Enda Berger desayunaba sola. Todavía asimilaba el haber tenido conocimiento de los lienzos. No lo había comentado con nadie y tampoco nadie parecía estar al corriente. El resto de la noche había sido un mecerse en sueños con Artur por la Barcelona de 1992. Aunque en el taller no había encontrado respuestas, los cuadros eran en sí una declaración. Y los sentimientos que ella había mantenido a oscuras en un viejo cobertizo durante tantos años parecían querer ver los rayos del sol de nuevo, aunque Artur ya no estaba. Noelia apareció de la nada, puso un manuscrito sobre la mesa, junto al café de Enda, y dijo:
—Antes de dedicarse a escribir novela negra y consagrarse como escritor, Artur lo intentó con esta novela de personajes. Ninguna editorial quiso publicarla. Todas la rechazaron. Fue su primera novela. Era muy joven. La empezó justo después de volver de Barcelona.
Enda la escuchaba mientras miraba aquel volumen de páginas. Romper un amor, se titulaba, y venía firmado por Artur Font. Noelia le hablaba con los trazos serios.
—Dicen que toda primera novela es autobiográfica pero yo no presté mucha atención a eso cuando la leí. Simplemente, pensé que mi marido tenía mucha imaginación. Ayer vi ciertos paralelismos con tu historia acerca de Barcelona. Creo que Artur escribió esta novela para ti. Y puede que dejara al azar el que se la publicaran y algún día pudiese caer en tus manos o no. Y el azar quiso que no la publicasen.
Enda la miraba en silencio. Una llama ardía en su pecho y alguien iba echando combustible, primero los lienzos y ahora aquello.
—¿Qué hubiese sucedido si la hubiesen publicado y tú hubieses venido a buscarle? Prefiero no pensar en ello. Pero ahora mi vida ya no peligra porque ya no es mi vida. Es tan sólo un eco apagado y doloroso de lo que era. Es como si nada hubiese ocurrido. Como si se hubiesen borrado todos los recuerdos. Pero están ahí, lo mismo que tú, y duelen. Aun así, creo que tienes derecho a saber lo que ocurrió y este manuscrito te puede ayudar.
Enda puso su mano sobre la de Noelia. Ésta la apartó inmediatamente.
—No hago esto porque quiera, lo hago porque debo. El manuscrito es tuyo. No hay duda de que lo escribió para ti. Fue su forma de explicarte lo que hizo.
—Gracias —dijo Enda.
—No me las des —Noelia continuaba hablando en un tono diferente al de las últimas dos semanas.
Enda se levantó y acercó el manuscrito hacia sí, abrió la cubierta como si fuese la tapa de un cofre y examinó el contenido como si no fuesen páginas escritas lo que allí había. Y no lo eran, o, por lo menos, no eran sólo eso.
—Una cosa más —dijo Noelia—. Quiero que te vayas.
Acababa de pronunciar las palabras pero el tono de su voz hacía ya un rato que dejaba entrever un dictamen como aquél, por eso Enda no se sorprendió demasiado, aunque ello no impidió que se le helase la piel.
—Creía que podía con esto —Noelia hablaba mientras se movía por la cocina sin llegar a ningún sitio, como si bailase un vals solitario—. Me he dicho mil veces desde que llegaste, que no debería de importarme lo que Artur hiciese antes de casarse conmigo pero cuanto más sé, y es poco lo que sé todavía, más me cuesta seguir tratándote como lo hago, como si fueses de la familia. Créeme que a veces te odio más que a nada en este mundo. Y los acontecimientos me lo están poniendo fácil.
—Yo… —Enda no tenía palabras— lo siento.
—No creo que sea culpa tuya. O puede que sí, en parte. Eso no importa. Te quedaste con el objetivo de vender el taller. Han llamado interesándose por el anuncio. Mañana vendrán a verlo.