26
Nuevos comienzos

Kellan y los chicos tenían que partir a Los Ángeles el lunes por la mañana. Todos quedamos en casa de Pete para la despedida oficial. Lana, la representante de la discográfica, apareció en una brillante limusina para llevarlos al aeropuerto. Griffin estaba fuera de sí de contento cuando abrió la puerta y echó un vistazo dentro. Le lanzó una sonrisa a Kellan y exclamó:

—¡Ahí dentro hay champán, Kell!

Kellan sacudió la cabeza y se volvió para mirarme.

—Todavía no puedo creerme que vaya a ser padre —masculló mientras ponía los ojos en blanco.

—Ni yo tampoco —suspiré.

Anna seguía en casa de mis padres. La llamé para intentar convencerla de que viniera pronto a casa para ver a Griffin antes de que se marchara otra vez, pero se negó. Entonces mi padre se puso en la otra línea y me echó la bronca por no haberlos llamado en el mismo momento en que me enteré de que Anna estaba embarazada. Intenté decirle que había prometido guardar el secreto, pero los pactos entre hermanas no le importaban demasiado si la salud y el bienestar de su hija estaban en peligro. Después de sacarse la severa lección del pecho, mi madre se puso en la otra línea y pasaron una hora aconsejándome que no siguiera los pasos de mi hermana mayor.

Les dije una y otra vez que llevaba cuidado, pero eso sólo les hizo recalcar la importancia de esperar hasta el matrimonio antes de llegar a las relaciones íntimas. De mala gana habían llegado a aceptar la idea de que Kellan se convirtiera en mi esposo. Puesto que llevaba acostándome con él desde el principio, la conversación me resultó un poco absurda. Aunque no debería haberlo hecho, escogí ese momento para contarles la noticia de que había vuelto a vivir con Kellan. Y aún podía seguir oyendo sus gemidos de contrariedad.

Matt y Evan echaron un vistazo al interior de la limusina cuando Griffin salió. Éste caminó despacio hacia Kellan, como si anduviera en una nube, y le echó el brazo por encima del hombro.

—Esto va a ser la bomba, tío. ¿Te lo puedes creer? Chicas, dinero, mansiones… No habrá nada que no podamos conseguir.

Kellan enarcó una ceja con desaprobación al mirar a su bajista.

—Grabar un disco no significa llegar a lo más alto de inmediato, Griffin. Lo más seguro es que sigamos siendo unos desconocidos… Pero seremos unos desconocidos a los que una discográfica insiste en pagar los costes de la grabación.

Griffin soltó un bufido y se pasó la mano por el cabello claro.

—No, eso no va a pasar. Nosotros tenemos algo que no tienen los demás.

Incitada por una curiosidad enfermiza, pregunté:

—¿Y qué es lo que tenéis?

Griffin me sonrió con malicia y le dio un golpe a Kellan en el pecho.

—A él.

Kellan negó con la cabeza y miró al suelo mientras Griffin salía corriendo a pegarle un capón a su primo. El aire primaveral era limpio y refrescante. Me acerqué a Kellan y le sonreí.

—Griffin tiene razón. —Cerré los ojos y susurré—: Aunque no puedo creer que esté de acuerdo con él.

Kellan se rió por lo bajo. Yo abrí los ojos y lo encontré mirándome.

—Sois los dos muy tontos —musitó mientras se inclinaba para besarme en la mejilla.

Vi cómo Evan le daba un abrazo de oso a Jenny al mismo tiempo que yo estrechaba a Kellan con fuerza. Matt rodeó a Rachel con los brazos de forma más discreta, pero pude apreciar con claridad el amor que transmitía ese pequeño gesto. Griffin miró a su alrededor, en busca de alguien a quien abrazar, pero todo el mundo estaba ya emparejado, aparte de Lana, quien ya se había metido en el coche a esperar a sus talentos. Volví a desear que Anna estuviera allí para despedirse de él. Por extraño que pareciera, hacían buena pareja.

Le di un rápido abrazo a Matt después de que las parejas se separaran. Él sonrió y me devolvió el abrazo, cuando alguien me agarró desde atrás. Evan me levantó en el aire hasta casi dejarme caer sobre su hombro. Kellan se rió del comportamiento de su amigo y yo grité sorprendida. Entonces Kellan rodeó a Jenny con el brazo mientras Evan volvía a bajarme. Los dos amigos de toda la vida se dijeron algunas palabras que no pude oír y luego se dieron un fugaz abrazo. Después de eso, Kellan abrazó a Rachel con un solo brazo mientras Jenny le daba unas palmaditas en la espalda a Matt.

Entonces los chicos se despidieron con la mano y subieron a la limusina para ir en pos de su creciente estrellato. Al igual que Griffin, yo también estaba segura de que lo lograrían. Kellan era demasiado bueno y demasiado guapo. Su fama estaba escrita, y lo único que podía hacer yo era darle la mano y decirle que se lo merecía.

Tenía los ojos llenos de lágrimas cuando el precioso ejemplar negro empezó a alejarse. Pero esta vez no eran lágrimas de preocupación ni de tristeza. No, estaba orgullosa de él, muy orgullosa de él. ¿Cuánta gente tenía una oportunidad así y la aprovechaba de verdad? No podía evitar pensar que eran muy pocos los que se decidían a alcanzar sus sueños, por muy imposibles que parecieran.

Una vez que Kellan estuvo bien resguardado en un estudio de grabación, mientras expulsaba las canciones que pronto desgarrarían los corazones de las fans de todo el mundo, volví a dirigir mi atención hacia mis propios sueños y objetivos. Iba a terminar mis estudios en unas semanas y por fin sabía lo que quería hacer con mi vida.

Quería escribir. Quería ser escritora y poner mi nombre en la portada de una historia creada por mí. Era lo que más quería en el mundo.

Me di cuenta de que todo el tiempo que había pasado escribiendo por obligación había despertado cosas nuevas en mí. Había disfrutado de aquellos momentos de paz en los que podía dejar fluir mis pensamientos sobre la página, en vez de guardarlos tan adentro. Después de que Kellan y yo mantuviéramos una sincera conversación sobre cuánto habíamos dañado nuestra relación al empezarla con una infidelidad…, empecé a escribir sobre ello. Al principio sólo escribía notas rápidas mientras tomaba café con Cheyenne o con Jenny, pero, después de un tiempo, me quedé inmersa en la escritura.

Comencé a revivir el pasado mientras lo escribía. Era como ver una película dentro de mi cabeza, una que me hubiera gustado detener en ocasiones, ya que había partes demasiado dolorosas, pero que también resultaba terapéutica. Tampoco me ahorré ningún detalle. Era el sincero relato de la montaña rusa emocional que había sido mi vida con Kellan. Nuestro lento comienzo, los estallidos de pasión, el intento por reprimir nuestros sentimientos bajo una fachada de amistad, las acaloradas discusiones; lo escribí todo.

Me imaginé que iba a parecer la mala de la película, odiada y vilipendiada por traicionar a un hombre tan bueno como Denny. Tal vez sería diferente si Denny hubiera sido del tipo celoso, frío o maltratador. Sin embargo, era un buen hombre, un gran hombre, y sabía que yo parecería despiadada. Pero eso no importaba. Era lo que había hecho, e iba a tener que atenerme a las consecuencias. Además, yo ya no era esa persona. Había madurado al estar con Kellan. Había aprendido muchas cosas sobre mí misma y sobre la clase de persona que quería ser. Seguía luchando contra mis inseguridades para poder ser esa persona, algo con lo que seguramente tendría que enfrentarme toda la vida, pero me estaba convirtiendo en ella.

Ahí, en algún lugar, estaba aquella mujer segura de sí misma, que había agitado el trasero para su novio mientras bailaba y comía pizza en la cocina, lista para salir al exterior.

El tiempo pasó volando mientras me preparaba para abandonar la vida universitaria. Entre el trabajo, los exámenes finales y la vuelta de mi hermana a Seattle, apenas tuve tiempo para dormir. Sin embargo, de alguna manera había conseguido salir adelante, y antes de que pudiera darme cuenta, estábamos ya a mediados de junio… y yo estaba a punto de graduarme por la Universidad de Washington.

