Cuando estudias enfermería

«Paso corto y vista larga». El primer paciente al que atendí en prácticas.

«Las enfermeras somos espectadoras privilegiadas de la vida humana. Queridas alumnas, bienvenidas a la profesión más bonita del mundo».

Así terminaba el discurso inaugural que la directora de la escuela de enfermería, en la que pasé tres años de mi vida, repetía al inicio de cada curso subida en un banquito. Era una enfermera de las de antes, de las de capa, cofia y delantal almidonado. Desprendía ternura allí por donde pasaba, con sus grandes mofletes, su permanente sonrisa y su peinado años setenta, era como una abuela para todas nosotras. No tenías más que insistirle un poco para que se pasara las tutorías contándonos antiguas batallitas y enseñándonos unas viejas fotos suyas vestida de enfermera, que guardaba en un sobre del Hospital General.

No voy a negar que lo de llevar capa me habría gustado. No era una capa en plan superman, aunque podría serlo, era una capa azul marino en la que se envolvían en plan Conde de Montecristo, y que se sujetaba con un alfiler rematado con el emblema del colegio profesional de enfermeras. Tenía que tener su punto entrar en una habitación de noche envuelta en la capa, ¡y cuando se despertase el paciente, soltar una bomba de humo y desaparecer! (Ahora entiendo por qué no me contratan en muchos sitios…).

Como no podía ser de otra forma, nuestra directora daba clase de Fundamentos de enfermería. Esta es una asignatura que siempre, en todas las facultades de enfermería, sin excepción, imparte una profesora que dejó de trabajar en el hospital cuando todavía se hervían las agujas. Y es que, queridos alumnos —y ahora me pongo yo en plan discurso inaugural— las peores profesoras son siempre las que más horas de clase os van a dar.

Esto es tan cierto como que os obligarán a asistir a jornadas de enfermería que no os interesan en absoluto, que la importancia de una enfermedad es proporcional al número de hojas que ocupa en vuestros apuntes, y que cuando empecéis las prácticas en el hospital esquivaréis cualquier marrón con un: «Yo es que soy de prácticas».

Durante estos años, entre otras muchas cosas realmente interesantes y de provecho, os enseñarán que una mujer llamada Virginia Henderson, que no tenía amigas ni nada mejor que hacer, dijo que los seres humanos tenían catorce necesidades básicas. La gente le hizo caso, y durante el resto de tu vida estudiantil y laboral, pasarás horas haciendo planes de cuidados sin entender «nanda» y sin tener tiempo ni para ir al baño.

A pesar de tener que combinar prácticas en el hospital con horas de clase y exámenes interminables durante unos años, bienvenidas. Esto no ha hecho más que empezar.

Ah, por cierto, los pacientes que te intentan «colocar» a su nieto no son un rumor que inventan los de segundo. Existen. Y su nieto siempre parece sacado de Lefties.