23
Nada que perder

No estoy segura de cuánto tiempo me quedé en el suelo, pensando en el cambio drástico que había sufrido mi vida. Antes de que la gira empezara, estaba segura de que Kellan y yo éramos almas gemelas, destinados a estar juntos para siempre. Aunque siempre había temido que se despertara un día y se diera cuenta de que podía aspirar a alguien mejor que yo, también me aferraba a la creencia de que nunca se iría porque era la primera persona que había conseguido colarse en su corazón. Creía que eso nos había unido, que teníamos un vínculo que nos mantenía juntos. Sin embargo, quizá, todo lo que había hecho era marcar su cuerpo. Tal vez el tatuaje de mi nombre de su pecho era una representación simbólica de cómo había conseguido abrirlo y liberarlo para amarse a sí mismo y… a otros.

Y ahora, ahora que lo nuestro se había acabado, estaba segura de que volvería a enamorarse, de que volvería a la carretera a tirarse a fans, a diestro y siniestro hasta que superara su desamor, y entonces la encontraría a ella. Sería dulce, quizá tímida, y tendría una fe total en él. Porque su relación no habría empezado como la nuestra.

Nosotros habíamos empezado con una traición. Ambos habíamos visto al otro mentir a alguien que amaba. Ambos habíamos visto al otro acostarse con otra gente, cuando ya estábamos enamorados. Desesperadamente enamorados. Ver ese tipo de traición, que llegue a ser una parte de ti… te amargaba.

Ambos sabíamos qué éramos capaces de hacer. Tal vez estábamos condenados al fracaso desde el principio. Quizás era culpa mía. Cuando Denny había vuelto de Tucson, debería haberle contado lo que había pasado mientras estaba fuera. Habría acabado con nuestra relación, pero, en realidad, ya se había acabado. Habría sido una ruptura limpia, honesta. Tal vez, entonces, Kellan y yo habríamos tenido una oportunidad.

Miraba fijamente el techo de mi dormitorio, dormir me resultaba imposible y tenía agarrado el móvil a la espera de que Kellan me llamara para decirme que no hablaba en serio, que no quería romper conmigo. Sin embargo, no llamaba, y ya sabía que muy pronto se reuniría con su grupo para proseguir la gira… y no volvería a verlo.

Mientras me mordía el labio, pensaba si tendría que ceder y llamarlo. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué podría decirle? Sólo podía seguir declarando mi inocencia, pero Kellan no parecía creerme. Lo había hecho durante un breve momento, pero después… Toda fe que hubiera tenido en mí ahora había desaparecido. Y lo cierto era que no sabía por qué.

Sin dejar de pasarme las manos por el pelo, sopesé llamar a Anna y pedirle que volviera a casa. Estaba en casa de una amiga, porque al fin se sentía lo suficientemente feliz para recuperar su círculo social. De modo alguno quería arrastrarla conmigo en mi tristeza. ¿Y si llamaba a Jenny?

Justo mientras pensaba en marcar su número, mi teléfono sonó para avisarme de que acababa de recibir un mensaje de texto. Con la vaga esperanza de que fuera Kellan, miré la pantalla.

Solté un suspiro. Era de Denny, no de Kellan. Me mordí el labio, abrí el mensaje: «Sólo quería saber… ¿estás bien?»

Sin saber si alguna vez volvería a estar bien, le respondí:

«No… Kellan ha roto conmigo».

Al menos, creo que eso fue lo que escribí. No podía ver bien a través de las lágrimas. Por la respuesta de Denny, entendí que sí.

—Estaré allí dentro de cinco minutos.

Quería decirle que no, que no renunciara a dormir por mí, y menos teniendo en cuenta que tenía que ir a trabajar al cabo de unas horas. Sin embargo, no respondí, porque realmente no quería estar sola.

Me quedé resoplando con la cabeza hundida en la almohada, esperando a que las punzadas de dolor de mi corazón cesarán, a dejar de sentir que mi vida se había acabado. Y, sin embargo, no, todo había acabado. Ya había experimentado toda la felicidad que tendría en mi vida. Ya había sentido toda la alegría que jamás podría sentir. Pensé en todo el tiempo que Kellan y yo habíamos estado juntos. Si hubiera sabido que todo acabaría tan abruptamente, tal vez habría intentado disfrutar aún más de cada momento.

Entonces me di cuenta de que ya lo había hecho. Siempre había atesorado cada segundo que había estado con él. Había memorizado cada uno de sus rasgos, cada palabra que había dicho, cada sitio que había tocado. Lo sabía. Cierta parte asustada e insegura de mí sabía que no lo conseguiríamos… así que había saboreado todo el tiempo que había estado con él. Volví a sollozar.

La puerta de mi dormitorio crujió un poco cuando se abrió un poco después y oí un suave suspiro. Me apoyé en un codo mientras Denny se quedaba en el umbral. Inmersa en mi dolor, no debía de haber cerrado con llave la puerta principal después de que Kellan se marchara. De nuevo, si hubiera pensado con claridad, nunca le habría gritado así.

Denny tenía aspecto de estar cansado, aunque me miraba con comprensión. Con una ligera sonrisa, se sentó en el borde de mi cama, la misma cama en la que Kellan y yo habíamos hecho el amor hacía sólo unas pocas horas.

—Lo siento mucho, Kiera, de verdad que sí.

