ocurrir nada malo. Pero no teníamos eso. Teníamos dudas y miedos, aunque a veces intentara de un modo ingenuo fingir que no era así.

Levantó la vista para mirarme y alzó las cejas.

—¿Es que tú no te preocupas por mí? Esta mañana creías que te engañaba. ¿No te preocuparás cuando me vaya? Me refiero a que estaré de viaje durante meses… con Griffin… ¿No se te ha pasado por la cabeza?

Entrecerré los ojos al pensar en la clase de problemas en los que podría meterse por culpa de ese miembro en concreto del grupo.

—No, pero ahora sí. —Me crucé de brazos y lo miré fijamente, hasta que él apartó la mirada. Volvió a suspirar mientras observaba la zona de aparcamiento. Yo también dejé escapar un suspiro y relajé la postura a medida que desaparecía mi enfado. No podía enfadarme con él por preguntarse algo que yo misma me había preguntado muchas veces—. Supongo que tendremos que probar suerte… y confiar el uno en el otro.

Kellan asintió con gesto solemne y bajó la mirada de nuevo. Miré a mi alrededor. Estábamos fuera, solos. De repente, comprendí algo más. Le puse la mano en la mejilla y lo obligué a mirarme.

—¿Me lo has dicho aquí fuera porque pensaste que me derrumbaría?

Me contestó con un susurro y un gesto de afirmación.

—Recuerdo la noche que Denny te dijo que se marchaba. Recuerdo que te abracé mientras llorabas por él. Te observé cuando despegó su avión. Estabas destrozada, como si una parte de ti se hubiera ido con él. Kiera, no quiero hacerte daño así.

Sus ojos se entristecieron al mirar los míos… completamente secos. Le besé con suavidad y apoyé la frente en la suya.

—¿Te molesta que… no me moleste? ¿Esto era alguna clase de prueba?

Negó con la cabeza.

—Nunca te pondría a prueba, Kiera, pero creí que al menos… llorarías, suplicarías un poco.

Intentó volverse de nuevo, pero le obligué a mirarme.

—Lo haré. Créeme, cuando te vayas de verdad, estaré convertida en un masa sollozante, pero lo digo en serio, Kellan. He madurado. Han pasado muchas cosas desde que Denny me dejó la primera vez. He crecido. —Recordé cómo era en aquella época, y meneé la cabeza—. Tenía mucho miedo de estar sola. —Me encogí de hombros mientras me observaba—. Sigue sin gustarme, pero ahora me siento más segura, o eso creo. Los errores del pasado me han hecho crecer un poco.

Sonrió ligeramente.

—Una arrugada vieja de veintidós años.

Sonreí, también ligeramente, pero al menos una parte de la tensión anterior desapareció.

—Kellan, puede que tengas mucha más experiencia que yo en la vida, pero no te comportes como si tuvieras exactamente mi misma edad. He visto tu carné de conducir.

Sonrió con malicia y alzó una ceja.

—¿El de verdad?

Sacudí la cabeza y le tomé de las dos mejillas.

—¿No creerás que quería más a Denny porque me afectó mucho que me dijera que se iba?

Se encogió de hombros una vez más y su sonrisa se entristeció.

—¿Puedes culparme por pensarlo?

Lo rodeé con los brazos y apoyé la cabeza en su hombro.

—No, supongo que no. —Nos quedamos callados unos momentos meciéndonos un poco mientras manteníamos el abrazo. Esperé un instante más mientras me invadía la paz y un poco de tristeza—. No le amaba más de lo que te amo a ti, Kellan. —Me aparté un poco y lo miré a los ojos—. A ti te amo más. Te amo tanto como para dejar que te marches y cumplas tu sueño. —Eché la cabeza hacia un lado—. ¿No lo ves? Te amo más. —Sonrió levemente y le quité un mechón de cabello de la frente. Luego le bajé la punta de los dedos por la mejilla—. Y sí, te echaré de menos, más de lo que te puedes imaginar, pero sé que tienes que hacerlo, Kellan. Y tú también lo sabes.

Negó con la cabeza de forma testaruda.

—No. Sé que tengo que estar contigo. Todo lo demás no son más que… detalles.

Sonreí y le besé. Luego le murmuré con los labios pegados a los suyos.

—Pero recuerda que no es sólo tu sueño. —Suspiré y señalé hacia el bar, donde estaban los demás a los que afectaba la decisión—. Están Evan y Griffin… y Matt, que se ha esforzado mucho para conseguirlo.

