Después de nuestra improvisación, por fin conseguimos meter los instrumentos en la furgoneta de Griffin. Suspiré al mirar el escenario vacío ante nosotras. Ahora estaba oscuro y abandonado, mientras sus dueños se alejaban cada vez más. Ni siquiera estaba segura de dónde estarían entonces. Matt nos había dado un calendario de la gira y su primera actuación era esa noche en Spokane, en el extremo este de Washington. Calculé que ya estarían acercándose a los puertos de montaña. Los mismos que Denny y yo atravesamos para llegar aquí. Las mismas montañas que me llevaron al lugar donde un amor había sustituido a otro, y que ahora se llevaban a ese nuevo amor. La vida tenía una interesante forma de dar vueltas.
Jenny suspiraba melancólica junto a mí, en un estado de ánimo parecido al mío. De pronto se puso tensa, se giró y salió corriendo por las puertas delanteras. Todas observamos su repentina marcha con curiosidad. Volvió a los pocos minutos con la cara radiante, sujetando un póster de gran tamaño bajo el brazo. Sonreí cuando se acercó.
—Casi me olvido de esto. —Desenrolló el póster para que todas pudiéramos verlo, y nos enseñó la ilustración terminada que había estado haciendo en clase, el dibujo de la banda. Casi se me saltan las lágrimas al contemplar su perfecta recreación de Kellan. Señaló el escenario con la cabeza, sonrió y dijo—: No estaría bien que este escenario se quedara sin nada de ellos, ¿verdad?
Asentí con entusiasmo y la ayudé a colgarlo cambiando de sitio algunas de las guitarras que adornaban la pared. Después de centrarlo, dimos un paso atrás para admirar su trabajo. Había convertido su dibujo a lápiz en una deslumbrante estampa en blanco y negro. Era increíble. Se le daba realmente bien.
Rodeé los hombros de Jenny con el brazo, mientras me resistía a la tentación de plantarle un beso a la realista efigie de mi novio.
—Es perfecto, Jenny. —Solté una risita—. Creo que los chicos no serán los únicos que se hagan famosos después de salir de este bar.
Ella rió y miró al suelo, ruborizándose.
—Supongo que no está mal.
Tanto Rachel como Anna le aseguraron que estaba mucho mejor que eso, mientras contemplaban el dibujo maravilladas.
Antes de irnos por unas horas, puesto que Jenny y yo teníamos que trabajar esa noche, nos despedimos del personal con el que menos nos relacionábamos Sal, el copropietario del bar, Hun y Sweetie, las camareras de toda la vida, y, por último, Troy. Éste parecía más contento por tener el retrato de Jenny en la pared de atrás, y yo me alegré de que se sintiera un poco mejor.
Después, cada una se metió en su propio coche para ir a casa de Evan. La chica del taller mecánico caminaba por el aparcamiento cuando llegué allí en el coche de Kellan. Su mirada se clavó rápidamente en el Chevelle. Pareció muy decepcionada cuando fui yo la que salió de él, en vez de su antiguo… lo que fuera. Me saludó con la mano y entró en la tienda. Tal vez iba a escribir su libro, Amor de fan para principiantes.
Puse los ojos en blanco con un suspiro. Después de sacar los instrumentos de la furgoneta de Griffin, seguí a Jenny y a Rachel al apartamento, mientras Anna se rezagaba. Sabía que estaba siendo demasiado dura con la chica del taller mecánico, sobre todo porque ni siquiera sabía si había estado con Kellan o no. Y si lo había hecho, era agua pasada y ya no tenía importancia. Estaba celosa sin motivo, y tenía que dejar de ser así si quería que Kellan y yo tuviéramos un futuro como pareja.
La casa de Evan estaba extrañamente vacía cuando llegamos. Al haberse llevado sus instrumentos de viaje, sólo quedaba su batería. Todos los grupos de la gira habían decidido compartir la misma batería, en vez de llevar cada uno la suya, así que Evan se había dejado las dos que tenía en Seattle. Acostumbrado como estaba a tocar con el equipo de los demás, no parecía haberle importado mucho. Sonreí al recordar a Kellan acarreando su guitarra hasta el autocar. Nunca se conformaría con tocar la de ningún otro.
Mientras dejaba el bajo de Griffin, vi una notita de papel pegada en el fondo. Normalmente no habría tocado nada que fuera suyo, y hasta me parecía mal manejar su instrumento, pero la nota tenía mi nombre escrito. La curiosidad pudo conmigo y arranqué el papel pegado, lo abrí y me estremecí cuando, en lugar de encontrarme un comentario grosero del bajista, descubrí una agradable sorpresa:
«Como sé que no te gusta tocar las cosas de Griffin, he pensado en hacértelo un poco más llevadero. Gracias por hacer esto. Te quiero. Kellan».
