Capítulo 37

Las luces intermitentes de los coches patrulla que rodeaban el destartalado granero, relucientes bajo la lluvia torrencial, dibujaban halos azules y rojos. Por encima de las huellas de neumáticos que se superponían en dirección a la carretera serpenteaban ríos de agua parda, y las veloces nubes negras parecían ondular tan bajas que podían tocarse. Las ramas de dos fresnos invernales oscilaban sobre el tejado del granero, abombado y con parches de pintura azul. Había una granja cercana y desierta, adornada con cortinas de encaje y volantes en las ventanas, rodeada por kilómetros de campos. El camino de grava al norte de la carretera 212 no se hallaba lejos de la frontera con Dakota del Sur. Chris no creía que la editorial Rand McNally la hubiera incluido nunca en un mapa.

Salió del coche y abrió el paraguas, pero el viento proyectó el aguacero sobre su ropa. Se dirigió a un joven policía vestido con un impermeable amarillo apostado junto a la cinta policial y preguntó por Michael Altman. El muchacho se acercó un walkie mojado a la boca para pedir a gritos la presencia del fiscal del condado.

Mientras esperaba, Chris contó dos docenas de agentes uniformados y técnicos que rastreaban el granero y la granja en busca de pruebas. Probablemente doblaban la población de la zona en diez kilómetros a la redonda.

Aquarius había elegido con acierto. Era poco probable que alguien tropezara con su remota guarida.

El walkie del agente cobró vida con un rugido de sonido estático.

—Altman está en la parte de atrás —le indicó—. No entre en el granero.

Chris se agachó para pasar por debajo de la cinta policial. Habían colocado tiras de lona embarrada sobre el suelo que conducían hasta la parte de atrás del granero. La tierra que los pedazos de lona no cubría era como arenas movedizas. Al pasar junto a la puerta abierta, echó un vistazo al interior y vio a algunos técnicos que examinaban las estanterías metálicas vacías y el suelo de linóleo. El interior resultaba deslumbrantemente luminoso en comparación con la oscuridad de fuera. Por lo demás, el granero estaba desocupado.

Siguió el sendero de lona por la parte de atrás del granero hasta dar con un Honda Civic familiar marrón aparcado fuera de la vista del camino junto a un enorme cubo metálico de basura con la tapa abierta. Cerca del límite de los campos habían levantado una tienda provisional, donde el fiscal hablaba con dos agentes de policía que estaban revisando varias bolsas llenas de papel triturado sobre una larga mesa.

Altman lo saludó con un gesto de la mano.

—Aquarius sigue yendo un paso por delante de nosotros —le explicó el fiscal cuando Chris se reunió con él bajo la tienda de plástico—. Se ha marchado, pero ha estado aquí hace poco.

—¿Cree que va a volver?

—No lo creo. El granero está limpio. Tenemos vigilantes apostados cerca de los cruces por si alguien se dirige hacia aquí, aunque no cuento con ello. No sé si se olió que andábamos pisándole los talones o si está preparándose para lo que diablos sea que ha planeado.

—¿Han encontrado alguna pista de lo que se trae entre manos? —quiso saber Chris.

—Acabamos de empezar. Tardamos dos horas en conseguir autorización para entrar. Tuvimos que asegurarnos de que no se trataba de una trampa. Sea lo que sea lo que está tramando, instaló un generador y un montón de luces en el granero. También sabemos que guardaba un vehículo dentro y, basándonos en la identificación de las huellas, era pesado.

—No me gusta cómo suena eso.

—A mí tampoco —coincidió Altman—. Hemos incrementado la seguridad en el perímetro de las instalaciones de Mondamin. No creo que este tipo sea un imitador; diría que es el auténtico.

—¿Cómo lo han encontrado?

Altman se sacó el Fedora y le sacudió las gotas de lluvia. Luego volvió a colocárselo con cuidado y se apretó el nudo del cinturón de la gabardina.

—Me gustaría poder decir que encontramos este sitio gracias a una meticulosa investigación, pero la verdad es que ha sido un golpe de suerte. Tanta, que no puede tratarse de una simple casualidad. Aquarius quiere que lo encontremos.

