Keep Calm and Love «llavero-enfermero».
Hoy quiero hablaros de los bolis de medicamentos, las libretitas de Plavix, las capsulitas de colores y las jeringas azules de 5 ml. De todas esas cositas tan monas que hay en los hospitales y consultas con una sola finalidad, y no, no es la de ser utilizadas. Hoy quiero hablaros de robar.
Porque esto empieza ya en la universidad. Tú eres una inocente estudiante que un día empieza las prácticas, vas toda contenta con tu uniforme blanco lavado con Neutrex y la señora que viene del futuro, y descubres un mundo maravilloso de cajetines pequeñitos llenos de pastillas de colores, de minijeringas, de maxijeringas como las de carnaval, de botecitos con cucharilla en la tapa (que luego descubres para qué son y se te quitan las ganas…), de minibetadines y de tubitos con tapas de colores.
Cuando eres alumno, la barrera del «¿Me llevo este taponcito tan mono de recuerdo o no?» se rompe el día que llegas al vestuario y descubres que, por error, llevas uno en el bolsillo del pijama… ¿¡Qué hago!? ¿Subo y lo devuelvo? ¿O me lo quedo? Ese día descubres que el hospital no es Zara y no has pitado al salir de la planta. Es entonces cuando llega el momento de fabricarte tu propio «llavero-enfermero» con pastillitas de colores metidas en un vial.
Y es que todo alumno y/o enfermera sustituta tienen una meta en común, cobrarse el puteo:
—A mí me putean, pero yo esto me lo cobro en material.
Porque puedes llevarte bolis fantásticos de esos que solo hay en las consultas, libretitas con post-it de colores, rollos de esparadrapo de papel, folletos sobre la diabetes, cápsulas transparentes con bolitas de colores dentro, monodosis de Betadine, bombas de perfusión, monitores de ordenador y hasta glucómetros. Pero existe un límite, una barrera que nadie ha sido capaz de pasar, un muro infranqueable, un remordimiento que sabes que te durará eternamente: el rótulo «No llevar». No existe en el mundo un antirrobo mejor. Ya puedes estar viendo la carpeta más bonita del mundo con un bebé que anuncia Nutrexpa, que si pone «No llevar», sabes que se quedará ahí para siempre, que se cierra esa planta en verano y vuelve a abrir en… bueno, que se cierra y queda así, y la carpeta seguirá allí.
Lleva dos semanas un iPhone tirado en el parking de Mercadona que pone «No llevar», seguro que es de una supervisora.
De todo esto, yo saco una sola explicación lógica a que el material sea de tan mala calidad: «Está ahí para que lo robes», como los jaboncitos de los hoteles.