Kellan tomó un vuelo desde Los Ángeles para asistir a la ceremonia de graduación, tal y como había prometido. Yo buscaba en mi armario algo apropiado que ponerme mientras él, sentado en la cama, me distraía contándome cosas de su álbum. Sentí un revuelo de mariposas en el estómago mientras me hablaba de la parte técnica de la grabación. Lo había conseguido. Había sido duro y, desde luego, había tenido que pagar un precio, pero había conseguido completar mis estudios. Y ahora tenía que exponerme al mundo real.

Sin duda, ése era el mayor inconveniente de la graduación. Sin embargo, de alguna extraña manera, estaba deseando que llegara. Tal vez porque Kellan iba a estar a mi lado. Y Anna. Y mis padres, puesto que Kellan les había conseguido unos pasajes de avión para asistir a mi graduación. Hasta Denny había dicho que vendría. Todas las personas a las que consideraba como de mi familia estarían entre el público, animándome. Eso me daba mucha fuerza.

Sostuve unos pantalones negros y una camisa gris de botones y me pregunté si decían «graduada» a gritos. Una voz en el pasillo distrajo mi atención hacia allí.

—No, eso no.

Anna estaba apoyada sobre el marco de la puerta y negaba con la cabeza. Dio un paso adelante y extendió el brazo en mi dirección.

—Toma, ponte esto. —Puso los ojos en blanco y lanzó un suspiro—. Dios sabe cuándo podré volver a ponérmelo yo.

Sonreí al mirar su abultada barriguita y acepté el exiguo pedazo de tela. Anna estaba embarazada de cuatro meses, casi a la mitad de la fecha prevista en noviembre. En otro mes podría descubrir si su predicción de que iba a ser una niña era acertada o no. Ya tenía un bulto inconfundible, que resultaba totalmente encantador en ella. Había aprendido a aceptar las nuevas curvas de su cuerpo, y por fin había dejado de esconderlas debajo de amplias sudaderas y camisetas. La camisa de premamá que lucía se ajustaba a su pecho aumentado por las hormonas. La tela de color rosa pálido se ajustaba después al bebé que había en su vientre, antes de encontrarse con sus caderas. Era lo más seductor que podía vestir una futura mamá.

Me sorprendió lo mucho que la habían apoyado sus compañeros de trabajo cuando acabó por soltar la noticia. Su jefa le había dado un uniforme de Hooters más grande y le había dicho que su embarazo no suponía ningún problema; las chicas de la cadena se quedaban embarazadas todo el tiempo. Aunque ya le había dicho que no lo harían, y que legalmente no podían, Anna pareció aliviada de que no la despidieran.

Se sintió aun más aliviada cuando la encargada le confesó que había tenido los mismos temores que ella al quedarse embarazada mientras era camarera. Entonces, la juiciosa mujer empezó a enseñarle a mi hermana cómo se dirigían las cosas entre bastidores. A Anna, contra todo pronóstico, le encantó. Y, además, se le daba bien. Creo que le aportó confianza tener algo de lo que encargarse que no dependiera de su aspecto. Aunque tampoco es que ella necesitara mucha ayuda en cuanto a confianza en sí misma.

Sonreí ante la imagen de mi despreocupada hermana intentando ser responsable y desplegué el vestido que me había dejado. Era un vestido negro, corto y ajustado, de los que son perfectos para todas las ocasiones. Lo sostuve sobre mi cuerpo y torcí la boca. El estilo de Anna era mucho más provocativo que el mío, e iba a enseñar mucha carne. Kellan, todavía en mi cama, dio su aprobación en voz baja:

—Es… perfecto.

Le eché un vistazo. Tenía los ojos azul marino fijos en mi escote. El cuello tenía un profundo corte cuadrado y, una vez me lo pusiera, quedaría justo encima de donde debía.

Dudaba que pudiera ponérmelo con sujetador. Anna se rió entre dientes mientras yo me volvía para ver cómo se acariciaba el vientre. Me dedicó una cálida sonrisa.

—Estarás preciosa, hermanita.

Inspiré y me puse un poco más recta. Ya me sentía preciosa, por el mero hecho de estar cerca de la gente que me quería. Y aunque el vestido me producía horror, me lo iba a poner, y lo iba a lucir con orgullo. Porque aquel era el día de ser valiente. Y estaba rodeada de modelos de valentía. Anna era valiente cada día que se enfrentaba a su situación. Y justo la semana anterior… había comprado una cuna. La ayudé a ponerla en mi antigua habitación y lloró cuando estuvo terminada. Yo tenía fe en que mantendría esa valentía al quedarse con el bebé… y decírselo a Griffin algún día.

Y Kellan era valiente. No por grabar un disco en Los Ángeles. No, creo que eso ni le inmutaba. Kellan era valiente porque me iba a acompañar al bar de Pete para celebrar con nuestros amigos una fiesta en mi honor… y su padre iba a estar allí. Ya me había enviado un mensaje de confirmación cuando llegó a Seattle. No lo parecía, y de hecho me sonreía de manera adorable, pero, en realidad, Kellan estaba muerto de miedo. Y también era valiente… por permitir que mis padres se quedaran con nosotros.

Oí los pesados pasos de mi padre desde el otro lado del pasillo, mientras se acercaba hasta situarse junto a Anna. Apoyó una mano en el hombro de ella, miró dentro de la habitación y frunció el ceño ante el provocativo vestido que sujetaba sobre mi cuerpo. Entonces se obligó a transformar su ceño fruncido en una leve sonrisa.

—Muy bonito, cariño. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti…, aunque te gradúes aquí y no en nuestra Alma Mater.

Mi padre suspiró, resignado ante mi elección de universidad, y Anna apoyó la cabeza sobre su hombro. Él le acarició el brazo y la estrechó fuerte. El embarazo sorpresa había sido un golpe para mis padres —Anna me dijo que mi padre lloró— pero, por supuesto, enseguida habían vuelto a ser las personas cariñosas y comprensivas que sabía que eran. Incluso le habían ofrecido comida y alojamiento gratis si quería volver a vivir en Ohio. Sin embargo, ella rechazó la oferta y prefirió quedarse. Tal vez fuera por Griffin, tal vez por mí, o tal vez porque se sentía, por fin, en casa.

—Gracias, papá.

Todos me miraban y sentí que el rubor me invadía las mejillas. Me eché a reír para alejar la vergüenza.

—¿Me puedo cambiar… ya? —les pregunté a mi padre y a mi hermana.

Anna soltó una risita y se alejó, tirando del brazo de mi padre.

—Venga, papá, vamos a buscar comida… Estoy famélica.

Mi padre puso mala cara y se resistió a los tirones de mi hermana. Miró hacia donde estaba Kellan, quien seguía cómodamente recostado sobre nuestra cama.

—Kellan, hijo, ¿me puedes echar una mano con… algo? —preguntó mi padre, envarado.

Sacudí la cabeza ante su clarísimo y torpe intento de sacar a Kellan de la habitación para que yo pudiera cambiarme en privado. Pobre hombre. Todavía le costaba aceptar que su hijita había crecido. Tendría que saber que, puesto que Kellan y yo compartíamos habitación, él ya me habría visto desnuda. Caray, si hasta me había atado al cabecero de su cama y había acariciado cada centímetro de mi piel desnuda con una pluma…, aunque mi padre no tenía por qué saber eso.

Kellan se puso en pie y le dirigió una sonrisa.

—Claro, no hay problema.

Antes de salir, se detuvo para darme un beso en la cabeza, y yo le susurré mi agradecimiento por seguirle la corriente a mi padre. Quizás éste se daba cuenta del respeto que le mostraba Kellan, porque le dio una palmadita en la espalda mientras salían juntos de la habitación. Entonces se puso a hablar de béisbol con él y no pude evitar sonreír. Mi padre se estaba esforzando por conectar con Kellan. Eso significaba mucho para mí.

Después de arreglarme, Kellan nos llevó a la universidad en su coche. Me alisé el ajustado vestido sobre los muslos, jugueteé con el colgante en forma de guitarra que llevaba al cuello, y le di una vuelta al anillo de prometida que portaba en el dedo. No podía dejar de moverme. Una energía nerviosa y excitada atravesaba mi cuerpo. Cuando volví a empezar el ciclo de movimientos, Kellan me tomó de la mano para tranquilizarme con su silencioso apoyo. Y funcionó.

