Cab sorbió con una pajita el café con leche y hielo del Starbucks, mientras observaba a Tresa Fischer y Troy Geier desde el otro lado del cristal de la sala de interrogatorios. Era domingo, a última hora de la tarde, y en el edificio de la policía en Riverside hacía un calor bochornoso, como siempre. El abogado que había permanecido con los adolescentes casi todo el día se había marchado hacía diez minutos, dejándolos solos. A Cab le habían informado de que el avión de Delia Fischer, la madre de Glory, ya había aterrizado en el aeropuerto de Fort Myers, y el policía quería sentarse con los dos chicos por separado antes de que ella llegara. Sabía que en cuanto la madre de la víctima estuviera en el edificio, ambos serían más cautos en sus respuestas.
Se llevo el café a la sala de interrogatorios, donde Tresa y Troy esperaban en silencio, ignorándose mutuamente. Ella estaba sentada a la mesa y bebía una lata de Sprite Light. Troy, un chico rollizo de dieciséis años, estaba tomando un refresco y permanecía de pie, apoyado en la pared. Cab percibió la hostilidad del silencio que reinaba entre ellos. No eran amigos.
—Tu madre está en camino —informó a Tresa—. Llegará aproximadamente dentro de una hora.
La noticia no pareció alegrarla. Cab suponía que la chica tendría que enfrentarse a la culpa y la vergüenza cuando Delia llegara; como hermana mayor, había fallado. «Te confié a Glory, y ahora está muerta».
—Troy, voy a pedirte que esperes fuera —le dijo Cab—. Aunque no te alejes mucho, porque también quiero hablar contigo. Pídele a uno de los agentes que te traiga unas patatas o un bocata si tienes hambre.
Troy gruñó y se apartó de la pared, dejó la botella vacía de refresco y salió de la habitación sin decir palabra. Tresa le siguió con la mirada, y Cab pensó que no se había equivocado con su primera impresión. A Tresa no le gustaba el novio de su hermana.
Se sentó al otro lado de la mesa, frente a ella, y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Aunque tenía diecinueve años, Tresa conservaba un aire de ingenuidad que la hacía parecer más joven de lo que era. Era extremadamente delgada para su estatura, lo que indujo a Cab a preguntarse si padecía algún trastorno alimentario. Jugueteaba con los mechones de su melena lisa y pelirroja enrollándolos entre sus dedos, mientras contemplaba la mesa con una mirada vacía. Sus hermosos ojos azules estaban hinchados y rojos, y en su cara podían apreciarse las marcas de las lágrimas. Antes, al hablar con ella, a Cab le había parecido dolorosamente tímida, una solitaria sin un grupo de amigos que la apoyara. Él se había ofrecido a pedir a alguna de las bailarinas de River Falls que se quedara con ella, pero Tresa no le había proporcionado un solo nombre. Asimismo, por sus respuestas que dio sobre su familia, resultaba obvio que su hermana Glory recibía la mayor parte de la atención de la madre. Habían dejado que Tresa, una joven con grandes dotes artísticas y muy inteligente, viviera en su propio mundo.
—Ya sé que ha sido un día muy largo —rompió el hielo Cab—. Te agradezco tu paciencia. Probablemente pienses que preguntamos las mismas cosas una y otra vez, y ¿sabes qué? Es cierto. Pero por lo general, así es como encontramos los detalles que nos ayudan a reconstruir lo que ocurrió.
—¿Tienen alguna idea de quién le ha hecho esto a Glory? —quiso saber Tresa. Su tono de voz era apenas más alto que un susurro.
—Ojalá pudiera decirte que sí, pero no, todavía no —admitió Cab—. Ahora me gustaría asegurarme que no se nos ha pasado nada importante, ¿de acuerdo?
Tresa asintió sin entusiasmo.
—Vale.
—Entre el lunes y el martes viniste desde River Falls con el autocar universitario y el resto del equipo, ¿es correcto? Y Troy y Glory viajaron hasta aquí en coche desde Door County entre el miércoles y el jueves.
—Sí. Se turnaron para conducir e hicieron el trayecto de un tirón —contestó Tresa—. Llegaron aquí el jueves, alrededor de las diez de la mañana.
—¿Vino alguien más con ellos desde Door County?
—No.
—¿Troy y Glory durmieron en tu habitación?
—Ja, ja. —Y añadió enseguida, como si su madre ya estuviera escuchando—: Glory y yo compartimos la cama, y Troy dormía en el sofá.
Cab notó la inquietud de la chica. Estaba ocultando algo, y no se le daba muy bien.
—Tresa, tengo que saber quién era tu hermana, aunque haya cosas que no sean muy buenas. ¿Lo entiendes?
Ella entornó los ojos.
—¿Qué quiere decir?
