Si lees el prospecto, no tomas el comprimido.
Viniendo para aquí me he encontrado con mi abuelo y otros dos jubilados más en la puerta de una farmacia intercambiando recetas, y me ha dado por pensar en las pastillas.
Sin duda, uno de los grandes temas musicales dedicado a las pastillas es aquel de Paco Pil, allá por los 90: «Cuatro ruedas tiene mi coche, cuatro pastillas me tomo esta noche. A mí me gustan las pastillas, rojas verdes y amarillas». Y cuya versión más reciente es el «Pim, pam, toma Lacasitos». Y es que a las chuches las tenemos de todos los colores y tamaños posibles.
A mí a quien me gustaría conocer alguna vez en mi vida, es a la persona que elige el color de las pastillas. Yo me lo imagino en un despacho, con un café para llevar sobre la mesa, y una carta de colores como esa que te dan cuando quieres pintar en casa, que más que aclararte las ideas te lía todavía más, porque descubres colores que no sabías ni que existían:
—A esta le voy a poner color carne porque es para adelgazar. A esa otra, color negro porque es para la depresión. Uy, que esta es para la erección… pues le pongo el azul para que nazca niño. ¿Y a las anticonceptivas? Color rosa, que sea niña.
Porque prefiero conocer al que elige los colores, que al que elige los tamaños. El que elige los tamaños de las pastillas no es buena persona, os lo juro por Florence Nightingale.
Alguien que a una pastilla para el infarto le pone el tamaño de un grano de arroz, tiene muy mala leche. ¡¡Que ya me imagino al pobre abuelo, con sus dedos gordos, sudando y con dolor en el pecho, intentando coger esa pastillita para ponerla debajo de la lengua!! Eso es de muy mala persona.
¿Y qué me decís de las pastillas de Rifampicina? ¡Hay galletas más pequeñas que esas pastillas! Y encima por si fuera poco, te tienes que tomar dos, ¡y una hora antes de desayunar! Que la tuberculosis se curará, pero la gastritis no te la quita nadie.
Son misterios de los laboratorios, caprichos del destino. Como por ejemplo, ¿por qué todas las píldoras anticonceptivas tienen nombre de travesti?: Mirelle, Yasmín, Meliane, Yaz, Isis, Anubis… ¡Que hay que pedirlas en la farmacia a viva voz! Un poco de consideración con nosotras.
Eso por no hablar de los prospectos, que el tema da para hablar un día entero. La finalidad del prospecto es que no lo leas. Si lo lees no tomas la pastilla, así las empresas farmacéuticas han optado por hacerlos con letra pequeña y casi tan largos como las etiquetas de la ropa de Zara. Hay escrituras de pisos más breves que algunos prospectos. Por cierto, ¿os habéis fijado cuando salen en la tele imágenes de laboratorios, que siempre hay un chino trabajando? Pues yo sé cuál es su trabajo ahí. Doblar los prospectos de los medicamentos. Eso sí es papiroflexia.
Pero hay una duda que me persigue desde mi tierna infancia respecto a las pastillas de partir, esas que vienen con una rajita que es como el abrefácil del zumo, sabes que va a partir por cualquier lado menos por ahí. Cuando las partes… ¿cómo sabes que en esa mitad va justo la mitad del fármaco? Porque en todo este redondel de pastilla hay 500 mg, pero ¿quién me asegura que si la parto al medio me tomo justo 250 mg? Y más teniendo en cuenta que es un genérico fabricado en un laboratorio de la India, que eso siempre tranquiliza.
Pues eso, que os dejo con la duda. Me voy a vigilar a mi abuelo, a ver qué ha negociado con los amigos y antes me tomaré algo para la cabeza, que ayer salí y ya se sabe: noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno.
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