Me metí la nota en el bolsillo sonriendo como una boba. Me inundó una sensación de calidez, tanto porque me conociera tan bien, en lo tocante a Griffin, como porque hubiera pensado en mí con la suficiente antelación para dejarme el mensaje. Tenía que haberlo hecho antes de la actuación. Me mordí el labio y me pregunté si esto también formaría parte de su plan. Pensé en qué más podría encontrarme, escondido aquí y allá, esperando a ser descubierto.
En un par de viajes conseguimos meter todos los instrumentos de la furgoneta. Después de poner la segunda batería de Evan junto a la primera, Jenny se me acercó suspirando y apoyó la cabeza en mi hombro. Coloqué la mano sobre la cabeza de la rubia, habitualmente vivaracha, e intenté ofrecerle todo el consuelo que pude. Por mucho que Kellan y los chicos nos echaran de menos, quedarse atrás era mucho más duro que irse. Sabía que todas nos regodearíamos en nuestras emociones por un tiempo, cambiando de ánimo cada diez minutos. Jenny me lo confirmó levantando la cabeza alegremente.
—Que no se nos olvide pagar a los vecinos.
La miré fijamente, sin tener ni idea de a qué se refería. ¿El alquiler o algo así? Ella meneó la cabeza ante mi desconcierto.
—Ya sabes, los vecinos de Matt y Griffin. —Yo negué con un gesto, todavía confusa. Ella giró la cabeza—. ¿No te dijo Kellan lo que había hecho?
Fruncí el ceño, preguntándome qué sería…
—No.
Ella se rió un poco de mi tono huraño y señaló la ventana, hacia el paraíso suburbano de Matt y Griffin.
—Pagó a todos los vecinos para que no llamaran a la policía si la fiesta se volvía un poco… ruidosa.
Me quedé con la boca abierta.
—Que pagó a todos… ¿qué?
—Bueno —Jenny se encogió de hombros—, como sabía que la fiesta iba a empezar tarde, supongo que pensó que se alargaría hasta el amanecer. A la mayoría de los que viven aquí no les gusta eso, así que les dio dinero para que lo dejaran correr por una noche. —Volvió a encogerse de hombros—. Les dijo que les pagaría el doble si lo hacían. Y se supone que nosotras tenemos que encargarnos de esos pagos.
Sacudí la cabeza pensando en cuánto le habría costado, en cuánto habría invertido para que todos se divirtieran la última noche de la banda en la ciudad, y seguí con gesto incrédulo al mirar por la ventana.
—Debe de haberle costado una fortuna. —Miré de nuevo a Jenny—. Pero ¿eso es legal?
—No lo sé —contestó, encogiéndose de hombros—, pero le dije que yo me encargaría de ello. Dejó algo de dinero aquí… en algún lugar.
Mientras Jenny empezaba a buscar el dinero para pagar el silencio de los vecinos, fruncí el ceño y puse los brazos en jarras.
—¿Por qué no me lo pidió a mí? —me quejé.
Anna, que descansaba en el sofá con las piernas en alto, me oyó y dijo:
—Seguro que sabía que lo mirarías con esa cara que tienes ahora y que te opondrías a que desperdiciara su dinero en eso.
Después sonrió con malicia y yo le hice una mueca. Pues claro que me habría opuesto. Pero, aun así…, su novia era yo, no Jenny. Tendría que haberme encargado de meter el dinero por debajo de las puertas de los vecinos. Una risa distrajo mi atención. Jenny y Rachel estaban en la esquina de la habitación que hacía las veces de cocina, mirando una lata de café y riendo entre dientes.
Me acerqué a ellas con curiosidad. Jenny sacudió la cabeza y sacó un grueso sobre de la lata.
—Kellan y su café —murmuró.
Me sonrojé al tiempo que mis propios recuerdos de Kellan, el café y un quiosco de café exprés que nunca olvidaría, se mezclaban sensualmente en mi cabeza. Jenny abrió el sobre e hizo un recuento rápido del dinero sin fijarse en mi cara. Al llegar al final del fajo, sacó un trozo de papel. Viendo mi nombre escrito, miró hacia arriba y me lo pasó.
—Toma, es para ti.
Sonreí cuando me lo dio. Sonreí aún más al leerlo:
«No te enfades. Pedí a Jenny que se hiciera cargo de esto porque sabía que te disgustaría que me gastara tanto dinero, pero tenía que hacerlo. Tenía que haceros pasar una noche memorable, y que a ser posible no terminara con todos nosotros detenidos… Aunque, verte esposada a ti…
»En fin, no te cabrees, por favor. Lo hice por ti. Te merecías una última noche especial. Te lo mereces todo. Te quiero y te echo de menos. Kellan».