Asentí y abracé a Denny. Suspiró sobre mi pelo mientras me acariciaba la espalda. Al estar tan cerca de él, esperé sentir… algo… por él, pero no lo hice. Aun con todo el dolor que sentía y después de romper con Kellan, sólo noté un abrumador deseo por tener su amistad.

Aliviada por sentirme así, lo abracé con más fuerza.

—Se ha ido, Denny. Dijo que había acabado conmigo, me dijo adiós… y lo decía en serio.

Denny suspiró de nuevo, mientras me devolvía mi fuerte abrazo.

—¿Es por mí… o por lo que Kellan te ha estado ocultando? —Parpadeé y me eché hacia atrás para mirarlo. Denny se encogió de hombros—. Quizá se siente culpable por lo que ha hecho. Tal vez quería una salida… y tú le diste una.

Resoplé y me sequé la cara con la manta.

—No sé… No quiere hablar conmigo.

La ira se apoderó de mí al pensar que quizá toda esa pelea había tenido más que ver con la culpa de Kellan por su puta, y no tanto por pillarnos a Denny y a mí juntos.

Apretando la mandíbula, solté:

—Me dijo que sí, que me creía cuando le decía que tú y yo éramos sólo amigos. Después nos acostamos. ¡Y a continuación va y me deja! ¿Quién hace eso?

Me sonrojé al explicar lo ocurrido con Kellan de forma tan directa a Denny, pero él sólo suspiró y sacudió la cabeza.

—No sé qué decir, Kiera… Lo siento.

Cuando los ojos de Denny escrutaron mi rostro, preocupado, vi el mismo sentimiento de amistad que yo albergaba por él. Eso era lo único que existía ya entre nosotros. Abby tenía su corazón, y probablemente nunca le haría lo que Kellan acababa de hacerme a mí. ¿Y por qué lo había hecho? Si Kellan no confiaba en mí, si no me creía, ¿por qué no había roto conmigo sin más? ¿Por qué no había roto conmigo primero? ¿Un polvo de despedida? Dios, eso me cabreaba.

Apartándome de Denny, fruncí el entrecejo.

—¿Puedes hacerme un favor enorme?

Asintió, parecía confuso, pero con ganas de ayudar.

—Sí, claro, lo que quieras.

Me quité de encima las mantas, me levanté.

—Necesito ir a un sitio, y Anna tiene el coche.

Denny se levantó dubitativo, mirándome con cautela mientras yo me ponía una sudadera sobre la camiseta sin mangas de mi pijama.

—¿A qué sitio, Kiera? —Se le escapó el acento al pronunciar mi nombre, y me hizo la pregunta lenta y cautelosamente.

Me puse unos zapatos sin cordones y me recogí el pelo en una cola de caballo algo suelta.

—A casa de Kellan.

Denny suspiró, porque debía de temerse que ése fuera el sitio al que quisiera ir.

—Kiera, ¿no crees que sería mejor que lo dejarás estar?

Poniéndome muy recta, le lancé una mirada fulminante.

—No puedo, Denny. Lo amo, y si me va a dejar, pienso averiguar por qué. Voy a averiguar la verdad. —Cogí a Denny del brazo y tiré de él hacia la puerta—. Aunque se la tenga que sacar a golpes… —murmuré.

Denny volvió a suspirar.

No abrió la boca de camino a casa de Kellan, probablemente preguntándose cómo convencerme de no tener la conversación que estaba a punto de tener. Esperaba poseer la fuerza necesaria para hacerlo, pues, en realidad, no tenía nada que perder. Kellan y yo habíamos cortado, ¿qué podría decirme ahora que me doliera más que eso?

Ahora bien, esperaba que estuviera en casa. Podría haber vuelto directamente al aeropuerto, para intentar coger el primer vuelo de regreso a… donde estuviera su grupo. Recé porque necesitara un minuto para recomponerse. Con un poco de suerte el final de nuestra relación bastaría para que necesitara un momento a solas.

Al ver su coche en el aparcamiento cuando paramos, solté un suspiro de alivio. Estaba allí. Al menos, seguía allí. Entonces, se me crisparon los nervios. Estaba allí… y tendríamos que tener la conversación que habíamos retrasado durante tanto tiempo. Se me hizo un nudo en el estómago e, inmediatamente, quise irme a casa. En lugar de eso, abrí la puerta del coche.

Denny abrió la suya también, pero me detuve y dije que no con la cabeza.

—No, si vienes sólo empeorarás las cosas. —Con un suspiro, continué—: Gracias por traerme…, pero ahora te puedes ir a casa.

Enarcó las cejas y me miró fijamente a la cara.

—Kiera, no creo que…

Le puse la mano en el brazo.

—Estaré bien, Denny, y ya has hecho suficiente. Más que suficiente —forzando una sonrisa, le dije ladeando la cabeza—, vete a casa, aprovecha para dormir un poco… —Con una sonrisa más amplia, añadí—: O ve a llamar a Abby y dile lo agradecido que estás de tenerla a tu lado. Sé que le encantaría oírlo.

Me obligué a reírme.

Denny sonrió y bajó la mirada.

—Sí, tal vez lo haga. —Volviéndose a mirarme, con los ojos fruncidos me pidió—: Llámame, por favor, cuando hayas acabado.