Miró mis dedos antes de contestar.

—Lo sé…

Le rodeé el cuello con los brazos y acerqué mi cara a la suya.

—Y por eso vas a hacerlo. También son sus sueños; no puedes quitárselos… por mí, por nosotros.

Apoyó la cabeza en la mía y cerró los ojos.

—Lo sé. —Nos quedamos así, apoyados el uno contra el otro, durante un largo rato, antes de que Kellan se apartara—. Supongo que debería dar a Matt la buena noticia —dijo con la voz un poco abatida.

Asentí y me mordí los labios mientras contenía las lágrimas que se esforzaban por salir. Siempre supe que aquel momento iba a llegar, aunque no precisamente ese día.

—¿Cuándo comienza la gira?

Agachó la cabeza.

—A principios de noviembre.

Yo también agaché la cabeza.

—Ah.

Noviembre. Estábamos a finales de septiembre… Menos de un mes en realidad. Nos quedamos en silencio un momento más mientras aceptábamos nuestra inminente separación, y luego Kellan me agarró de la mano. La apretó al tiempo que me daba un suave beso en los labios, y luego señaló con la barbilla las puertas del bar. Inspiré profundamente y afirmé con la cabeza. Una parte de mí no quería entrar otra vez por esas puertas. Tenía la sensación de que todo lo que conocía cambiaría en cuanto cruzáramos ese umbral. Por supuesto, era una sensación ridícula. Todo había cambiado ya.

Kellan me tiró de la mano y cruzamos las puertas. Los clientes curiosos del bar nos miraron en cuanto entramos, quizá para ver si tenía la cara enrojecida y manchada de lágrimas… quizá para ver si Kellan tenía un ojo amoratado. Puesto que ambos teníamos el mismo aspecto, aunque bastante más melancólico que antes, no tardaron en centrarse en sus propias conversaciones.

Nos acercamos a la mesa. Los chicos todavía estaban allí, esperándole, esperando su respuesta. Puesto que Kellan era el líder del grupo, apenas podrían hacer nada sin él. Claro que podían intentar encontrar otro cantante, pero no sería lo mismo sin su talento. Ni siquiera era capaz de imaginarme a los D-Bags sin su D-Bag principal. Y sabía que la mayoría de ellos pensaban lo mismo. Sobre todo Evan, que preferiría dejarlo todo antes que seguir sin Kellan. Así que se quedaron sentados, y esperaron a que éste les dijera si se iba a cumplir o no su sueño.

Griffin me miró fijamente con los brazos cruzados sobre el pecho. Me sentí como Yoko Ono mientras me acercaba a la mesa agarrada de la mano de mi novio. Matt me observó con respeto, pero con gesto de decepción. Quería muchísimo ir a aquella gira. Evan era el único que parecía un poco perdido. Yo sabía que le gustaba el éxito, ¿y a qué rockero no le gustaría tener un gran éxito?, pero su corazón estaba en Seattle. Con Jenny. Se sentiría tan mal por separarse de ella como Kellan por separarse de mí. Me sonrió con gesto comprensivo cuando llegué hasta ellos.

Kellan carraspeó, se pasó una mano por el cabello, y todos se centraron en él. Dejó escapar el aire en una larga exhalación controlada para tranquilizarse antes de mirar a Matt.

—Me apunto —fue lo único que le dijo.

Matt se puso en pie de un salto al mismo tiempo que todos lanzaron un coro de gritos emocionados. En su rostro delgado y rubio apareció una sonrisa de oreja a oreja, y rodeó a Kellan por los hombros con un brazo.

—Kell, esto va a ser genial, ya lo verás.

Afirmó con gesto entusiasta mientras Evan y Griffin se ponían en pie para rodear a Kellan.

Empezaron a darse empujones y codazos de forma amistosa. Evan agarró a Kellan por el cabello y se lo despeinó con las manos mientras se reía. Griffin se interpuso entre Kellan y yo y nos separó cuando comenzó a darle palmadas en la espalda. Todos se pusieron a charlar de forma emocionada sobre lo que les esperaba, y me vi obligada a retroceder unos cuantos pasos y a observarlos desde cierta distancia.

Kellan me miró durante un segundo, pero tuvo que centrar de nuevo la atención en uno de los chicos casi de inmediato. Suspiré y di media vuelta para dejarlos tranquilos en su momento de gloria. Además, tenía que volver a trabajar.

