Mi nombre es Saturnina Gallardo y soy enfermera, aunque mi familia y las compañeras del hospital me llaman Satu, la enfermera Satu, así que ahora ya sabéis de dónde viene lo de Enfermera Saturada.
Nací en La Coruña una mañana de invierno, muy temprano, concretamente durante el cambio de turno, por lo que nadie atendió el timbre a tiempo y vine al mundo de casualidad. Lo del nombre se lo debo a mi abuelo, el gracioso de la familia, que como tardaba en nacer siempre decía: «Esta niña parece que viene de Saturno, lo que tarda en llegar». Y me quedó.
Mi infancia fue como la de cualquier otra niña de los ochenta, entre Juegos Reunidos, Barrio Sésamo, los chinitos de la suerte, Xuxa, los veranos a Benidorm cinco en un Ford Fiesta sin cinturón de seguridad, Torrebruno y Leticia Sabater… Lo que no te mata te hace más fuerte, está claro, y yo debo a estar a un par de «hits» suyos de ser Sansón.
Los años posteriores no fueron demasiado apasionantes: estudié, saqué buenas notas y fui a la universidad. Me decían que si hacía todo eso, el día de mañana sería una mujer de provecho: tendría trabajo estable, una casa y una familia con la que ir de vacaciones a Benidorm. Me engañaron. Hice todo tal cual me dijeron, y hoy, a mis treinta años, lo único que tengo es un largo historial de ex novios y un Seat Ibiza. Vivo en un entresuelo alquilado y trabajo de jornalera en un hospital: el día que hay suerte y me llaman, trabajo y cobro, cuando no me llaman, no cobro.
He trabajado en geriátricos, mutuas, centros de salud y hospitales de casi toda España, siempre detrás de mis ex. Durante una época muy loca trabajé incluso como enfermera en un crucero (nunca os enamoréis de un marinero).
Pero esto se ha acabado. Estoy dispuesta a empezar de cero en esta nueva ciudad, sin amigas, sin pareja, sin mascota, sin ataduras y sin dinero. Pero con las mismas ganas y la misma ilusión que el día que acabé enfermería y canté a grito pelado «soy enfermera» con la música de «soy minero» junto a mis compañeras de promoción.