Una vez que los chicos limpiaron y prepararon sus cosas, tocaba irse. Kellan ya había guardado las suyas el día anterior en una bolsa de deporte, que había metido en el maletero de su coche, porque seguramente se imaginaría que no volveríamos a dormir a casa después de la fiesta de despedida. Yo no lo había previsto, así que con mi uniforme del bar de Pete todavía puesto, me deslicé dentro del Chevelle junto a él.
Estuve de muy mal humor durante todo el camino hasta allí. La sensación era la misma que tenían las mujeres cuyos maridos militares se marchaban al ejército. Bueno, debo retirarlo, la situación no se asemejaba en absoluto. Esas mujeres vivían con la constante posibilidad de no volver a ver nunca a sus maridos. Lo que Kellan iba a hacer no era ni remotamente peligroso, pero yo me sentía igual de mal. Y para ser completamente sincera, no descartaba la posibilidad de no volver a verlo nunca más. Y no porque lo mataran en una batalla, sino porque la fama lo apartara de mi lado.
Alguna gran discográfica podía descubrirlo, ofrecerle el mundo y luego enviarlo a saber dónde para convertirlo en otro eslabón más de la cadena que formaba la industria del espectáculo. Entonces no tendría tiempo para mí. Y si estaba constantemente rodeado de chicas que sólo pretendían satisfacer a sus estrellas… podría incluso dejar de interesarse por mí.
Puse los ojos en blanco mientras observaba las luces traseras de la furgoneta de Griffin y del coche de Evan, y me recordé a mí misma que Kellan no estaba interesado en mujeres a quienes sólo les importaba lo que era, y no quién era él en realidad. Ya había vivido todo eso durante años… y quería algo más. Me quería a mí. Aunque ése fuera su momento, no dejaría que nuestra relación se echara a perder. Tenía que seguir creyendo eso.
Kellan me miró y me puso una mano en el muslo.
—No ocurrirá.
Parpadeé y lo miré, preguntándome cómo había sabido en qué estaba pensando. Sonrió, sacudió la cabeza y me señaló.
—Sea cual sea la situación que te hayas imaginado en esa cabecita, donde me vuelvo rico y famoso y te dejo plantada… no va a pasar así.
Fruncí el ceño y ladeé la cabeza hacia él.
—Pensé que dijiste que no sabías leer la mente.
Se volvió a girar hacia la carretera, riéndose.
—Y no puedo…, pero sí que conozco tu forma de pensar. —Me miró de reojo y siguió explicándose—. Crees que no eres suficiente para mí. Piensas que veré la larga cola de mujeres frente a mí y que me lanzaré por ellas sin dudarlo ni un instante. Piensas que te engañaré… porque no seré capaz de aguantarme.
Frunció el ceño y yo suspiré.
—Y ahora tú estás pensando que estaré tan sola y deprimida imaginándote con todas esas cazafortunas, que iré a buscar consuelo en los brazos de otro hombre. Piensas que te engañaré… porque yo ya habré asumido que tú me estarás engañando a mí —dije negando con la cabeza.
Fruncí el ceño y el devolvió la atención a la carretera con un suspiro.
—Vaya par estamos hechos —murmuró.
—No lo haré, Kellan. Aunque piense eso de ti, y no estoy diciendo que lo haga, de una forma u otra… no lo haré. Soy tuya —susurré apoyando la cabeza en su hombro.
Él suspiró y apoyó la cabeza sobre la mía.
—Y yo tampoco… porque sólo he sido tuyo, de nadie más.
Me mordí el labio y cerré los ojos; quería creerlo con desesperación. Tras lo que pareció un momento, ya llegamos. Kellan aparcó junto a Evan y apagó el motor. Nos quedamos sentados en silencio durante un instante mientras Evan abría la puerta de su coche. Con una enorme sonrisa en su rostro, pegó en nuestra ventanilla con los nudillos. Jenny abrió la puerta del pasajero y se le unió; también nos saludó con la mano. Cuando la pareja se encontró con Matt, Griffin, Rachel y Anna, Kellan y yo todavía seguíamos sentados dentro del coche, disfrutando del último momento de silencio antes de que tuviera que irse.
Unas cuantas filas de coches por detrás de nosotros se veía una gran maraña de actividad. Algunos chicos, que supuse que eran miembros de otros grupos, correteaban afanosamente alrededor de tres autocares largos y gigantescos. Unos hombres de uniforme hablaban con varios de ellos; se trataba de los conductores. Había muchos chavales allí además de muchachas que no dejaban de adularlos mientras los músicos se despedían. Con tan pocos autocares para tanta gente, me imaginé que Kellan tenía razón cuando dijo que iban a estar bastante apretados. Puede que no conociera a los miembros de los otros grupos ahora, pero todo sería diferente cuando terminara la gira. Al menos, con toda esa gente a bordo, no habría demasiado espacio para chicas. Aunque supongo que podrían dormir fuera del autocar al parar por el camino. Era un pensamiento desalentador, así que me obligué a dejar de dar vueltas a la idea.
