La primera vez que tuve noticia de esta historia fue hace mucho, muchísimo…
La leí en la revista Enigmas.
Años después, el 27 de septiembre de 2003, de visita en Cantabria (España), Mariano Fernández Urresti, veterano investigador y mejor persona, autor del reportaje de Enigmas, volvió a comentarme el suceso.
La historia, básicamente, es la siguiente:
Visité varias veces a aquellos monjes —cuenta Mariano— y allí conocí al hermano Rafael…
Era un otoño diferente en Cantabria. No llovía…
El mes de septiembre de 1989 se recordará por la sequía que padeció la región…
Pero aquel día 29 de septiembre será también recordado por otro motivo…
El amigo Rafael es amigo de quien esto escribe. Le conocí por casualidad cuando visitaba su comunidad…
El motivo de mi visita era ajeno a lo que después me contaría…
Los monjes se dedican a la oración y al trabajo…
Rafael, natural de Alicante, es monje desde hace veintiocho años…
La tranquilidad del monasterio se quebró aquel mes de septiembre…
La oficina en la que trabajaba el hermano Rafael recibió una serie de llamadas telefónicas de origen misterioso…
—Al descolgar el auricular se sentía la presencia de alguien al otro lado. —Eso refirió el hermano Rafael…
Incluso se escuchaba cómo colgaban el aparato…
Los hermanos preguntaban, pero nadie respondía…
Esto ocurrió por la mañana y por la tarde…
Y así durante varios días…
Fue la comidilla del convento…
Y llegó el día 29 de septiembre…
Anochecía cuando sonó el teléfono una vez más…
Respondió el hermano Rafael y escuchó una voz metálica y lejana…
Parecía la voz de los que han sido intervenidos quirúrgicamente de la laringe…
Y la «voz» se identificó. Dijo ser el abuelo y felicitó al hermano Rafael…
La voz, según Rafael, era la de su padre, fallecido años antes…
Al padre le llamaban «abuelo»…
—No cabe duda —manifestó el hermano Rafael—. Era mi padre…
Y todos creyeron entender el motivo de las misteriosas llamadas telefónicas…
El padre de Rafael —el abuelo— falleció un 12 de septiembre. Incomprensiblemente, la fecha había sido olvidada por el religioso…
—Mi padre —dijo Rafael— quiso recordármelo…
En noviembre de 2012, con las pistas proporcionadas por Mariano, me trasladé a la abadía cisterciense de Cóbreces, en Cantabria. Deseaba saber si el hermano Rafael continuaba en el mundo de los vivos.
¡Sorpresa!
El monje —Rafael Mira—, de setenta y ocho años, estaba vivo…
Nos recibió y confirmó lo expuesto en la revista Enigmas, añadiendo algunos detalles nuevos.
Por ejemplo:
Ese día le tocaba trabajar en la quesería de la abadía…
Los monjes se turnaban en el trabajo…
Bajó por la tarde para recoger el dinero de la recaudación…
Fue entonces cuando vio la luz roja del teléfono…
Descolgó el aparato y preguntó: «¿Diga?»…
Y alguien respondió: «Soy yo, el abuelo…».
Era una voz ronca, como operado de la garganta…
El hermano Rafael se asustó…
La «voz» continuó hablando, pero Rafael no entendió…
Huyó y se lo contó al abad…
El padre de Rafael —Luis Mira Chinchilla— había fallecido el 12 de septiembre de 1985. Está sepultado en Almoradí (Alicante). Tenía ochenta y un años de edad.
La llamada, por tanto, se produjo cuatro años después del fallecimiento.