Levantó la ceja y esperó hasta que le respondiera.

Suspiré, inundada por la tristeza.

—Sí… lo haré. —Me acerqué a él y le besé en la mejilla—. Gracias, amigo.

Sonrió mientras abría la puerta de su deportivo de alquiler.

—Cuando quieras…, amiga.

Sonreí al oír ese sustantivo que nunca había usado conmigo, después me levanté y esperé delante del coche. Le dije adiós con la mano mientras se alejaba, y en silencio volví a darle las gracias. No conseguí ver su respuesta por el cristal, pero estaba segura de que estaría haciéndome un gesto con la cabeza, para desearme buena suerte, pero convencido de que estaba loca por estar allí.

Me di la vuelta hacia la casa de Kellan, y pensé en darle la razón. Tal vez estaba loca por acudir allí, especialmente porque Kellan había dejado muy claro que las cosas entre nosotros se habían acabado, pero tenía que saberlo. Él ya conocía mi secreto… Ahora era yo la que quería saber qué escondía él.

Respirando de forma entrecortada, me planté en su puerta. Como no quería usar la llave, porque técnicamente ya no podía, di unos suaves golpes en la puerta. No esperaba que me oyera, así que me preparaba para llamar más fuerte cuando la puerta se abrió un poco.

Kellan me miraba con sus ojos fríos por el resquicio, después puso gesto de exasperación y me cerró la puerta en la cara. Como no lo esperaba, parpadée y me quedé mirando la gruesa puerta de madera delante de mí. ¿De verdad acababa de cerrarme la puerta en las narices?

La rabia pudo más que mis nervios y la abrí. Sorprendentemente, no estaba cerrada con llave. Lo primero que vi fue la espalda de Kellan: otra vez se alejaba de mí. Entré y la cerré detrás de mí. Se encogió de dolor y se volvió a mirarme.

Con un suspiro, se pasó una mano por su mata de pelo despeinada.

—No pienso hacer esto, Kiera. No voy a volver a tener esta conversación… Hemos acabado.

Se dio media vuelta otra vez y lo cogí del brazo.

—No, de eso nada, Kellan. No hasta que me digas la verdad.

Se volvió a mirarme con los ojos llenos de furia.

—¡Tú primera!

Suspiré y le solté el brazo. Levanté las manos y solté:

—¡Ya te la he dicho! Te he contado toda la verdad sobre Denny. ¡No ha pasado nada! Maldita sea, ¿por qué no me crees? ¿O es que nunca lo has hecho? ¿Me mentiste sólo para acostarte conmigo una última vez?

Se quedó lívido y boquiabierto.

—¿Crees que yo sabía que iba a romper antes de acostarme contigo? ¿Crees que te tocaría si supiera lo que sé ahora?

Volvió a mirarme de arriba abajo.

—¿Y qué demonios crees que sabes?

Con cara de asco, retrocedió.

—No puedes ser sincera, ¿verdad? —Apretando la mandíbula, levantó desafiante la barbilla—. Lo vi, Kiera. Vi las pruebas… las pruebas que daban positivo. —Su gesto se volvió sombrío y dio un paso hacia mí—. ¡Las metiste en mi cajón, con mi ropa para que las encontrara! ¿Realmente creías que me quedaría aquí una vez que lo supiera?

Boquiabierta, di un paso atrás.

—¿De qué estás hablando?

Sentí un hormigueo cuando empecé a vislumbrar el motivo de su enfado. Aunque tampoco me dio mucho tiempo para descifrar el enigma. Extendiendo los brazos hacia mi cuerpo, gritó:

—Joder, ¡sé qué estás preñada, Kiera, así que deja de actuar como si fueras un puto angelito!

Me quedé mirándolo sin palabras. Recordé claramente que Anna, en su fase de negación, había metido una bolsa de papel llena de pruebas de embarazo positivas en el cajón de mi cómoda… concretamente, en el cajón de Kellan. Después del sexo, debió de querer ponerse ropa limpia, así que tuvo que abrir el cajón, las vio… y dio por hecho que eran mías.

Y claro que lo iba a suponer. ¿Por qué no? Estaban en mi habitación, en el cajón que le había dejado. Dios mío, ¿de verdad pensaba que le diría algo tan serio como eso de esa manera? ¿Tan fría pensaba que era?

Sacudió la cabeza y me lanzó una mirada de aviso.

—No te molestes en negarlo ahora que sabes que ya lo sé. Admítelo, Kiera. Admite la verdad… por una vez en la vida. —Su gesto se suavizó. Pensaba que estaba embarazada, que Denny me había dejado preñada mientras él estaba fuera…

Volví a negar con la cabeza y di un paso hacia él.

—Kellan, no, Denny y yo no…

Me cortó y me apartó la mano cuando intenté tocarlo.

—No, Kiera. No me vengas con medias verdades. ¡Me ocultaste que Denny había vuelto! —Volví a negar con la cabeza y él añadió—: No, Kiera, ¡una mentira por omisión sigue siendo una mentira! —Se inclinó hacia mí—. Y tú deberías saberlo mejor que nadie —murmuró.

Me sonrojé y tuve que tragar saliva. Quería asegurarle que yo no era la que estaba embarazada, pero llegados a ese punto no sabía cómo hacerlo. No creería nada de lo que le dijera, y sin darme cuenta susurré:

—Sólo he estado contigo…

Puso una mueca de incredulidad.