Mientras observaba la masificación de gente que había al final del extremadamente pequeño aparcamiento, Kellan sacó las llaves del contacto y me las tendió. Me quedé perpleja.
—Cuídala por mí, ¿vale? —En sus serios ojos se lo notaba reacio a soltar las llaves cuando las envolví con los dedos.
Abrí los ojos como platos.
—¿Me estás regalando tu coche?
Frunció el ceño ligeramente y negó con la cabeza.
—Sólo te la estoy prestando. —Alzó una ceja—. Y espero que me la devuelvas. —Se me dibujó una pequeña sonrisa en los labios al pensar que podría moverme por la ciudad con su gran coche y él volvió a arrugar el ceño—. Asegúrate de cambiarle el aceite y de echarle gasolina Premium… y no la conduzcas por colinas si nieva, ni tampoco por diversión… —Se quedó pensando durante un momento y luego añadió rápidamente—: Y no dejes que Anna la conduzca, ya he visto lo que le hizo al coche de Denny —murmuró poniendo los ojos en blanco.
Sonreí y apreté los dedos alrededor de las llaves. No, no dejaría que Anna convirtiera otra vez el coche de mi novio en su armario portátil y personal.
—No lo haré —susurré—. Te cuidaré bien a tu nena mientras estás fuera, y te la devolveré en perfectas condiciones, Kellan.
Sonrió al escuchar cómo hablaba de su coche usando su apodo y suspiró.
—Es sólo que… es una pena que se quede aparcada ahí mientras discutes con Anna para ver quién se queda con el Honda. —Pasó los dedos entre mis mechones de pelo y negó con la cabeza—. Quiero que puedas moverte sin problemas mientras yo no esté.
Tragué saliva y asentí. De alguna manera, que Kellan me hubiera cedido el derecho de cuidar de su coche me daba una sensación de seguridad mayor que quedarme mirando desde el otro lado del aparcamiento la que sería su casa durante los próximos seis meses. Los ojos empezaron a escocerme cuando me guardé las llaves en el bolsillo. Kellan las siguió con la mirada durante un segundo antes de abrir la puerta. De mala gana, lo seguí.
La emoción podía palparse en el ambiente mientras guardaban el pesado equipo en un par de camiones que irían tras los autocares. Veintipico chicos iban de un lado a otro guardando maletas e instrumentos en el maletero del autocar, pinchándose y gastándose bromas los unos a los otros, o besando a unas cuantas mujeres entre la multitud.
Matt y Evan se acercaron hasta un par de muchachos que reconocí. Eran de un grupo más grande que tenía ya dos singles en la radio. Me encantaba su música y cantaba sus canciones en el coche cada vez que las ponían. Normalmente muy alto. Kellan me había dicho que eran los cabezas de cartel de la gira, pero verlos hablando con gente que conocía me parecía de película.
Kellan cogió la guitarra en fundada del asiento de atrás y se la colgó al hombro. Tras sacar la bolsa del maletero, me agarró de la mano y empezó a guiarme hasta las celebridades que se encontraban frente a nosotros. Me detuve en seco; no quería acercarme a ellas.
Me miró con el ceño fruncido y yo dije que no con la cabeza.
—¿No sabes quiénes son? —le pregunté con un susurro.
Kellan sonrió y asintió.
—Sí, son básicamente la razón por la que estamos en esta gira. Iba a ir a saludarlos y a darles las gracias. —Al ver mi expresión de terror ante la idea de ir a hablar con ellos, ladeó la cabeza—. He oído que canturreas sus canciones. ¿No quieres conocerlos?
Sacudí la cabeza incluso con más exageración. No, ya solía actuar como una idiota al conocer a gente nueva. Conocer a gente que encima admiraba sería… morirme inimaginablemente de la vergüenza. Kellan se rió de mi reticencia y me tiró del brazo ligeramente más fuerte.
—Sólo son personas normales, Kiera. Empezaron siendo unos don nadie. —Se rió incluso con más ganas—. Como yo. —Arqueó una ceja de un modo más bien picarón y me atrajo hasta su lado—. Y no parece que tengas ningún problema para hablar conmigo.
Me reí de mi estupidez y de mala gana lo dejé llevarme hasta ellos. Cuando nos acercamos a las auténticas estrellas del rock, el cuerpo me temblaba de forma vergonzosa.
—Estás temblando igual que algunas de mis admiradoras… Me voy a poner un poco celoso. Intentaré no ofenderme ahora que sé que no te hago… temblar —me susurró Kellan al oído antes de saludarlos.
Rompí a reír justo cuando los hombres se giraron para mirarnos. Mis mejillas se tiñeron de rojo al ver cómo alzaban las cejas y me miraban como si fuera una loca salida de algún manicomio. Madre mía, qué mal se me daban las presentaciones.
Kellan les tendió la mano tras soltar la bolsa de deporte en el suelo riéndose ligeramente también; yo me agarré a su otra mano como si fuera cuestión de vida o muerte.
