LA EXCAVACIÓN
Desierto de Al Mudawwara, Jordania
Sábado, 15 de julio de 2006. 02.34
Al principio, la quietud de la tienda enfermería era total. Con Kyra Larsen durmiendo con sus compañeros, la respiración profunda de las dos mujeres servía para enmarcar y definir el silencio.
Luego vino un ligero rasgueo, el de una cremallera Hawnvëiler, las más seguras y herméticas del mundo. Nada de polvo puede entrar cuando están cerradas, pero nada impide a un intruso acceder cuando se ha abierto un paso de unos cincuenta centímetros de alto.
Lo siguiente fue un conjunto de sonidos leves: unos pies enfundados en calcetines sobre la madera; el pop de una cajita de plástico al abrirse; y un ruido casi imperceptible pero tremendamente amenazador: el de veinticuatro patas de queratina agitándose nerviosas dentro de la cajita.
Después siguió una serie de silencios, porque los movimientos que los acompañaron no produjeron sonidos reconocibles por el ser humano: el extremo de un saco de dormir medio abierto levantándose, el ruido de las patitas aterrizando sobre la tela, el extremo del saco volviendo a su posición y cubriendo a los dueños de las patas.
Durante los siete segundos siguientes, las respiraciones volvieron a reinar en el silencio, porque el roce de los pies camino de la salida fue aún más leve que a la entrada, porque la cremallera ya no se cerró cuando se fue el intruso y porque el único movimiento que hizo Andrea bajo el saco fue tan breve que apenas produjo ningún ruido.
Fue también suficiente para darles a los visitantes del saco de Andrea una manera de descargar su furia y el desconcierto que les había producido el intruso agitando con fuerza la cajita de plástico antes de entrar en la tienda.
El primer aguijón se clavó y Andrea acabó a gritos con el silencio.