olviendo a las leyendas y su cronología, a pesar de los distintos criterios de ordenamiento que se han aplicado hasta el momento, su carácter primario de tradiciones orales, sumado a su carencia de referencias temporales, hace que sea difícil establecer una correlación adecuada de los hechos.
Por lo tanto, a fin de proporcionar al lector una línea conductiva coherente y comprensible, hemos reagrupado las leyendas de las Tochomladda («invasiones») que integran la Saga de Tuan McCarrell, en el Leabhar Gabhalla, reordenándolas en seis ciclos aproximadamente correlativos, que conforman la crónica mítica de Irlanda: los reinados de los formoré, Partholan, Nemed, los fir-bolg, los tuatha de Danann y los milesios, con los que se inicia la historia documentada de la Irlanda contemporánea. En esta introducción veremos algunos detalles correspondientes a cada uno de estos ciclos para luego, en las secciones correspondientes, pasar a las leyendas propiamente dichas, tal como se consignan en los viejos códices y manuscritos medievales y premedievales.
Paralelamente, hemos intercalado en esa base cronológica relatos extractados de varias fuentes, como otras secciones del mismo Leabhar Gabhalla, el Libro de Leinster y el de Lecan, el Dunn Cow y otros que, si se los incluye en la secuencia correcta, complementan y enriquecen el contenido de los anteriores. Estos relatos integran los llamados Ciclo del Ulster o de Connar McNessa y el Ciclo de Finn McCumhaill o de Ossian.
De esta reorganización surgió la subdivisión que se pasa a describir.
Si bien no figura en la Saga de Tuan McCarrell, otras fuentes tradicionales cuentan que, luego del Gran Diluvio Universal, la isla que llegaría a ser Erín estaba habitada por dos razas totalmente diferentes: los formoré, gigantes cíclopes que moraban en las islas que rodeaban a Irlanda, y las tribus de la reina-maga Cessair, según algunos autores, una reencarnación de Circe.[7] Quizás por esta razón no existen en las leyendas descripciones de la forma física de las huestes de Cessair, ya que en repetidas oportunidades se menciona el hecho de que la reina las cambiaba a voluntad.
Por razones que la tradición oral no ha conservado, o que se han perdido en la transición, hacia el siglo XXVI a. C., Cessair pereció junto con toda su raza —probablemente a manos de los formoré—, dejando a estos últimos dueños absolutos de la isla durante largo tiempo.
Respecto de la constitución física de los formoré, no han sobrevivido tampoco muchas precisiones, pero uno de los relatos del Libro de Lecan los describe con «un solo pie, un solo ojo y una sola mano, mientras que la mayoría de ellos poseen cabezas de animales, generalmente de cabra o chivo». Según un autor irlandés del siglo XVII, autor de una traducción del Libro de Lecan, «los formoré eran demonios expulsados del averno. Arribaron a Erín doscientos años antes que Partholan, a bordo de catorce navíos tripulados por veintiocho hombres y veintiocho mujeres cada uno».
(Tochomlodd Partholoin dochum n-Ereinn, lit.: la invasión de Partholan a Irlanda).
El episodio se encuentra incluido en la Saga de Tuan McCarrell y narra la llegada del mismo Tuan y el hermano de su padre, Partholan, a Erín, y su lucha contra los gigantescos y monstruosos formoré.
(Tochomlodd Nemid co n-Ereinn; lit.: la inmigración de Nemed a Irlanda).
Corresponde al período en que los nemedianos gobernaron Erín, luego de la desaparición de los descendientes de Partholan, víctimas de una plaga.
Según la saga de Tuan McCarrell, única fuente que los menciona en profundidad, luego de derrotar en una oportunidad a los formoré, fueron finalmente vencidos por éstos en la batalla de la Torre de Connan, sobreviviendo solamente treinta de ellos, que se establecieron en Gran Bretaña, dando su nombre a ese país.
