—¿Mató mi hijo a Kirk Watson? —preguntó Glenn Magnus en voz baja—. Dime la verdad, Chris.
—Él dice que no.
—Ya sé lo que dice. Y lo que la policía me ha contado. Lo que quiero saber es qué piensas tú.
Chris dirigió una mirada hacia el porche, donde Hannah estaba sentada con Olivia mientras Johan permanecía escondido dentro de la casa. No podían oírles, pero vio que Olivia les miraba y que sus ojos le suplicaban ayuda. Había echado de menos esa sensación, que lo buscara como hacía de niña. Había creído que nunca volvería a experimentarla. Su hija le necesitaba. Había crecido, pero aún le necesitaba.
A lo largo de la noche, había hablado con Olivia y con Johan por separado. Sus historias coincidían. No creía que mintieran.
—Johan admite que fue allí a matar a Kirk —explicó—, pero antes de llegar a la casa oyó disparos cerca del río. Se acercó para ver qué ocurría y encontró el cuerpo de Kirk. Dice que oyó pasos que se alejaban corriendo en la dirección opuesta.
—¿Qué hay del arma? Era la misma con la que mataron a Ashlynn, ¿verdad?
—Eso parece.
—No he dudado de Johan en mi vida —dijo el pastor—, pero es difícil saber qué pensar. Después de que mataran a Ashlynn, había sangre en su ropa. Y ahora también.
Ambos hombres estaban de pie en la calle, frente a frente. El pastor parecía conmocionado.
—Ha sido sincero al revelar sus intenciones —señaló Chris—. Y también ha reconocido que intentó conseguir una pistola a través de Tanya. Si ya tenía una, ¿para qué se habría molestado en llamarla? Creo que, si Johan hubiera matado a Kirk, lo habría dicho. Estaría orgulloso de ello.
—Eso también me asusta. Si no lo hizo, es sólo porque alguien se le adelantó.
Chris se acordó de sí mismo rondando la casa de Kirk. Todos, uno a uno, se habían enfrentado al diablo.
—No necesariamente.
—Tú mismo has dicho que tenía la intención de asesinarlo.
—Una cosa es pensarlo, Glenn, y otra muy distinta hacerlo. Es mucho más difícil de lo que la gente cree.
—La policía quiere interrogarlo.
—Lo sé. Consigue primero un abogado. Mientras tanto, no dejes que diga nada ni que conteste ninguna pregunta. Olivia dice que Johan no llevaba guantes. Si no blandió la pala y no tocó la pistola, no encontrarán huellas dactilares. Si no estuvo allí, no encontrarán nada que demuestre lo contrario.
—Por otra parte, si está mintiendo, lo descubrirán.
—Es probable.
Magnus alzó la vista al cielo y Chris se preguntó si estaba discutiendo con Dios. Si había alguien que tuviera razones para cuestionarse su fe, ése era Glenn Magnus, quien ya había perdido a su mujer y a su hija. Y ahora su hijo también estaba en peligro.
—Si no fue Johan, está claro que había alguien que iba tras de Kirk —señaló el pastor.
—Olivia dice que alguien había registrado la casa —explicó Chris—. Quienquiera que le matara estaba buscando algo.
—¿Qué crees que era?
—No lo sé, pero apostaría a que el asesino no lo encontró. Si uno encuentra lo que busca, deja de buscar. Creo que, quienquiera que fuese, vio que Kirk salía y registró la casa. Al no encontrar lo que buscaba, fue tras él y lo mató; entonces apareció Johan y tuvo que huir.
—Si es algo por lo que merece la pena matar, alguien más podría estar en peligro.
—Johan ya está en peligro —observó Chris—. Mantente alerta por si aparece Lenny Watson. Tras la muerte de su hermano, busca venganza. La guerra no ha terminado.
—Lenny no es un monstruo como Kirk.
—No, pero está desesperado. Es imposible saber qué hará.
Chris oyó música en la distancia y cayó en la cuenta de que era el móvil de Hannah, que sonaba en el porche. La vio contestar y, unos segundos después, su exmujer se apresuró hacia ellos. Al ver la cara del pastor, Chris reparó en que tenían algo en común: ambos amaban a Hannah.
—¿Quién era? —quiso saber Chris.
—Una mujer con la que he trabajado en el centro —contestó Hannah—. Es técnica en primeros auxilios, en Barron. Ha respondido una llamada del número de emergencias y ha pensado que yo querría saberlo. Ha habido un tiroteo.
Chris encontró a Michael Altman en las remotas instalaciones del U-Stor, a las afueras de Barron. La ambulancia se había marchado, pero el trastero de Kirk seguía rodeado de agentes de la policía. El fiscal del condado parecía mayor, como si hubieran drenado su inagotable energía. Tenía la mirada perdida, ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Chris dio unos golpecitos en la ventanilla del sedán y Altman señaló la puerta del acompañante con gesto de cansancio. Chris la abrió. El motor estaba encendido y dentro del coche hacía calor. Altman tenía un voluminoso ordenador portátil, un modelo antiguo, abierto sobre el salpicadero. El protector de pantalla se había activado y dibujaba espirales de color en el monitor. Había varias carpetas con informes sobre el asiento delantero y una bolsa de plástico llena de lápices de memoria.
—Tiene usted una excelente red de espías, señor Hawk —comentó Altman.
—Es Hannah quien la tiene.
—Ah, por supuesto.
