(Noticia publicada en el diario El Globo,

17 de diciembre de 2005. Página 12)

Aparece muerto el Herodes austríaco

VIENA (Agencias). Tras evadir a la justicia durante más de cincuenta años, la policía austríaca finalmente encontró al doctor Graus, el carnicero de Spiegelgrund. El célebre criminal de guerra nazi apareció muerto en una pequeña casa de Krieglach, un pueblo a sesenta kilómetros de Viena, aparentemente de un ataque al corazón según resaltaron fuentes judiciales.

Nacido en 1915, Graus se afilió al partido nazi en 1931. A principios de la Segunda Guerra Mundial ya era el segundo al mando en el Hospital Infantil AM Spiegelgrund. Graus utilizó su posición para realizar todo tipo de experimentos inhumanos con niños judíos supuestamente problemáticos o deficientes mentales. Graus afirmó en muchas ocasiones que la conducta era causada por su herencia genética y que la experimentación con ellos era lícita ya que vivían «vidas indignas de la vida».

Graus vacunaba a niños sanos con bacterias de enfermedades infecciosas, realizaba disecciones en vida o inyectaba en sus víctimas diversas fórmulas de un anestésico que estaba desarrollando para medir sus reacciones al dolor. Se cree que un millar de asesinatos ocurrieron entre las paredes de Spiegelgrund durante la guerra.

Terminado el conflicto, el nazi huyó sin dejar más rastro que 300 cerebros infantiles conservados en formol en su despacho. A pesar de los esfuerzos de la justicia alemana, nadie pudo localizarle. El famoso cazador de nazis Simón Wiesenthal, que logró llevar ante la justicia a más de 1100 criminales de guerra, suspiró hasta su muerte por hallar a Graus, a quien llamó «su asignatura pendiente», y al que buscó de manera incesante por Suramérica. Wiesenthal murió hace tres meses en Viena, ignorando que su perseguido vivía oculto como fontanero jubilado a un paseo en coche de su oficina.

Fuentes no oficiales de la embajada israelí en Viena han lamentado que Graus muriese sin responder de sus crímenes, pero celebraron que el viejo nazi falleciese repentinamente, ya que su avanzada edad hubiera hecho muy complicados su juicio y extradición, como ocurrió con el dictador chileno Augusto Pinochet. «No podemos dejar de ver la mano del Creador en su muerte», afirmaron esas mismas fuentes.