(Tochomlodd fer n-allom; lit.: la inmigración de los fir-állom).[8]
La escasez de referencias sobre el origen de los fir-állom en la saga de Tuan McCarrell —que se concentra en su actuación en las Islas Británicas—, y la ausencia total en otras fuentes, ha generado severas discrepancias en los autores posteriores, que sostienen tres ponencias diferentes: la primera de ellas asegura que procedían de Bélgica y los Países Bajos, y que el grupo estaba compuesto por tres subgrupos, los fir-bolg, cuyo nombre significaría «hombres belgas» u «hombres de las bolsas», los fir-dammoind o fir-domnan y los fir-galloin, término que la versión interpreta como un derivado de «galos». A pesar de las diferencias raciales, los tres sectores estaban agrupados en una fracción única, bajo el nombre genérico de fir-állom, si bien el contingente más numeroso, y el que parecía llevar la voz cantante, era el de los fir-bolg.
H. d’Arbois de Jubainville, sin embargo, no comparte esta opinión, que parece ser la más difundida y, si bien menciona a los tres pueblos por sus nombres, precisa que:
… el orden en que se los menciona tradicionalmente probablemente se debe a su secuencia alfabética, ya que, si bien las letras no ocupan el mismo lugar en el alfabeto oghámico que en el latino, ambos coinciden, no obstante, en colocar la b antes que la d, y la g después de ambas. Así, pues, los Galloin son los últimos alfabéticamente, y los hombres de Bolg preceden a los de Domnal.
Sin embargo, el más importante de estos tres pueblos parece haber sido aquél que la costumbre nombra en segundo término: los Fir Domnand u hombres de Domnal. Según la tradición, tal como se ha conservado en un poema del siglo XI (no aclara el título, ni el autor o recopilador del mismo), éstos habrían ocupado tres de las cinco provincias en que se dividía Erín en la época heroica: el Munster meridional, el Munster septentrional y el Connaught. Los fir-galloin se habrían contentado con el Leinster y los fir-bolg con el Ulster. La leyenda de Tuan McCarell, en cambio, que parece más coherente que los demás textos, nombra a los fir-domnan antes que a los otros dos pueblos.
La segunda versión indica que el nombre fir-bolg significa «hombres de las bolsas», y sostiene que provenían de Grecia, donde trabajaban en condiciones de esclavitud, acarreando tierra desde las fértiles praderas de la costa hasta los valles de las colinas, donde se encontraban los sembrados. Finalmente, cansados de la opresión, construyeron sus propios curraghs[9] con las bolsas de cuero en que transportaban la tierra (de allí su nombre) y navegaron hacia Erín, que suponían desierta.
Finalmente, la tercera ponencia, la más difundida, sugiere que pertenecían al grupo de nemeds sobrevivientes al combate final con los formoré que, luego de reponerse de sus pérdidas en Gran Bretaña —país que, según esta versión, debe su nombre al jefe nemed Brittan—, se unieron a otros grupos locales (tal vez los fir-domnand y los fir-galloin de la segunda versión) para integrar los fir-állom que regresaron a recuperar el trono de Erín.
(Tochomlodd Tuathe de Danann; lit.: la invasión de los tuatha de Danann).
Comprende la etapa en que los clanes de la diosa Dana, llegados de los cielos, impusieron su inteligencia y su superioridad técnica y científica sobre los antiguos residentes de la Isla Esmeralda que aún residían en ella, venciendo tanto a los fir-bolg como a los formoré.
Al igual que sucedió con los fir-bolg, también existen dos versiones acerca del origen de las tribus de la diosa Dana; la primera de ellas, como vimos, los señala como uno de los tres grupos supervivientes de los nemeds, que habían permanecido largos años en «las islas del oeste» (probablemente Anglesey y Holyhead, en la bahía de Caernarvon), estudiando magia, música y, en general, todas las bellas artes.