No me di cuenta de que alguien leía por encima de mi hombro mientras yo miraba embobada el papel. Lo noté cuando me dio un empujón.
—Caray, qué dulce es. Nunca lo habría esperado de él.
Doblé la nota devolviéndole la mirada a Anna. Ella soltó una risita y me abrazó.
—Eres una chica con mucha suerte, hermanita. —Me besó en la cabeza—. Espero que lo sepas.
—Lo sé. —Sonreí al tiempo que levantaba un poco la barbilla.
Anna se rió un poco más fuerte y me apretó los hombros.
—Yo también tengo suerte. ¡Voy a tener al cuñado más guapo del mundo!
La aparté en plan juguetón.
—No vamos a… Él no…
Anna siguió sin amilanarse, y rodeó a Jenny con el brazo.
—¿Te imaginas cómo van a ser mis sobrinos? —Jenny se rió mientras Anna suspiraba—. Con esos intensos ojos azules, esa mandíbula, esos labios…
—Ese pelo —agregó Rachel en voz baja.
Yo me puse colorada y di un golpe en el brazo a mi hermana. Ella había empezado esa embarazosa charla, y yo, como pariente suya, tenía el derecho… no, la obligación… de darle una paliza; estaba bastante segura de haberlo estudiado en mi clase de ética.
Alejándose de mí, Anna se inclinó hacia Rachel.
—Y ya sabes que voy a tener un montón de sobrinos, porque sus padres no pueden quitarse las manos de encima.
Anna volvió a suspirar mientras yo me tapaba la cara con las manos y negaba con la cabeza.
—Tendré que buscarme un sitio más grande —dijo—, para que puedan venir a verme todos los pequeñuelos.
Me aparté las manos de la cara y puse los ojos en blanco. Ella se encogió de hombros:
—Yo sólo me guío por lo que veo.
Cuando me di la vuelta para marcharme, ya que habíamos terminado con los instrumentos, oí a mi hermana susurrar a las chicas:
—Estoy deseando ver la cara que se le queda a mi padre cuando se entere de que una estrella del rock ha dejado embarazada a su hija… Va a ser alucinante.
Todas se reían cuando me fui, mientras yo me acaloraba ante la mera idea de llevar un hijo de Kellan dentro. Era un pensamiento agradable. Me pregunté qué pensaría él de tener niños… Hum, quizá debería preguntarle antes qué pensaba sobre el matrimonio. A fin de cuentas, lo primero es lo primero.
Sonreí mientras abría la puerta del Chevelle. Nunca me había planteado en serio casarme con Denny. Tal vez porque éramos muy jóvenes o porque siempre supe que él nunca aceptaría hasta tener su carrera bien encauzada. Con él, el matrimonio sólo parecía una meta lejana a la que llegaríamos algún día, y nunca sentí la necesidad de hacer que ese día llegara antes de lo necesario. Con Kellan… Sin embargo, bueno, el corazón me latía más rápido sólo con pensar en poder llevar un anillo en el dedo. Y, además del honor de ser su mujer, un anillo en el dedo de Kellan mantendría a todas esas chicas alejadas.
Me detuve al acercar la llave al contacto. No me gustaba pensar así. No quería casarme con él sólo para sacarlo del «mercado». Quería casarme con él porque él lo era todo para mí. Y era cierto…, pero también había un motivo oculto por el cual yo quería ser su mujer, y me enfadé conmigo misma por ello. Supongo que todavía no estaba preparada. Primero tenía que dejar de querer marcarlo como si fuera de mi propiedad. Tenía que sentirme lo bastante segura de nuestra relación como para que no importara nadie más.
Tenía que aprender a confiar en él.
De hecho, ambos teníamos que aprender a confiar el uno en el otro… y esta gira era justo lo que necesitábamos. Nos daba la oportunidad de ponernos a prueba. Yo sabía que no podría estar con otra persona, y rezaba porque Kellan tampoco, pero, en cualquier caso, después de aquello quedaría claro.
Anna tenía que ir a trabajar, así que se fue a casa, pero Jenny, Rachel y yo cumplimos la tarea de Kellan por él. Entre risas, pasamos los sobres con notas de agradecimiento bajo las rendijas de las puertas. Ninguna de nosotras quería entregar el dinero en persona, ya que no estábamos seguras ni de que fuera legal. Nos sentimos un poco como espías dejando los pagos, y me puse a pensar que aquélla era otra cosa que podía tachar de mi lista de tareas que hacer antes de morir. A ese ritmo, tacharía toda la lista mientras Kellan estuviera fuera. Bueno, menos la parte de envejecer junto al amor de mi vida… Para eso lo necesitaba a él.
