Agradecimientos

Quiero dar las gracias.

A mis padres, a quienes está dedicado este libro, por haber esquivado las bombas de la Guerra Civil y haberme dado una infancia absolutamente diferente a la suya.

A Antonia Kerrigan, por ser la mejor agente literaria del planeta con el mejor equipo: Lola Gulias, Bernat Fiol y Víctor Hurtado.

A ti, lector, por haber hecho de Espía de Dios, mi primera novela, un éxito en 39 países. Gracias de verdad.

En Nueva York, a James Graham, mi «hermano»; a Rory Hightower, Alice Nakagawa y Michael Dillman.

En Barcelona, Enrique Murillo, editor de este libro, infatigable y agotador, tiene una poco usual virtud: siempre me ha dicho la verdad.

En Santiago de Compostela, Manuel Soutiño aportó sus inestimables conocimientos de ingeniería a la Expedición Moisés.

En Pamplona, Eduardo Paniagua, autor de las ilustraciones, y a quien el lector curioso reconocerá en la ilustración en la que David Pappas introduce a Freddie en la abertura del muro. Si quieres contactar con él, escríbele a eduardo.paniagua@gmail.com

En Roma, a Giorgio Selano y su experiencia con las catacumbas.

En Milán, a Patrizia Spinato, domadora de palabras.

En Jordania, a Samir Mufti, Bahjat al-Rimaui y Abdul Suheiman, que conocen el desierto como nadie y me enseñaron el ritual del gahwa.

En Viena, nada habría sido posible sin Kurt Fischer, que aportó un montón de información sobre el auténtico carnicero de Spiegelgrund, quien falleció exactamente el 15 de diciembre de 2005 «de un ataque al corazón».

Y a mi mujer, Katuxa y mis hijos, Andrea y Javier, por ser tan comprensivos con mis viajes y mis horarios.

Querida lectora, querido lector. No quiero concluir el libro sin pedirte un favor. Vuelve al principio de estas páginas y relee el poema de Samuel Keen. Hazlo hasta que memorices cada una de sus sílabas. Enséñalo a tus hijos, envíalo a tus amigos. Por favor.

juan@juangomezjurado.com