—Kellan Kyle, D-Bag. Quería daros las gracias por invitarnos a esto.
El más rubio de los dos, Justin, el increíble vocalista del grupo, le estrechó la mano.
—Sí, hombre, es un honor para nosotros teneros aquí. Lo hicisteis genial en el festival.
Kellan sonrió de oreja a oreja.
—Gracias. —Bajó la mirada hasta mí, que estaba medio escondida detrás del hombro de Kellan, desde donde miraba descaradamente el tatuaje que Justin tenía en la clavícula y me dio un empujoncito en el hombro—. Ésta es mi novia, Kiera. —Miré a Kellan deseando poder decirle que se callara. Él se rió entre dientes cuando volvió a hablar—. Es una gran admiradora tuya… creo que incluso te admira más que a mí.
Justin me miró directamente a los ojos y quise que se me tragara la tierra. Tenía los ojos claros y la misma expresión divertida en el rostro que siempre ponía Kellan cuando se encontraba con fans, siempre mujeres, temblando y cortadas por la vergüenza. Me lanzó una sonrisa profesional y me tendió la mano. Estaba más que segura de que la mía estaría sudorosa y no quería desagradarlo cuando me la estrechara, pero no tenía elección si no quería ofenderlo. Así que, de mala gana, lo hice.
—Siempre es agradable conocer a una admiradora. ¿Cuál es tu canción favorita? —dijo como si nada mientras ladeaba la cabeza con ese pelo tan fabuloso cortado a capas.
Cuando su piel tocó la mía, todo pensamiento coherente abandonó mi cerebro. No se me ocurría ningún título de sus canciones. Ni uno solo. Tartamudeé y me ruboricé hasta niveles insospechados hasta que por fin conseguí decir algo.
—Me gustan todas…
Kellan se rió de mí por lo bajo mientras me percataba que había estado estrechando la mano de la estrella del rock durante una excesiva cantidad de tiempo. La solté y me acurruqué junto a él, de nuevo deseando con todas mis fuerzas poder desaparecer de la faz de la Tierra. Justin y su amigo volvieron a centrar su atención en Kellan y Justin le dio una palmada en el hombro.
—Bueno, estamos casi listos para salir. Te veremos luego.
Kellan asintió y los dos hombres se alejaron hasta entrar en el primer autocar que había aparcado. Había sido tan vergonzoso como me lo había imaginado… Quise morirme. Cuando se fueron, Kellan bajó la mirada hacia mí, con una ceja en alto.
—Así que no te acordabas del título de ninguna de las canciones, ¿eh? —Suspiré y me encogí de hombros. Kellan puso los ojos en blanco—. No estoy seguro de cómo me siento al ver que otro hombre te pone tan nerviosa. —Me rodeó la cintura con los brazos y sonrió—. Quiero ser el único que te haga sudar.
Me limpié las palmas de las manos en el pantalón y abrí los ojos como platos.
—Ay, Dios, ¿estaba sudorosa?
Kellan se agachó para mirarme a los ojos con gesto torcido. Riéndome de la expresión de su rostro, le rodeé el cuello con los brazos y respiré hondo para tranquilizarme.
—Yo soy tu admiradora número uno, Kellan Kyle. —Me incliné y lo besé—. No lo olvides.
—Bueno, pues mi propósito en la vida es complacer a mis admiradoras —murmuró mientras me correspondía el beso lánguidamente.
Deslizó la lengua dentro de mi boca pero yo le di un golpe en el hombro por principios. Se rió entre dientes y me pegó contra su cuerpo, entonces, me derretí entre sus brazos y dejé que la pasión se apoderara de mí. Enterré las manos en su maravilloso pelo despeinado y me perdí en su cuerpo. Justo cuando estábamos intensificando el beso y empecé a desear que me estampara contra el autocar y me hiciera suya, alguien dio unos golpecitos a Kellan en el hombro.
—Eh, Kellan, tenemos que irnos.
Nos separamos y miré a Evan. Jenny estaba pegada a su costado con lágrimas en los ojos. Detrás de él, Matt se despedía en silencio de Rachel, besándose ligeramente entre palabras que no pude oír. Griffin tenía a Anna estampada contra el autocar.
Kellan asintió al mismo tiempo que Evan se agachaba y recogía su bolsa para darnos unos pocos momentos más a ambos. Me enderecé cuando Evan me dio un breve abrazo de despedida, y luego él y Jenny se dirigieron hacia las puertas del autocar número tres. Sin ser capaz de presenciar su dolorosa despedida, ya que la mía propia se me echaba encima, volví a centrarme en Kellan. Tragó saliva y volvió a mirarme a los ojos. Me puso las manos en las mejillas y me contempló, como si quisiera memorizar cada facción de mi cara.