Por suerte había un franja de vegetación detrás de la casa de Matt y Griffin, y sólo tuvimos que preocuparnos de los vecinos a lo largo y ancho de la calle. Terminamos enseguida. La última puerta a la que fuimos era la de una dulce ancianita. Jenny estaba intentando meter el sobre por debajo de la rendija de la puerta cuando ésta se abrió de repente.
La mujer llena de arrugas nos sonrió cordialmente y extendió la mano para recoger su sobre.
—Qué bien, mi dinero para el bingo, como prometió ese chico.
Jenny y yo nos miramos, y después dimos el sobre a la encorvada mujer. Ésta lo tomó e intentó estirarse todo lo alta que era para mirarnos bien. Rachel se agachó detrás de mí como un rayo, intentando esconderse de aquella mujer que seguro que no veía tres en un burro.
—¿Está ese chico tan guapo con vosotras?
—No, señora —respondí en voz baja, a la vez que negaba con la cabeza, y continué, con cierta tristeza—: Ha tenido que irse una temporada.
La abuela me dio unos golpecitos de ánimo en el brazo.
—Es una pena. —Se inclinó para susurrarme—: Era muy buen muchacho.
Me reí como una tonta mientras la mujer se echaba hacia atrás. Sí, Kellan era muy buen muchacho… Daba gusto verlo. Y encogiendo los hombros caídos, añadió:
—Y tenía un bonito culo.
Jenny dio un respingo, y se tapó la boca con la mano como una niña pequeña. Rachel sacó la cabeza de detrás de mi hombro y se rió del descaro de la buena señora. La vecina extendió su nudosa mano y señaló el lugar donde la ruidosa fiesta se había alargado hasta el amanecer.
—Menuda fiesta os pegasteis. —Se le humedecieron los ojos, recordando—. Yo también empinaba el codo en mis buenos tiempos. —Sonrió, asintiendo con la cabeza—. Entonces era ilegal, y teníamos que hacerlo en sótanos clandestinos. —Levantó el sobre y agregó—: Y también teníamos que dar sobornos para que no viniera la policía.
Volví a sonreír, meneando la cabeza. La mujer era mucho más vieja de lo que pensaba. Esperaba estar tan cuerda como ella cuando tuviera noventa años. Recorrió nuestras caras con la mirada, entornando sus marchitos ojos, y dijo:
—Parece que aún estáis pagando por los excesos de anoche. Entrad, entrad… Tengo el remedio perfecto.
Jenny y yo nos miramos, y nos encogimos de hombros. Mi jaqueca había remitido mucho desde esa mañana, pero seguía teniendo dolores y palpitaciones, sobre todo al mover la cabeza demasiado rápido. Sólo tenía unas pocas náuseas y no quería que fueran a más. Tal vez aquella señora que había sido una joven moderna en los años veinte conociera una cura infalible. Siempre nos dicen que escuchemos a nuestros mayores, ¿no? Pues eso también incluye los consejos contra la resaca.
Así que las tres pasamos buena parte de la tarde bebiendo un té asqueroso con una anciana sorprendentemente interesante. Tenía que contárselo todo a Kellan cuando volviera. Seguro que le encantaría. Sin embargo, no pensaba mencionar lo de que le gustaba su culo.
Una vez repartidos los pagos, fui a casa a prepararme para trabajar. Anna se había ido hacía mucho y la casa estaba vacía. Pasé la mano por el respaldo de la silla favorita de Kellan, la que me regaló cuando me fui de su casa contra mi voluntad, y me pregunté dónde estaría. En mitad de ninguna parte y sin cobertura, claro.
Lo aparté de mi mente con un suspiro y fui a darme una buena ducha caliente. Después de la larga noche de fiesta, no me había sentido tan mugrienta en mi vida. La cura milagrosa de la anciana mujer me hizo efecto después de limpiarme y refrescarme el cuerpo, y me sentí mucho mejor al salir de la ducha. Mejor… y hambrienta.
Rápidamente me puse el uniforme, me recogí el pelo ondulado en una coleta y me hice una comida digna de una reina. De acuerdo, era un plato de espaguetis, pero tenía tanta hambre que me supo a gloria.
Saciada y feliz, volví a sentirme más yo misma, saqué el móvil de la chaqueta y me quedé mirándolo un rato. Pensé en llamar a Kellan, mientras deslizaba el pulgar por la pantalla. Quizás estuviera lo suficientemente cerca de una ciudad como para conectarse a una torre de telefonía. Al pensarlo mejor, ahora había torres de telefonía que recorrían casi todos los tramos de carreteras del país. Tal vez no estuviera en mitad de ninguna parte. En nuestro mundo ya no había mitades de ninguna parte. Gracias a la tecnología moderna, casi siempre podían encontrarte, allá donde estuvieras.
