La llamo capitán América…
La conocí en USA.
Su carácter es endiablado, pero tiene un corazón de oro macizo.
Su dureza se debe, en parte, a los horribles catorce años que pasó en las cárceles castristas.
Durante ese tiempo, América vivió una experiencia para la que no tiene explicación.
Así quedó registrado en mi grabadora:
—Mi mamá se llamaba Elisa Carballo…
»Era una dama muy espiritual…
»Yo fui encarcelada en enero de 1964 por conspirar contra el régimen de Castro…
»Chico —y me fulminó con la mirada—, estos datos son importantes para comprender lo que pasó…
Asentí. Y puse los cinco sentidos en las fechas dictadas por el capitán América.
—La vi viva, por última vez, el día de las Madres de ese año 1964…
»Yo me hallaba en el reclusorio nacional de mujeres, en Guanajay, en la provincia de Pinar del Río…
»En total, 4.000 presas…
»Y recuerdo que a mediados de mayo de 1965 alguien me trajo un regalo: cinco cajetillas de tabaco…
»Fueron los cigarrillos más importantes de mi vida…
»Los envió mi madre…
«La carátula de cada cajetilla aparecía firmada y con una dedicatoria: “Para América”…
»Los firmó mi madre…
»Yo los llamaba los “intocables”…
»Era el único recuerdo de mi madre. No tenía nada más…
»Y juré conservarlos. No los fumaría jamás…
»Dos meses antes de la muerte de mi madre, es decir, en abril de 1965, me trasladaron de pabellón…
»Era un lugar de máxima seguridad…
»Allí no tenía derecho a los cigarrillos habituales que proporcionaba la guarnición ni tampoco a visitas…
»Era una celda de tres metros por dos en la que convivíamos tres y cuatro prisioneras…
»Un sitio horrible…
»Y llegó el 4 de junio…
Pregunté, tímidamente:
—¿1965?
El capitán América me observó en silencio. Leí su pensamiento: «Este español es tonto…».
—Claro, chico…
Y continuó:
—Ese día, 4 de junio de 1965, murió mi madre…
»Aquellos malparidos castristas me trasladaron a la ciudad de Matanzas y permitieron que asistiera al velorio durante tres horas…
»Eso fue todo…
»Después me regresaron a la cárcel…
»Llegué destrozada…
»Y cometí un error…
»Terminé incumpliendo la promesa que le hice a mami…
»Examiné la jaba (bolsa) y encontré los “intocables”…
»Empecé a fumarlos allí mismo…
»Cada cajetilla duró cuatro o cinco días. Para el 20 de junio, si no recuerdo mal, había terminado…
»Fueron veinte días de calvario…
»Cada vez que fumaba me acordaba de mi madre y de la promesa incumplida…
»Pues bien, la vida siguió y en el mes de julio…
América hizo una pausa y me contempló, expectante.
Entendí y repliqué:
—1965…
Asintió y prosiguió:
—En julio de 1965 recibí la visita de mi hermana Andrea. Ella vivía en Matanzas, en la calle San Severino, esquina con Zaragoza…
»Y contó algo increíble…
»Teníamos una vecina. Se llamaba Nati. Éramos muy buenas amigas…
»Nati vivía en otra cuadra…
»Ella me pelaba…
»Pues bien, días después de la muerte de mi madre…
El capitán América volvió a mirarme y esperó.
Me apresuré a contestar:
—El 4 de junio de 1965…
Se dio por satisfecha y prosiguió:
—Días después de ese 4 de junio, Nati tuvo un sueño. Fue un extraño sueño…
»Nati contó lo siguiente: Ella y Roberto, su marido, estaban en el sueño en el parque de la Libertad, en Matanzas…
»Se disponían a tomar un bus que los llevara a Pinar del Río…
»Allí, como sabes, está la prisión de mujeres…
»Y, de pronto, en el sueño, se presentó Elisa, mi madre…
»Y preguntó:
»—¿Tú vas para Pinar del Río?
»—Sí —respondió Nati—. ¿Qué desea, Elisa?
»Y mami explicó:
»—Quiero pedirte un favor… Que tú le hagas llegar a mi hija este paquetico.
»Nati tomó el paquete y contestó:
»—Claro, Elisa, cómo no… Con mucho gusto.
»Y mi madre añadió:
»—Dile que la quiero mucho…
»Se montaron en la guagua y Nati le dijo a su marido:
»—Yo lo voy a abrir porque ella (América) está presa… Yo no sé si esto puede traer complicaciones…
»Y Nati, en el sueño, abrió el paquetico…
Noté que el capitán América se emocionaba.
—¡Eran cinco cajetillas de cigarrillos!…
—¿La misma marca que los «intocables»?
—Idéntica.
—¿Alguien de tu familia, o Nati, sabían que, según tú, habías incumplido la promesa hecha a tu madre?
—Nadie lo sabía.
—¿Y cómo interpretas el sueño de Nati?
—Como un aviso del cielo… Al oírlo rompí a llorar. Mi hermana no sabía por qué. Era un mensaje de mi madre. Un mensaje profundo y espiritual. Ella quiso dar a entender que no debía preocuparme por esa nimiedad de la promesa incumplida. Lo importante es que está viva y me quiere.