Mi madre empezó a llorar a lágrima viva en cuanto llegamos. Gimoteé un poco al ver llorar a mi versión de más edad, y la de mi hermana, pero fui capaz de mantener la compostura mientras la abrazaba. Mi padre se la llevó con él y Anna me dio un rápido abrazo. El bebé dio una patada en el momento en que nuestros estómagos se unieron y yo me quedé mirando hacia abajo.

—¿Has notado eso?

Anna se echó a reír ante mi pregunta y se acarició el costado.

—¿A la pequeña gimnasta? Sí, lo siento todo el tiempo. —Sonrió de felicidad mientras sacudía su perfecta cabecita morena—. Doy gracias de que se haya alejado de mi vejiga.

Kellan se rió un poco de su comentario y rodeó mi cintura con el brazo. Anna me dio un besito en la mejilla y se fue bamboleándose detrás de nuestros padres. Kellan se quedó a mi lado, como siempre, y me llevó hasta donde tenía que ir. Me incliné junto a él con los ojos puestos en la cantidad de muslo que enseñaba mi vestido.

—Me encanta cómo te ocupas de mí —le dije.

Él me devolvió la mirada con una ceja arqueada.

—¿No crees que soy… empalagoso? ¿Siempre pegado a ti?

Prorrumpí en carcajadas y levanté la vista para mirarlo.

—No… Creo que eso lo haces de maravilla.

Me dirigió una sonrisa oblicua, después miró hacia arriba y me detuvo. Yo también miré, preguntándome por qué lo habría hecho. A pocos metros de nosotros estaba una enérgica pelirroja que me había provocado muchos dolores de cabeza durante mi estancia en la ciudad. Candy. La ex novia de Kellan… Estaba de espaldas a nosotros, mientras hablaba con un pequeño grupo de amigos, incluidas sus dos espías. Pensé en rodearla, pero entonces empezó a volverse en nuestra dirección y yo pestañeé ante la sorpresa. Tenía el vientre hinchado de vida, mucho más que mi hermana. Estaba embarazada de verdad.

Kellan alzó una ceja al ver su estado, pero no hizo ningún comentario al respecto. Candy tardó un poco en reaccionar al darse cuenta de que la mirábamos. Suspiré mientras se separaba de sus amigos y se dirigía hacia nosotros. Hasta ahí llegaron mis deseos de acabar el año académico y no volver a verla jamás. Bueno. Quizás había llegado el momento de la presentación que nunca habíamos tenido.

Kellan la observó impasible mientras ella se acercaba. Candy estaba cabizbaja y parecía un poco apesadumbrada. Empezó a hablarme antes de que pudiera decir nada.

—Hola, quería disculparme contigo… por todo lo mal que te lo hice pasar por Kellan.

Me echó una mirada rápida y después lo miró a él. Sus pecosas mejillas se encendieron mientras éste fruncía las cejas. Ella sacudió la cabeza y se encogió de hombros.

—Supongo que necesitaba atención. —Volvió a mirar hacia abajo—. No me hacían mucho caso en el instituto, y estar contigo me dio cierta… influencia… por aquí. —Levantó sus ojos tristes hacia él—. Lo siento. Fui muy frívola.

Kellan le dedicó una media sonrisa y negó con la cabeza.

—No pasa nada. —Sus ojos bajaron hacia su barriga y luego los fijó en mí—. Ya no somos esas personas, Candy. —Volvió a mirarla—. No te preocupes por eso.

Sonreí porque por fin recordara su nombre. Candy asintió con la cabeza y se alejó mientras se acariciaba el vientre. Sentí curiosidad por saber quién sería el padre, pero no pregunté. Corría el rumor de que era nuestro profesor de ética. Nuestro profesor de ética casado. Pero yo ya sabía que los rumores podían ser falsos. Aunque también podían ser ciertos.

Aparté de mi mente el melodrama que, por una vez, no tenía nada que ver conmigo y agarré la mano de Kellan para buscar a la chica que quería presentarle. Cheyenne estaba saliendo del cuarto de baño cuando me vio. Soltó un gritito y me dio un gran abrazo, arrancándome del lado de Kellan.

—¿Puedes creértelo, Kiera? ¡Lo logramos! —Su ligero acento sureño sonaba más marcado en su excitación. Sus ojos claros parecieron reparar entonces en que no estaba sola. Le echó un vistazo a Kellan y después le dirigió una encantadora sonrisa con los ojos brillantes.

—¿Tú eres el novio?

Kellan asintió y extendió la mano.

—Soy Kellan.

Ella sacudió la cabeza y me dijo al oído:

—Ya veo por qué eres hetero. Creo que le haría reconsiderar su orientación sexual a cualquiera.

Kellan levantó una ceja al escucharla. Entonces dibujó su traviesa sonrisa y clavó los ojos en mí. Supe que acababa de darse cuenta de que Cheyenne era la chica de clase que me había besado. Puse los ojos en blanco ante su cautivadora sonrisa y le di un pequeño empujón en el hombro.

—¿Por qué no vas a sentarte con mis padres?

Kellan nos miró a ambas con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Seguro? ¿Estás… bien… aquí?

Se rió un poco por lo bajo, frunciendo los labios de manera sugerente. Volví a poner los ojos en blanco y le di la vuelta para que se alejara de nosotras. Él volvió a mirarnos antes de desaparecer por una esquina, con una sonrisa del todo inadecuada. Hombres.

Cheyenne dejó escapar una breve risa mientras se volvía para mirarme.

—Kellan parece… agradable.

Negué con la cabeza.

—Agradable… no es el mejor adjetivo para describirlo.

Alucinante, guapo, sexy, conmovedor, talentoso, profundo, juguetón, cariñoso y, a veces, considerado, sí… pero ¿agradable? Bueno, de acuerdo, tal vez le iba bien.

La ceremonia en sí me resultó borrosa. Estaba tan nerviosa y emocionada que sólo recordaba detalles y partes. Ver a mi familia entre los bancos: mi madre llorando, mi padre enjugándose las lágrimas en secreto, Anna silbando con los dedos, y Denny y Kellan sentados uno al lado del otro, sonriéndome. Apenas recordaba los discursos y la música. Recordaba que anunciaron mi nombre y el ensordecedor sonido de los aplausos de mi sección. Después acabó todo y volvimos a estar en el coche de Kellan, en dirección al bar de Pete.

Mi madre, mi padre y Anna salieron del coche después de que Kellan aparcara, ansiosos por empezar la celebración. Vi cómo mi hermana abrazaba a Jenny y a Kate en el aparcamiento, y cómo Cheyenne se unía a ellas unos segundos más tarde. Una vez que mis padres y mis amigas desaparecieron por la puerta, me desabroché el cinturón de seguridad y me preparé para ir con ellos.

—¿Vienes? —pregunté al mismo tiempo que abría un poco la puerta.

Kellan no se había movido desde que detuviera el coche; seguía con las manos puestas en el volante. Con la mirada fija en el reflejo del bar de su retrovisor, dijo en voz baja:

—Iré en un momento.

Estaba lívido y parecía que iba a arrancar el coche para irse de allí en cuanto yo saliera. Cerré la puerta y me giré para mirarlo.

—Oye, ¿estás bien?

Apartó los ojos del retrovisor para devolverme la mirada a regañadientes. Los tenía muy abiertos al susurrar:

—Creo que no puedo hacerlo, Kiera.

Apoyé mi mano sobre su mejilla y mantuve su mirada.

—Sí que puedes. Puedes hacer cualquier cosa.

Él negó con la cabeza y yo puse mis labios sobre los suyos. Al principio no me devolvió el beso. Sus labios estaban rígidos, demasiado asustado o nervioso ante la idea de enfrentarse a su padre biológico. Utilicé todo lo que él me había enseñado durante los años, y jugueteé, le lamí y le chupé hasta someterlo. Al instante estaba besándome con pasión y había olvidado su anterior temor.

Cuando me agarró la mejilla y parecía a punto de tumbarme sobre su asiento delantero, aparté su pecho de encima de mí. Él me miró con ojos penetrantes y la respiración agitada. Me mordí el labio ante la visión de aquel hombre sensual a matar, aunque profundo y sensible.

—Venga, nos están esperando. Vamos a saludar.

