KAYN
—Está abajo, señor.
El hombre de la silla se encogió ligeramente. La mano le temblaba, aunque el movimiento oscilante hubiera sido prácticamente imperceptible para cualquiera que no le conociese tan bien como su ayudante.
—¿Cómo es? ¿Le han investigado a fondo?
—Ya sabe que sí, señor.
Hubo un sonoro suspiro.
—Sí, Jacob. Tienes que disculparme. —El hombre se levantó de la silla mientras hablaba, apretando tan fuerte el mando a distancia con el que controlaba todo su entorno que tenía blancos los nudillos. Había roto así varios mandos, hasta que el ayudante se hartó y encargó uno especial fabricado en metacrilato reforzado con la forma de la mano del viejo—. Tiene que resultarte cargante mi comportamiento. Lo siento.
El ayudante no respondió. Sabía que su jefe necesitaba desahogarse.
Era un hombre humilde con una gran conciencia de sí mismo, si tales conceptos son compatibles.
—Me duele estar aquí sentado todo el día, ¿sabes? Cada vez encuentro menos placer en lo cotidiano. Menudo idiota senil que estoy hecho. Cada día, al acostarme, me digo: mañana. Mañana será el día. Luego me levanto y la resolución ha desaparecido, como lo hacen mis dientes.
—Será mejor que empecemos, señor —dijo el ayudante, que ya había escuchado decenas de variantes de ese discurso.
—¿Es imprescindible?
—Fue usted quien lo pidió. Un método para controlar el cabo suelto.
—Podría limitarme a leer el informe.
—No se trata sólo de eso. Estamos ya en la fase cuatro. Si quiere poder formar parte de la Expedición tiene que comenzar a ver a personas desconocidas. El doctor Hocher fue muy claro al respecto.
El viejo apretó una serie de botones en la pantalla táctil de su mando. Las persianas de la sala descendieron. Las luces se apagaron y volvió a su silla.
—¿No hay más remedio?
Su subordinado negó con la cabeza.
—De acuerdo entonces.
El ayudante se dirigió hacia la puerta, por la que entraba toda la luz que había ahora en la estancia.
—Jacob.
—¿Sí, señor?
—Antes de irte… ¿te importaría cogerme la mano durante unos momentos? Estoy asustado.
El ayudante lo hizo.
La mano temblaba.