No obstante, ya habíamos hablado por la mañana, y me había dicho que me llamaría por la noche. No quería ser «esa clase de chica»: la novia obsesiva que llamaba a cada hora en punto. Quería aprender a vivir mi vida sin él en total plenitud, igual que con él. Ése fue mi error con Denny, dejar que mi felicidad girara en torno a él durante demasiado tiempo.
Denny me dejó un vacío cuando se fue a Tucson, un vacío que llenó Kellan. No quería repetir el mismo patrón. No quería que nadie ocupara el lugar de Kellan, ahora que quien se marchaba era él. Por eso tenía que apartar ese dolor con algo sano, que fuera sólo mío. Todavía no estaba segura de qué iba a ser, pero sabía que lo encontraría. Perder a Denny de esa manera, tras infligirle tanto daño, me había obligado a madurar un poco.
Llena de culpa y remordimiento, marqué un número que no había marcado en mucho tiempo, un número al que debería llamar más a menudo. Me acerqué el teléfono a la oreja y me mordí el labio mientras esperaba que respondiera al otro lado. Lo hizo al tercer tono.
—¿Sí? —preguntó una alegre voz familiar, claramente entre risas.
—Ah, hola… Soy yo. —Me exasperé por mi torpe saludo. Después de todo, ya no debería haber tensión entre nosotros.
—Ah, hola, Kiera.
El acento con el que pronunció mi nombre me hizo sonreír y evocar muchos recuerdos. Oí a una voz femenina de fondo que le preguntaba algo. De pronto calculé la diferencia horaria y me estremecí. Si para mí era domingo por la tarde, en Australia sería domingo por la mañana. Estaría disfrutando de un desayuno tardío con Abby, su novia. Denny, como el hombre honesto que era, le respondió la verdad.
—Es Kiera. Será sólo un momento, Abb. Después te enseño a hacer tortitas sin chamuscarlas.
De fondo, pude oír con claridad:
—¡No ha sido culpa mía! Es que me has distraído.
Denny se rió de ella, y yo me sentí estúpida de repente. Tenía su propia vida, no necesitaba que yo me metiera en ella. Pensé en decir que llamaría en otro momento, cuando volvió a sonar su voz.
—¿Qué pasa? ¿Va todo bien?
Suspiré y procuré sacarme de la cabeza la imagen de él con otra mujer. Era feliz, y eso era lo que siempre le había deseado.
—No, sí, todo va bien, Denny. Sólo es que… —Volví a suspirar, sin saber cómo expresar mis sentimientos en palabras. Iba a tener que mejorar en eso, ya que me estaba especializando en lengua inglesa—. Sólo es que… ya no hablamos tanto como antes, y la última vez fue… rara. Quería saber si estabas… bien.
Me mordí el labio, sintiéndome fatal por haber iniciado esa conversación. Kellan le había hablado de nuestra vida sexual estando borracho, algo que siempre había evitado hasta la noche de la pelea, la noche en la que Denny se había roto el brazo y casi me rompe la cabeza.
—Sí… —suspiró—. Ya me ha llamado Kellan esta mañana, Kiera. Tenéis que dejar de preocuparos por mí. No tenéis por qué andar con pies de plomo. Ni tenéis que tratarme con guante de seda. Lo entiendo. Estáis juntos. Sé lo que eso… implica. Me parece bien, Kiera. Te dejé. Rompí contigo, pero nunca he querido que estuvieras sola, cari…
Él calló de pronto y a mí se me abrieron los ojos de par en par. Había estado a punto de llamarme «cariño» delante de su novia. Cerré los ojos mientras lo oí suspirar otra vez.
—Lo sé —musité—. Pero no queremos hacerte daño… Somos tus amigos. ¿Amigos íntimos? —dije en tono de duda.
Él se rió entre dientes.
—Sí, vosotros también sois mis amigos íntimos. Saltémonos la parte incómoda.
—¿Pero…?
—¿Quieres saber si me dolió, Kiera? —susurró, con un marcado acento cargado de emoción—. Pues sí, a veces sí que me dolió. No me gustó que mi chica me fuera infiel…
Bajé la cabeza cuando él cortó su frase con un largo suspiro.
—No, no es que me fueras infiel, Kiera. Es que te enamoraste. Si sólo hubieras tenido algún desliz… podría… podría haberlo dejado pasar. Pero no… Tú te enamoraste de él. Pues sí, eso duele, ¿sabes?
Me sorbí la nariz, mientras pensaba que no debería haber llamado.