Oí al grupo mientras me dirigía hacia una pareja que se acababa de sentar. Sus carcajadas eran sonoras, y sus voces, alegres. Varios clientes habituales me preguntaron qué ocurría, y les contesté con cierto malhumor.

—Se van de gira. Van a difundir su talento por toda la nación y alguna discográfica se fijará en ellos y les ofrecerá un contrato. Después de eso, sonarán en la radio cada cinco minutos y tendrán una gira para ellos solos que irá a cada ciudad importante del mundo, y estarán todo el tiempo rodeados de gente. Aparecerán en todos los programas de entretenimiento de la televisión, tocarán en todas las entregas de premios y Kellan saldrá en la lista de macizos de todas las revistas. Después de eso, todas las seguidoras y las famosas lo perseguirán. Al final se entregará a una de esas actrices jóvenes y serán la comidilla de todas las revistas del corazón. Y yo me quedaré aquí, sola, sirviendo copas, con mis recuerdos de la estrella del rock con la que solía salir.

Bueno, vale, puede que a los clientes sólo les dijera la primera frase, pero el resto del discurso se repitió en mi cabeza en un bucle continuo. Claro que Kellan y yo confiábamos el uno en el otro, pero eso sólo significaba que no me engañaría. No tenía ninguna garantía de que siguiera conmigo cuando estuviera expuesto a… bueno, a todo el mundo.

Todos los clientes reaccionaron emocionados ante la noticia, y varios se acercaron a la mesa de los chicos para felicitarlos con una palmadita en la espalda a modo de reconocimiento, o en el caso de las chicas, con abrazos. Sorprendentemente, la única otra persona que no parecía contenta por aquello era Rita. Vi que tenía la misma cara de malhumor que yo mientras me acercaba a recoger otra ronda que les habían pagado a los miembros del grupo.

Frunció los labios llenos de colágeno en una mueca de desagrado mientras preparaba las bebidas.

—Todavía no me creo que se vaya —murmuró, pero haciéndose oír por encima del ruido del bar. Me miró y entrecerró los ojos—. ¿Es que no vas a hacer nada para impedirlo? ¿No te vas a plantar?

Miré a Kellan, que estaba sonriendo y estrechando la mano de Sam. Por fin parecía feliz por la posibilidad de cantar por todo el país, y suspiré al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

—No. Se lo merece. No voy a impedir que cumpla su sueño.

Rita alargó el brazo por encima de la barra y me dio una palmada en el hombro. Me volví para mirarla fijamente mientras se ajustaba el escote modificado de su camiseta del bar.

—Entonces eres idiota. —Señaló a Kellan y a los chicos mientras me recitaba de un modo vulgar todos los miedos que me acosaban—. Se va a hacer famoso con esto. Luego se dará cuenta de que es famoso, y guapísimo, y que puede follarse a cualquier mujer del mundo que quiera. ¿Crees que se va a quedar con una chica normal después de eso?

Agarré de mala gana la bandeja con las bebidas y buena parte del líquido se derramó, y luego alcé la barbilla para mirarla. Negué con la cabeza con una confianza que no sentía realmente.

—No conoces a Kellan, no como yo. No está interesado en la fama, en el poder o en las mujeres. —Bajé la barbilla en un gesto de hostilidad y me encogí de hombros—. Sólo le intereso yo.

Rita se cruzó de brazos y me sonrió con gesto burlón.

—Claro, y no te engañará porque es… un tipo cabal.

Me miró de arriba abajo mientras yo me sonrojaba. Supe por su tono de voz que en realidad se refería a mí cuando cuestionaba la moralidad de Kellan. Ninguno de nuestros conocidos hablaba abiertamente de la aventura que habíamos tenido Kellan y yo, pero debido a nuestras peleas en público y a la paliza que había recibido él, y que todavía achacábamos a un atraco, la mayoría de la gente ya se había hecho una idea de lo ocurrido. Sobre todo después de que Denny se marchara del país.

No quise seguir hablando de mi vida con Rita, ya que Kellan tampoco se había comportado bien con ella, así que le murmuré la respuesta.

—No lo conoces. —Le dije, y me marché de forma apresurada.

Después de tomarse el par de rondas de copas a las que les habían invitado, los chicos se levantaron para marcharse a otro bar, donde tenían que tocar. Kellan se quedó unos momentos más mientras los demás salían rodeados por vítores y silbidos de admiración. Griffin se paró un momento ante las puertas antes de salir.

—¡Gracias, mis leales súbditos! No os preocupéis, no me olvidaré de vosotros cuando sea famoso, ¡sólo me negaré a reconocer vuestra existencia!

