La esquina con más descontrol.
El control de enfermería es la zona de la planta reservada para nosotras. Nuestro pequeño reino, únicamente compartido con las auxiliares de la unidad. Pero debemos admitir que este nuestro reino, es el sitio más caótico de toda la planta: informes de pacientes que fueron dados de alta hace semanas y que los de archivo no vienen a buscar, botellas de agua rotuladas con nombres de enfermeras que nunca nadie conoció, un vademécum del año 2003, unas flores que dejó olvidadas un enfermo que se fue de alta y que ponemos ahí para que parezca que nos las regalaron, los turnos del personal pinchados en el corcho con una aguja a modo de chincheta, la lista de la gente que pone dinero para las flores de Susi porque la operaron y está ingresada en la planta de al lado… y el cajón de los bolsos, ese al que los de mantenimiento le han puesto la peor cerradura de todo el hospital.
La única zona organizada del control, es el apartado donde se toma el café. Bueno, el café y los bombones, porque en los hospitales existe una fuerza extraña que hace que los pacientes agradecidos solo regalen bombones. Los de la caja roja. Hay más bombones Nestlé en los controles de enfermería que en la fábrica.
El control es la zona preferida por los médicos, sí, esos que llegan, te ponen la planta patas arriba en diez minutos y se van, dejando a su paso el caos más absoluto: analíticas para cursar sin etiquetas del paciente, peticiones de pruebas sin firmar, familiares sin informar y cambios en el tratamiento imposibles de descifrar sin una tabla de güija.
Pero no solo los médicos asaltan nuestro feudo, no me puedo olvidar de los familiares que por alguna extraña razón no llaman al timbre. Si hay algo peor que los médicos que no ponen las etiquetas del paciente en las peticiones, son los familiares que vienen al control y golpean el mostrador como si fuese la barra de un bar:
—¿Le puedo dar agua a mi padre?
—¿Y quién es su padre?
—Manolo.
—Hay tres pacientes ingresados con ese nombre, si hubiese llamado al timbre sabría de qué habitación se trata.
—Mujer, era por no molestar.
Otro de esos pequeños misterios de los controles de enfermería son los bolígrafos. Cada día desaparecen varios que nunca jamás regresan, es como un agujero negro de bolígrafos. Hay que tener en cuenta que cada médico que pasa por allí deja olvidado uno, sumarlos a los que dejas apoyados un momento y desaparecen, y que cada vez que te doblas, en vez de agacharte, y se produce un vaciado inmediato de todo el contenido del bolsillo del pijama, los bolígrafos empiezan a rodar escapando de su destino cruel y nunca… nunca… los recuperas todos, ¡siempre hay uno que logra escapar! Sumándolos todos, a mí me da una media de diez desapariciones al día. Hay controles de enfermería con carteles de «Se busca» como los del oeste, y un dibujo del boli en cuestión, pero nada. Me han contado que Iker Jiménez emitió un especial de Cuarto Milenio desde el control de enfermería de un hospital de Móstoles, pero lo único que encontraron fue una tapa de Bic rota, que ya os digo yo que no era de una enfermera, porque los bolis de tapa no triunfan en los hospitales.
Lo que sí triunfa y nunca falta en una esquina del control, es la maquinita de hacer electrocardiogramas. Pero mirad, el tema de los electros mejor lo dejamos, y es que hace unas semanas me invitaron a una boda y los novios me comentaron que querían un electrodoméstico. Total, que fui a su casa con la maquinita dispuesta a hacerles un electro a domicilio. No era eso.