—Hasta lo de hoy, no nos habíamos acostado desde diciembre. —Me miró el vientre—. Y he podido comprobar íntimamente que todavía no se te nota, así que no estás de cuatro o cinco meses. —Clavó los ojos llenos de odio en los míos—. No soy estúpido, Kiera… Sé que ese bebé no es mío.

Tragué saliva e intenté decirle que no estaba embarazada, pero él no me dejaba hablar. Mirándome de frente, dijo enfurecido:

—Si vas a seguir intentando negar que te acostaste con Denny, adelante, Kiera… Dime lo único que podrías argumentar. Dime que te violaron. —Le brillaban los ojos, y la furia que se veía en ellos me hacía temblar las rodillas—. Ten valor para decirlo —añadió.

Estaba boquiabierta por el rumbo que había tomado la conversación. La rabia me recorrió todo el cuerpo y se me disparó la mano para abofetearlo. Estaba a unos pocos centímetros de su cara cuando detuve la mano. No podía culparle por decirme algo así, teniendo en cuenta lo que pensaba. Su historia personal me había explotado en la cara. Su madre le había hecho eso mismo a su padre, y su padre había odiado a Kellan por ello, desde que estaba ya dentro del útero.

Kellan ni siquiera pestañeó. Siguió mirándome fijamente. Dejé caer la mano y entonces se rió burlón. Sacudiendo la cabeza, dijo en voz baja:

—Ahora puedes irte.

Con los ojos llenos de lágrimas, susurré:

—Estás tan equivocado…

Se dio media vuelta, y se dirigió a la sala de estar.

—¿Lo estoy? —Me miró por encima del hombro.

Cerrando los puños, fui tras él.

—Sí, estás completamente equivocado. No me acosté con Denny, ni con nadie. Yo no soy la que…

Desde su chaqueta, que estaba colgada cerca de mí, se oyó un silbido que indicaba la entrada de un nuevo mensaje de texto. Recordé entonces por qué estaba realmente allí, para sacarle la verdad a él, al hipócrita, así que corrí hacia su chaqueta. Abrió los ojos como platos cuando se dio cuenta de lo que pretendía hacer.

—¡Kiera, no!

Corrió a detenerme, pero yo fui mucho más rápida. Agarré el teléfono y vi el mensaje antes de que pudiera acercarse a mí. Lo leí en voz alta.

—«Llámame. Necesito verte».

Me temblaba la voz por la furia repentina.

Kellan se quedó pálido, mirándome a los ojos y luego al teléfono, como si estuviera asustado de lo que pudiera hacer. Con la mano temblorosa, extendió el brazo hacia mí.

—Por favor, devuélvemelo, Kiera.

Agarrándolo más fuerte, empezó a temblarme el cuerpo cuando su secreto surgió a la superficie.

—No, no, me parece que responderé a la putita.

Empecé a teclear un mensaje, pero Kellan… enloqueció.

Corrió a mi lado, me arrebató el teléfono, me dio un empujón en el hombro, me golpeé contra los ganchos donde estaba colgada la chaqueta y sentí un golpe de dolor al arañarme contra uno de ellos. Fruncí los ojos y me froté el brazo. La mirada de Kellan se relajó a modo de disculpa, pero seguía sujetando el teléfono contra él, aliviado.

Sacudiendo la cabeza, con lágrimas en los ojos, le grité:

—¡Y ahora quién es el mentiroso, Kellan!

Negó con la cabeza, con la cara todavía lívida.

—Esto es diferente. No tiene nada que ver contigo.

Me puse las manos en las caderas, confundida.

—Dime la verdad. ¿Qué me ocultas?

Volvió a mirarme el vientre, y su gesto volvió a endurecerse.

—No te concierne, y no tengo nada más que decirte.

Lágrimas de furia me caían por las mejillas tercamente, y levanté las manos desesperada.

—Vale, te puedes guardar tus jodidos secretos, Kellan.

Pestañeó por oírme usar palabrotas, y después apretó la mandíbula.

Cuando llegué a la conclusión de que nada cambiaría si me quedaba, me di media vuelta y me dirigí a la puerta principal. No intentó impedirme que la abriera. El aire de la noche me refrescó la cara, me detuve un momento y me quedé mirando la noche vacía. Sintiendo el mismo vacío en mi interior, le dije mirándolo por encima del hombro.

—Y sólo para que lo sepas, no soy yo la que está embarazada, imbécil… sino Anna. Griffin la preñó en Boise y sigue alucinando con el tema.

Tras pronunciar esas palabras, salí del apartamento, cerrando de un portazo detrás de mí.

Estaba en mitad de la calle, sin tener ni idea de adónde ir, porque no me apetecía ir a ningún sitio, cuando Kellan abrió la puerta de su casa.

—¡Kiera, espera! —Me gritó para que me detuviera, pero no lo hice.

Habíamos acabado. Ya no quería escuchar nada más de él… Estaba bastante cabreada.

Ya había cruzado la calle cuando él finalmente llegó hasta mí. Respirando agitadamente, me tiró del brazo para detenerme. Un ligero viento me azotaba los finos pantalones de ir por casa que llevaba, pero apenas notaba el frío. Tenía demasiada adrenalina en la sangre.