—Esto no es un adiós, ¿vale? No hay adiós que valga entre nosotros —susurró con intensidad mientras pegaba su frente contra la mía. Su olor me abrumó y lo aspiré, lo saboreé. Las lágrimas empezaron a arderme en los ojos cuando continuó—: Esta gira no es más que otro concierto más… uno muy largo, pero, cuando termine, volveré a casa contigo y me deslizaré dentro de tu cama, cálida y tentadora, como siempre hago…
Asentí. No tenía palabras.
Él tragó saliva otra vez y cerró los ojos.
—Seguiré estando contigo cada noche, Kiera. Cada noche, no importa donde esté, estaré acurrucándome en la cama contigo. Será una cama mucho más grande, de kilómetros de largo, pero dentro sólo estaremos tú y yo… ¿vale?
Asentí de nuevo y siguió hablándome con voz susurrante.
—Esto no tiene que cambiar nada… si nosotros no queremos. —Siguió tragando saliva y habló casi atragantándose—. Así que vamos a poner todo de nuestra parte, ¿vale?
—Vale… —balbuceé mientras las lágrimas me rodaban por las mejillas.
Se separó de mí con los ojos también empapados y volvió a buscarme la mirada.
—¿Estás bien?
Sentí cómo me aplastaba el peso de su ausencia y solté un sollozo. Me odié a mí misma, pero no pude evitar decir lo que pensaba cuando sacudí la cabeza entre sus manos.
—No, no estoy bien. He cambiado de idea. No quiero que vayas. No quiero esto. No quiero que te vayas. Quiero que te quedes conmigo. Que lo dejes todo y te quedes aquí conmigo… por favor.
Las lágrimas ya me empapaban las mejillas cuando empecé a sollozar. Odiaba que mis sentimientos se desbocaran de esa manera. En realidad no quería que abandonara sus sueños…, pero tampoco quería verlo marchar. Lo quería demasiado.
Sorprendentemente, pareció exhalar aliviado. Sonrió suavemente y limpió las lágrimas que corrían por mis mejillas.
—Bien, me alegra oírte decir eso. Empezaba a pensar que esto no te afectaba. —Me besó dos veces, se separó y clavó los ojos en los míos. Mis sollozos se interrumpieron ante su mirada—. Te quiero, Kiera… muchísimo. —Sacudió la cabeza y sus ojos se empaparon de nuevo. Añadió—: Voy a echarte de menos cada segundo.
Asentí y tragué saliva al mismo tiempo que trataba de dominar la explosión de sentimientos que me invadía en ese momento. Sentí como si fuese a derrumbarme en cualquier momento, pero no quería que nuestros últimos minutos transcurrieran así. Incluso aunque verme de ese modo lo hiciera sentir más tranquilo en cierto modo, tampoco quería agobiarlo con mi llanto. La gira sería buena para él, era algo emocionante. Quería que se marchase feliz, con la seguridad de que, cuando volviese, tendría a su chica allí esperándolo. Y, como siempre me decía Jenny, debía tener fe en que volvería.
Cerré los ojos y traté de imaginar el momento opuesto, cuando volviese a casa seis meses después. Nos abrazaríamos, nos cubriríamos de besos y de arrumacos. Dejaría a un lado mis reticencias sobre vivir con él, y volveríamos a casa juntos. Más tarde haríamos el amor durante horas. Sólo él y yo, enroscados en las sábanas, gimiendo de placer. Ese mero pensamiento me encendió levemente. Sólo teníamos que aguantar ese invierno y nos volveríamos a ver en primavera… como el año pasado.
Pensar en el invierno hizo que mis ojos se abriesen de golpe.
—No estarás aquí —susurré.
Su frente se llenó de arrugas, sin comprender a qué me refería. Sacudí la cabeza y se lo expliqué.
—Éstas serán nuestras primeras Navidades… juntos… y tú no estarás aquí.
Estuve a punto de sucumbir de nuevo a la tristeza, pero él sonrió.
—No trabajaré en vacaciones. Tengo algo de tiempo libre.
—Pero quién sabe dónde estarás para entonces. No podrás viajar por todo el país sólo para pasar un par de días conmigo —suspiré.
Frunció el ceño y se encogió de hombros.
—¿Por qué no? La gente lo hace continuamente.
Yo también me encogí de hombros; sentía que sería demasiado pedirle que se montase en un avión no una, sino dos veces y durante la temporada de viajes más alta del año. Inclinó la cabeza hacia mí, y retorció el labio.
—¿Dónde pasarás las Navidades?
Sacudí la cabeza y volví a encogerme de hombros.
—Con mi familia en Ohio, supongo. Probablemente pase las vacaciones allí.
Él asintió y sonrió de oreja a oreja.
—Entonces te veré allí, en Ohio.
Arqueé una ceja y negué con la cabeza.
—Kellan…
Me interrumpió con un dulce beso.
—Espera, siempre he querido conocer a tus padres, ver tu ciudad. —Se echó hacia atrás, y se le notó en la cara cuánto le gustaba la idea—. Cuando tenga tiempo libre iré a buscarte. —Sacudió la cabeza mientras sus ojos brillaban—. Pasaremos la Navidad con tu familia. Será genial, Kiera.