—¿Cree que los condujo hasta aquí deliberadamente?

—Así es. Encontramos una huella dactilar en una de sus notas y resultó coincidir con la de un estudiante de posgrado de Ames muy implicado en el movimiento extremista medioambiental. Durante los últimos cinco años, ha tomado parte activa en manifestaciones convocadas en distintas partes del Medio Oeste, incluida una aquí mismo, en Barron, a las puertas de Mondamin. En ese momento supuse que lo teníamos. Que era Aquarius.

—¿Y no lo es?

El fiscal del condado negó con la cabeza.

—No, lleva seis semanas en la cárcel. Un juez de Iowa se cansó de que le arrestaran una y otra vez por actos de vandalismo, allanamiento de morada, acoso, cualquier cosa, y decidió darle una lección.

Chris se encogió de hombros.

—Así que Aquarius debe de ser uno de sus amigos melenudos.

—Sí. Empezamos a buscar entre los miembros de las organizaciones medioambientales relacionados con él, pero el punto de inflexión del caso vino de otra parte. Por lo visto, trabaja en un hotel de Ames, en el turno de noche. Una de sus tareas consiste en arreglar los atascos de papel de la impresora para los huéspedes que usan el centro de negocios. De ahí la huella.

—¿Cómo sabe que el papel proviene del hotel?

—Los polis de Iowa le mostraron una de las notas de Aquarius y dijo que no era posible que procediera de una impresora de ninguna de las organizaciones con las que trabaja: sólo utilizan papel reciclado. Supongo que eso significa que en el papel higiénico que emplean aún pueden distinguirse manchas de materia fecal. En fin, da lo mismo, el caso es que el chico declaró que encajaba mejor con el surtido estándar de material de oficina que usan en el hotel.

—Entonces ¿cree que Aquarius se hospedó allí?

Altman asintió.

—Así es. Al principio supuse que Aquarius había utilizado al chico como hombre de paja. Cualquiera que se relacione con el movimiento medioambiental conoce su nombre y sabe que sus huellas aparecerán en el sistema, de modo que elaboramos una lista de los huéspedes del hotel durante los últimos seis meses y dimos con un nombre.

—¿Cuál?

—Vernon Clay.

—Así que ésa es la razón de que el hecho de que Ashlynn estuviera preguntando por él encendiera las alarmas. ¿Cree que Vernon Clay ha regresado?

—Tal vez sí, tal vez no. En el hotel nadie le recuerda ni ha reconocido su descripción. Si no es Vernon, es alguien que sabía que daríamos con su nombre enseguida. La dirección del registro nos condujo directamente hasta aquí, hasta esta granja. No es una casualidad. Quería que encontráramos al chico, el hotel y el registro de huéspedes. Nos lo puso difícil, pero no demasiado. Quería llamar nuestra atención.

Chris observó el Civic aparcado detrás del granero.

—¿Y el coche?

—La matrícula no coincide con el número de bastidor. Estamos intentando rastrearlo.

—Si Vernon Clay es realmente Aquarius, ¿ha estado escondiéndose en este sitio?

—Diría que no. La casa apenas se ha usado. Todo el trabajo se ha llevado a cabo en el granero. La propiedad pertenece a la familia de una viuda que murió hace tres años. Ninguno de los hijos vive en esta zona. El lugar ha permanecido vacío desde la muerte de la madre, y no han conseguido venderlo. Alguien les llamó en diciembre para alquilarlo por un año y les remitió una elevada suma de dinero en efectivo. No hicieron demasiadas preguntas.

—¿Ha hablado con Florian?

—Sí. Dice que no existe ninguna razón por la que Vernon Clay pudiera estar resentido con él ni con Mondamin.

—¿Qué hay de Ashlynn? ¿Le contó usted a Florian que ella estaba haciendo preguntas sobre Vernon Clay?

Altman metió las manos en los bolsillos de la gabardina.

—Sí.

—¿Y qué dijo?

—Que estaba claro que Glenn Magnus y su hijo la habían intoxicado.

—Era más que eso —observó Chris—. Ashlynn sabía algo.

—¿Es una suposición o tiene alguna prueba?

Chris vaciló y pensó en Rollie y en Tanya.