La mayor parte del bar se echó a reír pensando que se trataba de una broma. Conociendo a Griffin, supuse que lo decía en serio, así que puse los ojos en blanco y meneé la cabeza. Qué capullo. Algún día tenía que buscar alguien distinto para Anna. Podía aspirar a alguien mucho mejor. Desde luego, el siguiente no podía ser mucho peor.

Kellan también miró al techo y meneó la cabeza mientras se acercaba hasta donde yo estaba, al lado de una mesa que acababa de limpiar. Me sonrió con una mueca juguetona y me señaló con la barbilla las puertas por las que había salido Griffin.

—¿Qué crees que será lo primero que acabe con él? ¿Las drogas, el dinero o las mujeres?

Sonreí enlazando los brazos detrás de su cintura y alcé una ceja.

—Estoy bastante segura de que será una combinación de las tres cosas.

Kellan se echó a reír y también me rodeó la cintura con los brazos. Se inclinó sobre mí, y me di cuenta de que tenía los labios fruncidos de un modo involuntario.

—¿Y qué hay de ti? ¿Cuál será tu perdición?

Se detuvo un momento antes de que se tocaran nuestros labios. Empezó a fruncir el entrecejo, pero luego sonrió.

—¿Crees que tendré una? —Me avergoncé por haber preguntado y negué con la cabeza. Luego me encogí de hombros—. Me he dado cuenta de que vas a hacerte famoso, y que la fama conlleva ciertos… riesgos. —Suspiré, porque sabía que no era el momento de tener aquella conversación, y le miré fijamente—. Estarás rodeado por muchas… tentaciones. —Me mordí el labio—. Y he visto algunos programas musicales de la tele. Sé lo que se les ofrece a las estrellas del rock.

Entrecerró los ojos, pero después se echó a reír.

—¿Programas musicales? Ya veo que has trazado la ruta de mi carrera, ¿verdad? —Sonrió con malicia y se agachó un poco para mirarme directamente a los ojos—. ¿De qué se trata entonces? ¿De bebida? ¿De apuestas? ¿De comprar demasiados yates?

Torcí la boca por esos comentarios, y le di una palmada en el pecho.

—No, para ti serían las mujeres. —Volví a suspirar meneando la cabeza—. Siempre son las mujeres.

Su sonrisa se desvaneció.

—Kiera, tienes que confiar en mí. —Volvió a sonreír un poco, pero su gesto estaba cargado de tristeza—. Y yo tengo que confiar en ti. —La repentina seriedad de su expresión fue sustituida de inmediato por una sonrisa maligna, y el dolor que nos rodeaba desapareció—. Sé que no voy a encontrar a nadie que te supere, y yo bien puedo dejar de interesarte cuando esté acabado y me haya dado a la bebida. Quizá pienses que te mereces algo mejor, y comiences a salir con uno de los Jonas Brothers o algo así.

Me eché a reír, aunque me notaba el estómago tenso por la conversación. Le di otra palmada en el pecho y me puse de puntillas para besarlo.

—Nunca. Eres mío, estés acabado o no.

Se rió con los labios pegados a los míos.

—Bien, porque nada de eso va a pasar —murmuró. Se echó hacia atrás y alzó otra vez una ceja—. Sólo es una gira de seis meses con otro puñado de grupos, y casi todos son pequeños y sin contrato discográfico… como nosotros. Cuando estemos todos apretados en un autocar apestoso, seguro que desearé estar de vuelta en casa contigo. —Volvió a apoyar la cabeza en la mía—. Y cuando pasen esos seis meses, ahí es donde me encontrarás… en la cama contigo.

Asentí sin separar la cabeza mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

—Eso espero —musité.

—Yo estoy seguro —me respondió con otro susurro, con una voz tan melancólica como la mía.

Un momento después, pegó los labios a los míos mientras me agarraba de un modo posesivo del cabello para apretarme contra él. Nos besamos de un modo mucho más agresivo de lo que solíamos hacer en público, y dejé de preocuparme porque me observaran para concentrarme sólo en él. Era mío, y yo era suya. La gira no tenía por qué convertirse en algo que nos cambiara la vida si nosotros no lo permitíamos. Podía ser sólo una breve separación mientras él realizaba algo increíble que la mayoría de la gente jamás tendría la oportunidad de llevar a cabo. Los dos nos mantendríamos fieles el uno al otro y luego volveríamos a vivir juntos y felices.

Y después, cuando llegara ese puente, ya lo cruzaríamos.