Por el gesto de su atractivo rostro, parecía que acababa de decirle que los cerdos volaban; me miraba boquiabierto.

—¿Anna? ¿Anna esta embarazada?

Hice que me soltara el brazo y levanté la barbilla.

—Sí.

Mi respuesta fue tajante, tan cortante como fui capaz.

Se encogió arrepentido y, después, con ternura, intentó ponerme la mano en el brazo. Me aparté, sin dejar que me tocara.

—¿Por qué no me lo dijiste? —susurró él.

Suspiré al sentir la fuerza del amor en mi alma cuando me miró de reojo con gran tristeza. Quería perdonárselo todo, pero no podía. No confiaba en él:

—Anna me hizo prometer que no diría nada. —Cabizbaja, añadí—: No está segura de si… de si se lo va a quedar.

Noté perfectamente cómo Kellan se ponía tenso. Lo miré de soslayo, mientras la brisa ligera le despeinaba el pelo. Sus ojos denotaban cautela.

—No… No pensará…

Tragó saliva, sin acabar la pregunta. Sacudí la cabeza al comprender a qué se refería.

—No, va a llevar a término el embarazo, pero no está segura sobre… la adopción. —Suspiré de nuevo deseando para mis adentros que mi hermana no siguiera ese camino. Aunque fuera la mitad de Griffin, quería conocer a mi sobrina o sobrino. Sin embargo, no era decisión mía, y pensaba apoyarla, fuese cual fuese la suya.

Kellan soltó una exhalación.

—Oh, bien, sería horrible que…

No acabó la frase y se mordió el labio. Observé su mirada pensativa. Kellan podría haber sido un bebé abortado, su madre había tenido razones suficientes. Di por supuesto que el tema le provocaba fuertes sentimientos, puesto que fácilmente podría no haber llegado a nacer. Me pregunté qué pensaría sobre la adopción, puesto que, si sus padres hubieran optado por ella, podría haber tenido una niñez más fácil. Después, mi corazón volvió a endurecerse. Ya no importaba lo que él pudiera pensar… Me daba igual.

Kellan puso los ojos en blanco y murmuró:

—Maldito Griffin… Voy a matarlo…

Volví a darme la vuelta para irme andando por la calle sin rumbo.

Kellan no me dejó dar cinco pasos antes de volver a agarrarme del brazo otra vez.

—Espera… por favor. —Con reticencia, me volví a mirarlo y él se encogió de hombros—. Lo siento, Kiera… por favor, no te vayas.

El dolor y la rabia hacía que me ardieran los ojos, y le aparté la mano.

—Básicamente acabas de llamarme puta y me has dicho que no querías volver a verme. ¿Por qué iba a quedarme?

Dejé caer la cabeza y él se encogió de hombros.

—No lo sabía. —Me miró—. Al ver a Denny allí y después esas pruebas de embarazo… pensé… —Tragó saliva y cerró los ojos—. Pensé que me había pasado lo mismo que a mi padre. Creía que estabas embarazada del bebé de otro hombre. Estaba… enfadado, simplemente. Nunca me había sentido tan enfermo… —Abrió los ojos y ladeó la cabeza—. Siento mucho no haberte creído.

Asentí al comprender cómo había llegado a esa conclusión. Su rostro se relajó al ver que aceptaba su disculpa. Hizo ademán de envolverme con sus brazos, pero me quedé tiesa, y lo aparté. Frunció el ceño y levanté la mano para enseñarle el anillo que llevaba en el dedo.

—Mantuve mi promesa… Te fui fiel. —Señalé con el pulgar de nuevo a la casa, donde había dejado el teléfono guardado, a salvo de mí—. ¿Y tú?

Se volvió a mirar la casa y se mordió el labio. Dándose la vuelta hacia mí, clavó los ojos en el metal que me rodeaba el dedo, y después miró el anillo a juego que llevaba en su mano.

—Kiera… No es lo que crees.

Lo cogí de las mejillas, y lo obligué a mirarme.

—No sé qué pensar porque no quieres hablar conmigo. ¿Cómo explicas ese mensaje de texto? —susurré.

Tenía la mejilla fría por la brisa nocturna, pero parecía incluso más fría por su gélida mirada.

—No… No creo que pueda decírtelo…

Tartamudeó intentando decir algo, enfadado.

—Tienes que decírmelo ahora, Kellan, porque nos está destrozando. —Señalé la señal de stop que indicaba el final de la calle—. Dímelo ahora… o seguiré andando y lo nuestro habrá acabado de verdad.

Sacudió la cabeza con lágrimas en los ojos.

—Por favor, no me dejes.

Aunque su cara me hacía querer ceder, aunque lo único que quería era lanzarme entre sus brazos, besarlo, rogarle que me llevara escaleras arriba y me hiciera el amor de nuevo, esta vez me obligué a mantenerme firme en mi ultimátum. Era ahora o nunca.

Enarqué las cejas, esperando. Tragó saliva, y después se frotó los ojos.

—Uf, Dios mío… —murmuró. Con los ojos cerrados respiró hondo unas cuantas veces. Cuando los volvió a abrir, parecía… resignado—. Está bien, te lo contaré todo. —Miró la calle vacía en la que estábamos—. Pero no aquí… volvamos dentro, ¿vale?

