La letra de médico (y otras cosas de médicos)

«Un médico: cura, dos: dudan, tres: muerte segura». Refranero español.

«Letra de médico» es una asignatura de último año de medicina. Cuatro créditos y medio. Estoy segurísima. O eso o los médicos pautan los tratamientos escribiendo captchas aleatoriamente, porque esa letra no es de este mundo.

Algunas teorías aseguran que, antes de escribir una receta, los médicos invocan a Hipócrates, y con el bolígrafo o pluma a modo de vaso de guija van rayando el nombre del fármaco que en ese momento da más «incentivos» (para que nos entendamos: iPads, puntos Iberia Plus…). Vamos, algo así como lo que hace Shakira para escribir la letra de sus canciones.

Pero esto de la letra no es cosa mía, ya lo recoge el sabio refranero popular: «Más matan las recetas que las escopetas». Que una fue a colegio de monjas y se hartó de hacer cuadernillos Rubio de caligrafía, todos, del uno al veinticuatro y alguno varias veces: «Haré un hoyo en la arena», «Aquella silla está rota», «Mi casita es de madera»… y todo para que la casa sea del banco y las sillas de Ikea. Hay compañeras que vienen nuevas a la planta, y cuando ven mi relevo, piensan que está escrito en Lucida Handwriting, no os digo más.

Como al final una tiene que arreglárselas para descifrar eso, aproveché que hace unos meses estuve en Londres para visitar el Museo Británico (ese al que vamos todos los españoles porque la entrada es gratis). Fui directa a la Piedra Rosetta. Yo pensaba que si esa piedra con inscripciones sirvió para descifrar los jeroglíficos egipcios, a mí me serviría para las recetas. Compré un póster a color, de los caros, con la foto de la piedra bien grande, que hasta lo tuve que facturar. —Big, big, very big Muzzy—, le decía yo al del museo, y la puse en el control de enfermería de la planta. Pues ni así.

Que yo me pregunto, así por un preguntar mío muy loco, esos que organizan cursos a distancia para que nos den créditos y que te regalan una mochila, una toalla de playa o un pulsoxímetro, ¿por qué no hacen un curso de criptografía avanzada para prescripciones?

Una de las diferencias principales entre un médico y una enfermera, son los congresos. Vas por el hospital y cuando pasas por delante del tablón ese en el que los sindicatos cuelgan sus cosas de sindicatos (en invierno claro, en julio y agosto no encuentras a nadie en el sindicato ni de casualidad) y las visitas aprovechan para colgar anuncios del tipo «Vendo cama articulada y traje de comunión», de pronto te encuentras un cartel que en el encabezado pone «XIV Congreso de…». No hace falta leer más. Si el congreso lo organizan en Albacete, Soria, Ourense o Getafe, es para enfermería. Si es en Tenerife, Praga, Londres o Cerdeña, es para médicos. No falla.

Pero si una cosa me satura de verdad de mis amigos los médicos, es el momento en que llegan a la planta, siempre en grupitos de tres (el residente, el adjunto y el de prácticas) y, sean de la especialidad que sean, siempre preguntan lo mismo:

—¿A quién tengo para ver aquí?

—Pues tú sabrás hijo, que yo con conocer cuáles son mis enfermos y qué les pasa bien me llega.

A mí al médico me gusta definirlo como: «Todo aquel que aparece por la planta, la pone patas arriba, y se va». Igualito que los de mantenimiento.