Los glucómetros

A mí no me gusta el dulce.

Si hay un aparato esencial en cualquier centro sanitario además del tensiómetro, ese es el glucómetro. Medidores de la dulzura de la vida, e inspiradores de la Dolce Vita, estos pequeños seres de aspecto futurista esconden grandes misterios, incógnitas que nadie ha alcanzado a resolver en sus casi treinta años de existencia, pero que a mí me disparan el azúcar, la diabetis, la enfermedad del azúcar, la dulcemia o como le queráis llamar, tanto como ver del tirón Love Actually y Leyendas de pasión.

Y es que, aunque casi nadie lo sepa, los glucómetros son primos de las impresoras. Que una sale de casa con dos euros una tarde que haga bueno y vuelve con una impresora láser WIFI y un glucómetro USB con funda. Eso sí, sin cartuchos de tinta ni tiras medidoras, que los unos van a precio de lágrima de sirena y las otras al de papiro egipcio.

Hay tantos modelos de glucómetros en el mundo, que en las farmacias han optado por no tener tiras medidoras y dar siempre una respuesta estándar:

—Buenas, vengo con mi AccuTouchChek-OptiumLite 2000. Se me han acabado las tiras.

—Acabo de vender las últimas que me quedaban. Espere que le anoto la referencia y el chico gordito de la moto trucada con casco «quita-multas» se las trae en un momentito.

Los hay con forma de Tamagotchi, de bolígrafo, de reloj de muñeca, de colorines, con puerto USB, con puerto deportivo, con bluetooth o infrarrojos, con memoria, sin memoria como los políticos, con batería recargable, superrápidos, ultrarrápidos, megarrápidos… y luego están los del hospital. Si algo tienen en común todos los glucómetros de los hospitales, es que son lentos. Mucho. Hay gente que empieza a mirar las glucemias de la cena después del Sintrom de las cuatro, y cenan frío. Mi teoría es que son lentos porque las enfermeras somos muy desagradecidas. Ellos ahí, afinando al límite el valor de la glucemia… 151… no, 153… 152.5… ¡Bip! ¡152 mg/dl! Y nosotras: «Bah, pongo 149 que si pongo 152 tengo que pincharle insulina».

Lo último en glucómetros que han inventado son unas lentillas que cambian de color según el nivel de azúcar en sangre:

—Cariño, que ojazos verdes tienes.

—Ay coño, ¡¡el Glucosmón!!

Otro de los misterios de los glucómetros del hospital, es su pila. ¿De qué está hecha? ¡Nadie jamás se la ha cambiado y siguen funcionando! ¿Por qué no fabrican la batería del iPhone con eso? Hay gente que al ver en la pantalla «Low» ha exclamado: «¡Por fin ha muerto!» (la batería), y el paciente casi también.

Pero si todo esto os preocupa tanto como a mí, todavía queda la gran duda, la duda más «High» del glucómetro (sí, este paciente también va fino). Si hay 32 pacientes, somos tres enfermeras y los dan gratis, ¿por qué solo hay un glucómetro? Porque los demás viven en mantenimiento, en el sótano, compartiendo cielo con los manguitos de tensión.