Se me escapó un suspiro tembloroso, también de resignación. Por fin íbamos a poner todas las cartas sobre la mesa… y no puedo decir que me emocionara exactamente. Kellan me cogió de la mano, y me llevó de vuelta a la casa. No levantó la cabeza durante todo el camino, y vi que le daba un escalofrío. Me imaginé que no era por el aire fresco de la noche.

Otra vez dentro de su casa, señaló el sofá lleno de bultos, mientras cerraba con cuidado la puerta. Era la primera vez en un buen rato que se cerraba una puerta lentamente. Me senté y él empezó a caminar de un lado a otro delante de mí. Me ponía de los nervios y quería que se sentara, pero parecía necesitar el alivio del movimiento, así que no dije nada.

Moviéndose hacia delante y hacia atrás, se secó las palmas de las manos en los pantalones, como si estuviera nervioso. Era extraño verlo así, muy pocas veces se ponía nervioso. A lo largo de su caminata, me miraba de reojo, aunque seguía sin decir nada. Pensando que no iba a ser capaz de hacerlo, intenté empezar la conversación.

—¿Quién te mandaba el mensaje al móvil?

Se detuvo y se cogió el puente de la nariz con los dedos.

—Uf, no puedo empezar por ahí, Kiera.

Me mordí el labio, asentí y esperé a que empezara cuando pudiera. Con un suspiro, dejó de moverse y se plantó delante de mí. Se pasó la mano por la cara, con una expresión de cansancio tan agudo que parecía que se desmayaría en cualquier momento.

—En diciembre, una chica vino a verme a la zona de artistas.

Sentí que se me formaba nudo en el estómago. Entonces, ¿iba todo sobre una chica? Deseé decirle que estaba sorprendida… pero no era así. Al ver mi expresión, Kellan casi se vino abajo.

—Me dijo…

Cuando se detuvo para tragar saliva, de repente até cabos. Era obvio. No entendía cómo no se me había ocurrido a mí. El terror y la tristeza pudieron conmigo mientras lo entendía perfectamente.

—Te dijo que tienes un hijo, ¿no? Seguro que en algún momento no tomaste precauciones y, ahora, en alguna parte ahí fuera hay un hijo tuyo.

Las lágrimas me nublaron los ojos mientras mi visión de un futuro con Kellan cambiaba irrevocablemente. Nunca había excluido a un hijo, y ahora yo tendría que compartir una parte de él. Con otra mujer… para siempre. La tristeza por no ser la que diera a luz a su primogénito me abrumó, y una sola lágrima me rodó por la mejilla.

Al verla, se puso en cuclillas delante de mí. Me puso la mano en la mejilla y negó con la cabeza:

—No, Kiera… No se trata de eso en absoluto. —Con un suspiro, apoyó la cabeza contra la mía—. No hay ninguna versión en miniatura de mí ahí fuera, Kiera, ¿vale?

Me pasé los dedos por debajo de los ojos y fruncí el ceño, incluso más perdida que antes.

—Entonces, ¿qué pasa, Kellan? Porque la verdad es que no lo entiendo.

Volvió a agacharse cabizbajo.

—Ya lo sé. Y sé que parece que estoy escondiendo una aventura… —Levantó la mirada hacia mí y se encogió de hombros—. ¿De verdad no te imaginas, sabiendo lo que sabes de mí, por qué te mentiría?

Sentí una punzada dentro de mí cuando abiertamente admitió que me mentía. Seguí llorando más, y sacudí la cabeza. Él soltó un suspiro; parecía tan derrotado por lo que tenía que decirme, que ni me imaginaba de qué podía tratarse. Cerré los ojos y susurró:

—Me dijo que quería que yo conociera… a su padre.

Cuando abrió los ojos, estaban vidriosos.

Parpadeé, sorprendida.

—¿A su padre? Eso es… raro.

Kellan sonrió con tristeza, mientras sacudía la cabeza.

—Sí, bueno, parece creer que… podría ser mi padre también.

Lo dijo en voz tan baja que necesité un momento para entender las implicaciones de lo que me había dicho. Cuando por fin lo asimilé, me quedé boquiabierta.

—¿Tu padre también? Entonces, ¿ella es…? —Parpadeé perpleja mientras seguía procesando la información—. Espera, ¿tu padre? ¿Tu padre biológico? ¿Él? ¿Y ella es… tu hermana?

—Sí, me enseñó una foto antigua de él, y aunque el parecido no hubiera sido dolorosamente obvio… Ya había visto esa foto. Mamá me la enseñó una vez… —Kellan tragó saliva; tenía los ojos vidriosos mientras me aguantaba la mirada—. Y, Kiera, no puedo, simplemente no puedo verlo… No puedo hacerlo.

Estaba tan anonadada, que no sabía qué decir. Lo miré completamente conmocionada. Siempre había pensado que el secreto de Kellan era una relación amorosa con otra chica. Jamás habría podido imaginar que había estado escondiéndome cosas por dolor, porque no sabía cómo manejar la situación.

No podía imaginar un reto mayor para Kellan en ese momento que ponerse en contacto con el hombre que lo había engendrado y que, después, lo había abandonado a una suerte que ningún niño debería correr. Ni siquiera conseguía adivinar qué podría sentir Kellan en ese mismo momento: ¿estaría confundido o dolido? O tal vez no estaba sintiendo nada todavía. Quizá sufría un caso de negación que rivalizaba con el de mi hermana.