Él sacudió un poco la cabeza mientras yo abría la puerta. Me miró con los ojos más despejados y el ceño fruncido.

—Me has puesto cachondo… Eso es trampa.

Lancé una carcajada y salí del coche. Cuando apareció al otro lado, moví la cabeza de un lado a otro.

—¿Y cuándo no te pongo cachondo?

Él esbozó una sonrisa reconociendo lo atractiva que era y cerró su puerta.

—Bien, por fin entiendes el problema que me ha estado acosando desde el primer día.

Extendí la mano en su dirección y esperé a que llegara junto a mí.

—Sí, lo entiendo. —Al unir nuestras manos, me incliné un poco para mordisquearle la oreja—. Solucionaré tu problema más tarde, te lo prometo.

Me lanzó una sonrisa traviesa mientras me arrastraba hacia el bar.

—Acabemos con esto entonces.

Kellan se tensó y contuvo el aliento mientras atravesábamos la doble puerta. Se relajó de inmediato al ver sólo a los sospechosos habituales, pero no a una versión mayor de sí mismo. La ronda de vítores de la multitud que esperaba junto a las puertas me tiñó las mejillas de rojo. Sin embargo, mantuve la cabeza alta, orgullosa de mi logro, y acepté las felicitaciones de mis amigos, familiares y compañeros de trabajo.

Como era domingo por la tarde, todavía era el turno de día. Troy le sonrió a Kellan mientras pasábamos ante la barra, y éste le sonrió a su vez. Mientras la persona a la que le gustaba Kellan fuera respetuosa conmigo, él era siempre cordial, aunque se tratara de un chico. Hun y Sweetie, la anciana camarera de cabellos blancos que dirigía el lugar durante las horas diurnas, se paseaban de un sitio a otro repartiendo agua y refrescos para todos. Y Sal, el socio de Pete y cocinero del primer turno, salía con platos y más platos de comida. Todo el mundo estaba celebrándolo.

Miré entre la multitud de rostros familiares del agradable y familiar bar. Las paredes de color crema eran tan alegres como la primera vez que había entrado. El suelo de roble estaba igual de desgastado. Algunos carteles nuevos salpicaban las paredes y las ventanas, pero, en general, estaba exactamente igual. Por el contrario, los instrumentos que ahora ocupaban un puesto de honor en el oscurecido escenario eran de color rosa brillante, púrpura fuerte y azul eléctrico. Uno de ellos incluso tenía pegatinas de Hello Kitty. Pero el retrato de Jenny de nuestros chicos estaba detrás de los instrumentos femeninos, conservando su lugar en el bar, aunque fuera en un espacio más pequeño.

Mis amigos y compañeros se acercaron a mí y me felicitaron con sus cálidos abrazos. Yo también los abracé y les deseé suerte a los nuevos graduados. Cheyenne me dio un abrazo, y después lo hizo Meadow. La muchacha del nombre único iba a tocar más tarde en el bar, pero por la manera en que aferraba la mano de Cheyenne, estaba claro que estaba allí por ella. Sonreí con agrado a la compañera que tantas veces me había salvado el cuello en clase de poesía y a su lírica novia. Meadow tenía el cabello del color de un intenso atardecer y los ojos tan oscuros como Denny, pero la pequeña sonrisa de sus labios era exacta a la de la dulce Cheyenne, y me alegró saber que ésta había encontrado el amor después de todo.

Denny y Abby aparecieron por la puerta mientras Kellan se dirigía a la barra para pedir las bebidas para nuestra mesa. Fue el primero en darles la bienvenida, a la vez que le daba una palmada a Denny en el hombro y señalaba en mi dirección. Yo me aseguré de que mis padres estuvieran cómodos en sus asientos y me lancé a rodear a Denny con los brazos.

Cuando me aparté, vi una enorme sonrisa en su rostro.

—¡Denny, lo he conseguido!

Él ladeó su morena cabeza y me dirigió una sonrisa torcida.

—¿Acaso pensabas que no ibas a hacerlo?

Asentí con la misma expresión que él.

—Sí, había momentos en los que las clases eran lo último que tenía en la cabeza.

Ambos nos giramos para mirar a Kellan, quien hablaba con Troy en la barra. Denny se volvió hacia mí con una mueca.

—Sí, lo sé. —Justo cuando empezaba a sentir un poco de culpabilidad, se echó a reír—. Es un milagro que te hayas graduado.

Su sentido del humor enfrió mis sentimientos y le di un golpe en el pecho.

—Chitón.

Él se rió de mí, rodeó a Abby con el brazo y la besó en la cabeza. Después, Abby me dio un fugaz abrazo y me felicitó. Sacudí la cabeza ante la afectuosa y… comprensiva… pareja y les hice sitio a la mesa junto a mis padres. Mi madre miró de Denny a Kellan hasta mí con cara de total confusión. Habría atado cabos sobre lo que había pasado en realidad entre los tres, y se estaría preguntando cómo podíamos seguir siendo amigos. Yo también me lo preguntaba de vez en cuando… Tenía mucha suerte.

Mientras Kellan traía los refrescos, me aseguré de que mi hermana estuviera lo más cómoda posible. Incluso encontré un cojín en la habitación del personal para que apoyara la espalda, ya que las sillas de los bares no son famosas por su comodidad.

Las puertas se abrieron con gran estruendo mientras ella me daba las gracias con una risita. Me di la vuelta y vi entrar a Griffin y al resto de los D-Bags, atónita. Me conmovió que hubieran vuelto, hasta que recordé que tenían tantos motivos para hacerlo como Kellan.

Evan cruzó la mirada con Jenny, un segundo antes de saltar a sus brazos y lo cubrió de besos. Matt miró con escepticismo a Evan y se volvió a mirar a Rachel, que entraba por la puerta tras él. La belleza latino-asiática llevaba al guitarrista rubio agarrado tiernamente de la mano, mientras gritaban en silencio su afecto en una sola y simple mirada. El corazón de todos los D-Bags residía en Seattle. Incluso el de Griffin…, si es que alguna vez se detenía a pensar en ello.

Según parecía, estaba buscando a alguien en el local abarrotado: a Anna. Ella se puso muy tensa en la silla y se le quedó la cara blanca como la cal. Todavía no le había dicho que estaba embarazada. Ni tampoco a Matt, ni a Evan, y había hecho prometer a todos los que conocían su condición que no se lo dijeran a nadie que pudiera contárselo a Griffin. Había convencido a todos de que ella podía decírselo, aunque eso la aterrara.

Y en ese momento el tiempo se le echaba encima. Los dos estaban allí y, con la ropa ajustada y ceñida que llevaba puesta, ni siquiera Griffin podía pasar por alto el hecho de que estaba claramente embarazada.

Se levantó más rápido de lo que se había movido en meses, pues se había acostumbrado al papel de embarazada incapaz de hacer nada por sí sola. Con la respiración más rápida de lo normal, recorrió toda la sala con la mirada, en busca de una salida. Kellan fue a saludar a sus compañeros de grupo, mientras yo agarraba a Anna de los brazos, para que no se fuera a ninguna parte.

—Suéltame, Kiera —gruñó.

Negué con la cabeza.

—No, tienes que decírselo, Anna. Tiene derecho a saberlo.

Apretó los dientes y me fulminó con la mirada, pero era demasiado tarde para que pudiera escapar: Kellan traía a los chicos a la mesa. Mientras mis padres me miraban a mí y a Anna con curiosidad, la solté. Empezó a temblar conforme Griffin se acercaba a ella.

Al principio, éste, con una mueca en la cara, ni lo notó. Fue hasta ella y con aire despreocupado le metió la lengua por la garganta. Anna hizo un ruido ligero y pareció que le flaqueaban las rodillas. Se me revolvió el estómago sólo con verlo. Mi padre pareció estar a punto de noquearlo.

Evan y Matt, que venían detrás de él, miraron a Anna con los ojos abiertos de par en par. Era evidente que se habían fijado en lo que a Griffin se le había pasado por alto. Ambos me miraron. Los saludé con la mano, y después asentí a sus preguntas sin respuesta. Sí, estaba embarazada de verdad. Sí, el capullo que estaba besándola era el padre. Los dos se quedaron boquiabiertos y se volvieron a mirar a Griffin.

