Capítulo 55

Sentado cerca de la pared del auditorio del instituto, en una silla plegable, Chris bebía limonada de un vaso de plástico de la Cruz Roja y se comía una galleta de mantequilla. Los catres y los sacos de dormir tapizaban el suelo del gimnasio formando ordenadas filas y toda la escuela olía a operación de rescate. En los camiones se hervían a fuego lento grandes ollas de pasta con salsa de tomate, mientras que los inodoros portátiles se alineaban en el campo de fútbol como si fueran animadoras. El olor corporal y a sudor de la gente que abarrotaba el reducido espacio flotaba en el aire, pero a nadie parecía importarle, nadie protestaba. Barron y St. Croix se habían convertido en un solo pueblo de supervivientes. El enfrentamiento había terminado.

Habían pasado tres días desde la inundación y las aguas retrocedían lentamente. Chris esperaba ver una paloma con una rama de olivo en el pico, como señal de que por fin iban a encontrar tierra. Sin embargo, el verdadero alcance de la devastación quedó claro con la estela que el agua había dejado tras de sí: casas y edificios reducidos a escombros, borrados del paisaje; carreteras hundidas quince centímetros en el barro y cientos de familias evacuadas. A pesar de las pérdidas, nadie había considerado la posibilidad de rendirse o abandonar. En el Medio Oeste uno rezaba, se encogía de hombros y luego se ponía a trabajar.

Chris contempló a Hannah y a Olivia. La primera iba de familia en familia comprobando su estado de salud y señalando los servicios de ayuda disponibles. Olivia, con el pie escayolado y un par de muletas, se las apañaba para jugar con los niños refugiados en el gimnasio pasándoles una pelota de playa, todos dispuestos en un gran círculo. Por su parte, Glenn Magnus se movía entre la gente ofreciendo consuelo a quienes lo habían perdido todo.

Para los supervivientes reunidos en el gimnasio, haberlo perdido todo no era una mala cosa. El milagro consistía en que las pérdidas se hubieran limitado a las casas, las posesiones, los recuerdos y el trabajo. Florian estaba muerto. Marco estaba muerto. Lenny estaba muerto. El resto habían escapado con vida.

—Señor Hawk.

Chris vio a Michael Altman de pie frente a él. Le costó reconocer al fiscal del condado, vestido con un grueso jersey de lana y unos pantalones de pana, en lugar de su habitual e impecable traje. Tampoco llevaba el Fedora calado en la cabeza, y su pelo entrecano necesitaba que le pasaran un peine.

—Señor Altman —lo saludó.

El fiscal se sentó a su lado con las manos apoyadas en las rodillas y siguió la mirada de Chris hacia su exmujer y su hija, que se movían por el auditorio.

—Me tranquiliza ver que su familia y usted están a salvo —comentó.

—Gracias.

—Por lo que parece, Johan Magnus se está recuperando en un hospital de Granite Falls.

—Así es. Cuando Olivia no está aquí, es que está allí.

—He estado observando a su mujer y a su hija. Parecen tener una energía inagotable; han ayudado a mucha gente.

—Ellas y los voluntarios que lo han dejado todo para venir aquí desde todas partes del país. Eso hace revivir mi fe en la naturaleza humana.

—La mía también.

—Lo siento por Marco Piva —admitió Chris—. Me gustaba de verdad. Me horroriza lo que ha hecho, pero no consigo odiarle. La pérdida de alguien a quien amas puede devorarte el alma.

—Hablando de Marco… —murmuró Altman.

Chris frunció el ceño. Sabía lo que venía a continuación; llevaba pensando en ello desde la inundación. Desde que descubrió que el hombre que se escondía tras Aquarius era Marco Piva, supo que el asunto no había terminado.

—Tengo un problema —continuó el fiscal.

—Sí, lo sé.

—Me resisto a sacar el tema en las actuales circunstancias, pero considero que debo discutirlo con usted. A pesar de lo ocurrido. El desastre no anula el hecho de que se cometió un asesinato.

—Es cierto.

Altman pareció alegrarse de que Chris no se enfrentara a él, aunque su rostro seguía expresando un gesto de incomodidad.

—Estaba dispuesto a creer que Aquarius había asesinado a Ashlynn Steele —prosiguió el fiscal—, ya fuera porque formaba parte de su venganza contra Florian o porque Ashlynn hubiera descubierto su identidad mientras husmeaba en los asuntos de Vernon Clay y Lucia Causey. Creía de verdad que la muerte de la chica se había producido en circunstancias distintas a las que pensaba en un principio.

—Yo también lo creía —convino Chris.

