No podría haber escrito esta novela sin la ayuda, la orientación y los consejos que me proporcionaron amablemente, entre otros, el comisario Bernat Baró, jefe de seguridad del Puerto de Barcelona; el jefe de la Comisaría General de Relaciones Institucionales Joan Miquel Capell; Santiago García-Milà; el subinspector subjefe del ABP de Santa Coloma de Gramenet Josep M.ª Masip; la agente Ariadna Mendoza; el inspector jefe del ABP de Santa Coloma de Gramenet Marcel Pazos; el cabo Rubén Pérez; el comisario jefe de la Comisaría General de Recursos Operativos Sergi Pla; el periodista Josep M.ª Ureta; el subinspector Lluís Vivancos, jefe de la Unidad de Subsuelo; el amigo Wang Fang; el comisario Carlos Yubero, del Cuerpo Nacional de Policía, y todos aquellos que me pidieron expresamente que no hiciera constar sus nombres. A todos ellos, gracias. Me ilustraron acerca de la realidad tanto como sabían. Las tergiversaciones, creaciones y recreaciones y fabulaciones son cosa mía.
Porque todo lo que cuento en esta novela es ficción, naturalmente. Todo parecido con la realidad es debido a mi esfuerzo desesperado por hacerla verosímil.