—Quiero decir que las adolescentes hacen cosas que no siempre les cuentan a sus padres. A mí eso me da igual; sólo necesito saber si Glory se había metido en algún lío que le pudiera ocasionar problemas.
—Sí, ya lo entiendo.
—Así que no me importa quién durmió en esa cama, pero me gustaría saber si Glory y Troy mantuvieron relaciones mientras estaban allí.
Tresa vaciló.
—¿Qué más da eso?
—Tal vez nada —admitió Cab—, pero tengo que hacerme una imagen general.
—Vale, sí.
—¿Lo sabes con seguridad?
—Sí, un día volví de un ensayo y estaban juntos en la cama. —Su tono revelaba que estaba contrariada y triste.
—Parece como si no lo aprobaras —comentó Cab.
—No era asunto mío.
—¿No te gustaba la idea de que tu hermana pequeña practicara el sexo, o lo que no te gustaba es que lo hiciera con Troy?
Tresa se encogió de hombros. Ni siquiera su dolor podía contrarrestar años de rivalidad entre hermanas.
—Glory ha practicado el sexo desde que tenía trece años.
—¿Con Troy?
—No, Troy sólo es el último.
—¿Y qué me dices de drogas? —preguntó Cab.
—Sí, a Glory le gustaba fumar hierba. A ella, a mí no. A mí no me va.
—De acuerdo. ¿Qué hay de esta semana? ¿Glory consumió drogas mientras estaba aquí?
Tresa asintió.
—Troy y ella pillaron algo de marihuana en el camino. Le pedí que no fumara en la habitación; no quería meterme en problemas. Pero la olí. Le dije a Troy que se deshiciera de ella, pero no sé si lo hizo.
—No te gusta, ¿verdad?
—¿Quién, Troy? No está mal, sólo es tonto. Es un estúpido perrito faldero, y a Glory le gustaba tirar de la correa.
—¿Iban en serio?
—Él creía que sí, pero yo diría que ella no.
—¿Viste a Glory con alguien más mientras estaba en el hotel? ¿Se enrolló con algún otro chico?
—No que yo sepa, pero no me extrañaría. —Tresa bajó la vista con un gesto culpable—. No debería hablar así. Lo siento. Debe de pensar que soy una hermana de mierda.
—No, no lo pienso. Te he pedido que seas sincera conmigo.
Tresa asintió y se secó la nariz con el dorso de la mano.
—¿Troy se habría puesto celoso si la hubiera visto ligando con alguien? —continuó Cab.
—¿Quiere decir si él le habría hecho daño? No lo creo. Troy es muy grande, pero es un cobarde. Todo el mundo le trata fatal.
A Cab le pareció un comentario interesante. En su experiencia, cuando el cántaro iba demasiado a la fuente, acababa por romperse.
—Esta mañana, cuando te levantaste y no viste a Glory en la cama, ¿estaba Troy en la habitación?
—Sí, estaba durmiendo la mona en el sofá, roncando.
—¿Estuvo ahí toda la noche?
—Por lo que yo sé, sí.
—¿Es posible que saliera y volviera a entrar sin despertarte?
—No lo sé. Supongo. No creo que lo hiciera, pero no puedo estar segura.
—Empecemos por el sábado por la noche y vayamos retrocediendo, ¿de acuerdo? Sé que lo hemos repasado antes, pero ya queda poco. ¿Estaba Glory en la habitación cuando te fuiste a dormir?
Tresa suspiró.
—No. La última vez que la vi el sábado estaba bañándose en la piscina del hotel, alrededor de las nueve. Yo me fui a la habitación a leer, y Troy vino al cabo de media hora, solo, porque quería ver una peli en HBO. Me quedé dormida alrededor de las once, y Glory aún no había vuelto. Troy hacía rato que dormía frente al televisor.
—¿Te preocupaba que Glory aún no hubiera regresado?
—No. Glory sale a menudo hasta tarde.
—¿Estaba con alguien en la piscina?
—No mientras yo estuve ahí. Había algunas chicas de varios equipos en el agua, y también chicos. Glory no conocía a nadie, pero no sé lo que ocurrió después de que me marchara.
Cab asintió. Seguían tratando de identificar al resto de jóvenes que se habían bañado en la piscina el sábado por la noche, pero sin suerte hasta ahora.
—Antes me has dicho que ese día Glory se comportaba de forma extraña.
—Supongo que sí. Sí.
—¿Puedes volver a describírmelo?
Tresa se frotó los ojos con ambas manos, luchando contra el cansancio.
—Parecía disgustada. Un poco enfadada, también; se pasó el día metiéndose con Troy. En realidad no le presté mucha atención. Yo también estaba disgustada, porque durante la actuación del viernes había cometido un fallo, así que no tenía ganas de hablar con nadie. No sé, me imaginé que le fastidiaba tener que volver a casa. Adiós a la soleada Florida, bienvenido al gélido Wisconsin.