—Lo siento…
Su única respuesta fue un largo silencio, hasta que dijo en voz baja:
—Lo sé, Kiera. No tienes que decírmelo más. Uno no puede evitar enamorarse. No es una reacción que se pueda controlar. De verdad que lo sé. Ahora deja de disculparte, por favor. No quiero volver a oírlo.
Tragué saliva y murmuré «vale». Repetí «lo siento» mentalmente, como seguro que iba a hacer siempre con él. Lo imaginé mirándome con sus oscuros ojos castaños, y acariciándole su precioso pelo. Volvió a hablar tras otro momento de silencio.
—¿Qué vas a hacer tanto tiempo sin Kellan? —Casi como si no quisiera que lo malinterpretara, aclaró—: Me refiero a qué vas a hacer para entretenerte.
Me reí un poco, sin alegría.
—¿Te refieres a si voy a serle infiel? —Él no dijo nada y yo suspiré—. No, nunca volveré a hacerle eso a nadie. No quiero ser así. —Tomé un poco de aire y dije—: Una vez tuve un novio que era la mejor persona del mundo. Íntegro, cariñoso, encantador…, romántico. Como yo espero ser algún día.
Entonces se rió.
—Parece que fuiste una idiota por dejarle escapar.
Sonreí, moviendo la cabeza.
—Creo que eso quedó claro desde el principio.
Denny soltó una risa sincera y yo me regocijé de ella, recordando su sonrisa cándida y sus ojos profundos y cálidos. Pasado el momento de frivolidad, preguntó:
—¿Y qué pasa con Kellan? ¿Crees que será… íntegro?
Pestañeé, sin dar crédito a que me preguntara si Kellan iba a serme fiel, como si él también pusiera en duda nuestra relación.
—Esto… sí, supongo que sí.
Me mordí el labio, furiosa por no poder responderle con un sonoro y rotundo «Sí, claro, no seas tonto», pero esa chulería era inútil con Denny. Ambos conocíamos el pasado de Kellan, y sabíamos cómo habíamos empezado Kellan y yo. Era capaz de tener relaciones y dejar de lado la moral. Nuestra relación era la prueba de ello. Soltó un suspiro comprensivo.
—Estoy seguro de que será bueno, Kiera. —Calló un minuto durante el que ambos pensamos en lo que había dicho—. Sería un idiota si no lo fuera —añadió con afecto.
Sonreí suspirando, curiosamente reconfortada, aunque también un poco triste. No era como si hubiera dejado una relación mala por otra mejor. Había dejado una relación buena por otra distinta, pero también buena. Todo habría sido mucho más fácil si hubiera podido pintar a Denny como un bruto insensible e inhumano, pero no lo era. Era prácticamente el novio perfecto. En realidad, su único defecto era estar muy ensimismado con su trabajo. Y ése era un defecto bastante leve, comparado con las historias de miedo que había oído por ahí. Sacudiendo la cabeza, dije en un murmullo:
—Abby tiene mucha suerte, Denny. Eres… un tipo estupendo.
—Intenté decírtelo… —soltó y se rió un poco. Yo también me reí.
—Lo sé… Te echo de menos. —No dijo nada y rápidamente continué—: Será mejor que te deje seguir con tu desayuno. Creo que tienes que cocinar algo.
Sí que lo echaba de menos, su amistad, su bondad, su lealtad… Pero no tenía que decirle esas cosas. Mi corazón pertenecía a Kellan por entero. No quería que mis palabras provocaran ningún malentendido. Denny empezó a reírse y su voz sonó alegre otra vez.
—Sí, Abby tiene muchos talentos, pero cocinar no es uno de ellos. Ni siquiera sé cómo se pueden hacer mal las tortitas… son casi imposibles de fastidiar.
Sonreí, pensando que yo tampoco sabía hacer tortitas. Supongo que Abby y yo teníamos algo en común. Dos cosas, en realidad. Las dos queríamos mucho a Denny, pero de distinta manera.
—Adiós, Denny.
—Adiós, Kiera. Todo irá bien, te lo prometo.
—Eso espero… —Empecé a decir, pero ya había colgado, y sólo me oyeron las bolas de pelusa que había a mi alrededor.
Más tarde, al entrar en el bar de Pete, no pude evitar mirar el escenario vacío. Era reconfortante ver a nuestros chicos inmortalizados en el precioso dibujo de Jenny, que resaltaba sobre la pared negra. Sin embargo, habría preferido verlos aparecer a los cuatro, y que se pusieran a trasegar cerveza. Ésa era una de las cosas que más me gustaban de trabajar en el bar, estar con la banda. Incluso con Griffin, aunque sonara extraño e inexplicable.
