RENACIMIENTO
Domingo, 20 de mayo. La noche del robo
La piltrafa humana que surgió de las profundidades de la tierra en aquella plazuela próxima al Arco de Triunfo, bajo una lluvia incesante que mantenía la ciudad vacía de transeúntes, buscó a toda prisa y cargada de ansiedad una cabina telefónica. El móvil había quedado inservible después de la inmersión.
Mi cartera estaba hecha una mierda, así como la documentación y el dinero que llevaba en ella, pero el teléfono público aceptaba tarjetas de crédito y mi tarjeta de crédito funcionaba a la perfección. El timbre sonó tres veces antes de que mi madre respondiera con voz despierta, siempre alerta. No dormía.
—¿Sí?
—Madre. Soy Liang.
—¿Liang? —Casi un grito.
—Escúchame. Pon cuatro cosas en una maleta, un poco de ropa, un neceser…
—¿Qué pasa?
—¿Quieres callarte y escucharme? Te digo que metas cuatro cosas en una maleta, un poco de ropa, un neceser, lo que te haga falta. Coge la maleta que tiene ruedas. Dentro de un momento, vendrá un coche a buscarte. ¿Tienes dinero para un taxi?
—Pero dime qué…
—¿Tienes dinero para un taxi, madre?
—Sí.
—Pues te llamará por teléfono cuando esté abajo. Tú bajas y te metes en él. Ya sabrá dónde llevarte.
—Pero…
—¿Me has entendido bien?
—Sí.
—Pues haz lo que te digo.
A continuación, me puse en contacto con una cooperativa de taxis. Tenían que ir a buscar cuanto antes a la señora Liang Jie, a tal dirección de Santa Coloma, y llevarla a tal otra dirección de la Izquierda del Ensanche, en la calle Borrell, una peluquería.
Tercera llamada, a Lady Mami. Respondió Wang, el hombre corpulento y paciente que permanecía despierto por la noche, para garantizar un servicio de veinticuatro horas de finales felices.
—Soy Liang Huan. Necesito un favor. Mi madre va a llegar ahí de un momento a otro. Llévala a una habitación, o a la trastienda, o adonde sea que pueda acomodarse. Ahora iré yo y le daré a Lady Mami todas las explicaciones necesarias. Avísala. Es una emergencia.
A continuación, emprendí la larga caminata hacia mi casa, empapado en aguas fecales y haciendo recuento de mis recursos.
Tres fajos de billetes en los bolsillos interiores del impermeable. Y el contenido de mi cuenta corriente no estaba mal. Eso debería ser suficiente para subsistir unos días y preparar la siguiente fase de la operación.
Llegué a casa. No se veían chinos al acecho por los alrededores. Subí al piso. Mi madre ya no estaba. Comprobé que se había llevado la maleta de ruedas, con ropa y el neceser, lo que le había pedido. Llamé a la peluquería de Lady Mami. Respondió la china fatal en persona y me dijo que mi madre acababa de llegar. Le pedí por favor que me la cuidara. Que le dejara un rincón para dormir. Que yo iría en cuanto pudiera. Me duché.
Me acosté desnudo en la cama, para descansar un momento, solo un momento.
No había pasado nada.
De pronto, ya era el mediodía del lunes.