Una segunda versión sugiere para los tuatha de Danann una procedencia divina, afirmando que fueron depositados por una nube mágica en una región al norte del actual condado de Connacht; cuando la niebla se disipó, los fir-bolg se encontraron, sorprendidos, con un campamento ya fortificado. Esta última interpretación parece corroborarse por el hecho de que los personajes de los tuatha de Danann coinciden con los dioses principales de la religión de los celtas insulares; desafortunadamente, la información que ha trascendido sobre estas coincidencias no aporta pruebas suficientes para abrir un juicio racional al respecto.
Analizando los textos irlandeses referidos a los tuatha de Danann, inmediatamente surge una marcada dicotomía: por un lado, los que expresan tendencias netamente paganas, y los que, influidos por la creciente presión de los clérigos cristianos, trataron de crear para Erín una tradición modelada bajo los cánones de la cosmogonía bíblica.
Las arraigadas tradiciones celtas insulares consideran a los tuatha de Danann como dioses venidos del cielo para encauzar la descarriada conducta de los hombres en los tiempos anteriores. Un poema atribuido a Eochaid ua Flainn (desaparecido alrededor del 980 d. C.), cuya procedencia aún no ha sido debidamente establecida, pero que resulta indiscutiblemente anterior al Leabhar Gabhalla, hace una evidente referencia, aunque no se atreve a confirmarla abiertamente: «… no llegaron en ninguna nave visible… En realidad no se sabe si vinieron del cielo o de la tierra… ¿Eran hombres? ¿Eran demonios expulsados del infierno? ¿Eran dioses descendidos de los cielos para detener la maldad de los hombres?…».
El nombre mismo de los tuatha de Danann consolida esta teoría, ya que, en irish gaél, el término tuatha (plural de tuath) significa «clanes» o «pueblos», mientras que Dana era el nombre de la diosa mayor del panteón celta, a la cual, al «cristianizarla» se le otorgó el de Birgitt o Brigitte,[10] adoptado más tarde por los galos o celtas continentales. En conjunto, su significado «los clanes de la diosa Dana» daría consistencia a la teoría de su pagana procedencia divina.
Para los textos «cristianizados», por su parte, todos los pueblos celtas, especialmente los de Erín, derivan de un tronco común descendiente de Jafet, a través del cual se remontan hasta Adán y Eva, ancestros primigenios del género humano.
Sin embargo, curiosamente, ambas tendencias, la pagana y la cristiana, coinciden en que, entre los ancestros de los tuatha se encuentra Nemed, uno de cuyos hijos, Iarbonell, escapó de la matanza de la Torre de Connan, en que los formoré diezmaron a las huestes de Nemed, arrojándolos de Erín. Iarbonell poseía el don de la profecía y cuando abandonó Irlanda se retiró, según Eochaid, «… a las regiones septentrionales del mundo, donde se dedicó a estudiar en profundidad el druidismo, el arte de obtener visiones y escudriñar el porvenir, así como la práctica de hechizos y encantamientos. Una vez adquiridos esos conocimientos maravillosos, Iarbonell y sus descendientes regresaron a Erín, a donde llegaron envueltos en oscuras nubes tempestuosas, que ocultaron el sol durante tres días, y la luna durante las correspondientes noches».
Pero la supremacía de los tuatha —más allá de su procedencia divina o profana— pronto iba a sufrir una declinación tan misteriosa como su llegada, ya que, como veremos algo más adelante, pronto iban a ser reemplazados por los hijos de Miled, una raza invasora proveniente de España.
Sin embargo, los tuatha de Danann no se rinden: por obra de sus poderes mágicos se retiran a un mundo intangible e invisible, al cual los humanos no tienen acceso, a menos que ellos lo permitan. Irlanda queda, de esa forma, separada en dos niveles: el espiritual, dominado por los Dananns, y el terrenal, regido por Miled y sus descendientes.
Y si bien se ignoran las razones por las cuales los tuatha de Danann decidieron abandonar la Erín terrenal, las tradiciones celtas sostienen que lo hicieron por considerar que su misión en el mundo había terminado y se retiraron a sus moradas divinas. Algunos de ellos se refugiaron en la Tir Tairn’giri (Tierra de Promisión) o Tir na n’Og (Tierra de la Eterna Juventud), donde el tiempo no existe, las plantas florecen y fructifican todo el año y el mead[11] mana de las grietas de las rocas. Los entretenimientos favoritos son los banquetes y las fiestas, y los guerreros reparten su tiempo entre combates simulados y bellas compañías femeninas.