—No estoy seguro de qué puedo contarle en este momento.

El fiscal del condado no ocultó su irritación.

—Le he mantenido informado, señor Hawk, porque estableció una conexión entre Ashlynn y Vernon Clay al tiempo que el nombre de Vernon aparecía en el contexto de nuestra investigación sobre Aquarius. Sin embargo, el favor va en los dos sentidos. Espero que comparta conmigo cualquier información que pueda serme de ayuda para localizar a ese hombre. Sea lo que sea lo que planee, la amenaza es real.

Chris tenía que tomar una decisión con rapidez y optó por confiar en Michael Altman.

—Ashlynn le contó a Tanya Swenson que tenía una prueba que demostraba que Florian había encubierto la causa de las muertes acaecidas en St. Croix. Ocurrió la noche antes de que la mataran.

Altman frunció la boca en un gesto de disgusto.

—¿Qué clase de prueba?

—No lo dijo.

—¿Y cómo me ayuda eso exactamente?

—Aquarius lo sabía —declaró Chris—. Envió una nota a Rollie Swenson advirtiéndole de que no dijera nada. Amenazó la vida de Tanya.

—¿Por qué no me ha contado Rollie nada de esto? —preguntó Altman.

—Teme por su hija. Es probable que tenga razones para estar asustado. Si Vernon Clay es realmente Aquarius y Ashlynn dio con él, entonces tiene que aceptar la posibilidad de que él la matara para impedir que hablara.

—Vamos a esperar a ver cómo termina esto —decidió Altman—. En este momento, lo único que quiero es encontrar a Aquarius y detenerlo.

—Es posible que Kirk Watson sepa algo —comentó Chris.

—Kirk es sólo un matón.

—Sí, pero trabaja para Florian. Rollie cree que intentó atacar a Tanya para intimidarla y mantenerla callada. Y hay algo más: Ashlynn estuvo saliendo con Kirk durante el último otoño, aunque Johan afirmó que no estaba interesada en él. No era nada romántico. Ahora me pregunto si lo que Ashlynn pretendía era recabar información sobre Mondamin y su padre. Y quizá también sobre Vernon Clay.

—Kirk no va a contarnos nada. No si está relacionado con Florian.

—De todas formas, puede que ya sea demasiado tarde.

—¿Qué quiere decir?

—Johan Magnus le dijo a Tanya que necesitaba una pistola. Y cree que va a ir por Kirk.

Altman cerró los ojos y dejó escapar un lento suspiro de frustración.

—Este pueblo es como la caja de Pandora. Están ocurriendo cosas terribles, señor Hawk, y me temo que no voy a ser capaz de pararlas antes de que nos barran a todos.

—Me gustaría saber qué descubrió Ashlynn acerca de su padre —comentó Chris.

El fiscal frunció el ceño como si volviera a preguntarse cuánta información podía compartir. Se alejó de Chris y habló con los policías que examinaban los pedazos de papel. A su regreso, sostenía una bolsa de plástico sellada.

—¿Ha dicho que Ashlynn le contó a Tanya Swenson que había encontrado pruebas que relacionaban Mondamin con las muertes de St. Croix?

—Eso es lo que dijo.

Altman alzó la bolsa de plástico. Dentro había una sola hoja de papel.

—Aquarius nos ha dejado otra miga de pan.

—¿Qué es eso? —preguntó Chris.

—Hemos encontrado bolsas de papeles destruidos en la basura. Tardaremos semanas en averiguar qué son. Aun así, había una hoja intacta en mitad de la pila. Ésta. Está claro que quería que la encontráramos.

Chris se inclinó para estudiar el papel. El plástico estaba salpicado de lluvia. No reconoció el documento, pero se percató de que no era una nota de Aquarius.

—¿Qué es?

—Es la portada de un informe elaborado por una mujer llamada Lucia Causey.

Chris meneó la cabeza. Había oído antes el nombre, pero no lo ubicaba.

—No la conozco.

—Lucia Causey es una epidemióloga de Stanford —explicó Altman—. Era la experta designada en el pleito contra Mondamin. Redactó el análisis científico que el juez utilizó para desestimar la demanda.