Suspiré y lo imaginé sentado en el sofá de mis padres, bebiendo ponche. Asentí y me mordí el labio.
—Está bien, es una cita.
Ambos nos sentimos mejor. Volvimos a besarnos durante varios largos segundos. Los miembros del grupo pasaron por nuestro lado mientras nos decíamos adiós sin palabras, pero no prestamos atención a nadie más. Incluso logré ignorar a Griffin cuando me tocó el trasero y murmuró en mi oído: «Sí, Kellan, Dios, sí». Entonces nos quedamos solos y el conductor del autocar empezó a insistir a Kellan para que se subiese o se marcharían sin él.
Suspiramos y nos separamos… por última vez. No quería pensarlo de esa forma, pero así eran las cosas, un último beso hasta que volvieran después de lo que parecía una eternidad. Tragué saliva, mientras él asintió y dio un paso hacia atrás. Nuestras manos acariciaron los brazos del otro y necesité hacer acopio de todas mis fuerzas para no agarrarme a las yemas de sus dedos cuando nuestras manos se separaron.
No quería, pero un sollozo se escapó de mi pecho cuando su piel dejó de estar en contacto con la mía. Aunque ya habíamos hecho planes para vernos de nuevo, parecía que las cosas iban a cambiar de manera irrevocable. No seríamos Kiera y Kellan otra vez, no como lo éramos entonces. Esperaba que los nuevos Kiera y Kellan fuesen mejores, más fuertes, más capaces de confiar el uno en el otro…, pero no estaba segura de cómo o dónde terminaríamos en un futuro. Y lo desconocido era algo terrible.
Kellan se ajustó la tira de la guitarra a la espalda, se subió al autocar, y ya no pude verlo. Jenny, Rachel y Anna se acercaron y se agruparon junto a mí. Las ventanas del autocar se abrieron y chicos desconocidos comenzaron a saludar a chicas desconocidas. Entonces, nuestros D-Bags aparecieron casi al final del autocar. Kellan apoyó los codos en el cristal, y alzó la mano ligeramente. Le devolví el saludo con lágrimas en los ojos.
Todas lloramos cuando vimos que el autocar arrancaba y se marchaba. Rodeé con los brazos a Anna y Jenny, mientras Rachel se apoyaba en Jenny. No podíamos dejar de sollozar al ver que nuestros hombres se marchaban para batallar por la lucha por la fama. Aún desconsolada, les deseé suerte.
El autocar se alejó, y varios chicos volvieron a meterse dentro. Las ventanas se cerraron tras ellos. Todas menos la de Kellan. Él permanecía apoyado sobre la ventana, viendo cómo me hacía más pequeña hasta desaparecer mientras él se alejaba veloz, cada vez más y más rápido. Parecía una metáfora: un ejemplo de la vida real de todo aquello que temía que pudiera pasarnos, y no pude seguir mirando. Cuando estuvo lo suficientemente lejos para que no se diera cuenta, cerré los ojos. Noté con tristeza que aquello era otra metáfora.
Cuando los volví a abrir, los autocares se habían ido, hacia destinos desconocidos. Las chicas desconocidas que deambulaban por el aparcamiento estuvieron hablando en grupitos antes de marcharse en coches separados. La mayoría de ellas parecía estar bien, como si el hecho de que sus novios fuesen de camino al estrellato y la fama no les importara. Sacudí la cabeza cuando vi a las chicas más alegres, quería ir y preguntarles: «¿De qué os alegráis? ¿No sabéis que es probable que os reemplacen en cuanto sus nombres sean famosos?», pero como trataba de mantenerme positiva, no lo hice.
Me sequé las lágrimas y deseé estar en casa, con una caja de pañuelos. Mis amigas, sin embargo, tenían otros planes. Jenny se situó delante de mí y me tomó por las mejillas. Se puso en mi borroso campo de visión y sacudió la cabeza moviendo su melena dorada.
—Kellan me ha dado instrucciones de que no te permitiese estar deprimida después de que se fuese, así que deja de imaginar todo lo malo que estás pensando y sonríe para que pueda decirle que he hecho mi trabajo.
Sonrió después de decirlo y yo parpadeé.
—¿Él… te ha dado instrucciones de cómo tratarme?
Jenny se encogió de hombros, quitó las manos de mi rostro para agarrar mis manos. Anna se rió y apoyó la barbilla en mi hombro.
—Sí, también habló conmigo… Dijo que teníamos que hacer que salieses, que nos asegurásemos de que te lo pasabas bien y de que no te deprimieses. —Miré a mi hermana, que se rió y cerró los ojos en un gesto de autosuficiencia—. Es como si supiese lo que vas a hacer de antemano.
Rachel, en silencio, me puso la mano en el brazo y me giré para observar su belleza.
—Significas mucho para él, Kiera. Quiere que seas feliz mientras él no está.