—Sin embargo, entonces no sabíamos que Marco Piva era Aquarius.

—No.

—Marco no mató a Ashlynn —afirmó Altman—. Es consciente de ello, ¿verdad?

Chris no respondió. Sabía que estaba en lo cierto. Sabía que Marco era, al menos, inocente de esa muerte. De algún modo, eso le alegraba. Aunque Marco hubiera destruido los pueblos de Barron y St. Croix, aunque hubiera hecho volar por los aires a Florian Steele y acabado consigo mismo, no era lo bastante frío ni cruel para mirar a los ojos a una hermosa muchacha y meterle una bala en la cabeza. No era esa clase de hombre.

—Johan estuvo con Marco en el motel hasta pasada la medianoche del viernes en que mataron a Ashlynn —explicó Altman—. Se marchó tras la llegada de un fontanero, y he localizado al fontanero de Barron que recibió la llamada. Ha confirmado que se pasó casi toda la noche trabajando con Marco en las cañerías de la habitación del motel. Y por lo que sé, también bebiendo Chianti.

—Eso parece muy propio de Marco.

—Sabe adónde quiero llegar, ¿verdad?

—Eso creo —confirmó Chris.

—Todo eso significa que estamos de nuevo en el punto de partida. Sigue habiendo sólo dos explicaciones para el asesinato de Ashlynn. No me gusta ninguna de las dos, pero sólo cabe pensar que Olivia asesinó a Ashlynn, como parece desde el principio, o bien que lo hizo Johan Magnus.

—Lenny Watson estuvo esa noche en el pueblo fantasma —observó Chris—. Estaba siguiendo a Olivia y la vio marcharse. Y Ashlynn seguía con vida.

—Por desgracia, Lenny está muerto —señaló Altman—. No puede contarnos lo que vio.

—Lo sé. ¿Qué me dice del asesinato de Kirk Watson? En ambos crímenes se utilizó la misma pistola. ¿Cómo explica eso?

—Sabe que no puedo descartar la posibilidad de que Olivia matara a Kirk —dijo Altman—. Sin duda, tenía un motivo para hacerlo. O también es posible que le entregara la pistola a Johan para que lo hiciera en su lugar.

—O bien Johan tuvo la pistola todo el tiempo, porque se la había llevado del pueblo fantasma esa noche —argumentó Chris—. ¿No?

—Sí, eso también es posible. No he dicho que haya tomado una decisión respecto a lo que ocurrió en realidad. Llevaremos a cabo algunas pruebas forenses, y espero que arrojen algo de luz sobre todo este asunto. Sólo he pensado que debería usted saber que no voy a abandonar el caso. Es mi trabajo. No voy a dejar que el asesinato de una niña quede impune.

—Nunca he pensado que fuera a hacerlo —replicó Chris.

Apoyó la espalda en el muro del gimnasio y cerró los ojos. Estaba cansado.

—Por supuesto, todo este asunto nos llevará meses —observó Altman—. Extraoficialmente, le diré que es posible que no llegue a ninguna parte. Puedo valorar las dudas razonables tan bien como cualquier jurado, y tiene mi palabra de que no llevaré el caso a juicio a menos que crea que las pruebas son concluyentes.

Chris abrió los ojos.

—¿Ha hablado con Julia Steele después de la inundación?

—¿Julia? No. ¿Por qué?

—Yo sí lo he hecho —desveló Chris.

Altman aguardó en silencio, confundido. Chris distinguió la expectación en sus ojos.

—Usted siempre ha sido sincero y abierto conmigo, señor Altman, y se lo agradezco. Los votantes de esta zona han puesto a un hombre decente en el cargo. Sin embargo, en este caso se equivoca. Olivia no mató a Ashlynn, y Johan tampoco. No eran más que tres adolescentes atrapados en un triángulo amoroso.

—En la adolescencia, las emociones pueden resultar abrumadoras.

—Así es, pero ésa no es la razón por la que mataron a Ashlynn.

—Me gustaría creerle, Chris, de verdad, pero las pruebas no apuntan en ninguna otra dirección. Marco no lo hizo, así que Olivia o bien Johan tuvieron que apretar el gatillo. Nadie más sabía dónde estaba Ashlynn.

Chris negó con la cabeza.

—Se equivoca. Alguien más lo sabía.

Altman pensó en ello.

—De acuerdo, Tanya Swenson también lo sabía.

—Así es —dijo Chris—. Esa noche llamó a Olivia desde su casa y hablaron de Ashlynn, sola en el pueblo fantasma. Sola y viva. Tanya lo sabía.