El resto de los tuatha eligió como morada magníficos palacios subterráneos y submarinos, inaccesibles a los seres humanos, que sólo pueden percibirlos como semiderruidos sepulcros ancestrales. Fue al refugiarse en estas residencias celestiales, que los tuatha de Danann adoptaron su nuevo nombre de Aedh Sidhi[12], o «Habitantes de los sidhi», término que, como ya hemos visto, define los túmulos megalíticos que constituyen la entrada en el mundo invisible de las hadas.
La relación de los Aedh Sidhi con los humanos se pone de manifiesto en las narraciones de los siguientes ciclos de la historia de Irlanda; en el de Ulster, por ejemplo, interactúan frecuentemente con los seres humanos, tanto en sus sueños como en la realidad cotidiana, y en el de Finn McCumhaill participan en las batallas, luchando lado a lado con los héroes fennianos.
Se agrupan bajo esta denominación las leyendas referidas a los grandes héroes y semidioses irlandeses, como así también los relatos bélicos, combates individuales y batallas que tuvieron lugar durante la permanencia de los tuatha de Danann en el poder, hecho por el cual algunos autores los consideran como «subciclos» de este período.
El ciclo del Ulster o de Connor McNessa
Llamado también ciclo de CuChulainn, por el relevante protagonismo en este período del paladín máximo de la historia de Erín, héroe del Tain bo Quailnge y defensor a ultranza del reinado de Connor McNessa. Las leyendas que componen este ciclo no figuran en la saga de Tuan McCarrell, y algunas de ellas ni siquiera aparecen en ninguna de las versiones del Leabhar Gabhalla, sino que han sido recogidas en manuscritos posteriores, como el Libro de Leinster y de Lecan, o en el Donn Cow.
Esto parece presentar cierta dicotomía, ya que varios de los personajes colaterales, como Lugh, padre de CuChulainn, Scatagh, la diosa herrera-guerrera y otros pertenecen indudablemente al entorno de los clanes de la diosa Dana, lo que hace presumir que los episodios aquí relatados han tenido lugar en el período de los tuatha, o en tiempos inmediatamente posteriores.
Según los analistas especializados, Connor McNessa y CuChulainn habrían vivido en una época equiparable a la de Jesucristo; Tigernach, por ejemplo, afirma que CuChulainn habría muerto en el año 2 d. C., y Connor McNessa, en el 22. Sin embargo, algunos historiadores irlandeses del siglo XII afirman, basándose en narraciones orales recopiladas en el Libro de Leinster, que el reinado de Connor McNessa se remontaría al sigo III a. C.
El ciclo de Finn McCumhaill o de Ossian
Posterior al ciclo del Ulster, narra las hazañas de los Fianna, un grupo militar al mando de Finn, hijo del rey Cumhaill, y Ossian (fonéticamente, Oissin), hijo del primero de ellos. Si bien no están incluidas en la saga de Tuan McCarrell, ni en el Leabhar Gabhalla, estas leyendas, más allá de sus componentes mágicos, parecen basarse en determinados sucesos históricos datados por los historiadores griegos y romanos alrededor de los siglos II y III de nuestra era.
Sin embargo, las narraciones de este período, que comienzan aproximadamente hacia fines del siglo II d. C., con la batalla de Cnucha (cuya fecha se estima alrededor de 170), durante el reinado de Conn Cetchatar, y se extienden hasta la de Gowras, alrededor del 285, bajo el de Cormac McArt, permiten discernir una sociedad muy diferente de la del Ulster de CuChulainn y Connor McNessa; describen una vida más sosegada y pacífica, caracterizada por reyes y señores desahogando sus ansias de conquista en partidas de caza circunscriptas a sus propios cotos de bosques umbríos y apacibles; guerreros y soldados sublimando sus instintos bélicos en torneos y justas, y artesanos dedicados a sus labores en la idílica tranquilidad de su taller.