Me preguntaba si ése habría sido el motivo por el que no me lo había dicho desde el principio. Me incliné hacia delante y le puse las manos en las mejillas. En los ojos tenía un destello de miedo, como si fuera un animal herido en una trampa de la que quería huir desesperadamente.

—¿Por qué no querías contarme nada?

Inmediatamente empezó a mover la cabeza.

—Te conozco. Querrías que lo conociera, que estableciera algún tipo de lazo familiar, y yo… no puedo, Kiera.

Con un suspiro, le acaricié la mejilla con el pulgar.

—Es tu familia, Kellan…

Kellan se dejó caer de rodillas.

—No, no. ¡Él no es nada para mí! —Pasándose las manos por el pelo, empezó a mirar a su alrededor, la casa de sus padres—. Me dejó. Se llevó sus cosas y me abandonó. Y me dejó crecer con esas personas. —Empezó a temblar, y apretó la mandíbula.

—No quiso tener nada que ver conmigo… Ahora yo le pagaré con la misma moneda.

Se le quebró la voz de rabia y permanecí de pie. Me acerqué a él y le acaricié el pecho de abajo arriba, hasta la mandíbula. Seguía apretando con fuerza esos fuertes músculos, mientras él evitaba mirarme a toda costa.

—No sabía en qué situación te dejaba. ¿Cómo iba a hacerlo? Quizá pensaba que te hacía un favor yéndose, y no seguir hiriendo a la familia a la que había… dañado.

Kellan me miró bruscamente.

—¿Un favor? Mi padre solía azotarme con el cinturón cuando se enfadaba. Me pegaba tan fuerte que después tenía que dormir boca abajo durante días. Y aprendí muy pronto que huir de él sólo empeoraría las cosas cuando me atrapara. Así que me quedaba allí, como un perro, y le dejaba pegarme. ¿Cómo puede ser eso un favor?

A Kellan se le humedecieron los ojos mientras me contaba un horror que hasta ese momento se había guardado para sí. Tragué saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta y sacudí la cabeza.

—No lo sabía… Quizá deberías verlo para poder decírselo, para poder hablar sobre este tema con alguien.

Pasó a mi lado rozándome, y meneando la cabeza.

—No necesito hablar con nadie, Kiera. Estoy bien. —Volvió a mirarme al mismo tiempo que volvía a caminar de un lado a otro—. Y no necesito volver a verlo… Nunca. —Levantó la barbilla—. Además, tengo una familia. Tengo una tía que me desprecia tanto como mi madre. Pero no me importa. No necesito a nadie. Estoy bien solo.

Sabía perfectamente que Kellan odiaba no tener a nadie, estar solo; sacudí la cabeza y me planté delante de él, para cortarle el paso.

—Eso es el pasado, no tienes que estar solo nunca más. Tienes una familia ahí fuera que quiere conocerte. —Alejó la mirada y me agaché para volver a mirarlo a los ojos—. Tienes una hermana, Kellan… ¿No quieres conocerla?

Suspiró e hizo una pausa, después miró más allá de mi hombro.

—Hailey me dijo que también tengo un hermano…

Sonreí al ver que su familia crecía. Llevaba solo tanto tiempo que no se daba cuenta de que tener familia podía ser algo positivo, y no la pesadilla que hasta ese momento había vivido.

—¿Hailey? ¿Así se llama tu hermana?

Kellan asintió, después se giró y me miró. Se encogió de hombros y dijo:

—Le di mi número de teléfono cuando me dijo quién era, y nos hemos mantenido en contacto. —Sonrió ligeramente, y después se rió—. Es bastante divertida. Y también lista. Últimamente hemos estado hablando un montón… y… es una buena chica.

Abrí los ojos como platos cuando una pieza del rompecabezas de repente encajó en su lugar.

—Y la persona con quien Jenny te vio hablando por teléfono durante tanto tiempo mientras visitaba a Evan era tu hermana, ¿no?

Me miró con el entrecejo fruncido y sacudió la cabeza.

—¿Jenny? ¿En Texas? —Desvió la mirada, desconcertado, después me miró comprendiéndolo todo—. ¿Por eso pensabas que te estaba engañando? ¿Porque Jenny me vio riéndome por teléfono con alguien que no eras tú?

Me mordí el labio y asentí. Señalé su chaqueta colgada en los ganchos de la puerta delantera, y torcí el gesto.

—Además de todos esos misteriosos mensajes de texto que no me dejabas ver. Tienes que admitir que en conjunto resultaba sospechoso.

Mi voz delató que estaba herida por haber intentado mantenerme fuera de su vida y, suspirando, Kellan me puso las manos en las mejillas.

—Lo siento… Nunca pretendí hacerte daño. Es que no estaba listo… —Dejó caer la cabeza y tragó saliva—. Quise decírtelo muchas veces, pero no me salían las palabras.

Se volvió a mirarme y se encogió de hombros.

