Decálogo de Enfermera Saturada (y el día que terminas enfermería)

Manual de supervivencia hospitalaria.

Cuando por fin terminas la carrera de enfermería, ocurren dos cosas, bueno, en mi caso tres:

Cuando fui a colegiarme, todavía recuerdo que me dieron un libro titulado Decálogo de la enfermería, y oye, una lo que es de regalo lo coge todo, que para eso esto es España y mi abuelo siempre me decía: «A caballo regalado, no le mires el dentado». Pero en este caso el Decálogo, ni caballo ni dentado… No me ha servido para nada. Por eso he decidido elaborar mi propio Decálogo de Enfermera Saturada, que es mucho más práctico, y lo deberían regalar a los nuevos colegiados, junto con una chapa de Enfermera Saturada:

  1. La vena buena siempre está en el otro brazo.
  2. Verás que te falta el tapón cuando ya tengas canalizada la vía.
  3. Un timbre de noche nunca suena solo: si uno suena, otro se le sumará.
  4. El paciente que más protesta es el que mejor está.
  5. El apósito del tamaño adecuado no existe.
  6. Existen dos tipos de esparadrapo: el que no se pega y el que no se puede despegar.
  7. Si solo llevas un tubo de analítica, será el que ha perdido el vacío.
  8. Nunca creas lo que el paciente dice que le ha dicho el médico.
  9. El cajetín de medicación del paciente de la última habitación siempre vendrá mal.
  10. Nadie que llame al timbre es por algo urgente.