Coincidí con Emanuela Spinetta el 4 de noviembre de 2000. Era una alta ejecutiva de la Editorial Planeta. Trabajamos juntos un tiempo.
En cierta ocasión, en un alto en el rodaje de la serie Planeta encantado, Emanuela me contó lo siguiente:
Sucedió en Mónaco…
Todavía estoy asustada…
Yo tenía un novio. Se llama Máximo…
Una mañana lo vi por la calle…
Yo me dirigía a la peluquería…
Caminaba por la acera de enfrente, a cosa de ocho o diez metros, y en dirección contraria a la mía…
Lo llamé:
—¡Máximo… Máximo!…
Pero no me miró…
Vestía camisa blanca, con un cuello ancho, pantalón, también blanco, y unas zapatillas con los cordones sueltos…
Quedé perpleja…
Siguió su camino, con la vista fija…
Esa misma mañana, mi madre también lo vio, pero en un supermercado. Lo llamó, pero tampoco respondió…
Por la tarde, cuando me reuní con Máximo, dijo que había permanecido todo el día en la oficina. Además vestía de azul…
Y Emanuela aclaró:
Máximo tuvo un hermano gemelo, pero falleció años antes…
Estoy segura: a quien vi por la calle fue al gemelo muerto…