Era una noche tranquila. Como las fans sabían que la banda se había ido, sólo vinieron unas pocas. Pete dejó que Jenny se fuera pronto a casa, pero yo me quedé hasta tarde con Kate, deseando hacer algo productivo con mi tiempo. Kate me dio una nota a las doce en punto, con una sonrisa de picardía en la cara. Arqueé las cejas preguntándome qué estaría tramando. Se rió, sacudiendo su coleta alta sobre los hombros, y señaló el trozo de papel doblado que me había dado.
—Le prometí a Kellan que te lo daría hoy justo a la medianoche. —Sus ojos color topacio se iluminaron al suspirar—. Me lo pidió de una forma tan dulce. Ay… Necesito volver a tener novio.
Después torció el gesto y se fue, sin decirme cuándo había hablado con él, ni cuándo él había hablado con todo el mundo. Sin duda, había estado muy ocupado antes de su marcha. Se me aceleró un poco el corazón al tener su nota entre las manos. Me apoyé sobre la barra. Rita miraba huraña el escenario vacío, el bar casi desierto, como si yo no estuviera. Abrí la nota, nerviosa. En realidad no estaba cerrada de ninguna manera, así que di por hecho que Kate ya la habría leído, pero cuando vi la letra de Kellan sobre el papel me dio igual. Estaba demasiado contenta porque me hubiera dejado otra sorpresa para que me importara.
«Hola. Por si he sido tan torpe de no haberte llamado aún, quiero que sepas que no es porque no te eche de menos. Sí te echo de menos. Seguramente, el retraso tendrá que ver con Griffin… El muy idiota dará problemas durante toda la gira, lo sé, pero por lo menos dejará de desnudarte con la mirada una temporada… Eso es cosa mía. Y por si nunca te lo había dicho, lo hago siempre. Cuando pasas a mi lado, imagino tus caderas desnudas bajo mis dedos. Cuando te inclinas para darme una cerveza, imagino tus pechos firmes, tus pezones duros pidiendo mi boca a gritos».
Me puse colorada como un tomate, dejé de leer y miré a Kate, que estaba al otro lado del bar. Dios mío, ¿habría leído eso? Se echó a reír al verme mirarla con la nota en la mano. Supuse que sí. Al menos, Kellan le había dado la nota a ella y no a Rita. Quién sabe si me hubiera llegado en ese caso. Me ruboricé más y pensé en leer el resto en otro sitio más privado. Pero me pudo la curiosidad y seguí con la sensual carta de amor de Kellan, escondiendo el papel todo lo posible.
«Te preguntas por qué estoy siempre tan excitado, y te lo voy a decir. Tu cuerpo me quema. La caricia de tus dedos sobre mi piel enciende mi deseo. Tu aliento me cubre de una pasión abrasadora. Todo en ti es sensual, y tú no lo sabes en absoluto. Cuando me miras con esos ojos ahumados, desnudándome como te desnudo yo a ti, haces que mi sangre fluya como un torrente, y te deseo tanto… Sé que, esté donde esté en este momento, estaré muriéndome de deseo y que albergaré una profunda ansia, casi dolorosa… porque estaré pensando en ti».
Otra vez tuve que dejar de leer, porque empezó a embargarme un gran deseo. Dios santo, si sólo leer sus palabras podía hacerme esto, oírselas decir probablemente me mataría. Me recoloqué, eché un vistazo a la habitación y seguí leyendo mi indecorosa carta.
«Los días no merecen la pena hasta que no estoy dentro de ti. Sólo me siento completo con tu cuerpo rodeando el mío. Pero no pienses que lo que siento por ti se limita sólo al sexo y a una reacción física. No… Es mucho más. Te has metido dentro de mí de tal forma que me has dejado herido y vulnerable. Estar contigo, hacerte el amor sólo es la muestra tangible de lo que siento por ti. Sé que me he convertido en uno de esos idiotas enamorados y balbuceantes, pero al fin y al cabo todo se reduce a dos palabras que apenas logran expresar lo que siento… Te amo».
Cerré los ojos en silencio, enviando mi propia declaración de amor al éter, esperando que fuera escuchada de alguna manera. Volví a abrirlos y leí la última frase.
«En fin, sólo quería que supieras que siento no haber podido llamarte… Pero si lo he hecho…, bueno, entonces puedes hacer como si esta carta no existiera. Kellan».
Su última frase me arrancó una carcajada y sacudí la cabeza. Al levantarla, vi que Kate me seguía mirando, con la cara inclinada y una sonrisa melancólica en los labios. Kate leía muchas novelas románticas en su tiempo libre. Estaba convencida de que le habría encantado conocer la idea que tenía Kellan del romanticismo. Cachonda y sexy, pero también romántica… como él mismo.