Cuando acabó de atacar a Anna, la abrazó. En ese momento, pareció notar que había más para abrazar. Bajó la mirada, y frunció las cejas de color castaño claro en un gesto de confusión.

—Esto… ¿Anna? —Se apartó de ella y le dio un golpecito en el estómago con el dedo—. ¿Qué te ha pasado?

Anna le apartó la mano de un golpe, y apretó los labios con un cambio de humor hormonal clásico.

—Tú me has pasado… Idiota.

Griffin torció el gesto, como si no lo entendiera. Matt le pegó una colleja en la cabeza.

—Joder, ¡te dije que tomaras precauciones! ¿Es que nunca me escuchas?

Griffin miró con desagrado a su primo, que estaba detrás de él.

—¿De qué coño estás hablando?

Sentía vergüenza por lo maleducado que estaba siendo Griffin delante de mi padre, que había palidecido al darse cuenta de quién era la otra persona que había engendrado a su nieto. Finalmente, se puso de pie. Parecía que su fino cabello estaba encaneciendo por momentos. Dio un toque a Griffin en el hombro, que, irritado, se giró.

Con la barbilla levantada, nuestro padre dijo tranquilamente al bajista.

—Más te vale vigilar ese lenguaje delante de mi hija, sobre todo ahora que está embarazada de ti.

Miró a Griffin con una ceja enarcada para dejar clara su postura, por si acaso el joven seguía confundido.

Griffin sacudió la cabeza, y finalmente se le encendió una bombilla. Abrió los ojos de par en par, y se quedó mirando fijamente el vientre de Anna con absoluto pavor.

—¿Estás embarazada?

Anna sonrió con suficiencia y puso los ojos en blanco.

—Vaya, espero que nuestra hija de algún modo herede la inteligencia de Kiera… porque si no, lo lleva claro.

El gesto de la cara de Griffin se suavizó al mirar a Anna a los ojos.

—¿Hija? ¿Vamos tener una niña?

Esbozó una tenue sonrisa y a Anna se le humedecieron los ojos, que negó con la cabeza.

—Todavía no lo sé. Pero tengo el presentimiento… de que hemos hecho una niña.

Con la cara más seria que le había visto jamás, Griffin lentamente puso la mano sobre el vientre de Anna. Lloraba tanto que dudo que pudiera ni siquiera ver al padre de su bebé. Para mi sorpresa, Griffin tenía los ojos un poco vidriosos también, mientras pasaba el pulgar sobre la barriga. Esperé y rogué que el bebé aprovechara para dar una patada, y así él pudiera sentirlo.

Todos los que nos rodeaban se quedaron en silencio, mientras Griffin seguía sin apartar la mirada del vientre de Anna. Entonces, tan bajito que casi no pude oírlo, Griffin murmuró:

—Una niña… ¿Voy a tener una niña?

Con las mejillas llenas de lágrimas, Anna susurró:

—Todavía no sé si me la voy a quedar.

Mi madre dio un paso adelante al oír a Anna admitirlo; hasta entonces, sólo me lo había confesado a mí. Mi padre agarró a mi madre del brazo, y la detuvo sin dejar de mirar a Griffin fijamente. Vi a mi madre morderse el labio, como si quisiera empezar un discurso de cuatro horas. Al fin y al cabo era su primer nieto.

Griffin levantó de golpe la cabeza.

—¿Qué? No puedes deshacerte de mi niña. —Miró a su alrededor hasta que encontró a Kellan, que observaba desde detrás de Matt y Evan—. No puede hacer eso, ¿verdad, Kell? ¿Lo que yo diga no importa?

Tuve que tragar saliva al ver la cara de Griffin. Nunca antes lo había visto tan… aterrado. Era como si le hubieran ofrecido algo que realmente quisiera, y después se lo hubieran arrebatado sin más. Parecía aterrado.

Kellan empezó a responderle, pero Anna acercó los dedos a la mejilla de Griffin, para obligarlo a que volviera a mirarla. Él temblaba mientras mi hermana hablaba.

—No lo haré… si quieres quedártela… Si quieres hacer esto conmigo, no renunciaré a ella.

Contuve la respiración esperando la respuesta. Me fijé en que mi madre y mi padre se habían agarrado de las manos mientras esperaban también. Todos queríamos a ese bebé, pero no era decisión nuestra. Al parecer, era de Griffin.

Tragó saliva, y volvió a mirarle el estómago. Después de lo que me pareció una eternidad, levantó de nuevo la mirada.

—¿Podemos llamarla como mi abuela?

Anna empezó a sollozar, después asintió y le rodeó el cuello con los brazos. Griffin sonrió, y respiró hondo mientras la sujetaba por la espalda. El resto de miembros del grupo se miraron unos a otros, sonriendo. A través de mis propias lágrimas y sollozos, oí a Matt susurrar a Rachel.

—Alguien probablemente debería decirle que nuestra abuela se llamaba Myrtle.

Me reí a la vez que seguía llorando, y di gracias porque al menos Griffin tuviera a sus compañeros de grupo, que eran más sensibles, para ayudarlo a hacerse cargo del bebé. Gracias a Dios.

Me alejé de la feliz pareja, no sin antes oír a Griffin murmurar:

—¿Podemos seguir follando mientras estés así?

Entonces me fijé en un grupo de personas que habían entrado sin llamar la atención durante aquel momento tan dramático. Me quedé boquiabierta y sin poder apartar la mirada.

Un hombre mayor, de mediana edad, estaba de pie con aire incómodo junto a la barra. Vestido con una bonita camisa negra y pantalones de vestir de color caqui, podría estar de camino a uno de los clubes de golf que había en la zona. Era delgado y con buenos músculos; tenía una buena mata de pelo castaño claro: era uno de esos hombres que se intuía que envejecerían bien. Seguiría siendo atractivo a los sesenta. Sin embargo, no fue eso lo que me cortó la respiración, sino el hecho de que fuera la viva imagen de Kellan, o más bien, que Kellan fuera la viva imagen de aquel hombre. El parecido era inconfundible. La mandíbula, la nariz, las cejas… todo, incluidos los ojos azules como la medianoche.

Me quedé mirando fijamente al padre de Kellan, su padre biológico.

El hombre se fijó en mí, y me hizo un gesto con la cabeza, y a la vez levantó la mano para saludarme brevemente. Le respondí con otro saludo, después me fijé en los dos chicos que estaban a su lado. Bueno, uno era un niño, la otra, una chica, probablemente sólo unos pocos años más joven que yo. La muchacha, Hailey, era la hermana de Kellan. Tenía el mismo pelo castaño claro y los ojos azules de Kellan y de su padre. Al ver que su padre me saludaba, ella lo imitó. Una sonrisa se le escapó al ver a su medio hermano. Su sonrisa era tan similar a la de Kellan que me quedé perpleja.

El chico que estaba junto a ella debía de tener unos diez años. Como el resto de la familia de Kellan, tenía el pelo claro y ojos azules, aunque los suyos eran de un azul claro más tradicional. Miraba fijamente la espalda de Kellan con un gesto de admiración. Me dio la impresión de que había oído muchas historias de su hermano mayor últimamente. Quedaba claro que ya lo había idealizado.

Lentamente, desvié mi mirada hacia mi novio. Estaba charlando con Evan, probablemente para asegurarse de mantener vigilado a Griffin en todo lo que concernía a su futuro hijo. Kellan no había visto a su familia todavía. Al notar que lo miraba, se volvió hacia mí. Incapaz de cambiar mi cara de conmoción, frunció el ceño. Entonces, pareció darse cuenta de cuál era el motivo de mi estado y se quedó lívido.

Cerró los ojos, preparándose para no darse la vuelta. Rápidamente me abrí paso entre la gente que estaba felicitando a Griffin y a Anna. Cuando conseguí llegar hasta él, le puse las manos en las mejillas.

—Kellan, ha llegado el momento.

Él negó con la cabeza, con los ojos todavía cerrados.

—No puedo, Kiera. —Abrió un poco los ojos, y se encogió—. Pídeles que vuelvan después… Ahora mismo no puedo enfrentarme a esto.

Sacudí la cabeza y le acaricié las mejillas con los pulgares.

—Puedes hacerlo, Kellan… Sé que puedes.