—Tenía la impresión de que, si te lo decía, sería real. Y prefería fingir que no lo era. —Cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Sólo quería ignorarlo todo, y a él sobre todo… —Procuró que su voz sonara más dura, porque empezaba a temblarle por la emoción—. Pero Hailey le dio mi número, y ahora me envía mensajes de texto cada maldito día. —Abrió mucho los ojos, me soltó las mejillas y se agarró el puente de la nariz con dos dedos—. Todos los días me envía mensajes, y todos los días los ignoro. —Suspirando, levantó la cabeza hacia el techo—. Y estoy tan harto… Sólo quiero que me deje en paz. —Soltó un suspiro de cansancio—. Incluso pensé en cambiar de número, para que no pudiera llamarme otra vez, pero… quería seguir hablando contigo. Y no podía contarte por qué quería cambiarlo, sin explicarte el motivo. —Se encogió—. Así que recibo esos dolorosos mensajes de texto cada día e intento olvidarlos.

Kellan suspiró de nuevo y noté el cansancio en la expresión de su rostro. El dolor lo consumía. Creo que entendía por qué quería esconderse de su padre. El rencor y el resentimiento podrían llevarlo a no querer dar otra oportunidad a su padre, pero no acababa de comprender que permitiera que la tortura de su pasado lo destrozara. Mientras miraba al hombre agotado que tenía delante de mí, intenté pensar en el muchacho lleno de energía que había empezado esa fatídica gira. Ahora eran prácticamente dos personas diferentes.

Respiró hondo y se frotó los ojos: su lucha interior por no derrumbarse era evidente y le acaricié el hombro.

—Esto te está matando, Kellan, ¿es que no lo ves?

Me echó una mirada irónica, como si pensara que mi reacción era excesiva, pero él no veía al tipo hecho polvo en el que se había convertido en cuestión de meses.

—No, Kellan, te está devorando por dentro. Ahora lo veo. ¿Se lo has contado a alguien? ¿A los chicos? ¿A Evan? ¿Has estado aguantando todo esto tú solo… todo este tiempo?

Se dejó caer en el sofá.

—¿Y a quién iba a decírselo, Kiera? Todo el mundo cree que mi padre murió con mi madre. —Me miró, cabizbajo—. Tú eres la única a la que he podido contarle lo de que mi padre… no era mi padre biológico. —Tragó saliva—. Simplemente no me salen las palabras con alguien que no seas tú. —Ladeó la cabeza y me miró con ojos tristes—. Sólo puedo hablar contigo.

Me senté a su lado y le puse la mano en la rodilla.

—Pero por qué tenías que ocultarme que tu padre real se había puesto en contacto contigo…

Desvió la mirada.

—No quería hacerlo, e intenté contártelo un par de veces… —Miró hacia atrás—. Era demasiado duro… demasiado reciente. —Cabizbajo, susurró—. Siento mucho haberte herido.

Le sostuve la cabeza contra mi pecho, y noté las lágrimas que se escapaban de mis ojos.

—Está bien… Lo entiendo. —Mientras respiraba hondo y me abrazaba, susurré—: Y el día de Navidad… El mensaje no era de Griffin, ¿no?

Kellan se puso tenso, y se apartó. Con los ojos vidriosos, sacudió la cabeza.

—No… Era de él. —Con la mano en mi mejilla, buscó con sus ojos azul oscuro los míos—. Siento mucho haberte mentido. Es que no quería que preguntaras… No estaba listo.

Asentí, mientras más lágrimas me humedecían las mejillas.

—¿Todos esos mensajes de texto…?

—Eran de él, te lo prometo. —Acercó la cabeza a la mía y me dio un beso dulce—. Todos eran suyos. Si no me crees, puedo enseñártelos, pero eso es todo lo que te he escondido… Lo prometo. —Me besó de nuevo—. Te lo prometo…

Olvidé todos mis miedos y dudas, y junté mis labios con los suyos.

—Te creo —susurré.

Y era cierto.

Bajó los dedos por mi mejilla hasta el cuello, y nos fundimos en un beso. Estaba segura de que nunca compartiríamos un momento de intimidad semejante, así que saboreé su dulzura Y su olor embriagador. Sin embargo, aun cuando la conversación de nuestras bocas se volvió más física, sentía que su cuerpo seguía temblándole por el dolor remanente.

Me separé de él un momento y me eché hacia atrás para buscarle la cara. Vi la misma pasión que siempre que estábamos juntos, pero también dolor.

—Necesitas verlo, Kellan. Necesitas dejar atrás este capítulo de tu vida, para que puedas seguir adelante.

Sacudió la cabeza, y se acercó a mí para besarme y distraerse con lo único con lo que realmente sabía bloquear el dolor: el sexo. Me obligué a pararlo, aunque una parte de mí deseaba ceder.

—Necesitas hacerlo —reiteré.

Frunció los ojos, y cerró la boca. Respirando profundamente, sacudió la cabeza de nuevo.

—Por eso exactamente no quería decírtelo.

Quería llevarle la contraria e intentar convencerlo de que hablar con el hombre que lo había engendrado y después abandonado, le ayudaría a sanar sus heridas interiores, pero no me dejó ni pronunciar dos palabras.

Con la boca apretada formando una línea fina, y con una mirada dura llena de decisión, sacudió de nuevo la cabeza.

—No, puedes ahorrarte todas tus razones lógicas y tus puntos de vista filosóficos. Nunca volveré a ver a ese hombre. ¿De acuerdo?

Entonces se levantó y se alejó, cerrando tan fuerte la puerta a esa conversación que sentí que me retumbaba la cabeza. Kellan no estaba listo y no estaba segura de que llegara a estarlo alguna vez.