Respiré hondo, pero entrecortadamente, me guardé la nota en el delantal y saqué una piruleta de manzana. Se suponía que eran para los clientes, pero yo sentía la necesidad urgente de chupar algo.
Tres horas más tarde, mientras me arrastraba exhausta hacia la cama, sonó el teléfono y por fin hablé con el hombre que se me había estado apareciendo durante todo el día. Con voz despierta y enérgica, me susurró en el oído:
—Hola, preciosa. ¿Te he despertado o sólo estabas tumbada?
Me estiré bajo las sábanas, sonriendo de oreja a oreja.
—Acabo de meterme en mi enorme y fría cama.
Kellan suspiró con un sonido ronco y sensual.
—Oh, Dios, eso suena bien. Ojalá estuviera ahí.
Suspirando, me puse la mano sobre el lugar donde él habría estado.
—Estás aquí, ¿recuerdas? Es sólo que la cama es demasiado grande para poder sentirte.
—Sí, cierto. —Rió divertido—. Si estuviera más cerca, te rodearía con las piernas y sepultaría la cabeza en tu cuello… —Suspiró—. Echo de menos tu olor.
Me mordí el labio, imaginando su perfecta estructura ósea delante de mí.
—Iba a decir justo lo mismo.
Él volvió a reírse bajito.
—¿Has encontrado alguna nota de las que te he dejado?
Sonreí de nuevo como una idiota y me di la vuelta.
—Sí. —Me reí—. ¿De dónde sacaste todo ese tiempo?
—¿Qué crees que hago mientras estás en clase? —dijo y lanzó una carcajada.
Me encogí de hombros, asintiendo, aunque él no pudiera verlo.
—Yo habría dicho que dormir.
Kellan soltó un suspiro lleno de amor.
—Esta semana, no. Tenía cosas mucho más importantes que hacer.
Respondí con un suspiro como el suyo.
—Me han encantado… Ha sido casi como si estuvieras aquí.
—Bien, ésa era la idea. ¿Te dio Kate la suya? —preguntó de forma curiosa, como si no estuviera seguro de cómo iba a reaccionar ante su carta picante.
Me ruboricé en la oscura habitación, al recordar las cosas tan eróticas que había puesto. Se le daba muy bien expresarse por escrito.
—Esto… sí, me la dio —contesté avergonzada, aun estando sola.
—Y… ¿te ha gustado? —musitó con la voz ronca otra vez.
—Sí —contesté sin poder decir nada más.
—Bien… porque lo dije muy en serio. Las cosas que me haces sentir, la manera en que me afectas… Sé que crees que no eres nada del otro mundo y que a veces ni siquiera te sientes lo suficientemente atractiva para mí, pero sí lo eres. Mi cuerpo arde de deseo por ti… No puedo negarlo… Nunca podré.
—A mí me pasa lo mismo contigo, Kellan… Todo. Cómo me afectas, lo mucho que te quiero…, lo mismo.
Él emitió un suspiro de plena satisfacción.
—Bien… Me gusta que sintamos lo mismo. Me hace pensar… que todo va a salir bien.
En mi cabeza volvieron a resonar las palabras que casi le había dicho a Denny: «Eso espero». Sin embargo, tampoco se las dije a Kellan. Por el contrario, desvíe la conversación hacia dónde estaba y qué había hecho ese día. Al contarme todas las entrevistas de radio que había concedido desde que habían llegado a la ciudad, empecé a entender por qué no había tenido tiempo para llamarme, aunque tampoco esperaba que lo hiciera. Sabía que estaba ocupado. Sabía que hablaría con él cuando estuviera preparado.
Cuando acabó de contarme cómo le había ido el día, yo le hablé del mío. Se mostró tan orgulloso y asombrado como yo esperaba cuando le hablé de nuestra improvisación femenina. Y la vecina de Matt lo fascinó tanto como imaginaba. Incluso quería volver a visitarla en cuanto regresara a la ciudad.
Pasé por alto la llamada a Denny. No pretendía ocultarlo, pero ¿para qué mencionar algo que pudiera hacer aflorar su inseguridad? Quería que se sintiera bien respecto a nuestra relación. Y ya no tenía nada que temer de Denny. Esa historia había acabado y, aunque a veces al recordarla surgiera una pizca del sentimiento residual que había tenido durante ella, no era más que eso, un residuo, más parecido a un buen recuerdo que a mis sentimientos actuales. Pero pensé que no sería capaz de expresarle esta emoción a Kellan de manera adecuada, y lo dejé correr. Además, él tampoco había comentado que hubiera llamado a Denny. Había ciertas cosas de las que Kellan y yo no teníamos por qué volver a hablar.