Soltó una respiración temblorosa, y lentamente empezó a volver la cabeza. Se le aceleró la respiración cuando finalmente localizó al hombre que lo había engendrado. Dio un paso atrás, extendió el brazo y me agarró de la mano, con fuerza. Empezó a temblar de la cabeza a los pies mientras miraba fijamente a las tres personas que habían puesto su vida patas arriba. El padre de Kellan levantó la mano, pero la dejó caer cuando éste no reaccionó.

Kellan se giró bruscamente hacia mí.

—No puedo… No puedo hacerlo, por favor, vámonos. —Agarrándome de los brazos, me dijo—: Iré adónde tú quieras. Si nos escabullimos de aquí, podemos hacer lo que tú quieras…

Respiré hondo y miré a Kellan para intentar calmarlo. Dejó de divagar sobre todos los sitios a los que podíamos ir y todas las cosas que podíamos hacer, y se volvió a mirarme. Cuando estuvo más tranquilo, susurró:

—Estoy asustado…

Asentí con lágrimas en los ojos.

—Lo sé…, pero estoy aquí, y te ayudaré. Además, ¿qué es lo peor que podría pasar?

Él tragó saliva y murmuró algo que sonaba como:

—Podría encariñarme.

Cerró los ojos y asintió. Se tomó unos minutos antes de enfrentarse a su padre. Cuando lo hizo, parecía más fuerte. De hecho, su fuerza parecía crecer con cada paso que daba hacia aquel hombre. No estaba segura de si sacaba el valor de mí, pero esperaba que fuera así, porque él siempre estaba dándome el suyo.

Cuando estaba casi a punto de darse de bruces con su padre, se detuvo. Éste sonrió, pero con tristeza.

—Hola, hijo —murmuró.

Kellan se puso muy firme y, sin soltarme de la mano, asintió sin decir una palabra. La tensión creció mientras padre e hijo se miraban el uno al otro. Eran tan parecidos que no podía imaginar que alguna persona de aquel bar no se diera cuenta de que el hombre que había muerto en un accidente de coche años antes no estaba vinculado genéticamente con Kellan. Sin embargo, ése que se encontraba ante él en ese momento claramente lo estaba.

Justo cuando me preguntaba cómo conseguir que alguno de aquellos hombres en silencio empezara a hablar, Hailey tomó la iniciativa. Soltó un suspiro y miró a su medio hermano y a su padre, después puso una mano sobre el brazo de Kellan. Él la miró y se relajó; sentía que la sangre volvía a fluir por mi cuerpo.

Puso la mano en el hombro de su otro hermano, y se lo presentó a Kellan.

—Kellan, éste es Riley. Ry, éste es nuestro hermano mayor… Kellan.

Riley, aún asombrado, tendió la mano a Kellan.

—Vaya, he visto algunas de vuestras actuaciones en Internet… Sois muy buenos. Yo acabo de empezar a tocar la guitarra, pero espero llegar a ser tan bueno como tú algún día.

Dedicó a Kellan una sonrisa encantadora y algo tímida, y Kellan no pudo evitar reírse.

Alargó el brazo y le alborotó el pelo, después murmuró:

—Tal vez pueda enseñarte un par de cosas un día de éstos.

Al ver a Kellan empezar a establecer lazos con la familia que nunca había tenido, noté que me escocían los ojos por las ganas de llorar y que se me hacía un nudo en la garganta. Me contuve, mientras el padre de Kellan se aclaraba la suya. Obviamente también le estaba afectando.

Kellan lo miró con timidez, y Hailey, al ver que iba a empezar una conversación seria, decidió llevar a Riley hacia las mesas de billar.

—Vamos, Ry, démosles un minuto.

Pensaba hacer lo mismo, pero Kellan me agarró con todas sus fuerzas cuando intenté alejarme.

Le puse la otra mano sobre el brazo y le di todo el apoyo que pude mientras su padre volvió a hablar de nuevo.

—Mira, sé que estás enfadado… por dejarte, y no te culpo, pero era joven y tonto, espero que puedas darme una oportunidad para…

Kellan cortó a la versión envejecida de sí mismo con una pregunta directa:

—¿Sabes lo que me hicieron?

Su padre frunció el ceño.

—¿Quiénes? ¿Tus padres?

Kellan asintió apretando los dientes.

—¿Sabías lo que me harían… cómo me criarían… cuando te fueras? ¿Sabías qué tipo de personas eran?

De nuevo, su padre parpadeó.

—¿John y Susan? ¿De qué estás hablando?

Entrecerró los ojos al mirar a Kellan con cautela.

Kellan se estremeció al oír en voz alta los nombres de sus padres, después dio un paso hacia él. Cuando respondió la pregunta de su padre, la voz, la mandíbula, y su cuerpo entero estaban en total tensión.

—¿Sabías que me dejaste con dos personas que abusaron brutalmente de mí día sí, día no? —Con la voz temblorosa, poco a poco le soltó—: ¿Lo sabías?

A su padre se le quedó la cara pálida cuando finalmente entendió qué le estaba diciendo Kellan, y por lo que había tenido que pasar al crecer en aquel infierno. Por las lágrimas de los ojos y el gesto de horror de su cara, no creo que lo supiera. A veces, personas a las que crees conocer muy bien pueden acabar siendo gente a la que no conoces en absoluto. En este caso, parecía que había ocurrido eso mismo.

—Kellan… no… No tenía ni idea. Pensaba… —Tragó saliva, y se le nublaron los ojos—. Pensaba que te dejaba en un hogar feliz, más feliz del que podría darte entonces. —Kellan seguía temblando, su padre le puso la mano en el brazo—. Sé que no lo entenderás, pero entonces era un desastre. No sabía lo que hacía. Me metí en un lío con tu madre… —suspiró él—. Fue un terrible error. —Rápidamente, procuró arreglarlo—. No quiero decir que tú seas un error, sólo la situación…

Kellan suspiró, y se ablandó mientras me miraba.

—Sí, creo que pillo esa parte.

Clavó los ojos con los míos y veía la culpa en ellos, por lo que había hecho Denny conmigo. Si Kellan me hubiera dejado embarazada entonces… Me pregunto qué habría hecho él. ¿Habría intentado criar al bebé conmigo? ¿O habría dejado al bebé con la persona que creía que sería el padre más responsable, en nuestro caso, Denny?

Honestamente no sé qué habría hecho Kellan. Él tampoco parecía saberlo, y la idea de que él pudiera haber tomado la misma decisión lo llevó a tener una actitud más comprensiva con su padre. Entonces dio el visto bueno a las explicaciones de su padre, que, a su vez, soltó un respiro de alivio al ver que había conseguido que su hijo llegara a comprenderlo en cierto modo. Se le dibujó una sonrisa en la cara, que era tan bella como la suya.

—Intenté verte una vez, sabes. Cuando tenías más o menos la edad de Riley.

Kellan lo miró perplejo.

—No, mamá nunca me mencionó que tú…

Su padre bajó la mirada:

—Sí, me dijo que no sabías de mi existencia, que creías que John era tu padre. —Volvió a mirar a Kellan—. ¿Era verdad?

Kellan sacudió la cabeza.

—No, siempre he sabido que era un hijo bastardo.

Su padre se encogió por la cruda descripción que había dado y negó con la cabeza.

—Ella me convenció de que si aparecía en tu vida sólo te haría daño. Que era mejor que me mantuviera alejado… Y eso hice. —Conteniendo la emoción que lo embargaba, el padre de Kellan volvió a negar con la cabeza—. Me manipuló porque le hice daño. Nunca debería haberla escuchado. Tendría que haber intentado verte con más ganas… Lo siento mucho.

Kellan apartó la mirada y vi que le caía una lágrima por el rabillo del ojo, mientras los cerraba.

—Nunca supe, ni me imaginé que alguna vez pensaras en mí —murmuró Kellan con la voz aún temblorosa.

Su padre le puso una mano en el brazo.

—Por supuesto que lo hacía. ¿Qué padre podría olvidarse de su hijo, de su primogénito? —Cuando Kellan volvió a mirarlo, el hombre suspiró, agotado—. Me mantuve alejado por razones equivocadas, porque pensaba que te protegía al dejarte creer una mentira, incluso después de sus muertes. —Se atragantó al pronunciar esas palabras y se aclaró la garganta—. Pero ahora estoy aquí, y me gustaría poder llegar a conocerte.

