HUQAN

Tenía 14 años cuando comenzó a aprender.

Claro que primero tuvo que olvidar mucho.

Para empezar, todo lo que había aprendido en el colegio, en la escuela, de sus amigos, en su casa. Nada era real. Todo eran mentiras inventadas por los enemigos, los opresores del Islam. Porque ellos tenían un plan. Til imam se lo dijo, susurrándole al oído.

—Comienzan dando libertad a las mujeres. Poniéndolas a la altura de los hombres, para debilitarnos. Saben que somos más fuertes, más aptos. Saben que nuestro compromiso con Dios es más elevado. Después lavan nuestros cerebros, conquistan incluso a imanes santos. Nublan tu juicio con imágenes impuras de concupiscencia y degradación. Fomentan la homosexualidad. Mienten, mienten, mienten. Mienten hasta con la fecha. Ellos dicen que es 22 de mayo. Pero tú sabes qué día es hoy.

—16 de shawwal, maestro.

—Hablan de integración. De convivencia. Pero tú sabes lo que Dios quiere.

—No lo sé, maestro —dijo el chico, aterrorizado. ¿Cómo podría él estar dentro de la mente de Dios?

—Dios quiere que venguemos las Cruzadas, las de hace mil años y las de ahora. Dios quiere que restablezcamos el Califato, que ellos destruyeron en 1924. Desde aquel día, la comunidad musulmana ha sido desmembrada en pedazos de tierra controlada por nuestros enemigos. Basta leer un periódico para ver cómo los hermanos musulmanes viven bajo un estado de opresión, humillación y genocidio. Y la mayor de todas las afrentas es esa astilla clavada en el corazón de Dar al-Islam[8]: Israel.

—Yo odio a los judíos, maestro.

No. Sólo te lo parece. Escucha mis palabras atentamente. Dentro de unos años, ese odio que ahora crees sentir será como una chispa comparada con el incendio de un bosque entero. Sólo los auténticos creyentes son capaces. Y tú lo serás. Tú eres especial. Sólo tengo que mirarte a los ojos para sentir dentro de ti esa fuerza que puede cambiar el mundo. Devolver la unidad a la comunidad musulmana. Llevar la sharia[9] a Ammán, El Cairo, Beirut. Y luego a Berlín. A Madrid. A Washington.

—¿Cómo lo haremos, maestro? ¿Cómo llevaremos la sharia al mundo?

—No estás preparado para la respuesta.

—Sí lo estoy, maestro.

—¿Deseas saberlo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente?

—No hay nada que más desee que llevar la palabra de Alá.

—No, no todavía. Pronto…