Desde este punto de vista, las sagas fennianas son la síntesis viva, no de un grupo de clanes luchando a brazo partido por motivos baladíes, sino de un pueblo con miras y metas comunes, marchando armónicamente en busca de una organización definitiva.
Los relatos del ciclo ossiánico narran, básicamente, la historia de los Fianna (plural y genitivo de fian, «grupo» o «banda»), un cuerpo de caballería semiprofesional organizado, según se cree, por el rey Feradach Fechtnach, con el objeto de mantener el orden en la Isla Emeralda y prevenirla contra toda invasión.
Durante el siglo III, en el que transcurren la mayoría de los relatos ossiánicos, la orden de los Fianna —célebre por las hazañas guerreras y cinegéticas de sus hombres— ya contaba con casi 200 oficiales y más de 4000 soldados, cuyo accionar se extendía a toda Erín, con la sola excepción del reino del Ulster.
La gran mayoría de las narraciones sobre este cuerpo se refiere a las hazañas del jefe de los Fianna del Condado de Leinster, Finn McCumhaill, cuyo renombre como matador de monstruos y mago es sólo equiparable a su renombre como poeta. Altivo y orgulloso, su linaje se remonta a los invasores fir-állom, con ramificaciones entre los tuatha de Danann, e incluso cierta relación con Sualtam, padre adoptivo de CuChulainn. Su madre, Murna, «la del Blanco Cuello», era nieta de Nuadha, «el de la Mano de Plata», y su padre fue Cumhaillel McTremmóir, quien, como jefe del clan Bascna, que competía con el clan Morna por el liderazgo de los Fianna, fue vencido y asesinado en la batalla de Knock.
Otra de las características destacables de este período es su entorno mágico, en parte histórico y en parte mitológico, que permitió a los bardos del siglo III entretejer un gran número de relatos prodigiosos, muchos de los cuales transcurren en países ignotos y maravillosos, protagonizados por gigantes, enanos, hadas, magos, elfos, hechiceras, ogros y animales míticos, que se alternan con los dioses de los tuatha de Danann. Según algunos especialistas, como Margaret Sullivan y Lesley O’Connors, entre otros, la figura legendaria de Finn McCumhaill se identifica con el guardián de los sidhi, Gwynn ab Nudd, rey inmortal de las hadas y los elfos.
(Tochomlodd goidela, McMiled a Espain in Ereinn; lit.: la invasión de los goidels, hijos de Miled, desde España a Irlanda).
Última de las leyendas de la saga de Tuan McCarrell incluidas en el Libro de las Invasiones. Al hacer su entrada en Erín, los goidels recibieron el nuevo nombre de milesios, aunque los datos recopilados no permiten saber a ciencia cierta si fue por considerárselos descendientes del rey Miled (o Milé), o por deformación del término romano miles = soldado, ya que provenían de grupos de militares desertores destacados en España. Esto parece confirmarse por el hecho de que la región del Ulster, durante cierto tiempo, se conoció bajo el nombre de Ibernia, que algunos autores señalan como un derivado de Iberia, nombre con el que se denominaba a España en esa época.
Éstas son, a grandes rasgos, las seis etapas más destacables en la línea conductiva de la historia, cada una de las cuales se relata con mayores detalles en la Leyenda de Tuan McCarrell, que presentamos en el capítulo siguiente.
Hasta aquí, hemos presentado un resumen esquemático de los distintos períodos por los que atravesó el pueblo de Erín, desde sus orígenes mitológicos hasta el comienzo de su historia escrita. En las páginas siguientes veremos las leyendas que relatan esas épocas, surgidas de la imaginación de los bardos y conservadas por vía oral a lo largo de cientos de generaciones, hasta llegar a nuestros días plasmadas por las plumas de los copistas medievales.