—¿Te contó lo que la preocupaba?
—Glory no haría algo así.
—¿Qué hay del viernes? ¿Cómo la viste?
—Durante el día, bien.
—¿Y por la noche?
Tresa meneó la cabeza.
—No lo sé. No la vi. Bueno, la vi justo después de cagarla en el campeonato, pero yo no tenía ganas de hablar. Me dio un abrazo, pero yo sólo pensaba en largarme de ahí. No sé lo que hizo ella. Bajé a la playa sola y no volví a la habitación hasta muy tarde. Glory ya estaba en la cama.
—¿Troy fue con Glory a ver tu actuación el viernes por la noche?
—¿Troy? ¿En un espectáculo de baile femenino? Ni de coña.
—¿Dónde estaba?
—En la habitación, me imagino.
—He hablado con un empleado del hotel que vio a Glory en el centro de eventos el viernes por la noche —le contó Cab—. Dice que pasó corriendo a su lado; estaba llorando y se la veía asustada. ¿Tienes idea de por qué?
—Ya le he dicho que no —insistió Tresa. Se estrujó la holgada camiseta en un puño y los ojos se le llenaron otra vez de lágrimas—. ¿No cree que si supiera lo que ha ocurrido se lo habría explicado? Cuando la dejé, ella estaba bien. La que estaba mal era yo.
Cab echó la silla hacia atrás, estiró sus largas piernas y cruzó las manos en la nuca. Observó a la chica que tenía enfrente, y pensó en el caos, las inseguridades, los miedos, los celos, la mezquindad y los traumas de ser joven. Había tantos rasguños y cortes que penetraban en lo más hondo a pesar de ser superficiales… y dejaban cicatrices que años después aún seguían ahí. Para él, Tresa parecía la típica adolescente, jodida de todas las maneras típicas, pero las apariencias a veces engañaban.
Volvió a apoyar los brazos en la mesa y se inclinó hacia delante.
—Háblame de Mark Bradley —le pidió.
Tresa se echó hacia atrás con un gesto de sorpresa.
—¿Qué pasa con él? ¿De qué lo conoce?
—Eso no importa.
—Troy se lo ha contado, ¿verdad? Estúpido gilipollas.
—Sé que Mark Bradley y su mujer se han alojado en el hotel esta semana. Y sé que él y tú tuvisteis una historia.
Tresa empujó la silla hacia atrás, aumentando la distancia física entre ambos.
—Eso fue un malentendido.
—Era profesor y fue acusado de tener una aventura con una estudiante de diecisiete años.
—¡No ocurrió así! —replicó Tresa—. Dios, son todos tan estúpidos. Nadie quiso escucharme. Nadie me creyó.
—Él perdió el trabajo.
—Sí, ¡y fue culpa mía!
—¿Estás enamorada de él?
Tresa se ruborizó y empezó a juguetear de nuevo con su pelo.
—Eso no es asunto suyo.
—El señor Bradley estaba presente durante tu actuación del viernes por la noche, ¿no es así? ¿Por eso no lo hiciste bien? ¿Te pusiste nerviosa porque él estaba allí?
—Me equivoqué. Me pudo la presión. Eso es todo.
—¿Qué relación tenía el señor Bradley con Glory? —quiso saber Cab.
—Ninguna. No había ninguna relación.
—¿Glory creía que el señor Bradley y tú tenías una aventura?
—¡No! Ésa era mi madre. Todo esto fue una estúpida idea suya.
—¿Habéis tenido Glory o tú algún contacto con el señor Bradley esta semana? ¿O con su mujer?
Tresa sacudió la cabeza con decisión.
—No. Ni siquiera sabía que estaba aquí hasta que lo vi el viernes, y no hablamos.
—¿Le estás protegiendo? —preguntó Cab.
—¿De qué? Él no ha hecho nada. —Entornó los ojos y bajó la vista a su regazo—. ¿Hemos terminado? Tengo que ir a buscar a mi madre.
—Claro. Lo entiendo. Puedes irte.
Cab la observó mientras ella recogía todos los kleenex usados y se los metía en el puño, antes de abandonar la habitación. Su rostro era como una máscara. De todos modos, Cab sabía que había llegado a un callejón sin salida con ella. Tresa se había aislado. Lo que le frustraba era que seguía sin saber nada de Mark Bradley, y no tenía ninguna prueba contra él, sólo rumores.
Era un enigma. ¿Se trataba de un acosador furioso con predilección por las adolescentes y las víctimas inocentes?
Tal vez Glory Fischer, sexualmente promiscua, borracha, se había encontrado con Mark Bradley en la playa el sábado por la noche. Tal vez fue por casualidad o tal vez era una cita acordada.
Tal vez.
Y si Glory se encontró con él, ¿qué ocurrió después?