Forzándose a mostrar una sonrisa calmada, la misma que podría poner él, casi como si lo hubiera ensayado, le tendió la mano a Kellan.

—Hola. Me llamo Gavin Carter y soy tu padre.

Kellan sonrió abiertamente, se rindió y me soltó la mano para estrechar la de su padre.

—Soy Kellan Kyle… y supongo que soy tu hijo.

Riéndose mientras se daban un apretón de manos, Gavin dijo:

—Me alegro de poder conocerte al fin, Kellan.

Él asintió.

—Sí…yo también.

Mientras yo procuraba evitar echarme a llorar, Gavin puso la otra mano sobre las otras dos.

—No quiero forzarte, pero tienes una casa en Pensilvania, Kellan. Cuando estés listo, siempre serás bienvenido.

Me sequé las lágrimas de las mejillas mientras Kellan respiraba hondo y asentía. Poniéndole la mano en el hombro, Gavin dijo:

—¿Puedo invitarte a una cerveza?

Kellan se volvió a mirarme, pero yo sonreí y asentí. Él lo necesitaba. Necesitaba a esas personas. Aunque a él le gustara pensar que estaba bien solo, una parte suya había añorado tener una familia que lo quisiera desde que nació. Había llenado el vacío con música, con sexo, incluso conmigo. Sin embargo, lo que siempre había necesitado era lo que ahora le ofrecían: una familia.

Le besé la mejilla, y le di su espacio para que pudiera empezar a trabajar en sus lazos. Seguía secándome los ojos, cuando volví a la mesa en la que mis padres estaban teniendo una seria conversación con Griffin y Anna; según pude oír, intentaban venderles la idea de casarse. Griffin los miraba inexpresivo, y me imaginé que su mente estaba ya maquinando qué podría hacer con el cuerpo de Anna cuando la llevara a su casa. De inmediato agradecí no vivir ya con ella.

Denny se acercó a mí, mientras yo caminaba hacia el grupo. Señalando con la cabeza a Kellan, me preguntó:

—¿Va todo bien? ¿Qué ha pasado?

Mirando al padre y al hijo, sonreí.

—Todo va genial, realmente genial.

Cuando volví a mirar a Denny, tenía el ceño fruncido y la mirada clavada en Gavin, como si intentara ubicarlo. En cuanto ató cabos, resultó evidente. Abrió más los ojos oscuros y volvió a girarse bruscamente hacia mí.

—¿Ese hombre es…? ¿Tiene algún parentesco con Kellan?

Asentí y me mordí el labio.

—Ése es su padre, su padre biológico.

Denny cerró los ojos como si de golpe la comprensión de lo ocurrido durante años le cayera encima.

—Dios… Eso explica muchas cosas. —Con los ojos como platos, frunció el ceño preocupado—. ¿Kellan está… bien?

Sonreí al comprobar que a Denny seguía importándole Kellan, también.

—Sí, creo que le irá bien.

Pasé el brazo por el de Denny y miré a mi alrededor, a todas las personas que formaban parte de mi vida: Evan y Jenny estaban acurrucados en una silla, Matt y Rachel hablaban tranquilamente en una esquina, mientras Anna y Griffin se rieron cuando mis padres mencionaron que nunca era tarde para probar con la abstinencia. Rita acababa de entrar y, con cierta vergüenza, me saludó educadamente con la mano. Kate mostraba a Abby un mensaje de texto que le había llegado de Justin, que, al parecer, se había interesado por Kate después de su última visita; los hermanos de Kellan se reían y jugaban al billar, mientras su hermano perdido se ponía al día con su padre. Y Kellan se reía de verdad mientras chocaba la botella de cerveza con la de su padre.

—Creo que todo nos irá bien, Denny —dije, sonriendo al primer amor de mi vida que, de algún modo, se había convertido en mi mejor amigo.

Sonriéndome, Denny asintió y me regaló su sonrisa cándida que tanto me gustaba.

—Creo que tienes razón.

Cuando la velada empezó a decaer, la gente fue yéndose poco a poco del bar en busca de dar a su noche una conclusión más íntima. Kellan y yo bailamos juntos cerca del borde del escenario. Poetic Bliss acababa de terminar su actuación, y las chicas enérgicas vibrant girls deambulaban junto al escenario, y aprovechaban para hablar con su cada vez más creciente grupo de fans. Kellan y yo las ignoramos a todas y siguió bailando al compás de un ritmo inexistente.

Envolviéndome la cintura con los brazos, sonrió mientras bajaba la mirada hacia mí. Su padre se había ido hacía ya un rato, pero habían quedado para desayunar al día siguiente. Me alegraba mucho que Kellan por fin le diera una oportunidad. Todo el mundo se merecía al menos una.

Ladeó la cabeza de melena despeinada y me lanzó una sonrisa algo forzada.

—Bueno, licenciada, ¿y ahora qué?

Respiré hondo y sonreí:

—Cualquier cosa… o Todo.

Se agachó y juntó sus labios con los míos. Aprecié el cariño y el amor que sentí en esa conexión. Levantó la mano para ponérmela alrededor del cuello, mientras intensificaba ese momento. Sentí que el fuego familiar empezaba a arder dentro de mí, más intenso que nunca, fortalecido por la confianza y el compromiso que forjábamos a diario.

Cuando nuestros labios se separaron, apoyó la cabeza en la mía.

—Tengo que volver pronto, para acabar el álbum.

Suspiré y le acaricié la mejilla.

—Lo sé —murmuré.

—Y después de eso… habrá otra gira para promocionar el álbum.

Levantó la comisura del labio con una sonrisa triste. Cuando lo besé, conseguí que su sonrisa se hiciera mayor.

—Todo irá bien… Encontraremos una manera de permanecer unidos, como en las últimas semanas.

Kellan asintió, con cara de tristeza al pensar en lo a menudo que estaríamos separados. Odiaba estar lejos de mí tanto como yo de él, y por las mismas razones. Nos echábamos de menos. Mientras Denny podía ser mi mejor amigo, Kellan era mi alma gemela, y estar lejos el uno del otro nos resultaba… doloroso.

Bailamos en silencio mientras la gente se movía a nuestro alrededor balanceando sus cuerpos con ligereza. Por encima del hombro de Kellan, observé a Evan y a Jenny salir por las puertas agarrados del brazo; Matt y Rachel los seguían de cerca. Anna y Griffin se habían marchado no mucho después de su reencuentro. No quería pensar qué estarían haciendo en ese momento. La única pareja que seguía allí era la formada por Denny y Abby. Estaban riéndose en la barra, parecían muy dichosos en su pequeño mundo.

Con un suspiro, apoyé la cabeza en el pecho de Kellan, agradecida de tener al menos esa noche con él. Me besó en la cabeza, y murmuró:

—Ven conmigo.

Di un paso atrás y fruncí el ceño.

—¿Cómo? ¿Que vaya contigo?… ¿Adónde?

Miré a las puertas delanteras, pensando que estaba listo para irse a casa. Con un poco de suerte, para cuando llegáramos allí, mis padres estarían dormidos. Se habían marchado hacía ya varias horas. Aunque también era muy probable que mi padre, siempre sobreprotector, estuviera esperando despierto a que llegara a casa.

Kellan se rió y movió la cabeza. Me puso un mechón de pelo detrás de la oreja y murmuró:

—Qué mona… —Eché una miradita a su mirada de diversión. Fruncí el ceño. Su sonrisa se hizo incluso mayor—. Ven a la gira conmigo. Demonios, ven a Los Ángeles conmigo.

Parpadeé perpleja, y negué con la cabeza.

—Pero y mi…

Hice una pausa, y me di cuenta de que las ataduras que me mantenían en Seattle habían desaparecido. Ya no tenía por qué quedarme allí. Por supuesto, no quería abandonar a mi hermana allí, pero si quería hacerle largas visitas… podía.

Cuando vio que empezaba a darme cuenta de eso, Kellan me rodeó la cintura con los brazos.

—Ya has acabado en la universidad. Puedes hacer lo que quieras.

Fruncí el ceño.

—¿No debería tener mayores aspiraciones que ser una groupie?

Kellan se rió y negó con la cabeza.