Sacudí la cabeza, perpleja por lo que me estaban diciendo.
—¿Ha hablado con todas vosotras? —Ellas se encogieron de hombros en un gesto afirmativo, sonrieron y yo sacudí la cabeza—. No me puedo creer que mi novio asigne a mis amigas la tarea de protegerme, como si me fuese a hinchar a tomar Prozac y andar sobre la barandilla de los puentes después de que se marche. —Sonriendo, me reí levemente—. Qué bobo.
Todas se rieron conmigo y me tomé un momento para mirar cada uno de sus rostros. Aunque sonreían, leía en sus expresiones una tristeza que me hizo recordar que no era la única que sufría. Apoyé el brazo sobre Rachel.
—Sé que no soy la única que está pasando por esto, ¿cómo estáis vosotras?
Rachel se encogió de hombros, y la piel morena de su cara se tiñó de rojo.
—Supongo que bien. Matt dice que me quiere y que no está interesado en nadie más. Para él se trata de música…, así que creo que nos irá bien.
La abracé brevemente, pensaba lo mismo que ella. Matt no era de los que se iría con otra chica cuando tenía a una esperándolo en casa. Ni siquiera lo hubiese hecho antes de empezar a salir con Rachel. Jenny suspiró malhumorada delante de mí.
—Yo ya lo echo de menos, pero estoy segura de que Evan volverá por mí. —Meneó la cabeza—. Somos amigos desde hace tiempo, desde hace tanto tiempo… no me imagino que vaya a hacer nada… —se mordió el labio y miró a Anna— estúpido.
Anna resopló y todas nos giramos a mirarla.
—Bueno, Griffin y yo no somos tan ñoños como vosotros, así que estoy perfectamente. —Sonrió y se encogió de hombros—. Me da lo que necesito cuando está cerca, y cuando no… —Su sonrisa se ensanchó—. Hay muchos otros que lo hacen.
Ella nos guiñó el ojo, me reí y sacudí la cabeza. Al menos Anna no estaba pillada por Griffin y no le haría daño lo que él hiciese. Estaba bastante segura de que ni siquiera intentaría serle fiel mientras estuviese fuera. Bueno, ¡tampoco era fiel ni se comprometía cuando estaba ahí! Ahora bien, ella tampoco le era fiel y ambos parecían estar bien con el arreglo que tenían.
Jenny sonrió con picardía y sacudió la cabeza al mismo tiempo, mientras Rachel fruncía el ceño. Como la novia de Matt, Rachel era quien más veía a Griffin, pues los primos, que parecían gemelos, eran inseparables. Si pensaba como yo, seguro que le parecía repugnante. Anna suspiró y apoyó la cabeza en mi hombro.
—Aun así, echaré de menos los orgasmos múltiples. —Suspiró tristemente—. Nadie sabe acariciarme como ese chico.
Jenny se echó a reír y Rachel se sonrojó todavía más. Me incliné y le di una palmada a mi hermana en la espalda para que se separase de mí.
—Puf, Anna, en serio, demasiada información.
Ella se echó a reír, mientras yo sacudía la cabeza asqueada. Era hora de irme a casa y darme una ducha, me sentía sucia sólo con oír su comentario, y la imagen mental lo empeoraba. Enredó el dedo en un mechón de su perfecto y sedoso cabello, mientras arqueaba las cejas de manera sugerente. Seguía diciendo que no con la cabeza, cuando noté que mi móvil vibró.
Un poco sorprendida, metí la mano en la chaqueta y saqué el teléfono. Las palabras más maravillosas posibles destacaban en la pantalla iluminada, «llamada entrante de Kellan Kyle». Me reí por las maravillas de la tecnología y descolgué antes de llevarme el teléfono a la oreja.
—¿Hola?
Una voz ronca me contestó con un montón de ruido de fondo; los chicos se reían y hacían bastante ruido.
—Hola, ¿es demasiado pronto como para echarte de menos?
Me reí mientras las chicas me miraban y después negaba con la cabeza.
—No, nunca es demasiado pronto. Yo también te echo de menos, Kellan.
Anna puso los ojos en blanco, mientras Jenny y Rachel sonreían. La risa de Kellan llegó hasta mi oído y el sonido me transportó directamente a un lugar feliz.
—Oye, ¿es demasiado pronto para el sexo telefónico?
Me enderecé y sentí que las mejillas se me ponían coloradas.
—¡Kellan!
Él se rió aún más y Anna dejó de sonreír de forma pícara, y enarcó una ceja. Todo lo que pude hacer fue mover la cabeza ya que mi mente estaba demasiado ocupada imaginando cómo sería exactamente el sexo telefónico, pues nunca lo había probado. No me podía imaginar algo más horroroso, aunque… la imagen de Kellan jadeando en mi oído, tocándose, gimiendo mi nombre y pensando en mí… hizo que sintiese que una descarga me recorría el cuerpo.
Pero ni siquiera lo iba a considerar con la compañía que tenía ahora mismo.