—¿Cómo está la víctima? —se interesó Chris.
—Ha perdido mucha sangre, pero consiguió llamar y pedir ayuda; cuando llegaron los técnicos de primeros auxilios, estaba consciente. El personal médico cree que sobrevivirá.
—¿Fue Lenny Watson quien le disparó?
—Según la descripción que nos ha proporcionado la víctima, eso parece. Ahora va armado y es peligroso. Lo único que va a conseguir ese estúpido es que lo maten.
Altman volvió la cabeza y miró a Chris.
—Necesito que me diga dónde está Johan Magnus.
—En casa de Hannah; su padre lo acompaña. Está a salvo.
—No me parece bien que, ayer por la noche, me ocultara ese hecho.
—Cuando hablé con usted, no lo sabía.
Altman frunció el ceño, pero lo dejó correr.
—No parece usted feliz —comentó Chris.
El fiscal tenía los ojos hundidos. Al igual que Glenn Magnus, daba la sensación de encontrarse en plena crisis de fe. No se trataba de ira o decepción, sino de desolación. Lo que había encontrado en el garaje de Kirk le había sacudido en lo más hondo.
—Uno podría pensar que, después de los años que llevo en este trabajo, habría cultivado un punto de vista cínico sobre el comportamiento humano —respondió Altman—. Lo extraño es que no sea así. Soy cristiano, señor Hawk. Creo que la gente es, en esencia, buena.
—Estoy de acuerdo con usted —convino Chris.
Altman alargó la mano hacia la carpeta que había en el asiento delantero y se la tendió en silencio. Chris la abrió y sintió que un peso le oprimía el corazón, que la cólera le helaba la sangre y que su alma lanzaba un grito silencioso e irreprimible. Las imágenes impresas en aquellas hojas reflejaban tal depravación que le costó imaginar que, quienquiera que hubiera hecho aquello, formara parte de la especie humana. Y aún peor era saber que caminaba por las mismas calles, respiraba el mismo aire y tenía el mismo aspecto que cualquier otra persona.
Ése era el horror al que se enfrentaba Altman. ¿Cómo podía uno volver a confiar en su vecino, cuando sabía que había gente sobre la faz de la tierra capaz de algo semejante?
Chris cerró la carpeta y los ojos mientras recuperaba el ritmo de la respiración.
—Lo siento —dijo.
Altman levantó la bolsa con lápices de memoria.
—Hay más. Éstos son aún peores. Vídeos. Es incalificable.
A Chris le costaba concebir que pudiera existir algo peor que lo que había visto.
—No puedo ni siquiera empezar a explicarlo. Ojalá pudiera.
Altman sostuvo otra carpeta.
—Sus compradores están identificados con números, no con nombres. Los envíos se realizan a apartados de correos. Tendremos que identificar a los clientes uno por uno.
—Irán a la cárcel.
—Por supuesto, pero no se trata de eso. ¡Mire cuánta gente hay en esta lista! Son personas con familia y amigos, personas que muestran una cara corriente ante el mundo, que profesan culto al mismo Dios que yo y que viven según los mismos ideales.
La voz del fiscal reflejaba con elocuencia su dolor, su incredulidad y desesperación.
—Sin el asesinato de Kirk, es probable que nunca hubiera encontrado este lugar —observó Chris—. Ahora puede sacar a esa gente de la circulación.
Altman meneó la cabeza.
—Podría haber pasado el resto de mi vida sin ver lo que hay dentro de ese garaje.
Chris miró hacia el trastero, al otro lado de la cinta policial, y vio que los policías estaban sacando armas.
—Alguien registró la casa de Kirk. ¿Cree que esto es lo que trataban de encontrar?
—Posiblemente.
—Sé que está buscando a Johan, pero no creo que él matara a Kirk. Él no es el asesino.
—Después de ver esto, creo que es posible que tenga razón. —Altman vaciló y luego añadió—: Hay algo que se me olvidó mencionarle ayer por la noche. En el lugar donde encontramos a Kirk había otro cuerpo. Un esqueleto parcialmente desenterrado. Por lo que parece, Kirk estaba cavando en la fosa cuando lo atacaron.
—¿Tiene idea de quién era?
Altman se encogió de hombros.
—A los forenses les llevará mucho tiempo averiguarlo, pero se me ocurre el nombre de una persona que desapareció en el momento oportuno hace algunos años.
Chris pensó en ello.
—Vernon Clay.
—No suelo apostar, pero en este caso sí lo haría.
—Si ha estado muerto todo este tiempo, está claro que él no es Aquarius.
—Sí, y si está muerto y Kirk lo mató, dudo que lo hiciera por su cuenta.
—Florian quería que lo eliminara —dedujo Chris.
—Una vez más, es sólo una suposición. No es probable que pueda demostrarlo.
—Entonces ¿quién es Aquarius? —preguntó Chris—. ¿Cuál es su plan?
—No lo sé, pero empiezo a pensar que en realidad sí que hubo un monstruoso encubrimiento en Mondamin. Y, en consecuencia, Aquarius parece decidido a vengarse de Florian y dejar sus pecados al descubierto. La pregunta es por qué y cuál es el siguiente paso.
—¿Cree que Aquarius mató a Kirk? ¿Forma eso parte de su plan?
Altman volvió la cabeza hacia Chris.
—Si lo hizo y usó esa pistola, eso solamente puede significar una cosa.
—Que empezó con Ashlynn —concluyó Chris.