—No serás una groupie si yo te invito a venir con nosotros. —Se agachó y me miró a los ojos—. ¿Cuándo tendrás otra oportunidad como ésta Kiera? Tienes el resto de tu vida para buscar un trabajo… o no trabajes. A mí me parecería bien.

Torcí la boca.

—Mis padres estarían muy orgullosos de mí.

Kellan se encogió de hombros.

—Échame la culpa. Total, ya me odian de todos modos.

Sonriendo, le dije que no con la cabeza:

—No te odian… tanto.

Kellan me dio un beso dulce y, después, se le escapó un suspiro.

—Me da igual lo que hagas, Kiera; sólo quiero que estés conmigo. —Se echó hacia atrás—. Y, además, ¿no quieres ser escritora? ¿No estás escribiendo un libro sobre nosotros, sobre nuestra vida juntos?

Levanté una ceja, pues no me había dado cuenta de que lo supiera. No se lo había ocultado… Pero todavía no estaba lista para enseñárselo. Él soltó una risita y sonrió; después se encogió de hombros.

—Jenny lo mencionó… Y me encantaría leerlo, cuando hayas acabado.

Me mordí el labio y arrugué la nariz. Había partes de mi manuscrito que eran dolorosas para mí, así que lo serían también, y especialmente, para él. Pero sinceridad y honestidad, ésa era nuestra política. Asentí.

—Cuando esté acabado.

Sonriendo, me inclinó hacia atrás. Me reí cuando volvió a levantarme.

—Bueno, puedes escribir en cualquier sitio, y para ser una escritora brillante, necesitarás investigar. —Se encogió de hombros—. ¿Qué mejor manera de investigar que viajar por todo el país conmigo… y Griffin? —Me estremecí ante esa imagen y luego me eché a reír. Abrazándome con fuerza, Kellan apoyó la cabeza de nuevo en la mía—. Podrías volver tan a menudo como quisieras, Kiera, a visitar a Anna… a tus amigos, pero me gustaría que hiciéramos esto juntos.

Rodeándole el cuello con los brazos, le di un beso.

—Está bien, hagámoslo.

Sus labios se extendieron en una amplia sonrisa bajo los míos, pero entonces torció el gesto.

—Sólo hay un problema.

Puse cara de preocupación.

—¿Cuál?

Con un suspiro, levantó la cabeza.

—Ya no dejan que las novias vayan en el bus de la gira con el grupo…

—Oh…

Me quedé abatida cuando la emocionante, a la par que abrumadora, posibilidad de vivir una gira en autocar con un montón de chicos alborotados se desvanecía ante mí. Me pareció una regla extraña, pero, quizás, era cosa de la discográfica… Proteger a sus activos, o algo así. ¿Tendría que seguirlos en la furgoneta de Griffin?

Justo mientras me preguntaba por qué Kellan me sugería un plan que no se podía llevar a cabo, se echó a reír. Cuando vi que sus labios se retorcían en una sonrisa traviesa, torcí el gesto. ¿En qué andaba metido ahora?

Se encogió de hombros y añadió:

—Sólo dejan ir a las esposas.

Me quedé boquiabierta, pero Kellan me levantó la barbilla con el dedo, sonriendo con picardía mientras me cerró la boca.

—¿Esposa? —susurré.

¿Lo decía en serio? ¿De verdad me estaba pidiendo que me casara con él? Sin dejar de sonreír, me pasó el dedo por la mandíbula.

—He ido tan poco a poco como he sido capaz, Kiera. Te amo. Estoy seguro de que quiero que estés en mi vida para siempre. —Se encorvó y sacudió la cabeza—. ¿Estás segura de que quieres estar conmigo?

Mirando sus ojos azul oscuro en los que podría perderme durante horas, asentí.

—Sí, estoy segura —susurré, sin una pizca de duda en mi interior.

Sonrió y me besó. Intenté besarlo con más pasión, pero él me apartó. Después de quitarme las manos de su cuello, me tomó la derecha. Enarqué una ceja mientras observaba cómo me sacaba el anillo de compromiso que llevaba en uno de los dedos. Con la mayor sonrisa que le había visto jamás, deslizó el anillo en el dedo correspondiente de la mano izquierda. Después, hizo lo mismo con su propio anillo.

Levantando nuestras manos, me miró irradiando felicidad.

—Ya está, ahora estamos casados.

Con lágrimas en los ojos, sacudí la cabeza perpleja.

—Estoy bastante segura de que no funciona así, Kellan.

Hizo un gesto de desdén.

—Bah, minucias.

Sonriendo con dulzura, me puso la mano izquierda sobre su corazón, y su mano izquierda sobre el mío.

—Estamos casados… y tú eres mi mujer —asintió, mirándome fijamente.

Cuando le devolví el gesto, las lágrimas me rodaban por las mejillas.

—Y tú eres mi marido…

Con un suspiro de alivio, me agarró la cara, y selló nuestra boda con un beso capaz de dejarme sin aliento. Sabía que nuestro matrimonio no era legal, pero ese tecnicismo podíamos cambiarlo en cuanto quisiéramos. En nuestros corazones, estábamos casados, y al final, ésa es la parte del matrimonio más importante.

Cuando por fin nos separamos, los dos estábamos llorando. Hice un gesto a Denny y a Abby para que se acercaran. Tenía que contar a alguien que acababa de casarme. Abby no pudo contener las lágrimas cuando le enseñé nuestros anillos «de boda», y nos abrazó a ambos. Denny sacudió la cabeza, conteniendo una sonrisa, pues sabía que nuestro «matrimonio» era simbólico, como mucho. Aun así, dio a Kellan un abrazo.

—Felicidades, amigo. —Dándole una palmadita en la espalda, se rió—. Me alegra estar aquí para verlo.

Kellan soltó una carcajada y miró al suelo.

—Sí, y a mí. Parece… —Volvió a mirar a Denny—. Lo adecuado.

Sonriendo, Denny asintió. Entonces me abrazó. Tuve que secarme la cara con una servilleta que me dio Abby, porque estaba llorando sin parar. Denny me susurró al oído.

—Debo admitirlo, me sorprende que os hayan salido las cosas bien. —Se echó hacia atrás para mirarme—. Pero me alegra ver que ha sido así.

Empecé a llorar de nuevo y Kellan me rodeó con los brazos. Sonriendo, me acunó hacia delante y hacia atrás.

—¿No deberíamos ir a casa a celebrarlo?

Levantó las cejas sugerentemente y me reí. Abby, también.

—No… vamos a reservar la mejor habitación de hotel de la ciudad. —Kellan alzó una ceja y se rió—. No pienso pasarme mi noche de bodas con mis padres durmiendo en la habitación contigua.

Kellan se rió y asintió; para mis adentros, deseé que mi padre no quisiera acabar con mi nuevo marido cuando volviéramos a casa por la mañana. Ni mi madre… Se enfadaría por habérselo perdido. Aunque estaba segura de poder convencer a Kellan de hacer una ceremonia formal, sólo para complacerla. Personalmente, no la necesitaba. Nuestro momento privado en la pista de baile donde nos habíamos visto por primera vez era perfecto.

Kellan empezó a alejarnos, y se volvió a mirar a Denny y a Abby, que empezaban a bailar en la pista vacía. Me quedé mirándolos durante un momento, feliz por ellos, feliz por mí. Kellan soltó una carcajada y después les gritó:

—Supongo que podría encontrar un par de anillos más si os queréis casar también, chicos.

Golpeé a Kellan en el pecho, mientras Denny se reía. Abby enarcó una ceja.

—Ah, no, no pienso casarme en un bar. Yo quiero toda la parafernalia.

Denny volvió a mirarla y ella levantó la otra ceja, prácticamente retándolo a que la contradijera. Prudentemente, Denny no dijo nada, se limitó a sonreír y a abrazarla con fuerza.

Kellan se rió y sacudió la cabeza. Me tomó de la mano y me condujo fuera del bar hacia un futuro que parecía lleno de posibilidades. Éramos jóvenes, estábamos enamorados y a punto de partir hacia lo desconocido para vivir un montón de historias que pudiéramos contar a nuestros hijos algún día. Así, acepté el océano de cambios que se extendía ante mí, porque había algo que nunca cambiaría y que era lo más importante.

Kellan era mío y yo era suya… para siempre.