—Sólo estaba bromeando, Kiera. Me alegro de que estés bien. Pensaba que ahora mismo estarías llorando desconsolada.
Se rió al mismo tiempo que buscaba algo que decir.
Me relajé un poco a la vez que Anna, Jenny y Rachel se alejaron para continuar con su conversación y para darnos a Kellan y a mí algo de privacidad.
—Sí, bueno, tus reclutas han hecho un buen trabajo.
Mi voz sonó algo seca y él se volvió a reír.
—Bien, entonces la primera parte de mi plan ha tenido éxito.
Parpadeé y ladeé la cabeza.
—¿La primera parte? Espera… ¿Qué plan?
Escuché vagamente a las chicas hacer sus propios planes, principalmente ir al bar de Pete para desmontarlo todo y llevarlo a casa de Evan, ya que Jenny tenía las llaves de su apartamento. Mi prioridad era Kellan y ese misterioso plan que había urdido.
—Es algo para mantenerte ocupada mientras yo estoy fuera —murmuró con una carcajada.
Yo sonreí y me pregunté lo que él tendría en mente.
—Ajá, ya veo. —Jenny me toco la espalda ligeramente, avisándome de que ellas irían hacia allí. Yo asentí en respuesta.
Mientras me dirigía hacia nuestros coches, bueno, los coches que los chicos nos dejaban conducir en su ausencia, Kellan suspiró en mi oído.
—Me gusta la idea del teléfono que has tenido. Me gusta poder hablar contigo cuando quiera.
Dije adiós a Jenny mientras ésta abría la puerta del coche de Evan y se metía en él con Rachel. Anna me lanzó un beso antes de abrir la puerta de la furgoneta de Griffin y subirse. Sonreí por el comentario de Kellan, abrí la puerta del Chevelle y me senté dentro. Era raro estar en el coche sin él, pero, como estaba oyendo su voz y su olor seguía en el coche, era como si casi estuviera allí, sentado a mi lado. Sonreí de nuevo y le respondí:
—Ya ves, pensé que te gustaría más que unas esposas.
—Eh, eh, yo no he dicho eso.
Se echó a reír a la vez que yo me mordí el labio. Saqué las llaves del bolsillo y puse en marcha el coche, el motor comenzó a rugir.
Kellan suspiró.
—¿Acabas de encender a mi nena?
Me reí y esperé a que Anna y Jenny sacaran sus coches de donde estaban aparcados.
—Bueno, tengo que conducir para volver a casa, así que sí.
—Entonces no deberías conducir y hablar por teléfono a la vez, te dejo.
Fruncí el ceño y deseé que pudiésemos estar en contacto por teléfono durante todo el tiempo que estuviéramos separados. Sin embargo, sabía que era algo muy poco práctico.
—Vale… te quiero.
Él suspiró, el sonido fue de alguien feliz y satisfecho.
—Yo también te quiero. Te llamaré más tarde.
Asentí y recordé que no podía verme.
—Vale… adiós.
—Adiós.
Colgó y el sonido estridente al otro lado del teléfono desapareció. Suspiré y sonreí. Al menos podría hablar con él mientras estuviese fuera. Y, quizá, si algún día me sentía valiente, intentaríamos eso del sexo telefónico. Sentí curiosidad por saber cómo sonaría hacer el amor a distancia… y, de todas maneras, siempre podía fingir.
Suspiré mientras metía el móvil en la chaqueta. Incluso mi chaqueta parecía que se calentaba por la conexión de tener a Kellan en algo así. Puse mis manos al volante con una sonrisa; el poder del coche me recordaba al poder del hombre al que le pertenecía. Sexy, elegante, fuerte y resistente, le iba a Kellan como anillo al dedo, y me acordaría de él cada vez que estuviese dentro.
Me dirigí al bar de Pete con mejor humor del que pensé que sentiría para quitar todo rastro de mi novio de allí. Ese pensamiento hizo que mi buen humor se nublase un poco.
Aparqué en el sitio de siempre de Kellan y apagué el motor. Me imaginé su sonrisa sexy mientras me paré durante un momento, pero un repiqueteo en la ventana hizo que me sobresaltase. Anna me sonrió y gesticuló con la mano para que saliese. Respiré el aroma de él que aún perduraba sabiendo que necesitaba mantener el control de mis emociones y empujé para abrir la puerta.
Anna me echó el brazo sobre el hombro mientras Jenny y Rachel salían del coche de Evan, riéndose acerca de algo que habían estado comentando por el camino. Me sentí mejor y les sonreí. Éramos casi como nuestro propio cuarteto, las D-Bagettes. Pasamos por la puerta de doble hoja y por un momento esperé la misma reacción que cuando Kellan y los chicos irrumpían por esas puertas; por ello me sentí algo decepcionada cuando nadie nos miró.
