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DESAPARECIDA

Martes, 22 de mayo. Dos días después del robo

Cuando Cañas llega a su casa a primera hora del lunes, maldito lunes, 21 de mayo, empapado por la lluvia y agotado por la noche en blanco, Pilar está ya durmiendo, probablemente sedada por el Trankimazin. Él se acuesta, rendido y asqueado, y se despierta a media tarde, cuando ella ya no está. Se ducha, telefonea a Jefatura para asegurarse de que no le van a echar en falta, y en seguida llega Pilar y se ponen a discutir a gritos.

La mujer ha telefoneado al comisario Cendrós, de los Mossos, que ha tratado de tranquilizarla diciéndole que normalmente hay que esperar cuarenta y ocho horas antes de considerar desaparecida a una persona y empezar a buscarla. Cañas se atreve a hacerle notar que ella ya estaba histérica apenas dos horas después de que su hija Lorena se fuera dando un portazo. Pilar, fuera de sí, le replica que cómo iba a ponerse cuando su hija estaba en la calle bajo una tormenta espantosa, y que en todo caso ya se han cumplido las veinticuatro horas y Lorena no contesta al móvil ni da señales de vida. ¿Piensa esperar él, de verdad, a que pasen veinticuatro horas más? ¿No se le hace eterna e insoportable la espera? Y su tono da a entender que, si no se le hace eterna e insoportable la espera, solo puede ser porque es un padre desnaturalizado y despiadado.

Rompe a llorar a gritos y se encierra en el dormitorio, y Cañas considera que no sería nada adecuado correr tras ella para consolarla. No sería la primera vez que se ganara un arañazo.

Al día siguiente, martes 22 de mayo, dos días después del robo, se reconcilian. Cuando Cañas sale de casa, se despide de Pilar con un beso y la promesa de que moverá cielo y tierra para localizar a Lorena. Lleva en el bolsillo una lista de teléfonos de las amigas y compañeras de clase de la muchacha, y un montón de direcciones electrónicas obtenidas del ordenador. La tranquiliza contándole que le han relevado del operativo que estaba dirigiendo y eso le deja todo el tiempo libre. Los rumanos y el cobre pueden esperar.

Crece la angustia a lo largo del día porque nadie le da razón de su hija, y pasan las horas y las horas. Le pide ayuda a la inspectora Cati Olea: que se comunique con esas direcciones electrónicas preguntando por Lorena, que busque en Facebook y Twitter y demás lugares por donde se pierden los jóvenes.

A mediodía, cuando ha menguado la intensidad de la lluvia, le llega la noticia de que ha aparecido una mujer decapitada en el barrio de Sants. Piensa que se trata de un asesinato ritual, propio de bandas latinas o de alguna secta satánica. Un caso demasiado escabroso para los Mossos d’Esquadra. Cañas es de los policías veteranos que piensan que los Mossos no dan la talla para un caso semejante. Ve en ellos a un cuerpo de policía demasiado joven donde impera el idealismo y la obediencia ciega a las normas y a los derechos humanos. Suele decir: «Se creen que to er mundo e güeno y son demasiado escrupulosos en lo que se refiere a la proporcionalidad de la respuesta. Les falta cinismo». Se ha visto a mossos de uniforme soportando estoicamente una lapidación a base de huevos y pintura rosa frente a las puertas de la Generalitat, reprimiéndose de lanzarse sobre los desharrapados que estaban provocándolos porque a sus superiores no les parecía que una contundente y demoledora carga a porrazos fuese proporcional a una simple e inofensiva lluvia de huevos. El respeto por el uniforme y por el cuerpo de policía pasa a segundo término. Cuando habla con sus colegas del Cuerpo Nacional de Policía, Cañas suele decir: «¿Quién va a confiar en una policía así? Les falta mala leche para resolver un caso como este».

Al final de la jornada, Cati Olea le pasa un informe. Un amigo de Lorena la vio la noche del domingo en una discoteca de Sarrià, llamada Ámame, con los cabellos muy mojados, como si hubiera pasado un buen rato bajo el chaparrón, y enrollada con unos tipos mayores que ella, de mala catadura, riendo, bebiendo y fumando porros. El amigo se acercó a la chica y se ofreció para llevarla a casa en su coche, porque seguía lloviendo mucho, y ella lo envió a freír espárragos. Cati Olea ha citado al chico en comisaría, pero él le ha dicho que no puede ir hasta el día siguiente. Le ha pasado una descripción de los susodichos por correo electrónico. Cree recordar que eran tres y usaban coletas y melenas, tatuajes en los brazos, bien visibles en uno de ellos que solo se cubría el torso con un chaleco de cuero; pendientes y piercings, barbas o mandíbulas mal afeitadas.

Cañas se pone en contacto con el comisario Cendrós, que le ha prometido que enviaría a dos de sus hombres a la discoteca Ámame esta misma noche y que ya le dirá algo.

Mientras cena con Pilar, en las noticias de La 1 cuentan el suceso de la decapitada de Sants. Ya la han identificado. Esperanza Carrión. De momento, este nombre no le sugiere nada.