Troy, quien había vuelto al horario diurno, nos saludó. Su rostro estaba algo triste, como si él también echase de menos a Kellan. Casi me dieron ganas de ir y abrazarle, hablar con él del hombre que nos gustaba a ambos, pero considerando que era yo la dueña del corazón de Kellan y que el pobre de Troy nunca lo tendría… Pensé que quizá podría interpretarse como algo mezquino. Lo mejor sería dejarlo en paz.
Jenny saludó a las camareras mayores que habían estado en el bar desde su inauguración, o eso parecía, mientras el grupo nos dirigimos al escenario. La negra pared cubierta de guitarras que estaba tras el equipo parecía algo lúgubre, aunque quizá se trataba de mi imaginación. Me subí y me acerqué al micrófono que solía utilizar Kellan, en medio del escenario y algo separado. Pasé las manos por él e imaginé las suyas haciendo lo mismo.
Me giré para ponerme enfrente de la multitud que no nos hacía caso y traté de imaginar lo que él sentía cada vez que estaba ahí. Miré hacia la ahora desierta pista de baile e intenté conjurar la imagen de esta misma a rebosar de gente, como cuando los chicos iban a tocar. Sólo pensarlo hizo que se me revolviera el estómago. No me cabía en la cabeza cómo podía ser capaz de hacerlo. Y ahora tocaría en sitios más grandes… Era como para quedarse con la boca abierta.
Agarré el micro por el mástil, aunque el equipo estaba demasiado alto para mí, y volví a imaginar a la estrella del rock de mi novio.
—¿Quieres cantar algo antes de que lo desmontemos?
Miré a Jenny, la cual me estaba observando mientras giraba las baquetas de Evan. Sonrió al tiempo que se sentaba tras la batería de su novio y señaló el micrófono de Kellan.
—Podríamos tocar una de las suyas —se rió brevemente—. Podríamos ser el grupo que las versiona.
Palidecí ante la idea, pero Anna pensó que era un plan excelente y se puso el bajo de Griffin sobre la espalda. Rachel se rió levemente y cogió la guitarra de Matt de donde estaba, colocándosela sobre el hombro. Fue entonces cuando todas ellas me miraron expectantes, como si fuese la líder de esta falsa banda.
Sacudí la cabeza, pero Jenny empezó a dar forma a una base con sus baquetas y después las demás comenzaron a tocar. Estaba tan ocupada riéndome que ni siquiera me avergoncé. Sólo había una cosa que un grupo sustituto necesitaba para tener éxito, y eso era saber tocar, algo que ninguna de nosotras sabía. Jenny pegaba golpes al azar en la batería, Anna tocaba cualquier nota que le apeteciese y Rachel manejaba su guitarra como si fuese un ukelele. Mis carcajadas fueron incontenibles.
Varios de los clientes que estaban comiendo nos miraron, pero no estábamos interpretando nada concreto y Jenny estaba tocando tan suavemente como podía, por lo que no hacíamos mucho ruido. Volvieron a sus platos y conversaciones. Todavía sentía curiosidad acerca de ser una estrella del rock y cómo se sentiría, por lo que cerré los ojos y empecé a cantar una de las canciones de Kellan. Bueno, cantar era adornar las cosas; estaba murmurando, mi voz casi no se oía con el caos a mi alrededor.
Abrí los ojos cuando escuché al resto de la banda reírse. Todas estaban sonriendo hacia mí, tocando con más fuerza sus instrumentos. Sonreí y me sentí más valiente a cada momento que pasaba en el escenario, quité el micrófono del mástil y elevé un poco la voz.
Imité los movimientos que había visto mil veces que Kellan realizaba, fingí ser él. Mis ojos vagaron sobre el vacío espacio donde la gente se amontonaría y les imaginé allí, animándome. Incluso conjuré que Kellan también estaba ahí, sonriendo con picardía y sacudiendo la cabeza mientras me miraba. Me centré en la imagen mental que tenía de él, tratando de parecer atractiva, ya que él siempre me lo parecía.
Mi versión imaginaria de Kellan sonrió aún más y se mordió el labio. Escuché ánimos en forma de silbidos detrás de mí y la imagen se desvaneció. Me reí al ver a Anna, la cual asentía hacia mí mientras tocaba de forma falsa un clásico de D-Bag. Mis mejillas enrojecieron, miré a Rachel, que estaba tocando como si estuviésemos en un campamento. Jenny, detrás de mí, empezó a improvisar una versión desorganizada de un solo y yo me reí en medio de una frase al ver la falta de sincronía.
Cuando la canción se terminó, hice una pequeña reverencia y las chicas me imitaron. Escuché un aplauso al otro lado del bar y me fijé en Troy, que nos aplaudía con una gran sonrisa. Me reí mientras la vergüenza se apoderaba de mí, pero la mantuve a raya por sentir también orgullo. Lo había hecho, había cantado en el escenario. Bueno, en realidad el micro no estaba conectado y sólo lo había oído Troy, pero aun así sentí que podía tacharlo de la lista.
Kellan estaría orgulloso. Estaba impaciente por contárselo.